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Mirarte por la milésima vez sigue sintiéndose como la primera...
Viktor Nikiforov y Otabek Altin fueron dirigidos al salón principal, donde ambos fueron sentados en un enorme sofá color blanco con detalles tallados en madera. Eran diferentes tipos de escrituras, oh eso pensó el kazajo, ya que los grabados se parecían a las letras que aparecían en los libros que Yuri a veces leía.
Era algo frustrante para ellos estar allí en ese momento, no podían decirse nada, había demasiados sirvientes en el lugar y las paredes tenían oídos, así que algo que sonara mal los podría mandar a la horca más rápido de lo que pensaban.
Altin tenia la mirada perdida, sin moverse de su lugar, aun recordaba toda esa sangre corriendo, la fuerza en su brazo, el sonido de un cuello siendo cortado. Aun recordaba lo que había hecho y sentía su corazón rompiéndose cada vez más. ¿Qué era ahora? ¿Un humano que mata a los suyos? ...
Antes de que pudiera seguirse torturando mentalmente, el peliplata le acarició el cabello. La mano de Viktor pasando por su cabellera le relajaban, le hacían sentir tranquilo, porque sabía que Viktor, aunque no quisiera admitirlo, le cuidaba como si fuera un bebé aún.
El kazajo acabó recargándose en el hombro del mayor mirando al suelo. Nunca pensó que llegaría el día donde deseaba no haberse ido nunca de esa casa. Deseaba regresar, estar con Viktor, vivir como lo hacían, cultivar su comida, cocinar su comida, platicar de cosas prohibidas, conocer más sobre los humanos.
Por un momento sus instintos, toda esa historia genética que carga consigo parecía florecer lejos de los Auras y los Heras. Parecía apreciar más las cosas, parecía que todo era mas simple y vivir no se trataba de sobrevivir, sino, de algo mas simple pero mas único.
¿De qué dicha gozábamos antes de que ellos llegaran? ¿Éramos buenos? ¿Éramos malos? ¿Por qué dios nos castigó de esta forma?... ¿Por qué nosotros nos dejamos castigar de esta forma?
– El cielo lucio muy azul hoy, lo miré por la ventana. Siento que será un buen día – dijo el peliplata. A lo que el kazajo sonrió levemente. Él no había notado nada, pero creía sin duda las palabras de Viktor.
– Si... – Respondió secamente, acariciando la tela suave del sofá.
Ya habían pasado 20 minutos, y se habían quedado solos, con algunos guardias en la puerta. Otabek Altin quería hablar con Viktor, pero lo máximo que iba a obtener ahora era tener al peliplata acariciándole el cabello como apoyo.
¿Por qué Viktor solía acariciarle el cabello? Creo que aprendió ese modo de su dueño, de como lo trata la familia real, y es uno de los pocos modos de afectos que conoce además de los sexuales. Viktor solía hacérselo a si mismo, acariciarse el cabello, suspirando, mirando al cielo de noche, como si esperará que alguien más llegara por él.
– El cielo lucio muy azul hoy, lo miré por la ventana. Siento que será un buen día. – repitió el peliplata sin mirar al moreno, mirando por aquella ventana. Interrumpiendo los pensamientos del kazajo.
Altin entonces comprendido que no se trataba de un comentario al azar, sino, que trataba de decirle algo al kazajo, y por fin el más joven había captado el mensaje. Cerro lo ojos concentrándose en sus memorias, hasta que recordó, la historia donde el cielo se volvió tan azul que nadie nunca espero que fuera la ultima vez que un humano levantaría el mentón con orgullo de vivir.
Fue ese día, donde la humanidad vivía como quería, hacia lo que quería y moría como quería; Aquella época, donde no importase quien fueras, que querías, y a donde ibas, al final, todo era posible si tomabas la decisión de hacerlo.
Aquellos días donde la gloria de la humanidad brillaba como el mismísimo sol a un lado de las estrellas.
Lo recordó por completo...
