20. Eres una demente, ¿lo sabes?



🎶 Make You Stay – The Girl and the Dreamcatcher ✨📸


De alguna manera, los días pasan y la semana de los primeros exámenes se asoma sin piedad en el calendario.

Quisiera decir que estoy realizando cada examen con esfuerzo, pero... la realidad no será tan dulce para mis padres, sobre todo, para mí madre, que recientemente fue anunciada como la nueva vicedirectora por altoparlante, en un anuncio protocolar sencillo.

Bostezo con ganas, sin fuerzas para cubrirme la boca. Ayer, lunes, rendí el examen de Literatura. ¿Tengo que decir que no leí el libro porque no toleré la prosa del autor? Pues, bueno. No lo hice, le pedí un resumen detallado a Chat0, la inteligencia artificial más popular y, por momentos, mi terapeuta y también mejor amigo.

De todos modos, gracias a su pequeña ayuda, estoy bastante confiada. De algún modo mágico, me las arreglé para responder cada una de las actividades de la evaluación. Luego, en Álgebra tuvimos un repaso para el examen de mañana. Ahí todo dependerá de Dios, Buda, Zeus, Thor, Afrodita, mi abuelita, que en paz descanse, y el humor del profesor; porque yo magia no hago. Y hoy... bueno, como es marte, hoy rendí Geometría —¿haber hecho los triángulos con glitter me sumará algún punto? Espero que sí, además los estrellas que dibujé me quedaron simétricas—, y Biología.

El timbre suena y la hora del almuerzo comienza. Camino hacia el pasillo y voy hasta la máquina expendedora de agua, cafés y leche con chocolate, que no sabe nada bien. Tengo en mis manos un pote de pasta con salsa a la boloñesa instantáneo. Agua caliente, cinco minutos y listo para comer. No sabe tan mal cuando piensas que es comida deshidratada y te imaginas que estás en una nave espacial a punto de colonizar Marte, y no sola en un pasillo solitario.

—¿Qué haces? —Ezra me pregunta, de pronto. Hoy no salí, ha empezado a hacer mucho frío como para almorzar fuera.

—Como —respondo, lacónica, sentada en el piso a un costado de la máquina, aún traumatizada por los exámenes, mientras enrollo un bocado de espagueti en un tenedor plástico.

Él se sienta a mi lado también en el piso. Lleva un sándwich envuelto en papel metálico que compró en la cafetería. Se ve mucho más apetitoso que mi almuerzo, sin embargo, yo ya me rendí con ese lugar.

De reojo veo que tiene queso chédar derretido y mi estómago ruje sin mi permiso. ¡Maldito chismoso!

—¿Quieres? —Me acerca el sándwich a la boca e inspecciono con desconfianza. Aún no lo ha mordido—. Aún no lo toqué. Es de carne desmenuzada.

Dudo. Me siento tentada, pero no me parece correcto. ¿Dónde quedó la Vibel que no se iba a acercar más a un chico como él? Ah, bueno... la cuestión está en que yo no soy la que se acerca. Él siempre aparece; aunque no quiera, él está ahí. Se está volviendo casi una costumbre.

Ezra insiste con su apetitoso sándwich y, por poco, me lo pega en los labios. No tengo más opción que morder cuando siento el chédar derretido y tibio sobre mi piel. ¡Qué tortura! Pero... Wow. Está buenísimo, o eso creo, hasta que un sabor amargo me inunda la boca.

—Tiene pepino —murmuro como tonta y pongo cara de asco—. Y está agrio.

—¿Qué? ¿No te gusta? —Toma el sándwich y lo abre. De pronto, saca una rodaja verde y se la lleva a la boca. La saborea como si fuera un Santo Grial. Hago una mueca de dolor: está loco. Solo tengo dos enemigos mortales: el pepino y las naranjas.

—Asco —me quejo y él se ríe.

—Y tiene salsa ranch.

—Eso explica mucho.

Supongo que hoy es uno de esos días. Cada dos o tres días se autoinvita a comer conmigo. No le pregunté por qué, pero estoy segura de que es para huir de su popularidad. Todo el mundo lo ama, ¡hasta los profesores lo buscan y le piden cosas! Mi papá es de ellos.

