CAPITULO 29. Nada de Silver sexo Lake
—¿Cómo estás, como les fue?—era la pregunta que más seguido le hacía a Jeremy últimamente, pero hoy se la hacía porque él acababa de llegar de una cena con Mike. Solo los dos.
—Bien, nos fue bien—su mirada estaba un poco perdida en el suelo mientras que rascaba su cabeza un gesto que era muy propio de él—. Me ha contado algunas cosas de mi mamá. Yo... ehm...
Jeremy bajó la cabeza y cuando iba a comenzar a contarme, los hermanos entraron a la casa con su habitual escándalo de cuando venían de correr y uno de los dos le ganaba al otro.
—¿Qué querías que tumbara a la vieja?—exclamó Rámses quitándose la camiseta empapada de sudor.
—Yo esquivé a la señora con el cochecito y el bebé—Gabriel lo imitó y de un tirón su cuerpo quedó desnudo.
Antes, eso hubiese sido motivo de molestia de Rámses, después de tanto tiempo viviendo juntos y de todo lo vivido, ya no era problema.
Gruñí cuando las camisetas tocaron el suelo y ambos se agacharon rápidamente a levantarlas. Ninguno de los dos se dio cuenta que me guiñaron el ojo al mismo tiempo.
—Llamémoslo empate—ofreció Rámses mientras caminaba hasta mí, me daba un pequeño beso de saludo y siguió a su hermano escaleras arriba.
—No, no, yo gané así que tu invitas la cena. Y se me antoja langosta—bromeó.
Los hermanos siguieron con su rutina de cuando regresaban de correr. Tomaban una ducha y luego bajarían para hacerse de unas bebidas proteínicas que prometían hacerle crecer músculos, como si les hiciera falta, aunque bueno, no me quejaba tampoco de que mi novio quisiera verse mejor de lo que por si ya se veía. Quise retomar la conversación con Jeremy, pero el chico había aprovechado de escaparse a su habitación.
En pocos días las cosas habían cambiado bastante, desde aquella noche del cementerio, el día que Jeremy descubrió quién era su padre biológico. Jeremy que vivía con Hayden desde que Ulises se había marchado, nos pidió mudarse a la casa con nosotros. Decía que no guardaba rencor, pero definitivamente no estaba muy cómodo de que le hubiesen guardado tantos secretos. Y a nosotros no nos molestó ni un poco su mudanza, la casa era la suficientemente grande para que el tuviese también su propia habitación.
—Creo que después de tanta tensión nos caería muy bien un pequeño paseo, ¿no creen?—Gabriel regresó a la sala con su laptop en mano, su cabello aun chorreando sobre su camiseta.
—No suena nada mal, vienen unos días libres y deberíamos aprovecharlos. ¿Qué dices Bombón? ¿Tendrás algún espacio entre tus cursos?.
Tenía un horario bastante estricto y lleno de actividades, pero ese fin de semana no tenía ningún curso activo.
Rámses se lanzó en el sofá con tantas fuerzas que me hizo saltar del asiento, me atrajo hasta él y llamó a Jeremy a gritos, hasta que el aludido por fin salió de su habitación y se unió a la planificación de nuestros planes. Jer seguía distraído, como si tuviese muchas cosas que robaran su atención.
—¿Será un buen momento para decirles a mis papás que Marypaz se vendrá a vivir conmigo?
—¿Ya se lo pediste? ¿Qué dijo? ¡Que emoción!—agregué sorprendida y entusiasmada—. Claro que será una excelente ocasión para decírles.
—¿Y cuándo se mudará?—la timidez con la que Jeremy me pareció un poco extraña así que le hice un pequeño gesto a Rámses, pero mi francés también había prestado atención.
—Jer, esta es tu casa, Marypaz se mudará con él a su habitación. Después de que pasen su luna de miel como conejos, se calmarán las cosas—le explicó el francés y Jeremy sonrió tratando de restarle importancia al asunto, pero se relajó tanto que me confirmó que por un momento si creyó que lo estábamos corriéndolo de la casa.
Así que me senté a su lado, empujándolo un poco con mi cuerpo para que despegara su vista del teléfono. Siempre estaba metido en el jugando, pero cuando me asomé a ver su pantalla, solo estaba navegando sin rumbo entre las aplicaciones que tenía. No estaba bien, era algo seguro.
—¿Qué te preocupa?—pregunté.
—Muchas cosas.
—Pero sobre nuestra familia.
—Mike asomó la idea de que podía mudarme con ellos— escupió y los hermanos dejaron la computadora de un lado y comenzaron a prestar atención.
—¿Y tú que quieres hacer?.
—Es mi papá.
—También los nuestros y no vivimos con ellos—respondió Rámses—. ¿Mike te lo pidió o te lo sugirió?.
—Solo lo ofreció.
—Y aunque te lo hubiese pedido, no tienes por qué irte a menos que de verdad quieras hacerlo—fue el turno de Gabriel de hablar—. Creo que mi padrino quiere pasar más tiempo contigo, conocerte mejor, quizás recuperar todo lo que no pasó a tu lado.
—Enseñarte a afeitarte, montar bicicleta, atrapar la pelota—burló Rámses.
—No me siento cómodo con la idea de vivir con él, ni siquiera con Hayden. Con ustedes tengo un sitio donde no debo sobre pensar en que pasé de ser huérfano, a tener un padre adoptivo y ahora también a un padre biológico.
—Cuando lo vemos así, pareciera que Hayden y Mike, fuesen pareja—Gabriel soltó una gran carcajada que hizo reír a Jeremy.
—Sé que es mucho en poco tiempo, pero con esta familia a veces hay que dejarse llevar. No te obligarán a que te mudes con ninguno de ellos y si llegasen a insistirte, nosotros te apoyaremos—confirmé.
—Hay algo que no les he dicho...—murmuró y respiró profundo—. Es sobre mi mamá... Mike... ehm...
—Si no quieres decirnos, no te presiones—dijo mi francés.
—O dilo de una vez—ofreció Gabriel y lo miré con reproche, a ese portugués le gustaba demasiado un chisme.
—Mike me dijo que él y mi mamá tenían una relación casual, se daban poca información personal el uno del otro pero que estuvieron viéndose por varios meses, pero algo no me terminaba de encajar en la historia, así que presioné...
La verdad es que nosotros tampoco habíamos entendido mucho ese tipo de relación que Mike y la mamá de Jeremy tenían, creíamos que faltaban muchas piezas por encajar y que quizás ellos tampoco sabían, sobre todo a lo que se refería a la mamá de Jeremy. Pensábamos que compartíamos el mismo misterio.
—Mi mamá siempre me dijo que no teníamos familia, que éramos solo nosotros dos. Nunca hablaba de sus papás, no sé si tuvo hermanos o hermanas. Pero a Mike si le contó algunas cosas. Creo, creo que tengo más familia.
