CAPITULO 7.Explícame con peras y manzanas.
No hay un día en que no piense en la decisión que debo tomar. Ni un solo día. Y con solo ese pensamiento en la cabeza los días me pasaban muy rápido, todos parecidos entre sí.
Después de mi desmayo, Fernando logró inscribirnos en la universidad a Gabriel y a mí, porque no pudimos terminar el proceso aquel día. Por suerte, Rámses si había terminado el proceso y solo le faltaba retirar los horarios de clases, cosa que pudo hacer después.
De eso hace ya dos semanas.
Y sigo sin poder decidir. No me quedaban piel alrededor de las uñas, en momentos de estrés solía mordisquearlos, pero ahora mi horrible habito me hacía esconder las manos de la vista de todos. Menos de Rámses, él ahora vivía quitándome las manos de la boca como si yo fuese una niña pequeña y aplicándome desinfectantes que me causaban demasiado dolor.
Lo que él no sabía es que yo comenzaba a apreciar ese dolor, porque mientras mis dedos ardían no podía pensar en más nada. Ni en el bebé que crecía en mi vientre, ni en el que crecía en el vientre de mi mamá.
Ya tenía 10 semanas de embarazo, cada vez me falfaba menos tiempo para tomar una decisión, y no importaba si pasaba la noche desvelada, haciendo listas interminables de Pros y Contras, de formas de hacerlo posible.
Pero me sentía colapsar cuando recordaba que no era solo un niño el que todo el mundo esperaba que yo criase, sino a dos, porque el de Rosalía, mi medio hermano, también formaba parte de la decisión que debía tomar.
Dos niños... dos bebes...
—¡Reúne a todo el equipo y comiencen con ese recurso!—gritó Mike, asustándome, tenía bastante rato atendiendo una llamada de trabajo muy tensa—, estaré revisándolo desde acá. Piensen en movimientos de ajedrez, tenemos que estar varios pasos por delante de ellos. Claro que querrán apelar, así que tenemos que hacerlo imposible. ¿Te dio respuesta el investigador?. Uhm... no me sorprende, ¿buscara las conexiones entre los dueños de los terrenos y la empresa?. Bien, has que los pasantes vayan a los registros, no podemos esperar. Lo sé, pero si queremos ganar este caso nos tocará invertir tanto o más que ellos. ¿Y que si compraron un juez? Con un caso bien sustentado y con la suficiente publicidad, ningún juez podrá hacerse el ciego. Si, exacto. Hablamos luego— Mike colgó la llamada y continuó hablando con Fernando, dándole respuesta a aquella pregunta que dejó en el aire cuando atendió la llamada—. Como te decía, no siempre puedo ausentarme, hay algunos casos que me gusta llevar personalmente como este y siempre deben ver al jefe aunque sea merodeando para que las cosas salgan antes de los plazos—estaban sentados en la mesa del comedor, mientras nosotros empacábamos.
Las vacaciones en casa de mi papá, Ameth, comenzaban mañana.
—Pero ¿si irán verdad?—volví a preguntar.
—Claro que si, muñeca, iré. Luego de que termine de atender este caso en Los Ángeles, iré hasta esa granja para demostrar el amor que le tengo a esta familia.
—No creo que sea una granja, con cochinos, gallinas y todo—respondí.
—Esperemos que no, porque de vaquero no tengo ni un ápice. Y mi Dolce & Gabanna no está hecho para caminar en el lodo.
—¿Y Johana?—pregunté con cierto temor, después de todo fue por lo que empezaron nuestros problemas y no tenía claro si ellos lo habían arreglado.
—Bueno... después de que ella rompió nuestro compromiso, se fue a donde sus padres. Hablamos poco, me evita la mayor parte del tiempo. Se niega a que conversemos de nosotros si yo no he terminado de arreglar todas las cosas con Hayden y Fernando.
—Yo pensé que ya... que ya lo habían hablado—miré a Fernando, porque quería también escuchar su respuesta.
