CAPITULO 38. POV Hayden - Rámses- Fernando. ¿YA NO ME TUTEARÁ MÁS? (1era sesión)


POV Hayden.

—Quiero un examen de sangre completo, conteo que plaquetas y ordenaré también un examen de azúcar extensivo, la herida que tiene en el brazo me dijo que llevaba dos semanas así; sin contar que vi unas malas cicatrizaciones que me llamaron la atención.

—Muy bien Dr. Michia. ¿Ya se va a su casa?.

—Si, por fin. Esta guardia se me hizo eterna. Extraño dormir en mi cama.

—Que descanse doctor.

—Alfonso queda de guardia, pero si el paciente de la cama tres tiene algún cambio significativo quiero que me llamen cuanto antes.

La enfermera asintió y por fin pude caminar a la salida del hospital.

—¡Hayden!—me gritó Alicia.

Respiré profundo, estaba cansado y lo menos que quería era lidiar con ella ahora.

—Hola Alicia, ¿Cómo estás?.

—Agotada, ha sido una guardia muy ruda en pediatría. ¿Ya te vas?.

Le enseñé mi bolso y sonreí.

—Tengo una cita con mi cama.

—¿Y si tienes esa cita conmigo?. Acéptame unas cervezas. Conozco un lugar cerca de aquí...

—Tendrá que ser en otra oportunidad, Alicia. En muy pocas horas quedé de pasar un tiempo con mi hija.

—Claro, entiendo. Nos vemos entonces.

Se despidió de mi con un beso demasiado cerca de la boca y regresó al hospital.

Susi seguía con su mamá en España, aprovechando los últimos días con ella antes de mudarse a América pero era la mejor excusa para rechazar una vez más a Alicia.

¿Por qué tenía que ser tan necesitada?.

Abrí la puerta de la casa y vi la postal en el piso. Era de Marsella, la segunda que recibía. Leí la letra de Amelia y me reí por lo que me contaba y que la estaba mandando a escondidas de los obsesivos que no querían que gastara ni una moneda.

La puse en la nevera al lado de las otras que me había mandado.

La primera que recibí me hizo llorar, me sentí cerca de ellos. Nunca había dejado de acompañar a mis amigos y mis hijos a la tumba de Karen, pero cuando mi mamá me dijo que mi papá se estaba sintiendo mal, no dudé en aprovechar los días que tenía para ir a visitarlos y no pude luego alcanzarlos, porque tengo varios pacientes que cuentan conmigo, sin mencionar las responsabilidades en el hospital.

Solté el bolso sobre el mueble y comencé a quitarme la ropa. Hoy vendría Lucrecia a limpiar la casa, así que le mandé un mensaje de que estaría durmiendo, ella ya sabía que no debía despertarme y yo gracias a Dios contaba con un sueño lo suficientemente pesado para que ella pudiera limpiar incluso mi cuarto y yo no la sintiese.

Después de que salí de la ducha me tumbé en la cama y solo entonces tomé el teléfono.

Revisé los mensajes de mi familia, Zuleikha, algunos de los chicos saludándome, varios en el chat de la familia y otros de Amelia.

Los de ella fueron los primeros que respondí porque me preguntaba por las ultimas postales y me daba más detalles del viaje, al parecer las cosas mejoraban y ellos ya no lucían como zombis. También estaba molesta porque seguían evitando que ella gastase ni una moneda.

Esto me huele a problemas.

—Ya deja el peo con Amelia. Deja que la mujer gaste dinero, es lo que más les gusta hacer a las mujeres—le escribí.

—Ya gastará lo que quiera cuando esté en la universidad, o por lo menos es lo que quiero que crea—respondió—. ¿Terminó tu guardia?.

—Sí, ya estoy listo para dormir. Te llamo cuando despierte.

Cuando iba a colocar el teléfono en la mesa de noche un nuevo mensaje entró.

—¿Te despierto?.

Me resistí en responderle, no debía hacerlo.

—Apenas. Acabo de llegar a casa.

—¿A casa? ¿No estás de guardia?.

—No. Hice la jornada completa para poder descansar el fin de semana.

—¿Desayunamos juntos?.

¿Por qué siempre sus preguntas eran tan directas? No me dejaba margen para negarme y quería poder negarme.

—No tienes ninguna excusa. Ya dijiste que estarías libre el fin de semana.

Pasé mi mano varias veces por la cara, quería espantar el sueño que tenía, para no responder un disparate.

—Vamos, di que si mi niño.

¡¿Niño?!

—Soy mayor que tú—le recordé.

—Pensé que te habías quedado dormido. ¿Desayunamos juntos?.

—Estoy muy cansado.

—Bien, desayunamos juntos a la hora que te levantes. Te puedo rogar si quieres, pero solo un poco, no quiero que te mal acostumbres.

Reí.

—Bien, desayuno a las dos de la tarde.

—Bien, pero ya que será a esa hora, también almorzaremos a la hora de la cena.

Estaba renuente, no era apropiado, la diferencia de edad era mi mayor preocupación.

