CAPITULO 32. Esa verdad a mí me hizo libre
—¡Que calor!—Hayden comenzó a quitarse la chaqueta que había traído.
Cuando comencé la búsqueda de mi familia biológica por parte de mi mamá, Mike se había ofrecido a llevarme a buscarla y para eso contrató un servicio de investigaciones para confirmar que era seguro que pudiera conocerlos.
Resulta ser que la familia de mi mamá se había mudado de Manderson hace algunos años y ahora residían en Greybull, un pueblo también pero con más personas. Manderson tenía apenas 114 habitantes, mientras que Greybull 1847, según Wikipedia. Me costaba dimensionar tan pocas personas en un pueblo considerando que en Boston habían unos 645mil habitantes, otra vez, según Wikipedia
Pero volviendo al tema de mi familia, la idea era algo que me emocionaba y me asustaba, más lo segundo que lo primero para ser franco. Así que conforme fueron pasando los días y acercándose el momento de ir a conocerlos, agradecí que Mike y Hayden hubiesen insistido tanto en acompañarme.
Mike iría porque era mi papá biológico, quería conocer al resto de mi familia y quería dar la cara por mi mamá, hacerse responsable como lo hubiese hecho de haberse enterado de que la había embarazado. Hayden iría porque era mi papá adoptivo, quién había atendido a mi mamá en su enfermedad y quién luego me rescató de esa horrenda casa de acogida.
Rámses había dicho que si iban juntos parecerían una pareja homoparental. Ninguno se ofendió por el contrario se rieron de que compartieran un hijo en común.
A veces me sorprendía el sentido de humor que tenían.
Y francamente a mí no me dio risa porque era quien tenía que explicarle a la familia de mi difunta mamá que me había adoptado el doctor que la cuidó y que resultó ser el hermano y mejor amigo de mi verdadero padre biológico que no sabía que yo existía porque cuando mi mamá salió embarazada dejó el bar donde trabajaba de dama de compañía.
Pensándolo bien... era más fácil decir que me adoptó una pareja gay, si quizás dijese eso.
Eso pensando que no fuesen unos homofóbicos o fanáticos religiosos de algún culto.
En cuyo caso era mejor que me presentara solo.
¿Cuándo me volví tan ansioso? Evaluar todas las posibilidades era algo que ocupaba todas las horas de mis días y de algunas noches.
—¿Estás bien?—me preguntó Mike y me rescató de mi silencioso debate interno.
No había dejado de preguntármelo en ningún momento, yo tampoco había dejado de hacer esa misma pregunta.
¿Estaba bien? No lo sabía.
—Es el calor—mentí pero me creyeron.
Manderson, Wyoming no era nada cerca de Boston, ni tampoco fácil de llegar. Habíamos tomado un avión hasta Southwest Wyoming Regional Airport, porque fue el pasaje que conseguimos, y de allí un avión más pequeño que mantuvo a Hayden con los nervios de punta hasta que aterrizamos en el Central Wyoming Regional Airport.
—Les diré que prefiero irme en autobús las 35 horas hasta la casa, que volver a subirme en esa avioneta, así que Mike, comienza a ver la forma de sacarnos de acá que no sea con esa aerolínea.
—Cálmate, ¿si? Buscaremos un mejor vuelo. Aún nos quedan 2 horas hasta Manderson y no planeo manejarlos contigo quejándote del calor y del vuelo. Llegaremos a buen tiempo para comer, descansar y partir mañana a Greybull para tocar la puerta de la familia Emhart.
Habían rentado un auto y Mike conducía por la vacía carretera. El calor era sofocante y el paisaje bastante sombrío y deprimente. Si la noche nos agarraba en aquí temería por algún asesino serial porque estaba seguro que era el mejor sitio para desaparecer un cadáver y nunca ser encontrado.
Mi mamá adoraba el paisaje verde que nos ofrecía nuestra ciudad, le encantaba que hubiese siempre algo que ver, algo que hacer. Antes de que enfermara solíamos salir todos los días que podíamos a caminar por alguna calle distinta, a conocer los edificios, los comercios de la zona o simplemente a ver caras distintas a la de nuestro vecindario. Viendo esta desolación comenzaba a entender porque ella quiso salir.
Manderson era un pequeño pueblo en medio de la nada, lo había visitado tantas veces con ayuda de Google maps, que creía poder conocer sus escasas 15 calles. Cuando llegamos lo hicimos por la calle principal, Mike condujo lento para que nos diese tiempo de ver los pocos locales comerciales que tenía.
—No creo que haya cambiado mucho en todos estos años—murmuró Hayden justo cuando pasamos por un viejo auto abandonado, marrón de tanta arena.
—Y creo que tampoco están acostumbrados a recibir turistas—agregó Mike viendo como las pocas personas en las calles, miraban el auto con extrañeza y murmuraban entre sí.
Era un pueblo que había quedado estancado en el pasado, donde la riqueza del país no había llegado. Guardaba cierta magia, de esa que solo nos gusta leer o ver en alguna película, porque vivirla sería algo distinto. No tenía cine, no tenía centros comerciales, no tenía locales de comida donde pudiéramos escoger cada noche, no había variedad, nada nuevo que conocer, nada que sorprendiera. Tenía un pequeño colegio de educación básica, una oficina postal y una pequeña oficina, que, a juzgar por el escudo en la puerta, funcionaban todos los sistemas de seguridad del pueblo, policía y bomberos juntos.
En verdad se veía congelado en el tiempo, y en un tiempo remoto, empobrecido, desolado. Podía imaginarme a mi mamá caminando por sus calles siendo una chica de mi edad, viendo aquella vitrina de la panadería, quizás saboreándose los dulces que vendían, o yendo a la única peluquería por un corte de su cabello. Y ese ejercicio imaginativo me costaba, porque a mi mamá le encantaba la ciudad, su gente, la posibilidad de siempre hacer algo distinto, nuevo, de sorprenderse en cada esquina y calle.
Mike recorrió las calles y eventualmente se detuvo frente a un terreno vacío, con restos de lo que alguna vez fue la cerca de una casa pero que ahora yacía en el suelo cubierto de arena, junto con algunos cacharros dejados atrás como basura.
Una basura que nadie recogió.
—Aquí era donde vivió Miriam cuando vivía en el pueblo—explicó Mike con una voz queda, casi lastimera y no lo pude juzgar, porque el sitio era realmente deprimente.
Una sensación de tristeza me invadió. No había nada alrededor más que tierra, sucio y soledad. Esa joven que imaginé sonriendo frente a la vitrina de la panadería, ya no podía imaginarla con una sonrisa aquí, ni siquiera por más que me esforzara. Mi mamá que adoraba soñar despierta, mi mamá que tenía tantos sueños inmensos, no podía vivir aquí.
—Vivía en una caravana rodante que estaba aquí parqueada, junto con sus padres y su hermano mayor y su hermana menor. Un sitio muy pequeño para todos. Su papá, tu abuelo, trabajaba en la oficina de correos y tu abuela asistía al padre en la iglesia del pueblo. Eran pobres, muy pobres, Jeremy—las palabras de Mike eran de completa pena, ¿pero cómo no sentirla si era tan deprimente la vista del pasado que estábamos dando?—. Creo que con el sueldo de tu abuelo apenas podían sobrevivir. En la escuela que pasamos al principio, era dónde estudió aunque terminó el instituto en Greybull.
—Este pueblo no tiene nada que ofrecer a nadie—agregó Hayden—, Miriam una vez me dijo que de donde ella venía no tenía nada que ofrecerle que ella pudiera considerar vida.
