14. En serio, eres increíble
I Like The Way You Kiss Me – Artemas
El bus me mece con extraña delicadeza mientras los últimos rastros de sol le abren paso al crepúsculo.
Tengo un vaso de café cortado entre las manos que me caliente las manos. No puedo creer que se haya hecho tan tarde. El tiempo se mueve a una velocidad abismal mientras estoy a su lado y, a pesar de que aún no ha terminado el día, ya extraño lo que viví hoy.
Ezra se ofreció a acompañarme hasta mi casa, a pesar de mis negativas. Le dije que se trataba de un viaje corto, que no se preocupara, que estaría bien. Pero insistió.
Estoy en silencio porque me siento realmente exhausta. Él tampoco fuerza una conversación, y lo agradezco. Luego de la sesión de fotos, recorrimos todo el parque e incluso recorrimos la feria de artesanías, donde le obsequié un nuevo brazalete de macramé en tonos tierras para su colección. Ahora, él tiene la vista clavada en los intricados patrones del tejido y lo gira sobre su piel con un movimiento que me resulta más ansioso que mecánico. Pero Ezra no puede sentir ansiedad, porque es perfecto. ¿Qué podría preocupar a un chico como él?
Ahogo mis tontas teorías con un sorbo de café. Además de nosotros, también viaja una pareja de ancianos que deben rondar los ochenta años: están adelante de todo.
Ezra y yo vamos en la última fila. Como mis únicos testigos son esos simpáticos octogenarios que charlan sobre las noticias del día con el chofer, coloco el café en el apoyavasos, para aprovechar de quitarme la peluca y, con ella, la red y los clips que la mantenían aferrada a mi cabello.
Mi cabello natural está todo encrespado, así que lo dejo en un soso moño desenfadado que se termina por deshacer en un instante. Luego, procedo a desinfectarme las manos para quitarme los lentes de contacto y también retirármelos.
Pronto, será hora de bajar, así que guardo mis cosas en la mochila, con cuidado de no perder nada. El cuento ha terminado y, aunque no son las doce, ya he perdido mi zapato de cristal.
—¿Es en la próxima? —me pregunta con su móvil en la mano.
—Faltan dos —respondo mientras termino mi café—. Cuando baje, puedo continuar sola —vuelvo a decirle. Ya le expliqué que mi casa está en la esquina contraria a la parada, pero él dice que quiere acompañarme—. Es seguro. No te preocupes. En serio. Tú aprovecha de tomar el bus que te lleve de regreso al centro.
—«Creo que conseguí un nuevo fotógrafo oficial» —lee en voz alta. Es parte del copy de mi último post de Mynstagram. Luego, sonríe y niega con la cabeza—. «Selfie con mi nuevo fotógrafo». Hay un emoticón de dos corazones rosados girando, uno de una hamburguesa y otro de un vaso descartable de café. «¿No somos hermosos?». Y finaliza con un lazo rosa. En serio, eres increíble, Vibel.
Trago saliva, sintiendo cómo el calor de mis mejillas empieza a tomar intensidad. Agradezco que esté oscuro y que no me pueda ver con total claridad. Subí un carrousel con varias fotos de hoy. Como la comida, mis uñas, mi outfit completo reflejado en un espejo sucio de un baño. Pero también hay una foto con él que nos tomé recostados sobre la manta, en la que al final él lleva mis anteojos de corazón.
La foto principal muestra la cámara de Ezra y esta, a su vez, enseña la foto que me tomó cuando estaba distraída y no lo miraba. No sé por qué, pero algo en esa imagen me cautivó. Creo que en el fondo es porque Aisha se funde conmigo a la perfección y ahí por fin me siento yo.
Le doy un vistazo a Ezra que sigue mirando absorto las fotos que subí. ¿Qué se supone que significa este día? Aisha ya se fue, me abandono. La hora, mi cabello real, el cansancio, todo juega en mi contra. Soy Vibel, siempre fui Vibel, ya no puedo mentirme.
Me paro del bus para bajar y oprimo el botón sin mirar, de forma automática, porque ya conozco este camino. Ezra también se levanta y, cuando frena el bus, baja tras de mí.
La noche se siente fresca y me eriza los brazos. Sin embargo, no hay ni una sola nube en el cielo. Se pueden ver las estrellas a la perfección, aunque encuentro a la luna. Supongo que está en esa fase del ciclo en la que no se puede ver; no recuerdo cómo se llama.
Tiro el vaso descartable en el cesto de la caseta y tomo aire. Cuando el bus se va, volteo para despedirme. Ya está, esto ha sido todo y acá termina este cuento. Imagino que ahora dará media vuelta y cada uno se irá por su lado. Quiero avanzar un paso, pero detengo mi pie en el aire. ¿Qué iba a hacer? ¿Despedirme con un abrazo? Eso solo si aún «fuera» Aisha, pero ella también se ha ido y de su valentía poco me ha quedado. Un simple «adiós» estará bien. Tengo que finalizar con esto pronto, como si me quitara una bandita que está sobre una herida fresca y el pegamento se ha adherido a los pelitos.
Pero no puedo siquiera empezar a despedirme.
Alcanzo a ver que Ezra se apoya su morral en el suelo y, de pronto, me acorrala contra la pared metálica del refugio peatonal del autobús, donde hay pintado un anuncio municipal que pide no alimentar a las ardillas de Saint Adriel.
