CAPITULO 13. POV GABRIEL. USTEDES TIENEN SUS TÉCNICAS (segunda parte)


—Francamente, apenas estarán separados unos días y pasaremos la mitad de ese tiempo en un avión. Claro que también sacaremos tiempo para ir a la playa y a una disco, quizás una disco en la playa, y luego la entrevista.

—Tu papá no dijo nada de disco ni de playa.

Amelia siempre tan inocente.

—Tampoco lo prohibió, a menos que quieras decir que Rámses te prohibió ir algún lugar conmigo.

—No lo hizo.

Y sabía que Rámses lo había hecho, por la sencilla razón de que quería que ella no sospechara ni un poco de sus planes.

—Mentirosa, pero relájate que no haremos nada prohibido... a menos que me lo pidas.

El primer coqueteo y ya me gané el primer golpe en el pecho.

—Si este viaje va a funcionar, deberás de dejar tus comentarios de doble sentido.

—Bien, dejaré la ambigüedad y seré directo.

—¿Qué pasó con aquel chico amable y respetuoso que conocí?.

No podía creer que estuviese haciendo esto, pero armándome de valor le respondí. Espero, Rámses, que sepas lo que estás haciendo.

—Se enamoró de la novia de su hermano.

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—Bueno, llegó la hora de que hablemos, este viaje servirá para algo más que para las entrevistas de la universidad. Tenemos que hablar de nosotros.

—Muy bien, sabía que no desaprovecharías de insinuárteme.

De verdad espero que no lo vaya a hacer.

—Hablo en serio Gabriel. Tenemos que aprender a llevarnos bien sin todo ese coqueteo tuyo porque no quiero que afecte nuestra relación con Rámses.

Respiré aliviado. Mi hermano tenía que mejorar sus problemas de seguridad.

—Mi primera opción para estudiar es Norteastern, que no queda nada cerca de Columbia, la primera opción de Rámses pero si muy cerca de...

—Harvard, mi primera opción—desde niño soñé con ir a esta universidad, aunque Oxford también me encantaba, era otro continente.

—Es por eso que necesito que nos llevemos bien los tres, porque cuando Rámses quede en Columbia y yo comience a estudiar estaré más cerca de ti que de él, y quiero saber que podré confiar y contar contigo.

—Siempre puedes confiar y contar conmigo Amelia—¿por qué lo dudaba?

—Pero quiero saber que podré hacerlo sin que eso implique un problema en mi relación. Quiero saber que podremos salir a bailar o a compartir y que no será motivos de discusiones con Rámses.

—Eso debes hablarlo con él.

Y de paso le dices que es absurdo que me tenga tratando de conquistarte cuando es más que obvio que deliras por él.

—Eso debo hablarlo contigo, eres tú quien lo provoca con tus coqueteos e insinuaciones hacía mí, y después de lo que pasó aquella noche no son graciosos.

Genial, una vez más yo soy el malo de la película.

—Está bien, intentaré no provocarlo demasiado.

—¿Y el coqueteo?.

—No puedo prometerte que pararé, me sale natural contigo. Pero si puedo prometerte que trataré de contenerme... después de este viaje.

Tampoco le puedo faltar a la promesa que le hice a Rámses.

—¿Después?¿Por qué no desde este momento?.

—Porque ya te dije que este viaje sería directo contigo.

—Está bien, pero tú y yo hicimos el mismo pacto con Rámses, así que le contaré todo.

Si por favor, ¡hazlo! Para mi es agotador.

—Pero lo harás cuando estemos de regreso en la casa, la idea no es que lo atormentes en plena entrevista.

Deja que cumpla mi parte del trato Beleza, porque es posible que él no lo crea si viene de ti. Pensarás que te cohíbes.

—¿Qué tanto me molestarás como para que sea un tormento para él?

—Yo estoy aquí con su novia, eso es más que suficiente. Imagínate si se entera que tengo un pase libre para coquetear contigo todo lo que quiera.

Y si tengo ese pase libre...

—No tienes ese pase libre.

Quería grabar esta conversación y mandársela a Rámses.

—Pero es lo que él pensará—pues es lo que de verdad está pasando.

—Te propondré el mismo pacto con Rámses entre nosotros. Siempre sinceros, siempre claros, siempre directos y sin secretos.