A veces siento que nuestra relación se tornó bastante extraña... o lo suficientemente normal como para que no ocurra nada, mejor dicho. Lo principal es que ya no me tortura con peticiones raras y parece haberse olvidado del tema de Aisha casi por completo. Estoy segura de que se aburrió de mí. De hecho, si lo pienso resulta bastante obvio. Las palabras de Lara están grabadas a fuego en mi mente.

Y doy todo de mí para no pensar en él...

¡Ay!

¿A quién engaño? Aún me vuelve loca. No puedo mirarlo sin sentir que me derrito por dentro. Tenerlo cerca me quema. ¿Así es el amor? Pues apesta.

Tomo mi teléfono móvil y, aburrida, entro a SheAt. Amo esa web. Me ayuda a despejarme, incluso, cuando estoy triste. Saca mi lado compulsivo y, constantemente, gasto mi dinero ahí. Lo sé. Soy peligrosa, pero es su culpa por tener ofertas tan asombrosas.

Ingreso a una de mis wishlist y comienzo a ver los productos similares. ¡Hay tantas promociones! En dos segundos, me abstraje completamente del mundo. ¿Qué era lo que estaba hacien...? ¡Oh, Dios! Un conjunto rosado de plush, de estilo retro, pero deportivo y sexy a la vez. ¡Lo necesito! Lo envío a mi carrito sin dudar.

Repito el proceso, que me muestra como la compradora compulsiva que soy, unas siete veces más. Agrego una sudadera de imitación de un animé gore, un marco para fotos con estrellas, un vestido con corazones, una taza con forma de perrito que se parece a Gato, un almohadón peludo, un pack de delineadores de colores metalizados y un corsé de Svytherin. Oprimo comprar sin siquiera ver el precio del envío.

Sin darme cuenta, me termino la comida: el último tenedor que me llevo a la boca está vacío. Muerdo plástico y, de pronto, vuelvo a la realidad. Tengo a Ezra pegado a mi lado, tiene su mentón sobre mi hombro y observa todo lo que hago con mi móvil.

—Eres una demente, ¿lo sabes?

—¿Por qué? —pregunto sin entenderlo y me señala mi acto compulsivo. No puedo evitar reírme—. Bueno, pero me controlo lo suficiente y me puse un límite que no puedo superar.

—¿Autocontrol? —Sorbe lo que queda de su caja de jugo de naranja. Mis tripas se revuelven por el asco, de nuevo—. ¿De verdad sabes qué es eso?

—No, hablo de un límite real. Si lo supero, le llegaría un correo del banco a mi mamá —explico—. Por más que pueda, quieren que parte de mis ganancias las ahorre para el futuro.

—Eso suena lógico. Pero no tienen remedio —menciona con una sonrisa que me lapida.

Ezra se levanta del suelo y camina para tirar sus cosas en el cesto cercano. Me pide las mías. Se las tiendo mientras aprovecho para beber agua. Él toma mi basura y la arroja como un basquetbolista de poca monta que lanza una pelota a un aro muy bajo.

Luego, me da la mano y me ayuda a levantarme. Comienzo a sudar. Sonrío incómoda.

«¿Vibel, por qué eres así?».

Trato de mantener la vergüenza a raya. Cuando me suelta, seco mis manos en mi blazer. Ezra va a pensar que tengo problemas hormonales.

—¿Me puedes acompañar a un sitio? Quiero enseñarte algo.

Lo observo con desconfianza, pero accedo. ¿Qué podría salir mal? Solo quedan unos minutos de la hora libre para el almuerzo.

—Tenemos nuestra primera muestra del Club de Fotografía —me cuenta en el camino—. Me gustaría mostrarte mi trabajo... es decir, quiero que lo veas.

Mi garganta se seca y, sin entender bien por qué, una emoción intensa me recorre todo el cuerpo. No puedo evitar sentirme entusiasmada, es como si de algún modo él me viera como alguien por el que tiene cierto interés, aunque sea como amiga. De todas las personas que podía haber elegido para acompañarlo, me invitó a mí... ¡y lo hizo en persona! La idea de que me considere para algo así, aunque sea simple y en el colegio, me hace sentir especial.

