Capítulo 21

Hola!

Nuevo capítulo!

En este se tocan temas de experimentación humana, violencia y poca ética y moral.

Nuevo POV de un personaje que quizás no volveremos a leer desde su perspectiva.

Sin más, a leer!

~°*†*°~+~°*†*°~

Miró el reloj de bolsillo, ese que le restregaba a los niños que solo él podía poseer. «Poseer un reloj es prueba de una voluntad fuerte e independiente. Por lo tanto, aquellos de ustedes que nacieron para ser gobernados y disciplinados no tienen necesidad de uno» era la frase que repetía hasta el hartazgo. Era el director de esas instalaciones, la figura de autoridad que estos niños veían con temor... exceptuando uno. Atsushi, Número Setenta y Ocho, estaba catalogado como un peligro. Desde su nacimiento intencionado se le consideró como un espécimen único, pues su habilidad materializaba el Libro de los mitos que se creyeron disparates hasta que la ciencia y el doctor K, el cabecilla de instalaciones como estas, probaron su veracidad. Tan pronto se obtuvo la única página de ese ejemplar legendario, se puso en marcha la crianza severa para este niño huérfano. Hijo de un militar fanático de los dotados que aceptó la oferta del doctor K: su esposa traería al mundo al dotado perfecto. Iluso, dejó que ella le orase a la Diosa de la Luna, como dictaba la leyenda. Pasó noches entre las piernas de su mujer —una humana anhelante de ser madre—, confiando en las palabras del doctor K de que este procedimiento cumpliría su deseo y más.

Es más que notorio el éxito de este singular procedimiento, pues Atsushi Nakajima nació. Sin embargo, el precio pagado fue que el esposo militar se volviese loco al ver a su primogénito, acusase de engaño o brujería a su esposa, la asesinara a sangre fría para luego llevar el bebé a las instalaciones. Parecía ayer cuando él como director del supuesto orfanato, sostuvo al dotado que ahora no se encontraba en las instalaciones por órdenes del doctor K. Fue trasladado a las ubicadas en Sagamihara donde se ejecutaría el Plan Tsukimi.

La poca consciencia que prevalecía en el Director se mostraba ansiosa por la ausencia del chico-bestia. Había intentado, por todos los medios, hacerlo ver como un fracaso. El doctor K había dado órdenes que rozaban lo ético y moral, tergiversando palabras y endulzando el oído de cualquiera para que su plan se llevase a cabo. Cometió infinidad de torturas en un infante de inocencia desconsoladora. Atsushi en todo momento estuvo monitoreado, a la espera de la mínima muestra de su habilidad. El detonante fue quemar su costado izquierdo con un atizador al rojo vivo. El tigre no se manifestó, los monitores registraron una chispa, lo suficiente para que el doctor K sonriera satisfecho.

«Úsenlo como ejemplo para el resto» ordenó el doctor cuando, tras tres días privado de alimento, Atsushi adquirió una transformación semi-completa. Pero, el que despertó el potencial del niño desdichado, no fue otro que Tatsuhiko Shibusawa. Para entonces, la bestia de Atsushi había aparecido por escasos segundos, y el excéntrico hombre —que llegó recomendado por un conocido del mismo doctor K— se puso como meta conseguir una manifestación completa duradera. El problema fue que las garras lo alcanzaron y asesinaron.

El Director creyó que este suceso alejaría la mirada depredadora del doctor K del chico, pero ocurrió lo contrario. Los monitores registraron incrementos en las ondas de energía de la habilidad de Atsushi, intrigando a sus colegas. Los números no descendieron como deseó, aumentaron paulatinamente, generando discusiones entre sus pares y subordinados. Se sospechó de una posible evolución o adaptación de Número Setenta y Ocho con su habilidad. Una enorme cantidad de hipótesis se listaron, esperanzadas de ser corroboradas.

