CAPITULO 27. POV FERNANDO. ¡El fin del mundo! (primera parte)


—No parece ser una buena idea Fernan—me dice Mike a través del teléfono.

—Muy tarde, porque ya estoy bajándome del taxi.

—Nada bueno ha salido de que le llegues de sorpresa a los chicos.

—Te digo que han estado actuando muy raro, los gastos de la tarjeta se triplicaron prácticamente. Algo está pasando y no me lo dicen

—Es el último año del instituto Fernan

—Exacto, y todos los sábados en la noche están en la casa.

Lo escuché reírse de mi paranoia desmedida, pero lo ignoré, con estos chicos tenía que cuidarme, solían superarme muy fácilmente si me descuidaba. Me despedí y colgué la llamada.

Abrí la puerta de la casa y lo primero que me asaltó fue el olor a cerveza y las muchas botellas vacías que estaban en la basura de la cocina. La casa estaba sucia, bastante desordenada y la cocina era un chiquero. Tendré que aumentarle el sueldo al personal de limpieza.

Subí lo más callado que pude a las habitaciones de mis hijos. Sabía que estaban en la casa, eso me indicó el programa de rastreo. Abrí la puerta del cuarto de Gabriel y una melena larga tapaba su rostro.

Raro, por lo general las despachaba apenas se las tiraba.

Cerré con cuidado y fui a la habitación de Rámses y quedé pasmado en la puerta. Rámses, mi hijo mayor, el chico que nunca trae a nadie a la casa, mucho menos a su cuarto, al quien nunca le he conocido una novia, está dormido abrazando a una chica.

Cerré la puerta y bajé a la cocina.

—Rámses tiene a una chica en su cuarto—le escribí a Mike, su respuesta tardó solo segundos en llegar.

—¡Wow! ¿Ahora los espías mientras tiran? No se decirte cuantas reglas de paternidad estás violando.

—Imbécil. No estaban tirando, están durmiendo... ¡acurrucados!.

El teléfono sonó y me apresuré a atenderlo

—Rámses durmiendo acurrucado... —repitió tan conmocionado como yo—¿Y qué piensas hacer? Es la primera chica que te lleva a la casa, si te pones modo ogro lo espantarás, pero si te pones permisivo Gabriel montará un burdel la próxima vez que te vayas...

Mike tiene razón: —Le daré la oportunidad de presentármelas o sacarlas a escondidas y luego les recordaré las consecuencias de beber.

—Si Rámses te la presenta, me llamas ¡de inmediato! Tengo que prepararme para el fin del mundo.

Mike se rió y terminamos la llamada.

—Buenos días chicos, ya estoy en casa—grité. Una puerta se abrió y unos pasos se acercaron hasta la cocina.

—¡Papá!—Rámses estaba pálido, con su cara desencajada en una mueca de espanto mal disimulada.

Lo estreché en un fuerte abrazo. No había pasado antes tanto tiempo separado de mis chicos y los extrañaba demasiado. Él me correspondió el abrazo y besé su mejilla.

—¿Tú hermano aún duerme? Voy a ir a levantarlo y ¿qué tal si salimos a comer?.

—¡No!, si, digo, si, salgamos, yo iré a levantarlo. Tú ve a cambiarte la ropa para salir.

Me mantuve con una sonrisa sincera en la cara, que era en un gran porcentaje una burla por su reacción. Corrió escaleras arriba y no quise ser tan cruel, así que le di un poco de tiempo para que alertara a su hermano.

Subí a mi habitación y solté la maleta, la puerta se abrió y mi hijo menor, el mayor de mis problemas, entró tan pálido como estaba su hermano mayor momentos antes.

—Hola papá—lo envolví en un abrazo y besé sus mejillas.

Gabriel era él que más dolores de cabeza me daba. Rámses era fácil de leer, era callado, reservado y bastante comedido en sus actuaciones. Con el tiempo me acostumbré y aprendí sus gustos, costumbres y rutinas. Gabriel en cambio... a él me costaba leerlo. Era excelente disimulando y mintiendo, experto en tapar las travesuras que hacía él y su hermano. Tener hijos varones no es fácil, hacerlo sólo, menos.

