Ocho

La noche estaba entrando en su punto máximo de jerga. El baile se volvia cada vez mas sensual, el alcohol corria y la música estridente no dejaba de sonar.

Inuyasha no dejaba de recorrer el esbelto cuerpo de su novia mientras ella movia sus caderas al son de la música, acariciando todo su cuerpo. Los besos se convertían en mordiscos y estos en chupones. Las leves caricias iban subiendo de tono y las pequeñas risas se transformaban en jadeos que exhalaban pura pasión.

Sin poder evitarlo, tomo la nuca de su pequeña y comenzó a comerle la boca como si no hubiese un mañana. Adentro su lengua para encontrarse con la de ella y comenzar un juego de poder el cual no se sabia quien ganaría. Kaghome se prendio de su camisa, como si su vida dependiera de eso.

Se encontraban en medio de la gente, al lado de sus amigos y compañeros de colegio y, aun asi, no le importaba en lo mas minimo. Nunca en su vida había sentido lo que sentía en ese momento, como si un fuego la quemara por dentro, alojándose en su parte baja.

-Kag... - Siseo Inuyasha, intentando acomodarse mejor sus pantalones – Tenemos que detenernos aquí.

- Lo se – Jadeo la azabache, mirándolo fijamente. El peliplata jadeo profundo al ver sus ojos cristalinos, llenos de excitación. ¿Seria muy mala idea irse de allí solo para llevarla a su casa y hacerla suya? Era todo en lo que podia pensar – No, no podemos irnos – Le contesto como si le hubiese leído la mente y él rio por lo bajo. Apoyo su frente sobre la de ella y beso su nariz.

- Si, lo se, pequeña. Ire a buscar una cerveza, ¿Quieres una? – A punto de decirle que si, miro tras su hombro, encontrando a su amiga que le hacia señas con unas copas en las manos.

- No, Sango me esta llamando – Se besaron con suavidad nuevamente y luego la azabache se acerco a su grupo de amigas. Inuyasha, por su parte, se acerco a Miroku que charlaba con otros compañeros.

- Inu, amigo mio. Ven – El peliplata tomo una cerveza y se apoyo contra el sillón, mientras escuchaba a sus compañeros hablar sobre mujeres, pechos y traseros. Él sonrio. En todo lo que podia pensar en ese momento era en el trasero de Kaghome bajo esa remera larga.

- ¿Y a ti no te molesta que Kaghome ande con esas fachas? – Fue la pregunta que Inuyasha alcanzo a oir. Sin contestarle miro a su pequeña, con sus piernas largas enfundadas por esas botas y ese escote que dejaba su hermoso pecho al aire.

- ¿Molestar? Al contrario. Amo que se vista asi. Tiene bonito cuerpo, si ella se siente comoda y es feliz, yo también lo soy – Sus compañeros lo miraron y solo fruncieron el ceño, como si estuvieran en desacuerdo con esa respuesta.

- A mi si me molestaría si fuera mi novia.

- Que suerte que es mi novia – Inuyasha miro fijamente al pelirojo que le había hecho esa pregunta, sonriendo sin nada de gracia – Ademas, cualquier individuo que se pase de listo con Kaghome, no terminara muy bien. Solo espero que sea inteligente y, si no lo es, por lo menos que sepa rezar – Un silencio sepulcral se instalo entre los compañeros, el cual se vio roto al oir la carcajada de Miroku.

- Creeme, amigo. Con lo celoso que eres, yo también rezaría por el pobre idiota que se atreviese a tocar a Kaghome – Continuo riendo, mientras sus compañeros se sumaban a su risa con poca gracia, sin dejar de ver al peliplata que, cruzado de brazos, seguía tomando su cerveza como si nada.

- Hola, guapos – Un grupo de 4 mujeres se acercaron a ellos y todo, excepto Inuyasha, le prestaron atención. Mas que nadie Miroku, que comenzaba a tener ese brillo de perversión en los ojos, el cual le repugnaba. La misma joven que los saludo se acerco a Inuyasha. No iba a negar que era bella, con cabello castaño largo y ojos del mismo color. Excelente cuerpo, no tanto como el de Kaghome, y diminuta ropa.

- ¿Podemos hacerles compañía?

- Claro, preciosa – Miroku prendio de la cintura a una jovencita de cortos cabellos negros, que reia ante cada palabra que su amigo decía. La sangre de Inuyasha comenzó a calentarse al verlo allí, con esa muchacha pegado a su cuerpo, coqueteando abiertamente. ¿Acaso era idiota? Retiraba la pregunta. Si, era idiota.

