CAPITULO 25. POV Familia O'Pherer Oytar. NO LE HAGAN DAÑO (segunda parte)


POV Mike Oytar

—¿Hablo con el Sr. Oytar?

—Con él habla.

—Señor Oytar, lo estoy llamando desde el instituto de sus hijos O'Pherer Rámses y Gabriel y de su hija Maggio Amelia.

Mierda, ahora ¿Qué hicieron?.

—¿En qué lo puedo ayudar?.

Por favor que no sea otra pelea, por favor, por favor.

—Le habla el oficial Paterson, tenemos que informarle que el día de hoy un sujeto identificado como Stuart...—mi sangre se congeló mientras él rebuscaba en los documentos por el apellido seguramente.

—Se quién es Stuart.

—El sujeto Stuart ingresó al instituto portando un arma y mediante amenazas se llevó a sus hijos.

Se llevó a sus hijos...

Sus palabras retumbaron en un eco infinito en mi organismo.

—No logramos conseguir al señor O'Pherer, para darle la información. Tampoco al señor Michia. El departamento de policía en estos momentos está buscando todos los rastros para dar con su paradero pero es necesario que ustedes, sus tres padres—su voz dudó confundida al decir tres padres—, estén aquí presente.

Me dio una serie de directrices y respondió algunas de mis preguntas antes de colgar. Ni siquiera me despedí de Megan ni de Ryan, me subí al primer taxi que conseguí y pedí que me llevase lo más rápido que pudiese, ofreciéndole pagarle el doble y todas las multas que pudieran darle, si me llevaba todo lo rápido que el auto pudiese. Y lo hizo.

Me aflojé la corbata mientras serenaba mi cabeza. Entré a la oficina y ladré órdenes.

—Martha, Luisa, Andrés, los quiero a todos en el salón de reuniones ¡ahora mismo!. ¡Daysi!.

Los tres asistentes se levantaron de inmediato y corrieron a las distintas oficinas. Vi a todo mi equipo de trabajo correr para llegar a la sala de reuniones antes que yo. Daysi corrió a mi llamado y comenzó a seguirme esperando sus instrucciones.

—Martha, contáctame con todas las oficinas de inmediato. Andrés, llama al capitán Franco y que también esté conectado. Luisa quiero que te dediques a llamar a Hayden y Fernando, sin ningún descanso, llama a todos los números que tengas y conozcas, a compañeros de trabajo, amigos, conocidos, llama al puto restaurante de la esquina si es necesario y que me contacten con ellos. Daisy, necesito pasajes para mí y Hayden, hoy mismo, ya si es posible.

Ella asintió sin dejarme terminar, tenía el tiempo suficiente conmigo para saber cuando era una emergencia y que preguntar solo me hace perder tiempo y no hay nada que me moleste más que perder mi tiempo.

Todos corrieron a mi lado para cumplir sus tareas asignadas. Entré al salón de juntas y estaba todo mi equipo sentado. Guardaron silencio en cuanto me vieron entrar. Martha me dio el visto bueno con las otras oficinas, solo me faltaba contactarme con el capitán Franco. Daisy le quitó la laptop al único abogado que la llevó y la vi ingresar en las páginas de las distintas aerolíneas.

En menos de diez minutos tenia a todos atentos a mí, mis otras oficinas conectadas, incluso la cara del capitán Franco me miraba bastante molesto y extrañado desde la pantalla.

—Rámses, Gabriel y Amelia han sido secuestrados por Stuart.

El silencio que reinó en la sala era apabullante, solo se escuchaba mi respiración acelerada.

—Nacho, el oficial Paterson del cuerpo de policía lleva el caso, te quiero a ti a cargo, es personal diplomático.

Él solo asintió y con un escueto "te llamo en cuanto sepa algo" colgó.

—Todo lo que puedan delegar, háganlo. Todo lo que pueda esperar, que espere. Los quiero a todos trabajando en el caso Maggio. Cuando atrapen a Stuart, porque lo harán, quiero que se pudra en la cárcel.

Todos comenzaron a tomar notas, grabar ideas. Trabajar.

