CAPITULO 40. POV Fernando -Mike-Hayden. SE ESTÁ SALIENDO DE CONTROL. (1/2)

—A tus cinco...

—Siete.

—Yo le doy un sólido 6—respondió Rámses a su hermano.

—Muy niña, así no puedo jugar—se quejó Mike.

Rámses, Gabriel y Mike jugaban a darles puntación a las chicas lindas que veían.

—La del traje de baño negro. Eso para mi es un 8—Mike me codeó para que prestara atención.

—8 me parece justo—acordé, viendo las curvas de la pelirroja que me indicó Mike.

—7—dijeron al unísono Gabriel y Rámses.

Las playas de Portugal eran mis favoritas, así como las de Karen, su color, su tranquilidad, su belleza.

Amelia caminaba hacia nosotros con un helado bastante inmenso en las manos. Venía comiéndoselo como una niña pequeña con cierta angustia de que se derritiese más rápido de lo que podía comérselo.

Rámses carraspeó y el juego llegó a su fin. Ayudó a Amelia a sentarse en la silla de extensión, guiándola por las caderas.

—¿Y eso?—le preguntó mientras lamía un poco del helado al mismo tiempo que ella.

Amelia quitó su mano para que no pudiera seguir robándola. Gabriel, al otro lado aprovechó también de robarle un poco y molesta, Amelia se levantó alejándose de los dos chicos que ahora se reían de su arrebato infantil.

—Me lo regalaron—respondió concentrada en seguir comiendo.

—Mentirosa—respondió Rámses y los ojos de la pelirrosado brillaron.

—Nop. Fui a ver los collares de aquella señora y aquel chico rubio me lo regaló.

Los cuatro volteamos a mirar el chico rubio que ella indicó. El aludido, que no dejaba de mirar a Amelia, alzó la mano para saludar y Amelia le respondió.

—¿Quién es?—siseó mi hijo mayor, tratando de contener los celos que estaba sintiendo.

—No lo sé. No lo conozco—Amelia arremetía otra vez contra el helado. El calor era intenso y se estaba derritiendo con rapidez.

—Bombón...—cargó su voz con advertencia.

—¿Cómo que no lo conoces?—Gabriel no quiso tener la misma delicadeza que su hermano en ocultar su angustia.

—No lo conozco. Les digo que me quiso regalar un helado.

—¿Y tu aceptaste, así como así?—insistió mi hijo menor.

Mike y yo contemplábamos la escena.

—No tanto así como así, me negué, pero me dijo que yo podía pedirlo. Y así terminé con un quíntuple helado que se está derritiendo—se quejó y reemprendió el ataque contra el helado, su mano ya estaba empapada del líquido dulce derretido.

—Dime que me estás jodiendo. No, no me lo diga. Iré a hablar con el imbécil ese. ¡No te quita la mirada de encima!—Rámses se levantó furioso de la silla y su hermano lo imitó.

Sería más fácil la paternidad si no se siguieran a todas partes, así me preocuparía solo por un celópata, y no por un celopatá y su hermano incondicional.

Mike me miró pidiendo que interviniese, pero no me moví, ajusté mis gafas de sol y me recosté en la silla.

—Estoy de vacaciones, eso los incluye a ellos—expliqué.

Amelia volvió a voltear y el chico alzó otra vez la mano saludando, ella hizo lo mismo.

Era un juego muy peligroso, pero quería ver en que pararía, pero sobre todo no quería moverme de donde estaba.

—¡¿Qué mierdas, Amelia?!—bramó Rámses.

Enfurecido comenzó a caminar hasta el futuro cadáver, pero no había dado dos pasos cuando Amelia habló.

—Mejor que no vayas Rámses—el tono de su voz nos sorprendió a todos, fue frio, distante y bastante molesto.

Mi hijo mayor se había convertido en un toro embravecido, se giró con tanta rapidez que asustó a su hermano, pero Amelia permaneció impasible, concentrada en su helado.

—Búscame un poco de agua en la playa para lavarme las manos—ordenó, no pidió.

Ahora si estaba interesante la situación. Me incorporé curioso.

—Te buscaré agua cuando vaya a lavarme las manos después de matar al idiota ese. ¡Mira cómo te mira!. Le arrancaré los ojos.

—¿Por qué no preguntas el por qué me quiso regalar un helado?.

Rámses respiraba con furia: —¿Por qué quiso regalarte un helado?.

—Me dijo "Você é um 10 para mim- Eres un 10 para mí", y considerando que él es como un 7, acepté.

