~4~
Reiji se separó de la castaña, una gota de sangre se deslizó desde la comisura de sus labios ligeramente hacia abajo. Soltó a la chica sobre la cama, de tal forma que ésta rebotó ligeramente en ella. Fijó su mirada en ella, cruzó sus brazos y alzó la cabeza de tal forma que su postura irradiaba superioridad.
- Esta será tu habitación. Puedes decorarla como quieras, pero no podrás cambiar la cama, las paredes, el suelo o los muebles. Recomiendo que te asees, la cena estará lista en una hora y media.
- ¿Cena? ¡Son las diez de la mañana! – exclamó ella confundida.
Reiji alzó una ceja retándola a contradecirle. Ella cerró la boca y asintió.
- En el baño hay un botiquín. Límpiate las mordeduras. También debería haber pastillas para aliviar el dolor. La marca que te he dejado debe doler bastante.
- No duele – dijo ella tocando la mordedura en su cuello. El vampiro la miró extrañado, era una mordedura bastante profunda – Es una sensación cálida, y hace cosquillas cuando la toco.
Reiji se marchó a su habitación, y una vez allí, tomó sus gafas dejándolas sobre su escritorio y cerró los ojos suspirando. La situación con la humana le superaba. Era demasiado en lo que reflexionar. Una chica cuya sangre cambia de sabor drásticamente, que no les teme y que no pueden matar. ¿Su padre sabía algo de esto? ¿Qué estaba planeando ésta vez? Reiji fijó su mirada en el teléfono personal que descansaba en el escritorio y tras deliberar durante unos minutos, decidió probar una última vez.
El teléfono sonó durante varios tonos, y justo cuando Reiji había perdido la esperanza y se disponía a colgar, esa persona aceptó la llamada.
- Debéis estar bastante desesperados si has decidido llamarme desde tu teléfono una vez más, después de intentarlo doce veces.
- ¿Qué está planeando?
- ¿A qué te refieres, Reiji?
- ¿Por qué nos ha mandado a una chica así? ¿Qué es ella? ¿Qué pretende que ocurra con los Mukami viviendo con nosotros? – cuestionó Reiji irritado
- Creo que sigo sin entender a lo que te refieres. Es una novia como cualquiera de las anteriores. Divertiros un rato.
- La sangre de la chica que ha mandado, Saila. Cambia de sabor. Un momento es vomitiva y al otro tiene un sabor paradisíaco. Pero eso ya lo sabía, ¿verdad?
- No. No tenía conocimiento alguno sobre esto – dijo curioso a la vez que molesto – Pero me encargaré de descubrirlo.
- ¿Cómo pretende-?
El joven no pudo llegar a terminar la pregunta, pues aquella persona había colgado la llamada. Mucho más irritado y estresado que antes, lamió el rastro de sangre en la comisura de sus labios, respiró profundo, se colocó las gafas y bajó a la cocina para preparar la cena. Podría comunicarles lo sucedido a sus hermanos y a los Mukami mientras cenaban, aprovechando que estarían todos juntos. Una vez llegó allí, se encontró a la humana sentada en una silla, interactuando con su teléfono móvil y cambiada de ropa.
Ella se alzó y ante su mirada inquisitiva, la joven respondió.
- ¡Oh! Reiji. Verás, he terminado de desempaquetar y colocar las cosas. Entonces he pensado en ayudar a preparar la "cena". No estoy acostumbrada a que la gente haga las cosas por mí. – explicó la humana con una pequeña risa al final.
El pobre vampiro estaba bastante agotado después de todo lo que había pasado, y la llamada no había ayudado en lo más mínimo. Así que accedió con tal de no colocar más tensión sobre sus hombros, con la condición de que sólo cocinaría el plato que ella misma fuera a comer, del resto se encargaba él. No quería arriesgarse
Trabajaron en un cómodo silencio, con ciertos momentos en los que alguno hablaba para pedir algún utensilio de cocina. Saila observó como Reiji estaba cocinando 6 platos distintos, en vez de un mismo menú para todos. Por su parte, el chico observó como la humana no había utilizado nada de la carne que él había sacado. Cuando le preguntó la razón, ella alzó la mirada hacia él y con una gran sonrisa contestó que era vegetariana (no consumía carne ni pescado, pero sí huevos y leche). El vampiro anotó la información en su mente y continuó con su trabajo. De repente, Ruki apareció en la cocina y empujó sin cuidado hacia un lado a la castaña, provocando que esta tuviera que apoyarse en Reiji.
- Aparta, ganado. Necesito la cocina para preparar mi cena y la de mis hermanos.
Cuando ella recuperó el equilibrio, lo miró arqueando una ceja. Se separó de Reiji y habló mientras Ruki cocinaba sin prestarle atención.
