CAPITULO 13.Nube Negra


Decidimos quedarnos unos días en la ciudad, no quería dejar a mi abuela aunque sabía que no estaría sola, aun no estaba lista para separarme de ella.

Mi abuela quiso arreglar su habitación el primer día siguiente de la cremación. No solamente habían sido los deseos de mi abuelo, sino quería contar con el apoyo de todos, pues cuando los días de permiso se acabaran cada uno volvería a sus trabajos, sus clases, sus casas. Su compañero diario era mi abuelo, si bien desayunaba con mi familia, cenaba con ellos, pasaría ahora muchas horas sola y según sus propias palabras, lo mejor para ella sería adaptarse rápidamente a una nueva rutina donde mi abuelo no estaba incluido físicamente.

Ella era demasiado fuerte, no sabía de donde sacaba tantas fuerzas cuando yo quería acurrucarme todo el día, sin levantarme, dejar que la tristeza me embargara completamente, porque cuando lloraba por mi abuelo, era cuando más cerca lo sentía.

Así que comenzamos a sacar todas las pertenencias de mi abuelo para guardar algunas, regalar otras, desechar muchas, fue realmente doloroso para todos.

Y es que el ambiente se volvió pesado, gris, lúgubre. Veía el sol brillando fuera de la ventana, pero su luz ni su calor llegaba hasta donde estábamos nosotros. Cada prenda de vestir, cada objeto de mi abuelo despedía un aura de nostalgia, como si tocando cada una de sus cosas fuésemos borrando su huella en el mundo, evaporándose casi físicamente como partículas de polvo elevándose hasta el cielo.

Quizás eran las cenizas de esas presencias que estábamos desintegrando lo que tenía el ambiente opaco.

Navegábamos entre los recuerdos de toda una vida juntos, de la vida de ambos y de la muerte de uno. Tocar esas cosas me transportaban a una época donde ni siquiera viví y que me hubiese gustado experimentar, porque cualquier época donde él estuviese vivo y así de feliz, era una época donde yo quería estar. Así que me quedaba el sabor dulce y amargo de sentir la felicidad que tenían las pertenencias, pero también la tristeza cuando la presencia de mi abuelo desaparecía.

Y entre toda la melancolía que estaba en esa habitación, tuvimos momentos reveladores y algunos divertidos que nos robaron sonrisas en medio de tanta tristeza.

Descubrí que mi abuelo se dedicó a comprar propiedades. No le generaban mucha ganancia porque las arrendaba ridículamente económicas a unas fundaciones y distintas ONGs, algo que nunca me había dicho, ni a mi ni a nadie. Un secreto que era solo de ellos, y que ahora mi abuela compartía con nosotros.

—No necesitaba contárselo a alguien—explicó mi abuela, quien también le restó importancia—, no quería que creyeran que estaba presumiendo ni mucho menos que insistiéramos en aumentar los alquileres.

¡Es que prácticamente eran regalados!

Mi abuela aprovechó para mostrarme cosas que no había visto nunca, cosas que ella misma tenía mucho tiempo sin ver, sus ojos brillaban cada vez que se sumergía en un recuerdo que por el tiempo que tenía de no acordarse, eran nuevos para ella. Recuerdos de su boda, los guantes que había llevado, el velo otrora blanco y ahora amarillento, los gemelos que mi abuelo había usado en su traje, muchísimas fotos antiguas y algunas cartas que mis abuelos habían intercambiado en una época donde mi abuela debió irse a Venezuela cuando su mamá enfermó. Ella las atesoraba con tanto cuidado que mis manos temblaron cuando me las ofreció para que las leyera. Quería plastificarlas, preservarlas mejor, que me duraran toda mi vida y la de mis descendientes. Mike me dijo que podría hacerse, así que uno de mis tíos se ofreció a encargarse de eso, ninguno quería perder ese recuerdo tan valioso.

—¿Y este álbum de que es?—Gabriel y Rámses habían estado fascinados viendo las fotos antiguas, para ellos el momento no representaba lo mismo para mi, aunque entendían perfectamente como nos sentíamos.

—Tenía mucho tiempo sin verlo. Cuando mi mamá falleció me traje todas sus cosas. Esos son mis abuelos y estos mis bisabuelos—dijo mientras señalaba las fotos—. Aquí estoy yo pequeña y en esta otra foto está mi mamá con mi hermano mayor Antonio.

