CAPÍTULO 34. Estrategia

POV Mike:

—Y renunció...

Reviví ese momento cuando mi secretaria me dio la noticia, esa que tuvo Gabriel que decirme en persona.

—No ha renunciado, pero lo hará—Fernando, tan ecuánime como siempre cuando yo iba apretando con tanta fuerza el volante del auto que podía romperlo.

—Que lo haga ahora o que lo haga en un par de meses, es exactamente lo mismo—respondí mientras esquivaba algunos autos en la autopista.

—Tratemos de entenderlo, me parece una decisión bastante madura del carajito ese, el mismo que decidió vivir con la novia, así que no exageres tampoco. Es un gran signo de madurez y deberíamos ser agradecidos.

—¿Qué no exagere? ¿Cómo te sentiste cuando Amelia abandonó la universidad? ¿Cómo te sentirías si Rámses abandona medicina y se une a la Aviación?.

—¿Te dijo algo?—el doctorcito ahora sonaba preocupado—. Siempre creía que sería de la armada por aquello del combate cuerpo a cuerpo.

—Lo mismo dijo Jeremy, pero él dijo que sería la aviación.

—¿Va a meterse a la aviación? No me jodas con eso Mike. No me jodas con eso.

—Yo me encargo de mi muchacho, tú del tuyo, pero no, no abandonará la carrera. Se lo prohibí.

—Coño ahora lo hará únicamente para llevarte la contraría. Quizás persiga la carrera de medicina dentro de la fuerzas armadas—divagó el doctor.

—Entendemos cómo te puedes sentir, pero también entiendo lo que él te dijo. Quiere ser el mejor y debe codearse con los mejores ¿Acaso no te has sentido así en el pasado?—Fernando sabía muy bien la respuesta.

—¡Yo soy el mejor! Tu frase es ofensiva en muchos niveles.

—Pero no eres el mejor en el área que el quiere—insistió mi próximo ex mejor amigo.

—Cuando quise ser el mejor no renuncié de la noche a la mañana—le recordé.

—Te fuiste—insistió.

—Le escribiré a Rámses, trataré de revertir esa prohibición. Coño Mike, no me rompas a mi muchacho—Hayden seguía su propia preocupación, alejándose de la mía.

—Pero avisé, no dejé que se enteraran por una secretaria como un chisme de pasillo. El último en saber las cosas en mi propia empresa y de mi propio hijo. Es revivir la pesadilla de cuando Amelia abandonó la carrera.

—Hiciste tu propio camino de una manera u otra y eso es lo que quiere hacer tu ahijado—insistió Hayden—, y es lo que en algún momento también hará Rámses cuando escoja que tipo de doctor quiere ser, porque va a ser doctor, aunque tenga que amenazarlo con un bisturí el resto de la carrera. En cambio tú, estás exagerando así que cálmate.

—Te voy a colgar, en serio que lo haré matasanos. Yo me aguanté tu lloradera por casi tres horas cuando Amelia se salió de la universidad y no me aguantaré cuando ya no le sirvas más a Rámses.

El rubio doctor ahogó un gruñido.

—¡Chupamela Mike! ¡Matasanos tu abuela! y el caso de Amelia fue muy distinto. Tenía tanta fe en ella, la única que no nos había dado dolores de cabeza, sacando obviamente a su familia maldita...—se lamentó—. Organizada con las finanzas, los pone a limpiar, a cocinar—Hayden suspiró entristecido.

—Vamos, doctor Oytar, te escuchamos—Fernando no había sido sarcástico, estaba siendo sincero porque sabía que yo necesitaba drenar, desahogarme.

—¿Quieren saber cómo me siento? Como si hubiese perdido un juicio importante.

—¿Contra quién?

—Contra quién sea que termine contratándolo. ¡Es un excelente abogado! Y apenas comienza a estudiar. Tiene una gran capacidad analítica y un olfato para buscar en los sitios correctos las pruebas. ¡Y se irá a otro estudio! Pierdo a uno de mis mejores pasantes además de a un hijo. Y como se vaya con el imbécil de Jabab, ese imbécil, petulante, hijo de...

—¡Bueno! Nos ha quedado más que claro lo mucho que lo odias—me interrumpió Fernando—, no hagamos esta conversación una nueva diatriba sobre Jabab, lo detestas, nos queda claro.

—Pero tengo un plan...

—No suena nada bien, no quiero ser parte de esto—se apresuró a agregar Hayden.

—No te acobardes ahora doctorcito, sabes que esa no es opción—le recordé—. Mi plan es simple y él está de acuerdo, expandir mi estudio jurídico al área marítima. Gabriel se quiere ir con los mejores y aprender, hacer sus propios méritos, me parece bien, no puedo frenarlo. Pero lo que sí puedo hacer es crear un área marítima, para que regrese.

—Bueno, no suena mal, lo reconozco. Creí que sería un plan tan malo como los de Karen—concedió Fernando—, pero este es bastante decente.

—Tengo que reconocer que es una decisión inteligente de tu parte—Hayden sonaba impresionado.

Este era el único plan que podía hacer, no podía obligarlo a quedarse a mi lado, por más doloroso que eso me resultase.

—En otras palabras planeas robarle a los mismos abogados de los que Gabriel quiere aprender—Fernando bufó—. Me equivoqué, si es un plan digno de Karen.

—No quiero participar—volvió a decir Hayden.

—Primero, estoy en mi derecho de ampliar el estudio jurídico y contratar como siempre he hecho a los mejores profesionales en la materia. Segundo, Karen hubiese ideado algo peor y lo saben, aunque podría estar bien orgullosa de este plan. Tercero, Gabriel lo sabe y estuvo de acuerdo, solo que no le dije que era algo que planeaba hacer desde ya, y no en un "futuro" como quizás le hice ver; Y cuarto, rubiecito no puedes salirte del plan, lo sabes.

Hayden bufó, sabía que solo se quejaba que en realidad participaría, siempre lo hacía, aunque fuese a regañadientes.