—Aun tenemos muchas cosas que conversar. Creo que la granja de Ameth, nos servirá de retiro y podremos charlar sin tener el día a día del trabajo y demás actividades distrayéndonos. Yo tengo algunos compromisos a los que debo asistir, la embajada debe participar en una cena benéfica, y luego de eso, viajaré para encontrarme con ustedes—Fernando se levantó de la silla y se aproximó hasta donde yo estaba, luchando con cerrar la valija
—Creo que esta todo—me senté sobre la valija para que Fernando me ayudase a cerrarla.
—¿Pero regresarás? Porque esto pareciera ser demasiada ropa.
—No es mío, pregúntale al portugués pretensioso—me burlé y desde el otro lado de la habitación Gabriel me voló un beso.
—Yo llevaré lo necesario, si algo falta por allá lo compro—Rámses arrastraba nuestras valijas fuera de la habitación y ayudó a su papá con la de Gabriel.
—Bueno, están listos entonces. El vuelo sale mañana a primera hora. ¿Dónde está Jeremy?—preguntó Mike.
—Salió a comprar unas cosas que le hacían falta—expliqué.
—Chicos, ¿nos dan un minuto?—Fernando miró a sus hijos, y estos sin decir una palabra, salieron del departamento con distintas excusas.
—Amelia, ¿Qué has pensado hacer?—la pregunta de Mike fue tan directa que no me sorprendió.
—No lo he decidido aún. Sigo revisando todos los escenarios y en todos me retraso en la carrera y luego debo compaginar los estudios con la crianza. Eso no es nada fácil. He leído a muchas mamás que hablan sobre su experiencia como adolescentes criando a un bebe, o incluso a mamás adultas que decidieron seguir estudiando. Todas hablan de lo difícil que es, de todos los retos, ni siquiera lograron terminar sus carreras, algunas lo hicieron pero años después, cuando el bebé ya estaba más grande, porque la crianza de los hijos durante los tres primeros años es la más importante, la que más consume tiempo y necesita mayor dedicación. Yo no estoy preparada para eso.
—Primero, tú ya no eres un adolescente, aunque esa etapa haya terminado hace muy poco tiempo, ya eres una joven adulta, pre adulta, como quieran decirle. Y segundo, no estarás sola, contarás con nosotros—Fernando me invitó a sentarme a su lado, en el sofá de la casa.
—Cuentas con el apoyo de todos, no es una ayuda que nos tengas que pedir, es algo que queremos y que haremos con gusto—Mike se sentó en la mesa de centro, frente a mí.
—Ustedes no están entendiendo. ¿Acaso ustedes lo cuidarán? ¿Amamantarán? ¿Lo cuidarán en la noche cuando se enferme?. Criar a un niño, no es cuestión solamente de dinero.
—Pero el dinero será de ayuda. Podemos contratar a una persona para que lo cuide día y noche. Puedes usar esa técnica de extraer la leche materna, banco de leche creo que se llama. Incluso podemos tener a esa persona para las noches también—insistió Mike.
Me tomé de la cabeza, negando. No estaban entendiendo nada.
—Entonces mis opciones son que una persona extraña lo cuide y crie. ¿Esa es la solución? Para eso lo doy en adopción—sé que mis palabras eran rudas, pero eran sinceras—. Además, yo no me sentiría segura ni tranquila de que sea cuidado por otra persona. ¿No recuerdan de donde vengo?. ¿Y si lo maltrata? ¿Si no lo atiende como debe ser? ¡¿Y si abusa de él?! He visto, leído y vivido tantas historias de terror.
—Podemos poner vigilancia en la casa, llenarla de cámaras, reglas para esa persona.
—¡No es tan fácil, no lo hagan sonar así!. ¿Les suena normal dejar a un bebe recién nacido cuidado por una extraña y que la forma de sentirme tranquila sea porque debo poner cámaras en todos sitios? ¿Y lo que me perderé? ¿Lo que se perderá Rámses?. Para poder seguir con nuestras carreras universitarias debemos perdernos todo de nuestro hijo. Y si queremos participar en la vida de él, debemos atrasarnos de la vida universitaria, en mi caso atrasarme considerablemente. Y en cualquiera de esos casos, algo perdemos. Rámses estará estudiando, o quizás en su internado medico cuando el bebe dé sus primeros pasos. Yo estaré en clases cuando aprenda a decirle "mamá" a una desconocida porque es la que le podrá enseñar y la que más tiempo pasará con el. No es así como me imaginé tener un hijo.