Eso era algo que me sorprendió demasiado, ahogué un corto suspiro y puse mi mando en el hombro de Jer, no imaginaba lo que él se tuvo que haber sorprendido
—¿Y por qué no te lo diría?—era la principal duda que tenía.
—Mi mamá trabajaba en un restaurante antes de caer enferma, una cafetería 24 horas. No era el mejor trabajo, pero le permitían hacer todas las horas extras que necesitara y ahorraba mucho en comida. Pero no sé nada de ella antes de que ella empezara a trabajar allí; sé que llegó a pedir el trabajo ya embarazada de mí y lo que siempre me repetía era que había empezado de cero y vaya que lo había hecho, porque de verdad no había logrado saber nada más de ella antes de eso. Es como si su vida hubiese empezado cuando salió embarazada de mí, de hecho, eso era lo que ella afirmaba "nací junto contigo".
—Está bastante raro este rompecabezas—concedió el francés—, ¿Qué más sabes o te ha dicho Mike de tu mamá?.
Jeremy había estado dándole vueltas a la información que quería darnos, lo sabía porque había aprendido a conocerlo. Era muy metódico para sus cosas, organizado, no hacía las cosas de forma impulsiva salvo cuando se fue al cementerio, y por esa forma de ser es que sabía que no decía las cosas que tenía en mente sin antes pensarlas muy bien, sin analizarlas. Y cuando estaba sobre pensando algo tenía la misma actitud que tenía ahora, la misma actitud que ponía cuando me hablaba de todos sus planes para conseguir a su papá biológico, antes de saber que era Mike.
—Mike conoció a mi mamá en un bar, un bar de chicas, de... no era un prostíbulo—se apresuró a agregar, le estaba costando explicarse y antes de que cualquiera de nosotros pudiera reaccionar a sus palabras—, aunque el trabajo si consistía en convencer a los clientes en consumir más bebidas y quizás algunas de las chicas que allí trabajaban si hicieran algo más que eso, algunas si se iban con los clientes para... bueno...—reconoció al final bastante apenado, sin poder terminar la frase.
—Oh...—fue lo único que pude decir, aunque quizás debí decirle que no debía sentir vergüenza de nada, ni siquiera de contarnos. Quise decirle que no tenía que hablarnos de esto si no quería, si no se encontraba listo, pero él prosiguió antes de que mis labios saliesen de mi asombro.
—Se conocieron porque ella se sentaba en la mesa de los clientes y les sacaba conversación para que siguiesen tomando, para que regresaran. Las chicas no tenían la obligación de irse con ningún cliente, si lo hacían era porque lo deseaban y era decisión y ganancia personal. Allí trabajaba mi mamá y fue donde conoció a Mike.
Jeremy estaba con sus mejillas sonrojadas, mirando sus manos sin estar viéndolas realmente.
—¿Qué más te contó?—presionó Gabriel aunque esta vez no creía que fuese solo para conocer el cuento completo.
—Ella se sentaba en la mesa de los universitarios y así fue como comenzaron a hablar. Al principio solo hablaban en el bar, pero Mike un día la invitó a salir y así fue como comenzaron a verse fuera del trabajo. Me dijo que iba todas las noches para que ella no tuviese la necesidad de sentarse en la mesa con ningún otro tipo. Irse con algún cliente era voluntario de cada chica, pero sentarse a hablar con ellos, mantenerlos consumiendo en el local, era obligatorio. Ellos iniciaron esta relación fuera del trabajo y fue como le contó algunas cosas personales, pero como no sabían nombres ni apellidos, poco importaba que información de su familia podría darle, porque no tendría forma de ubicarla.
>>Le dijo que venía de un pequeño pueblo llamado Manderson, lo googlee y es en Wyoming, que se había cansado y aburrido de esa vida y que no había nada que pudiera hacer para salir de allí, más que huir de su familia. Así que se subió en un autobús y pasó por varios pueblos y ciudades hasta que consiguió ese trabajo que le daba lo suficiente para poder vivir sola. Mike la visitaba en su pequeño departamento, que compartía con otra de las chicas del bar. Ella le dijo a Mike que prefirió perder el contacto con su familia porque era muy tradicionalistas como para decirle que su hija menor estaba trabajando en un bar de compañía, pero que llamaba en las fechas importantes para saber de todos.
>>Es probable que tenga abuelos, que tenga tíos o tías, quizás primos. ¿Por qué me lo ocultó? No teníamos una mala vida juntos, no podía ser peor que estar con familiares apoyándonos. No tuve que haber pasado solo por su enfermedad, no tuvo que estar sola. ¿Por qué nos aisló de esa manera?.
—No creo que puedas tener respuestas en estos momentos—acaricié a Jeremy por la espalda, no sabía que decirle para quitarle la tristeza que tenía, con razón el pobre estaba tan perdido en sus pensamientos, tenía muchas cosas que asimilar, que entender.
—No con nosotros, por lo menos—Gabriel, tenía nuevamente su laptop sobre su regazo—. Planeaste conseguir a tu padre biológico con mucho menos información que la que ahora tienes. ¿Quieres respuestas? Pues vamos a buscarlas.
—Y si es necesario que vayamos hasta el pueblo y preguntar de casa en casa, hallaremos a tu familia. Y cuando los conozcas, los veas, quizás sepas más de tu mamá y del por qué prefirió alejarse—Rámses apretó su hombro y eso motivó más a Jeremy.
—Ella no quería que los conociera—replicó.
—Ella pudo estar temerosa de que la fuesen a juzgar, pero no necesariamente significa que ellos fuesen a ser malas personas, o que no hayan cambiado. No puedes cerrarte a la idea de conocerlos, pueden responder muchas de tus preguntas—insistí y el chico, luego de varios minutos, por fin accedió.
Los planes que estábamos haciendo para escaparnos un fin de semana los dejamos de lado para ayudar a Jeremy con su investigación.
Habíamos pensado en mantenerla en secreto, a petición del mismo Jeremy, pero cuando Hayden llegó de visita y nos sorprendió en los planes, no quedó de otra que explicarle todo, y por supuesto que él le contó a mis otros padres; sin embargo todos apoyaron la búsqueda. Mike, se ofreció contratar a un investigador que Jeremy aceptó cuando llegamos a un punto muerto de nuestra investigación.
Y mientras Mike contactaba al investigador que lo había ayudado a buscar a Jeremy, Hayden y Fernando lograron planificar nuestra pequeña escapada de fin de semana, sin saber que se enterarían de que Marypaz viviría con nosotros.
Rámses y Gabriel estaban seguros del apoyo que recibirían a esa mudanza, yo no tanto, no porque la idea no me encantase sino porque un padre sensato pondría muchísimos peros a que su hijo comenzara a vivir con su novia. El caso mío con Rámses había sido distinto, yo tenía una situación en casa tan complicada que no recibirme era enviarme a vivir en mi pesadilla. De una u otra forma estuvieron obligados a recibirme, algo que ellos odiaban que dijese, pero que era la realidad. Lo hicieron con amor, lo hicieron voluntariamente, lo hicieron para protegerme, pero si yo hubiese podido regresar a casa y estar segura, me hubiesen enviado de regreso, y eso nunca han podido negarlo.
