𝑰𝒎𝒑𝒆𝒓𝒊𝒐.

La mañana siguiente a su llegada, había sido tan maravillosa como cualquier libro romántico. Jungkook despertó primero y se encargó de besar a Jimin en los labios, en sus mejillas, en sus párpados cerrados y en su nariz. Y con una risita, Jimin despertó.

Salían todos los días, Jungkook lo llevó a conocer de manera exprés la gran ciudad de Seúl y a comer en distintos sitios comida clásica de Corea. Todo era perfecto y maravilloso, y estuvieron así hasta que completaron una semana juntos, en el bolsillo del otro. Siete días en los que no se despegaban a no ser que fuera para ir al baño, siete días en los que Jungkook no había ido a su empresa ni llamado una sola vez.

Volver a la maldita realidad no era algo que los hiciera muy felices, pero era necesario. Jungkook comenzó a ir nuevamente a su oficina, dejando solo a Jimin en casa ya que se negaba a salir sin él. 

Así transcurrieron los días y las semanas hasta que el mes se completó. Jimin seguía manteniendo contacto con sus amigos, los mensajes siempre eran a diario y las videollamadas eran cada vez que estaban disponibles.

Una noche, mientras Jimin estaba acurrucado en los brazos de Jungkook luego de haber sido devorado a besos y sutiles caricias, el mayor le preguntó si quería volver, pero claramente Jimin se negó.

"No quiero volver, quiero estar aquí, contigo." Respondió avergonzado contra el pecho desnudo de Jungkook.

"Vale, tú quedar conmigo aquí" decir que no estaba feliz, sería mentira. 

"¿No te molesta?" Salió de su pecho y lo miró, Jungkook besó la punta de su nariz antes de responder.

"No. Yo ser feliz contigo aquí." 

"Te quiero, Jungkookie..." Jungkook sonrió. No había sido hace mucho que Jimin había comenzado a llamarlo de esa forma y a él le encantaba.

"Te quierro, carriño." Arrastró sus palabras, mas no importaba. Jimin amaba la forma en la que Jungkook le hablaba. 

Así avanzaron los siguientes días. Jungkook apenas salía de la oficina iba a casa, ya no trabajaba largas horas en la oficina como solía hacerlo, ya no aceptaba las cenas que algún socio solía ofrecerle en forma de agradecimiento. Jungkook solo iba a casa, iba a donde estaba él, su Jimin.

Cuando el cumpleaños de Jungkook llegó, Jimin preparó un horrible pastel de chocolate y crema, la cena que vio por internet y que intentó hacer, fue un completo desastre. Pero no importaba. Nada importaba cuando se tenían el uno al otro. 

Ahora, volviendo a la actualidad. Jimin esperaba sentado en el amplio sofá de la sala, el televisor estaba encendido, pero no entendía una mierda de lo que hablaban en el noticiero del canal coreano.

Suspirando, se levantó para ir por un poco de yogur con cereal cuando el sonido de la puerta lo detuvo. Se quedó quieto hasta que esta se abrió y logró ver una cabellera azabache, sin pensarlo más, corrió hasta la puerta.

—Bienvenido a casa, Jungkookie —Jimin, se lanzó a sus brazos apenas este puso un pie en el interior del departamento. Rodeó la cintura de Jungkook con sus piernas, haciendo que el azabache lo sujetara por sus muslos— Te extrañé —dijo, antes de unir sus labios en un corto beso.

—Yo también te extraña —respondió, con una sonrisa sobre los pomposos labios de su chico— Muy.

Sin cortar el beso, Jungkook cerró la puerta y caminó con Jimin aún colgado de él. Avanzó hasta la sala y se dejó caer con cuidado en el sofá, haciendo que Jimin quedara a horcajadas sobre él. 

—Jimin... —se alejó lentamente de lo labios de Jimin.

—No —reclamó— Más, quiero más besos. 

Jungkook sonrió y acarició una de sus mejillas, mientras que su otra mano seguía firme en uno de sus muslos.

—Yo tenger que decir algo —un sonidito en negación se escuchó. Jimin había enterrado su nariz en el cuello de Jungkook— Es uhm... em-importante.

El cuerpo de Jimin se tensó de inmediato y se alejó de su escondite para mirarlo con preocupación. 

—¿E-es malo? —preguntó rápidamente.

—No. No ser malo. 

—¿Entonces? —pellizcó su labio inferior con sus dientes ante los nervios y Jungkook pasó su pulgar en ellos, impidiendo que se lastimara.  

—Tú tranquilo, no ser malo —aseguró— Solo yo hacer algo.

