CAPÍTULO 1.- EL ACUERDO.

— ¿Quién era el chico con el que hablabas Asuna? Parece guapo e interesante.

— ¿A sí? No me había fijado —en realidad sí lo había hecho pero no le gustaba comentar esos detalles sobre otros chicos, ni siquiera con Rika, a pesar de ser una de sus mejores amigas— Creo que es uno de los chicos nuevos de segundo de bachillerato que ahora están en nuestro pabellón. Preguntaba por la cafetería.

— Pues no deja de mirarte... creo que era una excusa. ¿A lo mejor nuestra Asunita ha despertado su interés? — La joven castaña miró con picardía hacia el muchacho moreno que las observaba desde el otro lado.

Sin lugar a dudas aquel chico no le quitaba la vista de encima a Asuna, no es que disimulara precisamente; de hecho, cualquiera que no estuviera allí presente le tacharía de soberbio o creído, pues de sus gestos se deducía que para él era muy evidente que las chicas estaban comentando su reciente encuentro. Sin embargo, su sonrisa, su forma de mirarlas y su relajada postura casi reverencial conseguían que su descarada atención perdiera cualquier matiz presuntuoso. Era más bien una cortesía y admiración galante la que emanaba de él. Pocos conseguían causar ese efecto con aquella naturalidad, pero Kazuto era un perfecto seductor a pesar de su edad.

Asuna levantó la vista de su libro de modo que, por un instante, sus ojos se encontraron con los del muchacho quien, consciente de ello, la dedicó un simpático saludo. Realmente era un chico atractivo pero, para Asuna, era demasiado evidente que él lo sabía, y ese tipo de chicos nunca le habían interesado. Prefirió regresar a su lectura y evadirse de las insinuaciones de su amiga.

— No creo... —.

— ¿Qué andáis chicas? — con una grácil salto por encima del banco, una joven de cabello color café claro con dos coletas atadas por cintas de color blanco, se sentó entre ambas.

— Dichosos los ojos que te ven duquesita ¿por fin decidiste dedicar algo de tiempo a las damas de tu corte?

— No digas tonterías Rika, sabes que no me gusta ese apodo.

Shino Asada era la chica más popular del instituto y, prácticamente, del barrio. Guapa, atlética e increíblemente inteligente, no sólo ocupaba el primer puesto entre los alumnos más brillantes de la escuela, consiguiendo incluso que la adelantaran un curso, si no que, entre sus compañeros era admirada y envidiada a partes iguales. Su estilo se convertía en moda con un solo gesto de agrado por su parte, todos querían a Shino en sus fiestas y todos querían ser sus amigos. Quienes se movían en sus círculos le rendían pleitesía y, quienes no formaban parte de ellos, sólo buscaban el modo de entrar. Todas esas cualidades le otorgaron el apodo de "la Duquesa". Pero si había algo que la hacía deseable, un reto viviente, era que nunca se le había conocido un interés romántico. La mujer más adulada y admirada era exigente, aquel que consiguiera una cita con ella se convertiría en una auténtica leyenda en el campus. Pero hasta la fecha nadie había conseguido semejante hazaña, su desdén con el sexo opuesto era mítico.

— Rika, deja de molestar a Sinonon, ambas sabemos que ella no es tan fría y calculadora como la pintan—. Rió.

— ¡Oh gracias! Menudos piropos que me lanza mi mejor amiga... — Asuna sonrió divertida al verla tan molesta, le encantaba bromear con esa faceta de su amiga Shino. Ambas se conocían desde pequeñas y, mientras para el resto era la Duquesa, para ella simplemente era su pequeña Sinonon, a la que siempre intentaba proteger y que era más insegura de lo que aparentaba.

— Dejémonos de tonterías y volvamos a lo importante — Rika no podía evitar dejar escapar un cotilleo —. Aquí nuestra amiga Asuna ha ligado.

— ¿Cómo? — Shino casi pega un brinco sobre su amiga. — ¿Por fin olvidaste a ese soso de Eugeo?

— ¡No es un soso! Y no le he olvidado, ni él a mí...—un halo de tristeza se dibujó en su rostro, aunque fue imperceptible para sus amigas, ya que la habitual capucha de su sudadera la ocultaba de sus miradas inquisidoras.

— ¿Ves a ese chico del fondo? ¿El moreno delgado y de mirada penetrante? —con disimulo indicó a su amiga la posición de Kazuto—. Se ha inventado una tonta excusa para hablar con nuestra amiga y, desde entonces, no le quita ojo—. Dejó escapar una carcajada de satisfacción al poder compartir el chisme pero, para su sorpresa, Shino se mantenía callada observando al muchacho con mirada de pocos amigos— ¿Shino?