Fue una historia que Viktor escuchó cuando aún estaba en la tienda de humanos. Antes de que el joven príncipe lo comprara. Según él, había un humano viejo, que estaba a punto de ser llevado a un albergue. El humano viejo le había contado una historia antes de irse. Una historia que le fue dada a él por el humano más viejo que había estado antes...
"Ese día el cielo era muy azul, él dijo que era muy pequeño en ese entonces pero aun podía recordar cual azul era, casi como bellos ojos potentes color zafiro. Fue en las noticias que se dieron cuenta de algo que cambió por completo el día a día de la tierra. Antes, la tierra se dividía por países, que estos eran grandes extensiones de tierra con un nombre donde Vivían grupos de humanos con diferentes costumbres, cultura y tradiciones. Él dijo que fue en un lugar llamado Perú donde se vio en el cielo un enorme halo de luz. Él dijo, que la persona que le contó esto vivía en un lugar de Filipinas. Que estaba cruzando el océano así que no era como si le afectara a él. Pero que aún así sintió como se erizó su piel al ver esas imágenes. Entonces, cuando descendieron, cuando al fin ellos tocaron tierra y el ojo humano se cruzó con los ojos brillantes de esos seres... solo pensó en algo estúpido. Algo gracioso. Se puso a pensar que hacían allí esos extraterrestres que lucían tan perfectos en su planeta. En perspectiva, un humano se muda de casa por muchas cosas, por un nuevo comienzo, por una nueva vida, por mejoras o por dolor. Entonces que tal si esta especie, estos extraterrestres, buscaban lo mismo, un comienzo... lo malo de los comienzos era que siempre tienes que terminar algo antes de volver a empezar..."
Viktor le había recordado algo, que tanto los Auras y los Heras habían salido de su planeta a conquistar por algo, y que tal vez ese algo se trataba de su punto débil. Y que si aun seguía con la loca idea de ser su igual, entonces tendría que descubrir su pasado para entender su presente y conquistar el futuro.
¿Qué habrán sentido los humanos al verlos? ¿Qué habrá iniciado la guerra? ¿Cómo era el mundo antes de todo, antes de que esta tierra fuera tierra de nadie? ...
El moreno suspiró mirando a la puerta, llevaban allí una hora, ni siquiera tenían agua, comida, o algo con lo que entretenerse. Fue hasta que el kazajo pensaba que morirían allí encerrados, que la puerta se abrió y dos personas entraron. Uno con el uniforme de la guardia real de Hera y otro con el de Aura.
Y justo detrás de ellos, los reyes caminaron. Otabek Altin pensaba que realmente debería ser pesado tener que actuar como rey todo el tiempo, llevar esas ropas preciosas, esas joyas, esas coronas. Pero al final, no era nadie para argumentar algo sobre eso.
– Otabek...
La voz que rompió el momento fue la del mismísimo rey de Aura. La mirada del rey era inaccesible, escondían sabiduría y mucha experiencia tras de ellos, pero también otras cosas, que el kazajo no sabía pero podía sentir.
– ¿Si mi rey? – dijo el más joven inclinándose.
– Vendrás conmigo, Viktor, sigue a Toshiya. Antes de que vean a los príncipes tenemos que mostrarles el lugar donde trabajaran, y algunas reglas, así que por favor, solo sígannos. Además Otabek, tenemos que hablar.
"Tenemos que hablar" fue lo que dijo el rey, y Otabek Altin sentía sus rodillas temblar. Estaría solo,sin Viktor, sin nadie quien pudiera rescatarlo si llegaba un momento inevitable. Por supuesto que tuvo miedo de golpe, pero no podía mostrarlo. Solo asintió y siguió al rey, dejando a Viktor detrás con Toshiya.
El peliplata ya conocía sus posiciones, así que sabía que si Toshiya se estaba tomando el tiempo de explicarle esto nuevamente es porque en sí, quería hablar con él. El gran rey de Hera era alguien calculador, nunca en su vida había perdido un mundo, una batalla o conquista, nunca en su vida ha perdido un soldado. El arte de la guerra que tienen los hijos de Hera en la sangre era inigualable.
