CAPÍTULO 6. ¿Qué es lo correcto?

Intenté que mis arcadas fuesen lo más silenciosas posibles y abrí el agua del lavamanos para tratar de disimular el ruido, pero la sensación en la parte trasera de mi garganta, me hacía no solo arquearme sobre la taza del baño, sino también toser y lagrimear mis ojos. Una cuantas arcadas después, cuando mi estómago entendió que nada tenía para expulsar, me sentí lo suficientemente segura para levantarme del piso donde estuve arrodillada, me lavé el rostro y enjuagué mi boca.

Embarazada.

¿Sería realmente posible que estuviese embarazada?. Toqué mi vientre, como si pudiese sentir lo que sea que estuviese pasando dentro de él. Y no sentía nada, ni cosquillas mucho menos un sexto sentido, ese sentido materno definitivamente no lo tenía.

Y no sabía si quería tenerlo.

Me miré al espejo, haciendo el esfuerzo para imaginarme con un vientre abultado y todo lo que ello conllevaba, pero no pude lograrlo, tampoco quería tener esa imagen en mi cabeza.

Sali del baño tratando actuar normal, pero Rámses me esperaba parado al lado de la puerta, estaba preocupado, lo noté en sus ojos y en sus hombros caídos, y eso me reconfortó, después de todo si resultaba que estaba embarazada, quería saber que estábamos en la misma página, que pensábamos y sentíamos lo mismo.

Pero si había una diferencia, Rámses no era la única persona que me observaba con preocupación. Hayden me miraba desde la cama mientras la enfermera terminaba de ajustar su medicamento.

—Esperaremos afuera—anuncié.

—No muevas ni un pie, Amelia—dijo Hayden y me sentí pillada en alguna travesura, pero no me moví, me quedé estática.

Y Rámses algo sabia porque estaba tratando de contener la risa. ¿Cómo podía reírse en un momento así?

—¿Le dijiste?—susurré

El francés negó: —Es doctor— y se encogió de hombros.

La enfermera abandonó finalmente la habitación y Hayden me pidió que me acercara, y lo hice, con mis piernas temblando como gelatinas.

—¿Te cayó mal la comida?—preguntó y negué, no podía mentirle, me descubriría, si es que toda mi expresión corporal no me había delatado ya—. ¿Vomitaste algo hace rato?—negué—. Solo nauseas entonces. ¿Mareos? ¿Cansancio?—asentí a todo y Hayden respiró profundo, escaneándome con su mirada—. ¿Cuándo fue la fecha de tu último periodo? —no sabía, así que negué—. Seguramente más de tres semanas, porque si no, lo recordarías. ¿Se están cuidando? ¿Te has saltado alguna pastilla?.

—Algunas—mentí y cuando alzó su ceja, tuve que ser honesta—, casi todas.

—Asumiré por tu cara de terror y la de Rámses que te habrás saltado las pastillas, pero no el postre...

—Ni el desayuno, almuerzo, cena, merienda...—agregó Rámses pero Hayden se incorporó de la cama y miró a Rámses con furia, lo que hizo que se callara y su sonrisa desapareciera de inmediato.

Hayden caminó por la habitación, sus pasos furiosos retumbaban en las paredes. Estaba vivo, más que nunca, revitalizado por el enojo que veía en sus ojos.

—¿Embarazaste a Amelia?—gritó al fin— ¡¿Se embarazaron?!

—No te alteres, es dañino—le respondió el francés.

—¡Rámses! No juegues conmigo. La protección es responsabilidad de ambos. ¡Coño te lo dije! Te lo dije mil veces, nada de embarazos prematuros, nada de enfermedades venéreas, nada de drogas. ¿Dos de tres? No estoy nada feliz, nada. ¿Coño tendré que cortarte el pene?.

—Aquí lo importante, padrino, es que estas lo suficientemente bien como para querer cortarme el pene.

—Bueno quizás si te lo hubiese cortado hace un par de años, no hubieses embarazo a Amelia. Debí haberte hecho una vasectomía—se lamentó—, pero estoy a tiempo con Gabriel.

—Por todos los santos, déjame darle la noticia.

Rámses no se tomaba nada en serio, él bromeaba, pero yo estaba temblando de nervios.

—Te lo voy a cortar solo para borrarte el chiste de la cara. ¿Amelia, te has hecho una prueba?—me preguntó y apenas murmuré un no, porque no quería tener que explicarle que no me hice la prueba porque él iba moribundo en una ambulancia para el hospital y que lo menos que quería era confirmar que mientras su vida se apagaba, en mi nacía una.

Era una superstición, pero con la vida de Hayden no quería tomar ni un solo riesgo.

Hayden buscó su teléfono y navegó por el directorio hasta que consiguió el número que buscaba.

—Necesito ayuda tuya, de inmediato, pero es muy importante que nadie lo sepa, en especial Ameth. Te espero acá.

Joseph llegó a los 5 minutos, no llevaba la misma sonrisa de siempre, creo que la llamada de Hayden lo había asustado.

—Necesito que le hagas una prueba de embarazo a Amelia.

Los ojos de Joseph se abrieron cuan grandes eran y entendió la urgencia y la discreción que era necesaria. Me pidió que lo acompañara y no tuve opción, Hayden tenía una mirada asesina que estaba muy cerca de estallar en un gran arrebato de furia, así que me apresuré en salir. En cuanto cerré la puerta escuché el grito de Hayden.

El examen fue rápido, y el resultado estaría en pocos minutos, Joseph lo pidió con urgencia. Regresé a la habitación, entré con miedo, me esperaba un regaño monumental.

¾ ¿Te dolió?—me preguntó Rámses en cuanto me vio.

¾ No ¿y a ti?—pregunté porque vi su cara pálida y un tanto asustada.

Y no me respondió. Eso me hizo preocuparme mucho más.

Rámses me tomó de la mano y nos sentamos en uno de los muebles esperando que Hayden saliese del baño.

En cuanto me vio comenzó su regaño, diciéndome todo lo que imaginé que me diría. No me estaba gritando, pero no era necesario para saber que estaba furioso.

—Lo lamento, pero esto no puedo cubrírselo. Hicimos una promesa y no pienso faltarla, menos después de todo lo que hemos pasado.

Hayden tomó su teléfono y noté el nervio cuando marcó el número de Fernando, y el alivió cuando le atendió, estuve segura de que su nerviosismo no era por lo que tendría que decirles, sino porque pensó que no le atenderían.

¿Cuántas veces habrá llamado sin que le respondieran? Esa pregunta, me llenó de tristeza por él.

—¡Hey! Mike y tu deben venir a la habitación con urgencia. Solo ustedes. No, yo estoy bien, pero deben venir. Si, están acá conmigo. No, no los conseguí follando en ningún sitio. Vengan y ya.

Primero llegó la enfermera con un sobre blanco con mis resultados y unos pasos más atrás llegaron Fernando y Mike.

—¿Qué pasó?—fue lo primero que preguntó Fernando.