— No me lo puedo creer...

— ¿Pero qué ocurre? —la castaña no entendía que estaba sucediendo.

— Asuna ¿no sabes quién es? —Con un gesto obligó a su amiga a levantar la vista de su libro y mirar al joven que seguía atento a sus movimientos. Ella simplemente negó con la cabeza. — ¡Dios mío... a veces creo que vives en otra realidad! Ese es el chico de Yuna.

— ¿El chico de Yuna? Pero.. ¿Quién es Yuna? —Rika seguía demandando atención, tantas incógnitas empezaban a desesperarla.

— ¿En serio? ¿Es ese? Lo cierto es que yo nunca le conocí.

— ¡¿Queréis explicarme qué ocurre?! –la paciencia de Rika había llegado a su límite.

— Si, Rika, perdona. —Por fin Asuna reaccionó—. Yuna era una amiga nuestra de la infancia. Ella salía con otro chico del grupo Eiji. Un día Yuna dejó la ciudad. Durante un tiempo no supimos qué ocurrió, pues Eiji también se alejó del grupo y dejó de hablarnos. Finalmente, por otro chico de la escuela nos enteramos que, al parecer, los padres de Yuna la habían descubierto en casa con un chico en una actitud poco decorosa.

— La cosa es que sus padres eran muy religiosos —Shino intervino para matizar la historia con los detalles más escabrosos—, así que imagínate el lío que se montó. Para evitar habladurías la mandaron a vivir con una tía suya a otra ciudad. Y, aquí viene lo sorprendente de la historia, es que ese chico no era Eiji. ¿Lo entiendes ahora señorita?

— ¡Oh Dios mío! —Rika se llevó las manos a la boca en gesto de asombro—. Ese chico era... ¿ese chico? —susurró como si fuera posible que Kazuto las oyera desde donde se encontraban.

— Eso es mi pequeña Sherlock.

— ¿Y qué vas a hacer Asuna? — las miradas de ambas muchachas se fijaron en la joven que había regresado a la lectura de su libro.

— ¿Que qué voy a hacer? Obviamente nada. —Asuna no entendía por qué la conversación había tomado aquellos derroteros—. Rika, ese chico sólo me ha preguntado por la cafetería.

— Pues yo te digo una cosa... si yo fuera tú, vengaría el honor de nuestros amigos. Le haría sufrir y suplicar por mi amor, para luego humillarle. — Shino mantenía la mirada fija en el que se había convertido en el objetivo del odio de las tres amigas mientras hablaban.

— No te parece que eso es un poco fuerte. Al fin y al cabo hacen falta dos para hacer lo que hizo Yuna.

— ¡Vamos Asuna, no seas mojigata! —Ahí estaba la Shino que todos conocían desplegando sus armas de convicción—. Mira bien a ese chico, sabe perfectamente cuál es su poder y cómo usarlo. Ambas conocíamos a Yuna, era una chica inocente y confiada y, sinceramente, Eiji era más bien paradito; me juego lo que quieras a que nuestro amigo se aprovechó de eso para llevársela a su terreno a cambio de una muesca más en su cinturón.

Aquellas palabras resonaron como un golpe de realidad en Asuna. Siempre tuvo mucho aprecio a Yuna, era dulce e inocente, como decía Shino; así que cuando desapareció sin dar explicaciones, le dolió mucho. Nunca respondió a sus llamadas y mensajes a pesar de que ella jamás la hubiera juzgado por lo ocurrido.

— Mira... tú misma. —La apodada como la Duquesa se levantó acomodando sus ropas con intención de marcharse—. Pero, insisto, si yo fuera tú, nos haría un favor a todas las chicas de este instituto, y a saber de cuántos más.

— Quizás eso sería lo mejor, que fueras tú. —Asuna se protegió bajo su caperuza de la mirada cortante de su amiga. Ambas conocían la fama de Shino y ambas sabían lo que la molestaba a ella que la tildaran de ser una bruja sin compasión con los chicos.

— Pero no lo soy, está claro que sus gustos distan mucho de lo que yo represento, le van más las mojigatas y tímidas como tú. —Aquellas palabras fueron duras pero Asuna era consciente de que se las merecía, su insinuación había estado totalmente fuera de lugar.

— Vamos Shino... —Rika quiso intervenir para rebajar la tensión—. Sabes que no era intención de Asuna ofenderte.

— Oye, a mi me da igual lo que hagas, sólo digo lo que digo y punto. Tú sabes muy bien todo lo que supuso aquello Asuna.

