CAPITULO 26. POV Rámses. GOLPE DE ESTADO (tercera parte)
—Será mejor que le veas la mano a Amelia, cuñado, no te gustará nadita—la llamada de Marypaz me hizo hervir la sangre.
Maldito Andy de mierda, ojala no se le pare nunca.
No entré a clases, mi hermano me cubriría, después de ir a la farmacia, caminé directo al salón donde Amelia veía Laboratorio
Pasé al salón y todos voltearon a verme. La cara de Amelia palideció, yo estaba molesto y ella lo sabía. Bien.
—Ven conmigo. Ahora—susurré y cuando no se movió sonreí con malicia—. Soy más que capaz de cargarte sobre mis hombros y sacarte del salón Amelia, ¿quieres verlo?
Por favor Dios, que me lleve la contraria, que la pondré sobre mis hombros y palmearé ese trasero hasta que aprenda a no cuestionarme cuando de su salud se trata.
***
El viernes apenas nos bajamos de la camioneta entrelacé nuestros dedos mientras Gabriel llegaba a nuestro lado, él era quien conducía esta mañana.
Pacita nos esperaba en la entrada y su sorpresa fue grata cuando me vio caminando de la mano con Amelia. Muchos nos miraban, quizás algunos lo sospechaban, y no se sorprendieron, pero para otros fue todo un impacto.
Pasamos al lado de Karianni y ella cruzó sus brazos sobre su pecho, mirando con rabia ese punto donde nuestras manos se unían. Atraje a Amelia hacía mi con mi brazo sobre sus hombros, ella rodeó mi cintura, y besé su cabeza.
—¿Tienes hambre?—le pregunté mientras caminábamos al comedor, ella asintió—. Buscaré algo y nos vemos en el laboratorio. Te toca limpieza de mano
—De verdad no es necesario...
Le lancé una mirada de advertencia y ella rodó los ojos. Le di un beso en los labios sin importarme que estábamos en medio del pasillo lleno de estudiantes y la vi contonearse mientras se iba con Marypaz. Caminé con mi hermano y nos pusimos en la fila para comprar la comida. Él conversaba con algunos chicos de nuestro salón y yo solo asentía esporádicamente sin que me importase mucho lo que hablaban.
—Hola guapo ¿Qué tal si tú y yo salimos este sábado?—Karianni apareció a mi lado, llevaba un escote más profundo que el de esta mañana, pero el mismo exceso de maquillaje.
—No—le respondí
—Oh vamos, te apuesto que te divertirás más conmigo—insistió
La miré y volví mi mirada al frente. Ni siquiera gastaría saliva en ella. Pero ella no aceptaba un no por respuesta, se acercó hasta mí y acarició mi brazo con sus manos.
Me zafé de su agarre y bufé molesto.
—Oye preciosa, si no quieres ver lo muy mal humorado que se pone mi hermano te recomiendo que no insistas—mi hermano salió en mi defensa, conocía muy bien como me libraría de Kariannis y quería evitarlo.
—Sí él no quiere venir, puedes hacerlo tú—le respondió a Gabriel.
Mi hermano soltó una fuerte carcajada que me sorprendió: —No soy plato de segunda mesa de nadie preciosa, pero cuando yo necesite un segundo plato en la mía, te llamaré
Dejamos a Kariannis en la fila roja de la furia y seleccionamos la comida que llevaríamos para nosotros y las chicas.
—Pensé que yo era el que soltaba veneno por la boca—le dije mientras caminábamos al salón
—Siempre te he dicho que eres una mala influencia para mi—bromeó Gabriel—. Creo que Kariannis seguirá insistiendo.
—¿Por qué en todos los institutos hay una loca? ¿Te acuerdas de Eleonor en México?
—¿Cómo olvidarla? Tuve una gastritis por una semana por los chiles que me hizo comer. Aunque no me fue tan mal como a ti con Ivette.
—Bueno, en su defensa me lo merecía.
—¿Por qué no te la tiraste? Nunca lo entendí...
—Tenía un altar tuyo dentro de su closet—le confesé lo que nunca le había dicho.
