12. El caballerismo tiene sus límites

Fast Times – Sabrina Carpenter


Salir de casa fue más fácil de lo que había pensado. Simplemente, les avisé a mis padres que iría por una hamburguesa, ya que tenía antojo de comida chatarra, y que luego, pasaría por el parque para —tal vez— tomar fotos nuevas para las redes sociales o grabar videos. En el fondo, no mentí y, tampoco, se opusieron.

No obstante, siento que las cosas no salieron del todo bien.

A escondidas de mi padre, mi madre levantó la cabeza de su notebook de trabajo solo para decirme que disfrutara con «el chico de la bici». Le dije que estaba loca, pero para mis adentros insulté su sexto sentido maternal. No obstante, eso salió mal. Papá la escuchó y preguntó si era el mismo «de la sudadera del equipo de natación».

Hui de casa tan pronto comenzaron a cotejar datos entre sí para ver si estaban hablando de la misma persona o, por el contrario, hay dos muchachos rondando por ahí. Simplemente, me despedí de ellos con un gran portazo.

Para variar, he llegado temprano. Con Ezra quedamos en encontrarnos en la esquina de un FastyFood, pero he llegado casi quince minutos antes. Escogí este lugar porque me pareció que podría camuflarme más. Además, decidimos venir bastante temprano, por lo que muchas personas aún no piensan en almuerzo ya que siguen en sus casas desayunando.

La gente se gira a verme, pero nadie me reconoce. Solo lo hacen porque llamo bastante la atención. Es decir, estoy vestida con una minifalda tiro alto, a cuadrillé en distintos tonos de rosas y un sweater corto de color hueso con las mangas largas, casi hasta los dedos, que enseña los hombros y parte del estómago. Además, llevo accesorios a juegos como perlas, lazos y unos lentes a juego con forma de corazón. Supongo que estoy «bonita»: si yo viera a una chica vestida igual que yo, pensaría lo mismo.

Aunque también podrían voltear porque tengo una peluca platinada que luce muy natural, ya que conserva raíces esfumadas en un color más oscuro, y unas lentillas de color lila claro, al mejor estilo Kargaryen, de Juego de Coronas, pero con una onda 2YK.

Vuelvo a mirar la hora. No sé si es por los nervios o porque Ezra aún no ha llegado. A pesar de que hoy no hace demasiado calor, tengo la sensación de que la temperatura sube en cada momento.

Hundida en mis divagues, una mano inesperada se apoya en mi cintura. Mi cuerpo reacciona antes que mi mente, por lo que un grito ahogado escapa de mi garganta. Mi teléfono vuela por los aires del susto y lo atrapo entre malabares exagerados. Me giro de un salto y me encuentro con su otra mano todavía en el aire, a mitad de un saludo confuso, como si no terminara de decidir si debe continuar con el saludo, ayudarme o sostenerme para que no me caiga.

Los milisegundos pasan y mi piel hierve en el lugar donde tiene su mano apoyada. Intento recomponerme, aunque es inútil tratar de esconder el susto o el sonrojo o ambos. Ezra me mira con una expresión divertida y tuerce una sonrisa encantadoramente provocativa.

—Oye... tranquila —me susurra al oído y un escalofrío me recorre de arriba abajo—. Recuerda lo que hablamos anoche.

Veo su brazo acercarse lentamente a mí y pienso que me va a abrazar. Trago saliva. Solo me roza un hombro para acomodarme un mechón de cabellos que me quedó parado por la sorpresa. Necesito tranquilizarme o esto acabará mal, siquiera, antes de empezar.

«¿Qué hablamos anoche? ¿Qué?», intento recordar.

Toqueteo la funda de goma, con forma de conejo-superhéroe que cubre mi teléfono y cierro mis ojos para calmarme. Están pesados: varias hileras de pestañas postizas enmarcan mis ojos de tono fantasía. Me doy cuenta de que estoy agitada. Me quito los anteojos y los tomo con dos de mis dedos —que son más uñas que dedo— y tuerzo una sonrisa incómoda.

«Oh, ya lo recuerdo...».