—¿Qué hiciste?

—Aquí, mirar —sacó de su portafolios unas hojas y se las extendió. Eran unos documentos. 

—¿Qué es esto? —preguntó al ver todo en coreano, claramente no entendía nada.

Jungkook soltó una risita divertida al ver la cara de confusión en Jimin. Y dios, amaba esas caras.  

—Te dije que yo pagar y tú aprender. Aquí tú aprender en instituto.

—¿Qué?

—Uhm... —pensó en cómo decir lo que tenía en mente— Tú ser estudiante oficial. Tú con clases otra semana.

—¿Es en serio? —sonrió. Una serie de emociones recorriendo todo su cuerpo. 

—Muy —confirmó— Un auto pasar para ti siempre, donde tú ir él te llevar.

—V-vale... tendré un chofer... —todo sonaba tan irreal para él y quería llorar de la emoción. No lo hizo, en cambio, besó a Jungkook de la forma más intensa, más profunda hasta que cruzaron la línea de lo romántico a la excitación. 

Jungkook, lo había inscrito en uno de los mejores institutos de Seúl donde no cualquiera entraba, tenía tanto prestigio que quienes estudiaban ahí solían encontrar trabajo casi de inmediato, aunque eso no importaba para Jungkook. Jimin finalmente aprendería su idioma natal, aunque las clases de coreano serían más intensivas que las del inglés.

—Te quierro —susurró contra los labios de Jimin. 

—También... también te quiero, mucho... —volvieron a besarse. 

Con un movimiento ágil, Jungkook dejó a Jimin apoyado en el sofá y él se acomodó entre sus piernas, se inclinó y siguió devorándolo como solía hacerlo. La erección entre sus piernas era notoria y dolía como el infierno, pero aun no llegaban a esa face. 

Las manos de Jungkook se deslizaron por las curvas de Jimin hasta que llegaron a sus redondas nalgas, donde apretó con delicadeza, haciendo que Jimin gimiera en sobre su boca. 

—¿J-Jungk... uhm... —se ahogó con su propia saliva cuando Jungkook presionó su miembro con el suyo. El gran bulto duro que sintió lo hizo perder la razón por un momento.

Los besos de Jungkook comenzaron a viajar a través de sus sonrojadas mejillas, a lo largo de su mandíbula, el cuello expuesto y finalmente las marcadas clavículas. Jungkook podía sentir como Jimin temblaba ante el roce de sus labios en la delicada piel. Y Jungkook quería poseerlo, quería más, lo deseaba. 

—Aaah... —ese pequeño sonidito estrangulado que salió de los labios de Jimin, lo hizo volver en sí. Sabía que Jimin también quería experimentar más que besos, pero no tenía lo necesario para hacerlo y no quería que aquella experiencia se volviera un trauma para Jimin.

Tomando el poco autocontrol que poseía, se detuvo.

—Te quierro, muy —lo miró con tanto cariño que Jimin acunó su rostro y presionó un beso en sus labios.

—También te quiero mucho, Jungkook. ¿E-esto realmente es real?

—Sí. Yo real, tú real. Aquí real —llevó la mano de Jimin a su pecho, justo donde estaba su corazón— Así es para ti —su corazón bombeaba rápido y Jimin entendió lo que Jungkook quería decir. 

—Sí, es real. 



***


—Yo ir a oficina. Yo volver temprano hoy, no ir a juntas con socio. 

—Vale —se acercó y le acomodó la corbata, se puso de puntillas y alcanzó los labios finos de Jungkook. Un beso corto, pero cargado de cariño— Aquí estaré esperando por ti.

—Yo traer algo para cena. No toques cocina o incendiar —Jimin rodó sus ojos. 

No pudo evitar que la comisura de sus labios se curvaran en una sonrisa. 

—No seas exagerado, solo quemé una olla. 

—Ya. Solo no hacer, yo comprar algo. 

—Bueno. 

—Te q-quiero... —luego de tanto escuchar la palabra y practicar a solas, comenzaba a decirla cada vez mejor. 

—Así no —puchereó y Jungkook sonrió mientras se acercaba nuevamente a sus labios. 

—Yo decir bien y no gustar —se quejó y lo besó nuevamente antes de irse a la empresa. 

Como era costumbre, un auto negro esperaba por él a las afueras del edificio donde vivía. 

—Buenos días, señor Jeon —saludó el hombre de traje al costado de la puerta abierta. 

—Buenos días —respondió en su perfecto idioma natal, tan serio como siempre y subió al auto.  

—¿Directo a la oficina? 