—No sabía que tenías un hermano mayor—exclamé sorprendida.

—Falleció a los pocos días de nacer.

—¿Por qué todos están dormidos?—preguntó Gabriel pasando las páginas del álbum.

—No están dormidos—Rámses se alejó del álbum y tragó grueso.

Me acerqué a ver las fotos que había señalado mi abuela y vi la foto de mi tío abuelo, era un bebé regordete y lo imaginé con sus mejillas rosadas y un traje azul, a pesar de que la foto era en blanco y negro.

—No, claro que no están dormidos, es un álbum de muertos—respondió mi abuela con tanta naturalidad que su declaración lo hizo sonar más funesto de lo que ya era.

Brincamos alejándonos de todas las fotos de muertos, tan tétricas, asustados como si sus espíritus pudiesen salir de las paginas, pero absolutamente seguros de que tendríamos pesadillas con mis antepasados desconocidos.

—¿Quién toma fotos así? ¿Quién?—Gabriel estaba pálido.

Mi abuela se rió.

—Antes se acostumbraba. Miren, este es el álbum de los funerales y entierros. Y por acá...—dijo pasando las páginas del álbum—, debe haber una foto..., si, aquí están, las fotos de cuando murió mi mamá.

Ella no lo decía feliz, de hecho había también dolor en sus palabras, un dolor que ya se había acostumbrado a tener y que quizás con el tiempo había olvidado como se sentía.

—Esto es tan horrible. No podré dormir nunca más—Gabriel se levantó, mientras se sacudía en escalofríos y salió de la habitación.

Rámses, sin embargo, se animó a acercarse una vez más al álbum de muertos que yo había dejado en el mueble y lo volvió a abrir. La mirada con la que ahora observaba las fotografías era muy distinta, era su mirada de doctor, quizás analizaba horas posibles de muerte o rigor mortis.

Fue mi turno de tener los escalofríos. ¿Quién toma fotos así?.

Mi abuela, viendo a mi novio tan curioso comenzó a platicarle detalles de cada foto, como la del funeral de mi tío abuelo, donde mi bisabuela abrazaba con profunda tristeza el pequeño féretro; incluso conservaba fotos de muertos de amigos de la familia de los que mi abuela solo recordaba las historias que le había dicho su mamá. Mi abuela dejó el álbum en manos de Rámses y siguió buscando entre la caja de fotos.

—Oh mira, este es para ti—mi abuela me tendió un nuevo álbum de fotos y con miedo lo tomé.

Pero cuando lo abrí descubrí muchísimas fotos mías de pequeña, con mis abuelos. Mi abuelo cargándome, mi abuela dándome la comida. Mi abuelo caminando conmigo por la playa, incluso algunos momentos no tan felices, como cuando me caí de la bicicleta y me rompí la rodilla, o cuando aquel cangrejo me mordió el dedo en la playa, de eso tenía una cicatriz.

El álbum de los muertos seguía siendo escalofriante, pero comenzaba a entenderlo.

—¿Tomaste fotos ayer?—pregunté temerosa de la respuesta, cualquiera que fuese.

—No, se solían tomar fotos de los muertos para que no fuesen olvidados por los vivos y que fuesen conocidos por las próximas generaciones, pero ahora, bendita tecnología que nos permite mantener el recuerdo de ellos vivos por generaciones y generaciones. Y tu abuelo era bastante aficionado a las fotos, lo sabes. Tengo, ¿Cómo se llama eso? ¿un cielo? ¡una nube!, eso, tengo una nube llena de fotos de él, de ambos, de todos, muchísimas fotos, videos y audios.

Mis lagrimas salieron sin ningún pudor. Yo no tenía ninguno, jamás se me ocurrió guardar un audio de mi abuelo.

—Después te enseño a ingresar—mi abuela me apretó la mano—. Guardaba todo lo que te enviaba, creo que sabía que tu no lo harías, creo que sabía que llegado el momento él no alargaría más de lo necesario su vida.




Al día siguiente, luego de desayunar, nos quedamos en el comedor, conversando de todo y de nada, con todos y con ninguno al mismo tiempo.