Pienso en nuestra conversación y mi mirada se afila, toma seguridad. Vuelvo a tomar aire y siento cómo mi corazón vuelve a estabilizarse. La aceleración baja. Es hora de comenzar el show.

Hoy, aquí, yo soy Aisha Miau, no Vibel. Hoy, soy una viewtuber segura de sí misma; alguien que tiene casi un millón de seguidores en las redes sociales. Hoy, no puedo cagarla, porque Aisha jamás lo haría, y si lo hace, le da igual, porque un error no la define, al contrario le da experiencia.

Además, si eso no me alcanza, como me dijo Ezra, vivimos en una ciudad relativamente pequeña y no debería pasar nada malo.

Me muevo para descontracturar mi espalda y la media coleta sostenida por un lazo bailotea en mi cuello. Estoy lista.

—¿Qué tal estás? Llegas temprano —articulo con confianza y Ezra se ríe.

—¿Hace mucho que llegaste? —inquiere.

«Sé que puedo. Ahora soy Aisha, estoy actuando, es fácil para mí».

Me repito de manera mental frases positivas que me ayudan a concentrarme.

—Solo unos minutos antes que tú. No me gusta la impuntualidad —aclaro.

—Es bueno saberlo, para la próxima —responde.

Esa respuesta para Aisha no significa nada, para Vibel sería un mundo y medio y tres universos de cuestionamientos con galaxias repletas de preguntas. Vuelvo a tomar aire y me quito la pequeña mochila que llevo en el hombro. Ezra me observa con curiosidad, más atento que nunca. Sé que observa todos mis movimientos, pero me obligo a restarle importancia.

—Toma. Esto es tuyo. —Saco una bolsa de papel madera: adentro esta su sudadera del club—. Gracias.

Él acepta el paquete con cierta confusión y lo abre. Su cara se relaja y sonríe.

—¿No podías esperar? ¡Odio andar con cosas en la mano! —se queja entre risas y añade—: De todos modos, esto me lo tiene que devolver Vibel, no tú.

Me vuelve a entregar la bolsa con gesto victorioso e ignoro que, en el fondo, su lógica lleva la razón. Vibel no está aquí en este momento. Es una chica corriente ajena a mí. Aisha es única y despreocupada: mi refugio, mi seguridad.

Admito mi derrota y vuelvo a meter la bolsa en mi mochila. Me llevo el pulgar a la boca y mordisqueo la uña. Está absurdamente gruesa. Toco con mi lengua los strass tipo diamantes de decoración. Suprimo una sonrisa. Las uñas son lo único que Vibel y Aisha comparten y por una cuestión de que están pegadas.

—Además... ¿La lavaste y le pusiste perfume, como en las series de romance adolescente? Si no, no la quiero.

—¿Por qué debería? —chillo sin darme cuenta y añado—: La usé solo quince minutos. Agradece que la doblé y metí en esa bolsa. —Me cruzo de brazos, enojada—. Además, ahora voy a tener que cargar yo con tus cosas.

—De hecho, por eso te la devolví. Duh... —me explica como si fuera idiota—. No iba a andar con cosas en la mano

—¡Pero traes un morral! —me quejo y señalo lo obvio.

—No, estás en un error, no es un morral cualquiera. Es algo mucho más especial —me contesta con un aire de misterio.

Ruedo los ojos y él se ríe de mi actitud. No me toma mucho tiempo ceder para también reírme de lo surreal de la situación. Me coloco los lentes en la cabeza y lo empujo con suavidad.

—Ya mejor vamos a comer. ¡Muero de hambre!

💗💗💗

Observo por la ventana del piso superior del FastyFood y golpeteo con mis uñas la superficie de la mesa, mientras espero a Ezra. Él no tarda mucho en llegar con la comida.

—¡Ufff! Casi se me cae todo en la escalera —menciona mientras divide nuestras órdenes de comida.

—Eso por no querer que te ayude.

—No iba a dejar que Aisha Miau esperara con el resto de los mortales.

—Pues, Aisha es una mortal más. Con estilo, pero mortal al fin. —Poso con mis dedos en señal de victoria para una selfie imaginaria. Ezra no tarda en seguirme el juego. Me fotografía con sus dedos, y me pide con gestos que me acomode de diferentes maneras, como si fuera una profesional en una sesión.

