CAPITULO 18. Jaque Mate.

Despertarme con el aroma de los desayunos de mi abuela, era algo que me encantaba, era imposible despertar de mal humor cuando el dulce olor de las panquecas inundaba mi olfato haciéndome salivar ante la expectativa de lo delicioso que sabía que le quedaban.

La casa siempre estaba inundada de los olores de su cocina. Amaba cocinar y era algo que no había cambiado ni un poco. No hacía mucho que la había visto pero me sorprendió el gran cambio que había dado. Se había inscrito en unos grupos de abuelitas y ahora tenía más amigas que antes, salía con ellas a ejercitarse, se reunían para comer, se visitaban para comer galletas y tomar café mientras chismeaban. Lo encontré adorable y me quitó una preocupación grande de encima, porque por lo general la imaginaba sentada triste, viendo todo el espacio que ahora mi abuelo no ocupaba.

Solía ser bastante negativa y exagerada para muchas cosas.

El tiempo que pasé con ella fue como siempre valioso, la aproveché a cada segundo y gracias a todas sus actividades tuve tiempo para mí. Para pensar, para meditar, para saber qué hacer con el hijo de Rosalía y Stuart.

Y entre tantas meditaciones terminé más perdida que nunca. Por eso concerté una cita con Alexa, porque creía que estaba pasando por alguna crisis de mi edad o de fallecimiento de persona cercana si es que existía.

Tomé un vuelo con escala en el aeropuerto de Ohio para poder visitar a Donovan y cuando lo vi corrí hacía el fortachon. Dov no pudo disimular su tristeza cuando me contó su despedida de Isaack, esa que yo no había presenciado. 

—Lo besé, Amelia, lo besé—Donovan sorbió su nariz—. ¿Y sabes que hizo el muy imbécil? ¡Me devolvió el beso!. Y no fue cualquier beso, ¡fue con lengua!. Dios, Mia, quería devorarlo allí mismo y sé que él sintió lo mismo, lo sé, ¡sentí en mi pierna su erección! Y después se separó de mi, rojo como un tomate, con la respiración agitada como la mía y me dijo que yo debía entender que era un error.

—¿Y qué le dijiste?

—Que cuando su pene lo entendiera, yo lo haría—se rio, pero respiró profundo—. Él insiste que todos nuestros besos fueron por lastima, por alcohol, por adrenalina, por cualquier excusa que le parezca. Le dije que a mí no me mentía, que se estaba mintiendo a sí mismo y que ni su pene se lo creía. Y me largué.

—Lo lamento Dov, de verdad que sí. Quiero mucho a Isa, pero es un tonto y me preocupa que negándose a sí mismo quien es, termine herido.

Dov se encogió de hombros como si no le preocupaba, pero allí se mentía a el mismo.

—¿Te ha escrito?—pregunté y Donovan negó—. Quizás sea lo mejor, para que puedas sanar más pronto.

—Si, quizás, pero lo extraño—confesó—. Me gustaría ver mi teléfono y conseguir una llamada, un mensaje, algún meme, lo que sea de él, para saber que me piensa tanto como yo lo pienso. Pero nada, eso es peor.



Las clases comenzaron y el primer día fue un poco caótico. Entrar en rutina siempre costaba mucho, sobre todo con Gabriel de mal humor por su yeso. En parte también extrañaba a Donovan, compartían muchas clases juntos. Rámses cargaba una ansiedad por su nuevo año universitario, que parecía un niño que iría a Disneylandia, en vez de un chico que va a clases. Solo podía comparar su emoción con la que sintió Gabriel cuando Mike le avisó que ampliaría los casos con los que podría ayudar en la oficina. Yo en cambio, no estaba tan emocionada con ellos. Este año no compartía ni una sola clase con Mikaela y nuestros horarios eran tan distintos que podríamos comer juntas una sola vez a la semana.

Entré a la universidad sintiéndome una extraña, como si fuese la primera vez que pongo un pie en ella, como si no hubiese estudiado allí un semestre entero. No me sentía pertenecer y esto aumentó la ansiedad que venía sintiendo en el pecho desde el fin de semana con mi abuela.