—Si no le darán cadena perpetua quiero que me aseguren un listado interminable de recursos que lo hagan ahogarse en papeles y nunca salir de la cárcel.

Halé mi cabello con frustración, mi corazón estaba desbocado, mis orejas ardían, me acaloré. Si Hayden me viese de seguro creería que tengo la tensión alta y era bastante probable que así fuese.

—¡Ese maldito secuestró a mis hijos!. Quiero que cumpla 90 años encarcelado y que una pandilla con vergas de 50 centímetros se lo violen todas las noches. ¡Va a ser la puta perra de todo el sistema carcelario!—golpeé con fuerza la mesa de roble de la sala de reuniones haciendo que todos se sobresaltaran—. Lo quiero en las peores cárceles, lejos de cualquier persona, sin visitas, que nunca vea el sol. Estoy abierto a cualquier sugerencia extrema que tengan para ponerlo a comer moscas, tragar agua, como sea que hoy en día se diga para decir que ¡lo quiero muerto en vida!.

Todos asintieron con una mezcla de rabia y miedo en sus miradas.

—Páguenle a quien tengan que pagarle, compren a quien sea. No se paren por dinero. ¡Lo quiero sufriendo cada vez que una maldita hormiga de este mundo respire!.

—Tengo los pasajes, tiene una hora para llegar al aeropuerto. Seguimos sin localizar a Fernando o Hayden—me interrumpió Daisy.

—Les cae la puta madre a esos imbéciles.

Comencé a caminar a la salida, mientras seguí dictando órdenes.

—¡Contacté a Hayden!—gritó Luisa alcanzándome, justo antes de subirme al auto que me esperaba para llevarme al aeropuerto—. Le conté todo lo que dijo en la reunión y va camino al aeropuerto también, su vuelo saldrá más tarde que el suyo. Estaba operando, por eso no respondía.

—Gracias. Insiste con Fernando que yo haré lo mismo.

Ya en el auto y mientras el chofer conducía con gran rapidez entre el tráfico respiré profundo tratando de calmarme. Si algo le pasaba a mis hijos... sé que no lo son, que por sus venas no corre mi sangre, pero los amo como si lo fuese.

Me llegó un mensaje de Nacho.

—Ya tengo la asignación. El caso es mío. Voy saliendo a la comisaria, en cuanto tenga más noticias te escribo.

Hayden por fin me llamó y pude contarle lo que sabía. Seguía sin poder comunicarme con Fernando. Lo mataré a golpes cuando lo vea. Esto es una puta emergencia y él no atiende el teléfono.

Resignado a que no había más opción, me decidí a llamar. Esta era una emergencia y lo amerita.

—Hola, yo... ehm... estoy en el trabajo, ¿podemos...—ella susurraba un tanto alegre, eso me sorprendió de buena manera, pero no tenía tiempo para analizarlo.

—Es una emergencia. Secuestraron a Gabriel, Rámses y Amelia. No logro contactar a Fernando, no me atiende el teléfono.

***

POV Desconocido.

No me tocó presenciar el atentado, estaba en ese momento en el baño, solo escuché la algarabía cuando varios estudiantes entraron al baño y trancaron la puerta. Me explicaron apresurados como un grupo entró disparando en el instituto. Claro que ahora sé que no fue un grupo, sino solo un tipo. El padrastro de Amelia, la novia de los O'Pherer.

Cuando las cosas se calmaron, nos sobresaltamos cuando tocaron la puerta. Eran los profesores para que saliéramos.

Todo era un caos. Nos hicieron sentarnos en el pasillo, los profesores nos contaron más de tres veces. Querían confirmar de que el maniático solo se había llevado a tres estudiantes, a nadie más.

La confusión se presentó con los que lograron salir corriendo, sin embargo entre los padres, los profesores y los policías que llegaron y por supuesto los testigos, quedaron claro que solo se los llevaron a ellos.

Tuve que llamar a mi mamá para que me viniese a buscar. Le conté por teléfono y como siempre entró en pánico, pero era mi mamá, entraba en pánico si le decía que se me partía una uña.