Mi teléfono anunció una nueva llamada entrante que interrumpió el sermón que empezaba a darme Fernando.

—Ryan ¿Qué pasó?.

—Mike... oh, Hola Fernando, Hayden—se apresuró a saludar cuando se dio cuenta que había otras personas en la video llamada.

Los vi intercambiar algunos saludos y luego insistí con Ryan, no solía llamarme a menos de que fuese algo importante y a él lo tenía trabajando solo con mis casos más importantes.

—Estoy saliendo de los Tribunales de familia. La solicitud de Rámses fue rechazada.

Lancé varias maldiciones, mientras que Hayden hacía lo mismo; Fernando a veces era tan diplomático que lo odiaba.

—Gracias Ry, te hablaré cuando tenga nuevas ideas y si se te ocurre algo, llámame. Cualquier cosa que se te ocurra que podamos hacer, dímela, legal o no, lo intentaremos.

Colgué la llamada y golpeé varias veces el volante del auto.

Odiaba perder un caso, pero más odiaba que seguía perdiendo una y otra vez el mismo caso.

—¿Qué vamos a hacer ahora?—preguntó Fernando—, se nos acaba el tiempo...

—Y las ideas...—agregó Hayden.

Todo había salido mal desde el momento en que nos habíamos enterado del embarazo de Rosalía. Teníamos más que claro que debíamos proteger esa criatura lo que jamás pensamos era que sería tan jodidamente difícil evitar que una loca, se quedara con un pequeño ser que solo correría riesgos a su lado. ¿Cómo no lo podía ver ningún Juez?.

—Recapitulemos, quizás estamos omitiendo algo. La primera solicitud la hice yo—comenzó a narrar Fernando—, pero me la rechazaron porque al parecer un diplomático soltero no puede criar adecuadamente a un niño, ignoraron por completo que tengo dos hijos sanos y vivos. ¿Cómo va esa apelación?.

—En tres días más tendremos respuesta, pero no pinta nada bien. Creo que perderemos—reconocí enojado—, pero no te rechazaron por ser diplomático te rechazaron por un tema migratorio, eres personal diplomático, pero no cuentas con residencia en el país.

Fernando bufó molesto justo cuando entré al estacionamiento de mi edificio. Aparqué y continué en la conversación.

—Pero nunca fuiste la mejor opción, tu solicitud fue para ganar tiempo y apelamos porque....

—Porque podemos y porque no quería dejar pasar un recurso cuando no estábamos seguros de la victoria—Fernando terminó la frase por mí.

—Allí está la primera pieza del rompecabezas. Fernando solicita la custodia del bebé de Rosalía y recibe un atentado en el vehículo que manejaba Gabriel—Hayden aún se lamentaba que no hubiésemos visto las conexiones antes.

—En ese momento es cuando vamos por el plan b, e introduces la solicitud de Hayden—continuó Fernando—, pero el Tribunal pidió un informe al hospital y le informaron de la investigación que estaban llevando contra Hayden.

—Por dos días. Dos—me lamenté—. Nos tardamos dos días en llegar al acuerdo, de haberlo hecho antes no hubiesen podido decirles que te estaban investigando y aprovechándonos de un hogar monoparental y la carta gay, hubiésemos ganado.

—"La carta gay"... no sé aun como me siento con esa frase. Creo que es un tanto irrespetuosa pero no estoy seguro.

—No es irrespeto, eres gay y una carta buena para poner a nuestro favor.

—Bisexual—me corrigió.

—Bien, carta bisexual, pero tampoco funcionó—y volví a lamentarme.

—El caso es que consultaron en el hospital y le informaron que me estaban investigando y se cayó esa solicitud de adopción. Ya no te sigas lamentando, no llores sobre el agua derramada—dijo el venezolano con un dicho de esos que solía decir y que rara vez le entendíamos.

—La verdad sea dicha, Ryan me hizo ver algo que no había considerado, que esa adopción no iba a ser aprobada porque aunque no hubiesen hablado de tu investigación, si o si le iban a reportar que ya no trabajabas con ellos, así que igual te iban a rechazar por no poder demostrar tu fuente de ingreso, aunque tuvieses un título de doctor bajo el brazo.

—No entiendo a este sistema de verdad—Fernando masajeaba el puente de su nariz—, yo tengo el trabajo pero no la residencia en el país. Y Hayden no tiene el trabajo pero si la residencia, y tampoco es suficiente.

—Por eso el sistema de adopción es un caos, y no creas que es solamente en este país—les recordé.

—Pero entonces, con ese segundo rechazo es cuando aplicamos "tiempo desesperado, medidas desesperadas" y le dices a Johana "baby, adoptemos a un baby"—se burló el rubio doctor, imitando muy patéticamente mi forma de hablar.

—Esa no fue la forma como se lo dije, pero si, le planteé a Johana adoptar.

—Que en realidad esa siempre fue la primera opción, la más idónea—recordó Fernando—, pero tenías que esperar que la renuncia que hiciste a ser el abogado de Amelia fuese procesada en Tribunales.

—Y darle algún tiempo prudencial para que no fuese tan evidente y descarada la idea, porque seguirían hablando de un conflicto de intereses y te rechazarían la solicitud—finalizó Hayden.

—Que fue exactamente lo que ocurrió. Me apresuré en meter los papeles y los rechazaron. Quizás debí esperar un par de semanas más.

—No sabíamos si teníamos un par de semanas porque la imbécil de Rosalía aterrizó en el hospital con dolores de parto que resultaron ser contracciones de Braxton Hicks—el doctor intentaba consolarme, pero yo seguía enojado conmigo mismo, porque fue solamente por mi atoro que mi solicitud fracasó.

—Y aquí llegó el segundo atentado, directamente contra Mike y que volvió a recaer sobre Gabriel y ahora Jeremy—Fernando recordó con amargura lo que sentimos cuando supimos que nuestros hijos estaban en medio de una balacera.