No mejoró para nada la situación que en la tarde los chicos me contaran entusiasmado sus días y sus materias, y que yo no pudiese ver nada bueno de mi horario de clases, de mis profesores, de mis materias.

El miércoles por fin pude coincidir con Mikaela. Reunirme con ella siempre era refrescante y vigorizante. Estaba entusiasmada por sus clases, pero me alegró saber que no era la única cabizbaja, después de todo Ryan se había graduado y ya ella tampoco se lo conseguiría en los pasillos.

Cuando llegó el viernes, me encontraba exhausta de mi frustración con las clases y más ansiosa que nunca. Conté las horas para poder ir a mi sesión con Alexa, incluso llegué mucho antes de tiempo a su consultorio.

—Entonces, comencé a meditar y terminé completamente perdida. No sé qué hacer—me tumbé en el sillón mirando el techo, cansada de tanto hablar y con la misma frustración desde hace una semana.

—Yo creo que es normal que te sientas así. No todos sabemos qué hacer con nuestras vidas siempre. A veces tenemos decisiones con las que no tenemos ni idea de que hacer. Es normal sentir esa frustración. Siempre ayuda hablarlo con alguien.

—Por eso vine para acá.

—¿No lo has hablado con tus amigas?

—No, Pacita y Mika han estado ocupadas.

—¿Y tus otras amigas?—insistió

—No he vuelto a hablar con Sara e Isabel en mucho tiempo.

—¿Por qué no?—Alexa indagaba como siempre, pero el tema de mis ex amigas a las que ahora apenas saludaba, no era por lo que había venido acá.

— Ellas hicieron otras amistades y nuestras vidas tomaron rumbos distintos, comenzaron a ir de fiesta en fiesta y ese no es realmente mi estilo, y nos terminamos distanciando. A veces coincidimos en la universidad y nos saludamos, pero ya no queda amistad como para correr a contarle mis problemas, ninguno de ellos. Eso ya no importa. El punto es que estoy muy confundida sobre los objetivos de mi vida.

—Creo que es importante que tengas un círculo de confianza, y aunque hoy en día por teléfono, video llamadas, y redes sociales se puede mantener el contacto, me gustaría que también pudieras hacer otras amistades, físicamente cercanas, y no necesariamente tienen que ser las mejores amigas o las más íntimas, pero si amistades con los que puedas hablar, salir.

—Pero si hablo y salgo. Voy al cine, a centros comerciales

—Con tu familia—y no se equivocaba—. Quisiera que tuvieses amigos además de los amigos que tienes en tu núcleo familiar. Pasas muy poco tiempo con Donovan, Isaack, casi no sales con Mikaela y por supuesto que no incluyo a Marypaz en la ecuación porque está lejos—Alexa sonrió y anotó en su libreta—. Pero tienes razón, hoy nos concentraremos en lo que te trajo hasta acá, pero no creas que no tiene nada que ver que tengas pocas amistades.

—No tiene que ver—insistí—. Que ahora no sepa qué hacer con mi vida, nada tiene que ver con que no tenga amigas.

—En realidad, tener amigos fomenta el sentido de pertenencia a grupos, sitios, lugares, esto aporta un valor emocional a la persona porque se siente integrado a su entorno y por ende repercute en su motivación y autoestima.

—La verdad es que, si extraño tener una amiga cercana con la que pudiese pasar el día entero en un centro comercial, comiendo, charlando, pero no termino de conseguir esa amiga. No es simple tampoco. ¿Busco a la primera chica con la que tenga algunas cosas en común y le digo "Hola soy Amelia y en un año pasé de tener una vida relativamente tranquila a tener que decidir si criar a mi medio hermano o hermana, fruto del amor de mi madre psicópata con mi violador y secuestrador; aborté; mi familia casi se disuelve, uno de mis padres intentó suicidarse, mi abuelo murió..."?—respiré para calmarme. Sabía que Alexa tenía razón, que necesitaba amigas en mi mundo, pero ese era el menor de mis problemas—. 

