𝘚𝘤𝘦𝘯𝘦 1.
No diría que mi relación con Matt había curado mágicamente mi bulimia, pero sin lugar a duda ayudó con mi ansiedad. Sin embargo, siempre que me sentía frustrada o estresada, iba y me encerraba en el baño a vomitar. Intentaba ser discreta, lo hacía cuando Matt iba a la facultad, cuando yo estaba sola en casa. Un día llegó antes de tiempo, y me encontró arrodillada frente al váter. Tenía esta expresión en su rostro, aunque no podría describirlas con palabras, era una mezcla entre sorpresa y dolor, como si le hubiera clavado un puñal en la espalda. Quería morirme de la vergüenza, pero él me trató con mucha empatía.
Estuvimos un rato sin hablar, sentados en el borde de su cama, él sujetaba mi mano y yo evitaba su mirada.
—¿Por qué te haces esto a ti misma?
—No lo sé. No sé qué problema tengo, no puedo explicar este odio que el mundo siente por mí.
—Creo que necesitas ayuda, y yo no puedo dártela.
Y lo odie en ese momento, y su compasión y como soltó mi mano cuando le respondí. Desde ese día hubo una herida entre nosotros, nada fue igual. Nos distanciamos durante un tiempo, aunque siguiéramos viviendo juntos, ya no teníamos la complicidad de dos amantes. Había veces en las que volvía a casa tarde en la noche, y hubo veces en las que no vino a dormir en lo absoluto, y yo solo podía imaginarme qué era lo que pasaba por su cabeza, porque él no me lo diría directamente.
Pensé en todo tipo de escenarios, desde una doble vida, otra mujer, y que me tenía mucho asco como para compartir una cama conmigo. Todo podía ser cierto, o una fantasía, pero ¿cómo saberlo si él me evitaba? Para cubrir su ausencia contrató a una mujer para que fuera a limpiar por las mañanas. También insistió en que viera a un psicólogo, amigo de su familia. Odiaba sus preguntas invasivas, y no confiaba en la confidencialidad que me prometía.
Una vez le dije que era anoréxica desde niña, y que me sentía insegura de mi cuerpo. Nada más lejos de la realidad. No tenía ningún problema con mi apariencia, es más, creo que solo vomitaba para torturarme a mí misma, quería sufrir, era mi mecanismo de defensa contra cualquier situación estresante o complicada. Era difícil hacerlo, cuando Matt no estaba por las mañanas, esa mujer estaba siempre vigilándome, y cuando ella se iba, Matt no me dejaba sola ni por un segundo. Entonces dejé de hacerlo, por un tiempo, incluso mi psicólogo pensó que me había recuperado.
A veces veíamos películas juntos, o leíamos el mismo libro y comentábamos, pero nuestra conexión se sentía diferente. Yo veía esas películas fantásticas que a él le gustaban, La guerra de las galaxias y El señor de los anillos, pero él ponía mucha resistencia a la hora de ver algo que yo le recomendara, incluso ignorando por completo mis sugerencias. Nos gustaba pasar tiempo juntos, aunque no tuviéramos interés en lo que estabamos haciendo, y solo disfrutaramos la compañía del otro. Llegó a un punto en el que yo pensaba que quería que termináramos, pero no se animaba a decírmelo por empatía, que estaba conmigo por pena.
Durante nuestra relación escribí mi primera novela romántica, "Lo que dure la primavera", por un tiempo fue motivo de especulación, pero sí, el libro es sobre él. No es algo que me guste decir abiertamente, de qué o quién inspira mis libros, pero es cierto. Pensando en ese libro ahora, creo que fue mi manera de aferrarme a una relación que ya estaba muerta, pero yo negociaba por mantenerla viva. Matt le vio potencial a la historia, me dijo que debía publicarla en físico cuanto antes, pero las cosas no funcionaban así.
La historia fue un hit, la gente la amó. No fue mi mejor libro, para nada, pero me puso en el centro de atención por un tiempo. Me hizo espacio en la comunidad de escritores, conocí a mucha gente, pero no diría que eran mis amigos. Algunos te veían como competencia, y no siempre se alegraban de tus exitos, pero nunca decían nada de frente. No me malinterpretes, hay mucha gente que me ayudó en esa comunidad, y les guardo mucho carino, me mantengo en contacto con algunos, pero yo no me sentía preparada.
Todos sabían que tenía pareja, y estaban ansiosos por saber quién era, pero a Matt no le gustaba la atención del público, tenía cuatro seguidores en instagram, yo era uno, la otra su madre. A mí me hubiera gustado compartir momentos nuestros, pero estaba contenta manteniendo las cosas en privado si era lo que él quería. ¿Qué es un tesoro si se lo das a cualquiera? Pero un día hubo un accidente, alguien que yo conocía filtró una foto nuestra. Hubo quién se lo tomó bien, otros no tanto.