—¿Cuánto nos va a costar?.

—¿No has cerrado el fondo de los chicos?—pregunto Hayden.

—¿Cerrarlo? ¿Estás loco? El problema era con ustedes, no con ellos, si lo cierro quedaríamos en la ruina—bromeó pero sé que había cierta verdad en sus palabras.

—¿Y bien?—insistió Fernando.

—Bueno...—Hayden les tendió el sobre, no lo había ni siquiera abierto.

Fernando lo abrió y sacó el papel, Mike se asomó y Hayden no quería ni verlo, creo que el doctor sabia muy bien lo que allí se decía.

Se quedaron mudos y no parpadeaban. Era bastante terrorífico.

Mike quiso desatarse el nudo de la corbata, pero es que ni tenía puesta una. Se estaba como asfixiando, su respiración era apenas perceptible y vi como su rostro comenzó poco a poco a cambiar de color.

Fernando caminó hasta la ventana de la habitación sin decir ni una palabra.

Esperaba que no intentase lanzarse

—Gracias a Dios estamos en una clínica. Pide ayuda Hayd, pídela—Mike comenzó a tumbarse en la cama y Hayden comenzó a revisarlo.

—No tienes nada, no es un ataque al corazón, ni siquiera de pánico. Respira.

—¡Sé que no es eso!. Es la rabia tan grande que tengo. Pide ayuda, la necesitaran para contenerme, porque lo voy a matar. ¡LA EMBARAZASTE!. ¡RAMSES O'PHERER LA EMBARAZASTE!

Y así comenzaron los gritos que sentía que se escuchaban hasta en el ultimo piso de la clínica.

—No puedo creer esto. ¡Tanto que lo hablamos! Tantas veces. Dios, bendito—agregó Fernando—. ¿ACASO NO TIENEN DINERO PARA CONDONES? ¿PASTILLAS? ¿GINECOLOGO?.

—¿Acaso no fuimos lo suficientemente claros? ¡Gráficos! Recuerdo que les hicimos gráficos de cómo no embarazar a alguien. Pasé toda una puta noche haciendo una lámina de power point. Les hicimos un examen. ¡Bendito sea el señor!. ¡¿Cómo pasó esto?!—preguntó Mike.

—Bueno...—Rámses empezó a responder.

—Cuida muy bien tu boca carajito, porque no me importaría reacomodarte los dientes si me sales con un chiste en este momento—Hayden le advirtió.

Y Rámses se mordió la lengua.

Yo no podía decir nada, estaba al borde de las lágrimas y sobre todo, estaba asustada.

Los gritos siguieron y siguieron y en algún momento Fernando comenzó a gritar en varios idiomas, Hayden nos regañó en Venezolano y vaya que recordé a mis abuelos. Mike se puso a sacar muchas cuentas, ¡muchas!. No entendía que tantos números estaba calculando, pero creo que hasta consideró precios de pañales al por mayor. Sus cuentas también comenzaron a darme dolores de cabeza.

Y entonces todo empeoró.

—¿Dejé acá mi cargador? Porque si no, lo extravié—Gabriel entró en la habitación, revisando en los conectores, ajeno a todo lo que ocurría. Cuando nadie le respondió alzó el rostro—. ¿Beleza? ¿Qué pasó? ¿Estás bien?—Gabriel se había acuclillado delante de mi, apretando mis rodillas con suavidad. Miro a Rámses cuando no respondí—. ¿Qué ocurre?.

No sabía que responderle, nadie lo sabía, y entonces el francés abrió su gran bocota.

Tu vas être oncle - Vas a ser tío.

La mandíbula de Gabriel cayó por su peso, nos miró a todos una y otra vez, esperando que alguien le dijese que era una broma. Entonces, le tendí el papel que indicaba mi irreversible positivo, en algun momento en medio de los gritos lo había tomado.

—¡Eu serei tio!. ¡Je serai oncle ! – Voy a ser tío—repitió una y otra vez mientras una sonrisa comenzaba a aparecer en su rostro.

Primero abrazó a su hermano con fuerza y el francés hasta le sonrió, espero que contagiándose con su humor, porque la situación no tenía nada de graciosa.

Y luego fue mi turno. Me abrazó con fuerza y luego se disculpó como si me hubiese lastimado. Yo lo miraba consternada. ¿Acaso perdió la cabeza ?.

—Seré el tío y el padrino. Ya lo dije, si se atreven a colocar alguien más, no les hablaré más nunca en la vida.

Quería hacer que se callara, quería decirle que esto no era nada divertido, que no era gracioso. Quería decirle que yo... que yo no estaba feliz. Pero el revoloteaba por la habitación felicitando a todos, tratando de contagiarles su alegría. Los adultos fingían sonrisas y alzaban ligeramente las comisuras de sus labios, como quien intenta sonreír sin nada de ganas.

Esto no era lo que había imaginado. Embarazada a mi edad. ¿Y la universidad? ¿Mi carrera? ¿Mis planes?. ¿Qué significaba eso para Rámses y para mi?. Soy una estúpida. Estúpida. Estúpida. ¿Cómo pude olvidarme de la pastilla? ¿Cómo?. ¿Por qué no me inyecté? Tantos métodos anticonceptivos y yo preferí confiar en mi memoria.

Y entonces comencé a llorar.

La voz de Gabriel se calló inmediatamente y los brazos de Rámses me envolvieron con tanta rapidez que me hizo ahogar un pequeño hipido.

—Bombón, estaremos bien. Estarás bien. No es tan grave.

—¡No me digas que no es grave! Tu carrera, mi carrera. Esto es una locura. Soy tan estúpida—me lamenté entre sollozos.

—Cálmate Amelia. No te hará bien—me dijo Hayden—. Si, definitivamente se cometieron errores, pero nos toca seguir adelante, buscar la forma de hacerlo funcionar. Hay mucho tiempo por delante.

—Lo podemos hacer. Yo puedo conseguir un trabajo medio tiempo, bajaré las horas académicas y no importa si me gradúo un poco mas tarde—me susurró Rámses y yo no podía articular palabra, solo llorar.

—Claro, Amelia, a juzgar por lo que me dices de tu última falta, probablemente estés entre la tercera o quinta semana. Es tiempo suficiente para prepararnos para recibir al bebé, organizarnos.

Y yo comencé a negar incluso antes de que las palabras salieran de mi boca.

—No... yo no... No puedo... no... yo...—balbuceé y Rámses me soltó para ver mi rostro.

—¿Qué no puedes? ¿Qué no sabes?—me preguntó confundido.

—No sé si pueda tenerlo, no sé si quiero tenerlo.

Y nuevamente ese maldito silencio, esta vez más intenso que nunca.

—Salgan todos—ordenó Fernando.

—No me iré—respondieron los hermanos al unísono, con tanta firmeza que Fernando tuvo que repetir la orden.

—Ella es mi novia, y tiene en su vientre a mi hijo o hija. No me iré papá—la firmeza de la voz de Rámses me impresionó, pero también me lastimó.