>>Mi desmotivación no es porque no tenga amigas con quien sentarme en las clases, tengo compañeras y compañeros, conversamos, hablamos, comemos juntos, pero no sé cómo entablar amistades profundas con ellos si no quiero que se enteren de todo mi pasado, y ni siquiera del presente que me rodea. ¿Acaso ellos me ayudarían a tomar una decisión?, no lo creo, porque ni siquiera los que mejor me conocen, pueden decirme que hacer porque ni ellos saben lo que harían en mis zapatos. Tengo es un reloj en contra, que me obliga a tener que tomar decisiones pronto que cambien mi vida por completo, y es algo que debo resolver rápido, no tengo tiempo para buscar una amiga, contarle mi vida y que me ayude a decidir—bufé enojada—. Que ni yo sé qué decidir. No estaba lista para tener un hijo y a pesar de no estar lista e incluso de no querer ese cambio de mi vida, lo iba a hacer, pero lo perdí. Era mi hijo y tenía dudas, pero debo seguir enfrentando la decisión de cambiar toda mi vida ahora por el hijo de otra persona con un hombre que me ha hecho demasiado daño. Es tan complicado que no sabría cómo explicárselo a alguien, aunque quisiera hacerlo.

Alexa finalmente entendió el desespero, creo que el que haya terminado casi gritando mi explicación, contribuyó, o que cuando terminé mi perorata estaba casi sin aire y llorando. Había acudido con Alexa porque necesitaba a alguien que me ayudase a decidir porque todos querían una decisión, pero nadie realmente me ayudaba a tomar una.

—No quiero más frases de "lo que tu decidas te apoyaremos" o "piénsalo bien" como si no lo estuviese haciendo. "Evalúalo todo" "Considera todas las opciones". ¡Es lo que siempre hago!, analizar, analizar, analizar. Hice un listado de los pro y contra de todo lo que debo decidir, y no termino de avanzar de la primera casilla. Siento que debo apresurarme a tomar la decisión, correr hasta la meta, pero estoy en una arena movediza que no me deja avanzar, que me hunde. ¡Y tomar la decisión sin decepcionar a mi reciente viuda abuela, a mi abuelo, a todos!.

Alexa se levantó de su silla y se sentó a mi lado tratando de consolarme.

—Dime que crees que es lo mejor para mí y lo haré—sollocé.

—No puedo decirte que hacer, tanto como ninguno de ellos puede decírtelo. Pero puedo escucharte hablar y desahogarte todo lo que quieras—Alexa se levantó y me tendió unos pañuelos desechables.

—Es difícil de verdad hacer amistades nuevas cuando tenemos una carga tan pesada y un pasado tan complicado sobre nuestros hombros. Cuando no queremos contárselo a más nadie, pero si no lo hacemos no nos entenderán como esperamos. O cuando ese pasado también es tu presente, y sigues sin querer que los demás lo sepan...

—Eventualmente me quedo sin tema de conversación—la interrumpí—. No quiero hablar de Stuart, con nadie, y una nueva amistad, para que entienda por qué no soy cercana a mi mamá o por qué estoy considerando adoptar a su hijo, debo contarlo. Entonces opto por no decir nada de ese tema, y ese es todo mi presente.

Nunca había podido decir nada de esto en voz alta, acababa de exponer mi mayor frustración con Alexa.

—Te comprendo mucho más de lo que imaginas. ¿Qué te parece si por hoy nos centramos en lo que te trajo hasta acá y el tema de las amistades, lo conversamos otro día?, me preocupa que te cueste hacer amistades y quisiera saber si se debe a problemas de abandono, desconfianza, autoestima, dependencia; no quisiera que estuvieses encerrándote a ti misma en una capsula, ¿está bien?—asentí un poco más calmada—. Entonces. Metas, comencemos por allí. ¿Cuál es tu meta más cercana?.

Medité la respuesta y me preparé a enumerar las cosas que, si sabía que quería en mi vida, pero estaba en blanco.

—Quieres graduarte de la universidad—me ayudó Alexa.

