Capitulo 22
Hola!
Nuevo capítulo, esta vez será un poquitín más extenso je
A leer!
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Tsukuyomi estaba en su puesto, debajo de sus pies estaba la visión nocturna de un Nakatsukuni celebrando el Tsukimi; el día que los humanos la admiraban y pasaban tiempo entre seres queridos. Una tradición milenaria proveniente de las tierras de Pan Gu[1] y la que el esbirro y espada de Amaterasu planeaba usar para un objetivo deplorable.
Dos días antes madre Izanami, mediante Natsuki, le envió una carta —en una lengua nativa del Yomi— en la cual decía:
La perra que tienes por hermana y su hijo asqueroso planean copiar el regalo divino de Atsushi usando a otro mortal con un regalo modificado. Mis sirvientes siguieron de cerca el contenedor de Atsushi y están en la nueva ubicación a la espera de instrucciones, querida.
He enviado un par de nue[2] como apoyo a los sirvientes de tu amado Susanoo. Los tengu fueron armados como si de una guerra se tratase. De estar en tu posición, aprovecharía para también castigar a los mortales donde vivió tu nieto. Ellos torturaron al cachorro de Byakko, lo humillaron e intentaron quebrar su espíritu. ¡Una atrocidad! ¡Nadie debe quedar impune!
La decisión es tuya, hija.
La respuesta de Tsukuyomi fue clara y concisa:
Castiguen a los desgraciados en el lugar que se encuentren. Liberen a los inocentes.
Ahora, de pie en el Salón del Crisantemo, juntó sus palmas en un signo de oración que se tradujo en una luna llena deslumbrante y cautivadora.
Para unos sería un Tsukimi memorable.
Para otros...
—Que el rey Enma los juzgue.
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—¿Osamu? Querido, ¿qué haces aquí? —exclamó Izanami con genuina sorpresa al ver a su nieto en el Yomi un día que los mortales celebraban.
—¡Hola, abuela! —dijo Osamu con una sonrisa infantil en su atractivo rostro (uno que le recordó al Shinigami de Byakko).
Los sirvientes se apresuraron en acomodar al castaño que miró con curiosidad el espejo. Con un gesto, Izanami prohibió que le fuese servida comida a su nieto. No iba a tentarlo como lo haría con cualquier otro mortal.
—¡Oh, no llegué tarde!
—¿Para qué, querido?
—La primera vez que vine mencionaron sobre un Plan Tsukimi y dieron plazos, así que... —Se encogió de hombros de manera despreocupada.
—Eres muy listo, cariño —elogió la diosa con una sonrisa maternal que fallaba en transmitir la calidez por la falta de carne en una mejilla—. ¿Los mortales no celebran este día, Osamu?
—Sí, pero no soy fanático de las muchedumbres.
—Más bien, no quieres celebrarlo sin Atsushi —comentó Izanami, la mirada cómplice y una risa que acompañó la de su nieto.
Aún no se cumplía una luna desde que interactuaron por primera vez, mas Izanami y Osamu habían formado un vínculo con relativa prontitud. La razón detrás de la confianza que le mostraba el humano y su soltura de entrar y salir a placer del Yomi, se debía a la apertura de Izanami en cuanto al entrenamiento y autodescubrimiento del castaño. «Para domar una bestia interior, querido —le había dicho la segunda ocasión que se vieron—, debes aceptarla. Entre más la reprimas, más agresiva y errática se vuelve. El control que crees tener no es más que una ilusión.
»Lo primero que debes trabajar es en localizar la bestia en ti y permitir que la energía divina circule en tu cuerpo. Deberás meditar profundamente para lograrlo. Entre más tranquila esté el agua, más fácil será de observar el fondo.»
Como era de esperarse, las primeras sesiones de meditación resultaron en fracasos. Izanami sostuvo a su nieto cuando la bestia encajaba sus dientes en él . No sintió temor de un Osamu al borde de la histeria o sediento de sangre. La violencia formaba parte de todo ser vivo e incluso en lugares como el Inframundo, el Takamanohara o el Jigoku[3] (reino de Enma). Las guerras tenían como epicentro la violencia visceral, sus ojos habían visto innumerables batallas y muertes, el estado de Osamu no iba a asustarla. Más bien, le preocupaba. Que su regalo divino y alma no estuvieran en una resonancia mínima, indicaba una gran negligencia de parte de su padre. «Él falleció hace tiempo... No recuerdo qué edad tenía yo, solo que un día tuve que asistir a su funeral y al de mi madre. No tuvo tiempo para hacerlo... supongo» había confesado Osamu cuando le preguntó si su padre no le enseñó lo básico para dominar su regalo divino. Las vendas que usaba con regularidad funcionaban como un parche, mas no eran la solución.