Claro que la situación actual de Gabriel es otra, no está en el instituto sino en la universidad, vivimos en una casa solos, aunque la pagan nuestros padres. Tenemos mucha más libertad y la relación de Rámses y mía definitivamente sentaron un precedente, como dice Gabriel, para que él pueda repetir el patrón con Marypaz.
POV Gabriel
—¿Me apoyarás, verdad?.
—Es hasta ofensivo que lo dudes.
—Sé que no te agrada mucho la idea.
—La convivencia no es fácil, te lo he dicho, pero si aun así insistes en hacerlo, claro que te apoyaré.
—¿Y la paternidad, la consideras fácil?—pregunté.
Con mi hermano nunca había tenido problema en decirle las cosas a su cara, a excepción cuando creí estar enamorado de Amelia. Sin embargo en lo que se refería a la posible adopción del hijo de Stuart no habíamos podido hablar.
—Ya sabes lo que pienso.
—Sé lo que pensabas cuando el hijo que te haría padre era el tuyo.
Ese día mientras todos esperaban por saber de Hayden, Rámses me llamó aparte y soltó sin aviso previo que Amelia estaba embarazada. Me ahogué con el jugo, pudo haber esperado a que terminara de tragar el sorbo que tenía en la boca, pero creo que no podía contenerse.
Rámses por lo general mantenía una apariencia serena ante cualquier conflicto, podía estar muriéndose por dentro, pero por fuera pocas veces se filtraba su temperamento o sus emociones, salvo que fuese el enojo, ese se le escapaba fácilmente. Así era por lo menos antes de conocer a Amelia, porque ella lograba volverlo loco, romper todas sus barreras, y por supuesto haberla embarazado era un sentimiento que no lo podría disimular.
Estaba en un estado de shock donde veía pasar por sus ojos todo lo que su vida futura como padre le deparaba, miles de pañales, formula de bebe y mucho llanto. Trataba de mantenerse calmado en el hospital y pasó desapercibido únicamente porque todos estaban lo suficientemente nerviosos por Hayden como para darse cuenta de él, yo si notaba sus nervios filtrándose por la piel.
Con Hayden a salvo, nuestros temas en la madrugada era el bebé que venía en camino. No quería omitir opinión delante de Amelia, no quería influenciarla, pero a mi si me contó la decisión que había tomado desde el primer momento: si Amelia hubiese tenido al bebé, él no lo hubiese dado en adopción. Pero esta situación es muy distinta.
—Es un niño inocente, con padres de mierda, pero sin ninguna culpa. Él no los escogió.
—Y además sería el hermano o la hermana de Amelia—agregué y mi hermano torció el gesto.
—Eso es lo que más me preocupa, que sea una niña. Una nueva niña en manos de esos dos degenerados.
—¿Y si Amelia no acepta adoptar al bebe?
—Lo haré aunque tenga que rogarle a Rosalía que me lo entregue.
—¿Lo adoptarías aunque Amelia no quisiera?—me sorprendí, porque eso podría cambiar el rumbo de la relación de ellos.
—¿No lo harías tú? ¿o cualquiera de nosotros?.
Asentí, porque sabía que no dejaríamos que ese bebé se quedara con Rosalía, menos sabiendo que seguía manteniendo una relación con Stuart. Tampoco lo dejaríamos ir a una casa de acogida quien sabe por cuánto tiempo, sin saber si sería adoptado y quien lo adoptaría. No lo hicieron con Jeremy, no lo harían con el hermano de Amelia.
—El tiempo corre en contra, sé que ella lo sabe pero...—pero mi cuñada se estaba tomando demasiado tiempo para decidir.
—Lo sé. No la quiero presionar porque para eso los tiene a ustedes...—respiró profundo y cerró los ojos por un momento— pero quisiera que tomase una decisión pronta. Sea buena o mala, pero que tome una decisión para saber qué haremos. Para saber si debo mentalizarme en que me convertiré en padre de mi cuñado o para saber si me convertiré en padre soltero adoptivo de mi cuñado.
—Soltero...—repetí en un murmuro.
—Soltero, porque si Amelia no quiere asumir su responsabilidad, y yo aun así lo hago, sé muy bien que estaría forzándola a algo que no querrá. Tarde o temprano, y creo que sería más temprano que tarde, me dejaría.
Quería decirle que no sería así, pero no era lo que yo creía de corazón. Si Rámses la obligaba a convertirse en madre cuando ella no lo quería, fracturaría la relación, pero lo que si creía con seguridad fue lo que le iba a decir.
—Pero no sería para siempre, porque en algún momento entenderá que era lo mejor y quizás hasta termine agradeciéndolo.
Rámses no respondió la sonrisa que le di, era algo que le preocupaba enormemente.
—Estoy orgulloso de ti—y apreté su hombro—, no es una decisión fácil, pero creo que es la correcta.
Mi teléfono sonó y vi el nombre de mi novia en la pantalla. Había aterrizado su avión. Me disculpé con mi hermano y salí a buscarla.
Como siempre que debía encontrarme con mi chica, mi corazón se aceleraba. La vi esperándome con su pequeño bolso, luciendo impaciente como siempre y sonrió en cuanto me vio.
La tomé entre mis brazos y la apreté con fuerza contra mí. No sabía nunca el frio y el vacío que sentía en mi vida, sino hasta que la abraza y su calidez me embargaba. Besé su cuello, olisqueé el aroma de coco de su cabello y la dejé que me acariciara mi espalda y mi nuca. Esos momentos eran los más dulces y por el tiempo que llevábamos juntos también eran un cruel recordatorio de la despedida por la que siempre teníamos que pasar.
Por eso tomamos la decisión de mudarnos juntos, bueno en realidad la primera decisión era estar en la misma ciudad, y decir quien tendría que mudarse fue realmente fácil, yo no lo quise proponer, aunque la lógica me dictaba que tenía que ser ella, pero fue la misma conclusión a la que ella llegó. Su carrera podía estudiarla en Boston, y con sus buenas calificaciones podía ingresar a muy buenas universidades, mejores incluso de la universidad donde actualmente estudiaba; sin embargo, cambiar mi carrera a otro campus que no fuese de la Ivi League, era disminuir la calidad de mi universidad.
Y ella quería un cambio, no se había adaptado a la ciudad, a la cultura, al clima. Aunque yo adoraba ese eterno bronceado que hacía marcar su piel entre el límite de lo permitido y lo que era solo para mí, para mis ojos, para mi boca, para mi...
—Tengo hambre—murmuró contra mi piel y sonrió cuando se dio cuenta que me erizó.
—Yo también—y mordí mis labios.
—¡De comida!—dijo riendo—, bueno de eso también, pero necesito alimentarme con urgencia no me dio tiempo de comer antes de salir y ya sabes cómo es la comida de los aviones.