—Si, quiero graduarme, tener el título, ejercer la carrera.

—Me llama la atención que no hables con propiedad: "mi título" "mi carrera".

—A veces no estoy segura de que haya escogido bien mi carrera, al principio me emocionaba muchísimo, pero ahora no estoy tan segura.

—Tu carrera tiene muchas vertientes, quizás una de ellas sea más llamativa. Es como un abogado que debe estudiar toda la carrera incluyendo las materias aburridas, para luego poder dedicarse a la única que le gusta.

—Lo sé, pero no siento que lo que yo estoy estudiando sea algo tan trascendental. Rámses salvará vidas, Gabriel defenderá. Fernando ayuda a muchas personas. Y yo no siento que pueda dejar algo acá cuando me vaya. No es que esté pensando en morir pronto, pero quisiera que cuando me toque la muerte, quede algún legado. Y no me veo desarrollando ninguna nueva maravilla contable.

—Algunas ciencias son muy ingratas. Se le dedica mucho trabajo, pero no se ve el esfuerzo. Es como el hombre que trabaja y trae el dinero a la casa, él se lleva todos los logros, pero no se ve a la mujer que es la que administra el dinero y lo hace funcionar para pagar la casa, la comida, los servicios, los niños.

—¿Y si ya no quiero estudiar esta carrera?—pregunté un poco apenada, como si debiese sentir vergüenza.

—No la estudies, busca otra y cámbiate.

—¿Y si tampoco sé lo que quiero estudiar?.

—Amelia, tomate tu tiempo para descubrir lo que quieres hacer, lo que quieres estudiar. Incluso aunque te graduaras de esta carrera no estas obligada a ejercerla, no implica que no puedas estudiar una nueva después, que puedas incluso cambiar a otra más adelante. Tienes una familia que te apoya, más allá de que no te den la solución que esperas, ¿Cuál es el problema?.

—No quiero tener un hijo tan joven—solté de repente lo que tenía mucho tiempo apretándome el pecho, desde que me enteré de que estaba embarazada, y ahora con la presión del hijo de Rosalía y de Stuart—. No me siento capaz de poder criar a una personita, de ser ejemplo para alguien. No es que me esté desvalorando, pero no puedo ser responsable de otra persona cuando no sé ni que quiero hacer con mi vida. En este punto no sé si quiero esa carrera, me gustaría ser graduada universitaria pero ni siquiera sé si quiero hacerlo ahora. ¿Cómo puedo ser responsable de otra persona así?.

Mi pulso estaba acelerado y me sentí un poco mareada, con la visión ligeramente borrosa. Alexa lo notó y me ofreció un poco de agua cuando le dije como me sentía.

—¿Qué te gustaría hacer? Y dejaré en claro que primero te pregunté cuál era tu meta, pero ahora te estoy preguntando qué es lo que a ti te gustaría hacer.

—No lo sé—suspiré frustrada—, porque me gustaría graduarme de algo aunque no sé qué es.

—Bien, entonces quieres estudiar algo, ¿no? No importa si no sabes que es.

—Creo que retrocedí, tenía todo muy claro antes y ahora no sé nada.

—Cuando estabas con tu mamá soñabas con la universidad pero ¿es posible que haya sido como un mecanismo para alejarte a todo lo que había pasado con ella y con Stuart?.

—Es posible, porque si entraba a la universidad me iría lejos.

—Incluso me comentaste que cuando tuviste la posibilidad de irte con tus abuelos, lo que implicaba no poder estudiar en la universidad, te dolió, pero estabas dispuesta a hacerlo, porque querías irte.

Asentí

—Ahora estas en la universidad, tienes una estabilidad familiar, tranquilidad, seguridad económica.

—Ya no necesito correr ni escapar de nada ni de nadie. Ya la universidad no es una opción salvadora porque ya no tengo que ser salvada. ¡Y la carrera! La escogí porque fue lo que aprendí cuando mi mamá no pudo hacerse cargo del negocio, para sobrevivir, ¿es lo que quiero realmente hacer?.

