❤ Capítulo I ➳ Son demasiados corazones oscuros ❤


PRIMER ACTO ➳ CUPIDO 

¡No los toquen! ¡Eviten el contacto directo!

  El majestuoso palacio de Cupido es considerado uno de los más pintoresco y versátiles, en comparación con todas las residencias de los otros dioses de la Corte Celestial, esto se debe a que en la mayoría de sus estancias abunda el color blanco como trasfondo y que sus decoraciones, las mejores en su categoría, consisten en invaluables estatuas hechas a base de flores cambiantes, las cuales se tiñen de distintos colores dependiendo del estado de ánimo del mismo dios del amor.

Decir que el hogar tiene la propia esencia de Cupido es describirlo de manera humilde, porque eso va mucho más allá.

La mansión del dios no solo se adapta a sus caprichos, sino que, como un añadido único, es capaz de percibir e informarle al mismísimo dueño cómo se desarrollan los sentimientos de sus almas devotas; los cuales en su mayoría son los humanos de los que se hace cargo.

Así que en el instante en que varias rosas rojas empezaron a cerrarse en sus capullos y cientos de corazones oscurecidos o escarchados empezaron a levitar cerca de su persona, solo podía tratarse de algo malo.

Algo verdaderamente catastrófico.

Unos cuantos corazones llenos de rencor o indiferencias no hacen daño, incluso en ocasiones son necesarios. Nadie mejor que Cupido entiende que no todos los humanos pueden sentir un amor tan incondicional o apasionado como deberían.

A veces, las decisiones apresuradas o las peticiones que llegan a sus oídos no son las más sensatas. Y el dios alado sabe que escuchar los corazones mortales, dándoles justo lo creen necesitar, no siempre trae buenos resultados.

No obstante, él mejor que nadie sabe que hay cosas que deben romperse y destruirse para poder volver a recomponerse y renacer. Y no solo se trata del amor, pues la lujuria y el deseo van por el mismo sendero.

Siendo él, uno de los dioses más experimentados en el área, conoce tanto el lado más dulce y placentero como el más agrio y doloroso de ellos. Y como los demás dioses que están ligados a las emociones y anhelos humanos; sabe cuándo intervenir y cuándo no.

Y la actual situación parece ser las primeras.

—Parece que hay un error, señor Eros —comenta uno de los pequeños querubines a su cargo. Sus pequeñas alas rosadas revolotean con fuerza en el aire, mientras se desplaza de un lado a otro, en un vago intento por recopilar todos los corazones oscuros a su paso—. Hay demasiada negatividad por todo el palacio, señor.

El dios de cabellos platinados cierra los ojos, ejerce más fuerza sobre sus alas y asciende a lo más alto, percibe varias punzadas de dolor por toda su residencia. Chistea los dientes y vuelve a su anterior posición.

—Lo sé, puedo sentirlo —dice Cupido con el ceño fruncido, se masajea las sienes en círculos y toma una bocanada de aire.

Se aproxima a un gran girasol con tintes rosas, posicionado en solitario en un jarrón de cristal, toca un par de veces, cuando este se despierta y brilla, da una orden:

—A todos los querubines de amor y de afecto que tengan labores menores: ¡atrapen todos los corazones oscuros y eviten a toda costa que salga del palacio! ¡Esto es una orden de clasificación espinas venenosas!

Su mensaje es trasmitido a través de cada girasol y flor gigante que se encuentran en todas las habitaciones, pasillos y jardines dentro de su dominio.

Ante el mandato, todos los ángeles que se encontraban en las afueras del palacio procedieron a sellar las entradas principales de la residencia, cortan la comunicación y tanto puertas como ventanas se cierran.

Una vez que todos están en el interior, evitando de manera eficaz el escape de los núcleos, una gran barrera invisible arropa todo el lugar y contiene la negatividad dentro.

Para el resto de los dioses de la Corte Celestial la zona en donde habita Cupido se verá exactamente igual, la sentirá como siempre, sin contratiempos o desequilibrios.

