CAPITULO 38. POV Familia O'Pherer . STUART. (Primera parte)


Rámses

Rojo

Es todo lo que puedo ver.

Rojo la cara de mi papá cuando paso a su lado.

Rojo las paredes de la casa.

Rojo la puerta.

Rojo la cara de Gabriel que intentaba agarrarme.

— Sortez de mon chemin Gabriel– Quítate de mi camino Gabriel— grité furioso, si no se quitaba lo embestiría.

No se quitó... lo embestí.

Abrí la puerta queriendo desprenderla.

Rojo el cielo, el aire que respiro, la camioneta cuando quise subirme...

Rojo será lo único que veré en la cara de Stuart cuando termine con él.

Rojo sangre.

—¡Rámses! Espera. Para. ¿Qué piensas hacer?. ¿A dónde vas a ir?. ¡Para!. —mi papá intentaba frenarme, me sujetó por los brazos, aplicándome una llave que no me permitía avanzar con comodidad, pero igual seguí avanzando.

—Hermano, cálmate. Piensa las cosas. No lograrás nada yendo para allá. Rámses...—mi hermano colocó sus manos en mi pecho, empujando con todas sus fuerzas para evitar que avanzara, pero yo me encontraba a escasos pasos de la camioneta.

—¡Quítale las llaves!—gritó mi papá a Gabriel y el maldito traicionero se fue contra mi mano, forcejeando con mi puño cerrado para arrancármelas.

—Déjame en paz Gabriel o no respondo—siseé tratando de mantener mi mano con las llaves lejos de él, cosa que se me dificultaba con mi papá y su agarre.

—No me interesa. ¡Dame las malditas putas llaves Rámses!—espetó sorprendiéndome.

—¡No te daré una mierda, iré a esa maldita casa y mataré a ese hijo de puta!. La tocó, la violó. No me quedaré sin hacer nada, las a va a pagar todas, me encargaré de eso.

—¿Y luego qué? Irás a la cárcel hijo y dejarás a Amelia sola—gritó mi papá—. ¡Piensa en Amelia!

—No me importa, cuando lo mate ella vivirá en paz, no tendrá que lidiar con ese mal nacido ni un día más. ¡Vive en su maldita casa, duerme a pasos de ella!

—¿Y su mamá qué?—insistió mi papá con su voz forzada por el esfuerzo que hacía para retenerme—. Ella la puede ayud-

—¡Mataré también a esa maldita zorra!—grité con todo lo que tenía en mi garganta—. Ella sabe lo que le pasó a Amelia y no le importa. ¡Maldita mierda! Mi mamá era excelente madre y está bajo la tierra, esa desgraciada perra no merece ser madre y está viva. Me cago en ella, ¡me cago en la vida!. !Mataré a ese hijo de perra, a él y a todo el que se me atraviese en el camino!.

Grité tratando de zafarme del agarre de mi papá y mi hermano. Estaba sudado, las gotas me corrían por la frente y la cara. Las manos de mi papá comenzaban a resbalarse de mi agarre, él también sudaba por el esfuerzo.

—¡Suéltenme! Si no voy ahora, iré después, pero lo mataré. ¡Juro que lo mataré!

Forcejeaba con mi papá y mi hermano, mientras escuchaba sus jadeos cansados. Gabriel afirmó sus pies al piso mientras insistía en arrebatarme las llaves, deteniéndome con sus hombros y sin embargo logré hacerlo retroceder. Mi papá metió una de sus piernas dentro de las mías tratando de tumbarme al piso, pero le di un puntapié que lo hizo maldecir, pero no soltó su agarre. Si tenía que pegarle para que me soltara, lo haría, a él y quien siguiese retardándome.

Entonces mi hermano alzó su mirada y la centró en la mía. Su agarre se aflojó y terminó soltándome y dejando todo el esfuerzo en mi papá.

—¡Gabriel!—gritó mi papá en ayuda.

Los dos pasos que lograron hacerme retroceder, los volví a recorrer.

—Bien, ¿sabes qué? ¡Vamos! Tienes razón. Te ayudaré—mi hermano había cesado de intentar quitarme las llaves.

—¿Qué mierda Gabriel?—lo regañó mi papá en gritos—¿Se han vuelto locos los dos?.

Ambos lo ignoramos.

—Pero eso si—me señaló mi hermano menor con su dedo índice, su ceño fruncido, absolutamente serio—, cuando estemos en la cárcel, tú serás mi perra, porque no seré la perra de nadie y no seré el pasivo de esta relación cuando hagas que me condenen por cómplice de doble homicidio.

—Tú no vas—ésta desgracia caería solo sobre mí.

—¿Quieres apostar?—Gabriel aprovechó mi momento de distracción para quitarme las llaves y subirse a la camioneta.

Sentí como la sangre abandonaba parte de mi cuerpo. Mi papá me soltó en cuestión de segundos y se lanzó sobre la camioneta por el frente evitando que Gabriel avanzase.

—¡Bájate de esa mierda ahora mismo Gabriel!—le exigió mientras golpeaba con fuerza la carrocería— Y tú... —dijo mirándome—nunca te he pegado, pero como te llegues a mover de allí juro por tu madre que te golpearé hasta la inconsciencia.

