CAPÍTULO 43. Confía en mí


5 años después .


—¡Llegué, llegué!—Rámses se sentó en la silla reservada para él a mi lado mientras se seguía acomodando la ropa—. Lo lamento, bombón.

—¡Casi no llegas!—susurré enojada—. Escúchame bien, francés de pacotilla o empiezas a poner orden en tus horarios o esto no va a funcionar. No tenías examen hoy, no tenías una práctica especialmente importante y casi no llegas. No me pasaré lo que te queda de carrera esperándote en los eventos importantes nuestros o de la familia.

Rámses miró a sus papás, buscando algo de apoyo. Estas palabras no eran nuevas, se las había repetido algunas veces en el pasado.

—Lo lamento, ahijado, te lo dije—Hayden se encogió de hombros.

—Llegó un accidente automovilístico...—comenzó a explicarme pero lo interrumpí.

—Estás estudiando medicina, Rámses, siempre habrá un accidente, una enfermedad, un paciente, siempre, pero tu hermano no se gradúa todos los días, nosotros no estamos de aniversario todos los días, no cumplimos años todos los días. Tú no eres el único interno. Catástrofes, emergencias dignas de Greys Anatomy puedo entenderlas, pero no puede ser que cualquier fractura de mano o raspadura en la rodilla sea más importante que tu familia. Te lo repito, organízate o no funcionará.

Trataba de ser comprensiva siempre, de entender la carrera que había escogido, su profesión y profesionalismo; pero desde que trabajaba con otros doctores en la clínica y que los veía mantener una vida familiar equilibrada con su trabajo, entendí que si era posible.

Una fractura en el pie derecho de un chico que se cayó de una casa del árbol, hizo que se perdiera la cena de nuestro aniversario. Ese día respiré profundo y terminé comiendo con Gabriel, porque Marypaz estaba visitando a su familia.

No llegó a su propio cumpleaños porque un auto se volcó en la vía, cantamos cumpleaños sin él y le guardé su porción de pastel. Una fractura hizo que se perdiera el cumpleaños de Fernando, ese día dormí sola en la habitación del hotel donde realizamos la celebración. Llegó dos días tarde a las vacaciones familiares por una apendicitis. Una niña con sus vías aéreas obstruidas por un juguete hizo que se perdiera la inauguración de la clínica.

Y un incendio en un departamento, con dos heridos hizo que se perdiera mi cumpleaños. Celebré entristecida, con mis amigos y familiares. Cuando la tristeza se fue, llegó la rabia, así que al día siguiente me subí sola en el vuelo hasta casa de mi papá donde me pasé dos semanas de vacaciones sola, vacaciones que había planificado con él.

Pudo haber tomado un vuelo y haber perdido quizás un día o dos, pero no quise. Le pedí que no fuese. Estaba cansada de siempre entender como cualquier cosa de su profesión fuese más importante que la familia. Literalmente cualquier cosa.

Cuando aquella nevada dejó atascada a decenas de personas que llegaron con distintos cuadros de hipotermia, lo comprendí. Cuando hubo aquella fuga de gas que dejó a varios lesionados, lo entendí.

Pero no es posible que hoy llegara tarde a la graduación de su hermano porque un idiota condujo imprudentemente y necesitara suturas en su frente.

Estaba cansada de estar enojada con él, de rogarle tiempo, de esperar que llegara y que nunca lo hiciera. Mi enojo de hoy no era solo porque llegase tarde a la graduación de su hermano, o porque se perdiera la preparación en la que dijo que estaría, o el brindis inicial que hicimos antes de salir, mi enojo es porque fueron más las fechas en estos cinco años que se perdió que en las que pudo participar. Estaba cansada y dolida de estar sola, de comer sola, de salir sola. De ser la tercera en las citas de Marypaz y Gabriel, en las de Jeremy y Jenn, Mikaela y Ryan, en las de todos, en realidad.

—Lo haré, me organizaré, lo prometo bombón—susurraba en mi oído para no interrumpir la ceremonia que había comenzado.

Volteé enojada y me levanté de la silla, lo tomé de la mano para que me siguiese y lo llevé hasta un costado, donde no pudieran escucharnos, donde no pudiéramos interrumpir.