—Ese fue el tercero—lo corrigió Hayden—el que vandalizaran mi auto aunque no se haya podido demostrar que fueron de Hades, definitivamente encaja con el patrón de esta gente. ¡Esos coños de su madre!

—Tienes razón. Las cámaras de seguridad destruidas para que no quedara evidencia de nada, no es algo que hagan unos chicos en la calle. Pero entonces, ninguno de los tres podía adoptar, por lo que pasamos al plan D, uno que debo decir que me llenó de orgullo—Fernando sonreía con todos sus dientes.

—A mí de preocupación—reconocí y Hayden coincidió conmigo.

—Si bueno me dio orgullo de mi hijo, pero también me preocupé. El que decidiéramos hablar con Rámses para que el solicitara la custodia de su cuñado o cuñada, y que él más bien se ofreciera antes de tan siquiera nosotros proponérselo, claro que me enorgulleció a mas no poder. Pero ya hemos hablado muchísimo sobre el cambio de vida de los chicos por convertirse en padres a tan temprana edad. Nos queda más que claro a todos—Fernando evitó que abordáramos otra vez el tema que atormentaba a Amelia todos los días y que ella misma creía que nosotros no entendíamos.

¡JA! Si supiera que más noches hemos perdido de sueño nosotros, que ella misma.

—No supero de verdad ese momento—Hayden también rebosaba de orgullo cuando recordaba esa escena—. Nosotros esperando a Rámses y el entrando a tu despacho, erguido, decidido, con paso fuerte carajo: "¿en dónde firmo la solicitud de custodia de mí no nacida cuñada?". Me espeluco de solo recordarlo.

—¡Ah bueno pues! Se dice escalofríos, es-ca-lo-frí-os. ¿Qué es eso de espeluco?—le corrigió Fernando al doctor—. Francamente cada vez que cuelgas el teléfono con ese amigo tuyo de Venezuela, regresas con el tricolor a su máximo esplendor.

—¿Algún problema con mi patriotismo?.

—Ninguno pero no me ves a mi diciéndote "muito legal pois não" cuando me invitas a comer o "Não encher o meu saco", eso no te lo digo desde la universidad.

—Me hiciste recordar cuando decías "Olha isso" y yo te decía "Hola"—me reí del recuerdo del venezolano—. Y tú no te reías idiota.

—Idiota tú que creías que "Olha isso" era para saludarte.

—Nadie me dijo que era "ahí va".

—Es una expresión como de asombro o sorpresa—volvió a explicarle el diplomático.

—Volviendo a lo que nos interesa—puse fin a la discusión en la que estos habían caído—, creo que nos quedamos sin opciones, Rámses era la última carta que tenía.

Me desinflé en el asiento del auto. Siempre buscaba soluciones creativas a todos mis casos, pero para este no lograba hacerlo.

—A menos que quisiéramos decirle a Gabriel, pero sabemos que sería solo pagar ganar tiempo porque no tiene ni una posibilidad de que funcione. Solo queda esperar que apelemos al rechazo de la solicitud de Rámses y que prospere para bien—Fernando compartía mi negativismo o quizás mi realidad.

—Aunque es de la mejor opción porque dijimos que era el prometido de Amelia, también es cierto que no están casados, que es lo que ve el sistema como tal y que ninguno tiene fuente de ingreso, a pesar de que mentimos en la solicitud sobre el trabajo medio tiempo de Rámses—era imposible que me mantuviese positivo cuando yo mismo sabía todas las mentiras que había escrito.

—Que trabaja medio tiempo en una clínica privada que aún no abre las puertas—recordó Hayden—, y que ni aprobación de operatividad tiene. Dios, creo que exageramos con eso.

—¿Tú crees?—ironicé—. ¡Claro que exageramos!.

—Pero ya lo hicimos y estamos claros que lo que nos queda es apelar—lo que Fernando ni Hayden sabía es que había una pequeña posibilidad de que mandaran una inspección a la empresa que aún no comenzaba sus operaciones. Fernando prosiguió:— pero en teoría podrías nuevamente solicitarla tú, Mike, porque ahora si habrá pasado más tiempo desde la renuncia.

—Es lo que espero, de verdad que sí. Odio no tener el control de sus asuntos, del juicio contra Stuart, pero necesitaba hacerlo. Aunque nos libraríamos de todo esto si Amelia hubiese decidido adoptar a la criatura o tan siquiera pedir la custodia, pero no, ella no...

Estaba decepcionado, no lo iba a negar ni un segundo. Me había decepcionado su decisión, aunque reconociera que la hice sucumbir a la presión que le hice.

—Si ella hubiese aceptado, tampoco hubiese sido necesario contactar a Rámses. Me sorprendió muchísimo que él decidiera con tanta seguridad adoptar, aunque ella había dejado muy claro que no lo quería—a Fernando, como a todos, le preocupaba el impacto de esa decisión en su relación.

—A mi me dijo Gabriel—y Hayden usó su voz de chisme, susurrando como si alguien más pudiera escucharlo—, que en el viaje al lago le había dicho que no iba a permitir que esa criatura quedara a la deriva.

—Karen estaría tan orgullo de él—porque era algo que ella hubiese hecho, ella siempre hablaba de querer adoptar a un niño, recordé.

—¿Qué pasa si rechazan otra vez su solicitud y la nueva que presentes en tu nombre?—Fernando siempre quería ir un paso adelante.

—No lo sé—confesé—. Tengo una última carta bajo la manga, creo que la más desesperada de todas las opciones, pero no creo que funcione.

Una llamada entrante volvió a interrumpirnos. Era Ryan otra vez. Mis alarmas se dispararon hasta el cielo, mi estómago se apretó. Esto no podía ser bueno, lo presentía.

—Mike, no tengo buenas noticias—esta vez no perdió tiempo saludando—. Revisé el caso de Stuart y han presentado un recurso para que sea evaluado psiquiátricamente y sea transferido a una institución mental.

