CAPITULO 19. POV Rámses. LEVONORGESTREL o ACETATO DE ULPRISTAL. (tercera parte)


¿Cómo no sabría que vive acá? Ella no es estúpida.

Amelia terminó de explicarme por qué estaba segura de que Susana no sabía que ella vivía conmigo y la verdad es que tenía razón.

Lo que no me imaginé fue que al querer restarle importancia al asunto, en vez de no ardiese Troya, haría que Amelia explotase en una tercera guerra mundial.

No pude frenarla cuando salió de la habitación solo con una camiseta, sus piernas desnudas y su ropa interior violeta a simple vista.

El imbécil de mi hermano, que normalmente no escucha la puerta, tenía que abrirla. La mirada que le dio cuando la vio en esas fachas frente a él... Sé lo que acordamos, sé que no tiene esos sentimientos por ella, pero tengo mis límites y ambos estaban jugando algo muy peligroso.

No sé si es peor que sean amigos ahora.

Son dos contra uno.

—¿A qué debo está muy grata sorpresa?

—Nada—corté de inmediato, quería meterlo de un empujón en su cuarto y cerrar la puerta para evitar que la viese.

—En realidad venía a darte las gracias por hacer el trabajo de Psicología y preguntarte algunas cosas que me quedaron confusas.

—Amelia...

—Rámses...

—No sé qué se traen en manos, pero si me propondrán un trio, acepto.

¿Por qué tiene que ser tan suicida?

Retour à votre chambre, mon frère- vuelve a tu cuarto hermano—siseé.

Intentaba tapar su visión de Amelia, pero el muy idiota solo se reía de mí..

Tecnicamente, eu estou no meu quarto, irmão- Técnicamente, estoy en mi cuarto, hermano.

—¡Cierra la puta puerta entonces!—bramé.

—¿Y ser descortés con Mia Beleza que solo vino a ser agradecida?.

¡Puto portugués!

—¡Amelia!—como siga tentando su suerte esto terminará muy mal para todos.

—¡Rámses! Solo quiero agradecerle, no tengo malas intenciones.

—Relájate hermano, yo no creo que esté haciendo nada... malo.

—Amelia, regresa al cuarto ahora.

Mi novia, al parecer ahora tan suicida como su cuñado, no se movió.

—No a menos de que lo reconozcas.

Sus senos se marcaron por encima de la delgada tela y fue todo lo que necesité para sentir mi interior colapsar. Yo estaba viendo lo mismo que de seguro miraba Gabriel.

—Si ella quiere quedarse no la puedes obligar hermano. Pasa Beleza, hablemos sobre ese trabajo de Psicología, que sigan los agradecimientos.

Gruñí.

Si, gruñí, porque como Amelia diese un paso en dirección a Gabriel, o él la dejase entrar, correría la sangre.

Amelia contuvo una pequeña sonrisa en sus labios y colapsé. La monté sobre mi hombro y me la llevé hasta la habitación. Acababa de impedir que ocurriese una desgracia.

Merezco un puto premio.

Mi bombón estaba en modo erupción, me gritó que la bajase y no me quedó de otra que hacerlo y sobre todo aceptar que Susana si buscaba otra cosa cuando entró en mi cuarto.

¿Pero cómo decirle a Amelia que no era la primera vez que intentaba algo así?

Cuando vivíamos cerca, más de una vez intentó colarse en mi habitación, aunque fueron más las invitaciones a quedarme con ella las que rechacé.

Nunca pasó nada entre nosotros y siempre le atribuí las cosas de Susana a puro capricho, era una niña consentida a la que le daban todo lo que pedía. Yo no le daba ni un vaso de agua. No le daba mi polla cuando no tenía dueña, no se lo daría ahora.

Y si no lo hice antes fue por puro placer de verla rogarme de vez en cuando, no porque ella no me hubiese provocado de la forma correcta, pero no se caga donde se come, y lo menos que quería era un conflicto entre nuestros padres.

