Capítulo 2
Hola!
Ali vuelve con un capítulo más. Esta vez, retomaremos el final de "No me sueltes".
Iremos lento, pero seguro y poco saltos de tiempos por unos capítulos.
Necesitamos crear las bases para lo que se viene uwu
Sin más, a leer!
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—Dazai —llamó Odasaku con el temor en la punta de la lengua.
Estaban en el edificio que fue la guarida de Mimic. Los cadáveres estaban desperdigados por el suelo como viles trapos sucios. El atardecer estaba por llegar a su fin y el castaño se había puesto de pie, observando el cielo arrebolado con la expresión más devastadora que le había visto. Los surcos de las lágrimas marcaban las mejillas de Dazai de tal manera que se asemejaban a cicatrices viejas. Se le figuró como si fuera un niño que experimentaba la primera gran pérdida en su vida. Tal vez así lo era... No, «tal vez» no. Dazai había perdido al amor de su vida, sin un cuerpo al cual cremar o darle una sepultura digna.
Atsushi había desaparecido por completo.
—¿Qué le diremos a Sakura-chan, Odasaku? —preguntó su amigo en un hilo de voz irreconocible—. Ella nos pidió salvar a «mamá», pero ella ha partido.
—Le diremos la verdad.
El castaño sonrió entristecido, casi como si el dolor fuera gracioso o una broma espléndida.
—Me odiará, Odasaku —reveló Dazai, sus ojos hinchados y enrojecidos mirándolo con la resignación escrita en ellos—. Me culpará por no salvar a su madre.
—No te precipites —reprendió Odasaku, tomando por los hombros a su amigo—. No pienses en lo peor que puede suceder... Atsushi... —«no lo haría» quedó atascado en su garganta.
—Ambos sabemos que él hizo todo pensando en el peor escenario.
—No. Te equivocas Dazai. Lo hizo pensando en nuestro futuro.
El castaño no respondió, dirigió su mirada a los últimos rayos de sol en el cielo. De pronto sonó el móvil de Odasaku. Por un momento le pareció que, al soltar a su amigo, éste se desplomaría, por lo que usó una mano para sacar el móvil y responder la llamada sin fijarse en el número.
—Habla Odasaku.
—Trae a Dazai contigo al salón subterráneo —ordenó Natsume antes de colgar.
Cierto, los niños estaban bajo el cuidado de los detectives. Debían apresurarse en ir allá. Estaba por hacer el comentario cuando vio a Dazai enjugar las lágrimas, suspirar y mirarlo con una sonrisa que lo dejó helado. Lo había visto alzar las comisuras en incontables ocasiones, mas esta era la primera vez que le era imposible leer el rostro de su amigo. De inmediato comprendió que se estaba encerrando en sí mismo y Odasaku no iba a permitirlo. Un impulso desconocido lo llevó a abrazar al gatito negro desconsolado. Lo estrechó con fuerza en un intento por mantenerlo en una sola pieza.
—Odasa...
—No te cierres, Dazai —interrumpió Odasaku con las emociones a flor de piel—. No será lo mismo que con Atsushi, pero tú y yo somos... somos hermanos. Somos familia, ¿recuerdas? No lo olvides... por favor.
Por unos cinco latidos frenéticos hubo silencio.
Al sexto escuchó un quejido amortiguado y después...
Un llanto desconsolado empapó su hombro y una mano suplicante se aferró a sus ropas. El gatito negro estaba aullando herido, suplicaba por volver a tener ese calor que lo hacía ronronear gustoso, imploraba por el regreso de su persona favorita. Odasaku en ningún momento rompió el abrazo, no cuando su hermano pequeño necesitaba un apoyo. Cual infante lo cargó mientras su cuello era rodeado por unos brazos vendados. De alguna manera, imaginó a Dazai como el niño pequeño que siempre pensó que era. Caminó con su hermano en brazos hasta el auto que estacionó a su llegada. Lo acomodó en el asiento del copiloto para luego rodear el vehículo y subir él para después encender el motor.
—Natsume habló. Quiere vernos en un lugar —confesó Odasaku una vez se incorporaron a la carretera desolada.
Dazai se limpió las lágrimas y la nariz con un pañuelo que Odasaku le extendió.
—Tengo sueño —murmuró el castaño cual niño.
—Duerme. Te despierto en cuanto lleguemos.
—Pero antes, dame tu teléfono.
Odasaku se lo dio sin apartar los ojos del camino. En silencio, Dazai levantó la parte superior que funcionaba como pantalla del móvil y no se detuvo sino hasta romper el dispositivo. Luego sacó el propio y repitió la acción para, posteriormente, bajar el vidrio del auto y lanzar afuera los restos.
—Así no nos rastrearán —informó antes de reclinar el asiento, suspirar y cerrar los ojos.
Al menos Odasaku sabía a donde tenían que ir, por lo que no reprochó la acción de su hermano. (Aunque sí la consideró un tanto exagerada.)
Mientras manejaba con el firmamento oscuro como escenario, procesó lo ocurrido ese día. Había sido realmente caótico, desde el secuestro de los niños, creer que habían muerto en la explosión, la muerte de Pops, la masacre que Atsushi hizo con Mimic y su desaparición... En menos de veinticuatro horas su vida fue golpeada sin miramientos. Su compañero de copas, Ango, los había traicionado y el afecto que tenía hacia él lo irritaba. La palabra «amigo» tenía un peso inconmensurable para Odasaku. Era un título que no podía dárselo a cualquiera, creyó que Ango formaría parte de la reducida lista que tenía. Desafortunadamente, el agente encubierto sintió mayor apego por su misión que por...
