No lo leas

La ausencia de campanas y numerosos asistentes no apagaban la luz. Atravesaron con alegría los quince metros desde el escritorio del escribano hasta la salida. Sus amigos los esperaban con flores y papeles de colores que llevorieron por sus cabezas. Park Chanyeol había firmado una historia con un final feliz.

La noche que los unió en el amor la pasaron entre las gruesas paredes de su habitación; Sehun sonreía con cada caricia que su esposo le daba. Para el mayor no había necesidad de pensar en el futuro, todo se daría a su tiempo.

La casa, el viaje y los encuentros fueron un regalo compartido. Sabían que cada año sería contado después de haberlo vivido y no antes. Sehun siempre le decía que lo amaba y las salidas eran una sorpresa constante.

El más joven adora ver feliz a su esposo y por eso sonreía igual o con más fuerza. El hoyuelo de Chanyeol era su atracción favorita, pensaba que era como un signo de amor que salía a relucir cuando todo estaba bien. Por su parte, el mayor, sostenía durante largas conversaciones que su único amor siempre sería su esposo.

Los momentos de pasión y clímax sorprendían a la pareja diariamente y en situaciones un tanto complejas. El auto había sido, muchas veces, un lugar de renovación de sus votos. Con cada día que pasaba la felicidad y el amor iban desbordando la casa.

Los tres años se cumplieron y Chanyeol comenzó a sentir que la relación con su esposo no había cambiado, se sentía aburrido pero eso no quitaba el hecho de que lo amaba. Sus intentos por modificar la relación no funcionaban y, a pesar de lo que había en ellos, cada día estaba más convencido de que debían parar. La rutina estaba destruyendo sus vidas, o eso es lo que sentía él, y aunque intentaba comunicárselo a Sehun este parecía no notarlo y solo sonreía aún más, gesto que en un principio borraba todas las dudas en la pareja.

Navidad, año nuevo, fiestas que seguían, cumpleaños y aniversarios, Chanyeol ya no los sentía igual, creía que algo los estaba chocando uno tras otro contra él como si el tiempo corriera más rápido. En octubre podía contar con exactitud las horas, minutos y segundos que faltaban para que él año terminara; se le revolvía el estómago de solo recordar. Volvía a casa solo un poco antes que Sehun y siempre encontraba las cosas perfectamente ordenadas y en ángulos infalibles: su ropa para cambiar, la guía con sus programas de televisión favoritos, toallas limpias, bebidas y comida para picar antes de la cena. Sonrió con dulzura, como siempre lo hacía cuando encontraba una nota de su esposo con un Te amo.

Siempre despertaba en el sofá con Sehun abrazándolo con fuerza y respirando su colonia. Cenaban y volvían a la cama como cada noche para unirse con amor o algo más.

En varias ocasiones había encontrado a su joven esposo sonriendo a la nada o mirando su álbum de bodas. Su pecho sostenía y acunaba, pausando las respiraciones, la cabeza de Sehun y la mitad de su torso. Sus dedos al cruzarse chocaban los anillos y el sonido los despertaba un poco más.

Sentado en el bar miraba el reloj que estaba por dar las cinco de la mañana. Bebió el último trago y buscó en su billetera la tarjeta que le habían dado, era un hotel de lujo cuyas habitaciones podías alquilar durante el tiempo que fuera necesario.

Cerró la puerta y se extendió sobre el sofá más cercano. No quería volver a su casa, sonrió. Tanteó la mesa en busca del control y encendió la televisión. Tal vez el matrimonio no era para él, pero Sehun... no, Sehun sí era para él. Enamorados desde la secundaria, suspiró y sus pies bajaron hasta el suelo y sus ojos pusieron la mira en su celular. Contuvo la respiración y se dejó sofocar por la borrachera. No llamaría, sus planes serían descubiertos como un niño que ha ensuciando sus pantalones blancos y teme al reto.

La figura inclinada de su esposo en el sofá y de espaldas a la puerta fue lo primero que vio al medio día. Sabía que lo había hecho llorar y que tenía la culpa de ello, pero no supo como reaccionar cuando Sehun lo abrazó y hundió su rostro en su saco como si quisiera ahogar algo más, no eran solo lágrimas. Era una rendición.