Sin embargo y a pesar de todo lo que era Susana, sabía respetar límites. Mientras tuvo su novio jamás buscó algo conmigo y cuando estuve saliendo con alguna otra chica, tampoco intervino. Por esa su actitud de esta noche me descolocó, definitivamente no era algo que ella haría, pero había cambiado tanto que quizás ya no era de esa forma.

Solo me di cuenta de sus verdaderas intenciones cuando Amelia me lo explicó. Creo que el despistaje si se pega. Y a juzgar por la molestia de Amelia, creo que mis arranques también son contagiosos.

—No estoy feliz, intentó meterse en tu cama, solo espero que no se repita. Van dos stryke Rámses. No habrá un tercero.

Su mirada era seria, profunda, molesta. Nunca la había visto de esta manera conmigo.

—Hablaré con ella...

—No, yo hablaré con ella. Tú tuviste una oportunidad cuando te besó y definitivamente ella no te entendió o te ignoró. Es mi turno de dejarle las cosas claras.

Mierda. Esto no lo vi venir definitivamente. Amelia celosa es de temer y es... sexy.

Mi teléfono vibro con la cara de mi hermano, con su ceja alzada y tirando un besito.

Eu pintei meu quarto roxo, é a minha nova cor favorita.- Pintaré mi cuarto de violeta, es mi nuevo color favorito.

¡Se acabó! Tengo mis límites.

—¡Voy a matarlo!,

Toqué con fuerza su puerta para que quitase el seguro. Lo escuchaba riéndose detrás de la puerta.

—¡Abre la puerta Gabriel!—le grité pero no abrió.

—¿Dirías que el violeta es más purpureo o azulado? Porque no me decido entre el violeta, violeta vivo, purpura eléctrico, orquídea... hay muchos.

—Eres un imbécil, cuando termine contigo quedarás daltónico. Abre la puerta y dímelo a la cara. Te dejaré el ojo morado.

—¿Morado? La recordaría cada vez que me viera en el espejo.

¡Tiraré la puerta!

—¿Qué les pasa ahora?—preguntó mi papá desperezándose desde su puerta, Hayden también apareció en la suya.

—Dejaré a Gabriel daltónico.

—¿Papá? ¿Eres tú? ¿Puedo pintar mi cuarto de violeta? Rámses no quiere dejarme y creo que ese color me haría dormir muy plácidamente todas las noches...

—¡Abre la puerta!—insistí con renovados golpes.

—¿Tú estás entendiendo?—preguntó Hayden a mi papá.

—Ya ni me molesto en entenderlos, solo que no se maten y me siento conforme.

—Si Gabriel llega a los 21 años considérate realizado como padre.

—¡Abre, puto portugués!.

—Bueno, a ver... ¿Qué te hizo ahora?—mi papá suspiró cansado.

—Le vio las pantis a Amelia y quiere pintar el cuarto de su color.

—El violeta es mi color favorito, solo quiero tener mi habitación del color que más me lo recuerde.

Hayden se rió con fuerza y mi papá se pasó las manos por su rostro cansado.

—Ni siquiera quiero saber cómo, cuándo y por qué se las vio. Ve a dormir Rámses, francamente no entiendo por qué aun caes en sus provocaciones. Te prometo que no le compraré ni siquiera colores en ninguna escala de violeta, pero ve a dormir.

Gabriel se reía detrás de la puerta tanto como Hayden, pateé la madera y molesto me fui hasta mi cuarto.

Cerré con fuerza la puerta, molesto aun. Amelia era mía y no quería que Gabriel tuviese esa visión de ella. Me incorporé en la cama y le quité la sabana, enredé mis manos en sus bragas y se las arranqué.

Me puse duro casi de inmediato cuando la vi acostada en la cama, con su cara de sorpresa, sonrojada y desnuda de la cintura para abajo.

Ella también se había excitado, vi sus pechos marcados sobre la camiseta.