Suspiró sonoro al reconocer que el enojo lo estaba haciendo culpar a alguien que estaba haciendo su trabajo. Un espía no podía formar una amistad con el enemigo, esa era una ley inquebrantable.
De soslayo observó a Dazai y recordó las palabras de Atsushi:
«Deja la mafia. Eres un hombre que puede hacer grandes cosas en la luz, capaz de salvar a personas y proteger a inocentes.»
¿Realmente cabía la posibilidad que hombres como ellos serían aceptados en la luz?
Apretó el volante por esta pregunta que aún carecía de respuesta. Pronto llegaron a la entrada secreta al salón donde se encontraban los niños y Natsume. Dazai abrió los ojos en cuanto el motor se apagó, se estiró cual gato y observó el área con curiosidad.
—¿Es aquí? —inquirió el castaño a la vez que abría la puerta del auto.
—Sí, aquí es. Vamos.
Dazai lo siguió en silencio. El sexto sentido de Odasaku le dijo que su hermano estaba memorizando y detallando la zona, el camino y todo cuanto podía ver.
—¿Habías venido antes? —preguntó Dazai con las manos entrelazadas detrás de la cabeza libre de vendas.
—Trajimos a Atsushi a este lugar para que lo curasen.
—Oh.
Siguieron las vías de tren hasta la puerta de doble hoja. Odasaku la abrió y de inmediato escuchó el sonido de pisadas presurosas acercarse a ellos. Al alzar la mirada, reconoció a Natsume, en su forma humana, sentado en el escritorio al final del salón y a los cinco niños corriendo hacia él exclamando su nombre con emoción. Los pequeños se abalanzaron a sus piernas realizando preguntas que no podía comprender.
—Niños, cálmense. Hablen uno por uno —reprendió con suavidad, acallando a los pollitos preocupados.
—¿Pudieron salvar a MaTsu? —preguntó Yuu con ojos anegados.
—¿Dónde está MaTsu? —secundó Katsumi.
—¿Y Pops? —habló Kosuke con el ceño fruncido.
Odasaku suspiró mentalmente y cuando estaba por responder a las preguntas vio a Sakura ir a Dazai con un semblante que amenazaba una tormenta.
—¿Dónde está mamá? ¡Prometiste que la salvarías!
—Sakura... —llamó Odasaku, mas fue ignorado.
—¿Dónde está mamá? —insistió la niña a un callado Dazai que la miraba impasible.
Odasaku pocas veces se enojaba con los niños. Él respondía sus preguntas con calma extrema, desde las más absurdas hasta las más complicadas como «¿Por qué vivimos en la Tierra?». Por lo general, les permitía expresarse, realizar travesuras y jugar. Pero, en ese momento, Sakura lo estaba irritando con su insistencia inocente. Dazai estaba pasando por un momento difícil y la niña no lo comprendía. Apretó los labios al reconocer que Dazai tenía razón: Sakura iba a odiarlo. Ella lo culparía por algo que estaba fuera de su control. Por impulso, avanzó hacia ellos con el afán de detener la posible catástrofe.
—¡¿Dónde está?! —exclamó la niña con el rostro contorsionado por el enojo, gotas grandes caían de sus ojos expresivos y con los puños le pegaba en el muslo a un castaño que parecía no estar presente.
—¡Sakura! —vociferó Odasaku, sorprendiendo a los presentes por el tono empleado—. ¡Es suficiente!
Había tomado una de las manitos de la chiquilla que lo miró atónita para luego iniciar un llanto que menguó el enfado en él. El recinto se llenó de la tristeza de una niña que, nuevamente, perdía a su madre. Odasaku suspiró, se agachó y cargó a la niña. Sakura enterró el rostro en su cuello mientras berreaba y balbuceaba el apodo de Atsushi. Por hábito le acarició la espalda y se meció de lado a lado con suavidad. Sus ojos azules-grisáceos miraron a un Dazai inexpresivo que apartó la mirada por el repentino llamado de Natsume. Su hermano caminó hacia el hombre-gato, pasando por un lado de los niños.
Odasaku se giró para encarar a los pequeños y su corazón se apretó por la visión lamentable de ellos. La pérdida de Atsushi no solo había destruido a Osamu, también al resto de la familia.
Su sexto sentido le hizo saber que se venían tiempos complicados.
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¿Y bien? ¿Qué les pareció?
A partir de este capítulo, Odasaku se referirá a Dazai como su hermano :'B Siendo franca, este segundo libro me apena por el luto que varios personajes estarán sufriendo por la ausencia de Atsushi u,u PERO! No crean que todo será tristeza OwO El luto es un proceso curioso, lo he vivido con bastante regularidad este año, por lo que quizás vean en Osamu un poquito de lo que yo experimenté ;u;
Será un camino arduo, pero, creánme, valdrá la pena OwO Yo sé lo que les digo muajajaja
Muchas gracias por leer!
Espero les haya gustado!
Nos leemos pronto!
AliPon fuera~*~*
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