Capítulo 6

Hola!

Aquí un capítulo con el POV de 3 personajes importantes.

Sin más, a leer!

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Con ese día se cumplía una semana. Ryunosuke se encontraba de pie en el canal oscuro donde se encontraban tres cadáveres que alguna vez fueron soldados rezagados de Mimic. Rashomon había devorado sus balas para luego cercenarlos. La misión de depurar las calles de Yokohama había finalizado con estos tres diablos y, sin embargo, ninguna satisfacción le vino con ello. Por siete días completos, su mente dio vueltas en torno a una pregunta: «¿Por qué se fue, Dazai-san?».

La última vez que lo vio fue esa tarde arrebolada en la que, por primera vez, Dazai-san manejó un auto. En aquella ocasión, escuchó lo más parecido a un elogio por parte del hombre al que tanto quiso demostrarle que valía cada centavo que fue invertido en él. Por la noche, sus ojos miraron el techo de la habitación oscura, un horizonte que solo Ryunosuke conocía. Sumido en lo más parecido a un letargo, repitió una decena de veces las palabras de su superior, hallando en ellas lo más cercano a la alegría. Dazai-san le había dicho que era «un buen activo para la Port Mafia», entonces, ¿por qué no regresaba? Mimic desapareció del mapa, incluso los rezagados fueron cazados, ¿qué más necesitaba hacer Ryunosuke para que Dazai-san volviese a su puesto como el Ejecutivo encargado de las guerrillas?

De pronto escuchó pasos firmes provenientes del fondo del canal. Ryunosuke reconoció las pisadas; eran inconfundibles como las de Dazai-san.

—¿Terminaste, Akutagawa? —inquirió Chuuya Nakahara, la otra mitad del Doble Negro y uno de los Ejecutivos de la organización.

—Sí, Nakahara-san.

—Buen trabajo —elogió el pelirrojo sin una sonrisa en el rostro, pero un tono suave con el que estaba familiarizado. Luego de esas escuetas palabras llegaron hombres dedicados a la limpieza—. ¿Son los últimos?

—Sí, Nakahara-san.

Los orbes azules como el mar en día soleado lo miraron con tal intensidad que Ryunosuke se sintió agredido. Se imaginó a sí mismo bajo el escrutinio de una criatura de otro mundo o no-humano. Sin poderlo evitar, su ceño se frunció y sus manos formaron puños, prestos a la menor provocación. Rashomon vibró en el abrigo, que Dazai-san había colocado sobre sus hombros, a la espera de ser llamada. Entonces, la mirada se apartó y la opresión desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Nakahara-san musitó un claro «Sígueme». Al ser un superior, acató la orden en silencio, caminando detrás del hombre de estatura baja y ataviado con ropas que denotaban su personalidad y estilo. En mutis, recorrieron el tramo faltante para la salida. Afuera los esperaba una tarde semejante a la del adiós del Demonio. Las nubes formaban figuras esponjosas y estaban entintadas de un juego de anaranjados y rojos de lo más pintorescos.

—¿Esperarás por él? —preguntó Nakahara-san de súbito, como si de una bala se tratase, y continuó sin darle tiempo para responder—. Es probable que no vuelva.

—¿Por qué?

Hasta ese momento había visto la espalda cubierta por un abrigo que ondeaba cual capa al son del viento. La cabeza donde reposaba un sombrero estilo europeo se giró para revelar un perfil atractivo y que un pedazo de mar volviera a observar a Ryunosuke.

—Porque él está en la luna.

El entrecejo del dueño de Rashomon se contrajo en los pliegues usuales. La frase sonó absurda a pesar del tono serio empleado, casi como si le hubiera revelado un secreto importantísimo. ¿Le había hablado en alguna clase de código de la mafia? ¿Qué significado tenía esa frase tan fuera de lugar para el tema que estaban tratando?

Nakahara-san esbozó una sonrisa comprensiva y divertida. De nuevo, Ryunosuke vio la parte posterior de la cabeza cubierta por el sombrero de tela.

—Quizás cuando vuelvas a verlo, será bajo la luz de ella.

El Ejecutivo cambió de tema luego de la afirmación más surreal que le había escuchado. ¿Qué sabía Nakahara-san sobre Dazai-san? Porque se había referido a él en todo momento, ¿cierto? De cualquier manera, la presencia del pelirrojo ayudó a menguar la frustración creciente en él, en el torbellino de pensamientos que conseguían sacarlo de quicio. La ausencia de su amo lo estaba afectando. Por su estatus, sería complicado solicitar un equipo de búsqueda, si quería hallar a su dueño debía hacerse de un nombre aún más grande, afilar sus habilidades, volverse el mejor activo disponible y, quizás, así tendría libertad de comandar a los Black Lizard. Sí, eso haría. Se volvería más fuerte, haría lo posible por regresar a su dueño al lugar al que correspondía.

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Ango había regresado bajo el ala del jefe Taneda con un constante vacío en el pecho que se traducía en una garganta seca y una tristeza infinita. Mimic dejó de existir, su amenaza relajó ligeramente los hombros del jefe y al gobierno. Él también debía estar siquiera alegre o tranquilo. No era así. El precio pagado había sido alto. Odasaku-san fue usado como un chivo expiatorio y Dazai-kun jamás se lo perdonaría. Por las noches soñaba con un reencuentro inesperadamente planeado donde el castaño tomaría su vida con una mirada de odio infernal por no solo haberle arrebatado a uno de sus amigos sino a Atsushi. Había escuchado del secuestro del inocente y dudó por completo que este hubiese sobrevivido.