Sin medir palabras y antes de que la joven que estaba a su lado pudiera decirle nada, se paro y comenzó a alejarse, pero esta no lo dejo. Se pego a su brazo, apretando sus pechos contra este. Inuyasha suspiro, ¿Por qué la imagen de esa tarde se repetia?

-Dime, guapo, ¿No quieres divertirte un poco conmigo? Se que es cumpleaños de Sango y aunque la adoro, no puedo perdonarle que se vista asi, o sea, ¿Qué clase de mujer se viste con tan poco estilo? Solo ella y la boba de su amiga – Inuyasha se tenso al escuchar como hablaba de su pequeña. Se giro lentamente, alejando su brazo y la miro serio.

- La que es preciosa, puede vestirse como lo desee, porque todo le queda bien. Y hablo por Sango, mi mejor amiga y por Kaghome, mi novia – Sin decir mas nada y tras dedicarle una mirada de rencor a su amigo, comenzó a caminar hacia donde su novia se encontraba, la cual había visto todo y solo reia, muy al contrario de su amiga. Ese maldito mujeriego...

- Espera, Inuyasha – Miroku lo tomo del hombro y al ver su rostro, jadeo. Era increíble como podias darte cuenta de todo lo que ese hombre pensaba con solo mirarlo a la cara - ¿Qué sucede?

- Nada. Vete con tus amiguitas – Volvio a tomarlo del brazo para que no se alejara y lo giro.

- Te conozco. ¿Qué ocurre?

- ¿Quieres saber que me ocurre? Que estoy cansado que hagas siempre lo mismo. ¿Acaso eres estúpido? Estas en la casa de Sango, en su maldito cumpleaños y ni siquiera un maldito segundo dejas de coquetear con esas malditas mujeres. ¿Podes mirar dos segundos su rostro y decirme que siente? – Miroku, disimuladamente, miro hacia donde se encontraba esa pelinegra, la cual se secaba una lagrima mientras reia con Kaghome. Un dolor se alojo en su pecho - ¿La ves? ¿Acaso crees que llora porque se le rompió una uña? ¿Qué piensas decirle? "Lo lamento Sanguito, es que soy un amante de la belleza femenina"? – Imito con burla su voz – No te pido que la ames y que te cases con ella. Te pido que dejes de jugar con sus sentimientos. Por una maldita vez usa tus malditos huevos para algo que no sea follar y dile en la cara que no deseas nada con ella. Rompele el corazón de una sola vez, no continuamente, como lo haces siempre – Se giro dándole la espalda, porque estaba seguro que si seguían con esa charla terminaría diciendo cosas hirientes – Por lo menos este dia tan especial para ella, guarda tu pene dentro de tus pantalones. Estas en su casa. No quiero volver a recordártelo.

Se alejo, dejando a su amigo sin saber que decir. Un sabor amargo se alojo en su boca y un sentimiento extraño revoloteaba en su pecho. El sabia muy bien que Sango estaba enamorada de él y lo mas extraño, y contradictorio, era que el también la amaba. Entonces, ¿Por qué hacia tantas idioteces? Era un completo imbécil.

Unas fuerzas extrañas comenzaron a invadirlo y, cuando vio como Sango comenzaba a subir las escaleras con su rostro cabizbajo comenzó a correr hacia ella como si no hubiese un mañana, corriendo a un lado y a otro a las personas que se atravesaban.

Inuyasha, al verlo, sonrio. No era bueno con las palabras, pero se alegraba de que le hubiese ayudado un poco a su amigo.

-Inu – La azabache se acerco a él, abrazandolo por la cintura.

- Hola preciosa, ¿Me has extrañado? – Beso su nariz con cariño, haciéndola reir.

- Mucho, ¿Y tu a mi?

- No te das una idea cuanto – Se besaron con cariño, cuando un grito de Sango los hizo separarse. Venia cargada al hombro de Miroku, el cual se cercioraba de que no se le viera nada.

- ¡Bajame, Miroku!

- No. No lo hare hasta que lleguemos donde nuestros amigos – Una sonrisa enorme y pervertida se pintaba en los labios de Miroku, el cual no perdia oportunidad de nalguear a esa morena que tan loco lo traía.

- ¡Eres un maldito libidinoso!

- Lo se, bella, lo se – Al llegar a los últimos escalones, se freno y recién allí la dejo en el suelo, bajo la atenta mirada de todos.

- Eres un... - Cuando iba a golpear su pecho, el pelinegro tomo sus muñecas y sin decirle nada, la beso. Sango abrió sus ojos, pero se dejo guiar por esa hermosa sensación que le causaba sentir sus labios.