—¿Qué? Y hasta ahora me lo dices...—refunfuñó
—Estaba loca hermano, te hice un favor.
—Discúlpame si lo pongo en duda, no tienes idea lo fogosas que son las obsesiones de las personas.
Rodé los ojos y él se rió.
***
Nuestro sábado sería una noche tranquila viendo películas, hasta que Cólton, Aztor, Franco y Marié decidieron pasarse por la casa.
Hice la paces con Cólton después de la ultima fiesta, lamentablemente quien organizó esa orgía no había sido él sino Aztor, quien no sabía que ni Amelia y yo queríamos estar ni cerca de algo parecido y Cólton estaba demasiado drogado como para oponerse.
Improvisamos la fiesta, decididos a pasarla bien. Siendo en nuestra casa la situación debería estar controlada.
—Así que andas de novio ahora—se burló Cólton—, no imaginé que viviría para ver este día
—¿Qué dices? Si estuvo de novio con Marié—terció Franco
—Si bueno, pero pareciera que con Amelia la cosa va en serio, con futuro de casa de cercas blancas, niños jugando en el patio...
—¿Y con mi hermana qué?—Franco era muy tranquilo, pero adoraba a su hermana con locura
—Bueno con Marié el futuro era sexo y rock&roll. La casa sin cerca, muchos niños corriendo en el césped destruido...
—Mejor cállate—le dijo Aztor a Cólton y se guindó de los hombros de sus amigos—Franco tiene un excelente gancho hermano.
—¿Y que me dicen de Gabriel? Ese si fue una verdadera sorpresa... Maria Paz esta muy bella...
—Es Marypaz y deja de mirar a mi novia de esa manera—advirtió Gabriel.
—¿Este gel antibacterial es de ustedes?—preguntó el dependiente de la licorería y asentí.
Los chicos me miraron confundidos: —¿Qué? A Amelia se le está acabando
—No se si burlarme o enamorarme de ti—dijo Aztor batiendo sus pestañas en mi dirección, me lo quité entre risas—Pero es que hasta sonríe más y todo. Te ves tan bello cuando sonríes cariño
Regresamos a la casa y el ambiente tensó que había con las tres chicas allí solas desapareció. Amelia me dio las gracias y recibió mi beso y gel que le compré.
—No sé que le ves, de verdad Rams—dijo Marié recostada en el mesón de la cocina mientras yo colocaba las cervezas en la nevera.
—No tienes que verle nada tú, yo le veo todo.
—Algo me dice que a esa niña no le has visto ni el color de su sostén.
Tensé mi mandíbula, no caería en su juego de provocación, pero mi silencio solo se lo confirmó.
***
—Muy bien. ¿Perdiste tu virginidad con Daniel?—preguntó Cólton por insistencia de Marié.
Maldita Marié.
No tenía idea de como dio con el nombre de Daniel y su relación con Amelia, pero si no hubiese sido por Amelia que seguía sentada en mis piernas, hubiese golpeado a Cólton por ser tan estúpido como para dejarse influenciar por Marié.
—Amelia no tienes que responder—si las miradas mataran tendría dos cadáveres en este momento en la sala.
—Daniel es mi propio Hans, y no diría que perdí la virginidad con él, diría más bien que me la arrebató—Amelia estaba fuera de si como nunca la había visto, reconocí en ella la misma ira que me cegaba los sentidos y que tantas veces me metió en problemas— ¿Estas contento o quieres los detalles escabrosos de cómo fue que ocurrió? ¿Jugamos ahora a veinte preguntas de violación?.
Dio zancadas hasta el cuarto donde azotó la puerta con violencia.
Fue cuando aproveché de encarar a Cólton: —¡¿Qué mierdas tienes en la cabeza?!—bramé empujándolo contra la pared.
—Tu juro que no lo sabía. Pensé que era un ex novio. No imaginé qué...—miró a Marié y lo mismo hice yo. Ella no lucía ni un poco arrepentida.
Si no fuese mujer le partiría la boca, pero considerando la furia con que Marypaz la miraba, creo que debía cuidarse de ella.