Osamu sufrirá una de las resonancias más dolorosas posibles, podía asegurarlo.
—Sensei también participará, ¿cierto? —inquirió Osamu muy atento al espejo que daba una vista panorámica de las instalaciones donde estaba recluido Atsushi.
Al principio, a Izanami le costó trabajo reconocer que el mote de Sensei se refería al Bakeneko aliado de Byakko.
—Sí, debe estar por ahí —replicó la diosa con cierta indiferencia.
De pronto, la imagen del espejo enfocó la luna llena. La luz lunar aumentó su fulgor como si hubiese abierto su ojo invisible o que una tela traslúcida hubiese sido retirada.
Esta era la señal de Tsukuyomi.
Izanami sonrió y dijo:
—Avancen mis sirvientes. Nadie quedará impune.
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Soseki estaba trepado en una rama alta en su forma gatuna. Estaba en Sagamihara, entre las filas de yokai enviados por Izanami-sama y Susanoo-sama por órdenes de Tsukuyomi-sama. Esa noche de Tsukimi, Atsushi sería rescatado.
Habían pasado unos cuantos años desde que participó en una guerra; la que los humanos denominan como Gran Guerra. Sin embargo, en esta ocasión no lo haría en su piel humana. No. Se le había dado el permiso de usar su forma verdadera, la de un gato colosal. Por ello sus sentidos se habían agudizado por completo, captando el más mínimo sonido y olor. Al igual que el resto, estaba a la espera de la orden. Sus músculos se tensaron, se le erizó el pelaje y un gruñido amenazaba con romper el silencio.
«Es hora» anunció un inugami debajo del árbol.
La luna resplandecía hermosamente de un plata blancuzco.
Una luna perfecta para impartir justicia.
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La doctora M y el doctor K lucían como dos centinelas, ambos de pie en medio de una habitación de control abarrotada de monitores y subordinados de bata blanca. Por momentos daban instrucciones o intercambiaban palabras, mas sus miradas estaban fijas en la habitación que había al otro lado del robusto ventanal, en específico sobre las figuras patéticas de Número Setenta y Ocho y Número Dieciocho.
—Los preparativos están listos —informó un hombre de voz profunda.
—¡Demos inicio a la primera fase!—indicó la doctora M.
De inmediato se escuchó el tecleo frenético y voces de mujeres que daban estatus de los signos vitales de los sujetos de prueba. Los niños estaban conectados mediante agujas a tubos por donde se administraba Midazolam. La fase uno consistió en administrar una dosis que los dejase en un estado maleable. Se les retiró un cristal que los mantenía separados e indicó que se acercaran mutuamente hasta quedar a un codo de distancia. Número Dieciocho acató la orden sin rechistar, pero Número Setenta y Ocho...
—Primera descarga de 20 mA.
El niño gritó de agonía. Se le repitió la orden, la cual acató a pasos tambaleantes. Una vez los sujetos de prueba estuvieron a la distancia indicada, se evaluaron sus energías. Al estar en niveles aceptables se les pidió tomarse de las manos y...
«Intruso detectado dentro de la instalación. Todos los oficiales de inteligencia presentes deben destruir documentos especificados, luego abandonar las insta-»
El edificio se cimbró, cortando la alerta emitida por la radio y bocinas. Las luces adquirieron una tonalidad rojiza, los científicos emitieron gritos asustados por el segundo temblor.
—¡¿Qué está pasando?! —gritó la doctora M apoyada en una mesa cercana.
—Alguien se infiltró y está destruyendo las instalaciones —especuló el doctor K con el enojo desfigurando su rostro—. ¡Todos escu-!
La puerta de la sala de control fue abierta, dejando a la vista a un hombre con una máscara de tengu cubriendo su identidad. En un segundo el intruso cruzó el área desenvainando lo que parecía ser una wakizashi[4] con tal velocidad que solo se escuchó cuando fue envainada de nuevo mientras caían los cadáveres de hombres y mujeres. La reacción fue la esperada: el pánico se apoderó del resto que emprendió una estampida a la salida solo para ser asesinados por un segundo hombre. Los únicos vivos eran la doctora M y el doctor K. La doctora estaba temblando ligeramente por la impresión, entretanto el doctor tenía una mirada de odio puesta en los intrusos.
