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Aún puedo ver el fuego de rebeldía en sus ojos...
Fue el dolor en el pecho lo que lo despertó.
No sabía que día era, no sabía dónde estaba, y mucho menos sabía si estaba vivo o solo era su muerte jugándole una mala jugarreta. Lo único que sabía, era que el cielo se veía realmente azul, y los arboles eran enormes y verdes, tan hermosos, nunca pudo ver algo así, su cuarto no tenía ventanas, y solo podía hacerlo cuando pasaba la noche con Yuuri. Era tan hermoso para ser verdad.
Le recordaba a vivir con Yuuri, en aquella casa perdida en el tiempo cuando era cachorro. Solo él y su príncipe anhelando el futuro de cosas mejores. Quería volver, regresar a las épocas donde Yuuri no tenía tantas obligaciones, donde era rebelde y las rechazaba, donde ambos podían disfrutar la libertad solos. Pero un día llego la noticia, de que el príncipe quería demasiado a su mascota. Y ese día su padre entró en la casa. Asustado, el peliplata trató de defender a Yuuri, pero un solo golpe lo mandó a azotar la pared. Sin poder moverse tuvo que presenciar como el rey ponía un castigo en el príncipe, como la golpiza que le dio, le hizo ver que Yuuri, tal vez, quedaría con un trauma tan enorme, que no volvería a abrir sus alas nunca más.
Desde ese día, tras amenazas y disciplina, Yuuri tenía tanto miedo de perderme que comenzó a obedecer.
Obedecer las reglas, obedecer que tenia que casarse, obedecer que tenia que tener un heredero. No importa si hacia sufrir al otro Yuri, el solo buscaba la protección de su humano, porque si obedecía a Toshiya, su seguridad estaba asegurada.
– Quiero ver... tus alas abiertas... una vez más – murmuró para si el ruso antes de volver a caer dormido.
Una suave brisa en su rostro lo hizo abrir los ojos de nuevo.
Se levantó con un fuerte dolor en el pecho, y notó que pegado a él, del lado de su corazón, había una especie de armadura cubriendo la mitad de su pecho y parte de su brazo izquierdo. Le ardía, y podía notar su piel enrojecida debajo, pero no era imposible moverse. Apenas se movió un poco y esta armadura se encendió de un color más brillante, y el ruso sintió dolor en el pecho, como un golpe.
– ¡Tsk! – un quejido al aire resopló entre las copas de los árboles.
Desorientado, logró ponerse de pie, mirando que estaba acostado en una cama improvisada con una cobija y hierbas por debajo para amortiguar su cuerpo. Miró que efectivamente era un bosque, y miró que a unos 3 metros se encontraba una silueta, que poco a poco fue dando forma. Allí estaba Otabek Altin, poniendo unos trozos de carne a cocinarse en la fogata. Allí estaba, sin camiseta, mostrando esa armadura que solo le cubre parte del pecho. Con unos simples calzoncillos, y algunas cicatrices en la piel. Allí estaba aquel cachorro al que le había cogido demasiado cariño.
– Despertaste Viktor, me tenías preocupado, Otabek, esta despierto – dijo una voz familiar, Chris, era Chris que ahora le tomaba del mentón revisándolo. ¿Qué hacía Chris aquí? ¿Qué pasaba? ¿Dónde estaban? Solo recordaba cosas vagas, sabía que había surgido un problema y él estaba herido, pero no entendía porque estaban allí ahora.
– ¿Qué esta pasando? ¿Chris?
– Espera deja acabar de revisarte – dijo el noble checando el cuerpo del ruso – Parece que Aura hizo su trabajo, digo, estas de pie. Costillas pulverizadas, piernas rotas, brazo derecho roto, te rompieron el cráneo, sangrado interno interminable. Eres un hijo de puta duro de matar. – comenzó a reír el rubio abrazándolo de golpe – Por Aura, tenia miedo de perderte.
– ¿De qué hablas? – dijo el peliplata, correspondiendo el abrazo.
