CAPITULO 30. POV Familia O'Pherer. LA PARTE MÁS DIFÍCIL (tercera parte)
POV GABRIEL
A penas el auto con los abuelos de Amelia y nuestros papás se perdió de mi vista, pedí un taxi desde la aplicación de mi teléfono. Solo tuve que esperar cinco minutos para que llegase.
Le avisé que iba en camino y noté mis manos sudorosas y los nervios revolotear en mi estómago.
Llegué primero que ella y tomé una mesa en el interior. La vi entrar en el café luciendo unos jeans desvencijados, unas botas altas por encima de la rodilla y una blusa holgada de escote profundo.
Por lo menos iba bien tapada y a pesar de eso mi estómago dio un pequeño salto. Me sonrió en cuanto me vio y caminó hasta mí.
Me levanté para recibirla y le di un pequeño beso en la mejilla, halé la silla para que se sentara y luego hice lo mismo.
—Todo un caballero, ¿no?.
—Siempre. ¿Quieres tomarte algo o comer algún postre?.
Pensé que no ordenaría nada, la ultima vez que estuvimos acá se negó a compartir conmigo un helado, pero me sorprendió ordenando una malteada de fresa y una porción de cheesecake de frambuesa.
Le pregunté por su familia y por su día a día y me impacté con alguna de sus respuestas. Su familia estaba bien en líneas generales, pero sus padres se divorciarían. Al parecer fue algo que también la sorprendió a ella, no imaginó que sus padres tuviesen problemas, pero cuando dejaron de fingir, las discusiones aparecieron y Marypaz se consiguió deseando que llegase el momento de separarse de ellos con rapidez. Ella se iría a la universidad, su mamá se quedaría en la casa con sus hermanitos y sería su papá el que se mudase.
—Y después de lo que pasó en el instituto, ¿Cómo estás?.
—Paranoica. Aumenté las horas de terapia a varias veces por semana. Gabriel, me equivoqué tanto y tantas veces que no sé ni siquiera por donde comenzar a pedir perdón. Mi terapeuta me aconsejó que conversara con todas las personas a las que lastimé en mí proceso y tú eres una de ellas, por eso te cité acá, quiero pedirte perdón por todo el daño que te causé.
—Necesito algo más que un perdón, quiero explicaciones.
—No hay excusas que puedan ser valederas, te explicaré todo, pero se que eso no me justifica. Quizás no sepas que desde que mis papás conocen a Amelia han vivido solo para compararme con ella, para recalcar sus cosas buenas de las que yo carezco, y las malas de las cuales a mi me sobran. Cuando conociste a mis papás, ellos dudaron que fueses mi novio, al parecer te consideraron demasiado para mí, me llegaron a decir que tú hacías linda pareja con ella. Tuve que incluso convencerlos.
»Entonces mi mamá comenzó a darme estos "consejos" para "conservarte" a mi lado. Lo primero que hizo fue obligarme a llevar una dieta estricta y a un régimen de ejercicio. Mi terapeuta me explicó que los miedos que ella tenía sobre su matrimonio, los traspasó a mí. Yo me miraba en el espejo y ella recalcaba todo lo negativo. Fue así como comencé a ver kilos donde no los tenía. Ahora entiendo que ella hizo mal y que trastornó mi forma de verme, pero en el momento de verdad veía esos kilos en mí.
»Un día mi papá fue a buscarme al instituto y los vio a ustedes marcharse. Lo primero que me dijo cuando me subí al auto fue que tú estabas enamorado de Amelia. No quise creerle porque nunca vi nada que me lo demostrara.
»Entonces descubriste mi problema delante de mis papás y ahora sé que lo hiciste por mi, por mi bien, porque me querías, pero en el momento solo fue una traición; de paso te aliaste con Amelia y yo... casi escuchaba la voz de mi papá susurrándome "que tonta eres".