- Eres preciosa – Miro a todos, los cuales no le quitaban la vista de encima y, casi sin consultarle a Sango la cual seguía embobada por su beso, grito - ¡A partir de ahora, Sango y yo somos novios! – Todos jadearon por la sorpresa, mas aun Sango que lo miraba completamente roja por los nervios y la vergüenza - ¡Y debo decir que soy muy celoso, asi que no se acerquen a mi morena! Muchas gracias por su atención – Volvió a subirla a su hombro, escuchando sus risas y carcajadas, para luego acercarse a sus amigos, donde la volvió a depositar en el suelo. Las amigas se abrazaron al instante, mientras Inuyasha miraba a Miroku sonriendo.

- Los felicito – Se alegro Kaghome, pero luego con total seriedad se acerco al pelinegro, agarrándolo de la camisa y lo acerco a su rostro – La haces llorar y te romperé esta cara bonita que tienes, ¿Esta claro? – Cuando Miroku asintió con su cabeza, sorprendido, ella lo abrazo con mucho cariño – Estoy muy feliz por ambos.

- Se que no será todo perfecto, pero lo podre soportar – Anuncio Sango, cuando abrazaba a Inuyasha. Este asintió con la cabeza y beso su cabello.

- Lo se. Y si no, me dices a mi. Y tendremos una perfecta charla con ese pervertido – La pelinegra asintió con la cabeza, sin dejar de abrazar a su amigo.

- Bueno. Es hora de...

- Sango – Una dulce voz se dejo oir cerca de ellos. Cuando se giraron, notaron a una pequeña de cabellos rojizos con una leve pancita que no dejaba de acariciar con nervios. Tres largos meses habían pasado desde que se habían enterado de la noticia del embarazo, pero a pesar de buscarla por el colegio, no habían dado con ella. Algunos días desaparecia, otros directamente no iba y, aunque habían querido hablar con Kouga, este también las había ignorado monumentalmente.

- Yaya – Pronunciaron ambos amigas, acercándose a la peliroja que agachaba su mirada, totalmente arrepentida.

- ¿Cómo te encuentras? – Kaghome se acerco a ella con cautela, sin querer asustarla, pero se detuvo al ver como ella se tensaba.

- Solo... Solo queria venir a saludar a Sango por el cumpleaños y... - Unos minutos de silencio se hicieron cuando la peliroja miro hacia los dos jóvenes que se encontraban tras ellas.

- Ven, Yaya. Charlemos en mi habitación – La aludida asintió levemente con su cabeza y comenzó a caminar, seguida por Kaghome – Cuida que todo este en orden, por favor.

- Claro, morena – Miroku beso sus labios con suavidad – Ve tranquila.

Al llegar a la habitación, las tres jóvenes tomaron asiento. Ayame junto con Kaghome en la cama y Sango se acerco un banco frente a ellas. Se mantuvieron en silencio, dispuestas a esperar a que la peliroja quisiera hablar. Unas leves lagrimas comenzaron a correr por sus mejillas, pero aun asi, dejaron que mantuviera su espacio, aunque solo querían abrazarla y mimarla.

-Yo... - Con suavidad limpio sus lagrimas, pero no levanto su vista del suelo. Esto era mas difícil de lo que pensaba – Queria... Pedirle disculpas a ambas. Se que estuve mal, que me encegueci y dije cosas muy hirientes – Tomando coraje levanto su vista para mirar a sus amigas, que solo le sonreían con ternura, lo que hizo que su llanto incrementara aun mas – Soy una boba, lo se. No debi...

- Shhh – Kaghome la abrazo por los hombros, besando su cabeza – No digas mas.

- Estas totalmente perdonada, Yaya – Sango tomo sus manos, besándolas con cariño. Ayame no pudo mas y se quebró. Un llanto agonico escapo de garganta, asustando a ambas amigas, que solo atinaron a abrazarla como podían. No sabia que ocurria, porque sabían que su pelea no era la causa de tanto dolor - ¿Qué sucede, Yaya? Por favor, dinos.

- Ko... Kouga – Murmuro entre llantos, logrando que ambas amigas se tensen. Sin necesidad de que les contara, ya sabían que ocurria. Se mantuvieron apoyándola varios minutos, hasta que su llanto se detuvo un poco. Leves hipos escapaban de su garganta, pero estaba mucho mas calmada. Solo se acariciaba la panza, como si eso fuera su salvación.

- ¿Qué te hizo ese maldito miserable?