—A mí una vez me dijo que cuando salió de donde ella era, siempre con mucho cuidado de no revelarme nada adicional, me dijo que fue cuando comenzó a vivir. Me dijo que adoraba ir al instituto porque aprendió que la vida era más que tierra y hambre; que había algo más que eso—Mike también miraba el sitio donde tuvo que haber estado esa caravana, viendo quizás la sombra de lo que la imaginación iba creando.
Me bajé del auto y caminé entre los cachorros, tratando de quizás de reconocer algo que le pudiera pertenecer a mi mamá.
Aluciné con un fantasma de su infancia, triste, arrastrando los pies hasta su casa, levantando la tierra, ensuciando su rostro. La imagen que yo mismo había creado me disgustaba, no era lo que había querido ver aquí.
¿Era mejor haber visto que era feliz y que ella abandonaba todo? O ¿era mejor ver que se fue porque era miserable?
Quizás no quería que ella hubiese sido miserable en ningún momento de su vida y ver esto, me confirmaba que si lo había sido.
—Ella aquí no hubiese podido ser feliz nunca—dije en cuanto me subí al auto—. Dudo que haya podido ser feliz en algún momento. Entiendo por qué huyó del sitio y por qué no quiso regresar, y creo que mañana sabré por qué no quiso mantener el contacto con su familia—dejé de mirar por la ventana y fue la señal que Mike necesitó para ponerse en marcha una vez más.
—Sé que no era el mejor trabajo ni vivía en un buen lugar tampoco, pero Miriam, siempre parecía feliz y es algo que me cuesta imaginar de ella en este sitio—Mike conducía, la visita había lanzado una sombra de tristeza sobre todos—. Aun es raro decirle Miriam, por años creí que su nombre era Mairim.
Aunque no lo exterioricé, me reí.
—Me dijo que Mairim era su alter ego, ahora entiendo a qué se refería—había amargura en mis palabras porque me costaba aun conocer toda esta nueva faceta de mi mamá y no sentir rabia por todo lo que me ocultó.
Mike condujo hasta el pequeño hotel en el pueblo, al parecer no recibían turistas, pero si viajeros de paso.
—No, no va a pasar—dijo Hayden en cuanto lo vio—. Esto es terrorífico, no me mal interpreten, no espero cinco estrellas ni tengo problemas con que no tenga ninguna estrella, pero esta vaina parece sacada de una película de terror. Despertaremos sin riñones en una bañera con hielo, eso con suerte; o quizás formemos parte de algún culto macabro donde nos vendan a enfermos que disfrutan con torturar hasta morir.
—Deja de ver películas de terror, ya sabes que no las superas—las palabras de Mike parecían que habían sido repetidas muchas veces en el pasado.
—Tienes, tienen que reconocer este sitio es... lo menos que nos pasará es que alguna cucaracha pondrá sus huevos en nuestros oídos mientras dormimos. Yo dormiré en el auto.
El rubio doctor cruzó sus brazos, enfurruñado como un niño pequeño, como a veces veía que Gabriel se ponía, quizás de allí lo había aprendido.
Pero no pudimos contradecirlo, el sitio en verdad era de lo más espantoso que habíamos visto y yo viví en un orfanato donde las cucarachas si podían usarme como incubadora humana si me descuidaba.
—Coincido contigo, pero es donde nos quedaremos. Si quieres yo monto la primera guardia y tú la segunda—Mike, el abogado exitoso con su ropa más cara que todo el auto, era él que menos peros colocaba a esta situación.
—Pero...
—Pero nada, Hayden, por Dios, ¿A dónde se fueron tus bolas?. Francamente, te has ablandado. ¿Dónde quedó aquel chico que corrió en el lago saltando entre los caimanes?
—Primero, no lo digas como que yo hubiese aceptado esa aventura, Fernando me empujó, segundo creo que allí quedaron mis bolas y tercero yo dormiré en el auto, alguien tiene que estar listo para escapar.
—Siempre matan de primero al que se separa del grupo—el abogado sonrió con malicia y el doctor maldijo por lo bajo.
—¿Qué caimanes?
Mike entró en el estacionamiento del precario hotel y nos bajamos del auto. Bueno en realidad, Mike y yo nos bajamos del auto, Hayden se negaba a pesar de que Mike le había abierto la puerta y esperaba pacientemente a que el asustadizo doctor se bajase.
—Estos imbéciles me convencieron de ir a una fiesta en el lago, un lago donde los putos caimanes salen a tomar el sol en cuanto amanece. Desperté rodeado de ellos y tuve que salvar mi vida.
—Estaban bebés—Mike rodó los ojos.
—Lo que significa que me había despertado en la cama de unas 5 hijas de un papá caimán que iba a estar furioso.
—Esto no es peor que eso. Vamos Hayd—insistió Mike con una paciencia que casi podía ver como la había usado en el pasado con sus hijos.
—No puedo creer las cosas que me obligan a hacer—murmuró Hayden, aun sin moverse del asiento.
—Encomiéndate a todos los santos que quieras Hayden, pero bájate de una buena vez del puto auto—su paciencia se acababa.
—No sé a qué santo se le reza para que no te maten en un hotel así.
—Ni que fuese la primera vez que vas a un hotel de mala muerte, a nadie engañas. Rézale al mismo al que le rezabas cuando ibas a esos hoteles que nos contabas en Caracas.
Hayden le sacó el dedo del medio a Mike, pero se bajó del auto.
Sin embargo, a pesar de todo lo mal que lucía el sitio por fuera, una vez entramos, su apariencia era bastante decente.
No había una recepción típica de hotel, por el contrario, era un salón bastante grande lleno de mesas donde algunas personas estaban cenando, Hayden se relajó visiblemente. La recepción estaba hasta el final del sitio y en cuanto entramos un chico, como de mi edad, se apresuró a saludarnos y llevarnos hasta el mostrador.
Todo estaba muy limpio y no parecía que fuésemos a despertar con algún órgano vital menos en nuestro cuerpo.
—Bienvenidos a Manderson, Wyoming. Ustedes deben ser los Oytar. Su habitación esta lista desde temprano. ¿Desean pasar a la habitación y luego venir a cenar?.
Mike asintió, bastante sorprendido del sitio como el resto de nosotros. Era viejo, con papel tapiz en las paredes de colores setenteros, de esos que ya ni si quiera se fabrican, sus lámparas de luz amarilla le daban al sitio un ambiente cálido. Olía a menta y a ropa guardada. Hayden miraba el piso con detenimiento, creo que, buscando señales de alguna tortura nocturna, sangre seca o insectos embarazados y listos para depositar sus huevos, pero no vio nada que lo alarmase. Caminamos por el pasillo que nos indicó el chico que nos recibió y entramos a la habitación. Era pequeña, con tres camas individuales, un baño, un televisor y una ventana con vista a la oscuridad de la noche, una profunda nada con un cielo estrellado. Estaba impecable, olía a desinfectante y habían tenido la gentileza de colocar una canasta de frutas para nosotros.
—Pague cuatro veces el valor de la habitación para asegurarme de que en verdad no fuese una pocilga y debo decir, que es mucho mejor de lo que esperaba—Mike soltó su bolso sobre la cama, y lo imitamos.
—No creo que las otras habitaciones se vean así—Hayden inspeccionaba el sitio meticulosamente—. Las ventanas no tienen rejas, alguien puede colarse por allí y...
—Quizás en las otras es donde tienen a los secuestrados y los cadáveres—burlé y Hayden no rio, me señaló con su dedo en modo de advertencia y comenzó a inspeccionar la ventana, asegurándose de que estuviese bien cerrada.
—No te entiendo rubio, tan valiente para unas cosas y cobarde para otras. No has cambiado nada. El idiota este durmió con nosotros en la universidad, por una semana entera después de ver Hostal.
—Mike, te recuerdo que de los que estamos acá, yo soy el único que si sabe cómo sacar un riñón con un cuchillo.
