CAPITULO 42. Arruinaron el momento
No ha sido un mes fácil, por el contrario, ha sido extenuante y agotador.
Mi hermanito, quién sigue sin nombre, estuvo dos semanas internado en el hospital, siendo monitoreado de cerca. Desarrolló una pequeña infección en sus vías respiratorias producto del aspirado que le hicieron durante la cesárea de emergencia. Y como consecuencia de todas las medicinas que le tuvieron que dar, desarrolló gastritis.
Lo visité todos los días sin falta, me pasaba todo el día en el hospital esperando los momentos en que pudiera entrar a verlo, a hablarle. Las enfermeras me enseñaron a cargarlo, a tomarlo sin miedo, a cambiar su pañal, a asearlo y a alimentarlo.
Por eso estuve más que preparada para cuando lo enviaron a casa conmigo. Le dieron de alta antes que a mi mamá, quien tuvo que permanecer más tiempo internada. Ella también desarrolló una infección, un poco más complicada que la de mi hermano, pero retrasaron su salida hasta que no estuviese completamente bien.
Fue mi mamá quien autorizó que mi hermano se fuese a la casa conmigo, hasta que a ella le dieran de alta.
Mike estaba sumergido en todos los tramites que tenía que hacer para asegurarme un régimen de visita bien amplio y sobre todo para mantenernos alejados y protegidos contra Stuart.
Todos colaboraban como habían prometido, pero eventualmente fuimos Hayden y yo, quienes nos quedábamos despiertos con mi hermanito para que Marypaz, Gabriel y Rámses, que aún estaban en clases, no se desvelaran.
Ser madre era una labor difícil a pesar que contaba con muchísimas manos de ayuda. En las madrugadas éramos solo Hayden y yo, pero en el día estaban las manos de Mike, de Fernando, de mi papá, de Johana y de todos los chicos cuando regresaban de clases, incluyendo a Mikaela, a Megan y a Taylor que vino a conocer a mi hermanito.
Y mi abuela, por supuesto, quien viajó a los pocos días de que mi mamá tuviese la cesárea. Yo me encargaba de mi hermanito y ella de mi mamá.
Este tiempo me había hecho entender y ver una mejor visión la maternidad, aunque eso no implicaba que me hubiese arrepentido de mi decisión de hacerme cargo, era una esperanza que aún mantenía a pesar de que Rosalía se había negado a darme la patria potestad. Sabía que la rutina sería muy distinta una vez que mi mamá fuese dada de alta y pudiese quedarse con mi hermanito, pero para mí eso solo implicaba manejar diariamente a su casa para pasar tiempo con él, y no dormir a su lado en las noches. Tan solo pensarlo me hacía llorar.
—¿Lista para tu clase de manejo bombón?
Asentí nerviosa y le di un pequeño beso a mi hermano antes de dejarlo en los brazos de Johana.
No quería estar molestando a nadie para que me llevase todos los días a visitar a mi hermano y Rámses no quería que estuviese siempre en un uber.
Así que comencé a practicar con Rámses para poder presentar mi examen de conducir. Lo más difícil era controlar el miedo a manejar, debía recordarme muchas veces que Stuart estaba preso y que no estaba reviviendo aquellos momentos donde tuve que ponerme detrás de un volante por su culpa, directa o indirectamente.
Manejar con Rámses era agradable, me daba seguridad sentirlo a mi lado y aprovechábamos esos momentos para tener espacio para nosotros, porque con mi hermano en la casa, la intimidad había desaparecido.
Cosas de la maternidad que no te dicen y que, si te lo dicen, se tiene que vivir para entender la magnitud.
Stuart había presentado su recurso para ser transferido a una institución psiquiátrica de baja seguridad y Mike me había dicho que Stuart ganaría ese recurso. Mi piso se derrumbó pero tan solo por un momento, porque Mike me mostró cual sería la clínica a la que sería transferido, una al otro lado del país.
Además de que no estaría en libertad. Poca seguridad no implicaba que estuviese caminando libre por las calles. Sin embargo, ayudó saber que él no había sido responsable de esos atentados, después de todo mis papás si tenían algunos otros locos enemigos que estaban dispuestos a mucho.