—¡¿Qué?!—grité ignorando los gritos y preguntas de mis hermanos.

—¿Cuándo fue presentado? Mándame una copia de inmediato. ¿Cómo fue esto posible?.

—Te la acabo de pasar. Fue presentado ayer y apenas hoy le dieron curso. No aparece admitido, pero francamente creo que lo admitirán porque veo que tiene una evaluación médica bastante fuerte del psicólogo de la prisión.

—¡Maldición! Quiero a todos en la oficina mañana a primera hora. Mándales el escrito y que ninguno se presente mañana sin haberlo memorizado. Organiza al equipo, solo el personal mínimo quedará a cargo de los casos importantes, quiero a la mayoría en esto antes de que sigan con el resto de sus actividades. Busquemos a nuestros propios expertos para refutar ese informe. Todo el listado de profesionales, quiero hasta un punto ingeniero espacial refutando el informe.

—Yo me encargo—Ryan colgó el teléfono sin despedirse, algo que poco me importaba, sabía que comenzaría a llamar a todo el equipo y a asegurarse de que leyeran su correo donde ya debería estar el escrito de ese recurso.

—¡Mierda Mike! ¿Y ahora? ¿Qué coño haremos?. Ese enfermo no puede salir de la cárcel, ¡no puede!—Hayden estaba nervioso, lo vi caminar por su departamento, preocupado.

—Primero estudiaré bien el recurso, buscaré los puntos por donde pueda solicitar la nulidad, revisaré los lapsos procesales y veré quien es ese doctor de quinta que no puede ver que es un psicópata que necesita estar encerrado.

—No, no puedes hacer nada de eso—aclaró Fernando.

—Claro que puedo, aunque tenga que hacer que pierda su licencia por esa estupidez.

—No, Mike, no estás entendiendo. Tu renunciaste a ser el abogado de Amelia. No puedes hacer nada de eso, lo primero que debes hacer es volver a ser su abogado.

—¡Mierda!—me lamenté en cuanto lo entendí—. Eso significa que...

—Eso significa que no podrás solicitar la custodia, porque no puedes dejar este caso en manos de otro—Fernando señaló lo obvio.

—Y no lo haré. Estamos en tiempos desesperadísimos, esto amerita medidas desesperadísimas. Les diré que hacer en la mañana, necesito pensar bien las cosas.

.

.

Llegué a la oficina antes de lo que había pedido a todos que estuviesen allí, quería unos minutos para poner orden a todas mis ideas, pero Ryan ya se encontraba allí, junto con Gabriel. Meditar junto con ellos no era tan malo.

—No sé cómo no vi esa posibilidad—me lamenté.

—Te alejaste—me dijo Ryan, sus manos enfundadas en los bolsillos de su traje, se había cortado su cabello rubio, dándole una apariencia más adulta, seria—, no debiste entregar el caso, porque la única forma de que luches contra la falta de objetividad de que sea el caso de tu hija, es que lo lleves personalmente.

Era el único de mis abogados que se atrevía a hablarme de forma clara, respetuoso pero claro, por eso se había ganado mi confianza.

—Lo sé.

—Creo que debes involucrarte otra vez, recuperar el poder del caso. Mike, en el tiempo que llevo acá me ha quedado más que claro de que los casos importantes los debemos llevar personalmente, no delegarlos. Este es un caso muy importante para ti, aunque ya estuviese finalizando, nadie se dedicará a él como tú, como en efecto ocurrió.

—Nos adelantamos y preparamos la revocatoria del poder que le diste al otro abogado y un nuevo poder para que firme Amelia—mi ahijado me colocó los papeles sobre el escritorio.

Abrí la carpeta y revisé su contenido rápidamente y asentí.

—Hagámoslo. Gabriel busca a Amelia, debe firmar lo más pronto posible. Ryan reserva hora con la notaria, en cuanto Amelia firme llévalo personalmente y que el Tribunal reciba el nuevo poder sin demora.

—Me encargaré de que la secretaria lo procese, llevaré la artillería de ser necesaria—el chico rubio salió de la oficina y me dejó a solas con mi ahijado.

—Yo hablaré con Mia, no le adelantes nada. ¿Tienes algunas ideas para esto?.

—Tengo algunas ideas: la más obvia es atacar el informe médico, solicitando opiniones medicas distintas. Ganaríamos algo más de tiempo si solicitamos la evaluación de no menos dos psicólogos más. También podríamos buscar los expedientes de antiguos pacientes del psicólogo, cualquier falla que encontremos, sembrará la duda razonable necesaria para que soliciten un nuevo informe médico. Pero más allá de eso, no he pensado en nada más.

—Si, no son malas ideas, creo que son las únicas que tenemos en realidad. Ve por Amelia, comenzaré la reunión con el equipo.

Gabriel se levantó y mientras él caminaba hacia el ascensor para buscar a Mia, yo comencé a caminar hasta el salón de reuniones.

—No estoy teniendo un buen día—dije en voz alta, mientras ajustaba el nudo de mi corbata y abotonaba mi chaqueta—, así que espero que para cuando llegue al salón de reuniones estén todos allí sentados. En lo que entre nadie más lo hará.

Los que estaban citados a esta reunión se apresuraron a adelantarme hasta el salón, algunos iban mal arreglados, otros con varios expedientes en las manos. Corrían a mi alrededor, no mentía cuando decía que empezaría la reunión con quien estuviese.

—Señor Oytar, su café.

Maggie me entregó la taza y se quedó caminando detrás de mí, esperando cualquier otra indicación. El café estaba amargo y me revolvió el estómago.

Bendita Amelia, me arruinó el paladar.

Temía estar acostumbrándome a ese sabor asqueroso de sus cafés, porque no importaba de donde traía los granos más finos, el café siempre era un desastre.

Dios, no permitas que me termine gustando su café, ¡no quiero perder esa apuesta!