Je sais que ce n'est ni le moment ni le lieu, mais ce sera la dernière fois. Je ne résisterai plus. Ça fait cinq ans, Rámses, cinq ans de retards, de retards, d'échecs, de manquements, d'absences. Tu me brises un peu le cœur à chaque fois que tu fais ça et si ça ne te dérange pas, je le fais. Je sens que je ne compte plus sur toi, il y a plus de fois où je suis seul qu'avec toi. Si tu veux te consacrer entièrement à ta carrière, je te comprends et je te soutiens, mais je ne peux pas rester sur le côté à regarder comment tu me repousses et t'éloignes de nos vies. Je ne peux pas toujours fixer la chaise vide que tu devrais occuper, c'est douloureux. Je ne l'accepterai plus - Sé que no es el momento, ni el lugar, pero esta será la última vez. No resistiré más. Van cinco años, Rámses, cinco años de retrasos, demoras, faltas, incumplimientos, ausencias. Me rompes un poco el corazón cada vez que haces esto y si a ti no te importa, a mi sí. Siento que ya no cuento contigo, son más las veces que estoy sola que contigo. Si tú quieres dedicarte completamente a tu carrera lo entiendo y te apoyo, pero no puedo quedarme a un lado viendo como tú me apartas y te apartas de nuestra vida. No puedo quedarme siempre viendo la silla vacía que tu deberías estar ocupando, es doloroso. No lo aceptaré más.

Je jure à ma mère qu'aujourd'hui sera la dernière fois, ça n'arrivera plus. Je respecterai notre famille. Je ne laisserai plus jamais les chaises vides- Te juro por mi mamá que hoy será la última vez, no volverá a ocurrir. Respetaré a nuestra familia. No dejaré nunca más las sillas vacías.

No le respondí nada, me di media vuelta y volví a nuestros asientos. No era la primera vez que le decía algo como esto, aunque si la primera vez que le daba un ultimátum, y también sería la única porque de verdad no iba a seguir en esta situación. No me merecía conformarme con menos de Rámses de lo que sabía que era capaz de dar. El también debería querer pasar tiempo conmigo, con su familia, no podía obligarlo, tenía que nacerle.

Entonces comenzó la ceremonia y entraron todos los chicos que hoy se graduaban oficialmente de abogados, y allí, en medio de todos ellos, con una sonrisa amplia que brillaba entre todas las togas negras, estaba Gabriel, mi cuñado, mi hermano, mi mejor amigo.

Estaba orgullosa de él, como si yo hubiese sido la que lo hubiese ayudado a estudiar todas las noches que lo vi despierto, no imaginaba el orgullo que debían estar sintiendo nuestros papás.

Lo vi madurar y convertirse en un excelente estudiante y abogado. Se cambió de estudio jurídico como dijo que haría, al de Jabab, para la desgracia, la depresión y la ira bipolar de Mike. Fueron años muy difíciles y yo si creía que ese infarto que sufrió Mike fue por culpa de Jabab y aquel juicio que perdió contra él y Gabriel.

Pobre Mike y pobre Gabriel. Fue una época difícil.

Gracias a Dios que Gabriel regresó con Mike a dirigir el área de derecho marítimo, porque temía que Mike se volviese loco si debía seguir lidiando con Jabab.

Y entonces llegó el momento, Mike se levantó de la silla y se posicionó en el frente del escenario donde haría la imposición de la medalla de Gabriel. Mike había sido profesor universitario los últimos dos años, por lo que pidió el permiso especial para poder ponerle la medalla a su hijo y ahijado.

—Yo pondré la de Rámses—Hayden apretó los hombros de un francés que lucía bastante preocupado y quizás hasta triste, no esperaba menos después de lo que le dije.

—Amelia, quedamos tu y yo—me dijo Fernando—, pero no me disputaré el puesto con Ameth, tienes un año para decidirlo.

—Gabriel O'Pherer Dusaillant—anunció el orador.

No estaba permitido, pero igual lo hicimos. Nos levantamos de nuestros asientos, explotando en gritos y aplausos. Fernando y Hayden, cumpliendo la promesa que le hicieron a Karen le gritaron como locos, repitieron algunas obscenidades que había escuchado en nuestra graduación del instituto, y yo me uní a ellos. Marypaz aplaudía y gritaba, mientras lloraba emocionada, como todos, hace tan solo dos semanas ella había sido la que estaba en un escenario parecido recibiendo su título.

Mike puso la medalla a Gabriel y colgó de la medalla un dije dorado, una pequeña joya que Karen había escogido para su hijo y que había dejado instrucciones de dárselo en su graduación. Luego de ese momento que robó nuestras lágrimas, Mike lo abrazó y besó.

Karen, en esa capsula de tiempo que había dejado para sus hijos, dejó un recuerdo para cada momento especial que ella se iba a perder; y Fernando, fiel a su juramento, cumplía a cabalidad cada encomienda.

Gabriel recibió el título de manos del rector y lo apuntó hacía las nubes, lanzó un beso hacia el cielo y dio otro al pequeño dije que su madre le había regalado.