Debajo de la ducha analizó sus decisiones y aceptó el final sin remedio alguno. Lo correcto era parar esa carrera sin sentido.

Se armó de valor con solo unos segundos y bajó las escaleras dispuesto a hablar. Su esposo estaba sentado en la mesa de la cocina con el desayuno listo. No pudo probar un bocado, su apetito murió cuando, después de terminada la conversación, Sehun solo asintió con la cabeza y se retiró a su oficina sin mirar atrás.

¿Si le hubiera gritado o insultado todo sería mejor? ¿Sabría cómo reaccionar? ¿Qué palabras decir? ¿Qué no decir?

Se paró frente a esa habitación, el cuarto donde Sehun creaba todas las cosas buenas que había en esa casa. Sus recuerdos de juventud, los regalos de sus viajes y los álbumes de fotos que él tanto cuidaba, el amor latía ahí más que en cualquier otro lugar. La expresión de ese rostro que tantas noches había besado era diferente, fría y comprensiva.

A la mañana siguiente recogió sus cosas en unas maletas y aunque no esperaba una despedida, Sehun estaba allí, frente a la puerta y con las llaves entre sus dedos. El toque de su piel cuando le arregló los cabellos de su flequillo le debilitó las piernas; la puerta que se cerró detrás de él, antes de que llegara al auto, le sacudió la tierra y sus objetivos tambalearon.

En medio de la noche acarició las sábanas buscando el calor de su amante, pero se detuvo antes de llegar al final. Tres meses, aún no podía dejar de contarlos. Frotó su mano izquierda y sus uñas no encontraron el anillo, lo había dejado en la casa cuando se marchó. No se escribían y a las reuniones solo asistía el abogado de Sehun. ¿Quería verlo? Sí, desesperadamente.

El timbre de su celular hizo vibrar la almohada y atendió la llamada sin ánimos.

- ¿Sr. Park Chanyeol? - se acomodó para oírlo mejor.

- Sí, señor Kim. Creo que mi abogado debía hablar con usted.

- Esto no es algo que deba comunicarse por teléfono... por eso...

- ¿Qué es tan importante? - interrumpió estaba cansado de todo eso.

- Es sobre su ex-esposo.

- ¿Qué le ocurre a Sehun? - Respondió a la vez que tomaba sus ropas y sus zapatillas.

- Es delicado y estoy rompiendo todas las reglas que hay entre abogado y cliente... tiene que ir al hospital central de Seúl y por favor no tarde.

Fabry

Lo llamaban y, así, se lo comunicaron a él. Eso había arrojado a Sehun a una camilla de hospital por las últimas dos semanas. Arrastró amargamente sus manos por el vidrio, ese sería el único contacto que haría con él por última vez. Su vida se estaba apagando del otro lado y no podía recuperarla. El ACV que desencadenó la enfermedad había dejado secuelas mortales.

Las luces de la ambulancia reflejaron el final en las ventanas de su trabajo. Las personas, compañeros y amigos se agruparon para ayudar a los camilleros. Se había desmayado en su oficina frente a una secretaria. La atención solo consistía en apaciguar su dolor. Llevaba años enfermo, con tratamientos y sin decir una palabra. El futuro no era importante, el presente sí.

Unas noches antes mientras sostenía las fotos, recapitulaba su vida y sus momentos de felicidad. Aún en contra de sus deseos había planificado cada momento, estarían juntos y luego, lentamente, dejaría que su esposo fuera feliz, lo liberaría. El instructivo de su vida amorosa junto a Chanyeol había llegado a su fin y, a pesar del dolor, él estaba feliz; su ex-esposo tenía mucho porque vivir. Era mejor que Chanyeol se aburriera de él e hiciera su vida en otro lugar. Guardó las fotos y los anillos en una caja, apagó la luz.

- No lo leas Chanyeol. No mires atrás. Vas a ser muy feliz.

Lienzo de una vida feliz con un final desgastado.

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