Habían pasado los años, y los dos nos habíamos graduado de nuestros estudios universitarios y estábamos persiguiendo nuestras ambiciones profesionales, sin embargo, románticamente seguíamos estancados, por eso cuando me dieron la oportunidad de ir a Portugal como parte de un plan de estudios, acepté ir de inmediato, y estuvimos separados por seis largos meses. Tenía la esperanza de que la distancia nos podría hacer bien, y, en cierto modo, fue así... pero respondía a mis mensajes casi veinticuatro horas más tarde, nunca respondía a mis llamadas y parecía distante. En todo este tiempo no había vomitado, pero en ese momento casi recaigo, sentí un impulso sobrehumano de arrodillarme frente al retrete y llorar. Le di mi corazón a alguien que ya no me amaba, solo me toleraba.
Y ahora que estábamos en lados completamente diferentes del mundo me preguntaba si alguna vez fui una prioridad en su vida.
Nuestra relación siempre fue turbulenta emocionalmente, siento que no nos entendíamos bien. Podría tenerlo delante y estar gritándonos mutuamente todo lo que sentíamos, pero de todas maneras no nos comunicaríamos apropiadamente. En todos estos años, él nunca me había dicho "te quiero", no os imagináis lo mucho que lo necesitaba, ahora más que nunca, pero no escucharlo de su parte me quitaba valentía a la hora de decírselo, me aterrorizaba la idea de que no me correspondiera.
Cuando volví a Boston tenía el objetivo de romper con Matt, pero por algún motivo cuando lo vi en el aeropuerto solo pude correr y abrazarlo, las palabras nunca salieron de mi boca y terminaron formando un nudo en mi garganta. Unos días más tarde Matt reservó el tren de la noche para ir a ver a su familia a Rhode Island por las navidades, y me invitó a ir con él.
Yo amaba la navidad, o al menos eso quiero creer. Es esa epóca del año donde todas las familias ponen sus diferencias de lado y celebran como gente que se ama de verdad. Era una cosa increíble, con las decoraciones, todos colaborando para poner los platos en la mesa. Risa, armonía y cordialidad, hizo que se me revolviera el estómago. No tomes mis palabras de mala manera, es solo algo a lo que no estaba acostumbrada, tanto calor familiar; pero era todo lo que había anhelado desde que era pequeña. La madre de Matt me recibió con un abrazo, aunque fuera la primera vez que nos viéramos, ella me abrazó como si me hubiera dejado ir alguna vez, estuviera arrepentida, y no quisiera volver a soltarme. Esta es la parte de la historia en la que querrás gritarme, pues no supe como regresar todo ese cariño, solo me quedé ahí, generando un silencio incomodo con la persona que había estado pensando todo el día en cómo causar una buena impresión.
Los padres de Matt eran divorciados, por lo que pasaban las navidades en casas diferentes. Su familia era gente de dinero, pero muy humilde a pesar de todo. A su madre, a la que partir de este momento empezaré a llamar Ma, era dulce y muy afectuosa, y también había un hermano menor, tan alto como Matt, casi idénticos, aunque se llevaban dos años. Y abuelos, tíos, y cientos de primos pequeños. Yo amaba a sus primos, eran entrañables. Personalmente, creo que los niños son los únicos seres vivos con los que puedes tener una conversación sincera, tienen esa inocencia que les hacen decir la verdad, sin ser conscientes del efecto que puedan tener, y no tienen esa preocupación por agradar a todo el mundo. Yo era así antes, me preguntó a veces, ¿qué me hizo cambiar? ¿Cuándo dejé de ser esa niña?
Los abuelos de Matt me vieron jugar con sus primos y dijeron que yo les daría bisnietos preciosos, aunque no creo que sepan que yo los haya escuchado, habían villancicos en el fondo. No era algo de lo que él y yo hubiéramos hablado de seriedad, y dudadaba seriamente que algún día lo hiciéramos, quiero decir, a penas y tenemos el valor de decirnos mutuamente como nos sentimos. Recuerdo que cuando veía a mis amigas del instituto subir fotos con sus esposos y sus hijos solo quería agarrar una sierra eléctrica y cortarme a la mitad, pues de esa manera podría tener otro trozo de mí, y quererlo como a un hijo.
Después de cenar perdí a Matt de vista por un momento, estaba nerviosa compartiendo la mesa por primera vez con su familia. Cuando volvió estaba disfrazado de Papá Noel, y estaba jugando con sus primos más pequeños en la sala, abriendo los regalos bajo el árbol de navidad, lo miré y me quedé sonriendo como una idiota. Cuando los niños se fueron a dormir, los adultos sacaron el alcohol y celebraron apropiadamente. Matt se quitó la barba postiza y se sentó junto a mí, sacando algo de su bolsillo que terminó iluminando la habitación: era un anillo. De repente todos estaban grabando, Ma lloraba emocionada y su hermano abrió una botella de champagne y la espuma salió disparada.
Mi corazón se detuvo en ese momento, me sentía atrapada en una situación de la cual no podía escapar. Con toda su familia mirando, ellos esperando que yo dijera que sí cuando mi corazón gritaba que no. Matt arrodillado, diciendo.
—¿Quieres casarte conmigo?
