CAPITULO 36. POV O'Pherer - Oytar. PRIMERO MUERTO QUE NORMALES. (3era parte)
Pov Rámses.
—Y eso fue lo que pasó.
Terminé de contarle toda la historia a Amelia, sonaba mucho más inverosímil ahora que lo decía en voz alta, pero era verdad.
Gabriel estaba en el baño de caballeros cambiándose la ropa húmeda por la seca que acababa de comprar Mike y salió quejándose.
—Me lo tomaré personal. No puede ser coincidencia. Y no te rías mucho, hay una exactamente igual para ti.
Mike nos había comprado unos pantalones deportivos negros y unas camisetas blancas que decían en letras de muchos colores "viajé a Marsella y lo único que pude comprarme fue esta ridícula camiseta".
Fue mi turno de entrar al baño. Ponerme ropa seca encima de mi piel mojada me resultó incómodo, pero no tenía más opciones que hacerlo. Salí pocos minutos después sintiéndome tan ridículo como mi hermano.
—¿En verdad están sin ropa interior?—preguntó Amelia cuando caminábamos apresurados de regreso a la puerta de embarque. La última llamada para abordar acababa de hacer anunciada.
—Si, voy libre por el mundo—respondí. Ella miró con cierto disimulo y la vi sonrojarse.
—Ahora, Beleza, no puedes decirle a mi papá, Mike o Hayden.
—¿Por qué no? Fue todo un accidente.
—Si ellos supieran que la mitad de nuestros problemas son accidentales, perderíamos reputación. Primero muerto que normales—Gabriel le guiñó el ojo a Amelia y su semblante cambió inmediatamente.
En su campo de visión estaba Andrea.
Temí que volviese a estallar. Gabriel pocas veces se enojaba, pero cuando lo hacía no quedaba nadie en pie para ayudar a los caídos.
Tensó sus músculos y apretó los puños con fuerza. Amelia notó su reacción y se volteó buscando el origen.
—¿Es ella?—preguntó.
Andrea era fácil de reconocer, era la única que miraba con ganas de asesinar a Gabriel.
—Si. Ignórala—le dije y extendí mi mano para tomar la suya y continuar nuestro camino, pero en vez de tocar su suave mano, agarré solo aire.
—Amelia no...
Con paso decidido se acercó hasta Andrea.
Gabriel se interpuso en el medio de las dos.
—Esta bien, Beleza, ya dije todo lo que necesitaba decir.
—Amelia, no vale la pena—intervine.
—¿Qué está pasando? ¿Están listo? Tenemos que irnos ya—mi papá y Mike llegaron a nuestro lado.
—¿Andrea, no?.
—¿Andrea Valverde?—preguntó mi papá con una sonrisa, no se si es que no sabía lo ocurrido con ella o estaba siendo muy diplomático.
—Si, soy yo. ¿Cómo está señor O'Pherer?.
La cachetada que Amelia le dio hizo eco en el aeropuerto, junto con las exclamaciones ahogadas que dieron mi papá y Mike.
— Eso fue por usar a Gabriel, humillarlo y cachetearlo. ¡No vuelvas a acercarte a ninguno de ellos!.
Andrea estaba sorprendida, miraba con cierto terror a mi chica y no dejó de mirarla así ni siquiera cuando Amelia giró sobre sus talones y le dio la espalda.
—¿Pero que está mal con ustedes?. ¿Tu quien coño eres?.
—La que te partirá la boca si sigues hablando. Muévanse, tenemos un avión que tomar.
Y cuando ninguno nos movimos, comenzó a halarnos por los brazos para hacernos reaccionar.
¿Por qué yo no podía tener un pene normal?
Tenía que excitarse en momentos tan poco oportunos como este.
Aunque en su defensa, Amelia molesta era sexy, salvaje, arrebatadora.
Ojala pudiese canalizar toda esa energía que expedía cuando estaba furiosa, hacia el sexo. De seguro que me lesiona, pero valdría la pena.
—Hermano, tu pantalón...
—Lo sé, no puedo evitarlo, soy tan sumiso que me falta poco para arrodillarme en el piso y ponerme a su disposición.
Pov Mike.
Aun no podía creerlo.
Creí que no viviría lo suficiente para ver un momento así.
Quizás el fin del mundo está cerca.
—La cabeza no me da para sacar la cuenta de cuanto dinero me ahorré.
—¿Es solo en lo que piensas?.
—Coño definitivamente, tú no eres el que firma los cheques,.
—Lo que yo no puedo creer es lo que hizo Amelia. Su modo Blair, realmente es preocupante. Como si tuviese problemas de ira.