Pero, el arte de la guerra que corre en la sangre de la dinastía Katsuki, era incomparable. Y su longevo rey que lucía joven y con muchísimos años mas para gobernar, era aun mas intimidante. El ruso pensó que preferiría ver mas un rostro furioso del rey de Hera a verlo sonreír ante él. Porque su sonrisa solo significaba que tenia el control de todo, y su ira significaba que no encontraba una estrategia para continuar.
– Viktor, a veces cuando te veo, me recuerdas al cielo de este planeta. Tan azul con nubes blancas o grises. Siento que es hermoso y a la vez me fastidia. – dijo el rey, tomando asiento en la biblioteca personal de su familia, que ahora pertenecía al príncipe Yuuri. El peliplata no pudo ignorar el hecho, de que cuando tuvo su despertar sexual, Yuuri lo había tomado en este lugar sin cansancio. Le dolió como el infierno su trasero ese día.
– ¿Le recuerdo algo malo mi rey? – dijo el peliplata, de pie, a unos metros de él, sin pisar la alfombra.
– No exactamente, solo que, me fastidia que seas humano, es todo. – contestó el rey tomando un libro – Un chico con tus habilidades seria un buen guerrero de Hera, pero eres demasiado frágil, un golpe mío y te tendría en una silla de ruedas para siempre.
Y los ojos marrones hicieron contacto con los azules. Viktor odiaba cuando esos ojos marrones se depositaban en él. Ese brillo, era como ver a un conquistador a punto de degollarte la cabeza.
– Mi deber no es pelear cuerpo a cuerpo mi rey. Mi deber es proteger al príncipe Yuuri y a su esposo usando las armas proporcionadas por usted y poder darles tiempo de protegerse. Daría la vida por la familia real.
– Lo sé. – el mayor rio – Ven aquí.
El peliplata se acercó, y apenas dando el primer paso el rey volvió a reír. Negando con la cabeza.
– Viktor, dije que vinieras aquí. Yo no soy Yuuri, así que ven como lo haces conmigo. No seas tímido, no es como si mi hijo estuviera mirándote ahora.
El ruso tensó la mandíbula, y con el dolor en su alma quedo arrodillado, para después andar a gatas hasta llegar a lado del rey, quien le acarició el cabello mientras seguía leyendo. Al rey le encantaba tratarlo como una mascota, adoraba ver al peliplata rebajado a lo que es, una simple mascota real.
Por su parte, Nikiforov odiaba sentir la mano de ese hombre acariciándole el cabello, haciendo que una simple acción lo hiciera sentir tan humillado e impotente. Hacerlo sentir como una cucaracha a punto de ser pisada.
– Te noto tenso Viktor. ¿Qué tienes? ¿No te gusta que te acaricie?
– Yo disfruto todo lo que venga de la familia real. – respondió rápido el ruso algo nervioso.
– Lo sé. Supongo que tantos años fuera, libre de nosotros, libre de mi hijo, libre de los Auras y los Heras mientras enseñabas a ese cachorro de humano te gustaron mas de lo que debería. – el rey suspiró siguiendo las caricias – Pero quiero recordarte que esos días donde te sentías el rey del mundo, acabaron. Tu lugar es aquí, sirviendo a nosotros, aceptando todo con una buena cara y poniendo tu vida en peligro si nosotros lo pedimos. Eres un guardián, ese es el significado de tu vida, así que por favor, no quiero sentir como tu piel se eriza de impotencia cada vez que te hago arrodillarte ante mí.
El peliplata mordió sus labios, en miedo y en ira por la impotencia. Sabia que seguía, lo sabía, y quería huir lo más rápido de esa habitación, quería correr con Yuuri, quería ser abrazado por Yuuri. Nunca pensó necesitarlo tanto como ahora.
– Si mi rey...
– Supongo, que aquí vamos de nuevo... – dijo el rey retirándose la corona y el cabello que caía en su cara peinándolo hacia atrás con sus manos levantándose. Se parecía mucho a su Yuuri cuando hacia eso, se parecía pero no era el mismo – ¿Cuidaste tu salud mientras no estabas?