Los papás comenzaron a llegar y como si fuésemos niños pequeños teníamos que esperar que un profesor nos viniese a buscar y nos entregara en las manos de cada alumno.

Pero éramos muchos, así que dejaron pasar a los papás en pequeños grupos.

Fue entonces cuando la vi, una señora delgada, con su cabello recogido en un desordenado nudo, con sus lágrimas mojando todo su rostro, recorría las hileras de estudiantes con desespero.

—¿Dónde está? ¿Dónde está?. Si algo le pasó.... ¿Dónde....

Era todo lo que repetía.

El rumor que venía corriendo por fin llegó a mí: "Es la mamá de Amelia".

Pobre mujer. La buscaba desesperadamente. Los policías trataban de llevarla a algún salón para explicarle lo que de seguro ya sabía, pero ella continuaba zafándose y buscando por sus propios medios.

Algunas chicas comenzaron a llorar de solo verla, a mí mismo me arrugó el corazón ver su desespero.

Finalmente lograron llevarla hasta una pequeña oficina, la puerta quedó abierta y mi mórbida curiosidad me hizo acercarme para escuchar.

—Señora Gatica, el señor Stuart, su esposo, ingresó al recinto portando un arma cargada, hizo un disparo al aire para dominar a los estudiantes, y se llevó a la fuerza a su hija Amelia y a Rámses y Gabriel O'Pherer.

Ella estalló en llantos desesperados. Los padres abrazaban a sus hijos mientras la escuchaban, sentían lastima por ella. Yo también la sentí.

—¿Por qué la vino a buscar? ¿Por qué?—gemía una y otra vez.

—Los encontraremos. Tenemos a toda la fuerza policial buscándolos.

—No le hagan daño, por favor, no le hagan daño.

¿Por qué le harían daño a Amelia o a los O'Pherer? Bueno, quizás ella imagina alguna situación donde los policías abrirían fuego y podrían salir lastimados.

—Él no sabe lo que hace. No lo lastimen por favor.

—¿Él? ¿Usted está preocupada por él? Debería preocuparse por su hija, porque su violador se la llevó—Marypaz, que había estado también escuchando entró en la habitación gritándole indignada.

El silencio que ahora reinó entre todos los que escuchábamos a escondidas fue ensordecedor.

Ella no estaba llorando por su hija secuestrada, sino por su esposo, el padrastro.

Recordé los rumores que corrieron de Amelia: que había sido abusada por su padrastro y ella tuvo que irse de la casa a vivir con su novio. Nunca me lo creí, pero creo que si es cierto. Tampoco me creía el cuento de que era novia de los dos, eso solo lo dijo Marypaz molesta, estaba seguro de eso. Amelia, no parecía ese tipo de chicas.

También recuerdo la pelea entre ambas, por lo que también asumí que esa parte de que Amelia había provocado a su padrastro era falsa.

El policía le pedía a Marypaz que saliera de la habitación pero creo que él tampoco podía creer la reacción de la mamá de Amelia, porque seguía un poco estupefacto.

La mamá de Marypaz llegó, supe que era la mamá porque eran muy parecidas y fue la que la convenció de salir de la oficina.

Vi cómo se marchaban. Marypaz lloraba en el hombro de su mamá, pero creo que lloraba en parte por la indignación de escuchar a la mamá de la que fue su amiga.

—¡Hijo!—gritó mi mamá cuando se estrelló contra mi pecho—. ¿Estás bien? ¿Te pasó algo?.

Mi mamá lloraba a cantaros y como siempre que la veía llorar, me olvidé del resto del mundo y me dispuse a consolarla.

—Estoy bien mamá. Te amo.

La saqué de allí todo lo rápido que pude.

Sentí lastima por Amelia... no sé qué clase de persona es, pero dudo mucho que se merezca una mamá así.

***

POV Fernando O'Pherer.

Cuando los divisé en la carretera, pensé que me estaba volviendo loco. Si el capitán no lo hubiese confirmado, no me lo hubiese creído. Mis muchachos, mis niños, caminando por la orilla. Ilesos hasta donde podía ver.

Me bajé de la camioneta antes de que frenase y corrí hasta ellos.