Mientras que en el interior de la barrera la situación se siente un poco sofocante e incomprensible.

Cupido cierra la comunicación y camina hacia el querubín que está a su lado, quién aún trae consigo un par de gélidos núcleos entre sus manos, sin saber muy bien qué hacer con ellos.

—Necesito que posicionen a todos los corazones en una de las habitaciones vacías del Ala Este, coloquen algunos calores y evalúen la cantidad exacta de ellos —le indica al querubín.

El pequeño ángel asiente, ya dispuesto a emprender su vuelo, es detenido por el dios, quien lo toma del hombro con suavidad.

—Otra cosa: eviten tocar demasiado a los núcleos y no les griten, trátenlos con la extrema paciencia y amabilidad posible, ¿entendido?

—Así será, señor Eros —Asiente.

—Yo estaré en mi despacho tratando de... buscar la raíz de este problema y resolverlo.

El moreno desciende al suelo y camina, se apresura hacia el final del pasillo, evitando mirar demasiado cómo la vegetación que suele ser alegre y dulce a su alrededor, poco a poco se encoge y va perdiendo color. Es más que evidente que todo el buen humor se ha esfumado y por tal, su palacio la percibe.

Respira hondo, pasa sus manos por sus rulos blancos. Cuenta hasta cinco e intenta ponerse positivo de nuevo.

—No es tan grave. ¡Esto se resolverá en un santiamén! —se dice a sí mismo, con poca credibilidad.

Pasan varios minutos, que se sintieron horas interminables, hasta que sus ángeles logran agrupar a todos los corazones en una sola habitación y comienzan el conteo.

El dios alado no ha salido de su estudio durante todo ese lapso. La gran habitación que además actúa como un pequeño salón de planificación, pero que justo en este momento parece un campo de batalla, está en un completo caos. Varios hologramas están suspendidos por toda la estancia, mostrando las características básicas de los núcleos: sus emociones más fuertes, así como pequeños datos sobre sus dueños.

Sobre el gran escritorio blanco se encuentra un brillante pergamino virtual que muestra en tiempo real imágenes sobre diversos puntos de la Tierra, en ellas se pueden apreciar a muchas personas conversando entre sí, abrazándose a otros, mostrando su afecto. También el cómo otras se encierran en sus propios mundos o sueños no alcanzados, agobiados, deprimidos y ansiosos.

Pero ni siquiera eso le da alguna pista sobre la situación.

Cupido no ha despejado los ojos de estas imágenes, buscando el o los motivos de porque un hermoso día de preparativos ahora es un rotundo caos.

—No lo entiendo, ¿qué está sucediendo? —comenta entre dientes. Sus alas se encrespan un poco ante la posición tan encorvada sobre la mesa. El moreno extiende sus brazos en el borde de la superficie y se inclina un poco más, dándole un poco más de espacio a sus alas, las cuales se abren por un segundo—. ¿Dónde está? ¿Es que acaso ha ocurrido alguna catástrofe que estoy pasando por alto? —inquiere poniéndose de pie.

Estar sentado por demasiado tiempo sobre una silla de madera, incluso si es una confeccionada por sí mismo para mantenerlo cómodo, es fatigoso.

Chasquea los dedos un par de veces y hace desaparecer el mueble. Ya está empezando a perder la cabeza.

—Veamos: guerras por acá —Hace un ademán para cambiar la imagen en su pantalla—, desastres naturales por aquí, hambruna, enfermedades y... ¡Por mi amor! ¿Qué les sucede a estos niños? Cada día están más destructivos.

El moreno niega un par de veces y se desploma sobre el escritorio, el pergamino se enrosca por sí solo para no importunar su caída.

—Son unos monstruos —sisea el dios.