—Bien, bien, vayamos a comer. Se veían bien los platos de los comensales. ¿Qué dices Jer, tienes hambre?.
—No mucho.
Pero a ellos no les importó, me dijeron que mi falta de apetito era por la ansiedad y los nervios y no se equivocaban.
Seguía sin ver a mi mamá en este sitio. Mike había dicho algo cierto, ella era una mujer muy feliz, aunque trabajaba de sol a sol para que no nos faltase nada, no la imaginaba trabajando acá, atendiendo mesas, con la misma sonrisa con la que atendía las mesas de la cafetería donde trabajó.
Seguía intentando ver a mi mamá en las esquinas de este pueblo, aun cuando nunca había estado allí en su edad adulta.
Después de cenar y de ver como transformaban el restaurante de a poco en el único bar del pueblo y de ver como en la noche country algunos de los habitantes del pueblo disfrutaban de un buen baile, nos retiramos a la habitación.
Pensé que no iba a poder dormir porque estaba a solo horas de conocer a mi familia, pensé que Hayden no iba a poder dormir asustado, pensé que Mike no lo iba a dejar dormir en toda la noche y sin embargo ellos fueron los primeros en quedarse dormidos mientras yo seguía metido en mi celular, jugando sin realmente pasar ningún nivel o mundo. Respondiendo los mensajes de Amelia, riéndome con Gabriel y Rámses y las formas como a lo largo de su vida habían asustado a Hayden aprovechándose de ese miedo irracional a escenas de películas de terror.
Jugué hasta que me empezaron a pesar los parpados, conecté mi teléfono y me dispuse a dormir.
Pero no podía dejar de pensar en lo triste que había sido el tiempo que mi mamá había pasado allí. A ella que le gustaba tanto la ciudad, que disfrutaba del bullicio y del caos como ninguna otra persona, estar aquí, con 100 habitantes, era para que se volviese loca.
Después de un gran desayuno, bastante delicioso, emprendimos el camino hacia Greybull. Su calle principal parecía ser el Hill Valley de los años 80, donde se grabó Volver al futuro. Los autos, los locales, incluso sus habitantes parecían estancados en esa época. Este pueblo no estaba tan atrasado como Manderson, pero tampoco había avanzado mucho. Tenía una población inferior a los 2mil habitantes y aunque contaba con un poco más de desarrollo, ambos eran pueblos que según lo que había investigado estaban bajo el umbral de pobreza nacional.
Tampoco brindaba un mejor futuro para mi mamá, quizás para nadie, aunque mientras veía sus calles me alegraba que mis abuelos y mis tíos hubiesen podido salir de Manderson, porque definitivamente Greybull era menos deprimente.
—Tres años después de que tu mamá se fuese de casa, tu abuelo consiguió un trabajo en la comisaría de policía de Greybull y es donde sigue trabajando hasta ahora. Tu abuela es secretaria en el instituto de Greybull y creo que económicamente si han tenido una gran mejoría.
—Mike, Háblame de mis tíos.
—El hermano mayor de tu mamá, tu tío Charles comenzó trabajando en el taller mecánico del pueblo y eventualmente abrió el suyo propio. Le va bien, está casado y tiene una hija de 3 años. Tu tía, Jenna, la hermana menor de tu mamá tiene un hijo de 5 años, no está casada y trabaja en el hotel donde vamos a quedarnos, está estudiando repostería en Salt Lake City los fines de semana.
—¿Salt Lake City?—Hayden silbó—, queda a casi 7 horas. ¿Pasa el fin de semana allá?
—No, va y viene, sábado y domingo.
Volvió a silbar, yo también estaba sorprendido.
—Espera... ¿Qué?—había tardado tiempo, pero por fin comprendí lo que Mike acababa de decir, mi tía trabajaba en el hotel en donde nos quedaríamos, del cual estábamos a diez minutos de llegar. Diez minutos de conocer a mi tía.
—Es el único hotel en el pueblo, no queríamos ponerte más ansioso de lo que ya estabas—dijo Hayden a manera de disculpas.
Pero mi ansiedad estaba desbordándose y no estaba seguro de que hacer cuando tuviese frente a mí a la hermana menor de mi mamá.
—Cálmate, ¿si? Le hablarás cuando te sientas listo, pero recuerda que llegamos hasta aquí para esto. Tú estás listo, Jer, lo estás.
Pero ya no me sentía ni remotamente cerca de estar listo. En este momento me había parecido una muy mala idea no haberlos contactado por teléfono primero, en vez de llegarles de sorpresa.
"Divide y vencerás, uno a la vez" me dijo Amelia antes de venirme. Dale la noticia uno a la vez, fue su recomendación y aquí estaba a punto de hacerlo.
El hotel era completamente distinto al que nos quedamos anoche. Su renovación tuvo que ser más reciente, los colores setenteros no estaban, era de color amarillento, disimulando bastante bien la tierra naranja del sitio que tenía a todo el pueblo sumido en la polvareda. Sin embargo, el hotel lograba sobresalir del lugar, dándole cierto aire de modernidad a un pueblo estancado en el tiempo.
Entramos al hotel y mientras Hayden preguntaba por nuestras habitaciones yo miraba a todas las mujeres del sitio, que no eran muchas, buscando parecidos con mi difunta madre.
Hasta que la encontré.
Era una chica delgada y bastante alta, con el cabello negro recogido en lo alto de su cabeza. Le sonreía a unos viejitos que sorbían una taza de café humeante, mientras retiraba los platos vacíos de la mesa antes de entregárselo a uno de los mesoneros.
Era la sonrisa de mi mamá, no tenía dudas de eso.
—Es ella, Jenna—murmuró Mike confirmando lo que yo ya sabía—. ¿Qué quieres hacer?.
Tenía los mismos ojos de mi mamá, la misma sonrisa y cuando la escuché hablar con el mesonero, mi cuerpo se erizó porque pensé que nunca volvería a escuchar la voz de mi mamá, más que en el recuerdo y las grabaciones que tenía de ella.
Y entonces mi cuerpo tomó la decisión que mi corazón paralizado no podía tomar. Puso en movimiento mis piernas, mis rodillas, mis manos y sin darme cuenta me encontré caminando hasta donde ella se encontraba, detrás del mostrador donde segundos antes Hayden estuvo registrándonos, atrapado en la voz, en su parecido. Era de la misma altura que mi mamá, la misma contextura. Su parecido era tal que me escocían los ojos con las lágrimas. Era como tener delante de mí a una versión más joven que mi mamá, pero también quizás más golpeada por la vida difícil. Menos feliz que mi mamá.
Quizás si mi mamá se hubiese quedado acá, su sonrisa sería como la de Jenna, una sonrisa "conforme", conforme con lo que tiene, aunque sabe que puede tener más.
—Ho... Hola—titubeé cuando estuve delante de ella—. Soy....
—Hola, Bienvenido a Greybull, ustedes deben ser los Oytar, ¿Ya se registraron?.
—Emhart—dije con torpeza mi apellido.
—Sí, encantada, soy Jenna Emhart. ¿Los puedo ayudar en algo?—ella no perdió su sonrisa, creyó que me refería a su apellido, no que le estaba diciendo el mío—. Los puedo ayudar con su registro...
—Yo soy Jeremy Emhart—solté finalmente y ahora su cara si fue de confusión, con su sonrisa aun firme en el rostro—. Soy el hijo de Miriam, tu herm....
Pero no alcancé a terminar la frase porque Jenna ahogó un grito y se tapó la boca con sus manos. Su sonrisa se había esfumado y sus ojos se cristalizaron en un segundo. Me miraba y miraba a Mike y a Fernando confundida, tampoco sabía qué hacer y no alcanzaba a darle respuestas a las preguntas que seguramente nublaban su cabeza.