– Si mi rey. – respondió el peliplata viendo la alfombra.
– ¿Cuidaste bien de ese cachorro? – preguntó el rey, retirándose su gabardina, y demás adornos reales y joyas, quedando en una simple camisa de manta por debajo mirándolo.
– Si mi rey. – respondió de nuevo el peliplata. Apretando los puños, aguantándose las ganas de salir corriendo.
– Viktor, ven aquí. Ya sabes que hacer.
El peliplata suspiró. Esperaba que el kazajo pudiera comprender ahora. Pudiera comprender que tenia que perder mucho para ganar solo una cosa. Perdería todo, lo que es, lo que fue, pero al menos le quedaría como opción decidir lo que será.
El ruso se levantó, quitándose la gabardina, desabotonándose el chaleco y quitándose la camiseta. Tenso la mandíbula cuando tuvo que quitarse los pantalones y miro una vez mas esos ojos marrones llenos de poder que le veían de vuelta. Este jodido hombre, de mas de 100 años, que parecía un hombre apenas a punto de cumplir 38, con ese porte, esas ropas tejidas a mano, ese atractivo de hombre de edad, y ese color rojo que reflejan sus ojos marrones, eran lo que mas odiaba Viktor en el mundo.
Semi desnudo, solo con la ropa interior de manta que usaba, quedo en cuatro mirando la alfombra. Ese hombre no lo hacia por satisfacción, lo hacia por entrenamiento, usaba todo a su alcance para someterlo. Nikiforov usaba todos sus recuerdos, sus sentimientos y fuerza para huir de allí, aunque fuera solo su mente... donde nadie pudiera hacerle daño.
El kazajo trataba de aprenderse los nombres que el rey de Aura mencionaba de los lugares, de las personas a las que le respondería. Se emocionó un poco cuando supo que Sala Crispino, Isabella Yang y Guang Hong eran nobles de la familia de Aura. Esto quiere decir, que eran las familias que podían estar cerca del príncipe y del rey.
Era por eso por lo que Yuri siempre salía con ellos, y era por ello por lo que Yuri había huido en un intento de aplazar el compromiso, con él a esa casa, cerca de los terrenos de la familia Yang.
Entonces sabía que podría volver a ver a Jean, a Mila y a Leo, se preguntaba cómo estaban, si estarían bien, si habían cambiado, todo, absolutamente todo de ellos quería saber.
– Otabek, este lugar es mi biblioteca privada. Ahora es de Yuri. Aquí se encuentra lo mas importante de nuestra civilización. Nuestra historia y conocimiento. –El mayor miró al kazajo y este lo miro de vuelta. – Ahora este lugar le pertenece a mi hijo, tu príncipe.
– Entiendo.
– ¿Tienes alguna pregunta?
– Si este lugar es tan importante, ¿Por qué me lo muestra? No entiendo, pensé que se guardaban las cosas importantes.
El rey no pudo evitar reír, no importa cuánto hubiera crecido o que tan gruesa fuera su voz, el kazajo seguía siendo tan inocente y curioso como cuando era un niño. Recordaba a su hijo Yuri llamarle día y noche, porque un niño no lo dejaba dormir de tantas preguntas.
– Dios... es porque no importa que leas todo esto, un golpe mío te mataría. ¿Crees que le tengo miedo a un cerebro tan inferior como el tuyo? Podrías aprender todo de nosotros y nunca podrías ganarme en un juego de ajedrez, ni siquiera usando Aura.
– Pero sería divertido ¿No? – dijo el moreno soltando una risa suave que sorprendió al rey.
– Te parece a tu padre. – dijo el rey captando toda la atención del moreno. Había dicho padre, nunca había visto a su padre, solo a su madre, solo a ella. Nunca había pensado ni siquiera que tenia un padre, solo había sido Yuri y su madre todo el tiempo.
– ¿Disculpe?
