CAPITULO 37. Es más complejo que eso

Dos meses después.

—Llegaremos tarde—gritó Gabriel una vez más y yo corrí por el departamento saltando en un pie mientras me colocaba el otro zapato.

—¡Ya estoy lista!—mentí con descaro.

Rámses estaba parado en la puerta junto a Gabriel. El primero llevaba en la mano un café para mí y un emparedado que me había preparado para el camino; el segundo llevaba mi bolso con los libros.

¡Los amo!

Salimos de la casa con el típico apuro de todas las mañanas.

—Desayuna—dijo Rámses y abrí la boca cuan grande podía y la picardía apareció en su sonrisa torcida—, así me gusta, practica para la noche.

Y antes de que pudiera avergonzarme, metió el pan en mi boca y abrió la puerta de copiloto para que subiese.

Gabriel se deslizó en el asiento trasero y sacó su computadora para continuar estudiando.

Había comenzado la pasantía con Mike, así que su tiempo de fiestas se había acabado. Estaba esforzándose al máximo, entre las clases y la pasantía. ¡Y le iba genial!. Mike lo ayudaba muchísimo en las pasantías para que no se retrasara con las clases, colocándole en casos que sabía que le serviría para sus estudios. Lo llevaba vigilado muy de cerca, no quería ser el responsable de que tuviese bajas calificaciones.

Más de una noche salió tarde porque se quedaba estudiando con Mike o con Ryan.

Hoy tenía un examen muy importante y además era la presentación de los alegatos que ayudó a redactar para un caso de Mike.

—¿Te acostaste muy tarde?—le pregunté a Gabriel con la boca aun llena de comida.

—Bastante, pero nada que un redbull no me quite. O dos...

—Te escuché discutir otra vez—Rámses lo miró por el espejo retrovisor.

Gabriel suspiró profundamente y cerró la laptop al tiempo que recostaba la cabeza del espaldar del asiento.

—No me queda tiempo para más nada. Las pasantías son fuertes, Mike me respira en el cuello por los estudios y las clases solo empeoran con los días. Tenemos poco más de dos meses sin vernos, no sé cuándo podré ir, ella no puede venir y como si no fuese poco me quedo dormido en la mitad de todas las llamadas...

—¿Y esta... chica misteriosa, con la que estás saliendo, no lo comprende?—Gabriel no había dicho con quién estaba saliendo y cada vez que tocamos el tema el portugués sonreía y se volvía esquivo. Estaba caminando en hielo delgado si quería obtener más información.

—Lo comprende tan bien que me irrita. Creo que tiene a otro. Y tiene que ser alguien de su círculo de amigos, porque su geo localización no me da una ubicación distinta a la de sus amigos, y sube fotos con su grupo...

—Demasiado acosador— miré a Rámses para reprenderlo, él tenía que ser el artífice de esa locura de geolocalización—. ¿Por qué no le preguntas directamente?—le sugerí.

—Lo he hecho.

—Y por eso discutieron—finalizó Rámses—. Te dijo que no podías desconfiar de ella.

—Y me dijo que estaba haciendo transferencia de sentimientos y que era yo quien la estaba engañando. Me acusó de querer terminar con ella. De auto sabotear nuestra relación.

—¿Y lo estás haciendo?—presioné.

—No, pero creo que ella si.

Llegamos a nuestra primera parada, la de Gabriel. Con el inicio de su pasantía y teniendo que cumplir con el castigo extendido de Hayden adaptamos nuestros horarios.

La palabra clave aquí era "extendido", porque no daba señales de querer que termináramos nunca con nuestras actividades.

—Antes de irme, hoy cenamos con Mike, recuérdenlo—dijo Gabriel y se asomó por la ventana del conductor para besarme en la mejilla.

—Esta patria potestad compartida es una mierda—se quejó el francés y le dimos toda la razón.

—Dímelo otra vez—le pedí a Rámses mientras conducía a mi parada.

—Se arreglarán, ya han tenido peleas en el pasado y lo solucionan. Hay que darles tiempo y espacio.

Era lo mismo que siempre me decía pero la verdad era que cada vez lo decía con menos convicción.

Eran dos meses sin hablarse, no soportaban ni siquiera estar en el mismo sitio. Era incómodo en todos los sentidos aunque no sacáramos el tema, algo que los alteraba.

—Deja que fluya—me repitió Rámses antes de estacionarse para permitirme bajar.

