Encuentro en el Ascensor
El silencio se prolongó por unos segundos hasta que Blaise habló, su tono casual pero curioso.
—No esperaba encontrarte aquí. ¿Asuntos del Ministerio?
Ginny se encogió de hombros, intentando parecer indiferente.
—Algo así. ¿Y tú?
—Papeles de herencia. Mi madre insiste en que lo revise todo personalmente. Ya sabes cómo es —respondió con una sonrisa ladeada.
Ginny no pudo evitar sonreír.
—Sí, he oído historias sobre tu madre. Tiene fama de ser... intimidante.
Blaise rió suavemente.
—Intimidante es quedarse corto. Pero hablando de historias... ¿cómo estás? Hace tiempo que no te veo.
Ginny notó el tono genuino en su voz y, por un momento, bajó la guardia.
—Estoy... sobreviviendo, supongo. Las cosas no han sido fáciles últimamente.
Blaise inclinó la cabeza, estudiándola con atención. Sus ojos bajaron brevemente a su vientre, y un destello de admiración cruzó su rostro.
—Se te ve bien, Weasley. Hermosa, incluso.
Ginny se sonrojó, sorprendida por el comentario.
—Gracias... supongo.
El ascensor se detuvo de repente, y las puertas se abrieron. Harry estaba allí, sosteniendo un montón de pergaminos, pero su mirada se congeló al ver a Ginny y Blaise juntos.
Los dos en el ascensor no notaron su presencia, ocupados en su conversación. Antes de que Harry pudiera decir algo, las puertas se cerraron nuevamente, dejándolo allí, inmóvil y con una mezcla de emociones en su rostro.
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El silencio en el ascensor se rompió de manera inesperada cuando el estómago de Ginny gruñó audiblemente.
Blaise levantó una ceja, claramente entretenido, mientras una sonrisa divertida se formaba en sus labios.
—Parece que alguien tiene hambre.
Ginny se sonrojó profundamente, llevándose una mano al vientre.
—Sí, bueno... creo que no desayuné lo suficiente.
Blaise soltó una leve risa, pero su tono al hablar era amable.
—¿Te apetece comer algo? Conozco un lugar en el Callejón Diagon que tiene las mejores tartas de calabaza.
Ginny lo miró, sorprendida por la invitación.
—¿Comer? ¿Contigo?
Blaise sonrió, sin rastro de burla en su expresión.
—Sí, conmigo. Podríamos llamarlo... un almuerzo amistoso.
Ginny vaciló por un momento, pero el gruñido de su estómago volvió a sonar, haciendo que ambos se echaran a reír.
—Está bien. Supongo que podría aceptar.
Blaise inclinó la cabeza en señal de aprobación justo cuando el ascensor llegó al vestíbulo.
—Perfecto. Vamos.
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