»Cuando comencé a ir a terapia, Ashley mi terapeuta, me hizo mejorar en relación a mi peso y mi autoestima, quise ser la persona que siempre quería. Una chica segura, sexy, atractiva. Ese es el sueño de todas las adolescentes, incluso de las que lo niegan. Todas quieres ser atractivas para los chicos, deseada por ellos, envidiadas por todas.
»Y sabía que lo había estropeado todo contigo pero me daba pereza arreglarlo. Lo sé, es horrible lo que te estoy diciendo, pero quiero ser completamente sincera. Mis papás anunciaron su divorcio y en la casa se mataban a gritos, pero en la calle seguían siendo una pareja amorosa. ¿Qué clase de amor es ese?. Tú eras la complicación que podía dejar pasar, obviar, no enfrentar.
»Ellos destruyeron todo lo que yo creía que era el amor, pero seguía queriendo amar y ser amada y tú eras el único que me hizo sentir algo de verdad, algo más que placer momentáneo de una noche. Cuando viajamos a las universidades lo comprobé, sé que te dije que era solo sexo, pero no fue así, pero otra vez estaba el hecho de que no sabía como perdonarte lo que para mi fue una traición y con todos los problemas que ya tenía en mi casa, tener otro más me resultaba agotador. No podía hacer nada para huir del divorcio de mis padres, pero si podía huir de la complicación que tu resultabas. Una complicación buena y mala al mismo tiempo.
Ella hizo una pausa para pedirle a la mesera por dos café. La estaba escuchando con atención a cada una de las palabras que decía, guardándolas en mi mente, archivándolas en mi memoria, fijándome en cada uno de sus gestos y expresiones, paranoico por la posibilidad de estar siendo otra vez engañado.
—Te rechacé tantas veces que creí con absoluta seguridad de que no habría forma y manera de que volvieses conmigo. Y yo no quería ser rechazada, así que pensé en seducirte, siempre se me daba muy bien, pero entonces...
—Yo jugué al duro contigo toda la noche, fue lo que me recomendaron que hiciera. Mi familia estaba agotada de verme humillado detrás de ti una y otra vez.
—Fue un buen consejo, porque tu indiferencia me enloqueció. No creas que te diré "estaba loca y no se lo que hacía". Franco me ofreció la droga para relajarme y fue cuando se me ocurrió darte un poco para que dejaras esa actitud. No sabía lo fuerte que podía ser, pensé que solo te relajaría. Después de eso todo se fue a la mierda. Llegamos a la casa de Cólton, y Marié me dijo que tú estabas enamorado de Amelia, las mismas palabras de mi papá. No le creí pero ya tenía la duda sembrada en mi cabeza y en mi corazón.
»Te vi subir al cuarto y vi mi oportunidad, pero Marié me entretuvo y bueno, yo también estaba tomada, así que lo que creí que era una conversación de cinco minutos, fue mucho más larga. Finalmente me la quité de encima y subí a buscarte. Imagínate mi sorpresa cuando te vi con Amelia.
»No se cuanto tiempo estuve llorando en la puerta, tratando de calmarme lo suficiente para irme. Bajé las escaleras y vi a Rámses en el sofá y a Marié rondándolo, esperando el mismo momento que yo esperaba contigo para cazarte. Pude haberlo impedido, pero Franco me abordó y yo solo me lancé a su boca.
—Le dijiste a Amelia que habías estado con Aztor en el baño del local y con Franco en la casa—le recordé, además de que aproveché de dejarle en claro que su amiga no me mintió por lo que ella no tenía forma de hacerlo.
—No estuve con Aztor en el baño del local... fue también en la casa—sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso—. Franco me subió a la habitación y arrastró con nosotros a Aztor. Le dije eso porque me dio vergüenza de que supiera que hice un trio, así que le dije esa mentira porque algo tenía que decirle, era muy probable que a alguno se le escapase y no se... en ese momento eso me pareció una buena idea y después de que dije la mentira, ya todo estaba hecho.