En pocos minutos él ya está dispuesto a darlo todo, y yo no sé ni siquiera si podía tenerlo.

Fernando miró a Mike y a Hayden, buscando apoyo, pero ambos negaron. No lograrían sacar a los hermanos de allí. Respiró profundamente y se acuclilló frente a mí, donde minutos antes estuvo Gabriel.

—Estas en tu derecho de decidir lo que deseas hacer, lo que te pido, te ruego, es que lo pienses y que no tomes una decisión apresurada.

—Tienes tiempo suficiente para decir lo que deseas hacer, Amelia—Hayden estaba mas calmado.

Sentí como el pecho de Rámses se infló con lentitud, y se desinfló con rapidez.

—Haremos lo que tu quieras. Si quieres formar una familia, estaré listo, si tu no estás lista, lo respetaré. Iré a tu ritmo, bombón.

—Y si llegas a decidir, que estás lista, te apoyaremos. A ambos. Seguirán estudiando, terminarán sus carreras a tiempo y nadie trabajará medio tiempo hasta que no se gradúe. Creo que los fondos para emergencias de Rámses y Gabriel, cubren embarazos.

—Por supuesto que lo cubre—dijo Mike acercándose—, te sorprendería saber lo que cubre ese fondo de emergencia. No queremos que te preocupes por eso por lo menos, esos gastos estarán cubiertos.

Sus palabras me daban cierto alivio, pero mis dudas seguían allí. Esos planes sonaban muy bien, pero la embarazada era yo. La que pasaría varios meses sin poder ir a clases sería yo, la que debería encargarse de un bebe recién nacido sería yo. En el mejor de los casos, pasaría por lo menos 8 meses sin ir a clases, lo que significaba perder un año completo. Aunque descubrí en ese momento que perder las clases no me dolía tanto como antes, que me estaba doliendo más saber que el resto de mi vida cambiaría irremediablemente.

Un bebe, un segundo bebé, porque además del que ya tengo en el vientre, está el que mi mamá tiene en el suyo. Dos bebés. Dos.

No me imaginaba volviendo a clases tan pronto como ellos decían. No imaginaba a Fernando dejando una reunión en la embajada porque yo tenía un examen de Contabilidad. Ni a Hayden desvelado por una guardia, cuidándolo mientras yo estaba en clases, ni a Mike acompañándome a llevarlo al doctor porque Rámses está en la universidad.

No era una responsabilidad que recaería sobre ellos, era solamente mía y aunque ellos ayudaran, era yo quien debía asumirla. Bueno, Rámses y yo. Si bien el dinero no sería un problema, el tiempo lo era.

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Mientras todos dormían, yo miraba el techo de la habitación, preocupada con una lluvia de pensamientos que me aturdía. Quité de mi estomago el brazo con el que Rámses me abrazaba y me levanté con lentitud para no despertar a nadie en la habitación.

La brillante luz del pasillo de la clínica, me cegó por un momento antes de caminar a la pequeña sala de espera del piso donde me encontraba.

Me senté en el frío mueble, subí mis piernas para darme un poco de calor y miré la pantalla de mi teléfono, necesitaba hablar con alguien, con una amiga que me pudiese ser sincera y objetiva. Nunca había sido una persona de tener muchas amigas, tenía pocas pero las mejores. Marypaz fue mi primera mejor amiga y a pesar de todo lo que habíamos pasado logramos una forma de continuar la amistad; Mikaela había sido mi más reciente adquisición, adoraba a esa niña, y con respecto a Sara y a Isabel, habían dejado de ser mis amigas y ahora si acaso podía llamarlas compañeras de universidad. Ellas habían cambiado tanto que no logramos un punto donde pudiésemos volver a encajar, el espacio creció tanto entre nosotras que nos saludamos en la universidad mientras ellas caminaban con sus nuevas amistades, lejos de mí.

Mi amistad con Sara e Isabel no sobrevivió con apenas pocos cambios en mi vida, ¿Qué perdería si era un cambio tan masivo como tener un hijo? No podría ir a fines de semana universitarios, porque no podría dejar un fin de semana solo a un bebé; incluso una simple fiesta de fin de semestre podría ser una logística agotadora. Ningún plan improvisado ni siquiera para almorzar algo distinto.

¿Por qué estaba pensando esto justo ahora? Quizás porque formaba parte de las muchas cosas que cambiarían con un hijo. Fiestas, reuniones e incluso conversaciones, todo desaparecería y todavía no estaba lista para eso.

Llamé a mis amigas, Marypaz y Mikaela. No estaba lista para que la amistad con ellas cambiara, temía también perderlas cuando mis responsabilidades como madre se interpusieran entre nosotras. Las llamé porque necesitaba hablar con chicas como yo, estudiantes, que quizás pudieran entenderme o darme un punto de vista distinto, que pudieran realmente entender lo que estaría perdiendo si soy madre a esta edad.

Pacita me atendió bastante rápido, estaba sentada en el escritorio de su dormitorio universitario, me saludó con cariño y me mostró que a pesar de la hora estaba aun estudiando para un examen que tendría al día siguiente. Mika tardó un poco más, estaba completamente adormilada y aunque ofrecí llamarla en otro momento, se sentó en su cama y nos mostró que a su lado un rubio dormía pesadamente.

—Suéltalo, Mia, no llamarías tan tarde a menos de que tuvieses algún chisme bueno que contarnos—Pacita se lanzó en su cama, acomodándose para las noticias.

—¿En qué problema se metieron los chicos esta vez? A Ryan lo llamó hoy Mike para hablarle del fondo de reserva para crisis y desastres O'Pherer. Quedó ligeramente traumado con todo lo que vio allí—se burló la pelinegra mientras acariciaba la cabellera rubia de su novio—pero no pudo decirme nada, lo hicieron firmar un acuerdo de confidencialidad.

—Estoy embarazada.

Marypaz se comenzó a ahogar con las papas frítas que se estaba comiendo, Mikaela se quedó completamente congelada, tanto que creí que había sido la conexión fallando.

Marypaz tosía y tosía a tal punto que creí que debería colgar y llamar al 911 para que la socorrieran y Mikaela comenzaba a reaccionar, abriendo su boca poco a poco hasta que pude verle hasta las amígdalas.

—¿Estás segura?—me preguntó Marypaz con su voz rasposa y mientras se servía un vaso de agua.

Estaba sudada y enrojecida. Su respiración era dificultosa. Creo que casi la mato.

—Si—les confirmé y procedí a contarles todo desde el primer día. De cómo amanecí aquel día con vómitos pero que había creído que era por la leche descompuesta que tomé.

—Leche descompuesta fue lo que tomaste—interrumpió Mikaela, haciéndonos reír.

Proseguí mi cuento diciéndoles como no pude pensar más en eso porque me concentre en Hayden y su intento de suicidio, pero que él me había descubierto los síntomas y que no pude ni disimular ni mentir. Y que después de una prueba de embarazo casi que forzada, se había confirmado mi embarazo.