Coloca su mano en mi cintura y presiona mi piel con firmeza. Siento sus dedos directamente sobre mi piel. Un shock eléctrico me recorre de arriba abajo y no sé cómo reaccionar; pero sí sé que no lo quiero apartar.
—Vibs, si quieres que me aleje, dímelo —me pide, aunque presiento que en el fondo no quisiera dejarme ir.
No respondo. Su mano derecha se cuela por debajo de mi sweater con facilidad y comienza a recorrer mi espalda casi de forma juguetona. Su mano izquierda está sobre mi mejilla, no tengo ni idea de cuándo llegó hasta ahí. Sin embargo, la aparta para acariciar mis hombros desnudos y, luego de unos segundos, la apoya contra mi nuca. Cada centímetro de piel que roza con sus dedos envía un cosquilleo eléctrico a todos mis nervios.
De pronto, todo su cuerpo se me viene encima. Me siento atrapada. Por más que trate de moverme, no puedo hacerlo. De todos modos, sé que si pudiera, tampoco sabría bien qué hacer.
Ezra me susurra algo al oído, pero yo ya no estoy escuchando. Creo que me pidió permiso para hacer algo, no lo sé. Un puedo retumba en mi mente y, luego, siento que me quita las correas de la mochila para también dejarla apoyada en el suelo.
Ahora, mi cuerpo ardiente se apoya contra el frío metal y las sensaciones duales me confunden. O es Ezra el que lo hace. Sus labios bajan de mi oreja hasta mi cuello y comienza a jugar con mi piel. Siento que la humedece con su lengua, seguida de una pequeña sensación punzante y dolorosa que queda en la zona. No es un dolor desagradable, al contrario, terminó por deshacer los últimos hilos de cordura que me quedaban.
Sus labios me acarician todo el recorrido y, por fin, llega hasta mi boca. Ahí, se detiene y espera. Me muerdo la mejilla interna y cierro mis ojos, llena de expectativas. Tengo miedo de abrirlos y darme cuenta de que esto es una especie de broma retorcida, o de abrirlos, ver que era una broma retorcida, pero que decida besarme igual por lástima.
No obstante, él no me hace esperar. Con delicadeza, comienza a unir sus labios con los míos y yo siento que ya me puedo morir en paz.
Esto no puede ser real.
Ezra pega aún más su cuerpo contra el mío y creo que me busca con necesidad. La delicadeza desaparece y da paso a algo que no puedo identificar, algo que nunca sentí en alguien más: deseo. Como por instinto natural, libero mis brazos de la prisión que significaba tenerlos bajo su pecho y aprovecho para atraerlo aún más contra mí. Enredo mis manos detrás su nuca, buscando eliminar todos los milímetros que persisten en separarnos. Él coloca una pierna entre las mías y baja sus manos hasta mi cintura. Me sube encima de uno de sus muslos.
Me atrae más con sí y me dejo llevar por un beso con sabor a café que desencadena en locura. Mi cabeza ya no funciona. Ya no pienso. ¿Acaso los primeros besos reales no se supone que deberían ser más simples?
Mi voz sale ronca y no sé qué es lo que quiero decirle. No he pensado ninguna frase. Ezra sonríe y noto su mueca entre mis labios. Ahora sus manos están sobre mis omóplatos y acaricia los tirantes de mi sostén.
Esa pequeña acción me hace dar un respingo y abro los ojos. Él me está observando fijo, con atención. De pronto, veo que suelta una risilla, carraspea y se aparta para darme lugar. Con el dorso de su mano derecha se seca la boca y con la otra se despeina el cabello, mira hacia el suelo y niega con la cabeza.
—¿Qué ha sucedido?
Él me mira y noto que, sin quererlo, he hablado en voz alta. Mierda.
Se acerca a mí. Me acomoda unos mechones desordenados que deben adornar mi cara de loca y, por último, deposita un suave beso en mi mejilla.
Estoy en shock. Subo mi mano hacia dónde me dejó el beso y toco la zona como si estuviera congelada. Él continúa mirándome y me sonríe con una picardía cómplice que incendia los últimos vestigios de excitación que hay en mi cuerpo.
Con esto, sé que yo ya perdí.
—Tú misma dijiste, que, a veces, los fans no miden sus acciones —aclara—. ¿Verdad?
OMG, EL BESO. 😱🔥💋
Por fin llega ese momento que todxs esperamos: ¡un beso de esos que hacen historia! 💕✨ Este capítulo es mi favorito, y no solo porque el nivel de hype me quedó por las nubes, sino porque es el primer beso que escribí para una novela. 💖
¿Qué les parece? 😭❤️
Vibel y Ezra nos regalan EL momento que vale cada segundo de espera. 🙌 ¡Estoy ansiosa por leer sus comentarios! 🌟
Además, seguimos con el calendario de adviento de No me delates, con publicaciones casi diarias en Wattpad. 🎄✨ Recuerden que el 25 revelaré la portada de No me despiertes. 🔥
💬 Preguntas del capítulo:
¿Cómo vivieron este momento? 👀¿Fue como lo imaginaron o los sorprendió?¿Qué creen que pasará ahora? 😏
¡Gracias por leer y estar acá! 💖 No olviden dejar sus votos y comentarios, son mi parte favorita. 🌟
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