Me tomó por el rostro y me dio un perfecto beso, suave y cálido, que me recordó las palabras que siempre me repetía: Superamos los problemas porque nos amamos. La familia es mucho más importante que cualquier problema y aunque Fernando odiase a Mike, y viceversa, se amaban y lo superarían tarde o temprano.

Me baje del auto aturdida, tropezando con mis propios pies. Rámses acababa de robarme el aliento y la risa que escuché a mis espaldas confirmó que él lo estaba disfrutando.




—No estoy nada seguro de esto—se quejó el francés, estaba incómodo de pies a cabeza.

Enojado, se terminó de quitar la corbata, se subió las mangas de la camisa y soltó algunos botones de su camisa. Respiró aliviado. Se veía muy sexy, no sé por qué lo obligué a vestirse tan elegante, si como chico malo se veía mil veces mejor.

Gabriel en cambio y para mi sorpresa estaba vestido con un jeans azul, un tanto roto en una de las rodillas y una camiseta manga larga negra. Cuando lo vi salir de la casa luciendo tan despreocupado por su apariencia, todo lo contrario a lo que era él, me desconcertó.

Ninguno estaba feliz de esta salida, ni de esta comida, pero les insistí y prácticamente los obligué a venir. Armé tan alboroto, aprovechándome de tener el periodo, que accedieron.

—Ni sé por qué vinimos.

—Es tu padrino—le recordé al portugués.

—No, vinimos porque estabas como poseída y ¡nos asustaste!.

—Me siento como que traiciono a mi papá—Rámses apretó insistentemente el botón del ascensor del edificio donde vivía Mike.

Si seguía así lo rompería, aunque algo me decía que era lo que quería.

—Es una parte de lo que siempre siento cuando voy a la pasantía, aunque hoy será peor.

—Ultimadamente, ambos son unos idiotas. Si, Mike cometió un error en no contarle a Fernando, pero no tirarán por la borda tantos años de amistad. Y ustedes tampoco. Así que mejoren esa actitud, tengamos una buena noche y por favor, cambien esas caras, ¡SONRIAN!.

Ambos me dieron las sonrisas más hipócritas y falsas que tenían, incluso inclinaron la cabeza levemente hacia el mismo lado. Contuve mis ganas de reírme por lo muy parecido que se me hicieron en ese momento.

Mike fue quien nos recibió en la puerta, nos abrazó y besó con cariño, nos agradeció por haber ido y nos invitó a pasar.

El departamento era bellísimo, amplio y sin muchos adornos. Sin embargo podía identificar a Mike en algunas decoraciones, y muchas otras eran notoriamente de Johana, como las flores en distintos jarrones, las plantas, los portarretratos.

El recorrido por el departamento me dejó alucinada, sobre todo porque Mike nos iba contando todas las reformas que tuvo que hacer, las fallas que se le presentaron al departamento y en especial el dinero que invirtió.

Los hermanos permanecían bastante callados, algunos monólogos era apenas lo que le respondían a Mike. La casa poco a poco se fue llenando con un olor delicioso que hacía mis papilas gustativas derretirse, ni los hermanos podían disimular lo bien que olía.

Johana salió de la cocina con un delantal cubriendo su vestido naranja con flores blancas.

—¡Hey! Las mentes maestras piensan iguales—dijo en cuanto me vio y la acompañé en su sonrisa. Llevábamos el mismo vestido, aunque a ella con sus curvas delicadas lo hacía lucir de alta costura.

La saludé con todo el cariño que pude. La verdad era que para mí tampoco era fácil estar acá, una parte de mí también sentía que traicionaba a Fernando, por eso le escribí temprano y le pedí que con total sinceridad me dijese si se sentiría incómodo.

Su respuesta tardó muchísimo, pero finalmente dijo que no, y por esa razón, estábamos aquí.

—Hola chicos, muchas gracias por aceptar nuestra invitación.

Rámses y Gabriel le dieron una pequeña sonrisa diplomática. Johana sonrió una vez más, estaba nerviosa y se limpió las manos del delantal, alisándolo como si fuese necesario.

—La comida ya está lista. Disculpen la demora.

—No escuché al repartidor—Rámses miró hacía la puerta, como si aún pudiese estar allí o como si quisiera escapar.

—Johana cocinó todo lo que comeremos hoy—explicó Mike besándola en la sien.

Pasamos al comedor y tomamos asiento cuando Mike y Johana llegaron con la comida. Era filete con puré de papás y unos espárragos asados, con una presentación que era digna de cualquier programa gastronómico de esos que a Rámses tanto le apasionaban.

—¡Faltó la salsa!—gritó Johana antes de que probáramos el primer bocado. Corrió a la cocina y regresó con una pequeña jarra que contenía un líquido blanco, que vertió cobre cada uno de nuestros platos.

