CAPITULO 17. POV Rámses. NO JURES LO QUE ESTÁ A SIMPLE VISTA (primera parte)


—Ven conmigo—le pedí a Amelia cuando la película que veíamos se acabó, aceptó extrañada pero sin dudar, y eso me gustó.

La hice entrar al cuarto de baño mientras sacaba los implementos que compré en la farmacia para la limpieza de su piercing. Como le dije compré suficiente para que tuviese en su casa y en la mía.

La posicioné frente al espejo del baño, y desde su espalda le tendí el algodón impregnado con la solución y guié su mano a la nariz. Luego le indiqué que le diera pequeñas vueltas al piercing. Quería hacerlo por ella, pero Amelia solía ser tan distraída para algunas cosas que necesitaba saber que estaba aprendiendo.

Estábamos muy cerca el uno del otro, el calor me embargó casi de inmediato cuando un pequeño trazo de su aroma floral llegó a mí. Pero tratando de mantenerme enfocado le hice la pregunta que tenía rato atormentándome «¿Crees que te complicará más las cosas en la casa?». Su respuesta no me calmó, por el contrario me generó más dudas, las mismas que siempre tenía alrededor de Stuart. ¿Qué había hecho tan mal que Amelia no podía perdonarlo?. Pero entonces ella sonrió a si misma y se volteó.

No me dio tiempo de retroceder y lo agradecí, porque ahora solo quedaban centímetros entre nosotros. El brillo de su mirada me cegó, ella sonreía y me hacía imposible que yo no lo hiciese también.

—Hey, estoy feliz. No me importa si los demás no lo están o estarán. Siempre había querido hacerme un piercing y lo hice. ¡Lo hice!

Nuestras sonrisas se ensancharon.

—Te queda muy bien, es muy sexy—las palabras brotaron de mi boca sin control.

—Sí, siempre me han parecido sexys los piercings.

«Amelia no entiende indirectas» me recordó la voz de Gabriel.

—No, el piercing es solo eso, tú eres la que lo luce, la que se ve sexy con él.

Sus mejillas se sonrojaron y su respiración se tornó irregular, estaba absolutamente seguro de que su corazón se saltó varios latidos, porque eso era lo mismo que había hecho el mío.

Humedecí mis labios deseando con desespero sentir los suyos. Su boca estaba ligeramente entreabierta, invitándome a besarla. Jamás desee besarla tanto como en este momento. Ella no retrocedió cuando di un paso hacia ella, nuestras narices casi podían rozarse. Un solo beso, solo quería un solo beso de ella. Suspiré pesadamente, mi mente se sentía nublada con su proximidad, ninguna chica antes me causó esto.

Y mientras sentí su tibia respiración en mi piel entendí que no quiero un solo beso, quiero todos sus besos, pero no podía decirle eso sin miedo a asustarla. Si era sincero conmigo mismo, mi situación resultaba bastante intensa para cualquier mujer, pero sobre todo para Amelia, que seguía creyendo que yo solo quería su amistad.

La miré a los ojos y un atisbo de mi propio deseo se reflejó en ella. Amelia me miraba los labios.

Quiero besarla

Necesito besarla

Me muero por besar

Y aunque su lenguaje corporal parecía también quererlo, me entraron serias dudas sobre si hacerlo o no. ¿Cuándo me volví tan temeroso?, cuando he querido un beso antes iba y lo tomaba, pero con ella es distinto. Quiero ganarme sus besos, que desee tantos los míos como yo los de ella.

Ella se humedeció sus labios y solo eso bastó para mandar todo a la mierda.

La besaré

Pero entonces su maldito celular repicó y mi mano quedó tendida en el aire justo cuando me disponía a tomar su rostro. Ella saltó alarmada y por puro instinto hice lo mismo.

Su mamá le avisaba que estaba por llegar, por lo que a su señal, salí del cuarto de baño y recogí sus cosas con mi pecho oprimido. No quería que se fuese tan pronto, menos cuando por fin había tomado la decisión de besarla. Terminé de recoger sus cosas y esperé a que saliese del baño tratando de distraerme con el celular, cuando sentí sus brazos envolverme por la cintura. Apoyó su mejilla en mi espalda y me dio las gracias por las cosas que había comprado para ella. Su cercanía, su olor, su calor. Dios, me estaba volviendo las ganas de besarla,

La quiero y deseo que me quiera igual.

—No fue ninguna molestia, quizás así comienzas a oler a ti, y no a una versión femenina de mi cuando estés acá.

Fue lo único que pude decirle cuando en realidad solo quería voltearme y saborear esos labios rosas que tantas noches me han robado el sueño.

***

—¿Estás listo?—me preguntó Gabriel recostado del marco de la puerta.

—Vámonos—le dije en respuesta y salimos de la habitación.

