CAPITULO 35. POV O'Pherer - Oytar. PRIMERO MUERTO QUE NORMALES. (2da parte)
Pov Fernando.
Cada calle que caminábamos escondía un recuerdo de Karen, pero con todas las emociones negativas que drenamos, disfruté el paseo. Tendría que acordarme de agradecerle a Amelia por el cambio de planes.
—Aprendí muchas cosas de Karen, pero el francés era lo que menos me gustaba—Mike le explicaba a Amelia.
Ella se veía un poco saturada con todas las palabras que Rámses intentaba enseñarle, pero lo estaba disfrutando, poniendo su mejor esfuerzo, el francés no era un idioma fácil, su pronunciación era complicada. Karen comenzó a enseñarle a Mike cuando él se molestó porque nos escuchaba hablando y no nos entendía.
Pero en secreto, Karen y yo seguíamos hablando en francés y me dediqué a enseñarle también los otros idiomas que hablo.
—Van a terminar descubriéndonos y haciéndonos confesar—le dije a Mike.
—Mantente fuerte. No te dejes manipular.
—¿Ya viste el interrogatorio al que nos sometieron con lo de tu ausencia en el embarazo de Rámses? No van a desistir hasta que le demos una respuesta—insistí—. Creo que se acerca el momento.
—No aun, Fernan. Se que no son ningunos niños y han crecido lo suficiente como para que le expliquemos, pero me sigue pareciendo muy pronto.
—Lo que tienes es miedo, miedo al rechazo.
—¿Acaso tu no? No, claro que tu no, tú eres su papá, a ti te perdonarán todo, ¿pero a mí?. No lo harán, se molestarán, se alejarán y la relación se fracturará. No nos podrán ver de la misma forma.
—Ellos no son así, lo sabes—intenté calmarlo, su miedo no era valido, aunque entendía lo que sentía.
—Es su mamá, Fernando. Hablamos de su mamá. ¿Qué pensarán de ella?.
Y eso era lo que me hacía evitar decírselo, no quería que ellos cambiaran su forma de ver a su mamá.
—Bien, tú ganas, no diremos nada. Pero prepárate psicológicamente, porque cada vez estamos más cerca de tener que contarles.
—Fernando—Amelia se acercó hasta nosotros—, ya anunciaron nuestro vuelo, pero no logro conseguir a Rámses ni a Gabriel. No atienden los teléfonos tampoco.
—¿A dónde fueron?.
—Ni idea, solo sé que Gabriel le dijo a Rámses "México" y me dijeron que ya regresaban.
—¿México?—Mike me miró y mi cerebro comenzó a trabajar a su máxima potencia.
—¿Qué pasó en México?.
—¿Eso que significa? No entiendo—Amelia trataba de seguir nuestros pasos, pero por cada paso que nosotros dábamos, ella daba tres.
La tomé de la mano para que no quedara rezagada. Su mano se sentía pequeña entre la mía. No sé cuantas veces Karen me pidió un tercer bebe, ella quería una niña, soñaba con ella; incluso llegamos a considerar adoptar, pero su enfermedad se nos adelantó.
—Gabriel y Rámses tienen estos códigos... no estamos muy seguro de lo que signifiquen cada uno, pero evocan algo en concreto. En este caso algo que hicieron o vivieron en México—le expliqué.
—Estoy llamando a Hayden. Amelia, insiste con los chicos. Fernan ¿Qué pasó en México?.
—Estoy haciendo memoria—apreté la mano de Amelia para llamar su atención—. No sé si Rámses te haya contado todas sus... aventuras, pero me disculpo de antemano por lo que diré si es que no lo has escuchado.
Una onda de ira destalló en su mirada y me lamenté por mi hijo mayor.
Llegamos a la puerta donde deberíamos estar abordando y no había señales de ellos. Con el teléfono en altavoz escuchamos a Hayden.
—Tres cortadas, un herpes en el pie, migraña, un dolor de muela, una cortada...
Hayden enumeraba todo lo que le había pasado a los chicos en México que el recordaba.
—Novato—burló Mike—, una orden de restricción contra una chica, una multa por exceso de velocidad, obviaron que eran menores de edad; intento de corrupción a un oficial del estado y una expulsión.
—Tres citaciones a la dirección: exhibicionismo, pelea, irrespeto hacia un profesor. Dos fiestas clandestinas... mmm... creo que eso fue todo.
—¡Una pastilla del día después!—gritó Hayden y palidecí.
Miré a Amelia y ella abrió los ojos todo lo que pudo.
—No me miren, yo no... no, no.
—¿Sabes si Gabriel...?—pregunté pero ella volvió a negar.