Pero antes de que el rubio pudiera responderle, un joven se lanzó contra Viktor abrazándolo desesperado. Por supuesto que el peso del kazajo ya no era el del chiquillo que Viktor solía cargar, ahora era un hombre jodidamente pesado, así que acabaron en el suelo. El peliplata sintió dolor por supuesto, pero los lloriqueos que hacia el moreno lo hicieron reír mientras le acariciaba la cabeza. Puede que Otabek sea un hombre, pero sigue teniendo esa manía de llorar por los demás. El peliplata se pregunta si alguna vez había llorado por él mismo.
– ¡Viktor! ¡Pensé que no despertarías! – lloriqueó el muchacho abrazándolo – tenía miedo de estar solo, tenía miedo cuando inyecté Aura en ti, pero toda esa sangre, tu cuerpo parecía gelatina, no sentía tus huesos, tenia mucho miedo.
– Otabek, tranquilo – dijo el peliplata acariciándole la cabeza suavemente – Estoy aquí, estoy bien, dios eres un niño.
– ¡No soy un niño! – se quejó, y Viktor solo comenzó a reír, claro que lo era, podía tener 60 años y seguir siendo un niño enorme.
– Gracias por salvarme.
Dijo el peliplata mientras le acomodaba el cabello al moreno, ya estaba más largo, y recordó solo por un momento, como solía sentarlo entre sus piernas para cortarle el cabello, a veces quedaba bien, a veces mal, pero, el kazajo nunca se quejó.
– De nada. – sonrió el joven abrazándolo una vez más para después soltarlo.
– Ya que acabaron de amarse, ¿Puedo al fin responderle a Viktor que pasó? – comentó el Hera sonriente.
– Si. – respondió el moreno.
Los tres hombres se sentaron cerca de la fogata, y el Hera estiró sus alas suavemente para después volverlas a guardar.
– Pues pasaron muchas cosas mientras dormías, en primera, tienes que saber que han pasado 5 días desde que Otabek te rescató. – Giacometti ladeó su cabeza – Y el reinado está tambaleándose.
– ¿Por qué?
– Bueno, cuando Otabek te salvó de Toshiya, vino a los bosques contigo. Estabas muriéndote, gracias a Aura dentro de ti todos estos años, fue lo que impidió que tu cuerpo cayera más. Otabek llegó a este lugar, donde encontró una cabaña perdida en los bosques. – dijo el Hera – La cabaña pertenecía a alguien que había visto, y oído de él, pero, que nunca tuve el placer de conocer, al menos no íntimamente, me refiero a que no éramos amigos. Yo no era la persona que soy en este entonces creo...
– ¿De qué hablas Chris? – preguntó curioso el ruso – ¿Esa cabaña tiene dueño?
– Si, pertenecía a Temir Altin. – contestó el rubio mirando al moreno.
– ¡¿Mi padre?! – asombrado el moreno sonrió – Mi papá entonces era libre, intentaba ser libre.
– ... algo así. – contestó el rubio – La cosa es que la cabaña fue un último regalo de la reina a este humano. Yo me enteré porque, un amigo mío me dijo que si pasaba algo, le ayudara a Temir. Era un humano, uno ruso, uno que quería demasiado a Temir, que quería ayudarlo de todas las maneras posibles. Uno que cuido el secreto de la cabaña cuando descubrió como la reina quería ayudar a ese humano – el Hera suspiró mirando de reojo al peliplata que lo veía curioso – Su nombre... era Iván.
El peliplata le dio una suave palmada en la espalda al noble quien lo miró.
– No sé qué le pasó a Iván, pero te afecta hablar de él, así que no tienes que hablarnos más de él si no quieres.
– Siempre preocupándote por todos ¿No? – sonrió el noble acariciándole el cabello al ruso – La cosa es que cuando yo llegue al siguiente día, no había nadie, Temir Altin nunca llego aquí, a esta cabaña. Por supuesto, que semanas después, escuche que murió Temir.