La comida estaba deliciosa y todos, incluidos los chicos, la alabamos. Me ofrecí a ayudar a levantar los platos y Johana se unió a mí en la cocina cuando comenzaba a lavarlos.

—Puedes dejarlo allí, muchas gracias. Mike los lavará.

—No es ningún problema. Todo te quedó maravilloso.

Estaba realmente intentándolo, pero ella me generaba un sabor amargo. Recordaba a Fernando al día siguiente de aquella inauguración, llegó colgado del brazo de Hayden, completamente ebrio. Ni sus hijos lo habían visto alguna vez así.

Hayden se había disculpado, estaba tan ebrio como él y nuestra dirección fue la única que pudo recordar. Ambos estaban sucios con un olor espantoso a alcohol, cigarrillo y quizás vomito. A esa hora de la madrugada levanté a Rámses y a Gabriel, para que me ayudaran. Los hermanos metieron a Fernando y a Hayden en la ducha y aunque sus ropas no eran del tamaño adecuado, lograron vestirlos y acostarlos a dormir.

Pero mientras eso ocurría Fernando no dejaba de viajar entre varias emociones con Mike. Estaba molesto y despotricaba contra el abogado, estaba dolido y se lo reprochaba, estaba triste y lloró en más de una oportunidad.

En la mañana fui yo la encarga de lidiar con dos adultos con resaca y aun con alcohol en su organismo. Estaban taciturnos, incómodos el uno con el otro. Vi a Fernando bloquear a un Mike que no dejaba de llamarlo constantemente, salirse de los grupos de whatsapp y finalmente estrellar su teléfono contra una pared, destrozándolo y haciéndome saltar asustada.

Eso era lo que a Gabriel y a Rámses les costaba perdonar y con lo que yo estaba luchando.

—¡Oh no!—Johana se lamentó y me hizo regresar al presente.

Y entonces ella comenzó a llorar sobre un brownei quemado. Lloraba desconsoladamente y me quedé petrificada en mi sitio.

—Yo sé lo que hice, sé que fue una mierda, un desastre. Pero de verdad amo a Mike, quería que hoy fuese perfecto. Hemos tenido tantos problemas, está sufriendo por Fernando, por los chicos, por ti. Y no me lo dice, pero sé que me reprocha lo que pasó con Fernando, no me lo termina de perdonar del todo. Vamos a terapia, intentamos comunicarnos, pero siempre caemos en lo mismo. No tuve que haber ido a la inauguración, quizás ahorita seguiríamos escondidos pero definitivamente con menos discusiones. Quería que esta noche fuese perfecta, quería demostrarle que podía ganármelos, que él podría recuperarlos, que no los ha perdido para siempre...

Y no pudo seguir hablando, sus lágrimas caían sobre el brownie y entonces reaccioné. Me sequé las manos y de forma torpe acaricié su espalda mientras ella sorbía su nariz.

—Quizás podamos salvarlo.

—¿Cómo? Dime cómo por favor, porque yo no lo sé. No sé cómo pedirle perdón a Fernando cuando ni siquiera me contesta las llamadas, hasta la decencia y la diplomacia perdió conmigo cuando me despidió por un mensaje de texto. No sé cómo hacer que ustedes me perdonen, a mí, a Mike. Yo fallé primero, él lo ocultó para no exponerme a mí. Dime como arreglar esto y lo haré. Lo que sea lo haré. Me duele demasiado verlo sufrir y si para que Mike no sufra tengo que alejarme, lo haré. Tengo tanto miedo de perderlo, que se me escape todo entre las manos, que no sirva mi esfuerzo, que no sea suficiente y sin embargo estoy dispuesta a dejarlo ir si estará feliz.

—Yo... ehm... yo hablaba del brownie, quizás podamos salvarlo, pero no sé cómo arreglar lo demás, creo que con tiempo, supongo. Todos necesitan tiempo para sanar—no sabía que decirle, pero esa era lo que siempre me decía Alexa.

—Nunca quise lastimar a nadie. No estoy loca, no soy mala persona, no soy perfecta, pero no soy mala persona, me equivoqué espantosamente pero no quería hacerle daño a nadie. No quería que nada de esto pasara.

Ella sollozaba descontrolada y eventualmente se giró y me abrazó. No podía rechazarla, menos cuando temblaba e hipaba entre el llanto. Y me compadecí, porque ese llanto no se podía fingir. Y quise ayudarla, porque yo también era humana y no podía fingir indiferencia ante su dolor.