El sitio que compramos para que funcionara la clínica había pertenecido a una empresa, que lo usaba como sede fantasma para sus ilegalidades. Cuando comenzaron las negociaciones para comprar la propiedad, esa empresa se quedó sin sede para tapar sus ilegalidades y eventualmente el fisco comenzó a investigarlos. Los atentados estaban destinados a quitar a mis papás del camino, a hacerlos desistir de esas negociaciones para la compra del edificio de la clínica. Jamás se les había ocurrido a ellos que podían haber conseguido enemigos distintos. Cuando Nacho nos informó sobre las investigaciones, costó mucho entender que el responsable no había sido Stuart, todo apuntaba a él, y bueno, después de todo también estaba bastante loco, pero al parecer no lo suficiente para esos atentados.
Odiaba reconocerlo, lo juzgamos mal en ese aspecto.
Por ese mismo motivo los atentados cesaron cuando formalizaron la compra del edificio, ya ellos no tenían por qué seguir intimidándolos. Ahora Mike aportaba las mismas pruebas que recolectó de los atentados, al caso que el fisco llevaba contra ellos. No hubiese querido que se siguiese inmiscuyendo en ese caso, con personas tan peligrosas, pero no lo había podido hacer desistir.
Todo lo que me había cohibido de comprar durante años, esa actitud de compradores compulsivos que tanto les criticaba a los chicos; así como todo lo que había aprendido del ahorro y que tanto insistía a los chicos que aprendieran, lo había desechado. No podía salir sin comprar algo para mi hermano.
Rosalía, había entregado las llaves de su casa a Hayden y a mi abuela, y fueron ellos los que me dijeron las muy pocas cosas que mi mamá tenia para mi hermanito.
Así que compré todo lo que podía, todo lo que me permitían, hubiese decorado incluso su cuarto si mis papás no me hubiesen convencido de que era intrusivo en lo que debía ser una decisión de Rosalía sobre su hogar.
Eso me molestaba, porque ella aún no había podido ponerle nombre a mi hermanito, ¿se iba a poder decidir por la decoración de su habitación?. Yo me la imaginaba llena de dinosaurios, de muchos animales de la selva, con colores llamativos, con juegos sensoriales en el piso y en las paredes.
Había leído mucho sobre la estimulación de los bebes en sus primeros meses, de la atención que necesitaban y del cuidado. Sabía que mi mamá tendría que trabajar en su negocio, así que me aprovecharía de eso para ser de su niñera.
Leí mucho de los primeros meses y años de su vida, de todo lo que se tenía que hacer.
No leí nada de nuevos cursos. Retomar la universidad estaba muy lejos aunque decidiera cual carrera quería. No me había equivocado en imaginar los cambios que se me vendrían encima al aceptar la crianza de mi hermano, pero ahora que lo conocía no importaba el sacrificio. Porque estaba más que claro que mi mamá no haría ni la mitad de lo que debería hacer por él, lo haría yo, sin importar el costo que implicara para mí.
Así que estaba decidida a aprender a conducir y a perder el miedo del volante y de la carretera, no quería pasar tanto tiempo cerca de mi mamá, quería aprender a conducir para poder buscarlo y llevarlo de paseo a muchos sitios, para que pasara tiempo en mi casa, en parques, llevarlo a sitios de juegos infantiles.
—¿Y si le construimos una casa en el árbol?—pregunté entusiasmada.
—Podríamos, pero estamos rentados y no tenemos un árbol—me recordó mi francés.
—Eso me recuerda que debemos poner una cerca en la casa. No puede salirse, así como así del sitio. Mallas protectoras para las ventanas, protección para todos los enchufes y gavetas. Dentro de poco comenzará a gatear.
—Es muy pequeño aun, pero lo haremos. Cruza aquí a la derecha, vayamos hoy un poco más lejos y tomemos la autopista.
—No sé si estoy lista para la autopista—apreté el volante con fuerzas—. Menos a esta hora con tanto tráfico.
—Pero será el camino más rápido para llegar a donde Rosalía—me recordó.