Karen estaría muy orgullosa de él, no tengo dudas.



—Quiero que sepas que estoy completamente de acuerdo con lo que le dijiste a Rámses—Fernando me hacía dar un giro en la pista.

No me extrañaba que el francés hubiese contado de nuestra conversación, él seguía sin tener filtro.

—Debe organizar sus horarios, se lo hemos repetido muchísimas veces. Vimos a Hayden pasar por lo mismo.

—Will no hubiese aceptado que llevase ese ritmo de vida que tenía en los primeros años de la clínica.

—Ni él ni Maya.

Fernando buscó a Maya por el salón y la vio conversando con Johana. Sus miradas se cruzaron y compartieron sonrisas.

Cada uno había tenido su propio viaje personal para poder poner su vida personal en orden. Mike tuvo que entender que el amor no le rompería el corazón como lo había hecho Karen y solo entonces pudo entregarse a su relación con Johana.

Luego vimos a Hayden salir del closet. Una salida muy lenta, atropellada, torpe, dudosa. Se salió del closet, volvió a entrar y así un par de veces, hasta que logró permanecer sincero a quien era y lo que sentía. En eso influyó muchísimo que se reencontrara con Will, su amor de la infancia, y que tuviésemos una reunión familiar donde lo incluimos. Verse en ambientes regulares, sin sentir que debiese esconderse, le puso en perspectiva su doble vida.

Ahora los veía bailar mientras conversaban, en un mismo universo, uno propio donde solo ellos y su amor importaba.

El último y a quién más tiempo le llevó su viaje fue a Fernando. No quería soltar a Karen, no podía hacerlo, aferrado a ella en todo momento. Pensé que me llamarían loca o que se molestarían cuando les di la loca idea de exhumar su cuerpo y esparcir sus cenizas. Estaba segura de que tener un sitio donde visitarla, donde aún siguieran amarrados físicamente a ella, era uno de los factores por lo cual aún no lograban avanzar.

Les di con gran miedo aquellos folletos de joyas de cenizas, y esperé la respuesta. Se quedaron mudos, no dijeron nada, que fue hasta peor a lo imaginado, sin embargo un mes después, lo acordaron.

Fue el mes más difícil que había vivido con ellos. Me encargué de todo el proceso, tratando de hacerlo más llevadero para cada uno. No vieron el momento en que sacaron los restos, tomé fotos que nunca han visto, las tengo por si algún día lo desean ver. La empresa trató con gran solemnidad la situación y tardó un mes en entregar las joyas. Para Fernando un anillo, para Hayden y Mike pulseras. Para los chicos pulseras, colgantes y además mandamos a hacer 2 anillos de compromiso, réplicas del de su madre.

Usaron el anillo original para hacer el de ambos, así no tendrían que discutir por quien se lo quedaría.

Después de que recibieron las joyas, sentí el cambio en cada uno. Llevaban a Karen muy cerca de ellos en todo momento, y las vacaciones anuales ya no eran para visitar su tumba, aunque siempre hacíamos alguna parada en alguno de sus sitios favoritos.

Pero el mayor cambio fue en Fernando, pudo avanzar aunque no fue tan rápido. Se atrevió a salir con mujeres más que de una noche, más que romances secretos. Conocimos a algunas de ellas en estos años, pero con Maya todo había sido distinto desde el primer día.

Por eso ella hoy estaba acá no como una cita, sino como su novia.

—¿Cuándo te casarás otra vez?—solté de improviso, siguiendo mi propia línea de pensamientos.

—No me casaré, ya me casé una vez—respondió con una inmensa sonrisa—. Y ella tampoco quiere casarse antes de que preguntes. Pero... si nos mudaremos juntos.

Grité y lo abracé emocionaba. Adoraba a Maya, era demasiado alegre, chispeante, divertida. Era como una versión femenina de Mike y Hayden juntos, algo con lo que solíamos bromearle. Pero lo que más adoraba era que él estuviese así de feliz.

Quería llenarlo de preguntas pero Gabriel me robó de sus brazos. Vi como Fernando se reía victorioso de que se hubiese escapado de mis preguntas y caminó hacia Maya para llevarla a la pista de baile.

—Entonces regañaste a mi hermano el día de mi graduación—Gabriel me miraba con una pequeña sonrisa en su rostro—. Debo decir que se lo tenía muy merecido, la verdad es que has sido más que paciente. Yo no creí que viniese hoy.

—Si no venía sería mucho más que un ultimátum—le había contado a Gabriel todo lo ocurrido, aunque no hizo mucha falta, considerando que su hermano primero habló con él.