—Pero...
—No, no hay peros. Porque aun cuando yo acceda a que una persona lo cuide y lo crie, llegará un punto donde no podré moverme con la barriga, ya saqué la cuenta, sería a mitad del próximo semestre, por lo que no tiene sentido ni siquiera inscribirme. Y para cuando esté lista para reincorporarme ya habré perdido el otro semestre. Si soy positiva, tendría que ausentarme de la universidad un año, quizás año y medio. Y cuando por fin pueda reintegrarme a clases, Rámses estaría entrando a su internado, horas y horas de trabajo, agotado como para ayudar, como para disfrutar a su hijo. Lo he evaluado todo y sigo sin poder decidirme. ¡No sigan romantizando la maternidad!. Ustedes eran tres adultos cuidando a dos adolescentes, y se ingeniaban horarios de trabajo y atención bastantes complicados. ¿Podrían haberlo hecho estando bebes?. Quisiera saber cómo lo hizo Karen.
—No fue nada fácil, ella no siguió trabajando y tampoco continuó estudiando, planeaba retomarlo, pero nunca hubo un momento oportuno mientras los niños crecían.
—No estoy tan desacertada entonces
—Pareciera que ya tienes una decisión tomada—murmuró Fernando.
—No, no la tengo
—¿Por qué no? Tienes muy clara tus opciones, ¿Qué te tiene indecisa?—fue el turno de Mike de indagar, pero algo me decía que sabía mi respuesta, porque escondía una pequeña sonrisa en su rostro.
—Porque lo quiero—y acaricié mi vientre—, pero quererlo no es suficiente. Quiero que tenga lo mejor y eso incluye a unos papás que participen en su crianza, que tengan tiempo para atenderlo, para cuidarlo, para mimarlo. Él también debe tener los mejores padres, y no sé si nosotros, si yo pueda serlo, no se merece padres ausentes.
—Lo que decidas, te apoyaremos—Fernando tomó mi mano.
—Lo sé, gracias, sé que tengo el tiempo en contra, pero espero que ese tiempo en la granja, también me sirva para aclarar mis pensamientos.
Mike asintió: —Solo para confirmar: ¿Ameth lo sabe?.
—¡No! Por favor no se lo digan, creo que querrá matar a Rámses si se entera.
—Y Rámses no es Gabriel. Creo que, si el hijo fuese de él, lo recibiría mejor—rodé los ojos, pero tenía razón.
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Nos encontramos en el aeropuerto con Ulises y Hayden, y desayunamos mientras esperábamos nuestro vuelo. Nunca me acostumbraría a que las mujeres miraran tanto a mis chicos. Nunca.
Las meseras pelearon por quien nos atendía y como que no llegaron un acuerdo, teníamos a tres meseras, solo para nosotros. Desde la barra las chicas se asomaban y entre todas murmuraban.
Y ellos, como siempre, sabían el efecto que causaban, porque sonreían y eran más encantadores que nunca. Por eso nos sirvieron café gratis con panecillos adicionales.
—No fue nada—me explicaba Rámses—, yo te estaba sonriendo a ti, a ella ni la miré. No tengo la culpa que me dejara su número de teléfono.
—Hizo los cero con forma de senos, la muy zorra.
—Senos que no tenía—agregó Gabriel—, dibujó melones, cuando tuvo que haber sido limoncitos.
Sentí el primer retorcijón de estómago. Ese panecillo me había caído mal y a pesar de que Ulises me dio un efervescente, me seguía doliendo. Abordamos el avión y los minutos que pasaron hasta que despegó se me hicieron eternos. Necesitaba ir al baño con urgencia, quizás si me sentaba un rato en la taza, pudiera lograr aliviar mi malestar. Así que en cuanto la señal de mantenerse los cinturones abrochados, se apagó, salté por encima de Rámses y Gabriel para ir al baño.
Los baños de los aviones son muy incómodos por no decir diminutos. Bajé mis pantalones apurada y con toallas húmedas que traía conmigo, limpié la taza antes de sentarme.
Nada salió. Ni siquiera un gas. Nada, así que no me quedó de otra que regresarme a mi puesto, pero cuando fui a asearme, el papel estaba manchado de rojo.