Me incorporé con excesiva prudencia a la autopista, ganándome algunos bocinazos que me hicieron asustar.
—Bien, bien lo hiciste muy bien, la próxima vez debes incorporarte un poco más rápido, pero lo haces excelente. Toma la salida I10, hay un restaurante más adelante donde podríamos comer.
—No me quiero demorar—le recordé—. Me gusta estar para darle las medicinas, aunque le dejé todas las instrucciones a Johana.
—Ella se puede encargar muy bien, lo ha hecho antes.
Me ponía nerviosa darle las medicinas a mi hermano, pero lo había aprendido a hacer con ayuda de las enfermeras. El pobre tomaba protector gástrico para combatir su gastritis y ayudarlo a los cólicos con los que estuvo sufriendo los primeros días.
—Johana quiere robárselo—y aunque era una exageración, sabía muy bien que la llegada de mi hermano le había despertado sus instintos maternales.
—Mike no la dejaría. Creo que buscaran uno propio en lo que se casen.
Mi hermano sería el que llevara los anillos. Ya le habíamos visto varios trajes de etiqueta diminutos. Se vería adorablemente guapo.
Nos detuvimos a comer en el restaurante que me dijo Rámses, donde servían unas hamburguesas ridículamente grandes, pero deliciosas.
—Los chicos están planificando un viaje a la playa para las vacaciones—soltó de pronto—. Le dije que no iría.
—¿Qué? ¿Por qué?.
—No sabemos cómo estarán las cosas con mi cuñadito, si podrás dejarlo con Rosalía para venir conmigo y yo no quiero ir sin ti—Rámses se encogió de hombros y dio un inmenso mordisco a su hamburguesa.
Eran las cosas que desde un principio había dicho que no quería que ocurrieran. No quería que Rámses se perdiera momentos de la universidad para estar conmigo, mientras yo criaba a mi hermanito. Y una parte de mi tampoco quería perderse esa oportunidad.
—Quizás podamos ir. No digas que no aun, por favor.
Él asintió pero no estaba seguro.
Había escogido este camino sabiendo claramente todas las limitantes que me traería, no me arrepentía, pero no significaba que no me doliesen los cambios.
Y era solo el principio.
Mi hermano pequeño sería mi prioridad siempre. Él viviría con mi mamá y no confiaba en ella para cuidarlo. Creo que podría relajarme un poco cuando pudiese hablar y me contase todo lo que hacía o no mi mamá, pero antes de eso, temería por él cada segundo.
Estábamos terminando de comer cuando Hayden me llamó, me saludó con mucho cariño y se interesó en saber mis avances con las clases de manejo y entonces hizo lo que siempre hacía cuando lo que iba a decir era importante: Me pidió colocarlo en altavoz.
—Mia, tu mamá será dada de alta mañana.
—Oh...
Fue todo lo que pude decir antes de comenzar a llorar en silencio. Rámses se hizo cargo de la llamada y me quitó las llaves del auto para conducir de regreso. El momento que temía había llegado.
Me había encariñado mucho con mi hermanito, me había enamorado de todo él, con sus llantos, sus soniditos raros, sus sonrisas, sus malos olores. Había aprendido a mimarlo, a cargarlo sin miedo. Sabía su horario de comida, de medicinas, sabía que le gustaba, sabia como debía sacarle los gases, sabía dónde tenía cosquillas. Y ahora debía dárselo a mi mamá, que no lo conocía, con una mujer que me había hecho tanto daño. A ella era a quién tenía ahora que confiárselo.
¿Cómo no pude entender antes esto?. Me sentía tan culpable de no haber tomado mi decisión cuando tuve que hacerlo. Me arrepentía enormemente de no haber luchado por él, de haber creído que el recuerdo de Stuart me perseguiría por su culpa, de haberlo rechazado. Alexa trabajaba fuertemente conmigo para que no me sintiera así, para que pueda asumir la responsabilidad de mis actos sin arrepentimiento, para que no viviera anclada en esas malas decisiones, en mi pasado.
Pero no podía, no quería.