Entré a la sala de reuniones, casi todo el equipo se encontraba presente, no había sillas para todos, pero eso no importaba ahora, Maggie cerró la puerta en cuanto entré y vi algunas caras preocupadas, que se quedaron por fuera. No me senté, caminé alrededor mientras daba unos segundos para que terminaran de acomodarse.

—Muy bien. Quiero todas sus mejores ideas.

.

.

.

Tenía un gran equipo pero también una situación con pocas opciones. Durante poco más de una hora hicimos una gran lluvia de ideas y ante la imposibilidad de poder decidir cuál poner en curso, decidí hacerlas todas. Estudiaríamos cada una de las propuestas, aunque sonaran inverosímiles, aunque no creyésemos que fuese a funcionar. Nuestro peor escenario era que el fuese liberado a un hospicio psiquiátrico, pero no implicaba que pudiese salir de allí.

Aunque yo mismo tuviese que sembrarle las pruebas de su locura.

Dentro de mi oficina coloqué una mesa de trabajo adicional, para no desprenderme ni un momento de mi principal caso. Delegué algunas actividades a mis abogados asociados, con un sólido plan de revisión que me permitiese no olvidarme de todas mis otras responsabilidades.

—Dr. Oytar, revisé todo el procedimiento. No hay fallas—el pasante me entregó un pequeño informe con lo que le había pedido revisar y me encontraba revisándolo cuando las puertas de mi oficina se abrieron.

—Bien, ya están acá—solté los documentos sobre mi ahora muy desordenado escritorio e invité a Amelia a que se sentase.

—No le he dicho nada—me confirmó Gabriel.

—¿Qué está pasando?—Amelia estaba preocupada, miraba alrededor sorprendida y angustiada por el desorden.

Yo no quería darle más explicaciones, había sopesado todas las formas en que podía contarle lo ocurrido, pero ninguna suavizaba el golpe que esto le causaría.

Le pedí que firmara los documentos que había preparado Gabriel con urgencia, aclarando que firmaría la revocatoria al poder que le hice firmar a nombre de otro abogado, además de las notificaciones al Tribunal y un nuevo poder para mí, uno más reforzado, incluyendo un extenso pero no excluyente listado de todas mis nuevas facultades como su abogado.

—... Como sabrás encargué de tu caso a un abogado de mi confianza y hoy me enteré que Stuart presentó un recurso para ser transferido a una institución mental. Así que no me puedo quedar al margen, necesito encargarme de esto personalmente.

Entregué los documentos para que fuesen enviados a la notaria y le aseguré a Amelia que no saldríamos de esta oficina hasta que la oposición no se encontrase lista. Mañana a primera hora la llevaría a los Tribunales, una audiencia privada que había solicitado con el juez.

Amelia no entendía por qué había pasado esto si le aseguré con mi renuncia que no quedaba mucho por hacer. Y era cierto, no quedaba mucho por hacer, pero no podía decirle que necesitaba renunciar a ser su abogado para adoptar a su medio hermano o hermana

—...creo que ... te equivocaste—me dijo en medio de su creciente angustia, no podía rechazar su reproche, era cierto, me había equivocado, y por mi culpa un psicópata obsesionado con ella podría salir libre en vez de pudrirse en la cárcel como me prometí a mí mismo que haría.

—Si, me equivoqué—reconocí, será mi hija, pero también es mi cliente—. Verás, este recurso siempre fue una opción para Stuart pero lograrlo era lo difícil, porque se necesita una evaluación psicológica y psiquiátrica de tres niveles...

Comencé a explicarle lo que Stuart requería para poder ir a un centro psiquiátrico. Actualmente se encontraba en la primera evaluación psicológica, la que hizo ese imbécil en la prisión; pero esa primera evaluación fue aprobada y llevada a la segunda etapa, donde sería evaluado por un psiquiatra. Esa era la etapa que quería frenar, de la que no quería que pasara. Para eso debíamos refutar la primera evaluación psicológica, hacer que retrocediera esa casilla.

Recordar que ponerlo en aislamiento fue lo que le dio la posibilidad de acceder a psicólogo me emputaba. Sentía que había cavado mi propia tumba con ese movimiento, pero como me decía Fernando, era algo que debíamos hacer cuando descubrimos que los atentados no eran casualidades.

—"...personalidad limite y paranoica que se ve exacerbado por el estado de cautiverio al que está sometido en aislamiento como único método de protección al riesgo de vida inminente..."— fingí leer el documento que me sabía de memoria, porque cada palabra me pesaba. El psicólogo de la prisión no era cualquier practicante mediocre que normalmente usaban, se notaba con tan solo leer su informe que era aplicado en sus estudios, que sabía lo que decía, que tenía integridad, que de seguro su visión de vida era ayudar al prójimo. Así que descarté esa idea de soborno que surgió en la oficina.

No vi dolor, sorpresa, ni siquiera el más mínimo pesar en Amelia cuando entendía que Stuart había intentado suicidarse. Me alegré que no albergara esos sentimientos, esa mierda no se los merecía, incluso me alegré de que hubiese perdido la identificación de ese psicópata como humano. Ella lo quería fuera de su vida y si se moría no le importaba.

A ninguno nos importaba su muerte, pero era un límite que no íbamos a cruzar.

Además, la muerte es un camino muy fácil para él. Lo quiero podrido en la cárcel, encerrado.

—¿Qué? ¿Y el resto de los años de la condena?—me preguntó y yo hubiese querido no responderle.

—Saldría en libertad condicional, quizás establecerían un régimen estricto de presentación o podrían darle casa por cárcel para que cumpla el resto de la condena pendiente.

Ella arrugó su cara, torció el gesto como si hubiese olido algo asqueroso, como si su boca se hubiese llenado de bilis. Me preguntó las posibilidades reales de que ocurriese todo el peor escenario y lamentablemente tuve que serle sincero. No quería ser quien la llenara de preocupaciones en ese tema cuando me prometí a mí mismo que no sería así, pero no podía mentirle, porque después de todo era mi cliente y como bien supieron recordarme Gabriel y Ryan, debía actuar como su abogado, no como su padre. Así que no me quedó de otra que reconocer la inteligencia macabra de ese psicópata y la posibilidad de que terminase con una medida de casa por cárcel.

