La vela

Todas las tardes, la abuelita Julia colocaba una vela en el alféizar de la ventana. Cuando empezaba a anochecer, la llama iluminaba con su débil luz su humilde hogar. Desde que se fue su hijo Sergio que le prometió que colocaría una velita al anochecer, para que pudiera encontrar su casa, aunque se hiciera de noche.

Los años pasaron. Pero Julia no faltó a su promesa ni un solo día. Esperaba que su hijo volviera, y poder verlo, aunque fuera una última vez.

Esa noche colocó la vela junto a la ventana como siempre. Se hizo un vaso de leche como todos los días. Se tomó su pastilla para el corazón. Y llamaron a la puerta.

Julia abrió y sus ojos se llenaron de lágrimas. Su corazón cabalgó lleno de alegría. Allí estaba Sergio, su hijo,  y lo abrazó. Lo besó... y la brisa de la noche apagó la vela.

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