Fue su turno de asentir.

—Olvidemos por un momento que no tienes que decidir nada en relación al hijo de Rosalía. ¿Te sentirías igual con respecto a la universidad?.

—Tengo mucho tiempo sintiéndome así, que me muevo por moverme, que voy con la corriente a donde me lleve. Me siento así desde antes de saber que mi mamá estaba embarazada.

—¿Desde cuándo te dan esos mareos, la visión borrosa?.

—No hace mucho—intenté hacer memoria la primera vez que me sentí así y no logré recordarlo, pero estaba muy segura de que había sido durante una de las tantas noches que me desvelé pensando en qué hacer con el bebé que llevaba en mi vientre.

—A juzgar por lo que me estás diciendo, no creo que tu desmotivación a los estudios sea un reflejo de la presión que sientes, o de la ansiedad, porque eso que sentiste ahora fue ansiedad. Es decir, no creo que sea algo pasajero.

—Sentí un gran alivio cuando terminó el semestre pasado, no felicidad, alivio—murmuré recordando como todos estaban felices de lo que estaban avanzando en su carrera y yo estaba desesperada por cerrar el libro y no abrirlo más.

Nunca se lo dije a nadie, lo puse en el mismo baúl donde estaba guardando muchas cosas con las que no quería lidiar todavía.

—¿Entonces que te gustaría hacer a ti? Sin pensar en más nadie, sin pensar en consecuencias.

—Me gustaría...



—No entiendo, bombón, ¿A dónde vamos?.

—Prometiste guardar silencio—le recordé

—¿Es alguna clase de juego sexual? Dime que si—se saboreó los labios emocionado.

—Prometiste no preguntar, no cuestionar y guardar silencio hasta que termine todo.

—¿No puedo ni gemir?—se quedó pensativo—, trataré de no hacerlo.

Me tomó por la cintura mientras caminábamos, acercándose hasta mí, mostrándome cuan excitado estaba.

Caminé llevándolo de la mano, con el corazón martillándome a mil por horas, pero sintiéndome segura y confiada.

Cuando llegué a la oficina y le pedí que se sentara, volví a ver su rostro, ya no estaba emocionado ni mucho menos excitado. Estaba bastante confundido.

—Buenos días. Quiero congelar mis estudios.

Esperé que la secretaria me trajese el formulario que debía rellenar y escuchaba detrás de mí la respiración de Rámses. Cumplió su promesa por lo menos, porque por todo el tiempo que me llevó llenar el formulario, firmar algunos documentos y escuchar las indicaciones de la secretaría, el francés no habló. A duras penas respiró.

Abracé la carpeta con los documentos y comencé a caminar de regreso al auto.

La decisión de congelar mis estudios la tomé en una sola noche, y en cuanto lo hice me sentí aliviada. Sabía que era la correcta, aunque no por eso dejaba de sentir susto. Por eso no quise decírselo a nadie, pero no quise mantenerle el secreto a Rámses. Así que le pedí que me acompañara a hacer algo en cuanto saliese de sus clases con la condición de que no hablara y no preguntara. No le dije lo que me iba a acompañar a hacer, temí que se molestara o que intentara que pensara mejor mi decisión. Porque quizás no entendiese mis motivos.

Subimos al auto en silencio y comenzó el camino hasta casa. ¿No me hablaba porque estaba enojado o porque no sabía que ya podía hablar?.

—Compraré algunas cosas para la casa. Espera acá.

Rámses se bajó en un supermercado y tardó casi media hora en regresar con algunos víveres. Seguía sin hablarme, pero ahora me quedaba claro que estaba molesto.

El silencio comenzaba a desesperarme y a pesar de que no estaba contando con el apoyo que esperaba de él, no sentí inseguridad ante lo que acaba de hacer.

Sin embargo, cuando llegamos al departamento y encontré a Fernando con sus brazos en jarra, a Mike con sus brazos cruzados y a Hayden sentado con los brazos apoyados en las piernas, temí.

No quería enfrentarlos en este momento, pensé que tendría algunos días para prepararme y quizás contar con Rámses de mi parte.