—¡Que buena sorpresa tú llegada! ¿A dónde quieres ir a comer?—Gabriel empleó conmigo su mejor sonrisa falsa.

Extendí una bien amplia por mi cara. Estaba bastante nervioso e intentaba comprar tiempo. Casi podía ver a Rámses sacando a las chicas de las habitaciones.

Jugaré un rato con ellos.

—¿Qué es ese ruido?—mentí

—¿Qué ruido? Yo no escuché nada—habló más alto de lo que era necesario y se movió a la puerta impidiendo mi salida

—Creo que fue la puerta de la entrada.

—¿Qué dices?—una risa nerviosa brotó de sus labios. Vaya, esto es nuevo, Gabriel nervioso—Ah, sí, fue Rámses, ya sabes, fue a sacar la basura.

—Por supuesto—le sonreí y él palideció más—le diré que también saque la de la cocina, que estaba repleta.

—¡Yo lo haré!—se interpuso en mi camino una vez más, estoy seguro de que me taclearía si me acercaba un poco más a la puerta. Abrió la puerta del cuarto y solo asomando la cara le gritó a su hermano—. ¡Rámses, papá que también saques la basura de la cocina!.

Escuché una maldición en francés y pretendí no escuchar los pasos apresurados que escuché por toda la casa.

Salí al poco rato del cuarto cuando Gabriel me dejó, sus excusas y conversaciones innecesarias se habían acabado. Rámses estaba sudado, pero su rostro como siempre era inmutable.

—¿Están listos?—asintieron apenas. Tenían ojeras bastante pronunciadas en sus rostros y estaban cansados.

Esto será divertido.

—Bueno en marcha—dije tomándolos por los hombros y encaminándolos a la camioneta.

Lo primero que hicimos fue ir a desayunar, necesitarían muchas fuerzas para los que les tenía preparado.

—Entonces, ¿quién confesará el crimen en ésta oportunidad? La última vez lo hizo Gabriel, solo eso diré...—sorbí con lentitud mi taza de café, a ellos les dejé pedir solo jugo, nada de cafeína.

¿Quieren tomar como machitos? Que se aguanten la resaca como tal entonces.

Rámses suspiró profundo y finalmente habló.

—No queríamos salir, así que nos quedamos en la casa tomando.

—¿Una fiesta?—cuestioné.

—Solo nosotros, un par de amigos...

—Y un par de amigas—y lo que vi me sorprendió.

Gabriel como siempre no lo negó, sonrió sin ningún pudor. Rámses en cambio mordió sus labios tratando de no reírse. Eso era nuevo. Miré a Gabriel buscando explicación y solo se encogió de hombros.

¡Vaya!

—¿Y qué tal pasaron?—en este punto ya se imaginaban lo que les venía, así que quizás quisieran comprar compasión dándome información.

—Bien—respondió Gabriel—, todos se fueron bastante tarde.

—¿Todos?— cuestioné y enarqué una ceja. Los vi intercambiar miradas nerviosas.

Si chicos, los atrapé

Siempre habían podido comunicarse muy bien entre ellos, como si fuesen una sola mente maestra experta en travesuras. De pequeños era adorable, de adolescentes... daba miedo.

—Bueno está bien, mi novia se quedó a dormir—confesó Gabriel, y fijé mi vista en Rámses.

—La mía también—murmuró.

Pues que me parta un rayo. El cielo se caerá y el infierno se congeló.

Con lo sincero que era Rámses me pudo decir que era su resuelve, el rebusque de la noche, el culito, el peor es nada e incluso la prostituta, pero...

—¡¿Novia?!—no pude contener mi sorpresa—Está bien si es solo un revolcón de una noche...

—Amelia no es eso—saltó a la defensiva. Miré a Gabriel y él sonreía con la reacción de su hermano—, es mi novia.

—Bien—fue todo lo que atiné a decir—, entonces Amelia y...—miré a Gabriel y me dijo el nombre de su novia—Marypaz, pasaron la noche en la casa. ¿Por qué las sacaron a escondidas?

—Amelia me hubiese matado si la despertaba para decirle que tú habías llegado y que te iba a conocer en esas circunstancias—Rámses se rió con fuerza al igual que su hermano.