¡27 años!

—Yo llevaré todo. Te cocinaré. Tú te encargas del postre—escribió.

La sugerencia de que el postre no sería precisamente una tarta hizo palpitar mi entrepierna. ¿Por qué tenía que ser así?. Mi carne es débil, señor, yo intento portarme bien pero tú no me colaboras. Ayúdame que yo te ayudaré.

Respiré profundo y dejé el teléfono en la mesa de noche. Necesitaba dormir, mis ojos ardían y mi cuerpo exigía descanso, dos operaciones y más de 15 pacientes en las últimas 24 horas era demasiado.

Pero no podía dejar de pensar en sus palabras, sus insinuaciones. No era la primera vez que me mandaba mensajes, ¿Por qué tuve que darle mi número?.

Porque me gusta, por eso lo hice.

Tampoco era la primera vez que yo le respondía ni que me invitaba a salir. Pero si era la primera vez que aceptaba a hacer algo que no fuese en un espacio bastante público.

En varias oportunidades acepté un café y descubrí que es una persona demasiado inteligente y simpática. Lo que pensé que sería una hora, se convirtió en toda una tarde conversando y repetimos en varias ocasiones más a lo largo de estos meses.

Cuando llegué a este país era un emigrante, viviendo con sus tíos, estudiando en un instituto donde no conocía a nadie, aunque después encontré a Fernando y a Mike. Estudiando una carrera que no podía pagar, viviendo una vida que quería vivir, pero que a duras penas podía costear. Y por lo que duró esa primera taza de café, vi que compartíamos la misma historia, el mismo comienzo difícil. La conversación fluyó sin ningun inconveniente y rápidamente me encontré riéndome de sus anécdotas y comentarios.

Fue empatía lo que me hizo responderle sus primeros mensajes, o por lo menos eso es lo que quiero creer, porque la verdad era que me sentía atraído, curioso. Nunca he salido con nadie tan joven. Pero seguí escribiéndole porque encontraba refrescante su espontaneidad, su inocencia y su inteligencia, fue en la tercera salida, "es la tercera cita" había insistido hasta el cansancio, cuando conversamos hasta tarde en la madrugada.

Alicia era la más joven con la que había salido y a pesar de ser médico al igual que yo, la conseguí vacía y un tanto falsa. Le faltaba personalidad y eso para mí es muy importante. Ni siquiera podíamos hablar temas médicos porque ni allí fluía la conversación y a mi edad busco además de un buen polvo, alguien interesante con quien hablar y definitivamente no sería Alicia. Bueno claro que me la terminé tirando, pero no quería volver a caer allí, a pesar de que ella insistiera mucho.

A Alicia le llevo 10 años y me parecían mucho.

¡27 años! Es como una eternidad.

No podía dormir así que volví a tomar mi teléfono.

—¿Te has tirado a alguien muy menor a ti?—llamé a Mike, el único que en este punto podía quitarme las ganas o hacerme decidir de una vez.

—Por supuesto ¿por quién me tomas?.

—¿Quién es?—preguntó una voz masculina a su lado.

—No sé si quiero saber si es Fernando...

—Es Hayden—le respondió a la voz.

—Me dijiste que te acostarías a dormir—me recriminó mi mejor amigo.

Ahora hablábamos por altavoz.

—Y tú que no eras gay, pero duermes con Mike.

—Repite la pregunta—insistió Mike cuando dejaron de reírse.

—¿Se han tirado a alguien muy menor a ustedes?.

—A Johana—respondió Fernando con cierto dejo de orgullo en su voz.

—¿Y menor a ella?.

—¿Tengo que preocuparme por pedofilia?—Mike sonó serio—, porque te recuerdo que es un delito. De 18 para arriba, todo está bien.

—¿Cuan menor estamos hablando?.

No quería responderle.

—¡Hayden! Si tiene la edad de nuestros hijos, no puedes cogértela. Así de simple.

—Coño pero es que se me está lanzando y yo soy débil... y está como para ser débil, muy débil.

—Mira, Hayden, no me vengas con idioteces a tu edad. Un juicio por acostarte a una menor de edad, es más de lo que estoy dispuesto a hacer. Tantas mujeres... ¿por qué con una niña?. ¿Es por qué es virgen?.

—Por lo menos di que tiene 17 y cumplirá años dentro de poco—rogó Fernando con la misma voz que usaba cuando Rámses y Gabriel le daban malas noticias sobre su comportamiento.

—Tiene 17 y cumplirá años casi a fin de año.

—Guárdatelo en los pantalones hasta entonces. ¿Es por qué es virgen?. Porque déjame decirte que no es nada del otro mundo.

—¿Y tú como lo sabes?—le preguntó Fernando.

—Porque yo también tuve que ser virgen alguna vez y me estrené con alguien, ¿Por qué más será?.

—No es virgen, así que no es por eso. Tampoco es porque sea muy recorrida. Es porque me gusta y me trae loco.

—Es por todo el asunto de que está prohibido—me explicó Fernan y sabía que tenía una parte de razón—. No te la tires.