—¿Congelaste tus estudios?—preguntó Fernando y me invitó a sentarme en la silla del comedor, junto con todos.

Gabriel era el que estaba recibiendo la noticia en ese momento y cuando quiso hablar Hayden fue quien le pidió silencio.

—Les pedimos, chicos, que no intervengan en este momento.

Miré a Rámses, estaba enojada que hubiese ido con el chisme.

—Me llamaron de la universidad para decirme que mi hija Amelia acababa de abandonar el semestre y congelar sus estudios—Fernando estaba enojado, pero se contenía—. Imagina mi sorpresa, la acusé de estar equivocaba y hasta dudé de que hubiese sido alguno de los chicos con una broma pesada. Y te llamo, pero no me atiendes.

—¿Para que tienes un teléfono si no es para atender las llamadas y los mensajes?—Hayden estaba serio, era raro verlo así conmigo, aunque varias veces me había tocado en el pasado—. A mí no me importa mucho la edad que tienes, pero me ganan por mayoría de votos. Yo te quitara el teléfono, te obligara a seguir estudiando y te castigara hasta que te graduases. Pero repito, me ganan por mayoría de votos.

—¿Qué tienes que decir?—Mike lucía como un juez, sentado en el medio de sus dos hermanos o quizás debería decir que los tres lucían como verdugos.

Había hablado todos los días con Alexa desde aquella primera sesión y mientras más lo conversaba más sentido tenía todo para mí. Pero de allí a que ellos pudieran entenderme era un trecho muy largo.

—¿Llamaron a mi otro papá?

—Por supuesto que sí, no puede venir por obvias razones, pero te puedo asegurar que lo tendrás muy pronto por acá.

—Necesitamos una explicación, Amelia. ¿Estás bien?. ¿Te pasa algo?. Tú no eres así.

—¿Y cómo soy yo?

—Eres una chica que siempre quiso ir a la universidad, que te inscribiste en la carrera que soñaste, que te apasiona. Eres una buena estudiante, aplicada desde siempre. No eres la que se retira de un semestre así sin más—Hayden había suavizado un poco su ceño fruncido, pero no me engañaba, seguía enojado.

Miré a Rámses y me dio un poco de fuerzas ver que su cara, así como la de Gabriel, no era de rabia, era de confusión. Quizás hasta de preocupación.

Saqué mi teléfono, que había dejado en silencio en mi bolso, y le marqué a Ameth.

—¿Cómo es eso que...—comenzó a decirme, pero lo interrumpí.

—Te pondré en altavoz, porque también querrás escuchar esto—Tome una gran bocanada de aire, como si fuese a hablar por horas sin parar ni un segundo—. Siempre me ha gustado estudiar, me gusta hacerlo. Las tareas, las asignaciones, las clases, todo. Eso no ha cambiado, pero tuve que congelar mis estudios, lo hice de forma voluntaria, pero me sentí bien cuando lo hice. Antes de lo de Stuart yo no había pensado en universidad, era muy pronto para mí, no tenía claro que carrera estudiar así que tampoco había pensando en la universidad, aunque si quería y quiero una carrera universitaria. Luego pasó lo de Stuart y me tuve que hacer cargo del negocio de Rosalía, algo que gracias a Dios y por fortuna se me dio muy bien. Y en esa época fue la primera vez que me planteé la posibilidad de ir a la universidad.

>>Y no fue porque de repente consiguiese mi pasión, sino porque tenía que levantarme en la mañana, atender a una mamá en shock, ir al colegio, hacer mis tareas, llevar un negocio, asegurarme de que mi mamá no muriese de hambre, que el dinero alcanzara para todo. Decidir que comprar y que no, para qué alcanzaba y para qué no, vigilar a los trabajadores, investigar sobre flores y arreglos florales. En fin, quería ir a la universidad porque levantarme para estudiar, ir a fiestas, reunirme con amigos, comer y dormir, no sonaba nada mal. Sonaba muy bien. Era lo que me hacía levantarme todos los días. Era mi meta, porque era muy lejos de donde ya no quería estar.

