CAPITULO 39. POV Familia O'Pherer . STUART. (segunda parte)
Su mamá lo sabía. Sabía que fue violada por su padrastro y aún así volvió con él. Y también sabía que él la seguía buscando ¿qué clase de madre es?. Su madre llevó un luto por el fin de la relación con Stuart, pero no por su hija. Claro que no entendía nada, razón tuvo ella de gritármelo en la playa aquel día, tenía que odiarlo a él, pero también a su mamá.
Mi mamá que colocó un reclamo en la guardería cuando me quitaron el carrito que llevé, mi mamá que casi mata a uno de mis profesores porque no le parecía que yo le hablase a mi hermano en francés porque él no sabía si estábamos diciendo malas palabras, mi mamá que se peleó incluso con otros niños cuando no quisieron jugar con Gabriel porque decían que era pequeño... mi mamá dio todo por nosotros para protegernos... y la mamá de Amelia... ¿Será que es adoptada? Quizás solo así podría entender que su corazón no doliese cuando Amelia lloraba. Y si es adoptada ella no lo sabe y será otro golpe. ¡Dios!.
Mi hermano, mi papá y Hayden hablaban, pero yo no escuchaba nada más sino mis pensamientos revueltos con mis recuerdos. Mi pecho ardía y dejé de ver las cosas rojas, ahora se oscurecían lentamente. Entonces llegó el dolor en mi mejilla.
Stuart desapareció de mi mente por un momento.
Mi padre tenía la mano alzada dispuesto a darme una segunda cachetada, sus ojos lagrimeaban.
—Inhala y exhala—me repitió más como una exigencia.
Y lo hice sin despegar mi mirada de la suya; y por fin mi pecho se infló con el aire que tomé. El de mi papá y de mi hermano hicieron lo mismo, creo que yo no era el único sin respirar.
Me ayudaron a sentarme y cuando estuve respirando con más normalidad comencé a llorar.
No lloraba de esa forma en mucho tiempo, la última vez fue en mi primer cumpleaños sin mi mamá. Su ausencia fue devastadora para mí, pero después de ese día aunque siguió doliendo su ausencia, aprendí a aceptar que no había nada que pudiera hacer, ya no me sentí impotente ante su muerte, porque no podía controlarlo y no había forma de deshacerlo. Así que hoy lloraba por lo mismo, porque me sentí impotente ante la revelación de Amelia, sin poder hacer nada para cambiar su pasado, sin saber como curar sus heridas. Con razón se sentía rota, ese maldito era su padre aunque no compartiesen el mismo ADN, y a pesar de eso, su mente retorcida y depravada se enamoró de ella...
Me levanté del piso con ayuda de mi papá y presioné mis ojos con fuerza, queriendo que la inundación de lágrimas parase.
—Hijo, Amelia te necesita. Está allá adentro sola y acaba de decir algo que ha ocultado por demasiado tiempo. Tienes que ayudarla, estar para ella, ser su cable a tierra, su ancla.
Asentí tratando de calmar mis hipidos.
—Iré a hablar con ella mientras terminas de recomponerte, cuando regreses allá adentro debes estar entero porque te tocará ser su apoyo.
—Yo soy su mecánico—susurré en voz alta lo que pensé.
Mi papá entró en la casa y me quedé con mi hermano, ahora que lo notaba su cara estaba cansada y enrojecida, se sorbía la nariz con disimulo. Lo tomé con fuerza por su camisa y su cara fue de sorpresa y desconcierto, pero lo envolví en un fuerte abrazo. No me hacía nada de gracia que estuviese enamorado de mi novia, lo odiaba, pero estaba sufriendo también y si no se tratase de Amelia me apartase y le dejase el camino libre.
Le di un abrazo con toda la fuerza que pude y él lo respondió con la misma intensidad.
—Saldrá de ésta hermano. Ya verás—me dijo con su voz entrecortada—, Amelia es toda una sobreviviente.