Su mirada era oscura, no era una amenaza vacía, lo haría. Gabriel aceleró la camioneta haciendo que mi papá retrocediese pero no se quitó, como si de repente tuviese súper fuerza y pretendiese frenar la camioneta con sus propias manos.

—¡Que te bajes ahora mismo o estarás castigado hasta él día que me muera!—golpeó una vez más la carrocería del auto.

Gabriel torció su sonrisa y supe que lo haría, iría detrás de Stuart, volvió a avanzar la camioneta y mi papá comenzó a gritarle en portugués que se bajase. Un miedo me recorrió la espina dorsal tan solo de pensar que Gabriel fuese a una matanza y que terminara preso, o peor... muerto. Y lo entendí...

Maldito portugués y su psicología inversa.

Baja do carro nou irei a neiñ um lado- Baja del auto que no iré a ningún lado—siseé, habré entendido, pero sigo iracundo—.

Gabriel me miró, su frente también estaba perlada de sudor y su cara enrojecida. Me miró con suficiencia, una pequeña sonrisa de triunfo en su cara. Apagó la camioneta y abrió la puerta. Le voló las llaves a mi papá, quien las tomó con gran alivio y cerró la puerta con fuerza. Mi papá activó la alarma de la camioneta y se recostó de la carrocería boqueando por aire.

—Ustedes van a acabar conmigo...—farfulló mientras sostenía su pecho.

—Ese maldito...—me faltaba el aire para respirar.

—Lo sé—mi hermano posó sus manos en mis hombros.

—Todas las señales estaban allí. Soy un imbécil por no haberlas visto. ¡Maldita sea!

Me desprendí de las manos de Gabriel y comencé a dar zancadas en el espacio reducido. El aire me faltaba, me sentí mareado, seguía viendo todo rojo, pero borroso. Mi corazón martillaba con fuerza, quería escapar de mi pecho porque era demasiado dolor para procesar. Mi caja torácica se contrajo, aprisionando todos los órganos que contenía.

Apoyé mis manos en las rodillas y a pesar de que abría la boca para poder oxigenar mis pulmones, no lo lograba. Mi papá se paró al lado mío y me hizo sentarme en el piso del garaje. Se arrodilló frente a mí al igual que mi hermano.

—¡Cálmate Rámses! Estás teniendo un ataque de pánico. Respira. Inhala... exhala... Vamos, hazlo conmigo. Inhala... exhala...

Intenté imitarlo, pero aún así no lo lograba. Las imágenes venían a mi cabeza con tanta rapidez que sentí que mi cerebro se fundiría. Las veces que llevé a Amelia a su casa siempre temerosa de encontrarse con él, cómo ella rehuía de su padrastro, cómo lloró cuando supo que su mamá estaba con él, cómo se puso el día de la fiesta en la playa cuando la encaré. Él nunca le había pegado así que no mintió cuando me decía que no lo había hecho, pero yo estaba haciendo la pregunta equivocada. Yo estrechando la mano de ese maldito degenerado, alegrándome porque me llamó novio, esperando que le cayese bien. Yo deseando que se arreglasen las cosas entre ellos, el candado en su habitación, las noches que pasó sin dormir, su insomnio, su hambre por no querer comer nada que él preparase...

—Gabriel llama a Hayden—dijo mi papá y Gabriel tomó el teléfono de mi papá.

—Fernan—comenzó a decir con voz alegre mi padrino.

—Rámses tiene un ataque de pánico y no logro sacarlo de él—hablaban por altavoz.

Mi mareo empeoró, mis ojos lagrimean sin control pero no sé si es por falta de aire o por lo imbécil que me siento. Me caí sobre uno de mis costados y mi cabeza cayó en el piso frio y sucio, mi hermano me sostuvo y terminé con mi cabeza sobre sus piernas; mi papá estaba frente a mí sosteniendo mi cara, recordándome que respiraba, pero yo solo recordaba la vez que Stuart le gritó por teléfono: "Eres mi-", pensé que había querido decir que era su hija, pero creo que quería decirle que era suya, de su propiedad. Tenía nauseas, y tanto mis brazos como piernas estaban entumecidos. El dolor del pecho era casi insoportable.

—Distráelo. Dale algo que pensar que lo saque de lo que sea que lo puso así. Puedes también intentar darle algo dulce, agua con azúcar, chocolate. ¡Valeriana!. ¿Tienes valeriana?—las palabras de Hayden se hacían cada vez más lejanas.

Amelia dormía a escasos metros del hombre que la violó, tenía que convivir con él, ver a su mamá idolatrarlo, sentarse en la misma mesa a comer, él tocaba su puerta, le rogaba para hablar. Y él no dejaba de buscarla, le seguía escribiendo y su mamá lo sabía

—...No preguntes como lo sé, pero mi padrastro aún va detrás de la mujer con la que engañó a mi mamá

—¿Y ella lo sabe?

—Si. Se lo he dicho y mostrado pero es como si ella prefiriese no escucharme, como siempre...

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