—Sí —no hubo más palabras en el camino. Nunca hablaba más que eso con su chofer.

Jungkook estaba a cargo de la empresa familiar, la cual había sido fundada por sus fallecidos abuelos. Él no los alcanzó a conocer y sin embargo, les agradecía que crearán dicho imperio. 

Jungkook era hijo único al igual que su madre, por lo que sus ganancias eran casi del noventa por ciento para la familia Jeon y el respeto era para sus socios y el vicepresidente, su mejor amigo y mano derecha, Kim Namjoon. 

Había sido Jeon Hyuna junto a su esposo, Jeon Woo Bin quienes aumentaron considerablemente las ganancias de aquel imperio, formando un conglomerado de empresas multinacionales. Se trataba del mayor grupo empresarial surcoreano, con numerosas filiales que abarcan negocios como la electrónica de consumo, tecnología, finanzas, aseguradoras, construcción, biotecnología y sector servicios.

—Llegamos, señor —anunció el chofer, al ver que Jeon estaba concentrado en su teléfono y no parecía ser consciente de que el auto se había detenido. 

Bajó rápidamente y abrió la puerta del auto. 

—Oh, bien. Nos vemos más tarde, Choi —se despidió cuando bajó del auto. 

—Nos vemos, señor. 

Jungkook era considerado un magnate de los negocios en Corea del sur y de su propia empresa. Al ser el único heredero de la familia Jeon, quedaba dentro de los hombres más ricos y poderosos del país. 

Con dicho reconocimiento, era un hombre bastante codiciado, lo cual no desaprovechó en su pasado y tuvo varias relaciones no oficiales de las cuales prefería no hablar. 

Jungkook estuvo comprometido por dos años en el pasado, cuando apenas tenía veinte años y con Kim Jisso, la hermana mayor de su mejor amigo. Disolvieron su compromiso a petición de ella, con la excusa de que su carrera de modelo le impedía tener algo estable, pero ambos sabían que todo era una farsa. 

La noticia no cayó en gracia a la señora Jeon, pero lo aceptó porque por sobre todo, ella quería ver a su hijo feliz.

Aunque ahora, Jungkook dudaba horriblemente de que su madre siguiera en la misma postura. Donde le interesaba verlo feliz a pesar de todo.  

Jungkook estaba tecleando algo en su computador, totalmente concentrado cuando la puerta de su oficina se abrió de golpe. 

—¿Qué pretendes, Jeon? —la voz de su madre sonó severa y caminó hasta la silla del escritorio de su hijo para tomar asiento.

—S-señor, Jeon —su asistente entró detrás de su madre, totalmente angustiada— L-lo lamento, le informe a la señora Jeon que usted no quería recibir a nadie, p-pero... 

—Está bien, Mina —le cortó— Puedes retirarte. 

—Bien, con permiso —hizo una reverencia y salió de la oficina cerrando la puerta.

—¿Vas a responder ahora? 

—Hola, mamá —volvió a teclear— Estoy bien, gracias. 

—No estoy de bromas, Jeon. ¿A qué estás jugando? Te das cuenta de que quedaremos en completo ridículo con tu irresponsabilidad. 

—¿Cuál irresponsabilidad, mamá? —preguntó y dejó lo que estaba haciendo de lado.

—Oh, vamos. ¿Un hombre, Jeon? ¿Es en serio? —bufó molesta— Acepto todo de ti, pero una relación amorosa con otro hombre... 

Jungkook no discutía con su madre, la amaba y respetaba demasiado. Ella era una gran mujer, que luchó sola con él a pesar de todas sus pérdidas. 

Suspirando, Jungkook se frotó su sien.

—Vale, no te pido que aceptes esto ahora, pero intenta conocerlo y dale una oportunidad —su madre arrugó el entrecejo y Jungkook supo que no sería fácil— Está bien si no quieres, lo entiendo.

—No me interesa conocerlo, Jeon. 

—Bien, no lo hagas. 

—¿No pretendes formar tu propia familia?

—Ya lo estoy haciendo. 

La señora Jeon no era una mujer que no aceptara la homosexualidad, simplemente, no aceptaba que su propio hijo hubiera elegido a un hombre.

—No. No lo haces. 

—Mamá... 

—Espero que esto sea algo pasajero y que se acabe luego. No voy a aceptar jamás a un hombre como tu pareja, Jungkook —se levantó de la silla. 

—Lo siento mamá, lo que menos quiero es que te decepciones de mí, pero con respecto a Jimin...

—¿Jimin?

—Sí, así se llama —su madre soltó un bufido y acomodo su cartera en su hombro.