Ella balbuceó varias palabras, sin lograr formar ninguna coherente. Me miraba como yo la había estado mirando hace poco, buscando la familiaridad y reconociendo en algunas de mis facciones a mi mamá, su hermana.
Siempre me decían que me parecía mucho a mi mamá y quizás era lo que ella estaba mirando en este momento. Quizás mi parecido era tanto que a ella no le quedaba duda de que yo era quien decía que era.
Y entonces, quizás, sus preguntas fueron respondiéndose o simplemente comprendió que mi presencia delante de ella, sin mi mamá no podía ser por algún buen motivo.
—¿Miriam está bien? ¿Tu...?—estaba nerviosa y cuando no dimos la respuesta a su pregunta, comenzó a asustarse.
Mike le pidió que fuésemos a un sitio más privado, así que pasamos al salón conjunto, que resultó ser el bar del hotel, cerrado a esa hora de la mañana.
—Yo... no entiendo. ¿Dónde está Miriam?—insistió en la pregunta.
Me molestó un poco que no mostrara más interés en mí, aunque me seguía mirando, atónita, sorprendida, asustada; pero a la vez la entendía, yo era un extraño.
—Me llamo Hyaden Michia, fui el doctor de Miriam, ella lamentablemente falleció a consecuencia de un cáncer. Él es Jeremy, su hijo, le prometí a Miriam que cuidaría de él, pero cuando quedó huérfano y sin saber nada de su familia, ustedes, fue enviado a una casa de acogida, desde donde lo adopté. Soy su padre adoptivo. Y él, es Mike Oytar, su padre biológico.
Jenna nos miró congelada, su boca abierta, sus ojos vidriosos. A duras penas respiraba y no dejaba de alternar la mirada entre los tres. El pequeño resumen de Hayden se notó que había sido ensayado, no esperaba menos, si me hubiese tocado a mí explicarlo quizás hubiese tenido una verborrea típica de Amelia que hubiese empeorado toda la situación.
—Ehm....—quise decir, pero Hayden me interrumpió.
—Deja que lo procese—murmuró antes de volver a hablarle a Jenna—. Sé que es mucha información para asimilar en un momento.
—¿Miriam... está muerta?—fue lo primero y único que dijo antes de comenzar a llorar.
Sus piernas le fallaron y quedó acuclillada sujetándose el corazón mientras su cara se deformaba por el dolor. Negaba como si le estuvieses mintiendo, como si no pudiera ser cierto, como si no quisiera creerlo.
Era algo que Hayden me había advertido que podría pasar. Los familiares no aceptan las perdidas tan rápidamente y que lo mejor en esos casos, para que no se perdiera en la irrealidad, era rellenar las preguntas que su mente no lograría pronunciar
Así que Hayden se agachó a su lado y comenzó a darle el parte médico de mi mamá, ese que me sabía de memoria. Contarle sobre sus síntomas iniciales, sus exámenes, sus tratamientos. Sobre lo rápido que avanzó la enfermedad lo irremediable e irrefrenable que fue. Como su muerte fue todo lo indolora que pudo darle. Le contó que había tenido una vida feliz, que me había tenido a mí y llegó a la parte donde yo había querido saber más de mi mamá, que así fue como conseguí a Mike, aunque obviamente alteró bastante la historia porque sus detalles eran en estos momentos innecesarios, y que eventualmente los habíamos conseguido a ellos.
Él la fue llevando desde esa irrealidad en donde ella quería refugiarse, donde su hermana aún vivía, al presente doloroso donde ahora tenía que vivir.
Y entonces le dejó unos momentos para que siguiese llorando, para que analizara lo que le había dicho. La vi sorprenderse, cuestionarse, llorar de dolor, de tristeza, de rabia. Todo al mismo momento.
Y esperamos mientras todas asimilaba todas las emociones que la muerte de su hermana le había producido, hasta que eventualmente logró tranquilizarse un poco. Mike caminó detrás del bar y sacó una botella de agua, no lucía fría, pero debería ser suficiente. Se la tendió a Jenna y ella con sus manos temblorosas la llevó hasta su boca.
Tomó varios sorbos y casi cuando terminó la botella estuvo lista para hablar.
—Te pareces a ella—me dijo al final—. Perdón, no es una noticia fácil de recibir. Yo...
Negué con la cabeza, no tenía por qué disculparse.
Y entonces Jenna me haló por la camisa y me estrechó en sus brazos. Primero me costó devolverle el gesto, sin embargo, cerré los ojos y me dejé llevar en el recuerdo de mi madre y lo mucho que ella se parecía. Por un momento, por un pequeño momento no me abrazaba Jenna, me abrazaba mi mamá, así que lloré.
Jenna tenía muchas preguntas que quería hacernos y algunas logramos respondérselas, evitando las áreas confusas, como el hecho de que Mike y Hayden eran amigos de la infancia, que mi mamá trabajó en un bar de compañía y que Mike no había sido su novio, sino su cliente.
Hablaba muy rápido, quizás tan rápido como sus pensamientos. Nos costaba darle respuesta a todo, pero ella no tenía problema de entenderlo.
Le dije mi edad, lo que estudiaba, donde vivía, donde había vivido con mi mamá, donde ella trabajaba, que estaba soltera, que Mike no se había enterado de que ella estaba embarazada, de que el orfanato había sido un lugar deplorable, que nunca dejé de estudiar gracias a la ayuda de Hayden. Y muchas otras preguntas que hizo, pero que no tuvimos el tiempo de responderle.
Jenna se levantó de la mesa donde había estado sentada, de un salto inmenso y me tomó de la mano, llevándome a rastras tras ella.
—Dile al jefe que tengo una emergencia familiar y que me tengo que ir—aviso a uno de sus compañeros—. Y si quiere que me despida, pero que recuerde que soy la madre de su sobrino.
No esperó respuesta. Salió del hotel sin soltarme la mano. No había ni siquiera tomado su cartera, nada. Creo que estaba fuera de sí.
Comenzó a caminar por la calle, asustado miré hacia atrás y me tranquilicé al ver que Mike y Hayden estaban allí, siguiéndonos muy de cerca. Sin comprender nada de lo que ocurría.
—¿A dónde vamos? —pregunté confundido.
—Charles debe conocerte.
Quise negarme, asustado, nervioso. Pensé que tendría más tiempo para prepararme para el segundo familiar, pero no era así. Jenna me arrastró por dos calles hasta que estuvimos frente a un taller mecánico bastante grande. Entramos siguiendo los pasos furiosos de Jenna hasta la oficina principal, donde un hombre un poco fornido, de cabello negro y una gran y espesa barba gris estaba sentado. Se levantó en cuanto vio a Jenna y confundido nos miró, aun tomados de la mano.
—Jenni ¿Qué haces aquí?.
—Hace siete meses recibieron una llamada de Miriam. ¿Qué les dijo?.
Me sorprendí con eso, pero no me atreví a decir nada, quería saber esa respuesta.
Hace siete meses mi mamá estaba muerta.
—Que estaba bien, solo eso, lo que ya te dijimos.
¡¿Qué?!
—Mentiroso—espetó molesta—. ¡Miriam está muerta!
Su voz se entrecortó con la última palabra, pero su rabia no desapareció.
El hombre se desinfló, ya no lo notaba tan fornido como antes.
—Papás no querían decírtelo, acababas de terminar con Colin y no queríamos...
¿Quién hace eso?
—Esas son mierdas y lo sabes. ¿Cómo pudieron mentirme? ¿Cómo?
Yo también quería escuchar esa respuesta
—¿Quiénes son ellos?—dijo reparando nuevamente en nuestra presencia.