—¡Ustedes-!
El doctor K fue interrumpido por un tercer temblor. Se escucharon explosiones a lo lejos, gruñidos de ultratumba y los gritos de desdichados. De la sombra de uno de los intrusos emergió una entidad con forma de ave hecha de humo oscuro. La habitación se cubrió de este humo y del sonido de los graznidos de estas aves-sombra.
La doctora gritó asustada, extendió la mano en busca de su colega y superior solo para ser tomada del cuello con fuerza descomunal.
—Me estorbas —dijo entredientes el doctor K a la mujer que lo miró con pavor.
El hombre apretó el cuello hasta destrozarlo y decapitar de manera brutal a la humana. Kumanokusubi estaba lleno de cólera por la situación. No cabía duda de que el ataque a las instalaciones lo estaba haciendo un grupo de yokai. Los tengu se habían retirado la cresta correspondiente a su señor o señora con el fin de no revelar quién los había enviado. No había que ser un genio para deducir quién era la mente maestra detrás del ataque.
—¡Maldita ramera! —vociferó colérico antes de adoptar su aspecto divino.
¡Tenía que apresurarse en recuperar al vástago de Byakko! Sin más materializó una de sus espadas y se enfrentó a los nue que bloqueaban su vista. ¡Debía hacerlo rápido si no quería perder al engendro!
.
Soseki y un inugami estaban volviendo añicos el lugar. Con sus cuerpos enormes era sencillo demoler paredes cual castillo de naipes. El fuego no los afectaba ni las balas. Incontables humanos morían bajo sus patas o eran masticados por dientes afilados. Su trabajo era destruir, acabar con los mortales que habían osado tocar un legado divino. No obstante, Bakeneko evitaba a toda costa a los inocentes, los niños que huían despavoridos de la masacre.
«¡Lo encontramos!» avisó un tengu.
«¡Llévenlo al Yamagamidaimyojin[5], pronto!» ordenó un inugami.
«¡Nos persigue Kumanokusubi!»
«¡Vamos a asistirlos!» dijeron los kitsune.
Bakeneko se sintió ansioso, avanzando en su destrucción rumbo a la zona donde eran perseguidos los tengu. Se le ocurrió recuperar su forma gatuna pequeña, correr hacia Kumanokusubi y asestar un zarpazo mientras se transformaba en su forma original. De esta manera, lo tomaría por sorpresa... o esa era la idea. Kumanokusubi esquivó el golpe con rapidez, deteniendo las filosas garras con su katana para luego lanzarlo lejos. Bakeneko cayó de pie y gruñó fiero.
—Apártate si quieres vivir, Bakeneko —dijo Kumanokusubi, altivo y la punta de la espada en dirección al yokai.
Soseki gruñó y se preparó para pelear. La parte racional y experimentada le taladraba los oídos con huir, no tendría oportunidad de enfrentarse con un dios como este. No con solo seis colas encima. Su poder había disminuido en demasía con la cola que le dio a Amaterasu. Sin embargo, Atsushi era prioridad y haría lo necesario para detener a Kumanokusubi. La pelea era injusta, el filo de la espada lo había herido en reiteradas ocasiones, mas no se apartaba del camino de este dios.
Fue un descuido el que cometió: dejó una apertura para recibir una estocada fatal. Lo percibió en cámara lenta hasta que una segunda espada apartó la que iba directo al corazón de Bakeneko.
«Los kitsune llevarán al joven amo a Yamagamidaimyojin, así que vine a ayudarte.»
Un tengu había acudido a apoyarlo y estaba dispuesto a enfrentar al dios cuando este espetó:
—¡Me estorban!
La katana emitió un brillo cegador que se convirtió en relámpagos dorados que azotaron a los yokai, lanzándolos al suelo heridos gravemente. Al instante siguiente, Kumanokusubi se marchó a la misma velocidad de su ataque creando remolinos de hojas y tierra a su paso.
Soseki tuvo que adoptar su piel gatuna para no desperdiciar energía divina en mantener su forma original. Su pelaje estaba chamuscado en algunas partes, los cortes en sus patas y costados eran visibles. Ese último ataque lo aturdió por completo, volviendo su andar como el de un borracho empedernido.
«Atsushi... Atsushi él...» musitó él al borde la inconsciencia.
«¡Falta poco! ¡Un cho[6]!» respondieron los kitsune.
Eso sonaba bien. Sí. Atsushi conseguirá cruzar el torii e irá a un lugar seguro.
Solo necesitaba descansar un momento.