- Me dijo que era mi problema por no haberme cuidado. Que él no iba a hacerse cargo de un bastardo y mucho menos de una... - Un leve llanto volvió a escapar de sus labios. Ayame, muerta de vergüenza, cubrió su rostro con sus manos. Sus amigas se lo habían advertido y ella, como una idiota enamorada, no había hecho caso. Ahora se encontraba sola, sin nadie.

- Suficiente. No tienes que contar mas – Volvieron a abrazarla, soportando las ganas de ir a asesinar a ese maldito miserable. Era un verdadero bastardo y, por sus nombres, que pagaría lo que le estaba haciendo a su amiga - ¿Puedo? – Pregunto con suavidad la azabache, llamando la atención de Ayame. Tenia su mirada fija en su panza y la peliroja sonrio levemente.

- Claro que puedes – Se tiro un poco para atrás, levantando su remera. Una diminuta pancita se dejaba ver y ambas amigas apoyaron su mano sobre esta. Lagrimas de felicidad comenzaron a correr al sentir un calor diferente. No era el de Ayame, era el del pequeño bolito de amor que encontraba dentro suyo.

- Es... Es mágico, amiga – Murmuro Sango, sonriendo como nunca antes – Es tan pequeño.

- Lo es. Tiene apenas cuatro meses. Es muy chiquito. Me dijo el medico que mide cerca de 13 cm – Ambas amigas la miraban embobadas, sin dejar de acariciar su panza. Luego ambas se miraron y, riendo, se arrodillaron para estar a la altura de la panza.

- Hola, pequeño bolito. Soy tu tia, Kag – Susurro, sin dejar de mimarla.

- Yo soy tu tia San. Te esperamos con mucho anhelo por aquí, cariño.

- Seras un bebé muy grande y amado por todos aquí. Te llevaremos al parque a jugar...

- Te compraremos muchas golosinas y haremos lo que tu madre no quiere que hagas – Se burlo, mirando a Ayame que lloraba en silencio, mientras reia.

- Se que no será fácil, pequeño, pero no te dejaremos solo. Ni a ti, ni a tu madre – Kaghome también la miro, mientras tomaba la mano de la peliroja, apretándola con fuerza.

- Seras el bebé mas amado del mundo, te lo juro.

- Yo... Chicas... Gracias – Un nuevo llanto se avecino, mientras abrazaba a sus amigas con fuerzas. Hasta hacia dos minutos se encontraba perdida, sin saber a quien acudir, ya que su familia tampoco lo había tomado bien. No la habían echado de su casa, pero la ignoraban como si no existiera y eso, maldición, que mal le hacia. Pero ahora se encontraba allí, rodeada de tanto amor y comprensión, que podia tener un poco de esperanza de que todo saldría bien.

- Mew – Un leve maullido se dejo oir y antes de poder ubicarlo, el minino salto a las piernas de Ayame, olisqueo un poco su panza y, luego de dar una vuelta, se acostó para continuar durmiendo.

- Kirara también amara a ese pequeño. Te lo aseguro.

- No se como agradecerles todo esto.

- No lo hagas. Somos amigas. Es lo menos que podemos hacer – Kaghome volvió a tomar asiento a su lado, sin soltar su mano.

- Y lo otro que podemos hacer es ir de compras – Celebro Sango, mientras se ponía de pie con felicidad – Hay que comprarle muchas cosas a ese baby y a su madre también.

- No, yo no tengo dinero.

- No te pedimos dinero, Yaya. Solo te pedimos que vengas con nosotras.

- No puedo aceptarlo, chicas. Es mucho.

- Shhh, hablas de mas, rompes mi inspiración – Corto Sango seria, para luego reir – No pedimos nada, solo que nos dejes estar contigo y bolito.

- ¿Bolito?

- Asi es, hasta que sepamos su nombre, es Bolito – Aseguro Sango, sin dar lugar a discusiones.

- Las quiero tanto, chicas.

- Y nosotras a ustedes – Kaghome limpio su rostro, secando sus lagrimas con suavidad – Bueno, es hora de seguir de fiesta.

- Yo me ire – Murmuro Ayame, pero fue detenida por las amigas.

- Claro que no. Es mi cumpleaños. Tu te quedas aquí.

- Pero mira mi atuendo – Ambas la miraron. Llevaba unas jogginetas y una remera blanca que le quedaba algo grande – Aparte no quiero que me vean asi.

- ¿Qué te vean como? ¿Embarazada? No tiene que importarte lo que digan los demás. Los que te queremos sabemos quien eres y lo que has hecho. Aparte, te ves preciosa con esa pancita.

- Este vestido te quedara hermoso – Sango le mostro un vestido salmon, ajustado al cuerpo, con mangas paisana.