Asentí y lo solté. La frustración y la ira seguían en mí. Todavía quería matar al responsable de su dolor, pero sé que no podía, porque solo sería más doloroso para ella y para mi familia.
Halé mi cabello y masajeé mi cabeza. La cantidad de adrenalina que corría por mi cuerpo era agobiante. Necesitaba sacar toda la ira de mí si quería presentarme delante de Amelia como el hombre que la ayudaría y la apoyaría. Entonces abrí los ojos, que mantuve cerrados con fuerza tratando de calmarme y vi la pared frente a mí. Ni siquiera lo pensé, pasé a considerarlo a hacerlo. Cerré mi puño con fuerza y lo estrellé con todo lo que tuve. Mi hermano intentó frenarme pero mi mirada lo hizo desistir.
No sé cuantas veces lo hice, pero con cada golpe que daba me liberaba de cada sentimiento negativo que tenía en mí y que no podía conservar si quería ayudar a Amelia.
—Creo que ya es suficiente—dijo mi hermano tomando mi brazo y haciéndome retroceder.
Mis manos estaban llenas de sangre y el líquido carmesí corría libre hasta el piso. Me dolía una barbaridad, pero ese dolor me mantuvo enfocado.
—Te limpiaré porque Amelia no puede verte así las manos. Se sentirá más culpable de lo que ya debe sentirse—Gabriel entró en la casa por la puerta de la cocina, no quería encontrarse con mi papá y Amelia que de seguro estaban en la sala.
Me encogí con sus palabras. Ahora que mi mente se sentía más despejada, caí en cuenta de lo estúpido que era. Aquí estoy yo, como una diva, molesto, irracional, como si este problema girara alrededor mío, mientras que la que de verdad necesitaba ayuda y apoyo, mi novia, la mujer que amo, está allá adentro, siendo consolada por su suegro.
Otro grupo de lágrimas se escaparon de mí y las limpié con mis hombros. Mis manos eran un desastre. Estaban rojas, goteando sangre, hinchadas, sucias y temblorosas.
Gabriel regresó con algunas cosas y me haló hasta uno de los extremos de la casa. Me hizo sentarme en la orilla y se acuclilló delante de mí.
—Mi papá está hablando con ella. No está llorando, está de hecho bastante calmada—me informó y lo agradecí—. Rámses...
Y aquí viene el regaño...
—Te amo, si tú quieres ir a matar al tipo ese, sabes que cuentas conmigo, y lo haré por ti, no por lo que siento por Amelia. No te dejaré solo. Pero después de eso tendrás que aceptar una vida atormentada, sin vuelta atrás, y así no podrás ayudar a Amelia a sanar. Ella ahora no necesita tu venganza, necesita tu ayuda. Es como cuando golpeó a Andy en el estacionamiento del cine. No quería que tú lo golpearas, porque no necesita un salvador, no es una damisela en apuros, pero si necesitaba tu apoyo y compañía, por eso te pidió que te quedaras a su lado. Tú perdiste la razón ahorita, y es válido y entendible, yo también casi la pierdo cuando mi papá me advirtió de lo que podía estar tratándose el asunto, pero ella lo sufrió y no la perdió. Se sobrepuso y lo hizo sola. Amelia es muy fuerte Rámses, se ha sabido auto-rescatar, pero ya no quiere estar sola, quiere estar contigo. Quiere un príncipe pero no para que la salve de ninguna bruja malvada, lo quiere porque desea aprender a amar y que no la lastimen.
Mi hermano había lavado las heridas de mi mano, desinfectando los cortes de la piel. Sus palabras calaron hondo en mí, en definitiva no era el regaño que estaba esperando.
—Así que por favor... por lo que tú sientes por ella y por lo que yo siento por ella, y que sé que no es correspondido y que no debería estar sintiendo—agregó con rapidez—, quédate a su lado... y de paso quédate al lado mío.
Asentí, sin tener palabras que decirle. Él terminó su trabajo y satisfecho se sentó a mi lado y pasó su brazo sobre mis hombros.