– Años atrás tuve un humano. Era fuerte y muy salvaje, tenia estos ojos verdes aceituna potentes, y le encantaba estar cuidándome. Cuando nació Yuri también lo cuidó a él, debiste ver como protegía su cuna, no dejaba ni que la mínima partícula de polvo lo tocara. Un amigo mío abrió una tienda de mascotas, donde vendía a los humanos, él tenía un bello ejemplar de una Romanov hembra. No quería cachorros realmente, pero mi humano necesitaba al menos procrear, y mi esposa, la reina, optó en que lo dejara.
– ¿Soy hijo del antiguo humano de la familia real? – dijo el kazajo mirándolo.
– Algo así, en sí, tu padre era muy diferente. No era un guardián, era una mascota que nos cuidaba porque le nacía. Además de complacernos en todo lo que le pidiéramos, era... diferente, muy diferente a ti. Era estúpido, salvaje, y apenas podía hablar.
– ... ¿Usted hizo que mis padres se conocieran?
– No, tus dos padres eran idiotas, ¿Conocerse? Apenas sabían limpiarse el trasero solos, yo solo lleve a mi bello ejemplar Altin con esa Romanov. Pero desearía que nunca lo hubiera llevado. Desearía que nunca hubieras nacido a decir verdad.
– ¿Qué? – el kazajo frunció el ceño viéndolo.
– Hubo algunos conflictos después de que se aparearan. Tu padre comenzaba a parecer mas interesado en saber de ti y de ese humano hembra que de la familia real. Así que le tuve que romper el cuello y librarlo de sus dudas. Me sentí traicionado por mi humano. Lo críe desde niño y ¿Me lo paga así? Dejando de interesarle mi protección, escapando para ir a verla, quitándose su collar. Detesté eso. Lo odié. Tenia un bello humano de una raza de pelea, y ahora, después de que esa hembra resultara embarazada, solo tenia a un humano que quería me imploraba, dejarlo libre y poder cuidar a su familia. ¿Dejarlo libre? ... eso me destrozó el corazón.
– ... ¿Lo mató porque él quería estar con los suyos?
El mayor tomó asiento en la biblioteca mirándolo. Realmente ese cachorro se parecía mucho a su Temir, demasiado, tenia el mismo tono de piel, casi el mismo rostro... Era como verlo de nuevo, y eso le hacia sentir impotencia y querer torturarlo.
– Teníamos un vínculo especial y él lo desechó. Lo amaba, le amé siempre, desde que creció, cuando aprendió a caminar, cuando aprendió ha comunicarse un poco. Era mi mascota, era mi familia, y... no le importo. Solo quería estar con ella ahora, contigo... ¿Qué sentirías si la mascota que ha estado toda la vida contigo decidiera abandonarte de un día para otro y nunca más volver?
El kazajo frunció el ceño mirando al suelo, no podía responder esa pregunta, dado que no tuvo una mascota. Bueno, un día se encontró con un perro salvaje en el jardín, era bebé y lo cuidó, le alimentó y protegió del frío. Por supuesto que rompió su corazón cuando el perro creció y huyó de él. Uniéndose a una manada... ¿Qué podía decir? No, no podía decir nada.
– Pero por supuesto que mi reina se enteró de esto, y no dejó de reprochármelo todos los días. – dijo el rey rompiendo el silencio – Pasaron los años y ella se enteró de que Temir había tenido crías, así que le dijo esto a nuestro hijo y este salió disparado por ti en ese instante para criarte como suyo. Le dije que era mala idea, que un día crecerías y buscarías tener crías... Y algún día tratarías de quitarte ese collar con desesperación.
Ambas miradas se cruzaron, la mirada llena de sabiduría color azul, y los ojos indomables negros como la noche. Tal vez el kazajo si quería quitarse el collar con desesperación, pero nunca en su vida, pensaría en abandonar a Yuri.
– Siento que sea lo que sea que diga, usted nunca creerá que tengo una lealtad total a Yuri y a la familia real.