No quería sentirme bien, quería sentirme miserable porque era lo que me merecía por haber sido una estúpida inmadura.
También tenía que trabajar en la forma en que me hablaba a mí misma.
Regresamos a la casa en silencio, mientras yo trataba de disimular mis lágrimas, no por vergüenza o por querer esconderme, sino porque no quería escuchar nada, ni una sola palabra de aliento, ni una sola palabra de consuelo. Quería que me dejaran a solas con todo mi sentimiento de culpa, con todo mi dolor.
—No te sumerjas en ese agujero de dolor, Mia—me dijo Hayden en la noche, mientras se desvelaba a mi lado, cuidando a mi hermanito.
Había decidido no dormir, aprovechar cada segundo con él. Mi francés y mi portugués se habían quedado dormidos en el sillón, Marypaz estudiaba en el comedor, peleando con el sueño y con las tareas que aún no había hecho.
—Es lo que quiero hacer—mi hermanito dormía en mis brazos, hoy no quise dejarlo en la cuna.
—Es lo que yo una vez hice, así que mejor no vayas por ese camino. Amelia, no es el fin del mundo, podrás verlo cuantas veces quieras, todas las veces que quieras. Te lo dijo tu mamá. No actúes como si nunca más sabrás de él, como si estas serán las últimas veces de todo. Cuando tu mamá comience a trabajar, serás quien se encargue de él.
—¿Crees que exagero?—quería una respuesta sincera.
—Francamente sí. No dudo de que te sientas mal, pero creo que lo que más te pesa es que no tomaste una decisión a tiempo y por eso tienes esta necesidad de sentirte miserable, como si con eso pudieras compensar el pasado. Las cosas pasan por una razón y como dice mi mamá "el tiempo de Dios es perfecto".
—Las cosas pasaron porque yo no me decidí. ¡Fui tan egoísta!—mi tono de voz un poco más alto hizo a mi hermano revolverse en mis brazos.
—Pero no puedes cambiar eso y lamentarte y deprimirte no cambiará nada. No le servirás a tu hermanito siempre compadeciéndote, siempre deprimida, siempre arrepentida. Conseguimos un excelente trato con Rosalía donde tendrás libertad total con tu hermano, incluso de dormir allá si lo deseas o de dormir acá si lo prefieres.
—Rámses dijo que si me quedaba allá él también lo haría—recordé con una pequeña sonrisa cuando se lo dijo a Rosalía, pero más risa me dio que ella le dijera que tenía varias tareas caseras con la que necesitaría ayuda de su parte.
Para mi sorpresa, Rámses no se negó.
—¿Ves? ¿Entonces por qué actúas como si esta fuese la última noche con tu hermanito?. Y te diré algo más que no te va gustar, pero alguien debe decírtelo.
Mi relación con Hayden era basada siempre en la honestidad. Con él podía hablar de lo que quisiera sabiendo que podía serle todo lo sincera que quisiera y sobre todo conociendo que él también seria brutalmente honesto conmigo. Eso no lo tenía con ninguno otro de mis papás.
—Rosalía, en un principio y sin Stuart en el panorama, fue una muy buena madre contigo. No podemos negar eso. Stuart es como un cáncer y tu mamá era una persona con muchos problemas psicológicos, con la necesidad de sentirse amada, así que este parásito se aprovechó de esa situación. No la estoy victimizando, tampoco la estoy exculpado de sus responsabilidades, pero no quiero que creas que ella dejará a tu hermano pasar hambre, que no lo atenderá, que lo descuidará, que lo dejará solo encerrado en la casa mientras ella se va de rumba. Trata de no exagerar las cosas, de ver las realidades sin alterarlas con tus miedos.
—Se dice fácil, pero me cuesta mucho.
—Mike lleva muy de cerca vigilado a Stuart y a Rosalía, y entre ellos no ha existido ningún tipo de contacto en muchísimo tiempo.
—¿Cuándo será transferido a ese psiquiátrico?—su salida, solo aumentaba mis miedos.
—Mike calcula que para el próximo mes. Tenemos la orden de alejamiento de él en favor de toda la familia, no podrá contactarte a ti y por consiguiente tampoco a tu mamá y tu hermano.