—¿Te lo parece? Ellos siempre han sido así. No importan cuantas desgracias les caigan o cuantos errores comentan, no cambian —comenta Jörg apareciendo a su lado, despliega con una mano el pergamino y mira con ojos aburridos las imágenes que aparecen—. Aunque puedo ver por qué crees que son peores. Antes no tenían tanto poder global.

—Me gustaban más cuando solo se peleaban por amor —menciona Cupido aún con el rostro enterrado en el escritorio.

—Pero así también comenzaban guerras, ¿no?

—Antes eran más divertidas —dice el moreno, se levanta y vuelve a chasquear los dedos para hacer aparecer una nube rosada y sentarse sobre esta—. O quizás yo era el que le veía diversión a todo —reflexiona—. Padre amaba tomar cualquiera de mis travesuras y transformarla a su antojo.

El pelirrojo mira a su compañero y se sienta a su lado, tocando su hombro con el suyo.

—Ares estará regocijándose en estos tiempos. La Tierra ya es como su patio de juegos personal —agrega el dios.

Jörg se ríe, coloca su codo sobre el escritorio, reposa su barbilla en ella y señala con el dedo índice una fracción del pergamino. Las imágenes cambian por algunos segundos a escenas vívidas sobre anteriores acciones humanas en las que el dios de la guerra estuvo presente: en su mayoría conflictos.

—¿Alguna vez no lo fue, Cup? —pregunta con tono sarcástico Jörg, mira al moreno—: A cómo yo lo veo, siempre ha hecho lo que ha querido con los mortales y sus anhelos más oscuros. No por nada aún, hoy en día, cuando incluso los humanos ya no les rezan a ninguno de los dioses, sigue siendo uno de los más poderosos.

—Por eso mi labor es importante. Mientras exista el amor, podrá existir el equilibrio —expresa el dios con convicción. Observa al pelirrojo y le sonríe—. Incluso tú juegas un papel muy importante, queridísimo amigo mío —agrega al tiempo que pellizca una de las mejillas de su compañero, con suavidad, para luego depositarle un beso en la otra—. Es mejor que se cojan con locura a que se maten en el proceso, ¿no lo crees?

Jörg se encoge de hombros, dejándose hacer por Cupido.

—¡Por los buenos orgasmos! ¡Qué se cojan entre todos y que calienten sus corazones hasta más no poder!—exclama con emoción alzando ambas manos al cielo—. ¡Oh, sí! ¡Me encanta! ¡Orgías y poliamor¹ para todos!

El moreno lo suelta y comienza a carcajearse. La tensión sobre sus hombros se ha disipado y la iluminación del lugar cambia, ya no se nota tan lúgubre como hacía solo unos minutos.

Ver este tipo de cambios positivos es una habilidad que solo el pelirrojo podía provocar en el dios del amor y por eso estar juntos se sentía así de dulce.

—Está bien. Quizás no tanto así, Jörguie. No todos los mortales son dados a compartir, muchos son monógamos² o... más emocionales —dice Cupido tomando aire, aun sonriendo.

—Ah, cierto. Los asexuales³, bueno, ¡una lluvia de chocolate para ellos y que sean felices! Problema resuelto: todos los sexuales, cogiendo; y los que no lo son, tragando chocolate.

—También están los diabéticos...

—¿Chocolate dietético?

—A quienes no le gustan el chocolate...

—¿Lluvia de fresas?

—Los que sufren de gastritis...

—¡No me jodas, Cup! —chilla el pelirrojo, baja los brazos, lo mira con el ceño fruncido y un puchero pronunciado—. Estoy tratando de ayudar y no te dejas.

El moreno extiende su sonrisa, acomoda su cabello blanco hacia atrás y estos se despeinando más de lo usual. Niega un par de veces, divertido.

—Me encantan tus ideas, en serio, Jörg.

—¿Pero...?

El pelirrojo se cruza de brazos y se sienta a su lado, esperando.