Nunca sentí tanto miedo al ver mi periodo como en ese momento. Me mareé y mi cuerpo se enfrió. Quería gritar el nombre de Rámses para que viniese a ayudarme, pero no podía. Con las manos temblando me sequé lo más que pude, pero era demasiada sangre. Improvisé una pequeña toalla sanitaria con varias capas del papel higiénico y salí del baño.
No caminé a mi puesto, lo hice hasta donde Hayden se encontraba sentado. Toqué su hombro y creo que mi cara habló por mi.
—Mia, ¿Qué pasó?.
—Estoy sangrando—murmuré con la voz temblorosa.
Jeremy se levantó del asiento como si tuviese un resorte, y me dejó sentarme en su lugar.
—¿Cómo es el sangrado?
—Rojo.
—Bueno, eso es obvio, quiero saber si son algunas gotas, es poco, o abundante.
Sacudí mi cabeza como si eso me ayudara a enfocarme.
—Abundante, como si tuviese mi periodo.
—Un sangrado ligero o manchado es normal al principio del embarazo, porque es cuando el ovulo fertilizado se implanta en el útero. Se conoce como sangrado de implantación.
—Tengo 10 semanas. ¿Acaso esa implantación no ocurrió tiempo atrás?
Y así tomé por sorpresa a Hayden, quien, a juzgar por su semblante, no esperaba que yo supiese eso. Me estaba mintiendo y me asusté mucho más.
—No, no, no—comencé a repetir una y otra vez.
Jeremy, caminó hasta el asiento de Rámses y en pocos segundos el francés estaba a mi lado. Ulises, le cedió el asiento, sin embargo ahora, Gabriel, Ulises y Jeremy estaban de pie en el estrecho pasillo del avión.
—¿Tienes dolor?—fue lo siguiente que me preguntó Hayden, quizás lo había hecho varias veces, pero en este punto yo ya estaba llorando y no lo había escuchado.
—Se estuvo quejando de dolor de estómago desde antes de subirnos y Ulises le dio un efervescente—explicó Rámses—. Tranquila bombón, hay mujeres que durante todo el embarazo siguen menstruando con regularidad.
Pero no creí sus palabras. Algo iba mal, lo sabía.
—Caballeros por favor deben regresar a sus asientos—dijo la aeromoza, sin embargo cuando me vio llorando, su semblante se preocupó—. ¿Está todo en orden? ¿Los puedo ayudar en algo?.
—Bombón, ¿Cómo es el sangrado?.
—Es mucho, mucho Rámses.
—Vamos al baño, déjame ver.
Rámses hizo que me levantase del asiento y me condujo hasta el baño.
—Está embarazada y acaba de tener un sangrado. Soy doctor y mi hijo, su novio, estudiante de medicina. Él va a ir a revisar que todo se encuentre en orden—Hayden le explicó a la aeromoza.
El baño era muy pequeño para una sola persona, dos era demasiado. ¿Cómo hacían las parejas para tener relaciones en ese espacio tan pequeño?.
Me senté nuevamente en la taza, oriné y cuando me limpié otra vez había sangre en el papel, pero esta vez era muchísimo menos que la anterior.
En ese momento de miedo, no había vergüenza que me frenase. Estaba asustada y ansiaba con desespero que me dijeran que todo estaba bien.
—Pareciera ser un manchado pequeño—dijo Rámses—. Es posible que sea normal, no te asustes.
—Pero hace unos momentos no era así, era el triple de esto. ¿Cómo no me asusto? Dímelo—me levanté de la taza, acomodé mi ropa y lavé mis manos—. ¿No lo estás tú?
—Estoy aterrado, bombón—tomó mi rostro entre sus manos, me acercó hasta él, uniendo nuestras frentes—. Yo no... no quiero...—titubeó pero optó por quedarse callado.
Rámses no quería interferir en mi decisión, pero creo que me hacía una idea bastante clara de que cual era la suya, pero lo más importante era que ya sabía lo que yo quería.
Lo quería, lo quería para mí, para nosotros. Para quedármelo. No quería perderlo, no quería darlo en adopción.