—¡Oh por Dios!—exclamaron al unísono.

—¿Qué dijeron los papis sexys?—Mikaela se había levantado de la cama y la veía caminar por el pasillo de su casa.

—¿Qué dijo Rámses? ¿Qué hacía? ¿Estaba infartado?—Marypaz caminaba como ratón encerrado en el dormitorio de su habitación, lanzando preguntas que no alcanzaba a escuchar e incluso respondiéndose a algunas ella misma.

—Primero nos gritaron como locos y luego ofrecieron su apoyo y ayuda para que termináramos la universidad. Y Rámses, bueno, no lo sé. No puedo decir que estuviese feliz, pero definitivamente no estaba enojado...

—Espera...—me interrumpió Marypaz— ¿lo tendrás?.

—¡Claro que lo tendrá!—le respondió Mika—. Y yo seré la madrina, ¿verdad Mia?.

Mika estaba emocionada, y comenzó a hablar sobre nombres de bebés, ropas, atuendos. Y hasta decía que no importaba el sexo que fuese, ya sabía quién sería su pareja: Mini TayTay.

—¿Cómo que "claro"? Ella tiene que pensar esto muy bien. No puede tomar una decisión a la ligera. Tener un bebe estos momentos cambiará definitivamente el curso de su vida.

—Su vida seguirá su curso normal. ¿Crees que alguno de los papis ricos lo permitirá? Por supuesto que no.

—Si, ajá, no cambiará—ironizó Marypaz—. Porque la vida de Taylor es exactamente lo que él había planeado. Ni siquiera la de Nicole y eso que ella...

—Obviamente que tendrá cambios—Mika no la dejó continuar—, pero podrá graduarse, quizás no en el mismo tiempo. Pero dinero no le faltará y eso es de gran ayuda con un bebé pequeño.

—Es una decisión importante y deberá pesarlo. Lo que ella decida, la apoyaré, pero no puede tomarse la respuesta a la ligera. No puede ser una decisión romántica, debe ser pensaba en frio.

Y eso era exactamente lo que yo creía.

—Hayden dijo que tenía tiempo para pensarlo.

—¿No estarás considerando... abortar, o si ?—Y no supe que responderle a Mikaela, pero creo que mi silencio dijo mucho más que cualquier palabra.

Poco después regresé a la habitación y me acosté al lado de Rámses. El francés se volvió a acurrucar en mi espalda, como si no me hubiese ausentado una hora y aunque cerré mis ojos para intentar dormir, no pude, así que vi cuando la habitación se iluminó poco a poco con la salida del sol. Mike se levantó al baño y le dio los buenos días a Hayden, Fernando avisó que iría por café para todos y Gabriel murmuró un "buenos días preciosa" a su novia por teléfono.

Todos salieron de la habitación, algunos irían por café, otros por comida, cuando estuve sola con Hayden me levanté, hoy no tenía síntomas matutinos, y eso lo estaba disfrutando.

—¿Lograste descansar?—me murmuró Hayden desde su cama.

Respiré profundamente: —No creo, no mucho.

—Tienes tiempo aun, Mia.

—¿Cuánto tiempo?

—Tienes hasta la semana 12 de gestación para tomar una decisión de interrumpir o no el embarazo. Y hasta el momento de nacimiento para decidir si conservarlo o darlo en adopción.

Sus palabras fueron dulces a pesar de la cruel verdad que acababa de trasmitir. ¿Estaba dispuesta a abortar a ese bebe? ¿A tenerlo? ¿A darlo en adopción?. ¿Cómo me vería la familia si lo hiciese? ¿Aceptarían mi decisión?.

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Hayden no se había equivocado y Joseph cumplió su palabra, esa tarde le dieron de alta médica y lo primero que hizo fue llevarme hasta el consultorio médico de una amiga ginecóloga. Me negué, quería tiempo para asimilar mejor la noticia, pero no fue posible que convenciese a alguno de ello, ni siquiera Rámses me apoyo en la idea de regresar otro día.

Era una consulta privada pequeña y considerando que éramos una familia de 7, nos quedaba diminuta, por lo que algunos tuvieron que esperar fuera del consultorio, en las escaleras del pequeño edificio. Algunas embarazadas con sus acompañantes esperaban en la pequeña sala, sus caras era de felicidad, alegría, muy distinta a la mía de aterrada.

La secretaria anuncio que era la próxima y cuando me levanté de la silla, Rámses inmediatamente se posicionó a mi lado, pero puse mi mando en su pecho, frenando su avance decidido dentro de la consulta.

—¿Por qué no quieres que entre?—insitió el francés comenzando a enojarse.

—Porque no quiero, Rámses, por favor—el francés estaba con sus brazos cruzados y no me dejaba avanzar al consultorio, tanto como yo no lo dejaba a él.

—¿Por qué no?.

No podía decirle la verdad, pero tampoco quería mentirle.

—Porque no quiero que escuches lo que la doctora me dirá. No quiero que escuches... nada—agaché la mirada, rogando en silencio que no me preguntase nada más.

—Hijo, déjala ir sola—Fernando puso su mano sobre el hombro de Rámses y lo apartó de mi camino.

Avancé sin mirarlo, sin decir nada y finalmente entré en la consulta.

Cuando la doctora me dio la bienvenida, le pedí a la enfermera que pusiera el seguro a la puerta, no confiaba que Rámses no intentara entrar a pesar de todo.

—Hola Amelia, soy la doctora Montgomery, Hayden ya me adelantó lo ocurrido, así que aquí estoy para examinarte y responder todas tus dudas. Lo que tú me digas, lo que yo te responda, lo que aquí conversemos, se quedará acá.

Eso me dio un poco de tranquilidad, desde que se habían enterado de mi estado, me sentía completamente invadida en mi intimidad. Expuesta, sin privacidad. Asentí y comencé a contarle a la doctora lo ocurrido, los malestares que sentía pero sobre todo le dije que aun no tenia una decisión al respecto. No sabía si podría seguir con el embarazo, si podría convertirme en madre.

Ella solo asintió, me explicó cada síntoma y me adelantó los que estaría experimentando en los próximos días y semanas. Y finalmente me habló de mis opciones que eran las mismas que me había dicho Hayden, pero que ahora, viniendo de una persona completamente neutral y objetiva, pude entender y procesar mejor.

La doctora me pidió que me cambiase la ropa por una bata de papel con la abertura hacia adelante, dejando expuesto todo mi estómago. Subí a la camilla y con su ayuda coloqué las piernas sobre los cabestrillos de la mesa. Era de las posiciones más vulnerables en que la mujer debía ser examinada, pero no era mi primer eco. Al estar embaraza no podía hacerme un eco transvaginal, ese donde introducen un aparato dentro de mis partes íntimas. Me harían un eco pélvico, el cual prefería, porque revisaban haciendo rodar sobre mi vientre un pequeño aparato.