—Y si alguna vez le haces daño Rámses... no podrán identificar tu cuerpo ni siquiera—me dio un beso sonoro en la cabeza. Él era mi hermano menor y sin embargo era él que me consola y me sermoneaba. Recuerdo cuando era al revés y era yo quien le pedía prudencia en su vida.
—Si alguna vez le hago daño, me moriría—me sinceré.
—Hijo—mi papá se acercó hasta nosotros, lucía cansado, sus ojos estaban un poco enrojecidos y juro que parece más viejo que hasta hace unas horas—. Amelia te-¡¿Qué mierda te pasó en las manos?!—se acercó hasta mí y examinó mis manos con delicadeza—.
—Estoy bien. ¿Y Amelia?—hablé apartando mis manos de las suyas y poniéndome de pie, al igual que hizo mi hermano.
—Está calmada pero muy hambrienta.
Abrí mis ojos con sorpresa y corrí a la casa.
***
Después de que me aseguré que desayunara muy bien, nos sentamos en el mueble esperando que llegase la hora de ir a su casa. Amelia me puso al tanto de su conversación con mi papá y hasta se sonrojó cuando me contó la idea de que se viniese a vivir para acá si su mamá no echaba a Stuart de la casa.
Fue la mejor idea que he escuchado en mi vida.
No solo porque podría estar al lado de Amelia, sino porque podría mantenerla segura a mi lado. Sé que lo que me dijo mi hermano es cierto, ella no necesita ser rescatada, pero eso no significa que no necesitase un poco de protección. Si yo podía cuidarla y evitar que ese sádico de Stuart se le acercase, lo haría.
Fernando
—Yo iré, quieras o no bombón—terció Rámses.
—Ya te dije que Stuart no estará allí, trabaja hasta tarde hoy porque es cuando hacen cambio de personal—explicó Amelia.
—Entonces no hay ningún problema en que vaya, él no va a estar y mis problemas son con él—mi hijo mayor sonreía, pero sabía que no era victoria lo que expresaba, sino más bien un deseo oscuro de que Amelia se estuviese equivocando.
—Todo será más complicado si estás allí Rámses—Amelia cruzó sus brazos sobre su pecho, evidentemente molesta.
Miré a Gabriel que observaba la discusión tan atento como yo.
—Iremos—ahora Rámses era el que cruzaba sus brazos sobre el pecho. Amelia no se intimidó a pesar de que mi hijo era una figura que imponía respeto por su tamaño y un tanto de miedo por sus piercings y sus tatuajes.
—No irán—los ojos de Amelia centellaban con rabia. No le gustaba que se impusieran a su decisión.
—Apuesto a que ésta la gana Rámses—me susurró Gabriel muy seguro.
—Así están las cosas Amelia: Tendrás que matarme con tus propias manos para poder impedir que te deje ir sola a esa casa. Me sabe a mierda que ahora solo esté tu mamá, porque ella no te defendió de Stuart, así que no confío en ella; y no correré el riesgo de que ese maldito llegue y que tengas que estar en el mismo sitio que él sin mí. O yo voy contigo o tú no vas, así tenga que secuestrarte.
Los ojos de Amelia se achinaron, Rámses se mantuvo firme.
—Y sabes muy bien que soy capaz de hacerlo Bombón, te amarraré a mi cama ¿Quieres verlo? —finalizó el francés.
—¿No deberías intervenir?—me preguntó Gabriel.
—La verdad... es que yo tampoco dejaré que Amelia vaya para allá sola, así que será mejor Rámses gane esta batalla.
Gabriel contuvo la risa.
—Bien—contestó al final Amelia—pero no se bajarán de la camioneta.
—Si Stuart no está en la casa, nos quedaremos en el auto—intervino Gabriel.
—Tú no vas—le dijo Amelia.
Gabriel se encogió de hombros con una deslumbrante sonrisa: —¿Quién cree que ayudaría a Rámses a amarrarte y secuestrarte? Sus tratos siempre me incluyen.
Amelia bufó molesta cuando vio a Rámses sonreír ante su victoria y subió a prepararse para salir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top