Esto podría convertirme en un doble espía si Amelia decide preguntarme por algo relacionado a Rámses, pero me gusta lo que ella propone, una amistad así siempre vale la pena.

—Trato hecho—acepté y ella estrechó mi mano.

— Entonces... ¿Qué fue lo que pasó aquella noche?.

Lo sabía, sabía que había algo oculto. Pequeña tramposa.

No me quedó de otra que decirle todo lo que había ocurrido entre nosotros, incluso aquellos retazos que aún no cobraban forma y que quizás nunca lo hicieran. Su cara mutaba de horror, espanto y vergüenza. Me hizo sentir mal, obviamente, pero también me alegró ver que para ella no había sino nada significante, que sus sentimientos por Rámses no se vieron alterados, ni siquiera cuando por fin comenzó a recordar.

Amelia me pidió disculpas como si hubiese sido su falta, ni siquiera se las acepté. No correspondía que se disculpara por algo que ninguno de los dos pudo controlar. Me quité un peso de encima diciéndoselo y la verdad es que viendo su cara mientras le contaba me ayudó a matar esa pequeña curiosidad que me quedó de esa noche.

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—... y eso fue todo lo que me dijo. ¿Puedes ya creer que ella te ama con locura?.

—Y... ¿el beso?

—No me jodas Rámses...—bufé molesto.

Era temprano en la mañana y lo puse al día de todo lo que había conversado el día anterior con Amelia, detalle sus gestos y reacciones lo mejor que pude. Quería dejarle bien claro sobre todo lo que ella hizo evidente cuando recordó lo que pasó entre nosotros, que este francés imbécil e idiota por fin entendiese que ella no tenía ese tipo de sentimientos por mí y aproveché de decirle que yo ya no tenía esos sentimientos por ella, no de esa forma, que me gustaba, me atraía, la quería... pero que ella estaba en mi friendzone, en la cuñadazone y que si la vida fuese otra no quisiera tenerla allí, pero en esta vida, la que me toca vivir, hasta me agradaba tenerla allí.

Algo eternamente prohibido y por lo tanto eternamente divertido.

Y él aun así me insiste en el beso... está loco definitivamente.

—Es lo último que te pediré. Lo juro.

—Me odiará si la beso Rámses, no quiero que me odie, nos hemos llevado muy bien en este tiempo. Además, este punto no se discute, te dije que aceptaba y te dije que no la besaría. No insistas francés demente de mierda.

—Te estoy dando permiso para que beses a mi novia, no entiendo, es lo que siempre querías.

—Quería... en pasado. Rámses, ¿Cuándo entenderás que ya no puedo ver a Amelia de esa forma? Si, es atractiva, si, es linda, si, es graciosa, pero no la puedo ver como nada más que tu novia. Es una manzana prohibida hermano y yo no soy ni Adán ni Eva.

—¿Qué quieres de ella entonces?

—¿Sabes qué...?.—pensé mi respuesta un poco para estar seguro—, ser su amigo no suena mal, de hecho, suena muy bien. Quiero ser su amigo y poder seguir molestándola con mis coqueteos sin que tú te infartes o que creas que quiero algo más con ella. Quiero que esté segura, que sea feliz, quiero protegerla, cuidarla, defenderla. De esa forma es que la quiero, eso es lo que ella me inspira.

—¿No te inspira un beso, una caricia? ¿Sexo?.

—No, aunque a veces me inspira abrazarla y darle cariño, pero mi pene no la quiere para nada, reconoce que es atractiva pero sabe muy bien que es de tu polla, no de él.

—No puedo creer que tu pene sea más inteligente que tú.

—Estúpido. ¿Puedo ya dejar este juego?.

—No.

—¡Maldición, Rámses!.

—Termina el viaje, es todo lo que pido y busca ese beso...

Me colgó sin dejarme de responder. ¡Francés de mierda!. Tozudo, cabezón, terco.

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—¡Bizcochito! que gusto verte al fin— me levanté para abrazar a Mike, hace mucho tiempo que no nos veíamos en persona—, ya no te quedan marcas en la cara, muy bien. ¿A mi si me dirás que fue lo que pasó?—ni de coña le diré—¡Vaya! Así de grave es ¿no? ¿Ni siquiera por la confidencialidad de abogado?—negué entre risas, su confidencialidad de abogado no incluía a mi papá, ya lo habíamos descubierto por las malas—¡Maldición! Tratemos que no vuelva a ser una crisis internacional, mi abogado internacionalista está de luna de miel.