—No sé que es lo más idiota que has hecho, si hacer un trio con dos tipos tan asquerosamente promiscuos, que se que son una basura con las mujeres; o que hayas tenido que mentir, engañar, embaucar solo porque tú orgullo no te permitía pedir perdón. Lo lamento Marypaz, siento que pretendes verme la cara de idiota.
Intenté levantarme pero ella me tomó por el brazo. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.
—Te juro que te digo la verdad y también me arrepiento de lo que ocurrió con ellos... y si, si tratan a las mujeres como basura, me quedó muy claro eso.
Ella soltó mi agarre y se limpió las lágrimas que lograron escaparse. Volví a tomar asiento.
—¿Te hicieron daño?
—Destruyeron mi dignidad. Hablaban delante de mi, en pleno acto, como si yo no estuviese, me comparaban con otras chicas y... —suspiró profundamente—en fin, cuando ellos terminaron, se levantaron entre risas, satisfechos y salieron de la habitación. "Puedes quedarte aquí, regresaremos más tarde" me dijo Franco por encima del hombro.
—Franco dijo que te llevaría a casa, nos fuimos sin ti porque no te conseguí, yo me regresé a buscarte.
—No me quedé en la habitación, me cambié a la que era de Marié y allí me encerré. Cólton fue el que me llevó después de discutir con ellos porque no querían ni siquiera llamarme a un taxi. Me trataron peor que a una puta, pero yo me lo busqué y ahora que veo las cosas desde otra perspectiva, me lo merecía.
—Me cuentas eso y no puedo creerte, porque poco después de eso humillaste a Amelia delante de todo el instituto, seguiste con tu misma actitud y hasta empeoraste. No es cónsono con lo que supuestamente sentías.
—Estoy arrepentida ahora, Gabriel, después de muchísimas horas de terapia, en ese momento estaba molesta conmigo y con los hombres, con Amelia, contigo, con el mundo entero. Quería usar primero a los hombres antes de que ellos me usaran a mí. Estaba en un agujero del que quería salir, pero estaba tan profundo y seguía cada vez hundiéndome más, que me rendí de luchar, no veía la forma de salir de allí, así que mejor hacer el lugar acogedor.
Entendía lo que me decía sobre sentirse en un agujero y la resignación a morir allí, no podía entender ni un poco todas las acciones que me contaba, pero necesitaba escuchar la historia completa.
—Para ese entonces ya no me quedaba duda de tus sentimientos por Amelia. Intenté lidiar con ellos a toda costa, comprenderlos, siempre pensando en Amelia, en que no era su culpa si tú la amabas, pero cada palabra de cariño o de atención que le profesabas me atormentaba día y noche.
»Y entonces Amelia descubrió lo que ocurrió, me encaró y ya no tenía nada que me sirviera para esconderme. Puse mi mejor cara de "no me importa nada", la misma que uso en la casa cuando las discusiones de mis papás son insoportables, la misma que pongo delante de mis hermanitos para hacerles creer que los gritos de nuestros papás son menudencias; y acepté mi culpa.
»Estallé con Amelia, saqué todas mis frustraciones y enojo. Le grité que había besado a Rámses porque quería verla fuera de si. Que dejara de ser tan perfecta porque si ella no era tan perfecta, mis imperfecciones no serían tan marcadas, como si mis papás pudiesen verlo. Y cuando me quedé sin argumentos, porque yo era todo lo que ella me dijo, me lo merecía, pero la verdad es dolorosa, le grité lo de su padrastro.
Las lágrimas de Marypaz se resbalaron con demasiada rapidez sobre su rostro. Era un torrente que parecía no tener fin, usó una servilleta tras otra y no lograba que dejasen de manar.
—Jamás creí que Amelia hubiese sido la culpable de su violación, tampoco que haya estado con tu papá, pero cuando uno está molesto no existen los límites, podemos ser capaces de decirle cualquier cosa a una persona con tal de causarle una parte del daño que nosotros sentimos.
—Te debiste sentir como una basura cuando su padrastro entró al instituto a secuestrarla.