—Tienes un huracán que destruye una habitación de un hospital, si, no lo he olvidado, ese fue un cheque que no firmé yo, así que me acordaré el resto de mi vida de ese momento tan glorioso y de la cara de Hayden cuando vio la cuenta del hospital; un terremoto que envía a un chico al hospital e incendia un auto; y ¿tu dices que Amelia tiene problemas de ira porque le da una cachetada a una chica?. El único aquí con problemas eres tú.
—El incendio fue un accidente—me recordó.
—Accidente o no, ese imbécil ahora anda con un auto que tuvimos que comprarle. El punto es que... ¿esa Andrea es la misma por la que Gabriel y Rámses...?
—Si, la misma.
—En ese caso lamento que la muñeca no le hubiese dado más duro. Es una perra y bien merecida que se la tenía.
Por fin estábamos España. Los chicos miraban por las ventanas del hotel Alcomar, donde nos hospedaríamos, mientras Fernando y yo esperábamos para ser atendidos por la recepcionista. El viaje no fue tan malo después de todo, mientras los muchachos viajaron sentados en los asiento de la clase económica, nosotros lo hicimos en primera clase, algo que nos merecíamos considerando todos los infartos que nos hicieron acumular en menos de dos horas.
—He estado viendo las noticias, nada que comentan algo del aeropuerto, quizás no fue tan grave.
—O aun no consiguen el cuerpo...—finalicé.
—Seños O'Pherer, tenemos un problema. El hotel tuvo una pequeña inundación en el ala norte y no tenemos las 3 habitaciones que solicitaron. Podemos ofrecerles una habitación matrimonial para usted y su esposo, y una habitación con cama matrimonial para sus hijos y una cama individual para su hija.
Fernando estaba a punto de corregir a la recepcionista, pero guindé mi brazo por su cuello.
—Por mi no hay problema mi rey, los chicos pueden arreglárselas todos en un solo cuarto.
—¡Mike!—me advirtió
—Ay no seas tímido, no estamos incomodando a nadie.
Fernando odiaba cuando hacia eso y a mi me encantaba molestarlo. Era peor cuando lo hacíamos con Karen, algunas veces ella fingía estar enterándose de nuestra relación y daba unos buenos shows, otras veces éramos un trio muy feliz. Esos, eran muy buenos tiempos.
—Ustedes son adorables, una familia bellísima. Le asignaré las habitaciones y me encargaré de que las preparen sin demoras.
—¿Por qué lo haces? Como nos vuelvan a dar una habitación con pétalos en la cama...
Me reí con fuerza: —¡Te acuerdas de eso!.
—Claro que me acuerdo, idiota—dijo entre risas—, Karen conservó algunos pétalos dentro de sus cosas.
—Todo listo, señores O'Pherer, bienvenidos y que disfruten su estadía.
La recepcionista nos entregó las tarjetas de las habitaciones y subimos.
—¡Eres un idiota! Sigue poniéndote así en los otros hoteles y nos dejarán hasta un pote de lubricante.
—Si lo dejan es mío, yo si le consigo uso pero con el sexo correcto, eso sí.
Fernando estaba cabreado, la habitación estaba decorada para unos recién casados, con flores, chocolates y pétalos en la cama.
—¿Tú por qué estas de tan mal humor? Se que no has recibido lo tuyo, pero no la pagues conmigo.
Él bufó... y supe que había dado en el clavo.
—¿Qué paso con Johana?.
—Me dijo que necesitaría unos días más de vacaciones y yo contaba con verla justo al regresar. Me está evitando Mike.
—Quizás debas dejar de insistirle por un tiempo, para que se calmen las cosas. Como tú dijiste está empezando otra vez su relación y querrá hacer las cosas bien.
Él meditó mis palabras.
—Si, quizás... Esperaré a que quiera volver a portarse mal y entonces la azotaré por-
—Papá, tenemos un probl... ¿Y esto?—Rámses acababa de entrar en la habitación y veía la cama llena de pétalos conmigo sentado en ella.
—¿Te gusta? Un recibimiento especial—reí.
—Cambiemos de habitación, esa cama necesita acción y ustedes no le darán lo que se merece.
—Rámses, por favor, ¿tengo que recordarte nuestra charla sobre el tacto?.
—No quiero nada de tacto papá, yo quiero-
—¡Bien!—se apresuró a interrumpirlo y Rámses rió, le gustaba molestar a su papá tanto como a nosotros.
—¿Cambiaremos de habitación?
—No, estos pétalos son solo míos. ¿Cuál es el problema que tienen?.—pregunté.
—En nuestra habitación solo hay una cama matrimonial, ni espacio para colocar una tercera.
—Tranquilo, hablaré con la recepción, ella me aseguró una triple para ustedes—Fernando levantó el teléfono y lo escuché hablar con la recepcionista sin poner buena cara por lo que ella le decía.