El moreno sintió dolor en el pecho, al final estaban hablando de su padre, y puede que nunca lo viera o tan siquiera supiera como era, pero, aun así, le dolía. Si él hubiera llegado, tal vez, él habría nacido en libertad.
– Esta cabaña estaba equipada para sobrevivir, armas para cazar, Aura encapsulada, todo. Dos horas después de su huida, la de ustedes obviamente, la reina me llamó, mas bien, ambas reinas me llamaron. Pensé que me habían descubierto, que me matarían, pero solo me entregaron las armaduras y una carta para cada uno. Y así mismo, una carta para cada príncipe. Me dijeron que los ayudara, y que esperaban verme de regreso en madre cuando llegara el momento. Ellas huyeron a "Madre" nuestro planeta origen.
– ¿Por qué las reinas querían ayudarnos?
– A lo mejor al igual que nosotros, estaban cansadas de como las cosas iban aquí. Sea cual sea la razón, no importa, lo importante es que nos ayudaron. – suspiró el noble – La armadura que tienen pertenece a sus príncipes. Es un artefacto complejo, así que trataré de explicarlo de una manera sencilla. Como saben, los Auras y Heras controlamos energías, flujos que van y vienen en diferentes direcciones, es por ello por lo que podemos sentir a distancia la presencia de una persona u otra. Como este especifico poder de localización que tenemos, arruinaría su huida, las reinas me pidieron que se las pusiera a ustedes.
– ¿Qué es lo que hace la armadura? – preguntó el moreno.
– Inyecta Aura a su corazón directamente. Los príncipes en la guerra ponen semillas de Aura viviente en la armadura, para tener su propia fuente del poder. Y así nunca cansarse en la lucha. Claro que nuestro Core no es tan frágil como su corazón humano, pero no lo pensé dos veces, así que hay una enorme especie de aguja atravesando su corazón y pecho en este instante. Inyectando Aura poco a poco en su sistema. Entre mas Aura dentro de su sistema, menos energía humana producen, esto quiere decir, que mientras usen esa armadura, son invisibles a nuestro sentido de emisión de energías. No pueden localizarlos.
Ambos humanos se miraron y por fin entendieron ese dolor en el pecho al moverse. Dolía como demonios pero ya habían aprendido a controlar el dolor, así que podían con ello. Suspiraron cansados, mirando de nuevo al rubio.
– ... entonces en realidad huimos. – dijo el peliplata tocando su pecho cubierto con la armadura – ¿Qué diablos haremos entonces?
– Pues, primero, buscar como ayudar a los demás humanos – respondió Giacometti – Los humanos son prohibidos ahora para su cuidado y no tienen permitido pisar la Ciudadela. Fueron todos exiliados sin importar edad, algunos a bosques, otros, fueron a campos de concentración donde, se preparará la carne Hulu. Los reyes darán bandera verde mañana para que se permita su caza y consumo.
– Hay una razón por la cual el consumo de ustedes es importante. – dijo el rubio – sé que suena horrible, pero tienen que escuchar nuestra parte de la historia. La carne Hulu debe seguir existiendo incluso después de la guerra que se desate, sin importar quien gane, debe seguir existiendo.
– ¿Qué? – el moreno se sintió débil y pálido – Pero...
– Hay algo que tienen que saber... la carne Hulu es necesaria para nosotros, no podemos dejar de consumirla. Hiroko trato de buscar una forma de, bueno, evitar consumirla pero...aún no hemos hallado una formula correcta.
– ¿¡Qué diablos Christophe!? – gritó el peliplata – ¿¡Has consumido humanos!?
– Si. – suspiró – lo lamento, pero antes de que me maten. Quiero que sepan que en la carta que me dejaron las reinas se aclarara todos. Por favor, prometí que no diría nada hasta después de que tomen la carta.
Y ambos humanos se miraron.
Desconfiados y temerosos, pero, Christophe era lo único que tenían por ahora, y confiar en algo era lo único que les quedaba.
Habían pasado días de esas ultimas caricias, últimos besos, ultimas sonrisas y ultimas promesas de amor. Le ardía el pecho más que nada en el mundo, y no podía sentirlo. No podía sentir a su dulce Otabek, a la persona que amaba más que nada.
