El Elegido infiel
Ron, sintiendo el calor de su cercanía, dejó que sus manos se deslizaban por la cintura de Barbara. Atrayendola más cerca a él, sus labios se encontraron en un beso lento y exploratorio, pero pronto se transformó en una caricia apasionada.
Las manos de Barbara se enredaron en el cabello de Ron, tirando de él hacia ella sus bocas se movían con una urgencia compartida.
El ritmo de sus respiraciones se aceleró, llenanando la habitación con un sonido rítmico y De los gemidos de Barbara junto con Con los gruñidos de Ron.
Dejándose llevar por la pasión del momento.
La suavidad de los labios de Barbara, la forma en que sus cuerpos aceleraban, sus besos se volvieron más ardiente, cada vez más desesperados. Ron se olvido de las promesas hechas y del futuro incierto que tenia junto con hermione, solamente conociéndote en el presente.
Barbara, gemías sin parar, Ron al escucharla quería tener más de ella, quería que Barbara gritara su nombre estaba totalmente hipnotizado por ella.
Ron no pensaba en nadie más que en ella estaba loco por querer que unirse a ella en uno solo
Ron, acelera la velocidad de sus embestidas.
Los gritos de Barbara, se escuchaba por toda la habitación.
-¡¡Ahh!-Gime Barbara.
El por un momento para con sus embestidas y la levanta en brazos ella se queja, pero rápidamente el la pega a la pared y vuelve a embestirla con fuerza, tomándola desprevenida y que ella gima con fuerza.
-¿te gusta así?-Pregunta Ron mientras pone más fuerza en sus embestidas.
Barbara solo podía grita mientra tiraba su cabeza para atrás, Ron al no recibir respuesta alguna. Le da una fuerte nalgada, en el trasero.
-¡Responde, perra!-Le grita Ron, y se embeste con brusquedad.
-¡Si,si me gusta! -responde Barbara en un grito de placer mientras seguía en un éxtasis de pasión.
HP/GW
En la Mansión Malfoy, la gran sala estaba bañada por una luz tenue, proveniente de las antorchas dispuestas a lo largo de las paredes de mármol. El silencio era denso, como si los muros mismos retuvieran los secretos que habían presenciado a lo largo de los años.
Tres figuras se encontraban en el centro de la sala, cada una sumida en sus propios pensamientos.
Draco Malfoy estaba de pie junto a una de las ventanas, con la mirada fija en el exterior. Su rostro, normalmente impasible, mostraba una tensión apenas perceptible en la línea de su mandíbula.
El peso de las responsabilidades familiares recaía sobre él, pero más allá de eso, había una incertidumbre que lo carcomía, algo que no se atrevía a verbalizar ni siquiera frente a sus amigos.
A su izquierda, Blaise Zabini se apoyaba en una columna, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Sus ojos oscuros brillaban con una calma desconcertante, observando el lugar con una mezcla de indiferencia y alerta. Siempre el más enigmático de los tres, Blaise mantenía su compostura, como si todo lo que sucediera a su alrededor fuera un juego del que él ya conocía las reglas.
Theodore Nott, sentado en una silla cercana, jugueteaba con su varita, haciendo girar el objeto entre sus dedos.
Aunque su semblante parecía relajado, había algo en la rigidez de sus hombros que delataba su intranquilidad.
Theodore siempre había sido el más reservado del grupo, pero en ese momento, el silencio entre ellos parecía más pesado de lo habitual.
Ninguno hablaba. No hacía falta. Las paredes de la Mansión Malfoy eran testigos mudos de demasiadas conspiraciones, y esa noche no era la excepción. Algo estaba por cambiar, y los tres lo sabían.
La puerta de la gran sala se abrió suavemente, y Narcissa Malfoy entró con su característico porte elegante, moviéndose con la gracia de alguien acostumbrada a estar siempre en control.
Su presencia llenó el espacio con una mezcla de autoridad y calma, como si su sola aparición pudiera disipar cualquier tensión presente.
Se sentó en uno de los sofás de terciopelo oscuro, observando con atención a los tres jóvenes.
Su mirada pasaba de Draco a Blaise y luego a Theodore, notando el ambiente cargado de silencio que envolvía la sala.
Tras unos instantes de observación, habló con una voz suave, pero firme:
-Niños, están muy callados. ¿Qué sucede?- Pregunta la mujer rubia curiosa.
Draco, que hasta ese momento había mantenido su mirada fija en la ventana, finalmente giró la cabeza para ver a su madre.
Había algo en sus ojos, una preocupación que Narcissa, como madre, pudo reconocer de inmediato, aunque él intentara ocultarla.
Blaise intercambió una mirada rápida con Theodore, pero ninguno de los dos se atrevió a hablar primero.
-Madre... -comenzó Draco, su voz más baja de lo habitual-. Solo estamos... pensando.
Narcissa entrecerró los ojos, sabiendo que había más detrás de las palabras de su hijo.
No era raro que los chicos se reunieran en la mansión, pero el silencio pesado que los envolvía indicaba que algo grave les preocupaba.
-Pensando... -repitió ella lentamente-. ¿Es sobre lo que está por venir? ¿Sobre la situación actual? -Preguntó, aunque ya parecía conocer la respuesta. Sabía bien en qué tiempos vivían y las decisiones difíciles que se aproximaban.
Los tres chicos permanecieron en silencio, pero la ligera tensión en el aire era suficiente para confirmarle que había algo más.
En eso llega interrumpiendo una lechuza con el profeta, y deja caer el profeta en el regazo de cissy. Y se va, narcissa abre el profeta y abre los ojos de sorpresa.
-¡Pobre niña!-exclama mirando los títulos "el Elegido y el infiel".
Narcissa se queda sin aliento al leer el artículo, con el rostro pálido y los ojos fijos en el periódico. La noticia de la internación de Ginebra Weasley en San Mungo y las especulaciones sobre su estado emocional la afectan profundamente, especialmente considerando el escándalo en torno a Harry Potter.
Sintiéndose confundida y preocupada por la situación de la joven, Narcissa busca comprender mejor el impacto de estos eventos tanto en el mundo mágico como en su círculo cercano.
La revelación de la infidelidad de Harry y la crisis de Ginebra podrían tener repercusiones significativas en sus relaciones y en la percepción pública.
Narcissa sabe que debe actuar con cautela y considerar cómo manejar esta situación delicada.
Draco observa los titulares con una expresión de desdén, frunciendo el entrecejo.
La noticia de la infidelidad de Harry Potter y el colapso de Ginebra Weasley le resulta particularmente irritante. Se cruza de brazos y murmura con desdén:
-Potter, no cambia. Siempre metiéndose en problemas. Es como si no pudiera evitar hacer el ridículo, llendose tras otra.
Theodore, sorprendido por la gravedad de la noticia, se queda en silencio, procesando la información.
Sus ojos se desplazan por el artículo, tratando de entender el alcance de la situación. Aunque no dice nada, su expresión refleja una mezcla de preocupación y confusión sobre cómo la crisis de Ginebra podría afectar a todos alrededor.
Blaise, por otro lado, no puede contener su enojo. Su mandíbula se tensa y sus puños se aprietan mientras lee los titulares.
Frustrado por el comportamiento irresponsable de Harry, lanza:
-Es un imbécil. No puede evitar meterse en líos, incluso cuando debería estar concentrado en cosas más importantes. Ahora Ginebra está pagando las consecuencias.
Narcissa observa las reacciones de los jóvenes, sintiendo el peso de la situación mientras el grupo se enfrenta a la realidad de la crisis que se desarrolla en el mundo mágico.
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