—Descartemos entonces eso, además me hubiesen llamado para eso, ya lo hicieron una vez.
Volvimos a mirar a Amelia y esta vez ella escondió su rostro enrojecido entre las manos.
Hicieron un tercer llamado al vuelo y esperaba que aparecieran. Y cuando lo hicieran los mataría. No respondían sus teléfonos y no había rastros de ellos.
—¿Cómo nadie los ha visto?—Mike suspiraba frustrado—. Nadie en la vigilancia del aeropuerto los ha visto.
—Eso es porque son hombres—respondió Amelia—, pregúntale a cualquier chica, ellos no pasan desapercibidos por las mujeres.
Pero no hizo falta que Mike fuese a buscarlos, porque mis dos futuros desheredados, llegaban corriendo. Iban empapados desde la cabeza hasta los pies.
—¿Qué. Mierda. Les. Pasó. A. Ustedes?.
—Yo... ehm.. nosotros—titubearon, intercambiaban miradas entre ellos sin saber que decir.
—Es una historia larga—dijo Gabriel.
—También un vuelo largo. Comiencen a hablar, porque tengo sus pasajes en mano y nada me costaría dejarlos aquí mientras nosotros seguimos con los demás destinos.
—Fernando, dame mi pasaje—me pidió Amelia, estaba evitando hacer contacto visual con Rámses, estaba furiosa.
—Bombón...
Ella lo ignoró.
—Amelia, por favor...—insistió—. No le des el pasaje papá.
—Dame el pasaje Fernando. Yo no quiero hablar contigo en este momento, Rámses. No tengo ni idea por qué estás empapado y la verdad es que poco me importa.
Amelia me arrebató los pasajes de la mano, rebuscó por el suyo y se encaminó hasta la entrada. Rámses corrió tras ella. Sus pies sonaban como si estuviese chapoteando.
—Necesitan ropa, así no los dejarán subir—Mike corrió a la primera tienda que consiguió abierta a esa hora.
—Habla, Gabriel.
—Mira papá, ya sabemos como serán las cosas, tú nos presionarás, nos amenazarás y aún así no hablaremos. Pero si te diré algo, si no nos vamos en este momento, tendremos una situación como Colombia, podría incluso ser peor.
—¡Mierda!. ¡Que hicieron?—murmuré.
—¡Bájame ahora mismo!—gritaba Amelia, pero Rámses caminaba con ella sobre el hombro.
—¿A dónde vas?—le pregunté a Rámses, Gabriel siguió a su hermano—. Perderemos el vuelo.
—Retrásalo todo lo que puedas. Estaremos en el baño.
Pasaron al lado de Mike y les quitaron las bolsas que tenía en la mano.
—Compré lo que conseguí.
—Prepárate, Gabriel dice que esto puede ser peor que Bogotá.
—¡Me lleva la puta madre que parió a Andrew!—espetó furioso y tomó su teléfono.
—¿Quién mierdas es Andrew?.
—El nuevo internacionalista que tengo. Con lo que le tendré que pagar por esto, el malparido se hará millonario. ¡Carajitos de la mierda! Trabajo para hacer rico a los demás. ¿Sabias que podría hacerme un viaje por todo el mundo con todo lo que he gastado en otros abogados?. Tendré que sacar un puto postgrado en Derecho Internacional, quizás así me ahorre algo de dinero.
—Espera, cálmate. Deja que nos digan lo que pasó y mientras tanto no podemos perder el vuelo, ese puede ser nuestro boleto de escape.
POV Gabriel.
(2 horas antes).
Caminé apresurado hasta donde mi hermano.
— Irmão, eu preciso de você. Tenho uma morena nos meus olhos e muito pouco para convencê-la. - Hermano, necesito de ti. Tengo una morena en la mira y muy poco tiempo para convencerla.
—De quoi avez-vous besoin? - ¿Qué necesitas?.
— México! Preciso do México. - ¡México!. Necesito México.
Mi hermano revisó la hora en su celular y se giró hacia Amelia.
—Bombón, ya venimos. No tardaremos.
—¿A dónde van?—preguntó Amelia.
—Ya regresamos—respondió evadiendo su pregunta.
Amelia estaba distraída con un juego en su teléfono que la tenía un poco obsesionada, la hacía molestarse cuando perdía o celebrar cuando ganaba. Y a juzgar por su ceño fruncido, la partida no iba bien, por eso no siguió preguntándole nada a Rámses y pudimos marcharnos.
—La morena tiene que estar muy bien.
—La morena está es explosiva, ya la veras. Es aquella, la de verde.
Mi hermano silbó en sorpresa y torció las comisuras de sus labios hacía abajo mientras asentía.