—Si, todo se hizo, ahora es cuestión de esperar. Deberíamos tener una respuesta muy pronto—le dijo Mike a Fernando—. Espero que te vaya mejor a ti.

—¿Y si no?—respondió Fernando.

—Lo intentó yo—y el abogado se encogió de hombros.

—¿De que hablan?—pregunté curiosa para integrarme a su conversación.

—Ofertamos para comprar un edificio de oficinas que sería una excelente inversión. Tenemos que tener pronto una respuesta de Keithan, muñeca.

—Los bienes raíces siempre es una buena inversión, es lo que mi papá solía decirnos—mi tío se levantó de la mesa—. Para mí es tarde debo volver a la oficina, con la situación de las manifestaciones mucho personal no ha podido llegar al trabajo así que todo es un caos. Quedan en su casa, como siempre.

—Deberían ir a dar una vuelta por la ciudad. De seguro podrás ver muchas cosas de tu abuelo en el camino—dijo Fernando.

La idea me emocionó, después de todo mi abuelo me comentaba de los restaurantes a donde iba, de su heladería preferida, incluso del cine donde le gustaba llevar a mi abuela. Quería pasear por esos mismos sitios, e imaginar a mi abuelo recorrerlos.

—Pues qué bueno que aceptaste, porque ya les renté el auto.

Así que pasé el día con Rámses y Gabriel, paseando por la ciudad, visitando todos esos sitios de los que mi abuelo me había hablado, con ayuda de mi abuela, que nos hizo un listado de lugares y direcciones a las que ir.

La heladería realmente era la mejor y el cine antiguo me fascinó. Mi abuela, Ameth, Fernando, Hayden y Mike nos esperaron en el restaurante favorito de mi abuelo, donde los meseros nos dieron su pésame por el fallecimiento de quien fue su cliente más antiguo y más agradable.

Pensamos que esta podía ser una rutina diaria, para los días que estaríamos allí, sin embargo mi abuela despertó al día siguiente con ánimos de cocinar para un pelotón entero, y no pudimos rechazar la invitación a ayudarla y a devorar todos los platillos que preparó.

—Se nos acabó el pan—se quejó mi abuela.

—Yo voy por él—se ofreció de inmediato Gabriel.

—¿Puedes traer también un poco de mantequilla, ajo, aceite de oliva, y un rico vino?.

Gabriel sonrió con ternura y la besó, jamás se negaría.

—Estaba loco por salir a hablar con esa novia misteriosa que tiene—mi abuela sonrió mientras seguía revisando la olla con el guiso—. Ahora les enseñaré a preparar mi salsa secreta. Ayúdenme con los ingredientes.

Pasamos la siguiente hora cortando, picando, sofriendo, oliendo, probando y repitiendo varias veces, siguiendo las instrucciones de mi abuela. Estábamos tan concentrados en la labor que no nos dimos cuenta del tiempo que había transcurrido y que Gabriel había tardado demasiado.

—Lo llamaré—anunció Rámses tomando su teléfono, pero frunció el ceño cuando vio la pantalla—. Tengo una llamada perdida...

Y se levantó apurado y se alejó.

—Me gusta la confianza que existe entre ustedes—murmuró mi abuela y le sonreí—. Es lindo que hayas conseguido a una persona con la que puedas hablar de todo y con la que no tengas que hablar de nada y aun así decirse todo. En una relación no puede haber silencios incómodos, ambos deben saborear el silencio, la paz y la tranquilidad juntos. Los he estado viendo, tu abuelo y yo en realidad, y estamos felices por ambos.

—Gabriel tuvo un accidente—anunció el francés entrando apresurado a la cocina nuevamente.

Me levanté apurada cuando mi tío aventó la llave de su camioneta y Mike la atrapó mientras todos nos apresuramos a subirnos.

En el camino Rámses nos explicó que tenía una llamada perdida de la novia de Gabriel y un mensaje que decía que había sufrido un accidente, que ella estaba hablando con él cuando la llamada se interrumpió y no pudo volver a conectarse.

No sabíamos en donde, ni como comenzar a buscar, así que Mike colocó el GPS para que le avisara que sitios de las vías tenían reportes de accidentes y se condujo al más cercano y que estaba dentro de la posible ruta que Gabriel pudo tomar, pero Rámses estaba apresuradamente ingresando al sistema de búsqueda del teléfono de Gabriel, para saber el último lugar que reportó, y lo consiguió.

