#3.

Montevideo, Uruguay.
29 de febrero de 2016.
20:30 pm


Sin poder evitarlo me siento muy feliz, Glenda me dijo que va a abrirme su corazón lo que me da a entender que también ella me declarará su amor. Luego de terminar mi coreografía Rafa decide que ya es hora de que comience a tratar de, según él, arreglar el desastre que soy. Yo no creo verme tan mal, pero decido callarme y acatar sus indicaciones.

Me da un antialérgico de su hermanita para que ya no estornude, aunque hace un rato que eso no secede, y el resto es todavía más fácil. Me humedece el pelo, le pasa un peine y vuelve a colocarle gel pero esta vez queda brilloso por completo y fijo, que no es lo mismo que duro. Le agrega encima un poco de spray para pelo que usa su madre para el volumen. Después de eso desaparece y cuando vuelve lo hace con una sonrisa triunfante.

—Mirá, esta muda de ropa es de mi tío Saúl, de cuando hacía shows en los años '90. Tiene que servirte y con ese estilo vas a quedar mejor que con lo que llevas puesto ahora.

—¿Te parece? ¿De qué hacia shows tu tío?

—Sandro de América y también a Raphael, por eso yo me llamo así —ríe mostrando todos sus dientes.

—No sé...creo que mejor voy así como estoy. Este look de caballero de época me queda infartante. Mirame —digo mientras me giro sobre mi mismo.

—No seas tonto. Dale, andá al baño y cambiate.

Resignado hago lo que mi amigo dice. Ya dentro del baño me quito lo que llevo puesto y me tomo cinco segundos para observar detenidamente la ropa del tío Saúl.

Empiezo por el pantalón, la pierna izquierda la coloco sin problema pero cuando hago equilibrio en ella para ponerme el resto de la prenda, me desestabilizo y caigo. Me sostengo de la pared pero mi pie cae dentro del wáter trancándolo.

Comienzo a hacer fuerza para sacarlo de allí y de golpe hago mi cabeza hacia atrás y me doy de lleno contra la hoja abierta de la ventana provocándome un leve mareo. Ya cuando logro dejar de ver triple sigo con mi pie y logro sacarlo de allí. Al acabar de ponerme el pantalón me doy cuenta de que el tío es un hombre bastante más alto que yo, ya que tengo que doblar el ruedo siete veces y también atármelo en la cintura con el cordón de una zapatilla que hay allí. Después de eso me pongo la camisa de color blanco de base y cubierta de rombos azules, grises, verdes, naranja, amarillos y magenta. Con ella tengo más suerte que con el pantalón ya que las mangas solo debo doblarlas en tan solo seis veces.

Salgo del baño con mi nuevo estilo de galán matador rengueando porque mi pobre pie todavía duele. Ponemos más spray en mi pelo y quedo hermoso, parezco el doble de Elvis Presley en su mejor época solo que con ojos marrones, el doble de nariz, labios más finos, manos más chicas, dientes un poco chuecos y brazos no tan formado pero tengo la misma sonrisa matadora y mirada penetrante e intensa, tanto que soy capaz de hipnotizar a un hipnotizador.

—¡Pero mirate, mi sangre! ¡Sos todo un galán, bro! Glenda va a caer rendida entre esa facha y el poema que recién termine para que le des con las calas.

—¿De verdad hiciste eso?

—Sí, pero...¿por qué estás rengo?

—Es que... —no puedo decirle la verdad, me muero de vergüenza al seguir aumentando mis desgracias del día —me golpeé.

—Ah, bueno. ¿Querés escuchar el poema?

—¡Obvio, desembuchá!

—Ahí va —aclara su garganta —

«Si me dieran a elegir
entre vivir o estar a tu lado
preferiría un segundo a junto a ti
que una eternidad llorando tu ausencia
por no haber podido tocarte ni una teta»

—¿No te parece cómo una mezcla rara entre trágico y degenerado? Sin contar que no creo que rime mucho.

—Sin duda es mejor que los tuyos.

—Puede ser...bueno, ¿vamos? Quiero llegar con tiempo para visualizar el lugar —digo tratando de alzar ambas cejas, cosa que me es imposible y mi amigo cree que tengo ganas de ir al baño por lo raro que mi gesto sale.

Ya llegando a la puerta de la calle la mamá de Rafa nos ve haciéndonos detener.

—¿Qué es todo esto Rafa? ¿Por qué Theo tiene la ropa de mi hermano y luce como una caricatura antigua de un personaje mal hecho?

—Gracias por tus halagos Liliana —le digo al bode del llanto.

—Lo siento cariño, no quise hacer que te sintas mal, pero no puedo permitir que salgas así a menos que vayas rumbo a una fiesta de disfraces —Ya no lo soporto y empiezo a llorar como bebé recién nacido. Entonces Rafa le cuenta toda la historia de mi amor por Glenda, que decidí declararle hoy mis sentimientos y todo lo que pasé durante el día de hoy desde el momento en que me levanté.

Liliana piensa por unos instantes y luego habla.

—Rafa, buscá el jean más nuevo que tengas y esa remera gris que te trajo tu abuela el otro día, vos Theo vas a ir a darte un baño de veradad ¡pero ya! Olés a vómito mezclado con vainilla.