—¿Por qué mierdas no me dejas en paz? ¿Crees que regresaré contigo?—bufé—.
—Ya se te pasará lo que sientes por ella, a todos le gusta una princesita en el día y una fiera en la noche. Y ella de fiera no tiene ni las uñas, te aburrirás, solo te ayudo a ahorrar tiempo.
Me acerqué hasta ella y aunque no se intimidó por mi cercanía la noté nerviosa: —Es cierto, todos quieren una princesa en el día y una fiera en la noche, pero no una zorra—espeté liberando todo el veneno que sentí en mis venas—.
Gabriel me tomó del brazo y me hizo retroceder. Nadie pudo escuchar lo que le dije.
— Irmão, vá com Amelia- Hermano, ve con Amelia—subí las escaleras.
—Amelia es su limite, así que o lo respetan o se van—el tono de Gabriel fue firme.
Amelia estaba en el baño, enrojecida de la rabia, caminando en círculos. Quería huir, lo supe solo por sus gestos. Era una leona encerrada. Despotricaba su odio contra Marié, en una verborrea que no solía tener.
—...¡Estoy tan furiosa! Y no sé cómo calmarme
—Bueno, cuando estoy así de frustrado suelo tomar un baño—le recomendé, si me tomaba la palabra, le buscaría una toalla y ropa limpia. De seguro un baño la relajaría
Pero jamás imaginé que se metería en la ducha con la ropa puesta y abriría el grifo. Su ropa se pegó a su cuerpo y ella pasaba sus manos por su cabello húmedo y su cara. Mi amigo del sur se despertó, no tenía sentido de la decencia o la imprudencia.
Estaba celosa y eso me encantaba. Me quité los zapatos y entré a la ducha, el agua estaba fría y ni con eso mi erección se bajó. Le dejé bien claro que por Marié no sentía nada, y lo mismo me aclaró ella con Daniel. Lo sabía, pero siempre era bueno escuchárselo decir.
Mi ropa estaba también empapada. Pegué mi cuerpo al suyo sin poder dejar de mirarle su boca, se veía tan sexy toda mojada delante de mí. La iba a besar, de eso no tenía duda, solo quería que ella lo deseara tanto como yo. En cuanto abrió su boca y botó un fuerte suspiro, la besé con fuerza.
Mi lengua exploró su boca y mis manos navegaron debajo de su ropa húmeda, donde su piel hervía a mi contacto. La pegué contra la pared y recosté de su pierna mi erección, sintiendo un alivio momentáneo.
Ella me quitó la camiseta y repasó los músculos de mi pecho y mis brazos con sus manos, erizándome con su contacto, excitándome con cada caricia.
Escuché sus jadeos cuando besé su cuello y cuando mordisqueé su mandíbula. Gimió mientras hincaba sus uñas en mi espalda.
Acaricié sus senos en el borde del sostén, mi erección dolía, así que una vez la estoqué con ella, haciéndola que jadeara. Le gustaba que hiciera eso.
Ella me dio la vuelta y ahora estuve arrinconado entre ella y las frías baldosas. Me encantaba que ella tomase el control, porque me evitaba el miedo de saber si iba muy rápido con ella. Me acarició con una mirada morbosa que me encendió.
Se quitó la camisa para mí, una clara invitación a que siguiera besándola y no lo dudé. Colisioné con su boca, desesperado, necesitado, urgido. Mis manos apretaron sus senos por encima de su sostén rosa, me estorbaba, quería arrancárselo y succionar sus pezones hasta que gimiera mi nombre y me rogase por más.
Sus jadeos se intensificaron, su respiración era tan irregular como la mía, mordí su labio y la sentí estremecerse en mis bazos.
Entonces Pacita entró en el baño y se consiguió con una escena bastante tórrida. Y lejos de molestarme, lo agradecí, quería hacer mía a Amelia, pero no lo haría en ningún baño por un momento de lujuria después de una discusión. Quería tener el tiempo suficiente para adorar cada parte de su cuerpo, tomarme mi tiempo para volverla loca de placer y que se quedará dormida de cansancio en mis brazos
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