Pero estaba cabreada y luego de girarse para dormir me dejó excitado y viendo el techo de la habitación.

—Iré a buscar a Mike al aeropuerto junto con Hayden, confío en que no mates a tu hermano antes de que su padrino lo vea. Y tú...—miró a Gabriel y negó con la cabeza— ¿puedes dejar de molestar a tu hermano?.

—No se dé qué hablas.

—Hablo de tu camisa violeta.

—Técnicamente es azul purpureo, lo sé porque pasé horas investigándolo.

Amelia aguantó las ganas de reírse pero a mí no me causó ni una pizca de gracia. Lo pateé con fuerza por debajo de la mesa y ni así el puto portugués perdió su sonrisa.

—Ay mierda, tuve que haberme traído un equipo de RCP, Gabriel, ¿violeta?—dijo Hayden apenas entró en la cocina.

—Es azul purpureo—respondió mi papá y Hayden se rió—. Vámonos antes de que vuelvan a intentar matarse y tengamos que separarlos. Amelia, cuento contigo, quiero seguir teniendo dos hijos varones cuando regrese.

Mi chica asintió con orgullo, me dio un beso en la frente y sentí la rabia derretirse de mi cuerpo.

—Impresionante, de verdad que si.

Él nos miraba aun sorprendido.

—Papá—habló por primera vez Susana—¿tu sabías que Amelia vive con Rámses?.

Él aludido asintió mientras saboreaba una taza de café. Fue el único que no arrugó el rostro con el mal sabor del café de Amelia, de hecho, parecía disfrutarlo de verdad.

Susana bufó por lo bajo y salió de la cocina. Poco después nos fuimos al instituto.

***

—¿Quieres que bailemos un rato?—Susana se acercó hasta mí y alzó sus cejas con la pregunta.

—No, gracias.

Era más cortés de lo que merecía, después de todos los problemas que su sola presencia me había causado, no debería estar ni hablándole.

—¿Quieres algo más divertido para esa bebida?.

—No, gracias y tú tampoco deberías.

Ella rodó los ojos y siguió tomando. Sus ojos estaban ligeramente enrojecidos, de seguro llevaba encima algo más que solo alcohol, pero no podía estar seguro.

—¿Sigues consumiendo?.

—¿Y tú?—contraatacó.

—No. ¿Y tú?—insistí.

Ella se encogió de hombros y sonrió. Si seguía consumiendo.

—Gabriel está limpio y quiero que se mantenga así.

—Tranquilo Rámses, además hablas como si hubiese sido yo quien le ofreció en primer lugar.

—No quiero que le ofrezcas en ningún lugar—aclaré, sabía muy bien que esa culpa era solo mía.

—¿Y si nos vamos a otro lugar más... privado?.

Ella nunca fue zorra, su nueva actitud me molestaba e incomodaba.

—Tengo novia por si no te acuerdas, aunque si no lo haces estoy seguro que ella estaría feliz de recordártelo. Y aunque no tuviese la respuesta sería igual: No.

—Vamos, siempre hemos querido.

—Tú siempre has querido. Yo no.

—Bien, yo siempre he querido. Te quiero. Y tú solo juegas al duro.

¡Vaya!, esta comienza a sonar como Kariannis.

—No juego al duro, no te quiero de esa forma.

Estoy a punto de mandarla a la mierda, pero no quiero arruinarle la fiesta a mi papá.

—La verdad es que no entiendo cuando te volviste tan... aburrido. Solíamos divertirnos, escaparnos.

—Maduré.

—Una mierda. Me gustabas más como eras antes

—Antes estaba amargado, molesto, deprimido. Era autodestructivo. Ya no soy así.

Recordar por un momento la tristeza y melancolía donde vivía y compararla con las continuas alegrías en donde ahora residía al lado de Amelia era refrescante.

—Ella te está ablandando.

—Ella me mejoró. No puedo entender como dices quererme cuando prefieres verme deprimido y amargado. Ella me ama y me hace reír, así deberían ser las cosas.