—Me sentí peor que una basura y me sigo sintiendo así desde entonces. Fue el punto más bajo en que he caído, no se si sea tocar fondo, pero no quiero ser esa persona por más tiempo, ya no quiero vivir así ni de esa forma. Me miro en el espejo y sigue sin gustarme lo que veo, siento vergüenza de mi y de lo que he hecho, pero no lo cambiaría. No creas que no estoy arrepentida, lo estoy, pero era necesario que yo pasara e hiciera todas esas cosas para entender y madurar, por eso no me arrepiento, Ashley dice que no puedo cambiarlo, que puedo aprender de el y sacarle algo bueno.
»Ahora entiendo muchas cosas que en el momento no, es verdad lo que dijo Amelia, no me amarán si sigo así. Pensé que Marcos podría ser una buena forma de empezar de cero, pero fue otro desastre más. Tuve que pasar por todo eso para entender que existen varios tipos de amor, el fraternal, el de amigos, el de hermanos, el de familia, el de pareja y muchas versiones de cada una de ellas categorías. No importa que miraras a Amelia con amor, era un amor muy distinto al que me profesabas a mi, quizás ni tu mismo lo sabías o quizás si y no sabías como explicarlo, pero ahora, aunque tarde, ya lo comprendo.
»Sé que mi papá me ama de forma tan tosca y seca, que mi mamá lo hace aunque esté también toda confundida con su vida y la mía. Sé que entre ellos se aman aunque ya no para estar juntos. No creas que me volví una sabía, pero cuando se llega a un punto donde te odias tanto, que has hecho tanto daño que no sabes reparar y que lo único que te queda es morir, se aprenden ciertas cosas, sobre todo cuando se van tantas horas a un terapeuta como yo.
Marypaz tomó el último sorbo de su café y respiró profundamente, armándose de valor.
—No quiero que me tengas lástima, tampoco quiero que me perdones solo por esto, pero quiero que sepas que no te estoy mintiendo.
Se alzó la manga izquierda de su camisa y vi la marca rosácea que atravesaba su muñeca a lo largo en unos diez centímetros. Estaba cicatrizada recientemente, la piel aun brillaba como nueva.
Mi boca se abrió con un cúmulo de emociones que pujaban todas por salir al mismo tiempo. Ella bajó la manga de su camisa y se comió el último trozo del postre que había ordenado.
—¿Te molesta si ordeno otro? Está muy rico.
Asentí una sola vez. Ya no podía ver la cicatriz que me mostró sin embargo seguía viendo su muñeca cubierta por la camisa manga larga.
—Después de que me hice esto me asusté, no quería morir, así que fui al hospital, sola, no quería ir con mis papás, pensé como una tonta que solo me atenderían, pero soy menor de edad así que por supuesto que los llamaron y ellos, que no podían lidiar ni con sus propios problemas, llamaron a Ashley para que lidiara conmigo. Esto me lo hice por la culpa de todo el mal que he hecho y de todo lo que yo he cambiado.
»Es en lo que trabajo con mi terapeuta, en conseguir el perdón de todos, pero también perdonarme a mi misma. Me traicioné y lastimé, también necesito hacer las paces conmigo y esa es la parte más difícil de lograr.
—Voy en camino—le escribí a Rámses en cuanto me subí al taxi. Marypaz tomó el suyo propio porque iba en dirección opuesta, ahora además de asistir con su terapeuta, acudía a un grupo de ayuda.
—¿Cómo te fue?—preguntó.
—Confuso, aclarador, dudoso, sorprendente, impactado, asustado...
—Por lo menos no dijiste excitado...
Subí a mi cuarto y me di un rápido baño y me cambié la ropa. Miré mi cama y no quise acostarme allí. Después de todo lo que hemos vivido y lo último que aprendí en la reunión con Marypaz, no quería estar solo. Tomé mi almohada, mi cobija y me fui al cuarto de mi hermano y Amelia.
—Abran espacio. No puedo dormir, tengo... pesadillas—y no mentía, todas las noches tenía pesadillas con Stuart, temía encontrarme hoy también a Marypaz en ellas.
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