- Es mucho, San.

- No es mucho – Se lo dio en la mano, empujándola levemente hacia su baño para que se cambie – Apurate, no hagas que entre a buscarte.

Varios minutos después, luego de reírse hasta quedarse sin aire y de arreglar a su preciosa amiga, las tres amigas bajaron, encontrándose con la mirada de varias personas que comenzaban a murmurar. Ya sabían de que pero, a pesar de que Ayame se sentía algo incomoda, sus amigas continuaron apoyándola.

-¿Quieres irte, Yaya? – La peliroja miro a sus amigas y luego giro su vista hacia Miroku que le sonreía con alegría parado al lado de Inuyasha.

- No. Quiero quedarme a tu cumpleaños.

- Entonces bajemos y demostrémosle que seguís siendo la misma hermosa mujer de siempre – Kaghome tomo uno de sus brazos, Sango tomo el otro y, sin dejar de sonreir, bajaron hacia donde se encontraban ambos amigos esperándolas.

- Hola Yaya – Saludo con una leve sonrisa Miroku. Ayame fruncio sus labios. No sabia si era por el embarazo o por todo lo que estaba sucediendo, pero cualquier leve demostración de cariño la hacia llorar. Con rapidez se acerco a él, abrazando su cintura y el pelinegro la abrazo, besando su cabeza. Se conocían de siempre, era como una pequeña hermanita y, aunque su alejamiento por Kouga le había dolido, ese momento no era el correcto para decirle nada - ¿Cómo se encuentran?

- Ahora, mucho mejor.

- Es bueno tenerte de nuevo entre nosotros – La peliroja miro con una sonrisa a su amigo, asientiendo con su cabeza pero al girar su vista y encontrarse con la leve sonrisa de Inuyasha, algo en su estomago se revolvió. Le debía una disculpa a ese joven que, sin hacer nada, fue motivo de su odio.

- Inuyasha, ¿Podemos hablar un minuto? – El peliplata se sorprendio ante esa pregunta, pero acepto. Se alejaron un poco, bajo la atenta mirada de sus amigos que solo veian como esa muchacha intentaba explicarle unas cosas, con sus mejillas sumamente sonrojadas. Inuyasha estaba serio pero luego de varios gestos de ella, sonrio enorme. Ayame lo miro y luego de dudar también sonrio. Se dijeron unas cosas mas, afianzando su amistad y, tras darse un apretón de manos, volvieron con sus amigos – Ahora estoy en paz conmigo misma.

- Eres la mejor del mundo, Yaya – Murmuro Kaghome, mientras la abrazaba.

- Ahora hay que bailar – Y sin dejar que dudase, Sango la tomo de la mano guiándola hacia la pista improvisada. Las tres se pusieron a bailar como desquiciadas y, poco a poco, se fueron uniendo sus otras amigas.

- Me pidió disculpas por odiarme sin conocerme – Comento Inuyasha a su amigo, mientras daba un trago a su cerveza.

- Ayame es una chica buena, siempre lo fue. Cambio cuando Kouga comenzó a jugar con ella. Se obsesiono con él y con la idea de que, en algun lugar de su pútrida vida, ella iba a ser importante, pero nunca lo fue. Al principio nos preocupamos, intentamos alejarla pero con el tiempo, nos cansamos y preferíamos tenerla a nuestro lado, que alejarla y que todo terminara como en este momento. Aun no me lo dijeron, pero estoy seguro que Kouga no se hara cargo de ese bebé.

- ¿Cómo puede ser tan basura?

- No lo se. Él también cambio cuando comenzó a juntarse con Bankotsu. No se si lo ve como un líder o que, pero comenzó a comportase como un patan. Hasta conmigo que en algun momento fui su mejor amigo, varias veces quiso comenzar una pelea. No acepta consejos y mucho menos criticas. De nadie.

- Es un idiota – Gruño, viendo fijamente a su novia y a esa peliroja que no dejaba de sonreir. Un instinto de protección había surgido al momento en que Ayame había aclarado todo el tema con él y, como que se llamaba Inuyasha No Taisho, que Kouga pagaría por todo lo que le hacia a esa niña y a su bebé.

- El mas grande de la tierra – Aseguro Miroku, pensando lo mismo que el peliplata. Seguia considerando a Kouga como su amigo, pero bajo ningún termino permitiría que Ayame y su niño sufrieran por sus idioteces. Tendria una seria conversación con él el lunes en el colegio y si no entendia por las buenas, lo haría por las malas.

- ¡Vengan! – Grito Sango - ¡Saquemonos una selfie!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top