Los abracé como si fuesen dos niños, los sentí más pequeños y frágiles que nunca, tanto como cuando cabían los dos en mi regazo. Me faltaban brazos para estrecharlos, boca para besarlos. Quería fundirme con ellos y protegerlos del mundo entero.

Recuerdo que cuando nacieron Karen me dijo lo mismo para cada uno. Me decía que ahora vivía con miedo de que algo les pasara, que le provocaba comérselos y volverlos a guardar dentro de su vientre, donde los sentía a salvo. Me parecía una locura y me reí de ella todas las veces que me lo dijo... hasta este momento.

Por fin la entendí.

Pero no estábamos completos. Faltaba Amelia y por ende faltaba una parte de cada uno. Amelia caló hondo en nosotros, se adueñó de un espacio en nuestro corazón.

Le pasé un mensaje a Mike y a Hayden: "Tengo a los chicos". Y me dediqué a revisarlos aunque seguían negándose.

Mi teléfono sonó y atendí sin ver quien era.

—¿Los tienes?—la voz de Mike era de terror, quizás como la mía hasta hace unos minutos.

—Si, ya tengo a los chicos.

—¿Y Amelia?.

—No. Falta Amelia.

—Maldito desgraciado, se quedó con ella como lo pensamos. Maldito.

—Lo sé, lo sé.

—¿Cómo están? ¿Los hirió?.

—Están bien en líneas generales. Cuerdos todavía.

—Yo ya voy en una patrulla saliendo del aeropuerto. Nacho les dirá donde se encuentran para alcanzarlos.

—Necesito a Hayden en el hospital ahora mismo, Gabriel tiene un golpe muy fuerte en la cabeza que quiero que él revise. Mike...

—¿Qué golpe? ¿Y Rámses?. Pensé que Stuart... que él... Por favor Fernando, ¿están bien de verdad? No me mientas.

—Lo sé, están bien, lo juro, no te estoy mintiendo.

Rámses me arrancó el teléfono para hacer lo primero que yo hice cuando pude hablar con Mike... exigirle una respuesta. Él era el responsable de la seguridad, y aunque sabía que no era su culpa de lo ocurrido, necesitaba respuestas.

Mientras Rámses descargaba su miedo y frustración, aproveché de revisarlo. Estaba tan concentrado en gritarle a Mike que se dejó. Las heridas de sus muñecas eran bastante profundas, revisé sus tobillos y estaban igual. De seguro intentó soltarse por mucho tiempo, la piel estaba quemada y maltratada.

Levanté su camisa y escruté la espalda, el pecho, los brazos. No tenía moretones ni golpes visibles.

Cuando terminé con Rámses lo hice doblarse y me alcé por encima de él para revisar a Gabriel. El golpe de su cabeza me preocupaba seriamente, la sangre seca enmarañaba su cabello y a pesar de eso lucía bastante limpia su cara, mas que la de Rámses eso sí. Tenía marcas mínimas en la muñeca, quizás no intentó soltarse.

—Me noqueó—explicó cuando me vio fruncir el ceño—, estaba dormido cuando me amarró, por eso no son tan grandes mis heridas.

—¿Cuánto tiempo estuviste inconsciente?.

—El suficiente para que Rámses se asustara.

—¿Comieron?.

Gabriel tragó grueso y sus ojos se cristalizaron.

—Amelia compartió su desayuno con nosotros. Papá ella hizo un trato con ese malnacido. Pidió nuestra libertad a cambio de hacer todo lo que él quisiera y él le pidió...

No lo dejé continuar, ya lo tenía bastante claro. En ese momento Rámses le tendió el teléfono a Gabriel y me reincorporé en el asiento para que estuviese más cómodo. Los volví a abrazar a ambos, aunque en el estado de Rámses es probable que ni lo notase.

—Mike y Hayden ya llegaron, apenas les informé tomaron los primeros vuelos que consiguieron—me ahorré los detalles sobre quien avisó a quien, ya se los diría después.

