~6~
El día finalizaba con el atardecer, dando paso a la noche. Saila, quien apenas había dormido una hora, observaba la caída del sol tumbada sobre su cama, acariciando el cabello de Azusa. Dicho peliverde abrió lentamente los ojos y aún bajo la embriaguez del sueño, dirigió su mirada hacia la clavícula de la humana, la cual tenía justo frente a él. Acercó su boca lentamente y depositó un suave beso. Se mantuvo inmóvil, callado, pues su mente acababa de procesar lo que había hecho, y cuál era su objetivo.
Saila alzó una mano y la posó sobre la cabeza del peliverde, acariciándola y atrayéndola más hacia su clavícula. Haciéndole entender que estaba bien, que tenía permiso para beber. Azusa dudó, pues recordaba el sabor de aquella sangre, pero no había bebido y ni comido nada durante la cena. Así que quizás el sabor repulsivo compensaría por el daño que estaba a punto de hacerle a la castaña. Abrió su boca y gentilmente clavó sus colmillos bajo su garganta.
Sus ojos se abrieron como platos. Estaba deliciosa, no podría describir exactamente el sabor, pero daba igual. Alzó su vista hacia la humana y observó como una sonrisa relajada adornaba su rostro. Saila se encontraba tranquila, cálida, y él se sentía igual. Rodeó con sus brazos a la humana y la abrazó, separándose de su clavícula y lamiendo la herida, ayudando a su sanación.
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Poco después, alguien llamaba en la entrada principal de la mansión. Tanaka abrió la puerta, dejando paso a un hombre, el cual caminó hasta el hall, donde su camino fue detenido por la aparición de nueve vampiros. Seis de ellos lo observaban con odio y repulsión, su postura tensa. Mientras que los otros tres miraban confundidos al intruso.
- Tienes mucho valor para volver aquí - exclamó Ayato.
- Deberías estar muerto, Richter - amenazó Laito avanzando un paso en las escaleras.
- ¿De verdad creíais que unos novatos como vosotros podrían acabar conmigo? - contestó el hombre - Seréis fuertes, pero todavía os falta mucho por aprender - giró su mirada hacia los tres vampiros confusos - Vosotros debéis ser los Mukami. Me llamo Richter Sakamaki, el hermano de "ese hombre". Y es por él que estoy aquí. Vuestro padre me ha forzado a venir aquí. Así que, ¿dónde está la humana?
- Estoy aquí.
Todos llevaron sus miradas a la parte superior de las escaleras, donde la castaña estaba sujeta a la barandilla, mientras el peliverde la abrazaba desde atrás. Ambos tenían el cabello revuelto y ella se frotaba un ojo, intentando eliminar el cansancio. Saila tomó la mano del vampiro y ambos descendieron las escaleras bajo la atenta mirada de los demás. Llevó al peliverde hacia el sofá, lo sentó y besó su frente acariciando su cabello, antes de pararse frente al nuevo invitado.
- Mi nombre es Saila, encantada - ella extendió su mano y el hombre la tomó.
- Richter - se introdujo él.
Una calidez cubrió la mano de Richter. Era tan suave, tan ligera, que sentía que, con el más tímido movimiento, desaparecería. La humana tenía un aura pura, joven, inocente. En un momento despareció la calidez; dos manos tomaron la cintura de la castaña alejándola del peliverde y haciéndola chocar contra su cuerpo.
- Será mejor que no te acerques a él Choco-chan.
Un cabezazo en su nariz provocó que Laito la soltara y se cubriese su nariz, la cual goteaba sangre debido al golpe. La humana se separó y procuró dejarle claro que no podían decirle lo que debía o no debía hacer, esta vez con palabras. Antes esta imagen, Richter soltó una pequeña risa. Saila se giró hacia él y se disculpó por su comportamiento.
- No se disculpe. Es bastante divertido. Nunca había visto que alguien tratase de esta manera a los hijos de mi hermano.