Camino derecho por los pasillos del castillo, aquel castillo que estaba en caos días atrás, con guardias sacando a todos los sirvientes humanos, con guardias retirándose, disparando, sangre carmesí manchando los pisos, fue mucha violencia para que un hijo de Aura no sintiera repulsión.
Su vida se fundamenta en el conocimiento, sabiduría y crecimiento, esa es su cultura, y ahora, parecía que eran Heras, porque solo lo feo de la guerra quedaba en sus memorias. Su padre estaba demente, y el rey de Hera aún más, parecían que fueran controlados por algo que solo busca destrucción, no podía confiar en ninguno, en nadie, tenía que acabar con su padre el solo.
Extendió sus alas finas como diamantes mientras veía a su alrededor. Sus preciosas alas se iluminaron, eran hermosas y únicas, parecían sostenidas en el aire, un verdadero ángel alado. Su cuerpo, de apariencia humana se fue, y esa piel como universos comenzó a aparecer, esa piel negra con estrellas vivientes en ella, su cabello rubio brillante como el neón en la noche, sus ojos como lámparas esmeraldas reflejando la luz.
Era perfecto, un ser perfecto que ahora tenía que luchar por lo que el consideraba lo mejor.
– Yuri – dijo el príncipe de Hera, su esposo, encontrándose con él. Poniéndose en frente – Tengo que decirte algo.
– No me interesa, no pienso cambiar mi idea de matarlos. No después de todo lo que han hecho, no después de eso – dijo el Aura mirándolo.
– No es sobre eso. Yuri, quiero lo mismo que tú, siempre he querido lo mismo que tú. Pero tenía mis razones para seguir a mi padre, tenía mis razones, no, razón, para obedecer a mi padre. Y esa promesa que le hice hace años se vio rota hace cinco días cuando mi razón casi muere.
– ¿Viktor? ... sabia que lo amabas. ¿Ya no soy tan asqueroso no? – sonrió el príncipe, acomodando su cabellera rubia, por supuesto que dándole una sonrisa burlona.
– Nunca me pareciste asqueroso, te envidiaba, quería hacerlo, pero tenía tanto miedo de no ser lo suficientemente fuerte para proteger a Viktor. – el Hera sonrió – Aunque ahora lo soy.
– Excelente.
– Lo que quería decirte, no, más bien, informarte, es que uno de mis nobles, Christophe Giacometti, esta con ellos. Están bien y a salvo gracias a nuestras armaduras. No los encontraran, pero eso no es el punto Yuri, el punto es lo que me dejó mi madre y lo que me pidieron que te diera a ti. Yuri, Otabek esta a salvo como Viktor, pero, antes de que podamos reunirnos con ellos, antes de todo, tienes que escuchar el mensaje que te dejo tu madre.
– ¿Qué?
El rubio se quedó atónito mirando al pelinegro quien lo miraba de vuelta. ¿Otabek estaba a salvo? Si lo estaba, ¿Qué diablos el hacia en el castillo? Tenia que correr con él, tenia que ver a su humano, al amor de su vida.
– Yuri tenemos que hablar – el príncipe extendió su mano a lo que el rubio acepto.
– Comienza a hablar entonces.
El rubio no dijo nada, solo se dedico a escuchar cada palabra que salía de la boca de Katsuki. Escucho lo que paso ese día, de Toshiya torturando a Viktor, de su Otabek salvándolo de sus garras y huyendo de ambos reyes. Le comentó sobre como las reinas habían huido a "madre" y como no pensaban volver nunca a la tierra. También le comento que una guerra muy pronto iba a comenzar.
– Y eso no es todo Yuri, nuestras madres dejaron esto para nosotros – el príncipe sacó un pequeño artefacto circular, del tamaño de una moneda. El rubio lo reconocía, era un Byte, un aparato que absorbe información de los demás, sabia que es lo que utilizaban para recolectar memorias, sabia que lo usaban en las incubaciones de humanos. – Nuestras madres nos dejaron Bytes específicos a cada uno. El tuyo contiene los recuerdos de tu madre, y el mío los de mi madre.