– No eres tan estúpido como pensé. – suspiró el rey mirándole – Otabek, ¿Sabes lo que es tener que ser la mascota de la familia real?
– Servirlos solo a ustedes.
– Y complacerlos. – comento al final el rey notando como se tensaban los músculos de los brazos del kazajo. – Sabes que nosotros tomamos el placer sexual diferente a ustedes. Los humanos buscan un compañero para toda la vida, nosotros no, incluso casados tenemos múltiples parejas. ¿Entiendes eso? Si mi reina te quisiera en su cama tendrías que estar allí, si yo te quisiera en la mía tendrías que estar allí, lo mismo con Yuri. Mi reina solía adorar a tu padre en su cama, al igual que yo disfrutaba de su cuerpo, por supuesto, Yuri era muy joven para esos servicios pero si no lo fuera, estoy seguro de que lo hubiera hecho, al final, Yuri adoraba a Temir... ¿Qué tan leal eres ahora?
El kazajo miró al rey. Un hombre de tez blanca, atractivo y de buen cuerpo, que seguramente tiene más de 100 años, pero luce como si apenas estuviera por cumplir 39 o 40, con esa mirada llena de incertidumbre. Solo había algo que hacer en esta situación y el kazajo lo sabía.
– Estoy listo para complacerlo a usted, a la reina y a quien me pida. Nunca me negaré a ello, nunca, no importa que prueba quiera ponerme día con día, o con que personas quiere que duerma cada noche. Lo haré, lo haré sin dudarlo. – el moreno se inclino ante el rey – No me importa si quiere verme como mi padre, si quiere gritar el nombre de mi padre si llegamos usted y yo a pasar una noche juntos. Haré todo lo que me pida, sin reproches y sin nunca tocar este collar que pueda zafarse de mi cuello.
– Eso es interesante. Muy interesante... Acompáñame a los jardines Otabek, antes de que vuelvas con mi hijo. Quiero mostrarte algo.
El rey sintió algo en su piel, que el kazajo estuviera tan decidido y dispuesto era una señal de alerta. Para bien o para mal, una persona tan dispuesta a todo da demasiado miedo, porque no sabes con que amarrarla a ti. Además, alguien tan neutro, que no deja ver realmente lo que hay detrás de esos ojos potentes, da aun mas miedo que todo lo que se había enfrentado en su vida.
Pero al mismo tiempo, le gustaba el sentimiento de adrenalina que el kazajo solía provocar solo con esa mirada mas negra que la noche.
Agotados, ambos chicos fueron devueltos al salón principal donde unas enormes escaleras de mármol adornaban al centro del lugar. Viktor abrazó al kazajo al llegar y este le abrazó de vuelta, ambos se sonrieron y se quedaron allí, recargados en una pared antes de que algo nuevo pudiera pasar.
– ¿Cómo te fue? – preguntó el peliplata mirando al kazajo.
– Creo que bien, descubrí muchas cosas, pero siento que debo ser fuerte con todo lo que se venga en mi vida.
– Bien.
– ¿Y a ti? – dijo el moreno mirándole de reojo.
– Hmm... la misma mierda de siempre pero estoy acostumbrado. Estoy feliz de volver.
– Que bien.
Antes de que pudieran decir algo más, hacer una broma o un comentario gracioso, fue cuando ocurrió lo que habían esperado años atrás. Viktor Nikiforov se quedo sin aliento cuando alzo la vista, se quedo sin dolor, como si todo hubiera sanado, se quedo sin odio o ira hacia todos, se quedo en blanco sin poder apartar su mirada zafiro de ese lugar.
Su corazón se detuvo en ese instante.
Allí, en la cima de las escaleras estaba Yuuri Katsuki, con su traje negro de príncipe de Hera, que tiene esos toques plateados con joyas, con su corona de color blanca y brillante, peinado hacia atrás con sus alas presentes y abiertas. Seguía siendo el mismo sentimiento, seguía creyendo que era lo más hermoso que había visto en todo lo que llevaba de vida.