—Nada mal, ella tiene máxima puntuación, con razón necesitas ayuda.
—Primero: no necesito ayuda porque sea mucho para mí, yo soy un 10 mi rey; Segundo: necesito apoyo porque no tengo tiempo de desplegar todos mis encantos, conseguir su número y no perder el vuelo.
—Tú no eres un 10, yo si soy un 10.
—Acordemos que cada uno es un 10 en su categoría. Yo como chico bueno, y tú como chico malo y gruñón. Pero se serio, concéntrate en la estrategia.
—Bien, quédate aquí, haré tu trabajo sucio una vez más.
— Te amo, irmão - Te amo, hermano.
— On ne t'aime pas, je veux une faveur en retour. Dans chaque hôtel, vous me laisserez même une nuit seule avec Amelia - Nada de te amos, yo quiero un favor a cambio. En cada hotel me dejarás aunque sea una noche a solas con Amelia.
— Feito, baby, mas me pegue esse número - Hecho, bebé, pero consígueme ese numero.
Rámses desplegó su mejor sonrisa y se acercó hasta la silla donde mi morena estaba sentada, mientras yo colocaba mi mejor cara de inocente y fingí juguetear nervioso con mi teléfono.
—Hola, disculpa que te moleste—comenzó a decir mi hermano, la morena lo miró de arriba abajo y puso cara de fastidio.
No me sorprendió su reacción, ella era muy atractiva y de seguro muchos chicos la intentaban abordar constantemente. Si yo llegaba con mi sonrisa perfecta me correría inmediatamente, porque no estaba aportándole a simple vista nada nuevo. Fue lo que pasó en México, una chica me cargaba loco y la vi rechazar a todo el que se le acercaba, hasta que ideé esta estrategia con mi hermano y funcionó.
—Mi hermano, allá sentado, está básicamente embobado contigo. Me tiene loco ya, no ha dejado de hablar de ti en más de una hora. El problema es que es extremadamente tímido, pero algo en ti... me pidió que lo ayudara, pero no tenemos tiempo. ¿Crees que podrías darme tu número para dárselo? Si no, no importa, pero le diré que tienes novio, no quiero volver a verlo sufrir por un rechazo.
¡Dios! Rámses podría ser un excelente actor. Casi me hace llorar, fue tan convincente que si no supiera que está hablando de mí, estaría buscando entre la gente al chico tímido ese.
—Dile a él que se acerque, y yo personalmente le daré mi número.
Rámses me hizo una seña y fingiendo estar nervioso caminé hasta ellos. Incluso me permití trastabillar un poco para darle mayor efecto.
—Hola, no-no se que te dijo mi hermano, pero es falso.
—Me dijo que tú querías mi numero, que no dejabas de hablar de mí.
—Uhm.. bu-bueno si, es cierto. Lamento importunarte.
Ella me miraba de arriba hasta abajo, detallándome. No me preocupada su revisión, era imposible que la fallase. Yo era un 10, y estaba totalmente seguro de eso.
—Bien, te daré mi número.
La vi anotar en un papel los números que me prometían como mínimo el intercambio de unas muy buenas fotos y con una despedida nerviosa y bastante emocionada, nos marchamos.
—Pan comido—dijo Rámses. Choqué los puños con él cuando me tropecé con una persona que no pensé volver a ver.
—¡¿Andrea?!.
—Gabriel, Rámses. ¡Que coincidencia!.
Ella se lanzó a nuestros brazos y a pesar de su enorme sonrisa, mi hermano y yo nos miramos confundidos, entre muchos otros sentimientos.
—¿Para donde van? Yo voy de regreso a España. ¿Cómo está el señor O'Pherer?.
—Bien—respondió escuetamente mi hermano.
—¡Ay Rámses!, tu no cambias ni un poco—ella se burló.
Siguió parloteando mientras Rámses ponía esa cara de "¿no piensas hacer nada?" y la verdad que no sabía que hacer. Frente a mi estaba Andrea, la primera chica de la que me enamoré, la que decidió acostarse con mi hermano, la que causó grandes problemas entre nosotros, muchos de los cuales a penas los resolvimos hace poco. Y hablaba como si nada hubiese pasado, como si no me hubiese usado para darle celos a mi hermano, como si no me hubiese terminado por un mensaje de texto, mientras aun estaba acostada con él. La sangre comenzó a hervirme.
Ya nuestra relación era complicada con la ausencia de mi mamá, y ella solo se aprovechó de nuestros sentimientos, del estado sensible en el que ambos nos encontrábamos.