—Pensé que yo podía devolverte la sonrisa, pero te volviste a mudar.

No me importaba ni un poco pensar en el pasado y lo que pudo ser o no ser.

—Quizás podamos retomar donde lo dejamos.

—No dejamos nada de donde retomar.

—Entonces creemos algo. Si no puede ser ahora, será cuando estemos en Columbia.

Aparté mi brazo de su toque, busqué con la mirada a Amelia, lo menos que quería era que creyese que me traía algo con Susana.

—Ya me has causado demasiados problemas con Amelia en muy poco tiempo. Mantente alejada de mi Susana, si no quieres que traiga al Rámses del pasado y te ponga en tu lugar.

—¿Qué piensas hacer?.

Pareciera que no me conociera ni un poco.

Pero me recordaría.

La tomé por el brazo y la llevé hasta la esquina más próxima, alejándome de las miradas y de quien pudiese escucharnos.

—Nunca estaré contigo, porque no eres más que la imbécil drogadicta que me enseñó las drogas. Y sigues teniendo la misma actitud: si no puedes ser mejor que nadie, debes destruirlos a todos. Estoy muy seguro que no querrás que tu papá se entere de tus negocios turbulentos y la verdadera razón por la que necesitabas salir de España.

No había logrado sacarle nada al respecto, pero me hacía una idea bastante clara, después de lo que viví en carne propia con Gabriel. Esa gente con la que nos mezclamos no soy muy distintos a con los que se mezcla Susana en España.

Mis palabras la asustaron, era la primera vez que amenazaba con delatarla. Acababa de romper algún código entre nosotros, pero no me importaba.

—No te atreverías. Tu dulce Amelia se enteraría.

Sonreí divertido.

—Ya Amelia conoce mi pasado, y me ama a pesar de él, a diferencia tuya, yo no finjo ser otra persona para ganar amor. Mantente. Alejada. De. Mi. Y ya que estamos de Amelia y de Gabriel.

—Ella lo ama—me reprochó y provocó decirle que lo sabía y que no importaba, pero era más explicación de lo que ella se merecía y no confiaba en su ponzoña.

—No es así

—Estás tan ciego que no ves como la mira.

—No me importa como Gabriel la miré, solo como ella me mira a mí.

—Te conformas con ser plato de segunda mesa

—Y si fuese así prefiero ser su plato de segunda mesa, que cualquier cosa tuya.

—Terminará dejándote, se revolcará con él cuando estén en Boston.

—C'est suffisant- es suficiente. Vete a la mierda Susana. No te metas donde no te incumbe.

No tenía por qué darle explicaciones, ni a ella ni a nadie. Di media vuelta y me alejé de ella antes de que me hiciera molestar de verdad y las cosas terminaran muy mal.

Busqué a Amelia por el sitio cuando vi rodar de forma estrepitosa a Susana, cayó en el piso como si de un video viral se tratase. Detrás de ella, Amelia contenía la risa y se mordisqueaba la parte interna de sus labios.

Miren a la pequeña traviesa.

No sabía mentir ni tampoco disimular una diablura.

Por eso es que la amo, por su transparencia. Ella me muestra su lado bueno y su lado malo y me ama aunque conoce mis dos facetas.

***

—Vístete—le dije a Gabriel apenas entré a su cuarto.

—¿A dónde me llevarás caramelito?—preguntó sin moverse.

—Apúrate a menos que quieras ser tío.

Se levantó de inmediato de la cama y comenzó a vestirse.

—Así que lo hicieron rueda libre y soy yo quien debo levantarme de mi cómoda cama.

Rodé los ojos, se quejaba pero igual se vestía.

—Sí y sí. Además eres el único que conozco que sabe que pastilla que comprar.

—Solo porque una vez se me rompió el condón—aclaró, luego pareció meditar algo y finalmente terminó de apurarse—. No recuerdo si usé condón con Pacita, así que más me vale ir contigo a menos que seas tú el que quiera ser tío.