Solo un...
.
Los kitsune corrían por el camino boscoso en dirección al Yamagamidaimyojin. Disminuir el paso era inaudito, mientras el joven amo no cruzase el torii conectado al territorio de Susanoo-sama, estaba penado relajarse.
«...va... hacia... ustedes» informó un tengu con dificultad.
Ambos chillaron y se forzaron en ir más rápido. Entonces, su pelaje se erizó, sus pupilas se contrajeron y un tremor los recorrió enteros. Kumanokusubi estaba por alcanzarlos. El chiflido escalofriante a sus espaldas lo advertía.
Rápidorápidorápidorápidorápidorápidorápidorápidorápidorápido.
El crujir de troncos de árboles, el retumbar de un sonido ominoso los llenó de pavor que uno de ellos tropezó y resbaló por una pendiente repleta de hojas secas.
«¡Sigue, sigue! ¡No mires atrás!» profirió el caído a su hermano que acató la orden con el corazón apretado.
Estaba por llegar. Solo unos cinco o seis ken[7] de distancia. Lo conseguiría. ¡Lo haría!
—Te tengo —Escuchó un susurro demasiado cerca de su oreja.
¡Mentira!
En eso, un graznido resonó en el bosque y un humo oscuro lo hizo respirar de nuevo. Al segundo siguiente apareció un inugami dispuesto a darle pelea a Kumanokusubi, cerrando sus fauces en una extremidad del dios. A pesar de ser considerados yokai, los inugami poseían cualidades divinas que los hacían enemigos formidables contra dioses menores o por debajo de los Sankishi y primordiales. Kumanokusubi maldijo al perro que le gruñó y se le abalanzó con miras de atravesarle el cuello.
Habría sido una lucha digna de ver de no ser por la misión con la que cargaba el kitsune. El nue le estaba dando la ventaja de una pantalla de humo, ¡no iba a desaprovecharla!
¡Quedaba un ken de distancia! ¡Podía ver el torii!
La dicha lo embargó y sin mayor dilación, acortó la distancia, dio un brinco... dos...
Lanzó el cuerpo inconsciente del joven amo junto con un talismán que se activó y desapareció el humano-divino frente a los ojos de un exhausto kitsune.
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El rescate de Atsushi Nakajima finalizó con éxito.
A la mañana siguiente se tendría en primera plana el destrozo de dos orfanatos de la prefectura de Kanagawa. A la masacre ocurrida durante el Tsukimi de ese año se le conocería como el Incidente del Tsukimi.
Este suceso sacudió a Japón y al Takamanohara.
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GLOSARIO:
[1] Pan Gu: es un ser mitológico chino. Forma parte de dos mitos cosmogónicos; con su nacimiento se formó el mundo y de sus órganos, tras su muerte, surgieron los accidentes geográficos. Es venerado en el taoísmo.
[2] Nue: es un yōkai o mononoke japonés legendario. Se considera que es un ave que canta por la noche. Dado que la gente del periodo Heian consideraban el afligido canto del ave a un mal augurio, se consideraba un ave perversa, y se dice que cuando el emperador o los nobles oían su canto, hacían oraciones para que no pasara nada desastroso.
[3] Jigoku: es un mundo terrorífico, envuelto en llamas, donde habitan malvados demonios y se impone a los pecadores castigos inhumanos. Los infiernos budistas se representan en los Jigoku Zoshi o pergaminos del infierno.
[4] wakizashi: también conocida como shōtō (小刀), es un sable corto tradicional japonés, con una longitud de entre 30 y 60 centímetros. El wakizashi se usó desde un principio como arma de defensa para el samurái, cuando no disponía de la katana. Cuando un samurái entraba en un edificio dejaba su katana en un soporte junto a la entrada. Sin embargo, podía llevar consigo la wakizashi en todo momento, e incluso tenerla cerca mientras dormía para repeler cualquier agresión.
[5] Yamagamidaimyojin: Se encuentra cerca del Lago Sagami en Sagamihara.
[6] cho: 109,9 metros (aprox)
[7] ken: 1,818 metros (aprox)
¿Y bien? ¿Qué opinan?
Al fin rescataron a Atsushi, pero ¿a dónde creen que lo llevará ese torii? *ojitos curiosos*
Poco a poco nos acercamos al final del primer arco, aún faltan unos capítulos más TuT
Más personajes por conocer jejeje
Muchas gracias por leer!
Espero les haya gustado!
Nos leemos!
Cuídense~
AliPon fuera~*~*
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