Y fue en este momento mientras caminaba de la mano de Rámses nuevamente a los asientos al lado de Hayden, que entendí que había tomado mi decisión.
Tendría al bebe, no podría interrumpir el embarazo y que mucho menos lo tendría para darlo en adopción.
El resto de las horas que duró el vuelo, lo hice llorando, asustada, nerviosa. Acariciaba mi vientre, esperando que desapareciera la indiferencia que le había profesado desde el primer día, quizás así lo malo que sentía que estaba pasando, desapareciera. Pero el dolor no se apaciguaba y podía sentir el flujo sanguíneo bajando. Manchar mi ropa, era lo menos que me preocupaba.
Finalmente llegamos, el avión aterrizó y gracias a la aeromoza, nos permitieron bajar de primeros.
El equipaje lo retirarían Gabriel, Ulises y Jeremy, mientras que Rámses, Hayden y yo tomamos un taxi a la primera clínica que Hayden consiguió en el buscador. Estábamos muy lejos de casa, y en una nueva ciudad a la que nunca había visitado y que no podía detallar lo bella que me habían dicho que era, porque solo veía el punto azul del gps que marcaba nuestra distancia de la clínica.
Entramos por urgencia y dejamos que Hayden se encargada de toda la jerga médica, yo no hubiese podido hablar por mí misma, ni aunque lo intentase. Rámses, estaba atento a lo que decía su padrino, pero no aflojó ni un poco su abrazo.
Él siempre mantenía mis piezas unidas. Nunca dejaba de ser mi mecánico.
Me pidieron que tomase asiento mientras me llamaban, porque a pesar de que ingresamos por urgencias, no era de las pacientes que necesitaban atención primaria. Ameth llamaba insistentemente, sé que debía estar esperándonos en el aeropuerto y sé que le faltaban 3 pasajeros. No sabía que habían dicho los chicos para justificar nuestras ausencias, quizás Hayden les dejó indicaciones, o por lo menos eso esperaba.
Sin embargo, cuando las puertas de la emergencia se abrieron y entró Ameth, entendí que no pudieron mentirle.
Se me quedó mirando, no con reproche en su mirada como pensé que quizás me miraría, sino con miedo y angustia, tomó mis manos entre las suyas, besó mi frente y le pidió a Hayden que se alejaran para hablar. Se encontraban lo suficientemente cerca como para que yo pudiese escuchar lo que decían, pero las personas se movían a mi alrededor de forma rara, el tiempo estaba distorsionado al igual que las voces.
Eran los nervios, lo sabía, pero prefería estar así, aislada de todo lo que dijesen y murmuraran. En mi propia burbuja donde nada estaba pasando y solo estamos exagerando.
Cuando por fin llamaron mi nombre, todos nos levantamos y caminamos hasta la puerta que indicaba que después de ese punto, nadie podía pasar si no había sido llamado.
Hayden palmeó la espalda de Rámses. Esta vez el francés vendría conmigo no en un afán de acosador, sino porque era su derecho como padre. El guardia de seguridad le dijo que solo debía pasar el paciente pero mi francés le respondió "esta embarazada y tiene un sangrado, pasaré con ella". El guardia le permitió el ingreso, no sé si porque era protocolo para estos casos o porque se apiadó de mi.
Creo que fue la cara de terror de ambos lo que lo conmovió.
El consultorio tenía una pequeña camilla con estribos donde la enfermera me pidió que me subiese, una vez que me desnudara y me colocara esa bata de papel azul, que dejaba todo mi trasero al descubierto. Fue Rámses quien tuvo que explicar por mi lo ocurrido y lo que sentía porque mis nervios no me dejaban hablar lo suficientemente claro como para que me entendiesen.
La doctora tenía una voz dulce, era bastante pequeña de estatura y morena con el cabello rojizo. Me pidió que me calmara y comenzó a explicarme lo que revisaría con el ultrasonido que me haría. El frio gel solo empeoró mis nervios haciendo que los escalofríos recorriesen todo mi cuerpo, electrificado de miedo. Rámses sujetaba mi mano con fuerza, atento a la pequeña pantalla que debería mostrar a nuestro bebé en cualquier momento.