Sin más miramientos se marchó dejando que el eco de sus palabras fuera calando hondo en la conciencia de su amiga. Si Rika o Asuna hubiera visto la sonrisa de satisfacción que se dibujó en su cara al ver como sus planes se iban completando conforme a lo orquestado, no se hubieran sentido tan mal por juzgarla.

Desde la distancia Kazuto había observado todo lo ocurrido entre las muchachas, sorprendiéndose al ver que su objetivo no era ajena a la bien llamada Duquesa, aquello le hizo recordar la conversación que horas antes había terminado por sellar un trato que acabaría por desmoronar todo su mundo.

Desde que pisó el instituto todas las conversaciones le llevaban a aquella Duquesa, indudablemente, si quería conseguir su objetivo y convertirse en el chico más popular y envidiado, el camino para lograrlo era aquella chica. Cuando se encontraron en la azotea del aulario comprobó por sí mismo que lo que se decía de ella era totalmente cierto. Era una chica muy guapa e inteligente, pero lo que más le llamó la atención era cuánto se parecían. Para ambos el instituto no era más que la antesala al mundo real, el escenario perfecto para su ensayo-error; aquellos que consiguieran posicionarse como líderes en ese ambiente estudiantil tendrían abiertas las puertas del éxito en la Universidad. Su entorno era un entorno de clases dónde sólo los más fuertes lograban sobrevivir. Aquella lección la había aprendido a muy temprana edad. Él era un solitario por naturaleza pero para lograr su objetivo necesitaba del apoyo de la masa. Las artes de la seducción y el engaño le habían permitido alcanzar un estatus envidiable en su antiguo instituto que no tenía intención de perder y, para ello, el camino más corto pasaba por ganarse a aquella chica.

Sin embargo, su adversaria era más inteligente y maquinadora de lo que imaginaba. Rápidamente sus intenciones planteándole sus propias condiciones para ayudarle. Si quería optar a tener una cita pública con ella primero debía demostrarle su valía.

Cuando le señaló a la joven tímida que se escondía bajo su capucha y sus libros pensó que era una broma, aquello parecía demasiado fácil hasta el punto de que incluso se sintió ofendido. Conquistar a una chica tímida era para principiantes.

¿En serio esa es tu condición? Si vas a ponérmelo tan fácil podemos ir poniendo ya la fecha para nuestra cita.

— Mi querido amigo... recuerda que la soberbia es la máscara de la ignorancia. Si no quieres aceptar nuestro trato, por mí no hay ningún problema...

Cuando Kazuto vio a su objetivo confraternizando con la Duquesa lo entendió todo. No es que la retara a conquistar a una chica tímida y aparentemente del montón, la estaba retando a superar su capacidad de influencia y control en los demás.

— Así que ese es tu juego Duquesita....

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Durante los días siguientes a su primer encuentro Kazuto procuró evitar cruzarse con Asuna. Siempre prefería utilizar apelativos como "objetivo" o "instrumento" para referirse a sus víctimas, los términos de estrategia, como en el arte de la guerra, eran los mejores para mantener cierta distancia mental y no encariñarse. Sin embargo, la curiosa costumbre de aquella chica de ocultarse siempre bajo la capucha de su sudadera, le hizo cambiar el protocolo por primera vez, le resultaba más divertido referirse a ella como Caperucita roja, como "Red".

Su "Caperucita" era una chica aparentemente tímida y retraída. Se movía por el instituto casi como un fantasma, si no fuera por sus amigas Rika y la propia Duquesa, podría decirse que era una auténtica paria social. Pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca o en los jardines del campus leyendo bajo un árbol. No pertenecía a ningún club ni participaba en actividades extraescolares. A Kazuto aquello le resultaba extremadamente aburrida, sin mencionar que, sus hábitos tan poco sociales, le dificultaban en cierto modo un acercamiento.

Mientras la estudiaba pensó en la mejor forma de acercarse a ella. Es típico asalto del chico deportista en los parques aledaños del instituto no funcionaría con ella, era evidente que ese tipo de chicos no la interesaban. ¿Qué podría interesar a una chica siempre enfrascada en sus libros? Si al menos supiera qué tipos de libros leía, hasta en ese aspecto era bastante recelosa de su intimidad, siempre utilizaba una funda de tela para cubrir las portadas.

— ¿Qué haces pequeño monstruo? — su amiga Argo le sorprendió abordándole por la espalda.

— Argo, este no es tu instituto, si te pillan aquí te echarán.

— ¡Ey! Encima que te he venido a visitar, eres un desagradecido. Además, no subestimes mi capacidad para mimetizarme con el ambiente.