En medio del juego, un mechón de pelo cae y se pega a mi mejilla. Ezra trata de colocármelo detrás de mi oreja, pero yo freno su mano con sutileza, al apoyar la mía sobre la suya. Completo el gesto por mí misma mientras un revoloteo se instala en mi estómago; en el de Vibel, no en el de Aisha. Tengo que establecer ciertos límites. Tengo que.

—En serio. Es increíble el cambio —Me mira fijo, totalmente absorto en sus pensamientos—. Es muy extraño, ¿cómo lo logras?

Clavo mis ojos de fantasía en sus manos. No soy capaz de verlo a la cara. Sé a lo que se refiere. Nos está comparando, evaluando, analizando: «¿Cómo esa chica insípida puede ser Aisha?». Lo entiendo, siempre lo hago y por más que trate de entenderlo, no puedo.

—Confianza y seguridad, eso es —completa él con una amplia sonrisa, como parte de su autorrespuesta—. Deberías compartir un poco de eso con tu doppelgänger, le haría bien.

—Casi tan fácil como volver a nacer —respondo con una sonrisa falsa—.Dime... —carraspeo mientras cambio de tema, fingiendo desinterés en el anterior—. ¿Qué llevas en el bolso que parece ser tan importante para ti?

—Oh, ¿esto? —señala el morral de tela negra y gruesa que descansa a su lado—. Es mi cámara. Estoy un poco oxidado y quiero que me dejes usarla contigo.

—¿En serio? Me en-can-ta la idea —comento con una voz chillona e involuntaria, típica de mi personaje—. Casualmente, en casa mencioné que iría a sacarme fotos luego de comer para...

—Espera... —interrumpe mi discurso aishístico de golpe—. ¿Mentiste para salir conmigo?

Mis mejillas se enrojecen y agacho el rostro. Tomo una papa con cheddar y bacon y me la llevo a los labios con la sensualidad de un gusano. Me río con simpatía.

—No mentí, solo preví el futuro —le guiño un ojo y tomo mi celular para fotografiar la comida.

—Claro, ya veo... —Me observa con detenimiento—. ¿Qué haces?

—Le saco fotos a la comida, obvio. La subiré a internet. Mi deber de influencer es decir dónde estoy y FastyFood... ¡Puff! Hay más de veinticinco en San Adriel.

—Entonces, permíteme. —Sin avisar, me fotografía—. Mi primo, Froy, trabaja en un FastyFood que queda en la playa.

—Tal vez ni me conozca, no alardees por tener mi compañía, jovencito —digo con un tono gruñón y frunzo mi entrecejo, mientras lo apunto con mi dedo.

—Aunque te conozca o no, no dejas de ser preciosa y eso entre los chicos suma puntos —explica.

Sí. Lo ha dicho y como si nada. Sin embargo, siento que me toma como una conquista más, su novia de turno o su nuevo videojuego.

—Excelente —respondo.

Su teléfono suena, según él, es el tal Froy. Pero mi cabeza está en otro mundo: no sé si ofenderme o morirme de vergüenza por el halago, para mí el precioso es él, Aisha es artificial, Aisha no existe. Ezra sí y comienza a reírse.

—¿Cómo suelen ser los fans? —pregunta.

—Depende. A veces, los fans no miden sus acciones y nos tratan como productos, se olvidan de que somos personas «iguales» a ellos... Si vieras todo lo que me escriben a diario, pensarías que estoy loca —suspiro—. Pero por algunos todo vale la pena —sonrío.

—Bueno... no sé cómo catalogarías a esta... —Se ríe.

—¿De qué te ríes? Te aviso que fue «mi» foto la que enviaste. —Me señalo con ambas manos para darme importancia—. ¡¿Qué hiciste?!

—Nada. Es que dice que una de sus compañeras de trabajo se puso como loca al verte y quiere que le mandes un saludo. —Ezra bebe de su gaseosa—. Si no puedes, no hay problema, ¿eh? Solo me dio mucha gracia su reacción. La tipa comenzó a escribirme y le sacó el teléfono a Froy. Escucha, mandó un audio...