—¿Quieres ser mi abogado otra vez para evitar eso?—quise tomarme sus palabras como una invitación a que tomase las riendas que nunca debí soltar, pero había algo más que tenía que decirle, que sabía que sumaría más dolores de cabeza.

—Y... si le dan casa por cárcel irá a la casa de Rosalía, con el bebé de ambos. Tu media hermana o medio hermano, vivirá con un monstro bajo su techo. Amelia, no puedo, no podemos permitir eso. Sé que me diste tu respuesta y la respeto, pero quiero que sepas que estamos también haciendo todo lo posible para adelantar una medida de protección para ese ser que no tiene la culpa. Y tú tienes la mejor carta. Tú tienes el movimiento ganador, aunque no quieras usarlo. Solo te pido, que, si acudo a ti para que hagas uso de ese movimiento ganador, lo hagas, y yo después me encargaré de que no seas tú quien se haga responsable de ese bebe.

Ella asintió con el miedo en su rostro, con la angustia, pero confiando en mis palabras. Amelia se estaba equivocando con su decisión y temíamos que le fuese a pesar por el resto de su vida. No queríamos tomar una decisión por ella, pero no podíamos ver como cometía un gran error con nefastas consecuencias, sin hacer nada. Parte de educar a los hijos es dejarlos cometer sus propias equivocaciones, pero hay un límite, y este para nosotros uno de ellos.

Traté de calmarla, explicándole lo que haríamos para que eso no ocurriera, para que Stuart se quedara en la cárcel toda su vida, pero no logré quitar sus angustias. Amelia salió de mi oficina asustada, nerviosa y preocupada. Era un estado mental que a todos nos inquietaba, en especial después de lo ocurrido con Hayden, donde tomamos una gran consciencia sobre la salud mental que antes no sentíamos.

.

.

.

—Hagan estos cambios y envíenmelo nuevamente—entregué el borrador de la oposición a Ryan y se marchó nuevamente a la sala donde los tenía a todos reunidos.

—¿Por lo menos les permitiste comer?—mi prometida estaba apoyada con sus caderas del marco de la entrada de mi oficina. Su vestido negro y sencillo, con sus tacones verde manzana la hacían lucir sexymente imponente.

—Claro, tampoco están secuestrados. Les pedí comida y mucho café.

—Debes dejarlos descansar un poco, despejarse—se contoneó hasta mi escritorio y se recostó de él. Sus nalgas se levantaron levemente cuando se apoyaron en el borde—. Y tu también deberías descansar un poco. Ven, vayamos a almorzar.

—No puedo irme sin terminar esto, lo sabes—pero ella era demasiada tentación para mí.

La tomé por la cintura y la arrastré por mi escritorio hasta que estuvo frente a mí. Levantó sus piernas y apoyó sus largos tacones en el pasamanos de mi silla. Estaba allí, delante de mí, abierta.

—El doctor Oytar no está para nadie por los próximos treinta minutos. Sin llamadas, sin visitas—comunicó a mi secretaria.

Se recostó sobre mi escritorio, con sus codos.

No tenía nada debajo de aquel vestido y en la posición en que había quedado sus labios inferiores se habían abiertos, como jadeando desesperados por un poco de amor.

—Es hora de comer, te hará muy bien relajarte un poco—su voz era un susurro ronco.

Subí mis manos por sus largas piernas y terminé de levantar su vestido. Tomé sus piernas y las coloqué en mis hombros, dándole pequeños besos de lado y lado, viendo como los colores se encendían en su rostro y en su pecho.

—Sácalos para mí—le pedí para que dejase libre sus pechos.

—Solo si tú lo sacas para mí—y con su sonrisa ladeada le dio una pequeña mirada a mi muy erecta entrepierna.

Apreté mi erección por encima del pantalón, enviándome un cosquilleo por todo el cuerpo, alertando a cada musculo a que se preparase a lo que estaba por ocurrir. Desabroché mi cinturón, el botón y bajé el cierre, mis pantalones perfectamente planchados cayeron hasta el piso, y con un movimiento más dejé bajé el bóxer lo suficiente para lo que planeaba hacerle.

Ella había dejado al aire libre sus besos y me incliné sobre ella para besárselos, para chupárselos como sabía que le gustaba. Se retorció debajo de mí y contuvo sus gemidos cuando abrí cuán grande era mi boca para devorárselos. Succionando con fuerza, la misma que usaba para masajear el pecho que había quedado libre momentáneamente.

Cuando terminé de besárselos ella jadeaba, apurada, con su corazón desbocado.

Si necesitas echarle saliva, estás mal, porque si haces bien tu trabajo, eso se moja solito.

Recordaba esas palabras siempre que iba a hacerle el amor, eran parte de las enseñanzas que me había dejado la vida desbocada de mi padre. Eran ciertas, eso sí.

Con sus piernas aun en mis hombros, me incliné para lamerle sus labios inferiores, besarlos con tanta pasión como si fuese su boca, meter toda mi cara entre sus piernas, haciéndole saber que con ella no había limites, que me entregaba a ella completamente. Eso debía ser el sexo oral, entrega total, hacerle el amor a tu pareja con tu boca, en una entrega tan total y con compromiso mayor que cuando entregas tu cuerpo. Si no, no se disfruta igual.

Las pornos, no son un verdadero reflejo de lo que es el sexo. Son una expresión artística bastante cercana a la realidad, pero solo eso. Una obra de teatro con movimientos exagerados para que sea más creíble, cuando en la realidad el sexo es a veces más sucio, más desastroso e incluso más divertido.

Sentí su humedad inundar mi boca, la señal inequívoca de que estaba lista. Me acerqué hasta ella, enredando sus piernas en mis caderas, con ella erguida sosteniéndose de mi cuello, mirándome, apremiándome a vaciarme dentro de ella.