Mike hizo un movimiento un tanto brusco con el volante y se redireccionó al sitio donde Rámses le indicó.

Cuando llegamos al lugar comprendí lo que tuvieron que sentir mis papás cuando estuve en el accidente por culpa de Stuart. Mi estómago había caído hasta el piso, junto con mi presión arterial y esa agua helada que bajaba por mi espina dorsal.

—No otra vez—murmuró Fernando.

El auto rentado estaba destruido, irreconocible, y la zona estaba llena de policías y dos ambulancias, con restos de vidrio y algunas partes del vehículo esparcido por la vía.

Mike estacionó y nos apresuramos a bajar del auto. Fernando y Hayden corrieron hasta la ambulancia más próxima al auto que conducía Gabriel, explicándole a los policías que intentaron bloquear su paso quienes éramos, Mike en cambio corrió hasta donde se encontraba la otra ambulancia, cerca de un segundo auto destrozado.

Sobre la camilla estaba Gabriel, estaba consciente y se quejaba de dolor, sin embargo, no logré ver mucho porque me bloqueaban la vista los paramédicos, Hayden y Fernando. Rámses soltó mi mano y me pidió que me quedara en el sitio mientras él se acercaba a donde estaba su hermano. Una vez escuchó lo que decían, me sonrió en la distancia, aliviando mis nervios.

Gabriel estaba bien dentro de lo que se podía y era lo único que en el momento me importaba. Unos minutos después subieron a Gabriel a la ambulancia, Fernando se fue con él. Mike corrió hacia nosotros y nos apresuramos al auto para poder seguir a las ambulancias.

—Gabriel está consciente, perdió el celular en el accidente. Dice que no pudo frenar el auto. Se rompió la cabeza, pero pareciera ser superficial, la mano derecha esta fracturada, tendrán que hacerle radiografías, al igual que en las costillas, creo que podrían estar rotas también—explicó Hayden—. Está despierto y lúcido, eso es muy bueno.

—¿Y el otro conductor?—recordé que en el lugar del accidente había otro hombre, de una edad aproximada a la de Mike, que se veía mucho mejor que Gabriel, estaba sentado en la ambulancia, hablaba con la policía mientras un paramédico sanaba las heridas de su rostro. También estaban otras personas vestidas de civiles, curiosos probablemente.

—Está bien, heridas leves, venía también hablando por teléfono y notó muy tarde las señales que le hacía Gabriel. Los otros que estaban allí son conductores que se pararon a ayudar y vieron parte del accidente. Al parecer Gabriel iba con las luces de emergencia, tocando la bocina, tratando de esquivar los autos, pero el conductor no lo vio a tiempo y se puso en su camino. Gabriel logró esquivarlo, pero aun así lo sacó del camino—explicó Mike.

—¿Presentará cargos?—sentí el temor en la voz de Hayden.

—No lo sé, no lo creo, él iba conduciendo mientras hablaba por teléfono, violando por completo la ley.

—Gabriel también venía hablando por teléfono—agregué asustada.

—Si, pero no lo saben. Gabriel colgó la llamada en cuanto notó la falla del auto, pero el accidente no se causó por estar distraído. Además, ni siquiera es su auto, sino rentado, así que no pueden culpabilizarlo por falta de mantenimiento del vehículo. En cuanto llegue al hospital organizaré al equipo de trabajo.

—Pero...—comenzó Rámses y Mike lo interrumpió cuando atendió una llamada telefónica.

—Hola Ryan, si él está bien. Necesito que contactes a Lol1921, y que borre el registro de llamadas de Gabriel de la ultima hora, lo mismo con el teléfono de la novia, Rámses te pasará el número. Ya que está allí que vacíe la papelera de la novia, mandó algunos mensajes que no nos interesan que existan. Igual con el teléfono de Rámses. Los chicos ya saben qué hacer en estos casos, reúnan al equipo. Blinden la situación.

Era la misma frase que usaba para decir que debía proteger a los chicos de algún desastre. Siempre me decían que los chicos costaban demasiado dinero, y que tenían a todo un equipo laboral solo para sus desastres pasados, de los cuales aún muchos estaban vigentes; pero no sabía a ciencia cierta cuantos problemas pesaban sobre sus hombros, ni la magnitud de los mismos.