—Bien, comida primero, sexo desenfrenado después—tomé su bolso y su mano y caminé de regreso al auto.
—¿Qué te parece si comemos italiano?, tengo muchas ganas de comer pasta.
La besé antes de arrancar el auto y llevarla a uno de los mejores restaurantes de la zona, aprovechando de mostrarle algunas cosas que en su visita anterior no pude mostrarle. Después de todo ésta también sería ahora su ciudad, y estas serían las mismas calles que recorreríamos juntos.
Después de la cena insistió en que la llevase a la que sería dentro de poco su nueva universidad. La Universidad de Boston era impresionante por su arquitectura, pero también por su privilegiada ubicación frente al rio Charles. A pesar de lo tarde que era, aun contaba con gran vida nocturna, así que la miré como se asomaba por la ventana como un perrito desesperado por saltar del vehículo.
—Es tal como lo imaginé, como se veía en las fotos. ¿Puedes creerlo, mi amor? ¡Es la Universidad de Boston!. ¡Beca total, bebé!.
Se había esforzado muchísimo para lograr sus excelentes notas y sobre todo para poder calificar a una beca, que fuese una beca total fue un gran logro porque sus padres no hubiesen podido costear esta universidad.
Eso fue lo que ayudó a que decidiéramos vivir juntos porque su beca no incluía el alojamiento y todos los gastos de comida, pero si vivíamos juntos no tendría que preocuparse por la vivienda ni transporte y el dinero de su asignación mensual podía cubrir todos sus gastos.
Desde la nueva casa quedaría incluso más cerca de su universidad, apenas 15 minutos. Todo había sido una señal del destino, de Dios, del universo, de que íbamos en el camino correcto. De que estos eran los pasos que debíamos seguir.
Y yo quería que sus pasos siempre fuesen al lado de los míos, hasta que un día pequeñas pisadas nos acompañaran en el recorrido.
—Hora de ir a casa—anuncié y ella gimió triste—. Mañana debemos levantarnos muy temprano—le recordé—, y tengo hambre.
Sus ojos se oscurecieron, deseando lo mismo que yo y se acercó hasta mí, paseando su mano desde mi rodilla hasta mi entrepierna.
—¿Qué tan cerca estamos de la casa? Porque si mañana debemos levantarnos temprano, mejor que ganemos terreno.
—Lo suficiente para que cuente como juegos previos.
Apretó mi incipiente erección y comenzó a masajearla por encima de la ropa, hasta que estuve completamente duro, mientras que ella hacía lo mismo con su intimidad.
Deslizó su mano por dentro de su pantalón, extendió lo más que pudo sus piernas y comenzó a acariciarse, dejándose llevar por su propio ritmo y emitiendo pequeños suspiros y espasmos que me hacían palpitar en mi apretado pantalón.
En el primer semáforo que pude tomé su mano y la metí por dentro de mi pantalón.
—Si lo vas a hacer, hazlo bien—murmuré.
—Yo siempre lo hago bien—y un gemido escapó de su boca al final de la frase—. Estoy tan húmeda, tan lista.
Aceleré lo más que mi cerebro me permitió, antes de que mi pene fuese el conductor oficial de la noche, con mi respiración agitada y mis latidos aumentando al mismo tiempo en que ella incrementaba sus movimientos. El ruido que causaba sus dedos deslizándose entre todo el pozo de su humedad me encantaba, me hacía incluso salivar, como si fuese el néctar que me quitaría la sed.
Llegué a la casa y ella se detuvo para admirarla impresionada.
—Es mucho más grande de lo que imaginé.
—Me halagas, pero ya sabes muy bien su tamaño—ella sonrió, siempre entendía mis dobles sentidos.
Era una casa que a todos nos había encantado desde el momento en que la vimos. Tenía estacionamiento a un costado de la casa para no menos de 4 vehículos, algo que era necesario, además de que estaba permitido que los autos también estacionaran en la calle. Las habitaciones estaban todas en el segundo piso, y la sala, la cocina y el comedor en la parte de abajo. Descubrimos que, en el sótano, además de tener espacio para la lavadora y secadora, también había espacio suficiente para algunas de nuestras máquinas de pesa, lo que resultó ideal para economizar gastos.
Sé que a mis papás no les pesaría económicamente que mi novia viviese conmigo, pero quería realizar un mejor aporte, por lo que renunciar al gimnasio y entrenar en casa, era una forma de contribuir y algo que francamente prefería siempre.
Estacioné el auto y abrí la puerta del copiloto para ayudarla a bajar, no que lo necesitara, pero me encantaba hacerlo, sin embargo cuando le tendí mi mano ella no solo la tomó sino que se abalanzó encima de mí, con su boca estrellándose con la mía, con su lengua demandando la entrada.
Enredé mis manos en su cabello, recorrí su espalda y apreté sus nalgas con fuerza, hasta que gimió de placer y dolor. Ella me tenía acorralado contra la pared, pero cuando retrocedí la acorralé contra el costado del auto. Desabroché su pantalón y subí lo suficiente su camisa para poder admirar su pecho.
En un movimiento increíblemente rápido ella soltó el botón y el cierre de mis jeans y bajó con notable destreza mi ropa, dejándome desnudo de la cintura para abajo, expuesto y deseoso.
Bajé su sostén y devoré cada uno de sus senos, pasando mi lengua por sus pezones, mordisqueándolos, metiéndolos por completo en mi boca, succionando con fuerza como nos gustaba, y cuando terminé de comérselos me sorprendí al ver que ella también estaba desnuda de la parte de debajo de su cuerpo.
Por su pierna corría un pequeño hilo de lubricación, una cascada que me excitaba causar en ella.
Se giró y me miró por encima de su hombro mientras comenzaba a inclinarse y quedar expuesta ante mí, con sus manos apoyadas en el asiento donde hasta hace unos minutos estuvo sentada. Toqueteé su humedad, usando su cascada para humedecer mis dedos antes de entrar en ella, masajeando sus entrañas, buscando ese punto que sabía que la volvía loca.
—Mi amor, por favor—suplicó en un susurro, moviendo su cadera aupándome a entrar en ella.
Y yo no quería esperar más, así eran siempre nuestras primeras veces cuando nos reencontrábamos, un sexo rápido, sucio, muchísimas veces en lugares públicos donde las ganas nos superaban. Las segundas veces eran más románticas, más minuciosas, más lentas.
Gruñimos del mismo placer cuando de una sola estocaba la penetré por completo. Apreté sus nalgas, como si fuesen un asidero de la fuerza que estaba inyectando en cada momento.
—Más... rápido—pidió y obedecí.
Mas rápido, más fuerte y más adentro. Tantas veces como fue necesario hasta que sentí el cosquilleo recorrer mi cuerpo y le anuncié que estaba cerca de venirme dentro de ella. Se apuró para dejarse llevar en el mismo precipicio de mi orgasmo, y con tan solo segundos de diferencia vacié todo mi placer en su humedad y ella gimió en un torrente caliente que sentí correr en mi miembro.