—No es tan sencillo. Nunca lo es con el amor, ya deberías saberlo —comenta el dios volviendo su atención a las imágenes, que ahora han cambiado de aspecto: mostrando ahora parejas que parecían ser perfectas, pero no lo fueron; matrimonios que comenzaron mal y terminaron incluso peor; amoríos que nunca se llegaron a finiquitar; romances que apenas pudieron florecer y murieron; y muchas más—. Y con ellos jamás lo ha sido.

Jörg deja caer su cabeza rojiza sobre el hombro más cercano de Cupido y se revuelve un poco, asciende un poco, entierra su nariz en el cuello ajeno y deposita un beso ahí, sacándole una nueva risa a su amigo.

—Pero siempre sabes cómo resolverlo. Eres el más talentoso, inteligente y audaz dios que conozco.

Cupido se endereza, extiende sus grandes alas y carraspea con exagerada arrogancia.

—Sí, probablemente lo soy. Gracias por notarlo.

El pellirrojo lo rodea con sus brazos, por la cintura y asiente varias veces.

—Ahora, quizás deberíamos...

Un par de toques a la puerta interrumpe las palabras de Jörg, quien suspira con hastío y toma un poco de distancia del dios. Cupido le permite el paso al ángel, quien resulta ser el mismo que está a cargo de la investigación.

El pequeño angelito de alas rosadas entra a la estancia percibiendo el desorden del lugar y el cómo tanto el dios del amor como el demonio con aspecto aterrador comparten una misma nube. Temeroso, se mantiene cerca de la puerta, pero un gesto por parte de Cupido lo obliga a aproximarse hasta el escritorio.

—Se-señor Eros, le traigo nueva información sobre los... eh, corazones —menciona el pequeño evitando la intensa mirada del pelirrojo.

Cupido codea a Jörg y éste desvía la mirada hacia la pared.

—¿Han logrado ubicar la causa? —pregunta Cupido.

—No, pero sí la zona de su mayor concentración, señor.

El moreno abre los ojos sorprendidos, no había pensado en esa posibilidad. Durante el tiempo en el que estuvo solo sumergiéndose en datos inútiles llegó a pensar que las congregaciones eran inusuales, pero nada más.

Cupido asiente y le exige al ángel proseguir.

—Bien, ¿dónde es?

—Caracas, mi señor, es la capital de Venezuela. Un país de América Latina, está ubicado justo en la línea ecuatorial y...

Naguará, muchacho —comenta Jörg, divertido, llamando la atención de los otros dos. Cupido lo mira interrogante—. ¿Qué? Conozco esa zona. Allá cogen mucho.

¹ Poliamor: Es la relación afectiva, emocional y sexual que tiene tres o más personas entre ellas.

² Monogamia: Es el tipo de relación de pareja con una sola persona. Es decir, solo dos personas están involucradas.

³ Asexuales: Son personas que no experimenta atracción sexual y/o no desea contacto sexual.

Naguará: Frase típica de Venezuela, quienes más la usan son los valencianos, pero se ha extendido por toda la Gran Caracas en los últimos años.

N/A: ¡Hola, dulcecitos!

Me he tardado más de lo esperado con este capítulo, pero es que quería darle el toque perfecto entre: escenarios y progreso para que se vaya entendiendo la situación. Si bien la historia se rige por un disparador, me gusta la idea de meterles el contexto e irlos aclimatando 7u7r

Ahora sí, la sección de preguntas curiosas:

¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Les gustó?

¿Qué opinan del palacio de Cupido? ¿Les gustaría conocerlo más? ¿Visitarlo? ¿Vivir ahí? (Luego veo como hago pa' dibujarlo o buscar referencias)

¿Cuáles son sus teorías sobre el motivo u origen de los corazones negros/congelados?

¿Qué me dicen sobre las ideas de Jörguie? ¿Les gustaron? ¿Les gustaría que se aplicaran? 7u7r

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

¡No se olviden de votar, comentar y compartir si les ha gustado, esta historia se nutre de vuestro apoyo!

Los quiere siempre, Dorian.

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