—Piensa bien las cosas, no eres un adolecente y lo sabes. No pongas en riesgo nuestra reputación con tus malas acciones. 

Jungkook no respondió y su madre se retiró de la oficina aún más molesta de lo que había llegado. 

El resto del día no fue grato para Jeon y saber todo los problemas que vendrían en un futuro gracias a que su madre no aceptaba su relación, le estaba quemando los sesos.

Tomó el teléfono y marcó el número directo al de su secretaria. 

¿Señor Jeon?

—Mina, cancela todo lo que me queda por hoy. 

Está bien, señor. ¿Necesita algo más?

—No. Me iré ahora, vete a casa también.

Está bien, señor

Colgó y se dejó caer en el largo sofá de su oficina. Cerró los ojos por un momento y la hermosa imagen de Jimin se proyectó en su mente. 

Jimin era tan lindo, blandito, suave, bonito. Dios, Jungkook nunca se había sentido así, nunca creyó que se sentiría así por alguien más, por un hombre. 

Y es que nunca amó a nadie y no pensaba que era algo necesario, no hasta ahora. Jimin, en poco tiempo se había metido en lo más profundo de su corazón. Estaba tan bajo su piel que le era imposible siquiera imaginarlo lejos de su lado. 

Unos golpecitos en la puerta lo sacaron de sus más preciosos pensamientos. 

—Pase —aun mantenía sus ojos cerrados.

—¿Estás bien? —Namjoon habló, entrando y caminando hasta quedar parado a su lado.

—Sí, solo estoy cabreado —contestó, mientras abría sus ojos lentamente.

—Ví a tu madre hace un rato. 

—Uhm. 

—Salió echando humo, hermano. ¿Qué le hiciste para que se enojara tanto?

—Sabe de Jimin.

—Oh —Namjoon estaba al tanto de todo, no por nada es el mejor amigo de Jungkook— ¿Cómo se enteró? 

—No lo sé —se sentó en el sofá y Namjoon se tumbó a su lado— No sé como mierda se entera de todo.

—¿Seguro que no tiene cámaras en tu casa o algún detective siguiéndote? —Jungkook se había reído de lo estúpido que sonaba lo que decía su amigo, sin embargo, no lo hizo. 

—¿Crees...

—¡Venga, hombre! —le cortó— Era broma. Tú madre no sería así. 

Jungkook sobó su cuello y se puso de pié, caminó hasta su escritorio y apago el computador, luego tomó su portafolios.

—¿Vamos? Quiero llegar a casa...

—¿Te llevo? 

—Vale. 

Caminaron hasta la salida de la empresa y cuando Jungkook vio a Choi esperando por él, este simplemente lo mandó a casa. 

—Oye —habló Namjoon mientras miraba el camino— Que no te afecte tanto la reacción de tu madre, es normal. 

—Ya sé... —respondió sin mirarlo, con la vista fija en las calles de Seúl— ¿Tú crees que esto es solo algo pasajero? —preguntó. 

—No. Oye, no te mortifiques con esas preguntas —se detuvo en un semáforo en rojo y lo miró— ¿Tu madre dijo eso? 

—Sí. 

—¿Tú lo sientes así?

—No. 

—¿Entonces de qué te preocupas? Jungkook, eres bastante mayor como querer la aprobación de tu madre para iniciar una relación —volvió su vista al camino— Si él te hace feliz, es ahí. Simple. 

—No eres el más indicado para decir esto. 

—Lo soy —su voz sonaba melancólica— Que mi experiencia y error te sirva de algo.

—Lo siento, no quise...

—Está bien. Pero quiero que sepas que no hay día en el que me arrepiento de no haber luchado por él. Tuve miedo y lo perdí, lo lastimé y me hice daño a mí mismo. 

Detrás de esas palabras había una dolorosa historia de amor, una que Jungkook conocía bastante bien. 

—Llegamos —anunció Namjoon mientras detuvo el auto.  

—Gracias por traerme.

—No pienses más en lo que te dijo tu mamá. Lamentablemente, siempre hay algo con lo que lidiar, pero que eso no afecte tu relación.

—Vale, lo entiendo. Nos vemos mañana, Joon. 

—No vemos, Kook —se despidió con una sonrisa en sus labios. Una que se borró cuando se puso en marcha para ir a su casa, donde su esposa esperaba por él.




***

Siempre pensé en que Namjoon debería haber tenido su propio cap, donde explicaba qué pasó exactamente. Nunca lo hice, tampoco creo que lo haga ahora, pero quizas hubiera sido lindo y un poco triste. 

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