Argo había sido amiga de Kazuto desde que tenía memoria, ella era la persona que mejor le conocía o, al menos, la que más información tenía de él ya que había estado a su lado mientras se construía el personaje que ahora era su máscara habitual para enfrentarse al mundo. Por lo general Argo era una persona bastante crítica con él y no aprobaba muchos de sus comportamientos, pero le era fiel y se preocupaba por Kazuto, lo suficiente, para estar siempre pendiente y ayudarle en sus enredos pues había descubierto que, sólo así, podría evitar que se metiera en problemas.

— Oye Argo... ahora que lo pienso, no ha sido mala idea que vinieras ¿llevas tu ordenador?—. Aquella sonrisa ladina no auguraba nada bueno.

— No, no, esa mirada me la conozco. Sabes que no me gusta inmiscuirme en tus turbios asuntos.

— Argi... vamos... —le hizo un puchero de súplica buscando ablandar su duro corazoncito—, Sólo una investigación rápida, necesito acceder a una chica difícil.

— ¡Venga ya! ¡Si acabas de entrar en este instituto! Eres insufrible... —abrió su mochila para sacar su portátil. Aquel era su ritual habitual, él le suplicaba un poco y ella se hacía muy poco de rogar—. ¿Cómo se llama?

Kazuto observaba por encima del hombro la pantalla de su amiga, sin que a duras penas pudiera identificar nada de lo que aparecía. Algunas fotos sueltas de su objetivo de las redes sociales y del instituto, páginas y páginas de documentos oficiales y otras que no era capaz de descifrar. Argo era una hacker de primer nivel, no había información que ella no pudiera obtener; sin embargo, era muy recelosa con la intimidad de sus investigados, sólo descubría a Kazuto aquella información que ella consideraba oportuno, el resto, quedaba entre las redes y la joven.

— Kazuto... esta chica me cae bien, parece buena persona.

— ¿Y?

— Que no se si quiero que la rompas el corazón.

— Vamos Argo no seas tan dramática. Sabes que en el fondo no soy tan malo, mis chicas me adoran —. Se hinchó orgulloso ante su propia apreciación.

— Permíteme que lo dude ¿vale? —Kazuto alborotó su cabello en un gesto cariñoso buscando que su amiga se apiadara de él.

— Buff... eres de lo que no hay. Sólo te diré una cosa. Este instituto tiene un programa de ayuda a estudiantes nuevos y de cursos preuniversitarios: el "Programa Sempai". Los estudiante de último curso deben ser guías y ayudar a los estudiantes de cursos inferiores en su orientación universitaria, así como, ser guías para los nuevos alumno.

— ¿Y qué me dices con eso? — la muchacha cerró la pantalla de su portátil, gesto que significaba que su labor acababa ahí.

— Tu chica es de último curso, ata cabos... — se levantó dispuesta a marcharse.

— Pero Argo... no sé qué quiere estudiar.

— Bueno, eso es algo que tendrás que descubrir por ti mismo. Así practicas para la vida adulta, no siempre estaré yo para sacarte las castañas del fuego—. Le guiñó un ojo y desapareció.

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— Me niego.

— Señorita Yuuki, veo que usted no ha entendido nada. No es una cuestión sobre la que pueda elegir, los programas universitarios exigen que sus candidatos tengan un curriculum completo y ello incluye participar en actividades extraescolares o programas como este. Usted no cumple esos requisitos y le recuerdo que la Universidad de Medicina es de las más exigentes.

— Pero Director ¿por qué él? No tengo inconveniente en colaborar con el instituto, pero ese chico...

— Ese chico acaba de incorporarse y necesita de un estudiante de referencia más que ningún otro. No hay más que discutir.

— Señor...

— ¡Asuna! No me hagas repetirte los motivos.

Cuando la puerta del Director se abrió la sonrisa divertida del muchacho la esperaba al otro lado. Estaba segura de que había escuchado toda la conversación, pero le daba igual, incluso se forzó a usar un tono elevado para que él fuera consciente del inconveniente que para ella suponía aquella situación. Pero a él parecía no importarle en absoluto, más bien le divertía.

— Volvemos a encontrarnos.

— Mira chaval, no sé que buscas con todo esto, pero ten muy seguro que no voy a ser una marioneta con la que juegues a tu antojo. ¿Quieres que sea tu sempai? De acuerdo, lo seré, pero con mis reglas y condiciones —. La cara de Asuna ardía de frustración. Era muy consciente de que ese muchacho la había metido en aquel problema a voluntad y aquello la desesperaba. Pero si quería guerra la tendría.

— Te ves muy bonita cuando te enfadas ¿lo sabías?

(Continuará)

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Disculpadme porque con las prisas por subirla dentro de la Kiriasuweek no la pude revisar, prometo hacerlo y terminarla, por supuesto. Espero les guste este pequeño capítulo introductorio.

Namasté!

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