Caminamos por los pasillos hasta que llegamos al corredor principal, cerca de la entrada. Cuadros de todos los tamaños adornan el vestíbulo. Grandes, pequeños, medianos, en tonos sepias, blancos y negros o con demasiada saturación de color. Hay niños, bebés, manzanas, paisajes, parejas, deportes. Incluso, veo las fotos de Lara, una sección urbana en blanco y negro, con muchas sombras arriesgadas. ¡Son increíbles!

—¿Cuáles son tus...? —empiezo a decir pero mi boca se cierra de golpe. Ya sé qué parte de la muestra le pertenece y no necesito que me guíe o me explique qué quiso representar.

Me acerco de forma robotizada y observo la muestra con atención, sin omitir palabra alguna. No sé dónde enfocar los ojos. No tengo palabras para explicarlo. Mis dedos comienzan a temblar al rozar el cristal que protege sus fotos.

Nuestras fotos. Mis fotos.

La «muestra» de Ezra Mirov solo enseña fotos de Aisha Miau. Son las que tomó el día de nuestra «cita». En un enorme cuadro con un marco negro esta mi foto favorita, esa donde tenía la vista perdida en algo que ya ni recuerdo qué era y él me tomó desprevenida. Se me pone la piel de gallina. Alrededor hay varias fotos más pequeñas que lo rodean. Parece una clase de secuencia. Parada y feliz, sentada y triste, saltando, sexy y provocativa, fingiendo que tengo dos coletas como una niña pequeña, o sacando la lengua y guiñando un ojo.

Es como si una parte de la exposición me perteneciera, porque de alguna manera es así es, y no puedo evitar sonreír por eso. Me tapo la boca totalmente conmocionada. Esas fotos de Aisha significan mucho para mí, porque entiendo que en algún momento tengo que comprender que soy ella, que su confianza me pertenece y que no tengo que fingir ser alguien más para irradiar su seguridad.

Siento cómo mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas, y por más que intento controlarlas, el impacto de lo que acabo de ver me deja sin aliento. Una vez más, Ezra me deja sin palabras.

—Oye... ¿Vas a llor...?

No respondo. Un grupo de tres chicos de primer año rodea a Ezra. Sin dudarlo demasiado, me quedo a su espalda, oculta.

—¿Conoces a Aisha? ¿En serio? —pregunta el más alto de los tres.

—¿Cómo es? ¿Es tan trucadas y editadas o realmente es así de linda? —quiere saber el del medio.

—Y... —empieza el último.

—Esperen... esperen... —Los frena con las manos—. Sí, sí la conozco. Es como en las fotos, y no, no están editadas ni nada. Solo modifiqué ciertos atributos de color para los fines artísticos de la muestra. Y, sí, es así de linda.

Me sonrojo. Otro de los chicos quiere preguntar más cosas, esta vez sobre la realidad del tamaño de mi pecho o si es truco por el escote... pero Ezra se voltea y apoya sus manos en mis hombros, sin darles demasiado atención, como si fueran mosquitos.

—Salgamos de aquí, ¿sí? —me susurra al oído y comenzamos a caminar en contra de la multitud de alumnos que aprecia la exposición.

No tengo tiempo de alegrarme ni de molestarme por sentirme expuesta, al fin y al cabo, la mayoría de esas fotos yo ya las había publicado en mi propia cuenta pública hace varias semanas. Ezra pensó en mí y se siente bien, se siente bonito... pero una idea insidiosa se forma en mi mente y no me deja en paz: ¿y si lo hizo a propósito?

La duda me embarga. El reconocimiento de Aisha le daría puntos en su exposición y más popularidad dentro del colegio, ¿no?

Trato de calmarme y controlarme. No debo envenenarme sola. Por lo general, mis malos pensamientos siempre son erróneos, producto de mi ansiedad.

Camino con la mirada clavada en mis pies, pero, de pronto, me choco contra la espalda de Ezra que se detuvo de golpe. Pronto, por el cimbronazo, mi tobillo se tuerce y doy un gran traspié a causa de un pequeño escalón que hay para salir al patio principal. El ardor sube por mis terminales nerviosas con fuerza.