Lo miro un poco confundida al mismo tiempo que muerdo mi hamburguesa. Dios. Es la grasa de los ángeles. Está buenísima. Llevo mis codos a la mesa y los apoyo para darme firmeza. Soy un desastre para comer sándwiches, se me está desarmando todo. Sin embargo soy incapaz de prestarle mucha más atención a él, porque mi comida me reclama.

Ezra reproduce el audio de la muchacha mientras yo como unas papas repletas de queso. Escucho a una «fan» con voz atropellada halagarme de forma rándom sin ir al punto durante más un minuto y medio, incluso en una velocidad de 2x. Se siente muy impactante oír la admiración en la voz del otro, es más sorprendente que leerla en cualquier comentario escrito. Oigo su sinceridad, su simpatía, en su tono de voz está la certeza palpable de que en verdad mi existencia le genera algo.

Ezra continúa hablando con su primo por unos minutos más. Yo tomo una servilleta, me limpio mis manos y cualquier residuo que haya quedado en mi boca.

—Lo haré —digo con solemnidad mientras me retoco el gloss de mis labios.

—¿El qué? —inquiere con confusión comiendo una papita.

—Saludarla.

El rostro de Ezra se ilumina y me regala una amplia sonrisa. Él me pone para grabar un audio, pero le digo que no, que prefiero enviarle un video de unos pocos segundos.

Luego... me concentro. Frente a las cámaras, siempre todo es más fácil para mí. Aisha me posee y soy capaz de hacer mi trabajo a la perfección. Creo que en el fondo es porque el móvil no me juzga y la persona que lo hace simplemente está detrás de una pantalla.

Pronto, saludo a la chica con mi característico doble gesto de victoria. Ezra pone cara de repulsión; intento no reírme, porque hasta a mí a veces me da cringe. Le agradezco por sus palabras y suelto alguna que otra tontería como que seguro sus papas son mejores que las de esta sucursal.

—Pídele a tu novio que te reenvíe este mensaje, así te queda —Guiño un ojo y Ezra deja de grabar cuando termino de hablar.

—No son novios —me corrige enseguida—, o al menos eso creo.

—¿Cómo lo sabes? —inquiero.

—Porque si no, ya lo sabría —afirma—. De todos modos... —hace una pausa— tu actuación, todo —parece abatido—, fue increíble. Eres increíble.

—Fue solo un video. —Pongo mis ojos en blanco y elevo mis hombros para restarle importancia al asunto. Luego, de manera disimulada le quito su vaso y bebo un poco su gaseosa, ya que sin darme cuenta ya me acabé la mía y aún me queda media hamburguesa—. Entonces... ¿Vivías en la playa con tu primo? —pregunto, casual para desviar la atención de mi pequeño robo.

—Casi. Estaba cerca, en un pueblo cercano sin playas, solo acantilados —me cuenta—. Pero vacacionamos juntos cada verano —responde. Pienso que me va a contar alguna historia simpática sobre su niñez o sobre cuánto extraña a su primo, sin embargo, frunce el ceño, ofendido—. ¡Oye! ¡Esa es mía! —gruñe y me quita el vaso de las manos—. El caballerismo tiene sus límites, jovencita.

✨ ¡Capítulo 12 listo! ✨

Este capítulo arranca con una cita perfecta, de esas que nos hacen suspirar y replantearnos por qué no vivimos en . 😍📖

Ezra y Vibel siguen compartiendo momentos que parecen pura terquedad del universo. 🌌💥 Pero algo está claro: las emociones están a flor de piel, y lo que viene... es puro fuego. 🔥👀

📝Preguntas

💬 ¿Les está gustando la química que hay entre Vibel y Ezra?

🌟 ¿Qué te está pareciendo esta primera parte del capítulo?
💬 ¿Sentís que Ezra tiene algo oculto o es así de alienígena? 😉
Si fueras Vibel, ¿cómo manejarías esta situación?

¡Comentame todo! 😍 Estoy ansiosa por leer tu interpretación. Sus comentarios siempre me alegran el día. 💖



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