CAPITULO 10. POV Rámses. PERO ESTO APENAS COMIENZA (primera parte)
—Los que quieran ir al paseo por la costa y que estén en condiciones de ir sin vomitar, vayan al puerto que zarparemos en unos minutos—gritó Karianni mientras caminaba a lo largo de la playa.
—¿Quieres ir?—no quería que el día acabase, así que esperaba que dijese que sí y lo hizo.
Caminamos hasta el lugar del bote pero sin la brisa nocturna comenzamos a tener calor, así que me ofrecí a llevar las sudaderas hasta la camioneta. Pero habían muchos chicos aun borrachos, por lo que corrí, no quería dejarla sola tanto tiempo, y razón tenía de temer porque cuando regresé un baboso intentó poner sus asquerosas manos en su cintura, con el único pretexto de ayudarla a bajar al bote. Ella se estaba negando pero el insistía, le di un fuerte manotón para que no se le acercara y bajé de un salto al bote para ayudarla yo, ella terminó cayendo en mis brazos y no tuve más remedio que tomarla por la cintura para que no se golpease, pero aproveché la ocasión para dedicarle una mirada asesina al baboso, quería que viese de quien era Amelia y dejárselo muy claro.
—Siempre es así de baveux— refunfuñé en cuanto nos sentamos, seguía molesto con el imbécil ese—. Baveux, como un caracol
—¡Baboso!—exclamó y su repentina alegría por haberme entendido me dio risa. Fue inevitable carcajearme y noté como cada vez que lo hacía ella sonreía conmigo.
Tengo que empezar a reirme más sin con eso logro que ella también lo haga.
¡Cuatro putas horas! Un paseo de cuatro putas horas en un desgraciado bote. Me dolía el culo de todas las veces que reboté contra el asiento de madera, los músculos me ardían de toda la fuerza que hice para que Amelia no rebotase tan fuerte, no saliera despedida en algún salto o fuese golpeada en alguno de los vaivenes. ¡CUATRO DESGRACIADAS HORAS! ¿Quién carajos hace un paseo en bote de cuatro horas con adolescentes tomados?. Uno de ellos comenzó a vomitar y activó una reacción en cadena, donde puedo jurar que parte de lo jugos gástricos que expulsaron cayeron en la camisa de Amelia, pero ni así la solté.
Cuando por fin las cuatro miserables horas de bote se acabaron me bajé de allí completamente destruido. Estaba cansado, adolorido y bastante molesto con los supuestos "adultos" de este paseo, que encontraban particularmente divertido saltar las olas... claro, no era el culo de ellos que recibían los golpes.
Mis ojos me pesaban y tuvimos que irnos porque no podría manejar del cansancio. Amelia tensó sus músculos mientras más cerca estábamos de su casa, pero no pensaba llevarla allá, acababa de pasar las peores cuatro horas de mi vida, me merecía dormir a su lado muy acurrucado junto a ella.
—Asumiré que no quieres ir a tu casa aún, así que no vamos para allá—y respiró aliviada con mis palabras.
Pocos minutos después estacioné en la casa. Le había avisado a Gabriel que saldría, pero nunca dije con quien regresaría, quería a Amelia solo para mi y eso implicaba que mi hermano no se enterase de su presencia. Entramos a la casa y saqué algunas cosas de la nevera, ella no había comido bien y yo ya comenzaba a tener hambre.
La voz de Gabriel me sorprendió y sin más remedio empujé a Amelia a las escaleras de servidumbre, encerrándola allí hasta que me deshiciera de él.
— Irmão, ¿onde você estava?- Hermano ¿en dónde estabas?—preguntó Gabriel.
— J'étais à une fête sur la plage. ¿Qui était votre date?- Estaba en una fiesta en la playa. ¿Qué tal tu cita?
—Bien, la pasamos muy bien en realidad, la película resultó ser muy buena. Deberias verla. Asì que fuiste a la fiesta de la playa con Kariannis...
—No fui con ella—aclaré
—¿Y con quien entonces?—sus ojos esperaban divertido mi respuesta, pero no le daría el gusto
—Fui solo—sabía que no lo había convencido.
—Ya veo... ¿y "solo" es la que está encerrada en las escaleras?
Odiaba que fuese tan perspicaz.
—Si, "solo" está encerrada en las escaleras y no quieren que la vean
—Oye, dile que no puede sentir vergüenza de ti, no eres el mejor partido, pero también hay peores—se burló
—Idiota—respondí mientras caminábamos hasta la habitación.
—¿Y como se llama "solo"?—preguntó con curiosidad.
—Se dice el pecado, pero no el pecador—respondí y me gané un bufido.
—Terminarás diciéndomelo tarde o temprano—su confianza rayaba en la arrogancia, y si no se tratase de Amelia, tendría razón.
El entró en su cuarto y fue cuando me permití sacar a Amelia de las escaleras y llevarla hasta mi habitación, poniendo el seguro para evitar al entrometido de Gabriel. Me senté en la silla del escritorio a preparar unos improvisados sanduches y a ella le ofrecí sentarse en cualquier lugar, aunque el único disponible era la cama, así que más le valía acostumbrarse.