Cuando escucho voces femeninas, me doy cuenta de que Ezra nuevamente ha sido detenido por más alumnos. Sin embargo, pareciera haberse olvidado de que existo.

Ahora, el interrogatorio es diferente. No hay preguntas, solo reclamos y exigencias con una confianza que me resulta chocante. Él parece un poco incómodo y quiere dejarlas atrás, pero no se lo permiten.

—Ezra, sinceramente no entiendo por qué pierdes tiempo con esa pseudo influencer. Todo el mundo sabe cómo consiguió su «fama».

Él se cruza de brazos y las observa con atención, casi expectante. Alcanzo a notar que la que habló tiene los brazos cruzados también y rueda los ojos con pereza. Es una muchacha guapísima también de segundo y va acompañada por otra chica.

—Por favor, hay que ser sinceras —dice la otra—. Tú necesitas trabajar con chicas auténticas. Esa tipa es puro plástico. Además, de mentirosa. Se la pasa inventando cosa solo por —levanta sus dedos pulgar e índice con una separación mínima entre sí— un poquito de atención.

—Oye, Dani —reclama él a la muchacha rubia—. No te pases, ni siquiera las conoces.

—Entonces... prométenos que nos harás una sesión de fotos bonita —hace pucheros y yo siento que quiero vomitar la pasta que comí hace media hora—. Hagamos algo divertido juntos.. ¿sí?

—Con nosotras obtendrás muchos likes en Mynstagram —asegura la otra.

Al parecer, lo que ellas buscan es material para subir a su propio Mynstagram y demostrar que son más bellas que Aisha. Solo para alardear. Se me retuerce el estómago y quiero creer que solo es a causa del revuelo que hay por el hecho de que Ezra conoce a Aisha. Maldición.

—Son fechas complicadas, Emily —se excusa, pero no dice que no—. Podemos verlo más adelante.

Emily, la más desesperada y la primera en hablar, lo abraza y apoya sus senos sin tapujos contra en el pecho de él. Con sus garras azules, comienza a juguetear con los mechones de cabello en la nuca de Ezra.

Por inercia, él retrocede y, sin darse cuenta de que yo estoy detrás, me choca nuevamente. Golpeo de lleno el piso y mi pie, ya lastimado, queda atrapado bajo todo mi cuerpo. Un dolor agudo me atraviesa el tobillo y sube por mi pierna. Me muerdo los labios para no gritar. Genial, justo lo que me faltaba.

—Vamos... Sería solo una tarde... —ahora, ella enrolla su cabello en su dedo—. De hecho, luego de eso, podemos salir e ir a tomar algo The Bridge. Te aseguro que la pasaremos tan bien como cuando nos encontramos la otra noche.

Trago saliva en seco. No alcanzo a oír qué es lo que responde. Mi mente se queda en blanco en cuanto ella menciona que se han visto en The Bridge.

Como la charla parece extenderse cada vez más de forma agónica, yo decido que ya he tenido suficiente. Sin decir una sola palabra, comienzo a alejarme, rengueando. Sin embargo, para mi sorpresa, Ezra no tarda en seguirme.

—¡Espera! —Corre detrás de mí y me toma de la mano para frenarme.

El viento sopla y varias hojas secas se arremolinan a nuestro alrededor. Me acuclillo a ver mi tobillo, en silencio.

Él se percata de lo que me ha sucedido y se agacha a mi lado.

—¿Estás bien? ¿Quieres que te acompañe a la enfermería? Eso no se ve muy bien.

El tropezón fue más fuerte de lo que pensé. Tengo el pie hinchado y sí, se ve feo. Además, me duele un montón:

—Estoy bien —respondo. El orgullo habla.

Ezra se lleva las manos a la cabeza y se despeina con cierta desesperación. Con cuidado, me levanto y camino hasta un árbol. Me siento en el cantero y lo observo. Lanza un gruñido cargada de frustración. Nunca lo vi así. Temo preguntar qué le sucede. Aún estoy procesando todo lo que acaba de ocurrir y aún no sé cómo debo sentirme yo. No puedo explicar bien por qué —o sí—, pero lo especial que me sentía hace unos segundos, se esfumó al enterarme de su vida nocturna en The Bridge.