¿Cuántas veces ignoré a mi hermano por su culpa? Si, terminé perdonándolo, gracias a aquel ridículamente gay gesto con las flores en mi cama, ¡una semana entera olió a rosas mi cuarto! ¡Yo, olía a rosas!. ¿Y ella está aquí hablándonos de que comenzará en la universidad? ¿Qué me importa esa mierda? Es una perra, una zorra, una puta aprovechada que me humilló, me pisoteó, me usó, me rompió el corazón y ni siquiera tuvo los putos ovarios de terminarme en la cara.
—Andrea...—la ira me estaba consumiendo.
—¿Si?.
—Vete para la mierda. Eres una perra, una zorra sin corazón, sin alma. Sabías lo que yo sentía por ti y aún así te tiraste a Rámses. Y mientras aún estabas en el piso, me terminaste cobardemente por un mensaje. Y eres tan imbécil de hablarnos, es eso o nos crees tan imbéciles a nosotros, que olvidamos lo maldita que eres. ¡Púdrete!, desaparece de nuestra vida, de nuestra vista. No eres más que una desgraciada, te importó tan poquita cosa lastimarme, que me alegro que Rámses te haya cogido, porque para el fue menos que sexo, fuiste solo un agujero que le dio alivio, ni siquiera se dignó a llevarte a la cama, es que hasta flojera le dio. Así que, olvídate de nuestros nombres, de nuestras caras, de que alguna vez existimos, fuiste un error, una desgracia y como si fuese poco un muy mal polvo.
—Es cierto, mi mano me dio más placer que tu—finalizó mi hermano.
Mi pecho ardía y me sentí frenético, podía seguir gritándole por horas toda la basura que era, pero es que no valía mi tiempo ni si quiera mi saliva.
—Vamos, Rámses. Aquí huele a perfume barato.
—¿Quién coño te crees que eres?.
—No es lo que me creo, es lo que soy. Soy lo mejor que podías conseguir en tu vida y tu eres solo la perra de la que me libré. Porque déjame decirte que-
Andrea me cruzó la cara con una sonora cachetada, que hizo que todos los que estaban cerca y no habían escuchado mi discurso, volteasen a ver. Me la merecía, no tenía la menor duda al respecto, pero ella también se merecía cada una de mis palabras y muchas otras.
—Suficiente...—Rámses me arrastró lejos de ella antes de que ella despotricara contra mí y yo drenara todos estos años de resentimiento hacía ella.
Mi hermano me hizo entrar al baño de caballeros y cerró la puerta para darme tiempo y espacio para calmarme.
—No creo que hayas exagerado, pero no era el momento. La humillaste por completo y añuque tus palabras fueron crudas, ninguna fue falsa. Ahora, cálmate.
Asentí una sola vez y abrí el grifo del lavamanos para lavar mi cara un poco, quizás así la rabia pudiese disiparse un poco.
Pero seguía alterado cuando cerré el grifo y quedó en mis manos. El agua empezó a brotar en todas las direcciones, Rámses se apresuró a ayudarme a frenar el agua, pero el grifo no encajaba y el agua continuaba inundando el baño. En poco tiempo toda mi ropa estaba chorreando, igual que la de mi hermano.
—¡Necesitamos cerrar esto!
—¡¿Con que?!—grité en respuesta.
—¡Desnúdate!
—¿Estas loco? ¿Y después como salgo de aquí?.
—El bóxer. Quítatelo.
Me apresuré a quitarme el jeans y con el bóxer en mano intenté encajarlo en el agujero que el grifo dejó, pero no era suficiente.
—Dame el tuyo, Rámses.
Mi hermano hizo lo mismo y con los dos trozos de tela, apuntalados en el orificio, finalmente el agua dejó de brotar por lo menos en todas direcciones.
Agotados por el esfuerzo retrocedimos mirando nuestro trabajo. Íbamos desnudos de la cintura para abajo y nuestras camisas mojadas se pegaban al cuerpo. Peiné mi cabello hacia atrás, pero Rámses sacudió sus largos mechones lejos de su rostro.
—Esto será difícil de explicar—dijo
—¿Tu crees?—bufé.
Escurrimos todo lo que pudimos la ropa y nos vestimos. Por donde vieran la escena, era un desastre, dos chicos desnudos destruyeron el baño. Lo mejor que podían pensar era que nos estábamos cogiendo entre nosotros, porque destruir propiedad del gobierno no se perdonaba tan fácilmente como un buen revolcón.
—Si nos descubren, tú eres mi pasivo.
—Nadie creerá eso, frère.
Revisamos que nadie estuviese cerca y con nuestra cara más inocente y tratando de aparentar toda la normalidad posible, caminamos hasta nuestra puerta de embarque.
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