La sonrisa de la doctora, esa con la que me recibió para darme tranquilidad, comenzó a desaparecerse segundo a segundo y entonces supe con total seguridad que no me había equivocado. Que algo iba mal, muy mal.
—Amelia, debo echar un vistazo en tu vagina. ¿Me lo permites?.
Como si yo fuese a negarme.
Me cubrió con una manta de tela que combinaba con la bata que vestía, y tras unos segundos donde estuvo observando mis partes íntimas, volví a ver su rostro, pero permanecía cabizbaja, desechó los guantes y yo respiré profundo porque sabía que las malas noticias estaban por llegar. Apreté con tanta fuerza la mano de Rámses que la mía comenzó a dolerme.
—Lo lamento, chicos. Amelia, tienes una dilatación en el cuello uterino, eso combinado con la hemorragia, significa que estás teniendo un aborto. En este punto, y con las semanas que tienes de embarazo, el feto es muy pequeño para que pueda sobrevivir.
Comencé a llorar y halé a Rámses para que me abrazara, y lo hizo con fuerza. Lo escuché llorar también, escondido en mi hombro. La doctora me limpió los restos de gel de mi vientre y nos dio un momento antes de volver a hablar.
—¿Vinieron con alguien?.
—Si, están afuera. Nuestros papás—respondió Rámses.
—Los mandaré a llamar.
Rámses me ayudó a levantarme y a vestirme.
—Rámses. Es mi culpa, es mi culpa. Yo no... Yo...—sollocé.
—No es tu culpa, no lo es. No te culpes. Tu hiciste todo lo que debías hacer para mantenerte sana, tomaste tus vitaminas, todo lo hiciste bien.
—Yo no lo amé desde el primer día.
—Ay linda, la mayoría de los papás no acepta la idea del bebé sino hasta algunos meses después, sobre todo cuando llega de sorpresa—la doctora se atrevió a intervenir.
—Estamos acá, ¿Qué ocurre?—Hayden entró al cubículo, seguido de cerca por Ameth.
—Los hice pasar, porque creo que ellos necesitarán apoyo.
Ameth me abrazó con fuerza, luego Hayden. Me senté en la silla que me indicó la doctora, con Rámses masajeando mis hombros, manteniéndose cerca de mi, y con mis papás detrás de nosotros, apoyándonos en silencio.
Escuché como se presentaban con la doctora, pero nuevamente el tiempo volvía a transcurrir de forma rara y no lograba entender la mayoría de las palabras que decían.
—Amelia presenta una hemorragia y dilatación del cuello uterino, lo cual indica que está sufriendo un aborto espontaneo. Ese tipo de aborto no tiene causa conocida para presentarse, no es posible de prevenir o de anticipar, no lo podemos revertir. Amelia, hay dos formas en que puedes hacer esto. Puedo enviarte a casa y esperar que de forma natural expulses el feto o podemos usar oxitocina o misoprostol, son medicamentos que inducirán un parto, o finalmente podemos realizarte un legrado.
—Legrado—respondió Rámses, lo miré porque no entendí mucho de lo que me dijeron—. Es la mejor opción—insistió el francés.
—Les dejaré unos minutos para que puedan discutirlo.
La doctora se retiró de la habitación y de inmediato los hombres presentes comenzaron a hablar sobre todas las opciones que indicó la doctora, pero yo seguía sin entender.
—Rámses, no entiendo. Necesito que me expliquen, con peras y manzanas, porque no entiendo, no puedo pensar. Se lo que es un legrado y sé lo que significa que me inducirán el parto. Pero no entiendo por qué tú estás tan seguro de que legrado es la mejor opción.
—Yo también quiero escuchar esa explicación—dijo Ameth, estaba enojado y le costaba disimularlo.
Mi novio antes de hablar, me dio un beso en las manos, en la frente y en los labios. La explicación me la daría a mi, no a los demás.