No encontraba las palabras, así que me levanté de la silla y salí corriendo por la puerta. Lo dejé tirado sobre el suelo, con el anillo de su madre en la mano, me fui sabiendo que si su corazón se había roto fue porque yo lo dejé caer. Al salir me encontré con calles que no conocía y la nieve que caía. Me aferraba a mí misma con los brazos mientras lloraba, como si me estuviera desmoronando y eso fuera lo único que podía hacer para mantenerme de pie.
En el camino me preguntaba por qué lo había hecho, por qué había rechazado su propuesta de matrimonio. Querido lector, no debes entender nada de lo que está pasando, bueno, yo tampoco. Desde que comencé a contar mi historia todo lo que sabes de mí es que he deseado desesperadamente dar amor y ser correspondida, pero, ahora que lo he encontrado, me encuentro corriendo con todas mis fuerzas en dirección contraria de ese calor, de esa luz; para reunirme con la soledad y el frío que conozco, que siempre han estado conmigo. ¿Por qué me privo de algo tan simple como pertenecer a una familia? La verdad es que me gustaría poder mirar a Matt a los ojos y no ver tolerancia e indiferencia, y si aceptaba su propuesta, esa indiferencia es lo único que tendríamos hasta que la muerte nos separase. No estaba segura de qué tan reales eran sus sentimientos por mí, y ahora que lo pienso mejor, no quería estar atada a un matrimonio que se sostenía de la esperanza.
Creo que soy ese vagabundo que va tocando todas las puertas que ve, en busca de comida, de compasión, pero que se asusta cuando alguien le da eso que pide. ¿Siempre sería así?
Tú que me lees, antes de que me juzgues quiero que sepas que amar a alguien que te hace sentir tolerada es la muerte más cruel que existe. Porque Matt podía arrodillarse ante mí con toda su familia mirando y pedirme que estuviéramos juntos por el resto de nuestras vida, pero no podía concederme un te amo en un momento de intimidad.
Y por momentos, mientras recorro las calles de este pueblo extraño y hostil, me pregunto de dónde viene esta torpeza a la hora de relacionarme con otros y entablar relaciones como cualquier persona normal. Para mí es fácil mirar hacia atrás y culpar a mi madre, y convencerme a mí misma de que no puedo aceptar el amor que recibo de los demás porque ella no me lo dio cuando estabámos juntas, pero, ¿y si es más profundo que eso? ¿Y si soy yo el problema? Nunca lo había pensado hasta ahora, que me duelen las piernas y las lágrimas han arruinado mi maquillaje, seco sobre mi piel enrojecida por la brisa nocturna. Mi única esperanza es que si el verdadero amor existe, y se encuentra en algún lado, pueda encontrarme antes de que sea demasiado tarde.
No sabía a dónde ir, pero no quería estar ni un segundo más en esa casa. Debí quedarme en Portugal y nunca volver, ¿qué esperaba encontrar aquí? Contra el frío y la nieve seguí corriendo, hasta que encontré un bar en la calle Mercedes. Solo quería entrar en calor, y esperar a que amaneciera y tomar el primer tren de regreso a Boston. No tenía planeado encontrarlo a él. Me vio con frío, confundida y me dio su cazadora negra. Hablamos por horas, creo, había perdido la noción del tiempo. Por un momento me sentí... vista y escuchada, y eso fue suficiente para mí. Me dijo que estaba en celebrando con sus amigos, pero todos se habían ido y él seguía conmigo en la barra. Me contó toda su vida, y yo le conté la mejor versión de la mía, una que no lo haría salir corriendo. Me invitó a pasar la noche en su casa, y antes de que pudiera decirle que no, que era impropio de mí dormir con un extraño, que tenía un novio al que amaba y que nunca lo engañaría, estaba en la parte de atrás de su moto y con los brazos alrededor de su cintura.
Toda mi vida tuve miedo de las motos, pero no en ese momento. Cuando somos jóvenes la muerte es todo en lo que podemos pensar, y en cómo esquivarla, por el miedo a no saber qué viene después. A mí no, ahora mismo la muerte es lo más misericordioso que podría pasarme, porque lo que sea que me espera en el futuro no me genera entusiasmo.
Y cuando estuvimos en su casa me tocó la espalda y lloré, sentí una electricidad que hasta ahora solo una persona pudo ofrecerme, y que no pensaba volver a experimentar. Me llevó en sus brazos hasta su cama, y me trató con tanta dulzura, con tanto cuidado, y yo me derretí como un copo de nieve cuando sus labios encontraron los míos. La luz de la luna que entraba por la ventana me iluminó el rostro, y él me apartó un mechón de pelo para mirarme a los ojos, cuando yo intentaba evitar su mirada... esos ojos marrones. Tenía el pelo largo, liso y suave, el rostro delgado y un tatuaje del hombre vitruvio en un brazo. Cuando terminamos algo nació dentro de mí, pero para crecer, tuvo que matar algo que había habitado en mi corazón por mucho tiempo. Pensaba en Matt, y en este hombre que seguro no querría volver a verme después del amanecer. Coloqué una mano sobre mi pecho, quería sentir el débil latido de mi corazón para convencerme de que seguía con vida, estaba convencida de que moriría en cualquier momento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top