—Él es su hijo—recordé mientras miraba a mi hermanito, un angelito sin ningún tipo de culpa de quien era su papá. ¿Cómo no lo entendí antes?.
—Pero él es un violador, así que no puede contactarlo. Amelia, no estará libre, estará en un psiquiátrico judicial, tendrán guardias de seguridad, no tendrá libre acceso a teléfono, internet, no es que podrá llamar a quien quiera. Tiene llamadas controladas y supervisadas.
Quería muchos barrotes a su alrededor, paredes inmensas de hormigón y concreto que lo mantuviesen lejos del mundo. Imaginarlo en un psiquiátrico, con áreas verdes para caminar, me hacía sentir desprotegida.
—¿Sigue sin nombre?—Hayden acomodó la cobija alrededor de mi hermano.
—Si, mi mamá aún no tiene idea de cómo llamarlo.
—¿Y tú tienes algún nombre?.
—Varios—admití, pero no se los dije, porque sentía que no me correspondía a mi nombrarlo.
Cuando amaneció yo apenas había podido dormir un par de horas, no por voluntad propia, sino porque el cansancio me superó. Nunca solté a mi hermanito mientras dormíamos. Lo hice cuando llegó el momento de cambiarlo, de alimentarlo y de vestirme.
No quería entregárselo a ella, no quería vivir ese momento, así que le pedí a Mike que se encargara, porque si yo iba, no sería capaz de soltarlo, de dárselo a ella, así qué mi mamá iría directo a su casa, y Mike vendría a buscar a mi hermano para llevárselo.
Así que esperé por Mike, mientras la casa se iba llenando de mi familia y mis amigos. Venían a apoyarme en un día difícil, venían a entretenerme para que no me lanzara en ese pozo de dolor donde quería sumergirme.
Cuando por fin Mike llegó, comenzó una improvisada fiesta de babyshower que nunca tuvo mi hermanito y una de hasta luego.
—Tienen que darle un nombre—dijo Mikaela mientras miraba el letrero que habíamos colgado en la sala
Baby Shower Bebé.
—Siento que es como un baby shower anónimo, o peor, un baby shower del que no debe ser nombrado, y hasta Voldemort tenía un nombre.
—Cuando me preguntaron por el nombre del bebé para el letrero y les dije que se llamaba así "bebé" creyeron que era una fiesta no binaria. Por eso todo es plateado—Marypaz intentaba no reírse, pero yo lo hice por ella, la verdad es que todo era muy divertido.
—También creyeron que el bebé no binario era hijo de Marypaz y mío—agregó Mikaela.
—Fue completamente innecesario que me agarraras la nalga en la salida—se quejó Pacita.
—El hombre de la esquina te estaba mirando mucho, tenía que marcar mi territorio como esposa no binaria ficticia tuya.
—¿Le agarraste una nalga a mi novia?
Mikaela se encogió de hombros: —Agradéceme luego.
—¿Y si yo le agarro las naldas a Ryan?—preguntó mi cuñado.
—Puedes hacerlo, son como Thor: dignas.
—Lo son—dijo el aludido—, pero no por eso vayas a agarrármelas, por favor.
MI hermanito había pasado de brazos en brazos, siendo consentido por todos los presentes y cuando comenzó a sentirse incómodo, fue Rámses quien llegó primero a su lado.
Mi francés había aprendido también a cargarlo y manipularlo con maestría. Solía colocárselo en un costado como si fuese un balón de futbol americano, sosteniéndolo con una sola mano, algo que me ponía nerviosa. Gabriel en cambio era el que siempre se lo quitaba de esa posición y lo acunaba con excesivo cuidado. Le daba miedo hacer algún mal movimiento y lastimarlo.
Fernando me había enseñado a colocármelo sobre mis hombros, para que su propio peso lo ayudase a sacarle los gases, una técnica que había aprendido junto a Karen y aplicado en ambos hermanos. Mike me enseñó a enrollarlo en su cobijita para dormir y a mecerlo para dormir. Hayden y mi abuela me llenaron de costumbres venezolanas, de canciones de cunas, de teorías bastante locas y de como un hilo húmedo en medio de la frente les quitaba el hipo.