Jenna me haló nuevamente y me puso frente a Charles, me sujetó por los hombros como solía hacerlo mi mamá.
—Míralo bien...—le dijo a mi tío.
Y por unos segundos él no vio nada en mí, distinto a un chico normal, delgado y con cabello negro, hasta que sus ojos comenzaron a agrandarse de a poco y su mandíbula a caer hasta su pecho.
Miró a Jenna, comunicándose en silencio.
—Él es Jeremy, el hijo de Miriam. Nuestro sobrino.
Mi tío retrocedió un paso, como si las palabras de Jenna hubiesen tenido el poder de hacerlo y luego avanzó dos.
—Nunca dijeron que tenía un hijo. Ellos... —Charles suspiró sin dejar de mirarme, quizás también le recordaba a mi mamá tanto como yo podía identificar en él la misma nariz de ella o ese lunar en la esquina de la ceja—. Hace 7 meses llamó Taho y les avisó a mis papás que Miriam había muerto. No dijo que tenía un hijo, nunca dijo nada de eso.
Conocía a Taho, conocía ese nombre. Era de las pocas amigas con la que mi mamá solía hablar por teléfono diariamente, aunque la había visto un par de veces en mi vida, y a pesar de que mi mamá decía que de pequeño solía ser inseparable de ella. Me decía que era su amiga más antigua, que habían sido compañeras de trabajo, de viaje y de vida. ¿Por qué Taho había llamado para avisar?. ¿Cómo sabía a quién llamar? ¿Por qué no los llamó cuando mi mamá estuvo enferma? ¿Por qué no había dicho que yo existía?.
—Eres muy parecido a ella—dijo Charles mirándome.
—¿Cómo puedo creerte?—Jenna estaba muy molesta.
—Tampoco le creímos a Taho cuando nos lo dijo, pero papá averiguó y el número de seguro social de Miriam había sido desactivado por su muerte.
—¿Quién es Taho?—quería saber quién era para ellos.
—Es, era la mejor amiga de Miriam desde pequeña. Las dos se fugaron juntas.
Y nuevamente las piezas volvían a caer donde correspondía.
Taho había sido entonces con quien mi mamá se fue de casa, la amiga que trabajaba con ella en aquel bar, seguramente la chica con la que compartía el departamento. Y mientras mi mamá cambió toda su vida cuando salió embarazada, Taho siguió en el mismo sitio trabajando.
—¿Y ustedes quiénes son? —preguntó mirando a Mike y a Hayden.
—Mi papá biológico y mi papá adoptivo—le expliqué rápidamente.
Noté un pequeño desconcierto en su rostro, pero lo ignoré.
Charles me ofreció la mano y se la estreché, sin embargo, terminó abrazándome, sorprendido aún.
—Tú le dirás a mamá que tiene un nieto, un hijo de Miriam—Jenna apuntaba con su dedo a Charles—. Lo llevarás y más te vale que lo traten bien.
Me asusté de inmediato ¿Por qué no habrían de hacerlo?.
—Ven con nosotros—le pidió Charles a Jenna.
Ella bufó y se cruzó de brazos.
—¿Por qué no vendrás?—mi curiosidad me ganó
—Porque mis papás me corrieron de la casa por salir embarazada sin estar casada.
—Podrías estar casada, rechazaste a Jory...
—Es un imbécil, yo no me casaré con un imbécil
—Pero si pudiste....
Y Jenna avanzó un paso hacía Charles, su mentón alzado, su cuerpo tenso retándolo con la mirada a terminar la frase. Charles era mucho más alto que ella y mucho más pesado, pero no parecía que a Jenna eso le importara.
—Está hospedado en el hotel, pasa por él a las 7.
No le dio tiempo de que respondiera, me arrastró fuera de la oficina y de regreso al hotel.
—No sé si esto sea una buena idea—dijo Hayden mientras me veía terminar de arreglarme. Pronto serían las 7 y Charles pasaría por mí.
Había pasado el día con Jenna, detallándole todo lo que podía de mi mamá, pero principalmente escuchándola contarme todo lo que recordaba de mi mamá, de la vida que llevaban en aquella casa. No había sido de abundancias como ya sabía, pero era un trago amargo y triste confirmar que la escases fue la compañera diaria de todos, tanto como las normas estrictas que imponían sus padres. Mi mamá no era una rebelde, como me había imaginado, después de todo se había marchado de casa; ella era la que siempre aceptaba las ordenes, las seguía y la que se conformaba con lo poco o nada que había en casa, pero según Jenna, cree que se fue cansando de esa situación y que gracias a Taho, se dio cuenta que no tenía por qué quedarse en ese pueblo conformándose con lo poco que había para ella allí.
Jenna se lamentaba no haber escapado como lo hizo mi mamá, aunque reconocía que de haberlo hecho no tendría a su hijo y a él no lo cambiaría por nada.
La vida de ella tampoco había sido fácil. Me contó que las cosas mejoraron un poco en casa cuando se mudaron de Manderson a Greybull, pero que sus padres seguían igual de estrictos y conformistas que siempre. Jenna había nacido con una mentalidad visionaria. Me contó cómo fue la de la idea de que Charles abriera su propio negocio y que su sueño era tener una pastelería, algo para lo que estaba reuniendo. Su embarazo fue una sorpresa desafortunada para esos planes, y su plan de ahorro se fue al traste con un hijo.
Sus papás la habían corrido de la casa cuando se enteraron que estaba embarazada y que no planeaba casarse con el padre del niño, ni con ningún otro si al caso iríamos.
Con cinco meses de embarazo comenzó a vivir sola en una habitación del hotel donde hoy trabajaba, propiedad de la familia de Jory, el padre de su hijo. La habían recibido, ayudado y apoyado en todo, aunque ella no dejaba de trabajar para mantenerse por sí misma y a su hijo. Era orgullosa, me di cuenta, aunque ella no lo ocultaba, pues podía estar con Jory sin tener tantas horas de trabajo y cansancio o teniendo su propia pastelería, pero ella no amaba a Jory y no se casaría solo por un hijo y un negocio. Tener sus propias cosas y cubrir sus propios gastos era algo que a ella la satisfacía, pero era por lo mismo por lo que sus padres creían que era una idiota.
La relación con ellos era mala, tanto que Jenna no pisaba la casa de donde la habían corrido porque dicho por ellos, ella podría regresar cuando lo hiciera como mujer casada, antes no.
Creo que Jenna no se casaría nunca, con tal de no darles el gusto a sus papás.
—Creo que te podrías estar exponiendo a una situación complicada. No queremos que te vayan a hacer sentir incómodo, ni siquiera un poco mal—insistió Hayden.
—Déjame ir contigo—volvió a insistir Mike y volví a negar.
No sabía dónde me estaba metiendo, pero creía que me iría mejor solo, que con ellos de compañía.
—Si me quiero ir, les avisaré—zanjé la discusión.
Estaba nervioso, ni siquiera intenté disimularlo, pero esto era algo que debía hacer yo solo.
Ni Mike ni Hayden insistieron, pero me acompañaron hasta la recepción del hotel donde Charles me estaba esperando, luciendo tan nervioso como yo.
Jenna le hizo una nueva advertencia y por un momento vi cuando sus facciones endurecidas mostraron un poco de miedo.
¿Tan malo así eran estos señores?.
El recorrido fue rápido, después de todo era un pueblo pequeño. Charles me contó algunas anécdotas de mi mamá, que pensaba atesorar para siempre. Era tremenda de pequeña, le gustaba inventar juegos y se molestaba si no le entendían sus enrevesadas reglas. Le gustaba acostarse a ver las nubes, no a buscarle formas como normalmente se hace, sino a imaginar de dónde venían y a donde irían. Los días lluviosos eran los preferidos porque podían ir a nadar a un pequeño rio que quedaba cerca. Le gustaba el colegio, le gustaba estudiar.