- Mira Ruki, dos de las cosas que más odio en esta vida son la falta de respeto hacia otras personas y la violencia sin sentido. Así que, me da igual que seas vampiro, lobo, demonio o alienígena. Me tratas con respeto, porque yo, en ningún momento te lo he faltado. Existen palabras mágicas como "por favor" que hacen que la gente te ayude, te recomiendo que las uses. ¡Ah! – exclamó Saila tomándolo de la corbata, girándole hacia ella y acercó su rostro al suyo amenazadoramente.
- No soy tu puto ganado, así que ni se te ocurra si quiera volver a levantarme la mano – terminó y le soltó de la corbata cuando oyó un comentario a su espalda.
- Are, are~. Parece que Choco-chan no es tan buena como parecía – dijo Laito con una sonrisa malévola, rodeado de los otros siete vampiros.
- No te confundas, Laito – respondió ella dirigiéndole una mirada fulminante – De buenas soy muy buena. Pero no me vuelvas tu enemiga, porque de malas, puedo ser muy hija de puta – se giró hacia Reiji una pequeña sonrisa – Voy a subir a mi habitación a buscar un par de cosas. Mi ensalada de pasta ya está terminada. Si no te importa colocarla en la mesa, te lo encargo.
Ante esto, Reiji asintió levemente manteniendo su expresión seria. Aunque, por dentro estaba intentando no reírse del Mukami. Saila se giró hacia el sirviente que estaba esperando en la puerta, el mismo que le había acompañado a la cocina, y le pidió guiarla hacia su habitación. En el camino aprendió que su nombre era Tanaka, un vampiro al cual habían transformado cuando estaba en una avanzada edad humana, para poder salvar a su familia de la pobreza. Básicamente era un abuelo muy amable y atento con ella, y por ello la humana le tomó cariño rápidamente.
Una vez se había marchado, los vampiros que habían presenciado el "espectáculo", comenzaron a reírse, incluyendo al rubio de los Sakamaki. Esto causó bastante sorpresa entre sus hermanos. Shu observó a Ruki durante unos segundos, después cerro sus ojos y se marcho de la cocina con una pequeña sonrisa.
Una vez que la cena estaba servida, Saila bajó por las escaleras acompañada por Tanaka y se sentó donde habían posicionado su plato, en uno de los extremos, presidiendo la mesa; el que estaba justo frente a ella permaneció vacío.
Había dos bandos durante la cena, los Sakamaki que se mantenían en un incómodo y estricto silencio. Y los Mukami (los cuales estaban más cercanos a ella), quienes discutían sobre las cantidades equitativas de comida para cada uno. Inconscientemente, Saila se les quedó mirando dulcemente con una pequeña sonrisa en sus labios y la risita esporádica que escapaba de su garganta, mientras recordaba a sus hermanos. Era muy común que Víctor, Violeta y ella pelearan por quien comería una mayor cantidad de los postres que su madre preparaba.
- ¿Qué ocurre, lechuguita? – preguntó Yuma, provocando un silencio entre sus hermanos y que las miradas de todos se posaran en ella.
- Nada – respondió riendo avergonzada – Es que me habéis hecho recordar cuando yo peleaba con mis hermanos por la comida.
- Teddy quiere saber sobre tu familia, ¿verdad, Teddy?
- ¡En ese caso no tengo otra opción! ¡Debo confesar! – exclamó ella de manera juguetona y dramática – Pues, mi madre se llama Ana, y mi padre Felipe. Se conocen desde que mi madre tenía 17 años. Mi padre es 4 años mayor que ella. Al parecer, mi padre se enamoró a primera vista de mi madre cuando la vio bailar en el bar en el que él trabajaba a medio tiempo. Un amigo les presentó y un año después, cuando mi padre se hizo dueño del bar, le pidió matrimonio. Llevan 26 años casados.
- Cuando mi madre tenía 19, se quedó embarazada de Víctor, mi hermano mayor – continuó ella - Tres años después, mi madre abrió su propia guardería, y al año siguiente nací yo. Mis padres dicen que la primera vez que abrí los ojos fue mientras mi hermano me tenía en brazos y él fue lo primero que vi. Desde entonces mi hermano y yo hemos estado juntos, él es mi otra mitad, mi príncipe. Y 13 años después, de accidente, llegó mi hermana pequeña, Violeta. Mi princesa, mi florecilla. Otro tesoro que mi hermano y yo adoramos. También tengo tíos, abuelos, abuelas, primas, etc.
- Una familia unida, ¿no? – intentó burlarse Ayato.
- Nos queremos y protegemos los unos a los otros. Después de todo, eso es lo que significa ser una familia – respondió ella dulcemente.
Un silencio en el que se palpaba la tensión inundó la habitación, hasta que Reiji lo rompió, tosiendo suavemente.
- He llamado a esa persona y he conseguido hablar con él sobre Saila.
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