—Es que cuando estaba en el baño vistiéndome me puse un perfume que hay ahí.

—¿Sin bañarte? —asiento— ¡Ay Dios! Dale, movete.

Esta vez todo sale bien. Hay shampoo, crema, el dolor de mi pie se calma con el agua fría y mi nalga ya no tiene nada. Al salir de allí me espera una muda de ropa limpia, nueva y sin polvo, mi pelo se ve limpio, brilloso y con movimiento. Si con los estilos anteriores me veía infartante ahora luzco condenadamente fuerte, buenísimo, estoy re violable, apetecible y lo más probable es varias chicas se derritan por mí, pero solo tengo ojos para mi Glenda.

Liliana nos lleva a Rafa y a mí en su auto, pasamos por una florería en el centro y compramos calas nuevas, limpias y bien vistas. Mi salvadora y nueva mejor amiga me extiende un pequeño sobre perfumado y en su interior hay una hojita con las palabras más bonitas que leí en mi vida.

« que quizá no lo merezca

y tal vez antes te lo debí decir

yo te amo mi Glenda

y mi corazón late por ti.

Dame una oportunidad

para hacerte feliz».

Le doy las gracias a Lili, bajo del auto y allí esta ella, hermosa con su blusa verde agua, su pollera de lanilla rosa con flores rojas y turquesas y sus zapatos favoritos, esos que heredó de su bisabuela, que falleció atropellada por un carrito de helados sin frenos, el mes pasado. Los kilos que aumentó estas últimas semanas son notorios porque un poco de su vientre sobresale bajo la blusa y para completar el conjunto el saco de pana color naranja que le regalé para un cumpleaños suyo hace dos años. En su cabello suelto tiene la tiara gris con flores azules que pertenece a su sobina. Me acerco a ella sonriente y ella repite el gesto dejando ver sus brackets.

—Hola Theito.

—Hola Glen —le doy las flores.

—Gracias, no debiste molestarte.

—No es nada. ¿Pedimos los helados?

—Claro.

Hacemos la fila esperando nuestros helados de uva y chocolate, y nos miramos sabiendo que hoy nuestra relación cambiará para siempre. Ya sentados es ella quien habla primero.

—Sé que tenés algo importante que decirme, pero dejá que hable yo primero porfa.

—Pero es que...

—¡Por favor!

—Está bien, decime.

—Sé que tendría que haberte contado esto antes, sé que tal vez te enojes por haberte escondido algo así y hasta puede que termines con nuestra amistad, pero no puedo seguir callando esto, no con vos —suspira y yo sonrío para darle ánimos—. Theo yo...yo...yo...sufro de hemorroides.

—¿Qué?

—Eso que escuchás, desde chica me la paso con hemorroides todo el tiempo, es por eso que siempre evito ir a comer a tu casa; tu madre le pones mucho picante a las comidas. Y después ellas vienen y me hacen la vida imposible —esta al borde del llanto, visiblemente afectada.

—¿Es por eso que no te sentaste bien durante diez días después de la fiesta de aniversario de mis padres? —asiente— ¿Por qué no me lo dijiste frutillita...?

Estuvimos ahí, abrazados largo rato. La consuelo, me cuenta experiencias sobre sus hemorroides, como aquel día que le salió una roseta y no podían sacársela, o las tantas veces que tuvo que pasarse cremas antibióticas y antiinflamatorias...fue hermoso.

—Theo... ¿Qué es eso tan importante que tenés que decirme? —la miro a los ojos y su vista verde tintinea del brillo producido por el farol de la esquina. Sé que es el momento.

—Glen, yo... —me olvido de mi discurso, así que le digo lo primero que me nace en ese instante, que resulta ser algo profundo, sincero, inolvidable. Algo lleno de sentimientos, de poesía. Algo hermoso y delirante— me gustás.

—¿Qué? ¿Yo, Glenda? ¿Yo te gusto?

—Sí, y mucho —le doy el poema y en silencio lo lee.

—Sos un amor Theito. Las chicas ya me habían advertido de esto pero yo no les creí.

—Sí... Yo vine dispuesto a todo. Quiero salir de la friend zone en la que estoy desde que te conocí, quiero que seas mi novia.

—Me gusta esa idea —sonríe. Sonrío. Sonreímos.

—Voy a besarte —le aviso para que pueda pasarse saliva en sus resecos labios.

—Está bien.

Me acerco a ella lentamente. Su aroma natural a azúcar quemada es hoy más intenso y me pega tan fuerte en mis sentidos como tomar un té de cebolla. Enredo mis dedos es su cabello mal peinado y no puedo sacarlos de allí. Cuando al fin junto nuestros labios es sublime. Por su sabor sé que ha merendando pan de ajo. Cuando tengo la suficiente confianza, meto mi lengua en su boca, ella hace lo mismo. Me engancho en sus brackets y sangro; el sabor a ajo se mezcló con el del herrumbre. Es perfecto.

Nos separamos, luna refleja en su rostro y se nota más potente su acné.

—Te amo Glenda.

Ríe nerviosa haciendo como un cerdito.

—Te amo Theo.

Tomamos mi celular, en Youtube buscamos el que sería nuestro tema y en el parque, bajo las estrellas bailamos al ritmo de «la macarena».

Falta el epílogo.

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