El gel, que usaban siempre era helado, pero yo me encontraba tan nerviosa que salté cuando entró en contacto conmigo, la doctora me pidió que me calmase mientras encendía el monitor donde vería las primeras imágenes de ese ser que crecía dentro de mí.

Movió con experticia de un lado al otro sobre mi vientre el dispositivo, tomando medidas en la computadora, explicándome lo que estaba viendo en la pantalla y las dimensiones, como si pudiese entender algo de lo que me decía.

—Es un embrión sano por lo que veo. Tienes 4 semanas de gestación. No podemos escuchar aun los latidos, para eso es muy pronto. A partir de la sexta semana si podríamos intentarlo si quieres, puedo dejarte agendada la cita de una vez.

Solté todo el aire que tenía en los pulmones, aliviada de su respuesta.

Aliviada de que todo estuviese bien, pero sobre todo aliviada de que no pudiese escuchar aun los latidos, era algo para lo que difícilmente estaba lista. Un poco más de tiempo me ayudaría.

Había pasado por muchas noticias y acontecimientos en muy poco tiempo.

Tiempo, era justo lo que necesitaba.

—¿Fue por eso que no lo dejaste entrar?—la doctora tuvo que haber notado mi cara de agobio, seguramente un reflejo de todo lo que estaba pasando por mi mente. Su mano apretó con delicadeza la mía, mientras que con la otra limpiaba el exceso de gel de mi barriga—. No querías que escuchara los latidos, porque no sabes si lo tendrás o si lo conservarás.

Asentí limpiando mis lágrimas.

—Está bien Amelia, no tienes una decisión tomada, eso no es malo. Muchos papás entienden que son papás cuando el bebé nace y lo cargan, muchos cuando escuchan los latidos, otros nunca lo entienden, sin embargo la mamá es quien debe lidiar con todo la maternidad desde el primer momento, la carga es toda de ella porque es quien lo gesta, es a quién le cambia el cuerpo, pero también es a quien más le cambia la vida. La mayoría de esas chicas que viste allá afuera llegó el primer día asustada, no importa si habían deseado o no el embarazo, todas llegan asustadas, porque todo cambio asusta, y algunas han llegado sin saber qué es lo que harán, así que comprendo tu miedo. Pero no pases por esto sola, no hay necesidad de que hagas la situación más difícil. La decisión que tienes que tomar te pertenece solo a ti, pero te recomiendo que lo hables con él, explícaselo, porque por lo que me explicó Hayden, ustedes no son solo unos noviecitos, y la situación por la que están atravesando, deben sobrevivirla juntos, para poder permanecer así.

No podía hablar sin comenzar a llorar, pero asentí para agradecer sus palabras. Ella me tendió la imagen que imprimió, de lo que era el embrión en mi barriga, algo que solo ella como doctora podía ver, porque del resto yo no entendía nada de la imagen en blanco y negro. También me dio un récipe médico para las vitaminas que debía tomar, los exámenes de laboratorio que tendría que hacerme y las recomendaciones para un embarazo sano.

Cuando salí del consultorio solo Fernando me estaba esperando, no había rastro del resto de la familia. Eso me entristeció un poco más porque si bien no quería que Rámses entrase al consultorio, me hubiese gustado que me esperara.

—Hayden se topó con algunos colegas por lo que se puso nervioso y lo convencimos de ir al restaurante del frente a esperar.

No me dio explicaciones del porque mi francés no estaba, cuando en otras circunstancias no hubiese podido moverse de allí ni con la fuerza policiaca insistiéndole.

Le tendí los papeles, pero también la imagen que me había dado la doctora y él la contempló por un rato y sin decir palabras comenzamos a caminar a la salida. No sé cuál había sido su cara, no me atreví a mirarlo. Si su cara era de ilusión, de alegría, me partiría el corazón.

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6 semanas de embarazo y seguía sin saber que hacer. No les dije a nadie que tenía consulta medica para escuchar el latido de corazón, preferí esperar un poco más.

Los malestares matutinos del embarazo ya no eran tan fuertes, pero no importaba si ya no tenía que correr a la taza del baño con nauseas, porque igual no lograba dormir, comer ni estudiar.

Y a pesar de todo lo que pensaba y meditaba, no lograba tomar ninguna decisión. Me sentía juzgada en todo momento, el silencio era peor a que me preguntaran directamente. Era mil veces peor.

Y sin embargo tampoco quería que me preguntaran.

Quizás la bipolaridad también formaba parte de los síntomas del embarazo.

Para mi suerte, esperaba distraerme en la fiesta de cumpleaños de Gabriel, por lo menos por unas horas.

—¿Dónde colocamos las bebidas?—preguntó Rámses entrando al departamento llevando en cada mano las cajas de cerveza y algunas bolsas.

—Las no alcohólicas, en la cocina, las alcohólicas en la ducha de tu habitación. Cierra con llave, no queremos que se enteren antes de tiempo—respondió Gabriel.

—Te ayudo—le quité algunas bolsas de encima a Rámses pero Gabriel corrió hasta mi lado.

—¡No! ¿Estás loca? ¿Ese peso? ¿Con tu condición?. No!.

—Son bolsas de papas fritas. ¿Qué pueden pesar?—me defendí y le volví a arrebatar las bolsas de su mano.

—Deberías estar acostada—el portugués forcejeó conmigo por las bolsas, tratando de arrebatarmelas.

—Suelta Gabriel!—grité.

—Te estás alterando, le harás daño a mi sobrino o sobrina. Respira—y el imbécil portugués comenzó a hacer ruidos respiratorios, como si yo estuviese a punto de dar a luz—. Ji, ji juuuu, ji ji juuuuu. Anda, practica conmigo, será bueno para cuando comiences las clases de parto. Por cierto, ¿puedo ir a algunas? Sería divertido confundir a las personas si le hacemos creer que el hijo es mío, tanto como de Rámses. Imagina sus caras cuando yo vaya a algunas clases y él a las otras.

¿Clases de parto? Y mi corazón martilló con fuerza, no había pensado que incluso antes de dar a luz, mi vida ya tendría mas actividades por hacer.

— ¡Tu cálmate!—le arrebaté las bolsas y las puse en la cocina.

— ¿Qué está pasando?—preguntó Rámses.

—Tu hermano es un idiota—grité enojada, aun pensando en las clases de parto, mis pies hinchados que no me dejarían caminar, las estrías, todo.

—Eso siempre lo he sabido.

—Ella está cargando peso y no quiere calmarse, ni siquiera respirar. Jiiii juuuuu, Beleza, ¡Anda, tu puedes hacerlo!. El estrés gestacional es una realidad

— ¡Tu respira!—volví a defenderme.

— Y por cierto, nada de eso deberías comerlo, quizás debamos revisar tu dieta porque estuve leyendo que hay muchos productos que son dañinos para...

Lo miré con tanto, tanto odio, que Rámses se interpuso entre nosotros, tapó su boca antes de que comenzara a hablar de las calorías que debía consumir y se llevó a Gabriel antes de que yo saltase encima de él, directo a su yugular. Abrí la bolsa de doritos que tenía más cerca y bajo la mirada de Gabriel horrorizado, comencé a comerme los doritos, retándolo a que me dijese algo.