- ¿Es usted su tío? - preguntó sorprendida la muchacha.
- Desgraciadamente sí. Su padre es mi hermano mayor, Karlheinz.
BUM BUM
El pecho de la joven resonó con el fuerte latido que produjo su corazón, silenciando todo ruido exterior por un momento, mientras en su cabeza se repetía en eco aquel nombre. Karlheinz.
- Él me contactó y me ordenó venir aquí para averiguar qué ocurre con usted, tras hablar con Reiji. Al parecer le ha intrigado, y eso no suele ser algo bueno - dijo lo último murmurando para sí mismo - Si no le importa me gustaría empezar lo antes posible, no quiero permanecer demasiado tiempo en esta casa. Usaremos el laboratorio - el hombre indicó con su brazo hacia las escaleras.
Ella asintió y se dirigió hacia ellas, aprovechando para golpear su hombro contra Laito. Ambos ascendieron las escaleras y desaparecieron en el piso superior. Reiji introdujo su mano en el bolsillo de su pantalón y sacó un pequeño bote de pastillas, lo abrió y sacó una, observándola mientras la sujetaba entre su dedo índice y pulgar.
- ¿Qué es eso? - preguntó Ruki contemplando las acciones de Reiji.
- Micofenolato - respondió él - Saila se olvidó el bote sobre la mesa en la cena, después de tomarse una de ellas... Son para afianzar un trasplante de corazón.
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- En los análisis no parece haber nada extraño con tu sangre, a parte de ser del tipo 0-. Es la sangre más rara en los humanos, pero no es la causa de tu situación.
- Siento no ser de más ayuda - le dijo ella escondiendo su rostro en sus manos, mientras apoyaba sus brazos sobre sus rodillas. Estaba sentada en una de las sillas frente a la mesa de té.
- No te preocupes. Ninguna de las chicas que mi hermano mandó aquí, conoce su situación cuando llegan. Si tu situación tiene explicación, la encontraré.
- Gracias, Richter. Sé que has sido forzado a hacerlo, pero agradezco lo que estás haciendo por mí - la castaña le sonrió dulcemente sorprendiendo al peliverde. Se levantó de la silla para acercarse al hombre, pero su vista se nubló por un momento, sus piernas temblaron y perdió toda fuerza en ellas. Sintió como caía, pero justo antes de tocar el suelo, los brazos del hombre la salvaron y depositaron de nuevo sobre la silla.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó él comprobando que su mirada no estaba nublada o ida.
- Por un momento me he mareado. Supongo que es normal después de la sangre que he perdido y la falta de sueño. Además, no comí nada en la cena - respondió ella con una risita cansada. Él le preguntó cuánto de ellos habían bebido de ella.
- Por la cantidad de marcas en mi cuerpo y las conversaciones que he escuchado, supongo que todos. Reiji, Kou y Azusa en mayor cantidad.
- Será mejor que comas algo. Debes recuperar nutrientes.
Richter desapareció de la habitación durante unos minutos y regresó con un bol de macedonia de frutas, donde abundaban los arándanos y un vaso de agua. Ella comenzó a comer tranquilamente, cuando una pregunta apareció en su cabeza y se mantuvo allí hasta que ella tuvo el valor de pronunciarla en alto.
- Richter, ¿qué ocurrió entre los chicos y tú?
- Seguro que ellos estarán encantados de contarte la historia - respondió él serio.
- Dudo mucho que en esta historia sólo haya un punto de vista - le dijo ella con una pequeña sonrisa. Él suspiró.