Lo vio bajar lentamente y volvió a sentir un deseo sexual incontrolable, sobre todo de esas piernas largas, de esa cintura pequeña, de esos hombros grandes y delgados, de esa belleza incomparable. No pudo apartar para nada la mirada de aquel príncipe que le había robado el aliento desde que inició su existencia junto a él.
No pudo decir nada cuando lo tuvo cara a cara, frente a él, brillando más que siempre..
El peliplata sintió sus rodillas temblar cuando ambas miradas se cruzaban tan cerca, aun notando que el príncipe es más pequeño que él, le dio ternura, quería abrazarle y besarle, quería arrancarle la ropa y tomarlo, quería hacer muchas cosas, pero sabía que no era el lugar, sabía que tenía que comportarse porque las paredes tienen ojos y oídos.
– Viktor, al fin vuelves a mi lado. – dijo el príncipe, sonriéndole con los ojos llorosos de felicidad, acariciándole suavemente la mejilla.
– Mi príncipe, estoy a sus servicios. – dijo el peliplata arrodillándose ante él.
– Mi Viktor – Katsuki quería tirársele encima, besarlo, abrazarlo, dejar que Viktor se lo follara una y otra vez, pero no podía, no podía en lo absoluto. Viktor lucia demasiado sensual y hermoso, varonil e indomable como le encantaba desde que lo compro ese día. Ahora con la edad de 26 años, Viktor era definitivamente algo exquisito para el ojo humano, herano o aurante. Quería reclamarlo como suyo, quería dormir en sus brazos, quería muchas cosas pero no era el momento. Así que solo una simple caricia en el cabello tendría que bastar por ahora. – ¿Tu eres Otabek? Cambiaste mucho desde la última vez que te vi. Eras un chiquillo flaco e ignorante. Apenas podías pronunciar nuestro idioma bien.
– Viktor me entrenó y crió como debe ser para servir a la familia real de Aura – dijo el moreno, haciendo lo que le enseñaron, inclinándose ante la familia real – Estoy al servicio de su esposo – esa última palabra le seguía matando por dentro. ¿Esposo? ... pero era su Yuri, ¿Por qué no podía serlo por completo?
– ¿Escuchaste Yuri? Tu cachorro volvió como un hombre. ¿No estas feliz?
– Lo estoy.
El moreno alzó la vista y lo vio.
Allí estaba su vida, allí estaba su muerte, allí estaba su futuro y su motivo de respirar. Allí estaba siendo tan perfecto y él tan humilde, allí estaba la razón de sus corazonadas, la razón de sus locuras y la razón de su existir.
Usando una gabardina blanca adornando su bello y estético cuerpo, su cabello rubio trenzado y peinado hacia atrás, con la corona color negro adornando como toque final. Sus ojos esmeralda intensos y brillantes como el neón por las noches, su piel de nieve, sus labios de rosas, sus alas brillantes y abiertas. Era un ángel, era lo más cercano que vería de un ángel, lo sabía, esa belleza era incomparable.
Yuri Plisetsky era la creación mas bendita del universo, creado con el simple fin de hacerlo caer ante sus pies sin importar cual vida, cual universo distante existiese, él siempre caería ante Yuri Plisetsky, porque era eso, un complemento para Otabek Altin, nada mas y nada menos, eran y estaban condenados a amarse en cualquier línea del tiempo, en cualquier universo, en cualquier lugar...
Se puso nervioso mirándolo bajar las escaleras, de pronto su mente se quedó en blanco sin comprender que tenía que hacer ahora. Su bella figura, su incomparable belleza, sus ojos intensos y esmeraldas llenos de amor y de dolor, unos ojos de soldado dispuestos a todo.
No dijo nada, incluso olvido como respirar hasta que lo tenía cara a cara.
Yuri dio una leve sonrisa, acariciándole la mejilla a lo que el kazajo disfruto como si nunca hubiera sentido una caricia en la vida. Se sentía débil ante Yuri, tenía tantas ganas de abrazarlo, de muchas cosas, pero al mismo tiempo, quería hablar con el sobre lo que había pasado, sobre lo que pasara, hacerle saber a Yuri que estaba dispuesto a luchar por ellos incluso si con eso acababa con todo a su paso.