Agotados, exhaustos y satisfechos, entramos a la casa, el segundo encuentro merecía una cama y el chocolate que guardé en mi mesa de noche para untárselo.
—Ya me dio miedo. ¡Toda tu familia está allá afuera!
—No te puedes quedar acá y tenemos que irnos pronto—sabían que eran nervios de último momento, así que continué recogiendo las cosas que nos llevaríamos, ella por su parte trataba de limpiar los restos de chocolate del piso y de la pared.
—Piénsalo... tu y yo solos, todos estos días.
—Por muy tentador que suene y más cuando estás agachada en esa posición, te recuerdo que vivimos juntos y que mi familia sabe que estás acá.
—No estoy lista mi amor, no lo estoy—su cara palideció.
—Si lo estás, lo estamos. Además, ya vives acá, ¿pretendes esconderte por varios años?
—Seré la nueva Anna Frank, sin holocausto y ... bien fue una terrible analogía.
Dos golpes en la puerta la hicieron saltar, pero mi hermano no dio tiempo de que respondiese. Entró con los ojos tapados con su antebrazo y cerró la puerta detrás de sí.
—Espero que ya estén listos, porque es hora de irnos. Hayd avisó de que ya están llegando.
—Estamos listos y vestidos, gracias a Dios porque no diste tiempo de más nada, pero ella tiene miedo de salir. Anda amor—se había acostado en el piso en lo que escuchó la puerta. Realmente estaba nerviosa.
Mi hermano sonrió y se acercó para darle un pequeño abrazo.
—Bienvenida. No estés nerviosa, eres la novia de Gabriel, ya eres de la familia. Aunque, no quieres conocer a Mike estresado por salir tarde, es una verdadera molestia.
Rámses salió de la habitación y esperé que ella terminara de dominar sus nervios para poder también salir. Una de las razones por la que también mantuvimos nuestra relación en secreto fue por todos los problemas que tuvimos en el pasado, esos mismos que a ella aun le costaba hablar, por vergüenza. Ella solía ser su peor Verduga, la que más duramente se juzgaba y la que no había podido perdonarse a sí misma.
La tomé por la cintura y pegué su delgado cuerpo contra el mío. Había aprendido a amar su nuevo cuerpo y le había enseñado a amarlo también. No extrañaba sus curvas ni esos rollitos que se le hacían, porque ella era mucho más que kilos, peso y calorías. Era mucho más que lo que se podía ver en un espejo. Era una persona maravillosa, divertida, alegre, sincera, comprensible y para nada perfecta, lo que la hacía ser la persona más empática que había conocido.
Esos kilos que había perdido con su desorden alimenticio, nunca los había podido recuperar, yo no los extrañaba para nada. Quería que ella estuviese bien y estuviese sana, y en estos momentos, lo estaba.
—¿Y si no...
—Eres mi novia, eres familia. Ya escuchaste a mi hermano. Lo que pasó, está en el pasado. Los agraviados seguimos adelante, perdonamos y olvidamos lo ocurrido. Ya lo superamos, es hora de que tu también ya lo hagas, mi amor.
La besé para calmar sus nervios, para contagiarle un poco de confianza, de seguridad, esa que yo sabía que solo tenía en apariencia porque solo yo conocía su lucha interna.
—Esto contará como prueba de amor—murmuró antes de salir de la habitación y encontrarnos con todo el caos en la sala.
—¡Ya vienen llegando!—anunció Amelia excesivamente alto desde el primer piso de la casa—. No puedo creer que no me hayas despertado. ¡Te dije que tenía cosas que arreglar en la mañana!—le reprochaba a mi hermano mientras el francés se reía.
—Si intenté despertarte, pero me pusiste cachondo.
—¿Y tú no puedes tener un poco de fuerza de voluntad? ¡Solo un poco Rámses!. ¿Dónde están los cepillos de diente y la pasta? También me faltan los cargadores—y sus pasos retumbaron por toda la casa.
Jeremy entró en la sala, con su bolso en la espalda. Estaba listo para partir. Me miró y sonrió cuando vio a mi novia.
—Bienvenida—se apresuró a decirle cuando le tendió la mano—, soy Jeremy, el único soltero de la casa. Es un gusto por fin conocerte.
Marypaz le sonrió un poco nerviosa, a veces su timidez volvía a apoderarse de ella.
—Te ayudaré a buscar una novia—le aseguró y Jer sonrió.
—No tengo apuros.
—Dices eso porque sigues enamorado de aquella chica del autobús—le recordé. Jeremy no lo negó, pero sabía que era alguien a quien quería olvidar.
—No tengo fuerza de voluntad cuando se trata de ti, lo sabes—Rámses bajó las escaleras con los bolsos que faltaban, justo en el momento que las bocinas de los autos nos anunciaron que era hora de irnos.
—¡Llegaron!—gritó Jeremy y escuché el pequeño grito de Amelia en la habitación de arriba.
Rámses pasó su mano por su cabello desordenado y me guiñó un ojo.
—Díganme que están listos, es un viaje de 5 horas y quiero evitar el tráfico de todas las personas saliendo de la ciudad—exclamó Mike, mientras entraban en la casa.
Mi muy asustadiza novia apretó mi mano con fuerza y escondió una parte de su cuerpo detrás del mío.
—Estamos listos para irnos—alcé nuestras manos unidas y besé la de ella, un pequeño beso que esperaba la calmase.
—¡Ya estamos listos, todo fue culpa de Rámses!—Amelia bajó las escaleras, con su cabello desordenado y su cara enrojecida.
Y entonces por fin, me vio, la vio y gritó emocionada.
Corrió hasta Marypaz y la abrazó con tanta fuerza que solté su mano antes de que me tumbase al piso. Amelia daba saltitos emocionada y Marypaz no tuvo de otra que unirse a ellos.
—¡Llegaste!—gritó—. ¿Por qué no me avisaste? Por fin tendré apoyo, no seré la única lidiando con tantos hombres—su alegría era sincera.
Miré a mis papás, esperando alguna reacción.
—Siempre es un gusto verte, Marypaz—dijo mi papá mientras se acercaba a saludarla.
El resto, lo imitó dándole palabras de bienvenida. Planeaba decirles cuando llegáramos a donde pasaríamos los días de descanso, que Marypaz había llegado para quedarse.
—¿Y tus cosas?—escuché que Amelia le susurró.
—Llegan el lunes. Me traje solo mi ropa. Lo demás quedó todo embalado, una amiga me ayudará a entregar las cajas a la empresa de mudanza.
—Me tienes que contar todo, no sé lo que dijeron tus papás de todo esto—insistió Amelia emocionada, mientras caminábamos al estacionamiento y comenzábamos a guardar los bolsos
—Bueno, te diré lo que me digan cuando se los diga.
—¡¿Qué?!—gritó mi nada discreta cuñada, y Marypaz le tapó la boca con su mano.