Salimos de la casa y nos subimos a la camioneta.

—¿Por qué sigues regresando con ella? De verdad no lo entiendo.

—No eres el único insensato. No recuerdo el nombre de la pastilla. ¿Preguntamos en la farmacia o a Hayden?.

—Decírselo a Hayden es publicarlo en el whatsapp de la familia y Amelia me mataría, ya me advirtió sobre el exceso de información.

Llegamos a la farmacia y nos dirigimos hasta el mostrador. Una chica nos sonrió con torpeza en cuanto nos acercamos.

—Hola, necesitamos dos cajas de las pastillas de emergencia.

—¿Con Acetato de ulipristal o con Levonorgestrel?.

Miré a mi hermano y estaba tan confundido como yo.

—¿Cuál es la diferencia?.

—Las que contienen acetato de ulipristal son las más efectivas disponibles en el mercado, pero puede que no sean tan efectivas si han utilizado una píldora anticonceptiva, parche o anillo dentro de los últimos 5 días. Y las que contienen Levonorgestrel son muy buenas, y aumentan su eficacia mientras más pronto se tomen. Las primeras necesitan récipe médico, pero para las segundas no.

Mi hermano y yo volvimos a mirarnos. Suspiré resignado y con un movimiento de mi cabeza, accedí a que Gabriel hiciera la llamada en altavoz, para lo cual nos apartamos.

—Hola Hayden. ¿Cómo estás?

—Hola Gabriel. Yo muy bien ¿y tú?

—Te tengo una pregunta.

—Ay no...

—Si tuvieses que escoger entre una pastilla con Levonorgestrel y una con acetato de alpiste, ¿Qué escogerías?.

—Primero es acetato de ulpristal, segundo odio este tipo de llamadas, tercero dime que por lo menos se te rompió el condón, porque como me digas que ni siquiera hubo uno...

—¿Influye si hubo o no condón?—volvimos a vernos confundidos.

—¡Claro que si!. Así que dime.

Ambos suspiramos.

—¡Lo sabía! Sabía que Rámses estaba contigo. ¿Para quién es la pastilla? Y no me digas que para ellas, porque es obvio, a menos que se hayan realizado un cambio de sexo sin mi consentimiento.

—Para ambas—respondí.

—¿Condón o sin condón?.

—Yo ni me acuerdo y Rámses sin condón deliberadamente.

—¿Cómo que no te acuerdas? Mierda Gabriel, tengo que mandarte a que te hagas exámenes médicos también. ¿Por qué? ¿Por qué? Tendré que viajar para volver a darles la charla sobre enfermedades de transmisión sexual.

—No por Dios, no, eso no es necesario. Fue con Marypaz, y no recordamos, solo queremos prevenir la situación.

—¿Y tú, ahijado? ¿Deliberadamente? ¿Me estas jodiendo? Tengo que explicarte a ti y a Amelia sobre la concepción de hijos y como prevenirlos.

—No seas imbécil, eso lo tenemos muy claro desde los diez años, así comenzaste a traumarnos la niñez. ¿No puedes recetarle una anticonceptiva?

—No, Rámses, hay límites. Recetarle pastillas anticonceptivas a tu novia cuando ella no me lo ha pedido, es uno de ellos—Hayden respiró con cansancio—. Compren la de Levonorgestrel, son efectivas. Y por Dios, lean un poco, no importa si fue con condón o no, solo quería saber lo que había pasado.

—Me siento menos inteligente cuando me engañan—dijo mi hermano y debo reconocer, que me pasaba lo mismo

—Es porque aun somos más inteligentes que ustedes, pero si te hace sentir mejor, nosotros somos tres y ustedes dos y muchas veces nos han superado.

—Sí, eso nos hace sentir mejor—concluí.

Nos despedimos poco después y pudimos comprar las pastillas. Amelia me iba a matar porque Hayden se negó a no contarles a nuestros papás. 

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