«Celos», dice la voz de mi mente.

—¿Hice mal? —me dice, suplicante.

—¿Qué?

—Las fotos, Vib... ¿Hice mal? —Sus ojos me ruegan que niegue, parece que estuviera a punto de derrumbarse por completo. ¿Qué mierda es esto? ¿Se siente mal de verdad o simplemente está actuando? Camina hacia mí y se arrodilla para quedar frente a mis ojos. No respondo—. Por favor, contéstame... ¿Hice mal?

Sopeso sus palabras con cuidado, tomo aire y respondo con la mayor sinceridad que puedo:

—Realmente... no lo sé. No sé cómo sentirme. Por un lado me sentí... especial —Comienzo a quebrarme. ¡No, no. Lágrimas, adentro. Es una orden!— Pero ya no sé si debo sentirme así...

—Pero... ¿Por qué lo dices? —Él me mira confundido, serio. Luego de unos segundos la respuesta parece llegar a su mente—. No, eso puedo explicar...

—¿Explicarme? ¿Explicarme, qué? —Me limpio con las palmas de las manos las lágrimas que amenazan con salir, no quiero darle más información de la que tiene para que me humille—. No te preocupes. No es necesario. —Me paro para marcharme y él me vuelve a detener. Me suelto con brusquedad—. ¡Ya suéltame! —grito—. No me toques, no me expliques. Simplemente no lo hagas, no. ¡Alejate de una vez antes de que salga más lastimada! —Subo mi voz aún más y agradezco que estemos solos. Me tomo unos segundos para calmarme y, ya con la voz en un tono normal, continúo—: Para que te quedes tranquilo, sí, tu exposición está bonita —aclaro—. Felicitaciones.

Sin embargo, la respuesta de Ezra queda suspendida en el aire. Abigail nos interrumpe con su actitud de estrella. Le sonrío con incomodidad, con miedo de que me haya escuchado. Ella me corresponde la sonrisa, luce totalmente ajena a nuestra discusión.

—Ezra, ¿verdad? —le pregunta mientras juega con las ondas espectaculares de su cabello, ahora verde agua, y se rasca el puente de su nariz con unas uñas de acrílico que están para el infarto. Él asiente.

La observo. Aunque no lo parezca, luce un poco tímida. Su actitud no encaja con su maquillaje y sus tacos agujas. ¿Estará aquí también por una sesión de fotos?

—¿Es cierto que conoces a Aisha? —Hace una pausa—. ¡Te envidio tanto!

—¿Qué? —decimos ambos al unísono y nos miramos por inercia. Ninguno de los dos nos esperábamos que dijera eso.

—Sí, a Aisha Miau —me mira con una sonrisa tan amplia que se le iluminan los ojos, a pesar de llevar lentillas rosadas—. Verán... Soy su ¿fan? La tipa me encanta, me tiene e-na-mo-ra-da —anuncia como toda una fangirl. Abro mis ojos con sorpresa y una fugaz sonrisa cruza el rostro de Ezra—. Sí, o sea, encontré sus videos de casualidad y la amé. Por ella traté de ver series animadas...

—¿Animé? —La interrumpo sin darme cuenta; ella asiente y continúa.

—O leer, pero yo odio leer. Pero aunque no me guste de lo que usualmente habla, veo y escucho todos sus videos. Es muy inteligente y sincera. Me encanta como persona, demasiado, se los juro. Creo que es una chica como yo, como cualquiera, pero con una valentía enorme. Es hermosa, es genial. Adoro la persona que es, no miento si les digo que Aisha Miau es como mi Diosa. Entonces...

Ezra no lo puede soportar más y se empieza a reír a carcajadas. Lo fulmino con la mirada y él hace silencio. Sin embargo, no puedo evitar sonreír. ¿Abigail? ¿Yo soy la diosa de ese muchacha increíble? ¿Qué le sucede al mundo?

—Ay... por favor —hace un berrinche y se apena—. No se burlen, es en serio. —Ezra carraspea y yo enderezo mi espalda—. En fin... ¿Podrías conseguirme un autógrafo o algo?