Me sorprendí muchísimo cuando funcionó, no sé cómo era posible, pero funcionó.
Mi familia si había estado toda para apoyarme por este mes que me había convertido en mamá. No me habían fallado, no me habían defraudado, cumplieron su palabra. No fue solo mi responsabilidad, fue compartida por todos.
¿Cómo pude dudar de ellos?.
Jeremy se había ofrecido a diseñarle un gran mural para su habitación, cuando Rosalía se animase a decorarla y Marypaz y Mikaela eran algo así como el departamento de moda, conseguían unas ropas súper coquetas para mi hermanito. Para ellas, él era un muñeco con el cual podían jugar y vestir a su antojo.
No quería que mi hermanito se fuese porque sabía que me perdería de muchos momentos, aunque yo pasara todo el día con él. Quería que se sintiese infinitamente amado, rodeado de gente que lo adorara.
Quería compensar la tristeza que hubo en el hospital cuando nació, quería compensar que no tenía pertenencias cuando llegó al mundo, ni siquiera un nombre.
Entonces la puerta se abrió y mi papá Ameth entró junto con Soffia, su esposa, acompañado del restante de mi familia, mis tíos y primos, y mi abuela Amara, quien no había conocido aún a mí hermanito. Enrique me abrazó con fuerzas y corrió a saludar a nuestro hermanito, como lo llamaba.
Habían venido a prestarme apoyo, a conocer a mi hermano y también a acompañar a mi abuela de regreso a casa con ellos, donde se pasaría una temporada junto con mi abuela Amara, de quien era muy amiga. Ambas se hacían compañía y la pasaban bastante bien, y mi papá, todos en realidad, las consentían a mas no poder.
Conversamos y nos reímos como siempre cuando estábamos reunidos. El espacio se nos había hecho pequeño, pero no importaba. Marypaz conversaba con Mikaela y Megan en una esquina. Los chicos por su parte también hablaban en el otro extremo sobre algo que los tenía gesticulando como locos. Fernando abrazaba a mi abuela Amara, y se reía de lo que sea que ella le decía. Johana hablaba con mis tíos, de la boda y aceptaba una invitación a pasarse por la finca junto con Mike.
Mike y Hayden conversaban con Ameth, seguramente de negocios. Susurraban, eso sí, porque si se enteraba Johana y Soffia que hablaban de trabajo, se acabaría la conversación. Las remodelaciones de la clínica iban a muy buen ritmo, por lo que de seguro estaban hablando del modelo de negocio, las gerencias, los departamentos, coordinaciones.
Y entonces mis pies se elevaron del piso y giré alrededor de la sala. Unos enormes brazos me habían alzado por la cintura y me hicieron girar con demasiada facilidad.
Cuando volví a aterrizar vi a Donovan y a Isaack frente a mí.
—Te dije que llegaríamos a tiempo—Don me volvió a abrazar con fuerza.
—Y aunque nos vemos poco, no me iba a perder esta fiesta—Isaack me besó en la mejilla y se giró para saludar al resto de los chicos, que ahora se acercaban.
—¿Llegaron juntos?—le pregunté a Donovan cuando tuve la oportunidad.
—Si, él me buscó en el aeropuerto.
—¿Y cómo te sientes?—mi amigo nunca lo había podido olvidar, no importaba con cuantos chicos hubiese salido.
—Me lo comeré esta noche, está decidido.
—¿Qué? ¿Lo acordaron?—balbuceé.
—Claro que no, pero se nota a leguas que se muere por mí.
—Te conozco, no dirías eso si no te hubiese dado pie para hacerlo.
—Me recibió con un beso en la mejilla. ¿Qué heterosexual hace eso?.
—Mis papás se besan en las mejillas, y tú has besado a Rámses y a Gabriel así también.
—No, todo eso son choques de mejillas, Te hablo de que sentí los labios tibios y húmedos de Isaack justo aquí—y técnicamente, en favor de Donovan, el sitio fue mucho más cerca de la boca, que de la mejilla en sí.