Llegamos a la casa de los papás de mi mamá, mis abuelos, y bajé del auto más nervioso que antes. Charles llamó a la puerta y entró sin esperar que respondieran. Era una casa pequeña con un pequeño y limpio jardín en la entrada, con el camino delimitado con piedras blancas y flores artificiales que giraban con el aire.
Era muy distinto al terreno que había visto en el pueblo anterior, este no se veía desolado, marchito. Incluso los juguetes que se veían en la entrada, seguro de la hija de Charles, se veían nuevos, relucientes. La escases ya no estaba presente en esta casa, en esta familia.
—Ya saben que venimos—fue lo que me había dicho en el auto.
Mis abuelos salieron y me abrazaron, no fue el abrazo cariñoso que había esperado. Y es que ese es el problema de las expectativas, nos las creamos y luego si no se cumplen, nos decepcionamos.
¿Cómo podía esperar que dos desconocidos me abrazaran en llanto?
Luego de ese abrazo pasamos a la sala mientras terminaba de cocinarse la cena. Hubo algunos silencios incómodos sobre todo cuando ellos parecían tener más interés en escuchar el día cotidiano que había tenido Charles, que conocer al nieto de su difunta hija que veían por primera vez.
—Y... ¿estudias?—me preguntó finalmente mi abuela.
—Si, diseño gráfico—yo tampoco era el mejor para crear conversación, pero estaba haciendo mi mejor esfuerzo—, me va bastante bien.
—¿Y Miriam estudió?—preguntó mi abuelo y negué—. Le hubiese gustado, pero no le alcanzaba el tiempo ni el dinero. Pero se aseguró que yo si estudiase en el mejor instituto.
Noté cierta molestia en su rostro, un pequeño gesto de decepción.
—¿En que trabajaba?—preguntó nuevamente.
—En una cafetería, como mesonera principal—y estaba orgulloso de ella, porque se esforzaba en ser la mejor aunque ese no fuese el trabajo que aspiraba a tener de por vida.
Pero él volvió a arrugar el ceño.
—Pensé que si se había ido era para algo mejor de lo que hubiese hecho acá—bufó con una risa desdeñosa.
Evité levantarme e irme porque quería más historias de mi mamá.
—Bueno, viejo, no todo es como lo imaginamos y Miriam siempre andaba soñando en una nube, imagino que cuando se topó con la realidad tuvo que bajar sus expectativas.
Me mordí la lengua para evitar decirles que mi mamá era todo menos conformista y que sus expectativas de la vida y de lo que ella quería para ella y para mi eran bien altas.
—Mejor pasemos a comer—Charles estaba nervioso, creo que estaba evitando una pelea y hasta se lo agradecí porque si la conversación seguía por ese camino no iba a poder contenerme.
La mesa estaba colocada y mi abuela trajo el estofado que había estado preparando. Nos sirvió a todos y antes de comer, hincaron la cabeza e hicieron una plegaria, y se abalanzaron sobre la comida.
—¿No te enseñó a rezar?—preguntó mi abuela.
—No de esa forma—respondí con sinceridad mientras probaba la comida, no tenía mucho apetito—. Orábamos antes de dormir, hablamos con Dios, agradecíamos por el día, la comida, por el techo sobre nuestra cabeza, hacíamos nuestros pedidos...
—¿Iban a la iglesia?—negué, no era algo que solíamos practicar.
—Mi mamá si iba algunas veces, pero nunca a ningún templo fijo.
Fue el turno de mi abuela de bufar.
—Está muy bueno el estofado mamá—se apresuró a agregar Charles, definitivamente trataba de evitar muchas discusiones el día de hoy.
—Te pondré un poco para que lleves a casa.
—¿Y cómo fue que llegaste hasta acá?—mi abuelo dejó sus cubiertos de un lado, lo noté exasperado, como si se hubiese estado conteniendo de decidir muchas cosas.
—Yo lo traje papá...
—¿Cómo te consiguió? ¿Qué buscas? Espero que no sea dinero.
—Jenna me llevó hasta su oficina—respondí y supe de inmediato que había sido un error.
—Claro que Jenna tenía que estar implicada en esto.
—No hablemos de Jenna, por favor, siempre complica las cosas—pidió mi abuela y con molestia mi abuelo la obedeció.
—¿Cómo llegaste al pueblo?—insistió mi abuelo, que no planeaba abandonar el incipiente interrogatorio.,
—Me trajeron mis papás—y era la primera vez que los llamaba así y no por su nombre. Se sintió un poco raro, pero correcto—, Mike y Hayden.
Charles bajó la cara, concentrado en el estofado que quedaba en su plato. Mis abuelos me miraban expectantes, esperando más detalles y respuestas. Me armé de valor y comencé a dar las explicaciones que había practicado en mi cabeza.
—Mike es mi papá biológico y Hayden mi papá adoptivo. Cuando mi mamá falleció le pidió a su doctor, Hayden, que cuidara de mí y como ella no alcanzó a localizar a Mike antes de fallecer, Hayden me adoptó para sacarme de la casa de acogida a donde me envió el gobierno.
—Entonces Miriam y Mike nunca se casaron—negué y otra vez bufó el abuelo; su rostro ya no era el afable señor mayor que me abrazó incómodamente, ahora era un viejo, amargado con su cara en una mueca eterna de asco y desprecio por todo.
—¿Por qué no te reconoció Mike?—preguntó mi abuela, quien ahora parecía más una bruja de algún cuento macabro, que una adorable señora que sonríe a todos los chicos de la preparatoria donde trabaja.
—No supo que yo existía sino hasta que fue tarde. Él y mi mamá perdieron contacto hace mucho tiempo y sin mayor tecnología no logró conseguirlo—mentí tratando de salvaguardar la verdad de que trabajaba en un bar y que prefirió huir de mi porque no tenía como contacta al chico con el que tenía una relación sin compromisos, solo sexo—; cuando enfermó fue cuando....
—Si, si, ya dijiste eso—interrumpió el papá de mi mamá—. Cuando enfermó intentó localizarlo y no lo hizo a tiempo. Pensé, creí, tenía la esperanza de que la vida hiciera a Miriam una muchacha de bien, que la hiciera entender los valores que le enseñamos, pero veo que se perdió en todo el vicio. Tuvo un hijo fuera del matrimonio, no reconocido. Un empleo mediocre, una vida mediocre. Sacrificó a su familia por años, para estar en el mismo punto donde hubiese estado aquí.
Solté con delicadeza el tenedor con el que había estado jugueteando con la comida y tomé un poco de agua. Trataba de calmarme.
—Por lo menos Jenna si tiene un hijo reconocido. Ese fue el ejemplo que le dejó a su hermana pequeña. Gracias al señor que se marchó, porque ¿Qué ejemplo le hubiese dado de quedarse? ¿Cuántas veces tuvimos que arrastrar a Jenna desde la estación de autobuses para que no siguiera los pasos perdidos de su hermana?—mi abuela gimoteaba, sorbiendo sus mocos, secando sus lágrimas—. Perdí a dos hijas, aunque juro que recuperaré a Jenna, la haré entrar en razón.
—Mamá...—no sé si Charles quería calmarla o hacerla entrar en razón, pero en cualquier caso el viejo gruñón no lo dejó.
—Déjala que llore, los lutos deben llorarse. Ya le decía yo que no debíamos guardar esa esperanza, que nuestra fe no podía ser así de grande, pero no queríamos blasfemar la palabra del señor. Tenía que guardar la fe y esperar que regresara por esa puerta reconociendo su error. Bueno, menos mal que no lo hizo porque no iba a pasar por ese umbral con un hijo no reconocido, por algo Jenna no viene para acá y no lo hará hasta que no se case, no señor. Y como si no fuese poco, permitió que su hijo fuese adoptado por una pareja de homosexuales. No entiendo en que nos equivocamos —y mi abuela murmuró un pequeño "tampoco sé que hicimos mal para merecer esto"—. ¿Y tú a que viniste? Eso es lo que no has respondido.