Antes de llegar al hospital Rámses me mostró su celular. La app de mensajes se abría y cerraba sola, así como otras apps, y los mensajes que le había mandado la novia de Gabriel diciéndole del accidente, desaparecieron.




Comenzaba a odiar los hospitales, demasiadas veces en muy poco tiempo.

—Estará bien, bombón. No son graves sus heridas.

—Es como si una nube negra de desgracias se hubiese posado sobre nosotros.

Rámses y yo nos habíamos quedado en la sala de espera mientras Hayden ingresó a buscar a Rámses. Mike no pudo ir, seguía haciendo control de daños de la situación. Rámses le había dicho sobre las posibles cámaras de vigilancia de la ciudad y tuvo que ir a atender eso.

No estaba muy contenta con la posibilidad de que pudiese alterar todo eso, para que los chicos pudieran salir ilesos de cualquier situación. Pero francamente, peores delincuentes manipulaban el sistema de justicia a su beneficio. No quise pensar más sobre este tema, porque me generaba un debate moral interno que no quería tener. Habían cosas que prefería ignorar, por eso los problemas de los chicos con la ley escogía voluntariamente no conocerlos aunque muchas veces me ganaba la curiosidad y hacía preguntas.

Fernando y Hayden salieron casi una hora después y nos pidieron que fuésemos con ellos. Fue una hora que se me antojó eterna a pesar de que Rámses seguía repitiéndome que estaba bien.

Entramos a la pequeña sala de emergencias donde lo tenían. Estaba recostado pero con buen semblante a pesar de que tenía una introvenosa y parte de su cabello enmarañado con sangre. Lo abracé cuando fue mi turno de saludarlo y le pedí que dejara de darme sustos. No me prometió nada y me robó un beso.

Estaba bien, seguía siendo él mismo.

—Tuviste mucha suerte, bueno, suerte no, pericia—dijo el doctor en cuanto entró en la sala—. He visto accidentes terribles cuando a un auto le fallan los frenos, por suerte tu solo saliste con algunos moretones, la cortada en la frente que probablemente no te deje cicatriz, una fisura en la costilla y una fractura en la muñeca derecha—el doctor colocó las radiografías en el visor. Yo no veía lo que él estaba señalando, pero los demás si—. Te diste un buen golpe en la cabeza pero no vemos nada en el scan que te hicimos, sin embargo recomiendo que mantengas una estricta vigilancia, muy seguro de que tu papá lo hará—dijo refiriéndose a Hayden.

—¿Habrá que repetir una nueva radiografía? ¿Deberá quedarse la noche?—preguntó Mike— el doctor miró confundido al abogado pero Mike quiso sacarlo de su confusión—, soy su papá.

—Oh, disculpe pensé que el doctor Michia era su padre.

—También lo soy.

Y cuando el doctor miró aun más confundido a Fernando, Mike se impacientó: —Poliamor, doctor, actualícese. Tres padres que se aman, felices, un vientre en alquiler y dos hijos. ¿Tendrá entonces que quedarse la noche?.

El doctor tardó unos segundos en recomponerse de tanta información y finalmente respondió que no era necesario que Gabriel pasara la noche.

—En cuanto noté que los frenos no respondían comencé a hacerle señales a los otros autos para que se quitaran de mi camino, pero ese auto no me notó—dijo Gabriel, cambiando el tema del poliamor de forma radical, algo me decía que era la misma historia que siempre decían.

—El otro conductor nos contó que venía distraído en una llamada—le respondió el doctor.

—Giré el volante, porque no tuve otra opción, así que solo lo golpeé por un costado. ¿Cómo está él?.

—Ileso. No debo discutir el estado de otros pacientes, pero él no es paciente. Tiene un cortada en la cabeza mucho más pequeña que la que tienes tu. Ahora está en la sala de espera, los policías conversan con él.

Miré a Mike, asustada.

—Ya hablaron con Gabriel. Están levantando el informe del accidente. No se presentarán cargos. La compañía donde rentamos el auto tiene un seguro que cubrirá todos los daños.