- Su padre, Karlheinz, es mi hermano mayor. Lo admiré desde el momento en que nací. Recuerdo que siempre cuidaba de mí, jugábamos juntos, y por supuesto, peleábamos. Pero nunca era nada serio. De repente, un día dejó de hablarme, no importaba lo mucho que yo llamara su atención, ni siquiera dirigía su mirada hacia mí. Así que nos separamos, todo se volvió frío entre nosotros. Cuando ya éramos adultos, nuestro padre insistía en que encontráramos esposa. Yo no me opuse, pues ya me había fijado en una mujer, Cordelia, la princesa de los demonios. Era la mujer más hermosa, sensual y carismática que jamás conocí. Me enamoré. Pero poco después descubrí que mi hermano ya había reclamado su mano en matrimonio, a lo cual me afronté, retando a Karlheinz por la mano de ella.
- Él ganó, se casó con ella y poco después con Beatrix, la madre de Shu y Reiji, y con nuestra hermana Christa, la madre de Subaru. Tras casarse mató a nuestro a padre y tomó el trono de rey de los vampiros. Los trillizos nacieron de Cordelia y mi hermano. No podía verlos sin sentir resentimiento, pues ellos podrían haber sido míos, mis hijos, si tan sólo hubiera sido un poco más fuerte y hubiera vencido a mi hermano... Él los describía como un experimento con éxito, una raza superior la cual era su descendencia. Aún así, logré mantener una aventura con Cordelia, pero poco a poco, ella dejó de fingir y se comportaba como ella era realmente. Llegaba hasta el punto de lanzar a Ayato al lago si no se convertía en el mejor; de obligar a Kanato a cantar hasta que su garganta sangraba, declarando que su voz la excitaba; y hasta el punto de abusar sexualmente de Laito desde muy joven. Por eso, cuando los trillizos acabaron con su vida, ideé un plan para derrotar a Karl y tomar su lugar, demostrando que puedo ser mejor que él. Puse en marcha el proyecto Adán y Eva. En el cual, aquel que fuera elegido por la humana poseedora del corazón de Cordelia, ganaría gran poder. Pero no funcionó, como puedes observar.
Saila observó íntimamente al hombre mientras éste abría su corazón a ella. Cómo era posible que esta persona siguiera en pie, que su rostro no mostrara emoción alguna. Cordelia... Esa mujer no merecía ni la admiración por parte de Richter, ni los maravillosos hijos que concibió. Saila se alzó de la silla, depositando el bol vacío sobre la mesa. Se acercó a Richter, quien estaba sentado frente a ella y apoyándose sobre el reposabrazos, rodeó los hombros del vampiro con sus brazos y lo acercó a ella, abrazándolo.
- Eres un gran hombre - susurró ella - Un gran hombre lucha por amor. Y tú has hecho algo más que eso. Intentaste algo muy arriesgado para dar algo mejor que Karlheinz a tus sobrinos, y a todos. Y eso te hace noble, de corazón. Todos cometemos errores.
Aunque Richter no devolvió el abrazo, con su mano se agarró del borde de la bata negra que llevaba la chica, manteniéndose pegado a ella, en silencio. Mientras tanto, la humana no paraba de pensar en lo que había oído. ¿Qué clase de persona considera a sus hijos solamente como un experimento? ¿Qué clase de mujer torturaría de tal manera a sus propios hijos?
Aunque, ahora entendía mejor el comportamiento de los trillizos, e incluso el del resto de los hermanos. El comportamiento por parte de los Sakamaki con respecto a su padre decía mucho de su relación con él. Seguramente había ignorado a sus hijos desde el principio, o los había tratado como si no lo fueran. Respiró profundamente y se concentró en Richter, él era quien necesitaba su atención y cuidados en esos instantes.
De repente, Richter lo oyó. Era leve y casi insignificante, pero logró escucharlo debido a que su cabeza reposaba sobre el torso de la joven. El latido de su corazón había cambiado, había pasado de ser ligeramente inconstante a un latido profundo y suave. Se apartó de ella y la miró seria y ligeramente emocionado, pues esto podía ser la causa del misterio de la muchacha.
- Saila, tu corazón... no es tuyo, ¿verdad?
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