—Hasta que cumpla los 18—finalizó Mike—. No me mires así, ya escuchaste que le tiene ganas, no se las vas a quitar con tu charla ni yo recitándole el código penal, ¿O a ti se te quitaron las ganas con Johana porque ella volvió con el ex? ¿O a Rámses le quitarás las ganas solo porque no puede dejar a su hermano dormir con nosotros una noche? Porque déjame decirte que Gabriel terminará durmiendo en el sofá, queramos o no.

—Es cierto, Fernando, tus charlas para matar las ganas sexuales son pésimas, no sirven para un coño—me burlé.

—Hablando con seriedad... el sexo será consensuado y con tal de que no sea una loca que después quiera venir a denunciarte por algún embarazo o por haberla obligado... ponte tu condón y vive la vida.

—¡Joder! No le darás más charlas a Gabriel y a Rámses sobre sexo, eres de lo último. ¿Ese es tu consejo profesional? ¿"ponte un condón y vive la vida"?. No me extraña que le hayas dicho a Rámses que le diera un orgasmo a Amelia de desayuno. ¿Qué le dices a Gabriel?, no, no me lo digas.

—Soy sincero, no soy salmón para luchar contra la corriente y si Hayden nos está llamando a las 3 de la mañana porque tiene ganas de cogerse a una niña de 17, es porque realmente le tiene ganas y no hay nada de lo que tú y yo le digamos que lo haga cambiar de opinión.

Y esa era la verdad. Por eso había llamado a Mike, porque sabría entender lo que es tener ganas y querer lanzarse sin que nada más importase.

Después de colgar la llamada con ellos le envié un mensaje, antes de arrepentirme.

—Tú serás el postre.

***

Pov Rámses.

Me desperté con Amelia durmiendo sobre mi pecho, con su pierna enredada con una de las mías.

Y con la pierna de Gabriel sobre mi estómago, mientras abrazaba mi pierna.

Respiré profundo para armarme de paciencia. No me gustaba esto de ser sanduchito.

Comencé a despertar a Amelia, para que fuese la primera en entrar al baño.

Ella abrió sus ojos y refunfuñó, acurrucándose a mi lado. Odiaba levantarse temprano y desde que ella dormía a mi lado, yo también.

Pero cuando movió la pierna despertó a Gabriel, que le agarró el pie, le hizo cosquillas accidentalmente, por lo que su reflejo fue gritar y quitar la pierna, dándome con la rodilla en mi entrepierna, mientras que Gabriel se despertó asustado y me pegó con su pie en la cara.

Los dos saltaron de la cama alejándose de mí, asustados.

—¡Ay perdón! Lo lamento, Rámses. Me hizo cosquillas y luego me asusté.

—¿Tú te asustaste? Yo desperté con un grito de mujer y abrazando una pierna peluda. Si haré un trio no es con quien quiero amanecer abrazado.

El dolor de mi testículo era intenso, era la primera vez que me golpeaban allí, por lo menos tan fuerte. Y a eso debía sumarle el dolor de la cara, donde el pie de Gabriel se estrelló.

—¿Qué necesitas? ¿Quieres agua?.

—Llamaré a papá—Gabriel buscó su teléfono y cuando no le atendieron salió de la habitación.

—Lo lamento tanto, Rámses. ¿Qué hago?.

Negué, no había nada que pudiese hacer.

Mike entró en la habitación.

—Coño, pero ustedes son el peor trio de la historia. ¿Cuánto te duele?.

Mi papá entró con su cabello aun destilando agua.

—Pensé que hoy tendríamos que atender a Gabriel, no a ti.

—¿Con que lo golpeaste?.

—Con la rodilla, pero fue un accidente.

—No te preocupes. Busquen hielo. Mucho.

Amelia y Gabriel salieron del cuarto. Mike se sentó a mi lado en la cama y acarició mi cabello. Hacía mucho tiempo que no lo hacía, desde que estábamos pequeños. Ese gesto me hizo recordar todas las veces que acostados con mi mamá veíamos una película esperando a que mi papá llegase a la casa y yo dormitaba mientras él me acariciaba así, a mí y a Gabriel. Cuando ya mi mamá no estuvo, seguimos haciéndolo.

—Tranquilo hijo, el hielo te ayudará. Tu mamá era experta en darme golpes accidentales en la ingle, francamente no sé cómo pude dejarla embarazada, pero también sabía cómo aliviar el dolor.

Escuché la puerta abrirse y luego mucho frio en mi entrepierna.

El alivio fue paulatino, pero mejoró y por ende mi respiración fue menos trabajosa.

—¿Te sientes mejor?—Amelia acariciaba mi mano, asustada.

—Hermano, quiero tener sobrinos, aunque si tú no puedes, yo con gusto te ayudo a procrear con Amelia.

—Tan solo espera que se me pase el dolor...

—¿Ven? Ya está mejor, sus instintos asesinos ya regresaron.

—No me gusta hacer sanduchito.

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