—Aún no saben, y aún no se los diré. Mia, soy adulta y tomo mis propias decisiones. Mis papás no pagan mi carrera y el dinero que me pasan mensualmente es producto del acuerdo de divorcio, lo sabes. Probablemente no les guste que tome decisiones sin consultarle, pero oye, ellos también han tomado decisiones sin consultarme a mí, como vender la casa donde crecimos, inscribir a mis hermanos en un internado en el que no quieren estar, mudarse de ciudad.
Amelia abrazó a su amiga, todos esos eran temas difíciles de tratar para Marypaz, difíciles y dolorosos. Ella no había querido decirles y yo respetaba su decisión, después de todo tenía razón al decir que ellos no pagaban nada de ella, incluso nuestra relación a distancia era financiada por mí, porque yo no dejaba que ella gastase nada, pues sabía que esa asignación mensual solo alcanzaba para sus gastos, nada extra ni fuera de presupuesto. Otra razón por la que era mejor que viviéramos juntos.
Habíamos hecho una pequeña montaña con todos los bolsos que llevaríamos. Mi hermano y yo lo mirábamos, sin saber cómo haríamos para meter todas esas cosas en los autos.
—Vienen llegando—anunció mi papá.
—¿Quién más viene?—pregunté.
Amelia y Maripaz seguían susurrando a un lado de la casa, apenas lograba verlas en la oscuridad, después de todo eran las tres y media de la mañana, y éramos los únicos despiertos en toda la calle.
—No viajaremos en nuestros autos—explicó mi papá—, son autos de ciudad y a donde vamos ellos no pueden ir.
—Sonaste a publicidad—me reí.
—Fue la publicidad con la que estos tontos se dejaron convencer—Johana no estaba muy feliz—. Con mi auto, el de Mike, Fernando, Hayden y el de ustedes, por supuesto que pudimos haber ido, pero noooo los niños atraviesan esta crisis de edad.
—¿Qué autos rentaron?.
—No lo sé, no me han dicho, así de grande es la crisis que atraviesan.
—Nada económico sale nunca de sus crisis—se rio mi hermano—. ¿Recuerdas aquella crisis donde compraron las motos?
—Tenemos muchísimos recuerdos de ellos en esas motos, como las miles de fotos que se tomaron o la vez que Hayden intentó manejarlas.
—Necesitaba ruedas de ayuda—burló Rámses—, no podía subir los pies, así que iba empujándose con ellos.
Johana se rio cuando Rámses comenzó a hacer la descripción gráfica.
—Pero solo eso quedó de las motos, fotos—y más nada porque las vendieron al poco tiempo.
—La marca de la rodilla de mi papá y la chaqueta de cuero de Mike—agregó Rámses.
—Amo esa chaqueta de cuero—suspiró Johana sin dejar de reírse—. Entonces ya ven el por qué estoy preocupada por esta nueva crisis.
—No compramos nada—se defendió Mike.
—Todavía—agregó Hayden—. Alquilamos los autos, si nos gustan, puede que los compremos.
La calle se iluminó con las luces de los autos. Las chicas que se habían ido alejando de a poco regresaron hasta la casa un poco asustadas, después de todo seguía oscuro y dos autos desconocidos se acercaban.
—Cómprala, cómprala—exclamé en cuanto vi la camioneta.
—Creo que se me paró—murmuró Rámses a mi lado, acomodándose la entrepierna.
Quizás en verdad si había tenido una erección, creo que yo también podría tenerla, después de todo frente a nosotros estaba la última Chevrolet Blazer que había salido al mercado. No distinguía el color, pero sabía que debía ser uno oscuro, porque los detalles cromados resplandecían en su carrocería. Era inmensa, imponente, hermosa.
—La queremos, papás, la queremos—Rámses se acercó hasta donde mis papás, como niño que pide un helado, halando las camisetas y sin despegar la vista de la que tenía que ser nuestra nueva camioneta.
—Sabía que les gustaría—coincidió Mike—. Es realmente magnifica ¿verdad?. Tiene un motor 2.0 turbo de 237 caballos de potencia.
Rámses volvió a acomodar su entrepierna.
—9 velocidades, con sistema manual automatizado, supera a todos sus anteriores modelos, incluso en longitud.
Sobre ella el equipo que la había traído, instalaban una cúpula portaequipaje, arruinaba definitivamente su figura estilizada, pero era necesario para poder guardar todas las cosas.
—Señores O'Pherer, buenos días—un señor, poco más joven que mis papás, que había bajado de la camioneta, se aproximó a saludar, era muy seguramente, el representante de la concesionaria a quien le iban a caer todas las comisiones de este alquiler y probablemente de la venta.
—Es demasiado grande—comentó Marypaz.
La besé en la mejilla cuando llegó a mi lado y le susurré: —Así me decías anoche.
Ella sonrió y me abrazó.
—Prefiero los autos que ya tenemos, son más discretos, aunque si concederé que está preciosa—agregó Amelia.
El ejecutivo hacía firmar los documentos a mis papás antes de entregarle los juegos de llaves.
—Todo instalado señor—comentó uno de los chicos que colocaban la cúpula—. ¿Los ayudamos con sus valijas?
Hayden asintió y ayudó a cargar los bolsos hasta la camioneta.
—¿Y ustedes qué? ¿Se les partirán las uñas? ¡Ayuden!—dijo refiriéndose a nosotros, que seguíamos absortos contemplando la camioneta.
Agarré un par de bolsos, así como todos y los llevamos hasta la camioneta. Mientras los chicos los arreglaban en la parte superior, asomé mi cara a través de las ventanas, viendo el interior de la camioneta que aun olía a nueva. Era inmensa, tal como aseguraba el constructor y en apariencia excesivamente cómoda.
—¿Y Jeremy?—preguntó Mike cuando notó su ausencia.
El pobre se había quedado dormido en las escaleras de la entrada de la casa. Jeremy en general tenía un mal dormir, se despedía todas las noches para encerrarse en su habitación, pero dormir era lo último que hacía, jugaba por horas en la computadora y más de una vez había amanecido sin dormir nada. Esta era una de esas veces.
—¿A qué hora se acostaron?—Preguntó Mike mientras lo miraba dormir, con su cuello en una posición rara y su boca abierta.
—Temprano—mentimos todos al unisonó.
—Nos espera un viaje de 5 horas en auto, más les vale que estén en condiciones de manejar—nos reprendió.
—Gabriel alcanzó a dormir 3 horas—dijo Marypaz con sus mejillas seguramente sonrojadas, porque, aunque no lo dijese, fue su culpa que no pudiéramos dormir antes.
—Yo dormí menos que eso, pero me levanté más temprano—Rámses, orgulloso besaba a Amelia, quien tapaba su rostro.
—Bien, tu manejas hasta la primera parada y tú, francés petulante dormirás para que puedas manejar el resto del camino—Hayden flotó las llaves de la camioneta en mi dirección y las atrapé contra mi pecho, con Rámses un poco enojado, él quería definitivamente manejarla.