>>Y entonces Stuart regresó y la universidad era lo mejor que me podía ocurrir, me aferré a ella con todo, porque era mi salvación, mi escape. Miles de kilómetros de distancia de él. Y digo miles porque quería una universidad lejana, ya no importaba ni siquiera que quería estudiar. Cuando evalué la posibilidad de irme con mis abuelos para escapar de Stuart, me afectó que no pudiese estudiar, pero porque había convertido a La Universidad como el sitio más seguro para mí. Mas lejano.

>>¿Y que estudiar? Lo único que sabía que me gustaba y con lo que había sobrevivido. Entonces iba a la universidad para protegerme de un violador y estudiaría lo que sabía que me conseguiría el sustento. No era un mal plan en realidad, una carrera universitaria, un buen empleo, trabajo. Pero cuando llegué con ustedes, donde me siento segura, donde estoy segura, donde no tengo que acostarme con hambre porque lo que me queda es para el desayuno y no tengo que preocuparme en pagar la hipoteca de la casa con la venta de las flores desplomándose, ya no tengo huir a ningún sitio.

>>Y me encontré en una universidad, estudiando una carrera que ya no me satisface y que creo que nunca lo hizo. Me agrada estudiar porque soy una chica estudiosa, pero veo a Rámses enamorado de la medicina, a Gabriel apasionado por el derecho, y yo no siento nada de eso. Ni siquiera un poco.

>>Quiero descubrir que es lo que quiero estudiar porque me apasiona, no porque me tocó ser buena en la administración de empresas porque si no me quedaría en la calle y no comería. Se que quiero un título universitario, sé que quiero continuar estudiando, pero no sé qué es lo que quiero estudiar.

Dejé de hablar y esperé la reacción de todos. Ellos se miraban entre sí, pero no decían nada, incluso Ameth estaba mudo en la llamada.

—Esto lo hablé con Alexa, muchas veces. No crean que me levanté un día y lo decidí.

Los había dejado mudos.

Mike codeó a Hayden y este se lo devolvió. Luego Mike codeó a Fernando y este se giró encogiéndose de hombros. Miré a Rámses y a Gabriel y estaban tan confundidos como ellos.

—Ameth ¿tienes algo que decir?—preguntó Mike.

—Ehm. Bueno creo que. Ehm, tengo mala cobertura. Llamaré en cuanto mejore la señal.

Y colgó. Gabriel y Rámses escondieron sus risas.

—¿Por qué no hicimos esto por teléfono? Yo hubiese colgado hace rato—murmuró Mike pero lo escuché, y volvió a codear a Hayden para que hablara.

—¿Pero qué coño quieres que le diga si jugó la carta de mamá loca y padrastro violador? Coño, es como que yo juegue la carta de depresión y suicidio, o cuando juegan la carta de mamá y esposa muerta por cáncer. ¡Es Jaque mate!.

Su sinceridad me había dado demasiada risa, sobre todo porque no se dio cuenta lo duro que lo había dicho sino hasta que vio el horror en la cara de sus hermanos.

—Lo lamento, Mia—se apresuró a decir Hayden, pero yo estaba riéndome.

Y poco a poco todos se unieron a mi risa, hasta que finalmente drenamos la tensión del momento.

—Necesitamos tiempo para elaborar una respuesta acorde y apropiada—Fernando miró a Mike.

—Es correcto, propongo 5 días hábiles de plazo.

—No, tres días es el mínimo de ley, y no habrá prorrogas—Gabriel se sentó a mi lado—, es decir que es un término. Cuando finalice dicho lapso no habrá nada que argumentar.

—Es el mismo tiempo para que impongan el escarmiento pertinente—Rámses colocó su mano en mi hombro—, que en ningún caso podrá ser forzarla a estudiar lo que ya abandonó.

Fernando y Hayden miraron a Mike y accedieron a las condiciones.