¡Rámses se rió! Tengo que llamar a Mike, si se viene el fin del mundo

Entonces pasó lo que me confirmó que algo iba muy mal, o quizás muy bien. Rámses por voluntad propia, sin tener que sacarle las palabras, me contó que Marypaz y Amelia eran mejores amigas, que se acostaron muy tarde tomando y jugando con algunos amigos. Se le escapó decir que no era la primera vez que se quedaba en la casa y lo vi ruborizarse cuando en el ataque de su verborrea me confesó que había comprando algunas cosas para ella y que estaban en su baño.

¡Va.Ya!

Me quedé sin aliento, enmudecido. Rámses no paraba de sonreír. La última vez que vi todos sus dientes juntos fue en el odontólogo. Me lo quedé mirando atónito, incluso cuando se levantó de la mesa para ir al baño.

—Acostúmbrate, ahora hace eso muy seguido—me explicó Gabriel—, se la pasa sonriendo, ahora es todo un hablador, y no puedes decir "Amelia" porque sonríe como idiota, es como su palabra detonante. Has la prueba.

Su hermano se reía pero de verdad que yo estaba estupefacto. Cuando Rámses regresó no lo dudé.

—Entonces... Tú novia Amelia...—y él sonrió, no como idiota, sino como enamorado. Me derritió el corazón— ¿Estudian juntos?.

Me moría por hacerle miles de preguntas. Temía que el efecto, de lo que sea que fuese que se hubiese metido y lo estaba haciendo hablar, desapareciera.

—Sí, así nos conocimos. Ella y Marypaz nos dieron tutorías hasta que nos nivelamos. Y bueno es con quienes hacemos los trabajos, hace poco nos atrasamos muchísimo y Amelia estaba histérica, es muy organizada y cuando nos atrasamos en tres trabajos....

—Te dije que se ha vuelto muy hablador—me susurró por lo bajo Gabriel mientras Rámses no paraba de hablar.

—...Nos reunimos en casa de Marypaz, para hacerlos, en otras circunstancias no lo hubiésemos logrado, pero en pocas horas estaba todo listo. Gabriel ese día se hizo novio de Marypaz. Amelia se volvió una pequeña mandona adorable, pero sacamos los trabajos...

—¿Adorable?—le susurré a Gabriel divertido. Rámses no dejaba de hablar, ni siquiera porque tuviese la boca llena. Sonreía con sus recuerdos

—Si, lo es—respondió el menor de mis hijos, me giré tan rápido como pude y él recompuso el rostro—, y tiene a tu primogénito comiendo de su mano.

—... te caerá bien cuando la conozcas—terminó Rámses y yo me ahogué con parte de mi desayuno.

—¿La conoceré?. ¿Quién eres y que has hecho con mi hijo?. Esto va más allá de cualquier psicotrópico. ¿Qué tomaste? No, espera... ¡¿me drogaron?!.

Ellos se reían, pero yo estaba siendo sincero. Ese chico frente a mí, no podía ser mi hijo.

Gabriel salvó a su hermano del interrogatorio que pretendía hacerle. Me contó sobre su novia, algunos detalles de su relación y me dijo que podía conocerla pronto, que le consultaría. El mesonero retiró los platos vacíos de nuestro desayuno y después de pagar volvimos a la camioneta.

—Así que te gusta Amelia...—hablé mientras conducía al supermercado. En la casa faltaba cualquier cosa nutritiva y sobraba cualquier cantidad de comida chatarra.

—¿Gustarle?—bufó Gabriel—por favor, Rámses está loco por Amelia.

El aludido golpeó a su hermano en el hombro con una sonrisa, creo que la misma que tenía desde que comenzó a hablar de Amelia, pero no lo negó.

Los chicos se enfrascaron en una guerra de "trapitos al sol", donde me enteré que buscaban a Amelia todos los días para ir al instituto, que Gabriel se quedaba con Pacita mientras Rámses llevaba a Amelia a su casa. Que Pacita besaba muy bien – si, también dijeron información innecesaria –, que Amelia era divertida enojada y por eso Gabriel la molestaba. Que se hizo unos piercings y que Rámses gastó una pequeña fortuna en splashs de baño buscando el olor de Amelia y que por eso ahora habían varios splashs en mi baño, porque no podía enterarse de que Rámses los había comprado.

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