Los castigos se volvieron más crueles, constantemente era privado de agua o comida, siquiera de una cama o ropa limpia. Qué respuesta tendría en un ambiente extremo y precario, se volvió el interés de los investigadores. Tal como Shibusawa, salivaban por las sorpresas que este chico podía darles. Entonces ocurrió la desaparición de la página del Libro, al tiempo que Atsushi cayó inconsciente. El gobierno se alarmó y exigió una explicación al doctor K.

Nadie supo de lo que el doctor K habló con los peces gordos que financiaban su proyecto, sus únicas palabras fueron: «Nada de qué preocuparnos». Las labores se reanudaron, su papel como Director no sufrió ningún cambio, pero Atsushi Nakajima se convirtió en una variable impredecible. Tras despertar de lo que se pensó fue un coma, su semblante había sufrido una metamorfosis. No hubo alma que no notase el cambio suave y repentino. Los monitores arrojaron números aún más atractivos para los planes del doctor K y sintió terror.

Los científicos e investigadores podían enfrascarse en demasía en su trabajo al grado de perder toda la humanidad en ellos. Sus cabezas se enfocan en datos, registros, resultados, hipótesis, experimentos varios. Las emociones eran un estorbo, se decían a sí mismos. Con arrogancia miraban por sobre el hombro a aquellos que aún guardaban empatía o simpatía hacia los sujetos de prueba. Sin embargo, la naturaleza humana no puede erradicarse por completo. Es una hierba que vuelve a crecer por más que se arranque. Por ello no se sorprendió al pensar «¡Debo protegerlo!», pero sí se rio con sorna por un pensamiento que en nada podía remediar un daño ya hecho. No solo le había negado un reloj a Atsushi, sino la calidez humana. Siguió al pie de la letra las órdenes del doctor K, adoptó ese papel severo como el director del orfanato y verdugo de Atsushi. ¿Quería protegerlo? ¡Ja! ¡Con qué cara decía eso!

A pesar de esta dicotomía —o hipocresía— cada día lo ejecutaba a rajatabla. Los castigos que le daba a Atsushi constantemente iban hilados con el pensamiento de: «¡No te levantes más!». El enfado desfiguraba su rostro al ver cómo el niño se negaba a permanecer en el suelo y no apartaba la mirada de su agresor. En ocasiones, podía jurar haber escuchado el rugido de un tigre.

Entonces, ocurrió lo que quiso evitar (¿lo intentó?): el doctor K realizaría un experimento en conjunto con la doctora M. El Plan Tsukimi lo leyó y se preguntó si Atsushi sobreviviría o moriría en el proceso. Al sedar al chiquillo, miró por última vez el rostro que veía en sus sueños (pesadillas). Por un segundo ideó excusas para no enviar a Número Setenta y Ocho a su posible ruina, pero las desechó tan pronto esos ojos tornasol se cerraron.

En su rubro, encariñarse con un sujeto de pruebas estaba penado. Echaría a perder la investigación.

Tan pronto dio su aprobación para el traslado y vio cómo la cápsula del niño abandonaba las instalaciones, se obligó a borrar todo rastro del sujeto. Su vida continuaba en este lugar, con los demás sujetos de prueba en desarrollo.

No obstante, el día del Tsukimi, mientras Japón celebraba el día para contemplar una luna llena particularmente luminosa, la voz en su cabeza repitió el nombre del niño que recibió en brazos: Atsushi Nakajima.

Al poco tiempo se enteraría del Incidente de Sagamihara. Si en sus aposentos sonrió triunfante, nadie tenía porqué saberlo.

~°*†*°~+~°*†*°~

¿Y bien? ¿Qué opinan?

El fragmento del reloj lo saqué de Beast jejeje La historia de cómo fue concebido Atsushi ya se ha completado OwO En el canon, el Director parece que quiso hacer algo bueno(?), pero no de la mejor manera. ¿La razón? No tengo idea jajaja Bueno, se me ocurre una hipótesis con el nuevo capítulo de BSD que salió el 3 de febrero, pero me esperaré al siguiente *ojitos juzgones*

Muchas gracias por leer!

Espero les haya gustado!

Nos leemos~

Cuídense~

AliPon fuera~*~*

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top