Se me quedaron mirando y reconocí esa llama en mi interior que veía en mi mamá cuando se enfurecía. Pensé que yo no la tenía, que no tenía nada de ella que no fuesen algunos rasgos parecidos, pero tuve que venir a este pueblo, a esta casa, para darme cuenta que tengo mucho más de ella en mi de lo que creía. Y que conozco más a mi mamá que ellos, que no habría nada que ellos me pudieran decir de quien era mi mamá de lo que yo ya sabía, solo anécdotas de sus días acá, nada más.
—Vine porque creí que necesitaba conocer más de mi mamá, pensé que podrían decirme cosas de ella que no supiera, pero en realidad soy yo quien puede decirle mucho de ella. Era una gran mujer y una excelente madre. Se mataba trabajando para que nunca nos faltara comida en nuestra mesa, techo sobre nuestra cabeza. Se desvivió para darme una buena educación, para darme buenos valores. Era incansable, resiliente, buena amiga, buena empleada y excelente madre y padre. No me hizo falta la presencia de Mike en mi vida porque ella sabía perfectamente como ser madre y padre, como estar siempre para mí y apoyarme y eso es algo que ahora entiendo que no lo aprendió acá. No tuvo una vida mediocre, vivió feliz algo que aquí no podía ser, fue amada por quién la conocía, respetada por todos, definitivamente eso tampoco lo tenía acá. Se fue por algo mejor y lo consiguió. Me crió con valores, principios, buena educación, otra cosa que no pudo haber aprendido de acá. Huyo del pueblo y huyó de ustedes, y eso, fue la mejor decisión, ahora lo entiendo.
El viejo gruñón se levantó, golpeando con fuerza sus manos contra la madera de la mesa, así que también me levanté.
—Vine aquí queriendo saber dónde se había criado y a entender por qué me crió solo, sin más familia. Y ¿saben qué? La entiendo y se lo agradezco.
—Deberías estar avergonzado de hablarnos así, no porque seamos tus abuelos, sino porque somos mayores y nos debes respeto—la vieja bruja estaba furiosa—, definitivamente eres hijo de Miriam.
—Avergonzado deben estar ustedes de que no me hayan preguntado ni una sola vez que murió su hija. Mi mamá murió de un cáncer que la consumió muy rápido y muy pronto. Murió luchando hasta el último segundo, murió sin perder la sonrisa, murió siendo una mujer maravillosa y el día que murió el hospital entero se paralizó. Mi mamá era una mujer tan grandiosa que supo ponerme en mi vida a las personas correctas, cuidándome hasta su último aliento. Si sé que vine a buscar aquí, pero ya no necesito nada de acá ni de ustedes.
—Cáncer...—murmuraron pero solo Charles sonó sinceramente sorprendido, porque los viejos sonaron dudosos.
—Ella se fue con Taho, y sabemos muy bien en que trabaja ella. Todo ese dinero que le envía a sus hermanos viene del sudor pero no de su frente, no del trabajo arduo sino del trabajo fácil. Dime con quién andas y te diré quién eres—la vieja gruñona cada vez me caía peor.
—Y las personas correctas no son una pareja de homosexuales. ¡Válgame Dios que ahora pueden adoptar!.
—Con una vida así, claro que el señor castiga a sus ovejas descarriadas. Es un mundo donde el alcohol, las drogas, el sida y otras enfermedades abundan. La depravación, el libertinaje.
—Como un buen hijo de mi mamá, haré lo que ella ya hizo...
Me di la vuelta y tomé mi chaqueta del mueble donde la había dejado.
—La verdad duele hijo, pero la verdad te hace libre—la vieja me seguía a la puerta. Charles que por fin abrió la boca, intentaba calmar a sus padres.
—La verdad es que ustedes fueron y son unos horrendos padres y que lo mejor que hizo mi mama fue irse de aquí y no regresar nunca; y esa verdad a mí me hizo libre. Y esa verdad es la que ustedes no pueden borrar, porque lo que todos debe saber en este pueblo es que son tan horrendas personas que sus hijas los abandonaron y son más felices viviendo lejos de ustedes.
Azoté la puerta cuando salí y di largas zancadas por el camino por donde Charles me había traído. Imaginé a mi mamá escapando con su bolso a cuestas caminando por un camino bastante parecido por el que yo iba, apurándose a llegar al autobús que la sacaría lejos de esta miseria de espíritu. Ella no huyó de la pobreza ni de la escases, ni siquiera huyó del pueblo pequeño que nada tenía que ofrecerle, huyó del yugo de sus padres, de su forma arcaica de pensar, de ser juzgada por todo y por nada. Huyo de una vida donde tuvo que ser miserable.
Entendí porque no se preocupó por Charles, porque él era obviamente el favorito, él que hacia todo lo que los viejos querían o decían. Un sumiso por completo, incapaz de hacer valer su voz. No se acercó más a Charles porque sabía que el rechazo de sus padres también lo vería en su hermano mayor.
Y de Jenna... creo que de Jenna se alejó porque en el fondo mi mamá no estaba orgullosa de haber trabajado en aquel bar y creo que....
No. Taho... Taho no llamó para darle la noticia a sus papás, llamó para darle la noticia a Jenna, pero probablemente no tenía como saber que Jenna no vivía con ellos. Cuando regrese buscaré a Taho, daré con ella, porque sabré mucho más de mi mamá por ella que por estos locos homofóbicos y retrógradas.
—¡Hey!—gritó Jenna desde el auto que conducía Mike, se detuvieron para que subiese.
—Pensé que el trato era que nos avisarías si te querías ir—dijo Mike.
—No hubo tiempo de avisar.
—Oye duraste mucho más tiempo del que yo hubiese hecho, así que bien.
—¿Sabías que esto pasaría y no dijiste nada?—Hayden estaba realmente enojado.
—Sabía que si Jeremy quería conocer las razones por las que Miriam se había marchado, debía hacerlo en persona. Cuando cuento como son mis padres no me lo creen hasta que lo ven con sus propios ojos. Y ahora, Jeremy sabe por qué Miriam se fue y no miró atrás nunca, y así el podrá irse y hacer lo mismo.
—No puedo irme, así como así. Tú no eres como ellos.
—Eso es obvio y si tú quieres podemos seguir en contacto.
—Eso... me gustaría mucho. Quizás algún día puedas venir con mi primo, a visitarme.
—Tu solo di cuando Jenna y nos encargaremos de todo—dijo Mike.
Terminamos la noche en el restaurante del hotel, y luego en la habitación donde conocí finalmente a mi primo pequeño, Mariom, su nombre era en honor a mi mamá, como me explicó mi tía. Jenna parecía sacada de un capitulo completamente distinto al de esa familia donde creció, me contaba de ella, de lo que fue su infancia antes y después de que mi mamá se fuese, comprendí de donde sacaba su fuerza y su coraje, la misma que tenía mi mamá.
A ella quería conservarla en mi vida, pero a nada más de este pueblo ni de esa familia.
En la mañana siguiente, la última que pasaríamos en ese pueblo me tenía que despedir y me di cuenta que se me haría difícil.
—Yo... mmmm—titubeé—. ¿Recuerdas que dijiste que me querías comprar un auto?—le pregunté a Mike.
—Claro, ¿tienes alguno en mente?