—¿Será una para cada uno?—pregunté esperanzado.
—Claro que si, solo debes decirnos cual de tus riñones quieres que vendamos—Hayden fingió hacer una incisión en su costado derecho y usando sus dedos como el resto de los instrumentos quirúrgicos, realizó una extracción perfecta e imaginaria de uno de sus órganos.
—La compartirán—aclaró Fernando— y ya quedará de ustedes el sistema que usarán para no matarse en el proceso.
—Tiene 7 puestos y nosotros somos 9—comenzó a hablar Amelia—. ¿Quién va en las piernas de quién?.
—No es el único auto que alquilaron, Mia—explicó Johana, con sus brazos cruzados. Ella de verdad no estaba muy feliz con esta decisión
Mike se acercó hasta ella, haciéndole ojitos, sonriéndole y por fin besándola hasta que ella sonrió también.
—Podemos darnos ciertos lujos, amor—le dijo mi papá sin dejar de besarla.
—Tenemos una boda bastante costosa que pagar todavía—le recordó.
—Este es el regalo de bodas de los chicos para mí—mintió y sin embargo mi papá y Hayden asintieron como focas desesperadas.
Un auto llegó hasta la entrada de nuestra casa. El rugido de su motor me dio escalofríos.
Rámses comenzó a dar saltitos apoyado en los hombros de mi papá. Mike soltó a Johana y se apresuró a acercarse. Unos cuantos años menos y también estuviese dando saltos junto a Rámses.
—Ya anda—me dijo Marypaz, soltando el abrazo y me apresuré hasta el auto.
—Es un Maserati GranCabrio—Rámses acariciaba la figura del auto con excesiva delicadeza.
Era negro, completamente a diferencia de la camioneta que tenía cromado en sus accesorios. El escudo del Maserati era lo único plateado que tenía el vehículo. El afortunado que llegó manejándolo salió del auto no sin antes accionar la capota, que comenzó a replegarse dentro del vehículo, pasando de ser un auto de ciudad a un deportivo descapotable en pocos segundos.
—¿Les gusta?—preguntó Mike, como si la excitación de Rámses o la baba sobre mi mentón, no fuesen suficiente respuesta.
—Es una mezcla perfecta de Maserati con Ferrari en sus componentes porque su resistencia deriva del Ferrari 599 GTB. Es la envidia del Alfa Romeo, que ha copiado algunas cosas de su motor en su 8C—comenzó a explicarnos el vendedor, sabiendo que éramos piezas fundamentales para que Mike se decidiera a comprarlo—. Ese bloque que también tiene el Alfa Romeo, se trata de un ocho cilindros en uve con aspiración natural, doble árbol de levas en la cabeza y cuatro válvulas por cilindro. Desarrolla 460 caballos de potencia, muchos más que la camioneta Blazer, a 7mil revoluciones. Tiene 6 velocidades y una capacidad de aceleración de 0 a 100 kilómetros por hora en 4.9 segundos, alcanzando una velocidad de 291 kilómetros por hora.
—¿Y tú lo quieres para manejar a 80 kilómetros en la ciudad?—bufó Johana.
—Pero sabré que puedo ir a 291 kilómetros si quisiera—Mike estaba absorto viendo el vehículo.
Lo compraría, lo sé, era la misma cara que tenía cuando compró la moto, o aquel barco.
Con todas las cosas arregladas en los autos y una vez que los representantes del concesionario se fueron, estuvimos listos para irnos. Hicimos una corta visita al baño, despertamos a Jeremy y nos subimos en los autos.
Jeremy iba más dormido que despierto, tanto que ni siquiera notó la camioneta, mucho menos el auto.
—¿Por lo menos ganaste?—le preguntó Amelia mientras él se acurrucaba en la última hilera de puestos.
—Pasé a semifinales para la próxima semana—dijo sonriendo, con sus ojos cerrados.
—¿Semifinales de que?—le preguntó Mike, pero su hijo biológico ya había caído nuevamente dormido.
—Está en una competencia nacional del juego ese que lo lleva obsesionado. No sé cómo se llama—respondió Amelia.
Mike al parecer no sabía de la faceta gamer de Jeremy, pero lo iba conociendo de a poco y esa faceta era algo que Jeremy mantenía bastante privada, no sé por qué.
Me senté detrás del volante y le floté un beso a Marypaz que iba sentada atrás junto a Amelia y Johana. Rámses sería mi copiloto, aunque planeaba dormir una parte del trayecto para poder tomar las riendas de la nave el resto del camino.
El motor ronroneó y nos pusimos en marcha, con el gps marcando la ruta que debíamos seguir directo a Silver Lake Wilderness. Tomaríamos la ruta I90, por ser la autopista más rápida hasta nuestro destino y sin embargo nos tomaría unas 4 horas en llegar.
Rámses se durmió en poco tiempo y apenas llegamos a la autopista mis papás pasaron por un costado, presumiendo el motor de su auto. "Ni se te ocurra" me dijo Marypaz cuando quise darles alcance aprovechando que la autopista parecía ser solo para nosotros, pero la felicidad duró poco porque en poco momento nos topamos con tráfico. Obviamente no éramos los únicos que habíamos querido escapar de la ciudad aprovechando los pocos días de descanso adicionales.
—¿Has considerado alguna especialidad?—me preguntó Johana y fui sincero cuando le respondí que no.
Sentía que era muy pronto para poder decidir a qué rama de la abogacía quería dedicarme, aunque muchos de mis compañeros de trabajo ya lo tenían más definido que yo.
—Todas las áreas tienen su encanto.
—¿Te gusta estar en Tribunales o oficina? Eso es lo primero que debes definir—dijo Johana—. Si te gusta estar en Tribunales, deberás ser un abogado litigante y hay algunas ramas donde la presencia en Tribunales es indispensable. Ahora si no te gusta estar en Tribunales, podrías dedicarte a las negociaciones, conciliaciones, al derecho corporativo. Si te gustan ambas opciones, define un porcentaje. Por lo menos en el Derecho Laboral, Tributario, estás la mayor parte del tiempo fuera de Tribunales; en cambio en el Derecho Civil, Derecho de Familia, la mayor parte de los casos se arreglan en un juicio.
Le agradecí su consejo y creo que notó el poco interés de querer seguir conversando del tema, porque de inmediato su concentración la dirigió hacia Marypaz.
Hicimos la primera parada en nuestro camino. Habíamos avanzado muy poco gracias al tráfico. Los autos eran muy llamativos entre todos los que estaban en ese pequeño cafetín parqueados, sobre todo el de mis papás, la gente se les acercaba como si fuesen famosos, y cuando notaban que solo los conocíamos nosotros, pedían permiso para tomarse fotos o ver los autos por dentro.
Tomamos algunos refrigerios y conseguimos en la cafetería algunos emparedados para el camino. Rámses despertó así que fue su turno de manejar por lo que restaba de camino.
Terminamos tomando la ruta MA2 aunque no era la más corta ni la más pintoresca, pero era la que el navegador reflejaba que era la que tenía menos tráfico.