El escarmiento nunca llegó, según Gabriel habíamos ganado el caso porque no podían argumentar en contra de la carta que había jugado. No estaban nada felices y aunque no me pusieron un castigo, tampoco me salvé de una larga charla sobre compromiso, responsabilidad, comunicación y muchas otras cosas.

Fueron 3 días que no hice nada, algo a lo que no estaba acostumbrada, me estaba volviendo loca y por eso me fui a casa de Hayden para acompañarlo a hacer algunas diligencias.

—Ganamos la audiencia parcialmente—me explicó cuando íbamos en el auto—. Lo supimos el mismo día que abandonaste la universidad, pero no quise decir nada.

—¿Eso que significa?

—Que me despedirán pero que solo anotarán razones administrativas en mi expediente, lo que no me perjudicará para buscar otro empleo, ni mucho menos tomarán acciones contra mi licencia.

—Eso es buenísimo ¿Por qué no estas alegre?.

—Lo estoy, pero también estoy asustado y mucho. Hace algún tiempo quise tener mi propia práctica médica, pero me faltaba mucha más experiencia ¿sabes?, pero ahora creo que, si estoy listo, así que lo hablé con Mike y Fernando.

—¿Tendrás tu propio consultorio?—inmediatamente me emocioné por él.

—A estas alturas, Mia, deberías saber que esta familia siempre apunta a lo más grande—me guiñó el ojo y estacionó el auto—. Quería hablarte de algunas cosas Amelia, aprovechando que tenemos tiempo ahora. Comenzaré diciendo que todos, incluyendo a Ameth, pensamos igual, aunque no están de acuerdo en que te lo diga. Respetamos tu decisión de tomarte un año sabático, después de todo eres mayor de edad y no nos has dado nunca un motivo para creer que eres una chica impulsiva que toma decisiones sin pensarlas ni meditarlas. Te estamos dando un gran voto de confianza, sin embargo, no creas que pasarás todo el día sin hacer nada en la casa, tu tiempo sabático, no será un tiempo de vaga. Espero que mientras no estés en clases universitarias, si busques y te inscribas en otras actividades.

—¿Cómo cursos universitarios?.

—Si alguno te gusta, si, pero estaba pensando más en cursos que desarrollen tu creatividad. Así como a los niños se les inscribe en cursos de artesanías, de instrumentos musicales, de lectura, de cocina. Amelia, soy uno de tus padres, es difícil criar a una hija con 4 papás donde cada uno tiene una opinión, pero no me puedo quedar de brazos cruzados mientras podrías estar poniendo en riesgo tu futuro.

—Espero que no tengas problemas con...

—Oh no, no te preocupes. Aprendimos la lección, reajustamos nuestro contrato de amistad y negocios, y no planeamos volver a divorciarnos—bromeó—. No creas que, porque ellos no estaban de acuerdo en decirte algo, te me sentirás como dicen en mi país "guapa y apoyada" y no harás nada productivo con tus días.

—Comenzaré a ver algunos cursos—accedí.

—¡Genial! Te mandaré algunas cosas a tu correo, yo también tengo mucho tiempo libre ahora y estaré ocupando el tuyo. Considérame como tu agente de tiempo sabático. Dicho esto, necesitaremos de tu ayuda con algunas cosas.

Hayden sonrió con tanta picardía que me contagió su alegría aunque no tenía idea que es lo que haríamos ni lo que necesitaba.


~  ~  ~  ~  ~  ~  ~  ~

Nota de Autora:

A veces escogemos las carreras que estudiamos basados únicamente en eventualidades. ¿Cuántos adultos han estudiado carreras basados en su decisión de 17 años sin saber nada de la vida?. Creo que las carreras universitarias deberían elegirse a los 21 años y que desde que nos graduamos del colegio hasta ese momento deben llevarnos a una universidad de vida, donde aprendamos mas cosas que carreras y profesiones. Así no tendremos adultos dejando todo por lo que estudiaron para crear su propia empresa (probablemente muy distinto a su carrera), o para viajar por el mundo. Si todos estudiáramos e hiciéramos lo que nos hace feliz y nos apasiona, seriamos mejores personas.

Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.

Baisers et Abraços  

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