La penetré, llenando todo su vacío, una sensación de acoplamiento que no se comparaba a nada más. Dos piezas encajando perfectamente. Johana me volvía loco, me desesperaba tanto querer ser de ella tanto como hacerla mía, que debía constantemente calmarme.

No puedo ser un precoz a mi edad.

Y sin embargo ella tenía esta facilidad de hacerme un precoz.

Tenía ese poder sobre mí, y ella adoraba tenerlo.

Mis embestidas eran profundas, rápidas, potentes. Acompasadas con su respiración acelerada, deseosa como la mía. No necesité muchas, el tiempo y el lugar no era un amigo para hacerle el amor con calma como se lo merecía, era más bien el incentivo necesario para un "rapidito".

—Vente para mí, anda—murmuró contra mi boca, espaciando cada palabra con jadeos.

—Juntos—alcancé a decirle, tratando de retrasar esa bomba de cosquillas que amenazaba con explotar en cualquier momento.

Ella bajó su mano hasta ese punto donde nuestros genitales se unían y con sus dedos en forma de tijera apretó la base de mi pene, retrasando lo suficiente mi orgasmo, al mismo tiempo que usaba sus dedos libres para estimularse. Adoraba ese truco de ella. Adoraba todo lo de ella.

La vi estimularse el clítoris con nuestros propios movimientos, como si además de estarla penetrando también la estuviese masturbando. Era difícil no dejarme llevar por el orgasmo cuando sentía estar en el borde de un abismo y con deseos de saltar, pero entonces noté como su respiración comenzó a entrecortarse, como sostenía por más tiempo el aire en sus pulmones, como su rostro se enrojecía aún más, y supe que estaba lista, que saltaría conmigo en el orgasmo.

Ella soltó su tijera improvisada y los dos pudimos saltar al mar de cosquillas que liberaron mi excitación en sus entrañas. Mordió mi cuello para acallar su gemido, y en cambio yo apreté mis manos con fuerza en su espalda y en su cabello. En ese momento de euforia, no importaba si ella me rompía la piel o si yo dejaba marcas en la suya. En ese momento de euforia éramos una sola persona, un solo orgasmo.

.

.

.

—Te estaba llamando ¿Por qué no me atendías?—me reclamó Nacho.

—Estaba comiendo—miré a Johana peinando su cabello, aun enrojecida por el orgasmo— ¿tú no comes?.

—No, no como cuando tengo mucho trabajo.

—Quizás deberías comer, repone las energías y te ayuda a pensar mejor.

—¿Si? Entonces imagino que ya diste con la conexión entre los atentados y las solicitudes de custodias.

—Esa conexión te la dije yo a ti por si no lo recuerdas.

—Pero me refiero a si sabes cómo Stuart podía haberse enterado de las custodias. Esa conexión es la que nos falta para que tu hipótesis tenga sentido.

—¿La consiguieron? No estarías llamándome si no fuese así.

—Claro que la conseguimos o eso creemos—Nacho iba manejando, lo sé porque escuchaba el ruido de los autos al pasar—. Todas las veces que metiste los papeles de custodia lo hiciste con tu mismo contacto, la investigamos a ella y está limpia.

—Lo sabía, ella no me ha fallado en todo este tiempo. Roberta está dedicada a todos los niños. Trabajó por mucho tiempo en un orfanato y desde entonces lucha en secreto para conseguirles un hogar a todos, esquivando los protocolos incansables del proceso de adopción. Me ha dicho siempre los nombres de los jueces que se inclinan a la protección de los chicos, así logré que el caso de Amelia fuese tomado por el Juez correcto, y también me ayudó con la emancipación de Megan y Ryan.

—El caso es que fui a visitarla, quería saber cuáles eran sus otros contactos, porque un trabajo así no se hace solo y no me equivoqué. En un punto de su cadena de ayuda tenemos a alguien que es quien podría estar pasándole la información a Stuart.

—¿Un amigo? ¿Familiar?.

—No lo sé, pero todo apunta a que es él. Roberta me ayudará a ponerle una pequeña trampa. Si muerde ese anzuelo podríamos tener el eslabón que nos faltaba y podríamos confirmar tu hipótesis.

—Con eso si lo encerramos.

—Con eso no te hará falta comer rapidito en tu escritorio para desestresarte.

Nacho me conocía bastante bien, después de tantos años de amistad creo que nada le pasaba por desapercibido.

—Saludos a Johana. Te mantendré informado de lo que resulte.

—Espera—dije de pronto, evitando que colgase la llamada—. La solicitud de custodia de Rámses fue rechazada

—Creo entonces que deberíamos ponerlo al tanto de la situación y asignarle un poco más de protección. Solo para ser precavidos.

Johana había salido de la oficina en algún punto de la conversación y regresó con el carrito del almuerzo, con una botella de coca-cola y una caja de pizza.

—Ahora, comida de verdad—anunció mi prometida.

.

.

Intenté llamar a Rámses en varias oportunidades, pero no respondió el teléfono. Me preocupé de inmediato y alerté a Fernando y a Hayden, pero el último fue quien me tranquilizó, porque le recordó que Rámses tenía evaluación practica y que esas eran las que más demoraban.

Les encargué contactarlo y ponerlo al tanto de todo, mientras seguía trabajando en la oposición. Stuart estaba jugando todas sus piezas y yo también tenía que hacerlo.

No había comido del segundo pedazo de pizza cuando Ryan entró con un nuevo borrador de la oposición.

—Yo creo que tenemos el definitivo—no dejaba de lado su arrogancia, algo en lo que a veces me identificaba.

Lo leí rápidamente sin poder encontrar los errores del pasado y finalmente lo aprobé.

—Corre a Tribunales, que quede presentado esta misma tarde.

—Luis y Nela están en los Tribunales, tienen todo el día tomando turnos para ser atendidos. Lo llevaré con ellos.