– Beka, bienvenido a casa. – dijo acariciándole el cabello, a lo que el moreno se tuvo que inclinar para que Yuri alcanzara bien. Se quedo de rodillas al final, disfrutando los delgados dedos de Yuri pasar por su cabellera.
– Estoy en casa. – la voz gruesa y varonil del joven le sorprendió al príncipe de Aura, haciéndolo morder un poco su labio. Quería tirársele encima, desnudarlo, dejar que Otabek lo complaciera todo el día. Pero no podía, no ahora. Había regresado siendo un hombre, esos músculos, ese rostro, ese porte, esa voz, todo le hacía temblar. La mirada intensa del kazajo hacia sus piernas temblar a tal punto que tenía miedo de que ocurriera un accidente en sus ropas interiores. La madurez del moreno le hacia feliz, le hacia al fin feliz de tenerlo como igual, de no sentirse mal al romper toda su inocencia, de sentirse al fin libre de hablar y hacer cosas con un hombre que comprenderá todo, y no con un niño que se asustaba de todo.
Amaba tanto a Otabek Altin que estaba dispuesto a todo, lo sabía, ahora sin dudas, que tendría que hacer todo para protegerlo y protegerlo de los planes que tenían los reyes.
– Yuri, iré con Viktor a mi habitación a mostrarle donde se quedará. Te veo en la noche – sabia por la mirada de Katsuki, que era mentira, no se verían en la noche, porque ninguno de los dos saldría de su habitación desde ahora. Ninguno de los dos volvería a compartir cama, y solo fingirían que lo hacían desde ahora.
– Si Yuuri, hasta luego, haré lo mismo con Otabek. – dijo el rubio, besando la mejilla del príncipe de Hera.
El kazajo ni siquiera sintió molestia de ese beso, porque ahora estaba completamente embobado con la belleza de su amado príncipe. No importaba el bello día, el sonido de pasos de los sirvientes, los guardias moviéndose y que se escuchara el traqueteo de sus armas, allí solo existía el ahora y el hoy, y el hoy eran esos bellos ojos esmeraldas resplandecientes como luces de neón en la noche.
Yuri le pidió levantarse y lo hizo. Con una mirada de ansiedad ambos se miraron, y el príncipe de Aura comenzó a caminar poco a poco, a lo que su humano le siguió. Pasaron pasillos, caminando, haciendo que los minutos se sintieran como horas, no fue hasta que llegaron a un pasillo donde ya no había sirvientes y los guardias habían quedado atrás, donde ahora estaban solos.
El rubio tomó la mano de su humano, haciéndolo caminar a su lado mientras unas puertas de madera blanca se postraban delante. El moreno no soportó más su ansiedad y deseos, y acabó por robarle un beso a su ser amado que le correspondió con pasión, aferrándose a él.
No se dijeron nada, porque no había que decirse, lo sabían, su lujuria estaba controlando sus acciones, y ahora solo querían atravesar esas puertas que los llevarían a horas y horas de placer sin descanso.
¡Hola!
Espero les haya gustado el capitulo, por cierto, para dejar las cosas mas en claro. Ambos reyes, Toshiya y Yakov, se ven muchísimo mas jóvenes. Toshiya luce como un Yuuri maduro, y Yakov como un hombre maduro, de unos 35 -40 años. Como se dijo, estas especies son mas longevas. Así que son como DILFS. xDDDDD
Pero Lenzz, ¿Que es un dilf? Si no lo saben les pongo un ejemplo.
Chris Hemsworth es un DILF. Un hombre con hijos y ya maduro, y que es demasiado sexy. Punto. xD (Aunque estoy segura que todos ya lo saben)
Ya se viene el hard :3, bueno, no se, a veces no me da ganas de escribirlo así que no les aseguro nada.
¡Saludos a todos!
Lenzz Fuera :3
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