La mirada que le dio Amelia a mi hijo mayor, hasta a mí me dio escalofríos. Rámses no se movió. Gabriel se giró a mirar al tipo una vez más.

—No es un 7, si acaso un 5. A los 5 no se les acepta helados—él hablaba en serio.

Siempre defendiendo a su hermano a toda costa.

—Bombón...—la ira de Rámses había desaparecido.

—Bombón, nada. Yo no sé con qué puntuación me clasificaste, pero te puedo decir que no deberías hacerle a las mujeres lo que no quieres que le hagan a la... a tu novia.

—Tú para mi eres un 10, senos perfectos, adorable, lindas curvas, un trasero redondito como me gustan. ¿En serio dudas tu puntaje?.

Amelia estaba molesta, porque solo alzó la vista para intentar asesinarlo una vez más, y se volvió a concentrar en su helado. Ya había desaparecido casi la mitad.

—Si de algo sirve, yo no te considero un 10, solo un sólido 9. Te quito un punto porque me gustan con las piernas más largas, aunque las tuyas son bellas y si tienes todos esos atributos que mi hermano dice.

Rámses lo miró con odio y Amelia sonrió.

Obrigado - Gracias—respondió guiñándole un ojo.

Me estaba costando, tanto como a Mike, seguir la complicidad que existía entre estos tres. Creo que en estos momentos, Gabriel complacía a Amelia metiéndose con su hermano.

El resto de la tarde Amelia lo pasó molesta con Rámses, aprovechándose evidentemente de él. La situación no mejoró cuando una de las chicas que puntuaron con un 9 se acercó junto con una amiga y le entregaron a Rámses un papel con su número de teléfono.

Gabriel se lo arrancó de las manos asegurándole que era para alejar ese papel maligno de él, pero vi cuando guardó los números en su teléfono.

—¡Vaya con Amelia!, me sorprende su determinación a estar molesta—me dijo Mike, cuando los chicos estaban dentro de la playa, nadando un rato. Rámses insistía en buscar a Amelia y ella le rehuía, sin embargo en un descuido, él la tomó y se guindó a su espalda sin que ella pudiera hacer nada para quitárselo de encima.

—Lo sé. Me da tranquilidad de que cuando esté con Gabriel las cosas no se saldrán de control.

—A mí también. ¿Cómo nos turnaremos para visitarlos?.

—Serán universitarios, no creo que sea necesario establecer un cronograma.

—¿Estás bromeando, verdad?.

—No, hablo en serio, me refiero a que no debemos tener visitas programadas, sino caerles de sorpresa. Por lo menos a Gabriel y a Amelia, porque Hayden estará de manos llenas con Rámses y Susana.

—Te corrijo: Con un amargado y cachondo Rámses y una Susana a quien Amelia ya de por si odia. Pobre Hayden, a veces me lamento por él.

—Bueno, entonces seremos tú y yo contra ellos.

—No creo que nos den muchos dolores de cabeza, también creo que Amelia mantendrá las cosas en orden con Gabriel.

Mike miraba a los chicos juguetear en el agua, al igual que yo.

—Fernando...

—¿Si?

—Tengo algo que contarte

—¿Qué?—su tono me alertó.

Mike tardó en responder y finalmente habló: —Estoy yendo a un terapista, tengo ya algunos meses.

—¿Alguna razón en particular?—algo me decía que no era todo lo que quería decirme.

—Si, bueno necesito superar a Karen de una buena vez. Quisiera algún día conocer a alguien y poder tener una relación normal.

—Wow, eso si es un avance significativo—me sentí orgulloso por él, por años Karen y yo le dijimos lo mismo—. ¿Ya conociste a alguien así?.

Mike me miró a los ojos y abrió su boca para responder, cuando Rámses llegó trotando hasta donde estábamos, estaba riéndose con mucha malicia.

—¿Qué hiciste?—conocía muy bien esa cara.

—Nada—es decir todo.

Gabriel llegó pocos segundos después:

—Amelia dice que si no se lo regresas, saldrá sin el a buscarlo. Así que por favor hermano, por todo lo que me amas, por la humanidad entera, te pido, te ruego encarecidamente, que por favor, escuches mi imploración y no se lo des.

—No pienso dárselo, pero tampoco será capaz de hacerlo—la suficiencia en su voz era palpable.

—Amen a lo primero y Dios no lo permita a lo segundo—Gabriel se sentó a su lado y le hizo señas a Amelia del "no" que respondió Rámses.