—El auto de Gabriel colisionó por el costado derecho con el otro auto y esto hizo que lo sacara de la vía, el auto giró varias sobre sus ruedas, como un trompo, hasta que finalmente pegó con la isla de concreto que tiene la autopista. Por suerte no se volteó, pero logró frenarlo—Hayden tomó la palabra en cuanto el doctor salió—. Vimos el video de la cámara de seguridad, nos la mostró el policía.

—¿No deberían hacer una investigación previa para revisar el auto?—pregunté.

—Claro, la harán, pero no se presentarán cargos, así que las investigaciones serán privadas, pagadas por las compañías de seguro involucradas. No hubo error humano, tampoco se exigen indemnizaciones que es lo que se busca cuando se presentan cargos—Fernando continuó—. Sin embargo, estaré al tanto de todo lo que investigue la compañía de seguro, yo si quiero una indemnización por darnos un auto defectuoso. Esta vez corrimos con suerte ¿pero y si no hubiese sido así?. Si Gabriel fuese un deportista, su temporada entera, quizás hasta su carrera, estaría perjudicada; No quiero ni pensar que hubiese pasado si...

—No lo pienses, yo tampoco quiero hacerlo—respondí.




Tardaron casi dos horas en darle de alta.

—¿Le avisaron a la abuela? Debe estar muy preocupada—Gabriel se subió al auto con gran dificultad—. Ni siquiera alcancé a llevarle los ingredientes que me pidió.

—Le avisamos mientras esperábamos y le enviamos un delivery con las cosas que pidió. Por lo menos para que no tuviese una preocupación más.

—¿Crees que nos haya guardado comida para mañana?

—¿Para mañana? Vas a llegar comiéndotelo y conociendo a mi abuela, querrá cuidarte a punta de comida.

—No me quejaré porque cocina como los dioses, pero hará que engorde y así no puedo hacer ejercicios.

—Así no seré la más gorda.

—Gordibuena—respondieron los hermanos al unísono.

—¡Hey!—le advirtió Rámses.

—¿Qué?—respondió Gabriel enrojecido—. Bien, pero por lo menos dile que no se diga así y préstame el teléfono. Debo avisarle a mi novia que estoy bien.

—Ya lo sabe, la mantuve al tanto—respondió mi francés y Gabriel se sorprendió—. Entonces mejor deja de verle las curvas a mi novia, a menos que quieras que todos sepan quien es la tuya.

Gabriel se congeló en una sonrisa, impasible, en su mejor cara de póker pero asintió.

—Bombón, si vuelves a decirte así, te pondré un reto, será grande y jugoso.

—¿Un reto?—Hayden no aguantó la curiosidad.

—Tenemos un sistema de retos para compensar nuestros errores o fallas. Cuando me contesta mal, en vez de poner dinero en un frasco, debe cumplir un reto—le expliqué.

—Todo comenzó cuando me tatué a bombón, y se quedó como un buen incentivo. ¿Cómo crees que logré que dejara esa tonta dieta que comenzó?.

—¿Y tú que has logrado?—me preguntó Mike.

—A Amelia se le dan más los retos de kamasu....

—¡Rámses!—grité al mismo tiempo que su papá.

—¡Esa es una excelente idea!—Gabriel, arrebató el teléfono de Rámses y comenzó a teclear—. A mi novia se le da muy bien gritar innecesariamente, dormiré livianito toda mi vida a punta de retos.

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

Nota de Autora:

Cuando mi abuelo falleció descubrimos que es propietario de un terreno inmenso, tan grande como una montaña, al que siempre se refería como "terrenito" y del cual pensábamos que no tenia gran valor. De haber sabido que era toda la montaña en esa zona tan exclusiva, quizás fuésemos hoy en día millonarios (sus hijos y nietos), pero cosas de abuelos que nunca dijo, y que descubrimos cuando abrimos el baúl de los recuerdos después de que falleció. (El terreno no está perdido, pero para poder ver algún centavo de él debemos resolver un tema de herencias, porque le pertenece a mi abuelo y a sus hermanos, así que es un tema de herencia entre tíos abuelos, y sus hijos, y los hijos de sus hijos y los hijos de los hijos de los hijos...)

El pobre Gabriel, ha corrido con muchísima suerte. Y la forma como los poliamorosos de Fernando, Hayden y Mike se desenvolvieron, nos da una idea de como han manejado las crisis anteriores de los chicos. ¿Qué opinan?

Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.

Baisers et Abraços  

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