—Tu no hiciste nada mal, esto que está ocurriendo no es tu culpa. La mayoría de los abortos espontáneos ocurren debido a que el feto no está desarrollándose de forma correcta, puede ser que tuviese faltas de cromosomas o excesos de esos, eso ocurre cuando el embrión se divide y crece; y a veces, aunque todo esté normal, igualmente puede ocurrir un aborto espontaneo. No hay forma de detener lo que está ocurriendo. Las opciones que te está dando la doctora son para que pueda finalizar por completo el aborto. La primera opción es que vayamos a casa y esperemos que de forma natural expulses el feto, no sabemos cuánto tiempo puede ser, incluso hasta tu próximo ciclo menstrual y a veces no ocurre, y existe el riesgo de infecciones y complicaciones médicas, por lo que deberíamos regresar igualmente al hospital. Esas horas que pasemos esperando que lo expulses, serán una tortura, una crueldad para ti, para todos. Saber que el feto sigue allí...
—Si estoy abortando, significa que ¿ya no está vivo?.
Rámses asintió y yo respiré profundo, tratando de controlar mi llanto.
—La segunda opción—prosiguió Rámses— es darte oxitocina o misoprostol, ambos son medicamentos que te inducirán el parto. Comenzarás a tener los dolores y deberás dar a luz al feto. Esa opción también me parece muy dolorosa y cruel, porque pasarás por esos dolores, por ese momento, para un bebe que no podrás conservar, que no podrás ver, cargar, mimar. Y cuando, en un futuro, queramos tener hijos, este primer parto, lo recordarás en ese momento. No digo que lo vayas a olvidar, digo que tu primer parto no puede ser por un aborto, tu primer parto debería ser con un bebé que puedas cargar y que su carita, su llanto, sea el mejor calmante para el dolor.
Las lágrimas caían desordenadas por mi rostro. Las palabras de Rámses, crueles, certeras, tan dolorosas como llenas de amor. Y todos esos conocimientos, él lo estuvo leyendo, lo estuvo buscando, estudiando. Él si había estudiado de verdad la decisión que yo debía tomar, algo que yo no había hecho.
—La última opción y la que considero mejor, es un legrado obstétrico. Es una operación de poco más de 15 minutos donde retirarán el feto, parte del endometrio, y todo el material que podría causarte infecciones y complicaciones. Te aplicarán anestesia general y cuando despiertes, esa parte de la pesadilla ya habrá terminado. En vez de pasar un mes esperando a que lo expulses, podrás ponerte en pie al día siguiente para comenzar nuestra nueva etapa de recuperación. Y se ha demostrado científicamente, que el legrado por aborto espontaneo es la técnica que menos índice de depresión causa.
—No lo pude haber explicado mejor—la doctora había vuelto una vez más al consultorio, no sé cuándo había entrado, pero lucía ese semblante orgulloso que muchas veces le veía a Hayden cuando Rámses hablaba como el excelente futuro doctor que sería.
—Bien. Está bien. Yo, gracias, entendí todo—mi cerebro repetía una y otra vez las palabras de Rámses—. ¿El legrado es tu recomendación como médico?.
—Es mi recomendación principalmente como novio, porque no quiero que sufras más de lo que nos ha tocado sufrir y no quiero aumentar tu sufrimiento y pena posterior. Es mi recomendación como padre que también ha perdido, porque tampoco quiero esos días de espera, esa angustia. Es mi decisión como futuro medico porque he pasado horas y horas leyendo sobre el tema, no soy experto, pero creo que es la mejor opción.
Me quedé mirando sus ojos miel, oscurecidos por el dolor, enrojecidos por el llanto. Hinchados por la angustia. Desearía que ninguno tuviese que pasar por este momento, que no debiésemos sufrir esto, pero nos había tocado, pero con cierto remordimiento, agradecía que nos hubiese tocado juntos. Porque cuando estamos juntos, podíamos superar cualquier cosa. Y yo confiaba en él con mi vida, así que confiaba que esta decisión era la mejor para él, para mí, para ambos.
—Está bien—respondí y miré a la doctora—, será entonces el legrado.
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Nota de Autora:
A veces, hay que perder las cosas para valorarlas...
Este capitulo va dedicado con mucho cariño a una de mis mejores amigas, xio, ella es mi lectora beta, mi correctora, mi confidente y hasta el manager detrás del grupo de FB, el whatsapp y muchos de los perfiles de IG de los personajes.
Les recuerdo a todos que tenemos un grupo de Whatsapp. Si quieren incluirse, vayan al grupo de FB para poder enviarles el enlace.
Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.
Baisers et Abraços
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