—Él no está molestándote, está genuinamente preocupado por ti y quiere cuidarte—me explicó Rámses.

— Estoy embarazada Rámses, no soy invalida. Es un exagerado, apenas tengo 6 semanas como pensar en clases para el parto, es muy pronto... y... eso me pone demasiada presión, como si pudiera, como...

como si todo esto fuese real. Como si no debiese hacer nada más que respirar y pensar en si quedarme con el bebe. Como si pudiese decidir que no lo quiero y sabiendo que los lastimaré a todos.

Me di media vuelta sin terminar la frase y entré a mi habitación, que se había convertido en un pequeño depósito de todo lo que estaría en la fiesta y de lo que nuestros papás no podían enterarse.

Me tumbé en la cama, abrazando aun la bolsa de doritos mientras seguía comiéndolos sin parar, pensando en las grasas que comí el día anterior o el trago de café que tomé esta mañana, sin darme cuenta.

Dos golpes en la puerta y la cabeza del portugués se asomó por un costado.

—Lo lamento, Beleza. ¿Puedo pasar? Tengo una pregunta muy importante que hacerte.

Ni siquiera esperó mi respuesta, se sentó en mi mesa de noche y metió la mano dentro de la bolsa de doritos.

— Estoy sumamente feliz. No puedo evitarlo y tampoco quiero hacerlo. Me gustan los niños. Me creo todo el cuento de que son una bendición, un milagro, que no se conoce el amor hasta que no se tiene hijos, que no sabemos que es el miedo hasta que somos padres. Que hay que hablarles para que reconozcan tu voz, que hay que leerle cuentos, ponerle música. Todo, creo en todo eso. Por eso..., es por eso mismo que yo creo que... interrumpir un embarazo, es...

Gabriel bajó la cara, mirándome mi vientre, que no estaba abultado por el embarazo sino por pura comida, pero que quizás él se imaginaba creciendo como globo, con un bebe pateando desde afuera buscando la voz de su tío. Sus ojos tenían esa ilusión que no quería verle a ninguno.

Así que terminé su frase en mi cabeza: "Interrumpir un embarazo es asesinato".

—¿Cuál era la pregunta que me querías hacer?—quería que esa mirada desapareciera de su rostro.

Gabriel me miró con sus grandes ojos, ligeramente humedecidos, lo cual me sorprendió, agitó un poco su cabeza, como si quisiera espantarse los pensamientos o quizás la tristeza.

—¿Es normal que ahora que estas embarazada comience a darme morbo las embarazadas?

Su cara era seria, pero yo estallé en risas y él se terminó uniendo.

—¿Sabías que hay toda una categoría en las paginas pornos? ¡No sabía que podían ser tan acrobáticas!.

—Si Rámses te escucha...—dije ahogándome con la risa—. Te matará.

—Ay por favor —me respondió llorando con las carcajadas—, si fue él quien descubrió esa categoría.

—¿De qué se ríen?—Rámses nos miraba desde la puerta.

—Embarazadas... categoría porno—respondió entrecortadamente el próximamente difunto portugués.

— ¡Te dije que tenías prohibido ver esa categoría!—Rámses lo levantó de la cama y lo comenzó a sacar de la habitación.

— ¡No sabía que existía hasta que lo dijiste!—el portugués se resistía a irse—. Y cuando lo hiciste prohibido, tuve que investigar. No sabía que pudiesen ser tan acrobáticas y flexibles. Y las sub categorías, Dios, son infinitas.

Gabriel corrió como loco con Rámses atrás, mientras que el portugués iba enumerando sus categorías preferidas. Me levanté para separarlos, o como mínimo para evitar una masacre.

— ¡Feliz 13 de Octubre!—gritó Mike entrando en el departamento—. ¡Rámses! No lo mates el día de su cumpleaños, es de mala suerte. Suéltalo. Suéltalo dije.

—Feliz Cump...!Rámses, suéltalo!—Fernando soltó las bolsas con rapidez y ayudaba a Mike a separar a los hermanos.

—¿Y dónde está el cumpleañero? ¿Coño qué hiciste ahora Gabriel?—Hayden llegó justo en el momento en que lograron separarlos.

Gabriel se seguía riendo, Rámses ni un poquito.

— ¡Está viendo porno de embarazadas!—bramó el mayor de los hermanos.

Gabriel comenzó a reírse nuevamente y Mike tuvo que esconder su cara para que no viesen su sonrisa.

— ¿Coño, pero por qué...? Olvídalo. Gabriel, deja de ver porno de embarazadas, Rámses cálmate—Hayden se posicionó entre ambos y logró calmarlos.

Ella no estará así de embaraz...— Rámses se calló de improvisto, y pisando con mas fuerza de la necesaria, respirando agitado, pasó por mi lado y salió al balcón, seguido por Fernando.

Me giré cuando el silencio se apoderó del departamento, la sonrisa de Gabriel había desaparecido, por nervios traté de sonreír y con la misma sonrisa nerviosa me respondieron Mike y Hayden, pero no Gabriel.

Traté de disimular en vano, pero me retiré a mi habitación una vez más. Por eso Rámses estaba tan furioso, porque no creía que yo fuese a llegar a tener una panza grande de embarazada. Él estaba convencido que yo no escogería al bebé, que yo terminaría el embarazo.

¿O acaso era lo que él quería que hiciera?. Y si era así, ¿Por qué no me lo decía?.

Porque es mi decisión. Por eso no me lo decía.

— Hablaré con él—Gabriel entró a mi habitación casi una hora después, me decepcioné un poco porque me hubiese gustado que fuese mi francés el que entrara. La música estaba sonando en el departamento desde algunos minutos, y ya escuchaba a algunos invitados, pero no quería salir aún.

— ¿Y qué le dirás?.

— Yo... no lo sé. Está asustado y tiene razón, pero no debe interferir en tu decisión, no es justo para ti ni para el bebe. Influenciarte de esa forma, no es correcto. Si él no quiere formar parte de esto, que no lo haga, nosotros no te dejaremos sola. Así que ya puedes olvidarte de eso.

Gabriel hablaba con total seguridad de que yo conservaría al bebé.

— Eso no es así, Gabriel...—intenté explicarle.

— Claro que si, no te dejaré sola, ninguno de nosotros—insistió.

— Él cree que no llegaré a estar así de embarazada, porque yo no sé si quiero estar así de embarazada.

— No puedes estar considerando seriamente....

—Lo estoy Gabriel. Esto no es fácil para mí. Tengo que pensar las cosas muy bien y yo no he tomado una decisión todavía.

— Amelia, es tu hijo, no puedes estar pensando en...

— Es su cuerpo, Gabriel—interrumpió Rámses—. Y si yo no tengo voto sobre esa decisión, menos tu.

— ¿Cómo que no tienes voto? Tu eres...