– ¿Por qué nos dejarían sus memorias? – preguntó inocente el Aura, pero el Hera bajo la mirada.
– Porque es tiempo que sepamos la verdad, del conflicto de los reyes con los humanos, del origen de la carne Hulu y tal vez, de la única respuesta o cura que tendremos de la plaga humana.
– ¿Qué? – el rubio se quedó atónito mirando a su esposo – Yuuri, eso es demasiado, ¿Cómo mi madre sabia esto y nunca me lo dijo?
– Puede que no podía hasta ahora. – un suspiro inundó el lugar – Cuando vi el mío, acabe llorando, por cierto, lo siento Yuri. Pero es mejor que lo veas antes de seguir nuestra conversación. Estaré en mi habitación, ven conmigo cuando acabes de absorber todas las memorias que tu madre te dejó.
Yuuri de la dinastía Katsuki no dijo más.
Dejo al rubio solo sosteniendo el Byte. El príncipe volvió a su forma humana, entrando a su biblioteca privada y sentándose en su silla favorita. Miró ese pequeño artefacto en la palma de su mano derecha, un modelo antiguo, así que se imaginaba que sostenía memorias de años atrás. Suspiró mirando sus libros, como todos esos libros pueden que le hayan enseñado cosas falsas, cosas que su padre inventó y que el las creyó.
– No se si pueda perdonarlos a ambos después de esto – dijo el príncipe al aire colocándose el byte en su frente, cerrando los ojos, encendiéndolo.
Miles de recuerdos del pasado atravesaron su mente, de golpe, donde pudo ver la conquista humana, donde pudo ver la tiranía y la falta de ética, donde vio la humillación y decadencia de una especie. Pero, también vio el pasado de los humanos, cuando gobernaban, egoístas y prepotentes, destruyendo su planeta, extinguiendo especies, siendo crueles con sus hermanos animales, viviendo solo por ellos, entonces su juicio se nublo. No podía juzgar a su especie si la especie que conquistaron era peor. Pero entonces vio los recuerdos de su madre, amando a un hombre, un humano.
Lagrimas comenzaron a caer de sus ojos cerrados, mientras mordía su labio de impotencia.
Ese hombre, ese humano... ese humano que recordaba su voz vagamente en sueños.
Ese humano.
Temir Altin.
El moreno estaba sentado dentro de la cabaña, cuando abrió la carta.
Se encontraba un objeto circular en ella, y una nota. La nota no decía mucho, solo, "Lo lamento" era lo único, pero al menos sabia que era el puño y letra de la reina, conocía su firma. Sonrió suavemente cuando vio que la reina se preocupó por dejarle algo a él. Se alegraba de que al menos quisieran ayudarle, así que aceptaba por completo sus disculpas.
Otabek Altin confundido tuvo que pedir asesoría del Hera quien le explico a ambos que era aquel objeto circular, para que se usaba, y como se podía activar. Después de la breve clase, el Hera dijo que los dejaría solos y esperaría fuera.
Giacometti sabía lo que sucedía, y también, sabia porque desde el primer momento en el que vio a Viktor decidido ser su amigo. Sabia porque quería ayudar a los humanos, sabia que de lado de la salvación de los humanos, tal vez el encontraría una respuesta a su enfermedad de sentimientos.
Él era un Hera, de avanzada edad, que gracias a su raza tenía una juventud eterna. Pero, que aun recordaba ese suave cabello plateado, esa sonrisa traviesa y esas suaves lagrimas qué dejaba caer por sus mejillas aquel humano. Iván había sido su amigo por muchos años antes de aquel día. Un día obscuro para el reino de Hera.
Recordaba haberse despertado con sonidos, sonidos extraños que le habían quitado su sueño, así que decidió levantarse y averiguar qué pasaba. Así que camino por el palacio esa noche, al ser un noble podía dormir acompañando a su rey y aunque su príncipe aun no estaba listo para salir de la capsula de Aura, aun así, estaba el listo para recibirlo.