Su suerte estaba echada, tarde o temprano sería visitado por su verdugo, de eso no cabía duda.

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—¡De nuevo me estás ignorando, Rintaro! —exclamó Elise-chan desde su cama de princesa que estaba en la habitación adicional del departamento en el que vivía el líder de la Port Mafia.

Era cierto que su atención estaba puesta en una memoria que continuaba enterrando en su pecho la daga de la pérdida. Natsume-sensei tuvo razón con su advertencia, estaba pagando las consecuencias de su necedad. Fue hasta que Dazai-kun cruzó la puerta de su despacho para nunca volver, que comprendió una cosa de sí mismo: había perdido a un hijo más. Las lágrimas que derramó a solas en la oficina, con el atardecer a punto de morir, fueron sinceras. El dolor lo conocía a la perfección, había sido su fiel acompañante desde que perdió la vida su linda Elise-chan. Su hija falleció a pesar de ser él un médico sobresaliente. Sus manos sostuvieron el cuerpo inerte de su pequeña en la plancha donde había intentado extirpar aquello que la había aquejado por años.

El fallecimiento de Elise-chan lo marcó para toda la vida. Él que se había jactado de salvar vidas y ser un estudiante de medicina distinguido, perdió contra una ley inmutable: la muerte.

Si se observaba con detenimiento su habilidad, se trataba de una copia que había creado para jamás olvidar a su hija e irónicamente no poseía la personalidad tan pura de ella. No, Rintaro dotó a su habilidad con la personalidad de Yosano-kun; la chiquilla que acogió como aprendiz y despertó en él esas ansias de educar, aunque de manera diferente. Se prometió en volverla para afrontar la oscuridad de la humanidad, para no romperse bajo el yugo del mundo. Lamentablemente, Yosano-kun se quebró. Por último, estaba Dazai-kun que le recordó a su yo joven. Este niño portaba la herida abierta del luto y los deseos de quemarlo todo, ver el mundo arder y arder con él. En los ojos oscuros sin brillo, vio un pedazo del Yomi que una vez intentó visitar, creyendo que ahí encontraría a su hija. Dazai-kun sería su tercer intento como padre, nutriendo una mente brillante, puliendo al diamante en bruto que era el chiquillo, volviéndolo fuerte e inquebrantable. Sin embargo, resultó en un tercer error: Dazai-kun en todo momento deseó alejarse de él.

Por lo visto, por mucho que lo intentase, sus métodos de crianza finalizaban con él sin nadie a su lado. Sus ojos violetas se enfocaron en la Elise-chan vestida con un lindo pijama rosa de princesa y un puchero tierno.

—Elise-chan, acércate —ordenó él con la voz monótona.

Su habilidad, reconociendo el tono, acató la orden. En cuanto la tuvo cerca él musitó un «Abrir» a lo que ella se quedó quieta como una estatua y de su pecho emergió un relicario de oro con forma de corazón. Rintaro lo tomó y abrió, sus ojos observaron las fotografías alojadas en las ranuras internas. La primera era Elise-chan, la segunda Yosano-kun cuando era pequeña. Con su índice tocó un costado de la última para materializar una tercera ranura donde apareció una foto de Dazai-kun con catorce años. Admiró un par de segundos más a los tres hijos que había perdido para luego soltar el objeto y que este regresara al pecho inmaduro de su habilidad. Sus labios pronunciaron un «Añadir» y con ello transfirió memorias compartidas de quien pensó sería su sucesor. Optó por dotar de astucia e inteligencia a su linda habilidad. Ahora no solo poseería la apariencia de su primera hija ni la personalidad de la segunda, sino el ingenio de su primer hijo.

Elise-chan demoraría en adaptarse a la nueva configuración por lo que Rintaro regresó la mirada a la ventana, admirando una luna no azulada, sino plateada. El mismo color de la tinta en el permiso que tanto deseó poseer y que había perdido todo valor en cuanto Dazai-kun cruzó la puerta de su oficina, optando por su libertad en vez de permanecer a su lado.

Estaba seguro de que no volvería, por lo que mantendría su puesto libre, un trono vacío que solo sería ocupado por Dazai-kun y nadie más. Afortunadamente, Akutagawa-kun había sido entrenado de manera apropiada por lo que tenía la certeza de que protegería ese asiento con uñas y dientes hasta el regreso de quien fue su amo.

Rintaro sonrió melancólico, pensando si en un futuro próximo volvería a ver a su amado hijo.

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¿Y bien? ¿Qué opinan?

La parte de Akutagawa y Chuuya me sigue gustando. en este libro tendremos un par de interacciones más de ellos en momentos clave jejeje

No olviden a Ango! Él aparecerá un par de veces más OwO Y ansío que lo lean jejeje Aunque habrá que ser pacientes uwu

Sobre Mori... esta es mi versión de cómo funciona la habilidad de Mori y cómo su relación con ciertos personajes influyen en él. 

Muchas gracias por leer!

Espero les haya gustado!

Nos leemos~

Cuídense~

AliPon fuera~*~*

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