Sortez de la chambre—siseó entre sus dientes muy apretados—. Je ne veux pas que vous interfériez à nouveau avec sa décision. Ne plaisante pas Gabriel Sal de la habitación. No quiero que vuelvas a interferir en su decisión. No te metas Gabriel.

El portugués no respondió, salió de la habitación y cerró la puerta con excesiva fuerza.

— Esto debimos hablarlo en otro momento, hace muchos días atrás, pero mejor hacerlo hoy a que pase un dia más sin que conversemos—Rámses se sentó a mi lado, con sus manos entrecruzadas y sus codos apoyados en las piernas—. Gabriel no está a favor del aborto, pero yo si. Ese embrión que se está formando en ti, es una parte mía y una parte tuya, es la mezcla perfecta de ambos, pero está dentro de ti. Yo no puedo interferir en una decisión cuándo será tu cuerpo el que cambie, la que sacrificará su carrera, su tiempo, sus planes de vida. No importa si yo dejo mi carrera para trabajar, porque igual serás quién lo geste y quién lo alimente cuándo nazca. No es una decisión mia. Es una decisión tuya y sea cuál sea la que tomes, yo la respetaré. No mentiré diciendo que no me duele, ni que no me angustia ni que no me preocupa nuestro futuro, porque tenía, tengo muchos planes contigo, y definitivamente no consideré a un bebé en ellos, pero si decides tenerlo, lo incluiremos. Hay una parte de mi que está molesto conmigo mismo por no haberte cuidado más, porque te puse en ésta situación, cuidarnos era responsabilidad de ambos aunque seas tu la que tomara la pastilla, por lo minimo debía recordarte que la tomaras—Rámses suspiró frustrado, el mismo sentimiento que yo tenía cuando recordaba como llegué hasta este punto de mi vida—. Yo estaré acá cuando quieras hablar las cosas. Si quieres que imaginemos como será nuestro futuro con un hijo ahora, o con un hijo después, lo haremos. Te ayudaré en lo que pueda y en lo que quieras para que tomes una decisión, pero no te diré que hacer. Te amo demasiado como para obligarte a tomar una decisión que no quieras, aunque tu decisión me duelan a mi también. Y si decides no tenerlo, llevaremos el luto juntos. Pero, Amelia...

Y el silencio que hizo me asustó mas que nunca.

>>Pero, Amelia, si decides tenerlo, no permitiré que lo des en adopción. Lo lamento, lamento mucho tener que decirtelo, pero no podré permitir eso porque no puedo saber que una parte perfecta de ambos, se encuentra lejos de nosotros. No me perderás nunca, sea lo que sea que decidas, pero si ese embrión se vuelve bebe, y si el bebé nace, lo mantendré conmigo.

.

.

.

Pasé la noche entera en la habitación, ni siquiera cuando llegaron todos los invitados me animé a participar en la fiesta. Sali de la habitación a tiempo para cantar cumpleaños y a pesar de las conversaciones que había tenido temprano con los hermanos, no me resultó incómodo. Influyó que ambos estaban bastante ebrios para cuando salí de mi refugio, al igual que los papás.

¡Vaya fiesta tuvieron estos!.

Y la fiesta no acabó ni cuando los invitados se fueron, siguieron tomando y tomando. Los grabé mientras bailaban con enorme torpeza, cuando cantaron en un improvisado karaoke y cuando Hayden intentaba enseñarlos a bailar merengue.

Me reí tanto que olvidé por completo la decisión que debía tomar, la presión que estaba sobre mis hombros, o quizás debería decir que estaba sobre mi vientre.

Me acosté en la madrugada, cuando mis ojos ya no aguantaron el sueño y los dejé a todos disfrutando de la fiesta.

.

.

.

—Hice un puto live, ¡un puto live!—se quejó Gabriel una vez más. Estábamos en la fila para inscribirnos en la universidad. Su fiesta de cumpleaños había sido legendaria, tanto, que dos semanas después aún seguía quejándose.

—No fue tan grave.

—¿Te parece? ¿En serio te parece? ¿Qué parte no fue grave: cuando hice el Live desde Facebook mientras unos drag queen me hacían un lapdance, o la parte cuando yo intenté bailar en el tubo?.

—Creo—dije tratando de no reírme—, que no fue tan grave la parte cuando Mike te lanzaba billetes y Fernando te silbaba.

La noche se había descontrolado. En algún momento después de que me fui a dormir, todos decidieron ir a dar una vuelta. Por suerte no manejaron, pero el taxista no tuvo ningún problema en llevar a siete hombres a un bar a las casi 3 de la mañana. A un bar de drag queens.

—Rámses dormido en la barra, se hizo viral. ¡Viral—Jeremy se reía

—. ¡Tu! Tu no me hables. Aun es muy pronto—Gabriel avanzó un paso en la fila como si pudiera poner verdadera distancia entre nosotros—. Eres el responsable de todo esto. Mi reputación está por los suelos, la de todos.

—¡No fue mi culpa!—se volvió a defender—. Estaba tan borracho como ustedes.

—No lo suficiente como para no grabarnos.

—No me acuerdo, y si no me acuerdo no pasó.

—Yo creo que si pasó, sino pregúntale al casi millón de personas que ha visto el video en youtube—les recordé.

—El que tuvo más suerte fue Hayden—Gabriel respiraba profundo—quedó irreconocible con ese maquillaje y vestido de lentejuelas. ¡Ah y la peluca morena!.

—¿Te parece mejor eso?—me reí— porque él y Ulises están bastante perturbados.

—Perturbado quedó Ryan—y ahora todos reímos.

Cuando dieron las 8 de la mañana y no supe nada de ellos, no sabía a quién más llamar, sino a Mikaela, quien le pidió ayuda a Ryan, quien le pidió ayuda a Taylor y a Alejandro.

Ale rastreó los teléfonos hasta el sitio, porque el live que seguía aún transmitiéndose no decía donde quedaba. Claro que la ultima hora de transmisión fue bastante aburrida porque era una imagen de todos dormidos en distintos sitios del bar.

Cuando por fin lo localizaron fueron a buscarlos. Yo me quedé con Mikaela y Megan. Y grabé el momento en que llegaron. Alejandro y Taylor trajeron de primero a Ulises y Hayden, vestidos y maquillados, casi inconscientes, pero sin soltar unos enormes tacones que se veían mortales. Gabriel y Rámses entraron tambaleándose de un lado al otro, ayudándose mutuamente, aun borrachos y casi sonámbulos, pegaban de las paredes para sostenerse. Jeremy cargado por Ryan sobre su hombro, casi muerto. En el segundo viaje, Taylor y Ryan cargaron a Mike a rastras, no tenía ni siquiera los zapatos puestos, lucía espantoso y olía a demonios; "no es solo su vomito, también es de ..." me aclaró Alejandro con una cara de asco que le duraría días y fue cuando noté que el suéter de Mike nunca había sido verde a pesar de que era el color que ahora prevalecía; y finalmente, cerrando el cortejo etílico, entró Fernando, el único medianamente consciente, medianamente sobrio: "vomitar me ayudó a sacar el alcohol del organismo", me explicó mientras entraba al baño donde habían dejado a Mike.