—Pienso que quizás el dinero podría usarlo para una inversión personal—estaba avergonzado de pedirle ese dinero—, quizás un préstamo, yo lo pagaré
—Sé en lo que estás pensando—y asentí avergonzado por pedirle ese dinero—. Quieres ayudar a Jenna.
—No la conoces, o mejor dicho la conoces muy poco—agregó Hayden—. Me gusta lo que dice tu corazón que hagas, pero hazlo de forma más inteligente. No le des el dinero, un auto puede servirle.
—¿Crees que no hará buen uso del dinero?—me molestó un poco la insinuación aunque reconocía que tenía un buen punto: no la conocía del todo.
—Creo que podría gastar el dinero en otras cosas o invertirlo sin saber de negocios, es una buena trabajadora pero le falta aprender mucho. Si tiene un negocio ahora no podrá seguir estudiando.
—Aprender, esa es la clave—puntualizó Mike.
—Entonces ¿qué tal si le entregamos un auto y que una vez termine los estudios la ayudamos con su negocio? Quiere tener una pastelería, pero le falta estudiar y necesita saber las nociones básicas de administración de negocio. Entonces, mejor enseñémosla a pescar y luego le damos la caña, la carnada, todo.
—¿Pueden hacerlo?—pregunté sorprendido.
Ellos rieron con cierto aire de suficiencia.
—Nosotros nos encargaremos, Jer, tu despreocúpate de eso.
—No, no puedo aceptarlo—era orgullosa, le reconocía eso, Mike le había mostrado las fotos del auto que le había comprado, porque si, el abogado no había perdido nada de tiempo.
—Le quieres dar una mejor vida a tu hijo y tú quieres una mejor vida para ti. No aceptaré un no por respuesta—Mike estaba negociando y por lo que sabía, nunca perdía.
—Pues tendrás que aceptarlo, he aprendido a apañármelas sola. Tengo todo organizado.
—Viajas 14 horas en autobús para estudiar. Puedes ahorrarte 13 horas y media.
—¿Compraste un auto o un cohete? Quizás se te dañó el gps.
—Tu subiré la oferta—Mike apoyó sus codos en sus piernas y sonrió con suficiencia—. Te mudarás a Salt Lake City y vivirás cerca del instituto y de la guardería para tu hijo. Te dedicarás a estudiar por lo que te podrás graduar antes.
—¿Y con que piensas que pague eso?—estaba incrédula aunque sus ojos brillaron con la posibilidad de alejarse de Greybull.
—Tu no pagarás nada de eso. Verás, tenemos una fundación que se encarga de ayudar a quien necesite la ayuda, lo que pide a cambio son buenas notas y buen comportamiento; y tu cumples con ambos requisitos.
—¿Tienen una fundación?—los miró atónita y me miró esperando que los desmintiera—. ¿Qué son? ¿Ricos?.
Ellos no respondieron, ellos jamás respondían cuando se refería al dinero que tenían. Pero estaban construyendo una clínica, tenían varios negocios, propiedades. Me hacía alguna idea.
—¿Aceptarás?.
—Siento que hay letras pequeñas...—achinó sus ojos, un gesto que también tenía mi mamá y creo que Mike también había reconocido el gesto porque sonrió.
—Bien Jenna, ésta en mi última oferta: Estudiarás en Salt Lake City, tiempo completo. Tendrás niñera para Mariom, vivirás cerca del instituto y la guardería, tendrás dinero de expensas, no pagarás ningún servicio ni vivienda. Te daremos un auto pero el combustible, tus salidas y comidas saldrán del dinero de expensas. Deberás tener las mejores notas del instituto, donde estarás completamente becada incluyendo los materiales y herramientas que necesites. Cuando te gradúes de ese instituto no se acabará la beca de la fundación, te mudarás a Boston, vivirás cerca de Jeremy y del resto de nuestros hijos. Deberás tomar cursos de administración de negocios y harás pasantías en una pastelería y pasantías de 6 meses de negocios para nosotros. Cuando te hayas graduado en negocios te daremos el dinero en préstamo para que puedas montar tu propia pastelería.
Hasta yo estaba boquiabierto. La miré apremiándola a responder, yo quería responder por ella, gritar que si acepta. Esa, esa era la oportunidad que mi mamá hubiese querido, era por lo que ella se había marchado.
Sabía que Mike lo hacía en parte pensando en eso, sabía que mi mamá debía estar feliz. Mi corazón martillaba mientras Jenna impasible miraba a Mike.
Y explotó con un enorme si, con gritos de alegría, con abrazos, con lágrimas. Miraba al cielo no sé si buscando a mi mamá o agradeciendo a Dios, pero en cualquier caso nos unimos a su júbilo.
Abracé a Mike y le agradecí sinceramente.
—Lamento no haber hecho más por Miriam, pero sé que ella querría esto para su hermana.
En pocos meses Jenna cambiaría su vida para orientarla en el rumbo que ella quería de un principio, y la podría tener presente en mi vida, después de todo era mi tía y mi primo.
Dos semanas después de que regresé de Greybull me llegó un paquete por correo enviado por Jenna, con su nueva dirección en Lake City. Era un álbum de fotos de mi mamá estando pequeña y muchas de las pertenecías que había dejado atrás cuando se fue, las que Jenna logró rescatar antes de que sus padres las desecharan; e incluyó dos portarretratos, uno con una foto de ella y mi primo en su nueva ciudad, sonriendo como lo hacía mi mamá; y otro era con una foto de ella y de mi mamá, poco antes de que ella se fuese del pueblo. Abracé ambos portarretratos y los coloqué en mi mesa de noche.
Le agradecí con un mensaje y me envió una foto de ella despidiéndose del pueblo mostrándoles el dedo corazón con una sonrisa inmensa.
Con Taho, no fue tan difícil encontrarla como pensé que sería, se sorprendió cuando lo hice, aunque no fue ninguna sorpresa cuando le dije como me había ido en mi pequeña visita a Greybull. A ella, la mejor amiga de mi mamá, también la quería cerca de mi vida y no me equivoqué cuando pensé que ella conocería más a mi mamá que sus propios padres, por lo que los cuentos que ella me daba, sus anécdotas, eran más valiosas que ninguna otra.
Me confirmó lo que sospechaba, que mi mamá le había pedido de que me mantuviese alejado de ellos y que cuando estuviese mayor me presentara a Jenna, solo si ella era distinta a sus papás. Por eso no les habló de mi cuando llamó aunque si planeaba contarle a Jenna, porque sabía por sus hermanos que era muy parecida a Miriam.
También me contó que mi mamá no había dejado a Jenna a su suerte, que algunos de esos "bonos" que recibía en el hotel, eran de parte de mi mamá, algo que a Jenna la hizo llorar cuando le conté. Habián muchas cosas que no sabía aun de mi mamá y que quizás nunca las sabría, pero ya no me importaba conocer su vida antes de mi, porque de esa vida me quedé con lo mejor, con su hermana, con su sobrino, con sus recuerdos felices. Deseché a la familia de la que ella se apartó y me quedé con todas las experiencias que tuvo junto con Taho, las buenas y las malas.
Y su sonrisa ahora también era la mía. Ahora sabía porque sonreía, ahora entendía porque trabajar arduo mientras vivía la vida en sus propios términos era razón más que suficiente para ser feliz.
Su sonrisa era la mía.
Ella era yo.
Yo era ella.
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Nota de Autora:
Muchísimas gracias a todas y todos por la paciencia infinita para esta nueva actualización. Para los que no saben, me operé de la cervical y decidí dedicarme a mi recuperación (física y emocional) que tanto necesitaba.
Pero ya estoy de vuelta y las actualizaciones también.
¿Y que mejor día para volver, que en mi cumpleaños?
Un beso inmenso y un abrazo apretado para tod@s
Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.
Baisers et Abraços mis Bombones
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