Mientras tanto, Rámses tomaba varios de los pétalos de flores y los guardaba en sus bolsillos. Me guiñó el ojo cuando noté lo que hacía:
—En un rato Gabriel vendrá para acá. Conversen, ríanse, tómense su tiempo.
—No pueden hacer nada para cambiarlos de habitación. ¿Qué tan grande es la de ustedes?—preguntó—, quizás podamos intercambiar, porque aquí si pueden poner una tercera cama.
Rámses sonrió satisfecho.
—Mientras el hotel resuelve, vayamos a tomarnos algo al bar—sugerí.
Fernando fue el primero en salir y atravesó el pasillo hasta que entró a la habitación de los chicos, lo escuché hablar y también callarse abruptamente. Luego fue el turno de Rámses.
—Vente francesito, te guardamos el medio. Hagamos sanduchito—Gabriel batió sus pestañas y golpeó el medio de la cama, donde pretendía que Rámses se acostase, entre él y Amelia.
Es que definitivamente, solo las cosas malas se contagian. Él y yo somos tan parecidos que de verdad asustaba.
—Gabriel...Ay mierda, llamaré a la policía, ahora sí que lo mata—bromeé.
—Si quieres yo puedo estar en el medio o quizás Amelia...
—A mí no me importa dormir en el medio—respondió a Amelia y casi le causa un infarto a Rámses.
—Amo a mis hijos, pero de verdad a veces desearía tener un momento de paz sin que ninguno aparezca a arruinarlo.
—Tomemos unos tragos para que te relajes y cambia ese humor, como sigas así te contrataré una prostituta que te haga el favorcito.
—Espérenme—gritó Gabriel.
—¿Ves lo que te digo?—murmuró Fernando—. Me alegra verte vivo hijo, pero ¿Qué haces aquí?.
—Rámses se volvió más exhibicionista de lo que ya es y no me llama la atención ser voyerista con ellos. Quizás con otras parejas, no lo he descartado del todo.
—¿Ahora tu también perdiste el filtro?—pregunté divertido.
Fernando rabió cuando nos tocó sentarnos en la barra, en vez de una mesa.
—¿Cuál es su mal humor?.
Mi teléfono repicó y me aparté para atender, dejando la pregunta de Gabriel sin respuesta.
—Hola, novia.
—Hola, novio. ¿Interrumpo algo?.
—Para nada, de hecho me salvaste de tener que darle una respuesta incómoda a Gabriel. ¿Tu como estas?.
—Extrañándote.
—Yo también te extraño.
—Pero en estos momentos te llamo por trabajo.
Bufé aburrido.
—Los documentos nuevos ya fueron enviados de Marsella a Guijón, espero que ahora si alcancen a llegar a tiempo.
—No tuvimos problemas en el aeropuerto con Amelia, pero siento que tentamos la suerte. Muchas gracias, le diré a Fernando que pase por la embajada.
—No será necesario, llegarán al hotel directamente.
—Eres pura eficiencia, novia. ¿Seguro que no quieres trabajar para mi? Pago muy bien.
—Me gusta mi trabajo actual, pero gracias. Aunque el pago si te lo recibo. ¿Cómo están todos?
—Bien, aunque Fernando está muy... tenso.
—Ya se le pasará—respondió—. Escucha, revisé las noticias internas del aeropuerto y conseguí algo.
—¡Mierda! ¿Cuánto me costará?.
—No puedo asegurar que hayan sido ellos, pero... el aeropuerto reportó un sabotaje en uno de sus baños, uno de caballeros, al parecer los vándalos destrozaron el grifo y dejaron en su lugar dos boxers. Todo el baño se inundó, el agua por supuesto que se salió y tuvieron que cerrar una parte del aeropuerto por las labores de mantenimiento.
—Fueron ellos... lo sé. Por lo menos no dieron con los culpables.
—Si, corriste con suerte. ¿Quieres que te diga en cuanto fueron calculados los daños?.
—No por Dios, no. Prefiero morir en la ignorancia, pero le diré a Fernando que haga una donación en nombre de la embajada.
—No entenderé nunca como se meten esos niños en esos problemas.
—Los atraen.
—¿Así serán nuestros hijos?. Lo lamento yo no...
—Está bien. Espero que así no sean, no podré costear también sus daños.
Era la primera vez que el tema hijos salía a colación. Era pronto, no cabe a duda, pero no quise huir como las otras veces que el tema de compromiso salía a colación. De repente, la idea de formalizar más nuestra unión dejó de ser una locura, me podía ver con ella el resto de mi vida.
Quizás sea el momento de visitar algunas joyerías.
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