—Bueno, a juzgar por su cara de bulldog francés entristecido, creo que entendió—miramos a Rámses sentado en la silla reservada para él, viendo como su hermano y yo bailábamos—. No lo hagas sufrir toda la noche, Beleza, mírale esa carita, provoca ir a acariciarle la oreja y darle una galletita.

Rodé los ojos para que no notase que me había dado risa que me dijera eso con un enorme puchero y vocecita chiquita, y fue el momento que necesitó Rámses para acercarse hasta nosotros, creo que esto estaba orquestado por los hermanos. Gabriel me entregó a ese cachorro francés con una gran sonrisa y antes de irse pasó la mano por el cabello de su hermano, desordenándolo mientras le decía "buen chico".

—¿Quieres bailar?—pero no esperó mi respuesta y con su mano en mi cintura comenzó a balancearse conmigo a lo largo de la pista.

—No me diste tiempo de contestar.

—Si me decías que no planeaba cargarte sobre mis hombros y secuestrarte.

No estaba bromeando, seguía siendo más que capaz de hacerlo. Algunas cosas de él nunca habían cambiado y con franqueza reconocía que me encantaba esa faceta.

Continuamos bailando en silencio y me fui relajando en sus brazos hasta que terminé acurrucada sobre su pecho como tanto extrañaba hacer. Quería creer que si cambiaria, que dejaría de ser el ausente en todos lados, pero debería verlo antes de bajar mis defensas, quería confiar otra vez en su incondicionalidad.

Bailamos gran parte de la noche y conforme pasaban las horas y su presencia me recordaba que no estaba sola, que estaba con él, se fue pasando poco a poco mi enojo. Ayudó muchísimo que me causara tanta gracia ver a Mike bajar a una pequeña niña que insistían en usar las cortinas como columpio.

Mike era un padre excepcional, ya lo sabíamos, pero cuando la vida lo sorprendió con una niña como hija, lo vi llegar a otro nivel. Solía decirle a Ally que no podía tener novio hasta los 25 años y que solo si él lo conocía primero, pero Ally se reía.

La boda de Mike y Johana había sido todo lo épica que se habían propuesto. Ella lució un vestido de boda estilo sirena espectacular, se veía tan bella que hizo llorar a Mike en el altar y le robó el aliento de todos los presentes. Y Mike... aún me emocionaba recordar ese momento cuando dijo sus votos de amor, tan franco y transparente como lo había sido el día de su compromiso, tan digno de película como aquella locura en el pueblo de Johana.

Y tan solo un año después de esa boda llegó Ally a la vida de todos. Ella y Liam se llevaban poco más de un año de diferencia, pero se entendían muy bien cuando de hacer travesuras se trataba. Por algo era Liam, era el que empujaba a Ally mientras ella se sujetaba con fuerza de la cortina.

—Vengan, es hora—Gabriel me tomó de la mano y junto con Rámses nos arrastró hasta el frente del escenario—. Como lo ensayamos. Finjan que se aman, por favor, no quiero caras largas.

—Si nos amamos, imbécil—respondió Rámses a la defensiva—. Yo la amo con la misma locura que el primer día, con la misma insensatez, con ella me pasa de todo, tú lo sabes—me miraba a los ojos, esos mismos ojos sinceros y profundos que me habían rescatado hace muchos años atrás.

—Te amo mi amor, mi acosador.

—Te amo, bombón, sigues siendo mi camino a la locura, mi ancla a la sensatez.

Rámses me tomó por la cintura y unió nuestros labios, en un beso que borró lo que quedaba de molestia en mí, que me hizo recordar lo que luchábamos y defendíamos en nuestra relación.

—Ajá, si, que lindo. Ahora prepárense—Gabriel, hablando mucho más rápido de lo normal, se metió en el medio de ambos y nos separó.

Arregló su traje para quitarle un poco las arrugas, pasó sus manos por su cabello, el que ahora lucía más largo de lo que nunca había usado, y sonrió.

Rámses palmeó su hombro, animándolo a seguir. Gabriel me miró y sonrió, justo como lo había hecho aquel primer día del instituto, seguía luciendo el chico perfecto que cualquier padre quisiera para su hija, pero debajo de esa apariencia seguía siendo un suicida por excelencia, un chico pícaro y coqueto que jamás desaprovechaba la oportunidad de realizar alguna broma, que seguía adorando meterse en problemas porque era su forma de probarse a sí mismo su inteligencia para salirse con la suya en los problemas.