La camioneta se deslizaba sobre el asfaltado como si fuese mantequilla, considerando que estaba bastante más dañada la vía. Mas de una vez el camino se tonó de tierra, con algunos baches y agujeros con los cuales debíamos ser cuidadosos.
La nave en la que íbamos estaba en su terreno.
Pero el auto de mis papás no.
Llevaban el techo guardado, así que podíamos ver como se sujetaban a los asientos e incluso como fruncían en ceño cada vez que el auto caía en un agujero. Decir que estábamos riéndonos era poco, Rámses más de una vez se secó las lágrimas de su cara para poder ver el camino.
—Les debe doler las nalgas—gimoteó Marypaz—, de llevarlas tan apretadas.
—Mira a Hayden, va como frenando el auto desde atrás. Lo convertirá en el auto de los picapiedras—comentó Amelia.
Los vimos sufrir por casi una hora de recorrido bastante accidentado hasta que por fin el asfalto apareció nuevamente en el camino.
—No creo que debamos pararnos a almorzar—dijo Mike a través del teléfono—. Hemos perdido mucho tiempo y no quiero que lleguemos en la noche.
Acordamos parar por algunos refrigerios más y seguimos el camino. El viaje que sería de 4 horas se había convertido en uno de 6 horas, pero que valieron la pena cuando llegamos al lago donde pasaríamos nuestras pequeñas vacaciones. El parking era bastante grande, aunque una zona anunciaba el sitio por donde las casas rodantes debían dirigirse.
Estacionamos y bajamos de los autos, estirando nuestros músculos mientras contemplábamos el paisaje.
—¿Estas bien?—me preguntó Marypaz mientras me besaba
—Un poco cansado solamente. Este lugar es espectacular. ¿Te gusta?.
—Son nuestras primeras vacaciones juntos en familia, me encanta todo.
Había fantaseado con instantes como estos desde hace muchísimo tiempo. Crear momentos con ella junto con mi familia era lo que más habíamos anhelado los últimos meses de la relación, cuando sabíamos con certeza que la distancia se acabaría.
Mas de una vez había visto su fantasma en la casa aunque nunca había estado allí, podía voltearme mientras cocinaba y verla sentada en la mesa esperando su comida, como si esa rutina siempre hubiese sido nuestra en ese sitio. Convivía con su espectro todos los días y era por eso mismo que era capaz de extrañarla en cualquier momento.
—¿Acamparemos?—preguntó Amelia emocionada.
—Mía, este cuerpo no está hecho para dormir en el piso de ningún bosque. Nos quedaremos en las cabañas por supuesto—Mike se veía bastante adolorido y tenso, así que mi papá masajeaba un poco su hombro—. ¿Dónde está Jeremy? No me digas que sigue dormido.
—Dormido y profundamente—respondió mi hermano mientras golpeaba la ventanilla tratando de despertarlo.
—¿Pero está vivo?—Mike se asomó y volvió a golpear la ventanilla. El aludido apenas se movió, pero le dio las señales de vida que su papá biológico necesitaba—. ¿Cómo alguien puede dormir así de profundo?
—Amelia duerme así—burló Rámses y la pelirosa lo pellizcó para que se callase—. Como muerta ¡Ay!, no me va la necrofilia, pero he tenido que adaptarme.
Y con una carcajada inmensa el francés huyó de mi cuñada, quien pretendía darle caza.
Finalmente logramos despertar a Jeremy y bajamos todo el equipaje de los vehículos.
—Tenemos un problemilla—anunció Hayden acercándose hasta donde estábamos.
—¿No hay internet?—preguntó preocupado Jeremy.
—No es eso, es que habíamos reservado dos cabañas, pero una de ellas presentó problemas con el agua y en la otra no entramos todos. Por lo que nos darán otra cabaña que debemos compartir.
—Es decir, nada de Silver sexo Lake—murmuré, pero me escucharon.
—Por lo menos no en la cabaña—agregó Pacita y por eso ella era mi novia.
—Y ya que dices eso, les enviaré un pequeño listado de la flora y fauna del lugar, para que eviten poner sus partes íntimas o las de sus parejas en contacto con ciertas cosas que nos hagan correr por al hospital más cercano por una erupción, bastante dolorosa.
Me quedé a solas con mi hermano, mientras las chicas iban a visitar la tienda del resort y mis papás iban por tercera vez a revisar que los autos estuviesen seguros.
—Estaremos bien mientras nos quedemos en los lados opuestos del lago—burlé.
—No creo que seamos los único con esta idea y no creo que esté permitido. Será mejor que pensemos en un plan para tener una hora o dos a solas en la cabaña.
—¿Crees que Jeremy acepte que lo untemos con una yerba venenosa por el cuerpo? Eso nos daría tiempo suficiente.
—No tenemos por qué pedirle permiso, buscaré alguna que accidentalmente caiga en su cama.
Nos reímos mientras veíamos como Jeremy buscaba desesperadamente algo de conexión estable para poder terminar la partida donde estaba participando.
—Me cae bien Marypaz—me dijo de pronto—, ya no es tan tímida como cuando la conocí, ni tan extrovertida como cuando se volvió loca.
—Consiguió un punto medio—concedí, pude haberme molestado por su sinceridad pero conocía lo suficiente a mi hermano para saber que lo había dicho sin malicia alguna.
—Me alegro. Siempre supe que se trataba de ella, instinto de hermano más sexy y superior.
Solté una sonora carcajada.
—Me presionaste para que te lo dijese.
—Ni un poco, siempre supe que era ella porque nunca te vi mirar a nadie como la mirabas a ella. Aquel viaje, después de visitar a mamá, me dijiste que te bajarías del avión y que irías con tu novia. Tenías esa misma mirada que tienes hoy, así que estuve muy seguro de que era ella.
—Ella es increíble—suspiré—, no tienes ni idea de cuánto.
—Te ves en tranquilo.
—Lo estoy, ella me llena de paz y tranquilidad. Los primeros meses eran difíciles, porque no es nada fácil una relación a distancia, lo sabes, pero cuando tomamos el ritmo, cuando aprendimos a confiar el uno en el otro, todo fluyó de forma sencilla.
Rámses no respondió con palabras, en cambio posó su brazo por encima de mis hombros y se acercó a mí.
—Solamente me queda decirte que tengas cuidado, a veces amar suele consumirte. Que te consuma en la cama, pero no en discusiones ni problemas.
—¿Sabes que es lo mejor de todo?—dije al cabo de unos segundos—. ¡Que ella está dispuesta a hacer sanduchito con ustedes!
~ ~ ~ ~ ~ ~ ~
Nota de Autora:
¿Cuántas quisieran que ese sanduchito si hiciera realidad?
Que fuerte lo de la mamá de Jeremy. ¿Creen que hizo lo correcto? ¿Por qué no quería saber más nada de su familia?
Un beso a todas y todos!
Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.
Baisers et Abraços mis Bombones
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