—¿Qué le quitaste?—preguntó Mike y Rámses levantó su mano derecha mostrando la parte de arriba del traje de baño de Amelia.

—¡Rámses! Regrésaselo en este mismo momento—ordené.

—¡No! ¡Papá! No se interviene en las relaciones de pareja—dijo Gabriel.

—¿Por qué se lo quitaste?—Mike miraba a Amelia con el agua hasta el cuello y la mirada clavada en Rámses.

—Porque me clasificó con un 5, al tipo del helado con un 7 y a Gabriel con un 10.

—¿Qué puedo decir? La chica tiene buena vista—Gabriel se ganó un empujón que lo llevó hasta la arena, donde se quedó riéndose.

—¿Y que pretendes enseñarle con esto?—insistí.

—Tiene que reconocer que soy un 10. Un muy sexy 10.

—¿Desde cuando eres tan presuntuoso?—Mike estaba extrañado.

—Siempre lo he sido.

—Solo que andaba en su etapa Emo donde no hablaba. Pero yo era quien soportaba todo su ego.

—Cuando me diga con las manos que soy un 10, regresaré a darle su traje de baño para que pueda salir. Son las condiciones.

Pasaron muchos minutos sin que ninguno cediera. Entonces Amelia comenzó a caminar hasta la orilla. Rámses permaneció atento, pero confiado en que no saldría.

—Merde...—Amelia había salido de la playa, furiosa, con sus manos tapando sus senos.

Mike se acercó con rapidez a darle una toalla, pero ella con una sonrisa la rechazó. Se plantó delante de Rámses y con un movimiento de su cabeza nos pidió a todos que volteáramos la cara.

Mike se giró al igual que yo, y le tapó los ojos a Gabriel que se había negado a hacerlo y refunfuñó cuando Mike lo cegó

—Eres un diez—dijo Amelia y escuché un grito de Rámses.

—¡Amelia!.

Para cuando volvimos a voltear Amelia llevaba su traje de baño y se secaba con la toalla que le había tendido Mike segundos antes.

Rámses tenía los ojos desorbitados y molestos.

—¿Qué pasó?—preguntó Gabriel.

—Le dije que era un diez... con mis manos.

Rámses se tumbó en la silla, Amelia riendo le lanzó la toalla encima con la que él se tapó su entrepierna y luego se sentó entre sus piernas.

Por lo menos sirvió para que se contentaran.

El resto de los días que nos quedaban antes de regresar los disfrutamos en otras playas de la zona, con mucho menos momentos topless pero muchas más risas. En las noches recorríamos la ciudad, entrabamos en algún restaurante a comer o en un negocio a tomar un poco.

Nunca volvimos a tomar como en España, bueno por lo menos sin que se enteraran los chicos.

También le levanté el castigo a Amelia y le regresé sus tarjetas, con la única condición de que no se volviese loca comprando de todo.

Un par de veces la vi enviar postales a Hayden, y sé qué la foto instantánea que nos tomaron en la playa la envió anexa a una de ellas.

Incluso lo hizo en el aeropuerto, cuando ya esperábamos por nuestro vuelo de regreso a casa. Era tan distinto todo al año pasado que parecía mentira porque hace un año esperando nuestro vuelo de regreso a casa, Rámses no hablaba con nadie, Gabriel escuchaba música con sus ojos cerrados. Mike trataba de superar una nueva resaca junto conmigo y Hayden se encargaba de todos.

Hoy por lo menos Gabriel reía mientras jugaba en la Tablet con Amelia, Rámses los veía y también se reía cuando Amelia se molestaba por perder. Mike y yo igual tratábamos de superar una resaca, pero esta vez no bebimos para olvidar, bebimos por celebrar lo bien que lo estábamos pasando.

—Han cambiado demasiado, ¿no lo crees?—Mike se sentó a mi lado y me tendió el café que trajo para mí—. Casi no reconozco a Rámses. Y Gabriel también se quitó ese aire de resentimiento que siempre tenía con su hermano.

—Sí, la verdad es que sí. Ahora lucen realmente felices, sin cargas encima. Por cierto, aquel día en la playa—recordé de pronto—, que me hablabas de tener una pareja, nunca me respondiste si ya habías conseguido a alguien.

Mike negó: —Si, conseguí a una persona y la amo con locura, la he mantenido en secreto por muchísimo tiempo y quiero hacerla mi esposa.

Le rodé los ojos: —Un "no" era suficiente, el sarcasmo está de más.

Mike se carcajeó con fuerzas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top