—¿Cuántas veces más caerás en ese circulo vicioso?—no quería ver a mis amigos deprimidos otra vez
—Todas las veces que sea necesario, hasta que ese idiota un día salte al campo de juego, corra a mis brazos y me bese delante de todo el mundo.
Esa siempre había sido la fantasía de Donovan y la creía con tanto fervor que deseaba que alguien algún día se la cumpliese.
Las horas pasaron y entonces llegó el momento en que Mike se acercó a mí.
—Tu mamá ya está en su casa.
Era el momento de la despedida, de que Mike llevara a mi hermano a su nueva casa, aunque esta nunca dejaría de ser suya también. Una vez más mi hermano pasó por los brazos de casi todos los asistentes.
Ellos no estaban tristes, pero yo me sentía con el corazón roto. Estaba exagerando lo sabía, pero no podía no sentirme así. Mañana iría a visitarlo solo un par de horas porque, aunque me doliese también quería darle la oportunidad de acostumbrarse a ella, a su mamá.
Fui la última en sostenerlo y en besarlo, antes de ponerlo en los brazos de Mike.
—Se parece muchísimo a ti, muñeca.
—Lo sé, lo miro y lo miro y no le consigo parecido con más nadie, sino que conmigo.
Mi temor de ver en él algún rasgo de Stuart, había desaparecido.
—De pequeña, lucías exactamente como él—Ameth acarició su cabecita y me sonrió.
Mis papás, los cuatro, irían a entregarlo, mientras yo esperaba que regresaran.
Vi cuando lo pusieron en su silla de auto y cuando emprendieron la marcha. Rámses me abrazaba y esperó pacientemente conmigo hasta cuando estuve lista para volver a la casa.
Intenté no pensar en el asunto, intenté integrarme en las conversaciones de todos. Podía reírme junto con ellos y mentiría si dijese que no me estaba divirtiendo.
Podía estar triste y alegre al mismo tiempo.
Podía extrañar a mi hermano, mientras me reía con los cuentos de Donovan y los comentarios locos que hacía Mikaela.
Podía oler su dulce aroma de bebé, al mismo tiempo que la fragancia de lavanda de mi abuela me recordaba a mi abuelo.
—Estoy orgullosa de ti—mi abuela acarició mi cabello—, tu abuelo también lo estaría, estoy segura.
—¿Crees que mi mamá...
—Si lo creo, la vi muy distinta a esa Rosalía loca de antes. Sabe que tiene un problema y tiene ayuda, y lo importante es que quiere mejorar.
Y entonces las puertas se abrieron, anunciando que mi paquetico había sido entregado.
Fernando llevaba una sonrisa tan amplia como la de Hayden, pero nunca tan grande como la de Mike, que traía dos botellas de alguna costosa champaña en las manos.
No entendía la felicidad de ellos, ni la celebración que anunciaban esas botellas hasta que vi a mi papá Ameth con mi hermano en sus brazos.
—¡Están aprobado los papeles!—anunció Mike a toda voz y toda la casa estalló en vítores, en aplausos que me confundieron.
Gritaban de un lado al otro, se abrazaban, se besaban. Incluso lloraban.
¿Qué papeles? ¿De qué hablan?.
Ameth caminó hacia mí y puso a mí hermano en los brazos.
Los miré sin entender nada.
—Muñeca, te presento a mi as bajo la manga—y Mike palmeó la espalda de Ameth—. Rosalía no quería darte el bebé en adopción y debo confesar que todos, Hayden, Fernando, Rámses y yo, solicitamos la adopción del bebé pero la rechazaron.
—¿Todos?—estaban tan confundida, con la garganta apretada de lágrimas y anticipación
—Él que casi lo logra fue Rámses, que fue a hablar con Rosalía, pero el parto se adelantó y ella cayó inconsciente antes de firmar los papeles—el rubio doctor continuó emocionado.
Miré a mi francés y él sonrió un tanto nervioso. Nunca sospeché nada, nunca me dijo nada. Veía borroso porque mis lágrimas comenzaban a escaparse.
¿Habló con ella? ¿Había estado con ella durante su parto?.