Coloqué un poco de música para que pudiéramos hablar sin que mi hermano escuchase detrás de la puerta y empezamos a comer. No fue que mordiese el pan y cerrara los ojos, fue el ridículamente sexy ruidito que hizo cuando lo probó, tenía que tener hambre definitivamente, era la única forma que pudiera decir que mis panes estaban deliciosos y que gimiera por ellos.
¡Maldito gemido que me despertó la entrepierna!
—Deja que pruebes la pasta que cocino—fue lo menos que pude decirle, porque mi boca estaba preparada para soltarle una obscenidad, de esas que ahora pensaba constantemente con ella de protagonista.
Cuando me contó que era su padrastro el que cocinaba y el responsable de las compras en la casa entendí porque la sorprendí comiendo comida de aves el otro día. Tendría que asegurarme ahora más que nunca que su comida fuese mejor que eso, porque algo me decía que no le aceptaría a Stuart ni un vaso de agua.
Comimos en silencio y la vi pasearse por mi habitación, como en un momento yo también hice con ella, revisando mis cosas y detallando la foto que conservaba de mi mamá sobre el escritorio, sonrió en cuanto la vio, quizás vio mi parecido con ella.
—¿Puedo?—preguntó con dirección al baño, como si le fuese a decir que no.
—Si quieres darte una ducha, puedo darte algo de ropa—ofrecí.
—No creo que la ropa de alguna de tus citas me sirva—denoté una cierta nota de celos en su voz que me agradó
—Me refiero a que puedo prestarte algo de ropa limpia, mía; para que podamos dormir más cómodos.
Le estaba dejando bien claro donde ella iba a dormir esa noche, no le tocaría ni un cabello a menos por supuesto que ella me lo pidiese, pero no pensaba dormir en otro lado que no fuese a su lado.
—Pareciera que estuviese por darte un infarto Amelia. Cálmate. Estoy tan agotado como de seguro lo estás tú, así que asumiré que quieres dormir tanto como yo. Si te incomoda que compartamos la cama, puedes perfectamente acurrucarte en el piso.
Tuve que contener la risa cuando le dije eso. Su cara fue una mezcla entre incredulidad y ofensa que me pareció divertida y muy reveladora.
—¿En el piso?—y no le respondí, solo le busqué algunas prendas para que pudiera dormir a mi lado.
—Solo báñate ¿quieres?. Después nos encargaremos de incinerar tu ropa.
—¿Tan mal... huelo?—y me reí, la verdad es que tenía vomito de otro chico encima, así que sí, pero no la quería hacer sentir mal.
Me fui al baño de la habitación de huéspedes y me di una ducha rápida, regresé a la habitación y noté que ella aún no salía de la ducha. Preparé la cama para poder acostarnos, ella terminaría durmiendo en mi cama, lo sabía. Y terminé acostándome con mi corazón acelerado por la expectativa. La puerta del baño se abrió y por fin salió.
—¿Entonces qué será? ¿Piso o cama?—no quería verla, es probable que me quedara mudo cuando la mirase con mi ropa puesta
—Cama—afirmó segura y ladee mi sonrisa.
—Me agrada que nos consideres lo suficiente maduros y controlados para compartir una cama sin que sea algo sexual.
—Creo que estamos más cansados que otra cosa—ahora fue su turno de reprimir la sonrisa y por supuesto que noté que se mordía la comisura interna de su boca
—Entonces ¿somos más cansancio que hormonas?—me reí por su ocurrencia, esta chica no sabía nada de chicos. A esta edad solo éramos hormonas cachondas listas y dispuestas.
Nos deslizamos debajo de las sabanas sin que ella me respondiese, creo que también estaba dudando de su lógica.
—Descansa Rámses—su voz era inconfundiblemente de diversión.
— Bonne nuit mon amour-Buenas noches mi amor
Y con ella a mi lado, oliendo a mí cerré los ojos y me permití dormir
Me levanté antes que ella y siendo un buen cliché, la observé dormir apaciguadamente, se veía tan calmada, tranquila... bella. Pero no podía mirarla eternamente, y tenía que ir al baño a orinar.
Me cepillé los dientes y vi su ropa sucia doblada en una esquina del piso. Tendría que lavársela, porque no podría ponérsela en el estado en que se encontraba. Si nada de cansacio encima recordé que estaba durmiendo en mi cama con mi ropa y fue inevitable que mi entrepierna se despertara también, ahora ella era también solo hormonas, nada de cansancio. Pero entonces pasó... dejé caer la ropa al piso y su ropa interior salió disparada en otro sentido. Mi corazón palpitó con tanta fuerza como mi erección en mi pantalón, llegué a temer que lo rompiese lo cual sería altamente vergonzoso.
Recogí su brasier celeste y su pantis a juego y caminando como vaquero salí de la habitación para ponerla a lavar.
Me recosté de la lavadora tratando de no pensar más en lo que eso implicaba pero era imposible que dejara de repetirme a mi mismo, como si fuese un mantra: "Esta desnuda en mi cama". Tuve que tomar una ducha de agua fría y pensar en la economía mundial tratando de resolver ecuaciones complejas, para poder bajar mi erección.
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