Entonces los ruidos se hicieron más potentes.
Hasta que el origen se descubrió.
Y lo encontró, en aquella biblioteca, entre besos y caricias, su amigo Iván estaba siendo tomado por el rey de Hera, cosa que no podía creer, no podía procesarlo. El rey Toshiya estaba tratando con delicadeza al humano mientras lo hacía suyo, brindándole suaves caricias en su cuerpo. Pero eso no duró mucho.
Porque presenció algo que le rompió un poco su Core.
– Te amo... Toshiya – dijo entre jadeos el peliplata montando y moviendo sus caderas suavemente.
– Yo... – el rey lo beso suavemente en los labios acariciándole el cabello – Adoro como tus ojos me recuerdan al cielo de este planeta, a sus aguas. Iván, – el rey sonrió dándole un suave beso en la frente. - Yo no te amo. – dijo sosteniéndole el rostro – Yo nunca lo haré. Y me parece repulsivo ahora que lo dijeras. – el rey acarició el rostro del peliplata – Oh Iván, todo iba tan bien... – el rey se levantó acomodando sus ropas apartando el cuerpo del humano – Pero no quiero a un humano que sea como el humano de Yakov. No quiero estar plagado de ti, y que Aura muera en mi cuerpo, y ser un triste e idiota sujeto como lo es Yakov con su humano que lo ha dejado de amar. Y antes de que tu me dejes de adorar como lo haces, es tiempo de que yo acabe contigo.
Y fue un segundo, un simple segundo.
Un segundo donde pudo ver la sangre brotar a todos lados.
Iván había sido asesinado, así, sin más, porque había amado al rey, porque había amado al tirano de Hera. Cubriendo su boca, regreso a su habitación, con el miedo y el dolor, de no ver esa dulce mirada de nuevo. Con un recordatorio en su mente, donde él no podía amar a un humano, porque moriría, él no podía protegerlos, porque es enfermizo, él no podía nunca ver a su humano, su propio humano con necesidad, porque Toshiya Katsuki acabaría con su vida si se enteraba que ya estaba infectado con la plaga de humanos.
Después de ello, de la muerte de Iván, vino la muerte de Temir semanas después.
Y él había cayado todo ese tiempo, porque, no tenía idea de lo que podría pasar después.
Mientras tanto, en la cabaña, ambos humanos habían conectado el byte a sus frentes. Ambos estaban recibiendo las memorias de sus antiguas vidas, y ambos, no habían dicho nada en horas. Ni una sola palabra, ni un solo sonido, solo la respiración y el bosque sintonizándose.
El kazajo fue el primero en retirarse el Byte. Un Byte dañado que se había recuperado con esfuerzos.
Camino hasta la salida y miró el bosque, y después miró al Hera. No se dijeron nada en minutos, solo lo miraba, y Giacometti lo veía a él. El moreno retiró su collar, aquel collar que le había dado su príncipe, con un diseño de animal print, con un diseño que había sido el mismo todos estos años y lo arrojo lejos, miró el suelo viendo el césped moverse con naturalidad, y después miró aquella armadura en su pecho.
– Bienvenido de regreso Temir. – dijo el Hera tratando de romper el hielo. El viento comenzó a soplar tan fuerte que las hojas se desprendían de las ramas. – ¿O debo llamarte Otabek? No se que persona quieras ser ahora. Tienes, dos recuerdos de dos vidas diferentes.
– ... Voy a matar a ese hijo de puta.
Fue lo único que dijo el humano, ignorando por completo a Giacometti. No había tiempo de palabras. Solo de venganza.
Ese día, el grito de esperanza de la humanidad, rugió tan alto que los bosques sintieron la rebeldía entre sus ramas.
¡Hola!
No tengo mucho que decir, solo que se prendió esta mierda 7u7
Nos vemos en el siguiente capítulo.
¡Saludos a todos!
Lenzz Fuera :3
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