Recordé que ese día que estuvo desaparecido fue el día anterior a cuando Rosalía comenzó sus labores de parte. ¿La sangre de su ropa era la de mi mamá?
Mike me daba detalles, que a juzgar por las miradas, eran desconocidos también por la gran mayoría de los presentes. Detalles que necesitaría que repitiesen varias veces porque era demasiada información para procesarla.
—Entonces recurrí a mi As, Ameth y a Soffia. Parecía una locura que ellos quisieran adoptar al bebé de Rosalía, una ex novia que te apartó de su papá, pero aceptaron. Y lo que es más loco aun es que Rosalía aceptara, creyó que podía compensar un poco a Ameth por todo lo que hizo contigo.
Los miré a todos, yo era la única que lucía consternada por lo que me explicaban.
—Y hoy en la mañana, el prestigioso Juez del Tribunal tercero de familia y adopciones, emitió la sentencia favorable donde aprueba los documentos de adopción de este precioso bebé que tienes en tus brazos— Mike alzó la carpeta por los aires y nuevamente los vitores llenaron el vacío.
No tenía palabras, ninguna, ni siquiera podía balbucear.
—Cuando Mike nos pidió que adoptáramos al bebé, no mentiremos, tuvimos que pensarlo, después de todo es el hijo de mi ex, pero si al caso vamos, es un niño inocente de los errores de sus padres.
—Mike nos contó como Rosalía seguía diciendo que era una nueva oportunidad para ella y la verdad es que vimos en él una nueva oportunidad para nosotros, que siempre quisimos tener otro hijo, pero mis óvulos ya no son los mismos—Soffía miraba con genuina adoración a mi hermanito, ahora lo podía ver.
—Y así lo podrás tener en tu vida siempre, sin dejar de lado tus sueños, tus metas, tus estudios—finalizó Fernando.
—¿Y todos sabían?—pregunté con un rio lágrimas en mis mejillas.
—Si, aunque no todos los detalles.
—Nos dijeron que sería sorpresa para ti—comentó Isaack.
—Y tuvimos que ir al Tribunal a retirar los documentos firmados.
Mi cerebro analizaba la información con lentitud, era mucha para procesar.
¿Cómo habían hecho todo esto y sin enterarme? No podía estar enojada con ellos, ni siquiera por no contarme, después de todo yo era la que no quería y ellos habían estado seguros desde el principio.
Gracias a Dios que había sido así.
—¿Y Stuart?...—balbuceé, sin creer del todo lo que estaba ocurriendo.
—Rosalía firmó los papeles antes del que bebé naciera—Mike me guiñó uno de sus ojos—, pero como el parto se adelantó y estuvo inconsciente, no pudo presentarlos en el Tribunal. Logré que el Tribunal lo aceptara extemporáneos, después de todo estaban notariados con fecha antes del nacimiento.
—Entonces... ¿Es un Maggio?.
Ameth sonrió y asintió.
—¿Cómo quieres llamarlo?—me preguntó y me sorprendí.
Yo ya sabía su nombre, así lo llamaba en mi cabeza, así le susurraba en las noches mientras lo acunaba. Sabía su nombre tanto como supe el de mi bebé por el poco tiempo que estuvo dentro de mí y como aun lo llamo cuando lo extraño. Sabía el nombre de mis hijos desde que conocí a Rámses y sabía el nombre de mi hermanito desde que lo vi la primera vez.
—Liam. Liam Maggio.
Una vez más la casa se llenó de aplausos y entonces comenzó a sonar la canción del Rey León. Busqué el origen de la música y vi a mi francés y a mi portugués, riéndose.
—Son unos idiotas, arruinaron el momento—los invitados se reían, yo me estaba conteniendo.
—Ni se te ocurra ponerle una raya roja en la frente Gabriel, ni se te ocurra—advirtió Fernando mientras Rámses bajaba el teléfono.
Estaban preparando un tiktok.
* * * * * * * *
Nota de Autora:
¿Y que se viene en los próximos capítulos? La vida de todos los personajes...
Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.
Baisers et Abraços mis Bombones
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