La noche era tibia y silenciosa. La quietud solo era rota por el sonido de nuestras pisadas y las respiraciones. Hicimos unos pequeños estiramientos antes de comenzar a trotar y fuimos aumentando el ritmo hasta que terminamos corriendo. Los músculos me ardían y sentía el sudor caliente empapar mi ropa, era una combinación que me agradaba, me hacía sentir libre, me regeneraba.

Corrimos en silencio por algunas manzanas, pero con nuestros cuerpos calientes y en movimientos nos atrevimos a ampliar el circuito que normalmente tomábamos. Cuando mi reloj avisó que llevábamos 30 minutos corriendo, emprendimos el retorno. Correr una hora diaria era más que suficiente, sobre todo si después pretendíamos llegar a casa y continuar con algunos ejercicios. Tener estos cuerpos no era fácil ni eran solamente bendición de Dios.

Cuando regresamos a la casa sostuve mi peso sobre las rodillas en cuclillas tratando de normalizar mi respiración. Gabriel con sus brazos en jarra, también intentaba lo mismo.

Finalmente entramos a la casa y fui directo hasta el patio. Gabriel entró unos pasos detrás de mí y me arrojó una botella de agua que vacié en un solo trago.

Me recosté en una de las máquinas para trabajar los abdominales y Gabriel se dispuso a hacer ejercicios en la barra. El reloj de mi pulsera indicaba que Amelia tenía poco más de hora y media desde que la dejé en su casa. Eran hora y media pensando en la reacción de su familia cuando viesen el piercing.

—¿Sabes algo de Amelia?—me preguntó Gabriel y negué con la cabeza.

—Bueno, de seguro todo salió bien. Si se hubiesen puesto como locos por el piercing creo ya te hubiese avisado, ¿no?

Respiré profundo, mientras me sentaba y acostaba varias veces.

—Te desgarrarás un musculo irmão—me advirtió pero lo ignoré.

Sin embargo cuando puso su mano sobre mi hombro tuve que frenar y con el pecho ardiendo por mi esfuerzo me quedé acostado.

—¿Desde cuándo te volviste tan complicado? Si ya sé: Amelia. Sube y busca si ya llegó a su casa.

—No necesito subir—tercié y el rodó los ojos

—No seas cabezotas. Estás aquí matándote a punto de volverte mierda algún musculo en vez de simplemente rastrear su teléfono. Ambos sabemos que no es la primera vez ni tampoco la última.

—Lo que quiero decir es que no necesito subir. Lo tengo aquí en mi teléfono—le mostré la pantalla del programa donde indicaba que estaba buscando el teléfono de Amelia.

Si hubiese sido otra persona quizás hubiese sentido algún pequeño remordimiento por lo que estaba haciendo, pero se trataba de mi hermano y nunca me juzgaría y hablábamos de Amelia la chica que se mostraría delante de su complicada familia con un piercing nuevo en la nariz.

El programa finalizó la búsqueda y Gabriel se asomó a ver los resultados. El último lugar señalado era en el restaurante y de eso había pasado ya casi media hora.

—No lo hagas—me dijo, pero yo ya caminaba hacia la puerta

—Solo me aseguraré de que está bien—informé mientras me seguía

—Se pudo haber quedado sin batería. Pero en cualquier caso puede seguir en el restaurante con su familia. ¡Quedarás como un loco!

Seguí caminando

—La sofocarás—y me frené, no quería eso, podría ocasionar que huyese de mí.

—¡Mierda!—refunfuñé, y cuando mi mente se fue aclarando, supe que no tenía ningún sentido que fuese a ese restaurante aunque me conformaba con solo pasar y ver que no estaba llorando, que no le estaban gritando, aunque si lo estuviesen haciendo, tampoco es que pudiese entrar y llevármela, por más que quisiera.

—Anda a darte un baño y relájate irmão.

Sin nada más que hacer subí a mi habitación, me quité la ropa y entré a la ducha. El agua tibia me reconfortó aunque no podía dejar de pensar en Amelia, deseando que no se hubiese metido en problemas.

En Amelia y su piercing nuevo, ese que se me antojaba demasiado sexy en ella.

En Amelia y en el casi beso que hoy le daba.

En Amelia y sus labios rosas.

En Amelia y sus curvas.

En Amelia y su cuerpo contra el mío cuando esta mañana liberé la tensión de mi entrepierna contra su trasero.

Pude haber evitado esa línea de pensamientos, pero no quería hacerlo. Estaba cansado de contenerme siempre que se trataba de Amelia. No podía ni siquiera besarla mucho menos hacerla mía, como tanto me moría por hacer. Quería decirle que la quería pero la podía asustar con tal declaración. Quería abrazarla y sentirla siempre junto a mí, pero no quería sofocarla.

Estoy cansado de tener que cohibirme cuando se trata de ella.

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