—Que buena estrategia—reconocí.

—Fue idea de Nela.

Hice una nota mental para felicitarla de mi parte. Yo era estricto con mis trabajadores, los empujaba siempre a dar lo máximo de ellos, pero me aseguraba de reconocerle todos sus logros, incluso aquellos que obtuviesen después de muchas fallas. Es la forma correcta de mantener a un equipo motivado y dispuesto a dar todo por una empresa que no es de ellos. La compensación monetaria también era importante, porque "la pasión por lo que se hace" no paga las cuentas.

.

.

Casi dos horas después pude por fin decir que había hecho todo. Hice una revisión exhaustiva de todo el juicio desde el primer día y revisé todos los informes que me preparó mi equipo sobre los acontecimientos del juicio mientras no fui su abogado. No era un extraño para el caso, pero temía que se me hubiese pasado algo por alto. Tuve una reunión con el abogado a quien le había delegado el poder de Amelia y aunque quería tener a alguien a quien culpar, no pudo ser él, porque no hizo nada mal; fuimos nosotros los que mandamos a Stuart a aislamiento y lo que sentó la base para todo su recurso de enfermo mental en riesgo de muerte.

Me recosté de mi silla, mirando el techo de mi oficina, respirando profundo disfrutando el pequeño momento de tranquilidad mental que tenía, al estar seguro de que nada se me había escapado y que lo que estábamos haciendo era lo mejor que podía hacer para el caso, y entonces mi teléfono repicó.

—No lo conseguimos—la voz de Fernando era una octava más alta, nerviosa, asustada. Casi el mismo tono que usó cuando me dijo que Stuart se había llevado a los chicos.

—¿Cómo que no lo consiguen? ¿Fueron a la universidad?—me levanté tan rápido de la silla que se volteó al piso, sus ruedas giraron en el aire.

—Amelia nos llamó cuando él tardó más de la cuenta en regresar. Hayden iba saliendo a su casa así que se desvió a la universidad para buscarlo pero no está allí. No fue a clases.

—¿No fue a clases? Había dicho que tenía una evaluación—tomé las llaves de mi escritorio y corrí por los pasillos de la oficina hasta el ascensor.

—Doctor Oytar...—escuché a mi secretaria llamarme, pero no respondí, sentía que no tenía el tiempo ni para eso.

—Muy bien chicos, la única vez cuando el doctor corre así es cuando los chicos están en problemas. ¿Quién está de guardia?—la escuché gritar en la oficina y cuando entré en el ascensor y me giré vi como ella comenzaba a aplicar el protocolo que se sabía muy bien.

Esperaba que fuese una falsa alarma, no sería la primera, pero algo... algo me decía que no lo sería.

Puse la llamada de Fernando en espera y me comuniqué inmediatamente con el equipo de seguridad, quienes me aseguraron que revisarían el perímetro de la universidad. Cuando salí del ascensor y subí al auto reactivé la llamada con Fernando y lo puse al tanto, mientras él a su vez le avisaba a los chicos de la búsqueda.

Quedamos en vernos en la casa de los chicos, así que colgamos la llamada y me apresuré por la carretera. Le avisé rápidamente a Johana para que se encontrase con nosotros allá.

—Dime que llegó—fue lo que dije cuando atendí la llamada de Fernando. El trafico a esta hora era bastante pesado, por lo que no podía avanzar todo lo que quería.

—No ha llegado. Amelia no quiso esperar por respuestas del equipo de seguridad, así que llamó a una compañera de clases de Rámses. Ella le confirmó que la evaluación de laboratorio fue suspendida pero que él igual tampoco entró a esa clase. Le pasó un listado de las direcciones de los bares donde suelen juntarse a Hayden. El está yendo a revisarlos.

—¿Cuántas horas tiene sin saber de él?.

—Unas 9 horas.

Maldije y golpeé el volante con fuerza. Era demasiado tiempo. Nos costó encontrar a los chicos con muchas menos horas de tiempo de retraso cuando Stuart se lo llevó. 9 horas era demasiado. Si había sido secuestrado, en 9 horas hubiesen salido del estado.

—Estoy llegando a la casa. ¿Y tu?.

—Quince minutos o menos.

Colgamos las llamadas y llamé a mi prometida para ponerla al tanto. Intentó calmarme, sobre todo para que pudiera concentrarme en la via, pero no era algo fácil de hacer en estos momentos.

Llegué casi al mismo tiempo de Hayden, quien no había tenido ningún éxito en conseguir a Rámses, todos los bares estaban cerrados. Amelia estaba en pánico, desesperada, así que evitamos a toda costa empeorar su situación aunque estábamos peor que ella.

—Casi 10 horas, considerando que no entró a clases de laboratorio. O llamas tu a Nacho, o yo misma saldré a buscarlo por todas las calles y tendrás entonces dos desaparecidos—su dedo me apuntó desde el otro lado de la habitación, ella entraría en modo Blair y no podía culparla. No dude ni un ápice de su amenaza, era más que capaz de ir por todas las calles a buscarlo si no veía de nuestra parte una respuesta.

Ella tomó su chaqueta, decidida a comenzar su búsqueda.

—Hablé con la compañía de seguridad cuando me avisaste que no sabías de él, ellos tampoco lo han visto desde que llegó a la universidad. Llamé a Nacho hace dos horas y le informé. Lo vamos a buscar—le dije, creyendo que quizás eso lograría calmarla un poco.

—Eso significa... que ellos tampoco saben dónde está.

Se sentó de golpe en el sillón, mareada. Fernando se sentó a su lado.

—Vamos a encontrarlo—repitió para que todos escucháramos, pero su voz seguía temblando. Ni él mismo tenía la confianza en su afirmación.

~  ~  ~  ~  ~  ~  ~

Nota de Autora:

El capítulo 40 es el capítulo final. Luego de ese vendrá quizás uno o dos capítulos más y será el fin de este maravilloso viaje.

Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.

Baisers et Abraços mis Bombones

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top