De pronto, la familiaridad que veo en ella tiene sentido. Sus gestos, sus expresiones e incluso su forma de vestirse, todo me recuerda a mí misma porque Abigail simplemente está tratando de imitar a Aisha.

¿Cómo puede ser cierto? Me abruma darme cuenta de los cambios que puedo generar en las personas.

—Tranquila, haré lo que pueda.

Abigail sonríe de oreja a oreja.

—Ay, genial. Invítala a mi fiesta de cumpleaños, si puedes. ¿Okey? —Baja la voz y se acerca a nosotros de forma confidente—. Dile que uno de sus amigos irá, lo contraté como animador. Quise que viniera ella por todos los medios, pero fue imposible encontrarla.

—Ah...

—¿Quién? —me adelanto y pregunto con curiosidad.

—Sorpresa —responde con sus ánimos renovados—. En exactamente diez días lo sabrán. —Nos guiña un ojo—. Van a ir, ¿verdad?

Ninguno de los dos puede responder. Cuando abrimos la boca para hablar, un grito nos interrumpe.

—Ezra, Ezra, ¡hermano! —Corre hacia nosotros un chico con la sudadera del club de natación—. Hasta que te encontré. Te busqué por todo el college.

—Bueno, yo me voy. Nos vemos en las clases. ¿Si? Y en mi fiesta, obvio. —Abi nos sonríe y se despide.

—¿Qué sucede, bro?

—¿Cómo no me dijiste que conocías a esa gatita?

—¿Gatita?

Oh, Dios. Ezra. ¿En serio eres tan ingenuo que preguntas?

—Sí, a esa tal Aisha.

—¿Y qué hay con eso? —pregunta, escéptico. La tensión en el aire sube de manera considerable y siento que me ahogo.

—Ay, hermano. ¡Es obvio! Ya se revolcaron, ¿verdad? —la emoción del tipo me asquea tanto que no la puedo describir—. ¿Tuvieron sexo? ¿Es tan puta como dicen? Ya ves lo que ponen en internet, ¿no bro? Que para subir tan rápido se volteó a medio ViewTube, la zorrita —el chico comienza a reír y yo a llorar.

Lo último que escucho es que le pide a Ezra mi teléfono. Pero yo ya estoy corriendo en sentido opuesto. Con todas mis fuerzas, ignoro el dolor que me causa la torcedura. No veo hacia dónde me dirijo, mis ojos están tapados por las lágrimas de furia.

Escucho un grito. Giro un segundo y veo de reojo asestarle un puñetazo en el ojo a su compañero de equipo. El tipo se cubre con las manos y grita, mientras me señala:

—Oye, hermano, espera, espera. No sabía que esa chica era tu novia. 

✨ ¡Último capítulo del calendario (accidentado, pero cumplido) de Adviento! 🎄📚

En este capítulo, Ezra le da un regalo a Vibel que, como era de esperarse, es hermoso a su manera. 🎁💫 Pero... ¿ella se lo toma de la misma manera? ¿Será un paso hacia el entendimiento o algo que complique más la relación entre ellos? 😶💔

💬 Como siempre, quiero saber qué piensan ustedes:

💭 ¿Qué creen que sintió Vibel al recibir este regalo?
🎁 ¿Cómo interpretarían el gesto de Ezra en su lugar?
🤔 Si estuvieran en los zapatos de Vibel, ¿cómo reaccionarían?
❤️‍🔥 ¿Piensan que Ezra logró transmitirle lo que realmente siente?

💭 Creo que me estoy olvidando de algo más...

.

.

.

Ah, sí. 

¡Tenemos portada de No me despiertesPueden verla en mi último post de Instagram! 🖤✨

 Como ya les conté, No me despiertes no es una continuación directa de 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘥𝘦𝘭𝘢𝘵𝘦𝘴, ya que narra los hechos que ya conocemos, pero a través de los 𝗼𝗷𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗘𝘇𝗿𝗮. 💔✨ Prepárense para descubrir sus pensamientos más profundos, sus miedos y todo lo que nunca dijo. 💭📸

🌟 ¡Gracias por acompañarme durante este calendario de Adviento! A pesar de los contratiempos, fue hermoso compartir con ustedes cada capítulo. ✨

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