Abrí los ojos tratando de que entendiese que Amelia no tenía ni idea de esa pequeña crisis en Colombia y no quería ser yo quien se lo contara.

—Estás tan guapo como yo—me abrazó con fuerza y explotó un beso ruidoso en mi mejilla, hubo un tiempo que esto me incomodaba, pero terminé acostumbrándome, así que también besé su mejilla—. Y tú debes ser Amelia. ¡Vaya que Rámses es un maldito afortunado!. Con razón lo cargas loco, muñeca.

Si supieras todo lo loco que está.

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—Bizcochito, déjame a solas un rato con esta muñeca, voy a ver qué es lo que tiene que domó a Rámses.

Me reí y cuando Amelia no estuvo viéndome le hice un gesto con mis manos a mis nalgas, que hizo que Mike se atragantara con el café mientras disimulaba delante de Amelia. Sabía que a mi hermano le gustaba demasiado el trasero de Amelia y era comprensible.

Daisy estaba sentada en su escritorio y volvió a darme esa mirada que me incitaba a volver a mirarla. Me acerqué hasta ella, tratando de matar un poco el tiempo. Era bastante agradable de hablar, me dio su número para cuando regresara a la ciudad. Entonces Amelia salió del despacho y con una cara bastante molesta me dijo que era mi turno de entrar.

—¿Celosa Beleza?.

Me gustaba la idea de que me celara porque sabía que no tendría fines románticos, sé que ella me protegía.

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—Entonces Bizcochito... ¿Cuándo piensan confesar que se pelearon por Amelia?.

Me ahogué con mi propia saliva, mis ojos lloraron mientras tosía con fuerza. Mike me veía como siempre lo hacía cuando descubría la verdad, con suficiencia.

—No sé de qué hablas—mentí mientras tomaba un poco de agua.

—Oh vamos Gabriel, no me puedes mentir... a mí.

Se levantó de la silla, se soltó el botón de su chaqueta y se sentó en la silla a mi lado, donde minutos antes estuvo Amelia sentada.

—Ya estamos muy seguro de que eso fue lo que pasó y ahora que te veo con ella, que puedo confirmar como la miras... sé que Rámses no lo soportaría. La pregunta clave aquí es saber que fue lo que pasó que llevó a mi melocotón a ponerse modo huracán.

Se me quedó mirando un largo rato en silencio, esperando que me rompiese y comenzara a hablar. Entonces lo supe... todo este viaje fue por eso. Me mandaron aquí con Amelia para que Mike pudiese interrogarme y a Rámses con Hayden para lo mismo, tenia que advertirle.

—No. No. Deja a tu hermano solo con Hayden, él sabrá defenderse, además... Hayden lo tiene dentro de un pabellón, no puede usar el teléfono y le tratará de sacar la verdad ofreciéndole hacer la primera incisión en el paciente.

—¡Eso es bajo!—lo era, Rámses probablemente no se podría resistir a eso.

—Ustedes tienen sus técnicas, nosotros las nuestras.

—¿Y para qué mandar a Amelia conmigo? Ella pudo quedarse o ir con Rámses, los dos sabemos que no era necesario que la entrevistaras, sobre todo cuando irás a la casa dentro de poco para el cumpleaños de papá.

—Los separamos para que Rámses aprendiera a valorarte como su hermano, para que tú puedas ganarte su confianza si es que hiciste algo para perderla y para que Amelia aclarara su cabeza sin la intensidad de Rámses y contando con tu encanto invasivo. En otras palabras, si lo que sea que pasó entre ustedes afectó en algo a Amelia, este viaje la ayudará a determinar qué es lo que siente.

—¡Todos ustedes están enfermos!. Tú y Rámses sobre todo... es una locura todo lo que dicen y hacen. Y no, no te diré nada, no me corresponde decirlo, así que sufran con la curiosidad: Si, Rámses y yo casi nos matamos a golpe por Amelia... descubran ustedes el resto si es que pueden.

—Me gusta tu actitud, de verdad serás un excelente abogado bizcochito. Aquí está tu carta de recomendación, jamás firmé algo con tanto orgullo. Y ya veremos que tan duro es Rámses...

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