Cuando avisaron por radio el accidente, mi corazón se detuvo, tanto como él de Rámses. Solo cuando confirmaron que tenía signos vitales, todos respiramos. Acuné a Rámses en mis brazos cuando comenzó a llorar. En una forma muy distinta he estado en sus zapatos y a pesar de eso no sabía que decirle.

Cuando llegamos a la zona sentí que me bajaba en una zona de guerra. Los pedazos de camioneta, maleza destruida, vidrios rotos, adornaban toda la zona.

Vi el pánico en el rostro de Rámses, sus deseos de salir corriendo detrás de Amelia o quizás detrás de Stuart.

—Rámses, necesito que te quedes acá. Entorpecerás lo que sea que estén haciendo. Yo iré y regresaré con noticias—le ordené.

Corrí dentro del bosque con mi teléfono marcando a Hayden.

Apenas llegué a la zona no podía creer lo que estaba viendo. Me acerqué al primer paramédico que conseguí y le tendí el teléfono con Hayden conectado para que le diera el parte médico. No sé ni que le dijo, solo me acerqué lo suficiente para ver el cuerpo de Amelia inerte, siendo atendida por todo el personal. Aun no la sacaban de lo que quedaba de la camioneta, así que la imagen era aún más desgarradora.

El paramédico me devolvió el teléfono.

—Hayden dime que ella no va a morir, porque si es así tengo que preparar a Rámses.

—El pronóstico es reservado, Fernan.

—Vete para la mierda, Hayden. No me vengas con eso. Háblame claro.

—Está muy delicada, Fernan. Ellos aún no lograr evaluar lo grave de sus heridas hasta que no la saquen. Temen que tenga alguna costilla rota y perforando algún órgano. Sin embargo la obturación de oxigeno es positiva y sus palpitaciones regulares. Si la mueven y resulta que si tiene algun órgano perforado, es posible que se complique de tal manera que no puedan hacer nada por ella, ni siquiera aunque lleguen al hospital.

—Oh, no.

—En este momento, mientras no la saquen y no puedan hacerle una mejor evaluación, solo son posibilidades y adivinanzas.

—¿Cómo... cuales... Cómo sabré si ella...

—Lo sabrás.

—¿Le digo? ¿Qué le digo? ¿Cómo se lo digo?. Maldición Hayden, Rámses... no lo soportará.

—No se lo digas. No tienes nada concreto que decirle. Deja que saquen a Amelia de allí, que el paramédico me de razones de su salud y yo te diré la prognosis de Amelia y solo entonces, te diré que decirle a Rámses.

—No me dejes darle falsas esperanzas, Hayden, porque no quiero ser quien se las pisotee.

Después de que se llevaran a Stuart, le pedí a Ignacio que liberarán a Rámses. Temía no solo por su reacción de ver a Amelia, sino también por sus ganas de matar a Stuart, ganas que yo también compartía.

Mis hijos esperaron a mi lado a que sacaran a Amelia del auto, Rámses arrodillado en el piso, sin fuerzas para poder ver lo que ocurría, mientras todos pululaban alrededor de Amelia.

No vi ninguna señal que me indicara que algo muy grave estaba ocurriendo y sobre todo escapándose de sus manos. Dejé a Gabriel con Rámses mientras me acerqué hasta el coordinador de bomberos y le pedí que le explicara a Hayden todo lo que sabía y lo que los paramédicos hablaban.

Poco después me regresó el teléfono.

—Estoy en camino al hospital, trataré de llegar antes que ustedes. No hay señales de órganos perforados aunque si tiene al menos una costilla rota. No perderás a tu hija, Fernan.

Vi a Rámses irse en la ambulancia con Amelia, su cara descompuesta de miedo y terror. Nos subimos en la misma camioneta donde llegamos y el oficial condujo tan deprisa como la ambulancia. En el camino aproveché de poner al día a Gabriel de lo conversado con Hayden, lo vi llorar asustado tanto por su hermano como por su cuñada.

Pero Hayden me aseguró que no la perderíamos y le creía, porque ni siquiera cuando Karen pudo asegurarme eso, ni en mi momento de más desespero, cuando solo necesitaba escuchar lo que yo quería, fuese falso o no.

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