Era mi cuñado, era mi hermano y con el tiempo se transformó en mi mejor amigo. Rámses aprendió a darnos espacio propio a ambos y agradecía que mi amistad con Marypaz era lo suficientemente fuerte para que nunca existiesen las dudas, los celos, las inseguridades.

Sin importar las idioteces que a veces aun decía Gabriel.

Cada vez que podíamos amanecíamos hablando, acostados en la misma cama, viendo alguna película. Durante cada discusión con Marypaz, que en este tiempo habían sido muchas, siempre recurrió a nosotros, esas noches hacíamos "cucharita" como él decía; y con cada ausencia de Rámses, era al primero que llamaba, y tardaba tan solo minutos en tocar la puerta de mi habitación acompañado de Marypaz, a consolarme, a quitarme la soledad.

Amaba a ese portugués suicida

Gabriel se giró y caminó hasta el escenario donde Marypaz bailaba con Jeremy y los interrumpió.

Ambos sonrieron como tontos cuando se vieron, como siempre hacían. Eran felices juntos, de eso no me quedaba duda alguna. Hace un par de días me avisaron que se mudarían solos y confieso que el pecho me dio un pequeño brinco de alegría y tristeza. Pasaba mucho más tiempo con ellos que con mi novio, pero ellos estaban listos para ese paso desde hace algunos meses y si habían esperado había sido justamente por no dejarme sola. Jeremy fue el primero en mudarse, se había con su tía y su sobrino, con ella se sentía más cerca de su mamá.

La casa ahora se me haría inmensa sin ellos por eso había comenzado a buscar departamento para Rámses y para mí, sería también la primera vez que viviésemos solos.

Si Rámses no mejoraba, sería un departamento donde viviría sola, unas paredes que quizás atestiguaran nuestro rompimiento, pero no quería pensar en esto ahora.

Quiero darle la oportunidad, nos la merecemos.

Gabriel hizo girar a Marypaz y Rámses pidió apagar la música. Mi amiga lució desconcertada y cuando se giró para buscar a Gabriel, fue mi turno de tirar de la cuerda que desprendió la pancarta sobre la pared.

Fernando en el otro extremo encendía la lluvia de fuegos artificiales que iluminaban a Gabriel.

Sé que mi amiga lo vio en cámara lenta, porque así mismo lo vio yo.

Gabriel se metió la mano en el bolsillo de su pantalón y se arrodilló frente a ella, sacó el anillo de compromiso de su madre, ese que era réplica del original, con la pancarta que dejaba más que claro sus intenciones

Ayer tú

Hoy tú

Mañana tú

Siempre tú

Cásate conmigo.

Marypaz, como era de esperarse, tapó su cara con sus manos y rompió en llanto, poco antes de decir que si y dejar que Gabriel pusiera el anillo en su dedo. Cuando el muy feliz portugués se levantó mi amiga saltó en sus brazos, enrollando sus piernas en su cintura mientras lo besaba como si nadie los estuviese mirando.

Fue Mike, quien les gritó que recordaran que había niños en la sala, para que pararan, pero también para que pudieran recibir los abrazos de todos los que queríamos felicitarlos.

La joya en el dedo de mi amiga era un espectáculo y brinqué con ella en medio de grititos de alegría, como si aquella noticia no la hubiésemos estado deseando, no tan en secreto, desde que los conocimos.

El anillo había sido una sorpresa para ambas porque Gabriel se negó rotundamente a mostrarme el anillo definitivo, y era hermoso, había escogido bien. Sabía que había hecho eso con ayuda de su papá y en video llamada con su hermano.

Cada vez que recordaba todas las veces que Rámses se había perdido un acontecimiento sin una buena justificación, me enojaba. Por lo menos esa vez, faltó por un examen importante del cual salió tarde y no alcanzó a llegar.

—Un día me dirás que si—me susurró Rámses.

—¿Y llegarás a tiempo para escucharlo? Porque no lo hare por video llamada—escupí las palabras sin detener mi toxicidad.

—¡Auch bombon! Pero tienes razón, no quiero quitártela, creo que después de tanto tiempo fallándote, deberé demostrarte con mis hechos y no con mis palabras que no volveré a defraudarte. Confía en mí.


* * * * * * * *

Nota de Autora:

El capítulo ocurre 5 años después del nacimiento de Liam.

Estamos en la recta final y debo confesarles que he cambiado ya 3 veces el final jejeje, porque yo no quiero que acabe, pero debe acabarse. Es difícil para mi desprenderme de esta maravillosa historia!.

Les recomiendo leer JUEVES CURIOSOS de NJLP, creo que muchas/os aun no lo conocen!.

Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.

Baisers et Abraços mis Bombones

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