—Yo te diré quién no quedó perturbado y eso es lo más raro de la noche—dijo Ryan acercándose hasta nosotros—: Fernando, después de bañar a su amigo. Si a mí me tocara bañar a Taylor, no pudiese dormir en toda la vida ni volver a tomar— Y Ryan tuvo escalofríos reales, que lo hizo temblar.

— Rámses, juró que no volvería a tomar, duró ebrio como tres días—comenté recordando como lo pasé en una especie de terapia intensiva con toda la familia y con ayuda de Fernando.

Despertaron de su borrachera casi en la noche, no querían ver ni un rayo de luz, ni escuchar la respiración del otro. Les compré sopa y les hice un brebaje que según mi abuela era muy bueno para la resaca. Y se volvieron a dormir.

Los dejé pasar el fin de semana en la ignorancia, esperé que estuviesen más recuperados, fui paciente y me tragué todas las ganas que sentía de disfrutar de su vergüenza y humillación.

Así que el lunes en la mañana, cuando todos se disponían a iniciar el día, mientras Hayden, Ulises, Jeremy, Gabriel, Rámses, Mike y Fernando estaban en la mesa del comedor, tomando el desayuno, me aclaré la garganta, encendí el televisor y reproduje el video del Live que habían hecho entre Gabriel y Rámses, en una transmisión conjunta.

Fue la mejor hora de mi vida, mientras los veía a todos con la boca abierta, inmóviles, sus ojos abiertos cuan grandes eran, sin palabras, sin aliento. La transmisión terminaba cuando Ryan, Alejandro y Taylor entraron en el bar a buscarlos y Alejandro apagó los celulares, no sin antes, saludar a la cámara.

Y luego comenzó el pequeño video que me hizo Alejandro con las fotos que estaban en los teléfonos de todos. Esas donde mi novio le hacia un lapdance a una persona que esperaba fuese un hombre, y termina desnudándose parcialmente. O la foto donde a todos les pareció super buena idea hacer un trencito por el local mientras iban perdiendo prendas y tomando shots.

Fue una noche muy divertida para ellos, pero nada graciosa para mi y ese fue el momento de pagar.

—Esa promesa la hemos hecho todos en algún momento, la de no volver a tomar—Gabriel le restó importancia, mientras veía por encima de los hombros de todos los que estaban en la fila, comenzaba a desesperarse.

—Pero Rámses lo hizo por miedo a Amelia—aclaró Jeremy—, aun me da escalofríos como se puso.

—Yo sabia que Mike te llamaba muñeca, pero nunca imaginé que serias un Chuky asesino cuando te molestabas, o peor, una Anabella—Ryan se reía.

—Yo...—y un fuerte mareo me hizo tragar mi siguiente palabra.

Los escuché seguir la conversación, pero sus palabras cada vez las escuchaba más lejanas, y entonces pasé de estar mareada a mirar borroso. Todo se comenzó a volver oscuro y aunque extendí mi mano para sostenerme de Gabriel, y aunque vi que se giró para sostenerme, me sentí caer al tiempo que todo se volvió negro.

.

.

.

Desperté en la camilla de la enfermería de la universidad. Los ojos castaños y llenos de arrugas de la enfermera me sonrieron.

—¿Sabes dónde estás? ¿Cómo te sientes?.

—Un poco mareada, cansada.

—Te desmayaste, pero no llegaste al piso. Tu novio te trajo, dijo que tenías 8 semanas de embarazo. ¿Estas comiendo bien? ¿Estas tomando las vitaminas?

Asentí a todas las preguntas mientras me preguntaba como Rámses había llegado tan rápido.

Beleza...—dijo mi novio falso entrando a la enfermería—. ¿Cómo te sientes? Rámses viene en camino con mi papá.

—Estoy bien—y traté de sentarme.

—Con lentitud—me recordó la enfermera.

—¿Está bien?—mi mano temblorosa acariciaba mi vientre, ¿y si algo había salido mal?,

—No llegaste al piso, así que no me preocuparía por algún riesgo con el embarazo, pero igual deberías consultar a tu doctora. Los desmayos a pesar de lo que se dice, no son tan comunes. Quizás te hagan falta algunos exámenes de laboratorios.

Gabriel me ayudó a salir de la enfermería, llamó a Rámses y a Fernando para que se fuesen directo a la casa. El susto que aun recorría mi cuerpo era sorpresivo para mi. ¿Qué significaba que me asustara tanto perder al bebe?

Pero tener miedo de perderlo no me quita el miedo de conservarlo, de tenerlo. Era un miedo más en mi vida. Antes de ir a la casa, Gabriel se desvió por orden de Hayden a un laboratorio, donde me harían algunos exámenes de sangre. Para final de la tarde, por la influencia de Hayden con la dueña del laboratorio, ya tenía todos los resultados, todos buenos. Y a pesar del alivio de saber que no había nada malo con nuestra salud, no me salvé del recordatorio de Hayden sobre el tiempo que corría en mi contra.

—Me asusté—me dijo Rámses en la noche, cuando salí de la ducha—. Mucho.

—Estoy bien, entre Jeremy y Gabriel evitaron que cayese al suelo. No me golpeé con nada. Según Hayden quizás se me bajó la presión.

—Lo sé, pero me asusté por... —y sus ojos miraron mi vientre

—Yo también—confesé mientras me colocaba la pijama—. Y eso me asustó más. No sé qué significa.

Me acurruqué a su lado, lista para dormir. No volvimos a hablar, yo tenía muchas cosas en la cabeza que no sabía ni como expresar. Rámses se quedó dormido primero, abrazándome y mientras me acariciaba el vientre. A veces lo hacía, pero ahora tenía la duda si me acariciaba a mi o si acariciaba al bebe. Entrelacé mis dedos con los suyos y respiré profundamente.

¿Cómo sabía que sería lo correcto a hacer?

~ ~ ~ ~ ~ ~

Nota de Autora:

Es bueno volver a escribir de los papis sexis, todos juntos.

Una decisión como la de Amelia no es fácil, y queda claro que los chicos tienen distintas formas de pensar.

Y la fiesta de Gabriel... ¡se descontroló!.

Espero que no se haya descontrolado la de Yisney a quién le dedico este capítulo.  Cumplió hace poco y quise regalarle la sorpresa de publicar antes, pero no fue posible, así que aprovecharé para decirle hoy que deseo de corazón que haya pasado un excelente cumpleaños y que agradezco muchísimo todo el amor que le tiene a mis libros y todo el tiempo que dedica en participar en el grupo de FB, en el chat, y siempre escribiéndome. Un abrazo inmenso para ti!

Les recuerdo a todos que tenemos un grupo de Whatsapp, se llama "LA SECTA OCOTON ICOSHO". Si quieren incluirse, vayan al grupo de FB para poder enviarles el enlace.

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Baisers et Abraços

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