—Lo sé, bueno, es lo que creo. Pero al final si lo hiciste y no se trata de que puedas sanar esas heridas, ¿un ladrón puede quitarle el miedo a su víctima? No, y eso pasa con cualquier persona que lastima a otra. El tiempo es quién lo cura, así que no te martirices por reparar el daño, el daño ya está hecho, el tiempo lo reparará. Es bueno lo que están haciendo, las terapias y éstas reuniones, pero no debe ser perfecto, solo debes ser tú.

Y antes de que ella pudiera replicarme como le noté que lo haría, la aparté de mis brazos y le mostré la bandeja de brownie mirándolo de cerca.

—Creo que si quitamos lo de arriba, lo salvaremos, quedará más delgado, pero no hay postre malo con chocolate.

—Tengo un poco de nutella—tartamudeó y se apresuró a buscarla en la nevera. La calentó un poco en el microondas mientras yo quitaba lo quemado del brownie y luego vertió la nutella sobre lo que había quedado.

La presentación no era la mejor, pero lo importante era el sabor.

—Gracias, Amelia. Lo lamento, he estado muy estresada todos estos días.

—Está bien, no te preocupes.

Salí de la cocina con otra perspectiva sobre quien era Johana y lo ocurrido. Mis pensamientos y mi sentir se encontraban divididos.

Gabriel y Rámses tuvieron que reconocer que fue una buena cena, pero no se atrevieron a decírselo ni a Mike ni mucho menos a Johana.

Pensamos que la noche había terminado pero creo que apenas comenzaba porque en cuánto llegamos al departamento en el lobby, esperándonos, se encontraban Ameth y Enrique.

Se levantaron cuando nos vieron. Enrique, como siempre, se estrelló contra mí, envolviéndome en un fuerte abrazo.

—Hermana, me gusta volver a verte.

Yo estaba sorprendida, no esperaba verlos allí.

—Lamento llegar sin avisar y menos tener que pedirles semejante favor.

—No tenemos donde quedarnos. Nuestra prima dará a luz y no logramos conseguir un hotel.

—Bueno, si dimos con algunos, a unas cuadras están dos hosteles que se ven bastante decentes pero...

—No, por favor... esos hosteles no son nada familiares, bastante deprimentes—dijo Gabriel haciendo que mi papá alzara una de sus cejas

—Sin agua caliente, ni wifi—pero el francés no podía quedarse callado a pesar de mis ojos desorbitados—. La limpieza es deplorable y las camas rechinan, hemos probado varias habitaciones y...

—¡Ay Dios! Quédense con nosotros, nos la arreglaremos—me apresuré a intervenir antes de que Rámses siguiese hablando.

No esperé respuesta y halé al francés por el brazo, mientras le clavaba mis uñas.

—¿Demasiada información?—me susurró y asentí. Lo mataría luego.

Esa verborrea hizo que la subida en el ascensor se sintiese eterna e incómoda y cuando por fin llegamos al departamento las cosas no mejoraron.

Enrique y Ameth dormirían en el sofacama, pero al abrirlo un condón salió volando por los aires, golpeando a Ameth en la cara, como asegurándose de que se viese.

Enrique lo recogió del piso y se lo mostró a Rámses, pero el francés se encargó de empeorar todo

—No me mires a mí, los míos están en la mesa de noche, pero tu hermana usa la pastilla así que...

Me quería morir, mil veces.

—Es mío—Gabriel agarró el paquete y lo guardó en su bolsillo.

Ameth había permanecido callado desde la descripción de las habitaciones del hostal, pero ahora lucía a punto de vomitar.

—Ehm.... ¿Qué prima es?—pregunté tratando de que dejásemos de un lado el hotel y el condón volador.

—Es la hija mayor de mi tio Amith, él no quiso venir, pero no la queríamos dejarla sola.

—¿Por qué no quiso venir?—sabía que el hermano menor de mi papá se había distanciado de su hija y aunque había tenido mucho tacto en no preguntar, era un tema que definitivamente evitaría que Ameth matase a Rámses.

Si las miradas mataran, yo estaría soltera en este momento.

—Bueno... Coli es gay y mi tio es lo bastante cerrado como para no aceptarlo ni entenderlo.

—Pero tendrá un bebé.

—Lo darán en adopción. Nosotros en la familia no creemos en el aborto, ni en evadir responsabilidades, tener un hijo y darlo en adopción es una evasión de la responsabilidad—mi papá estaba serio, pero por encima de eso, estaba dolido.

—No lo sé, creo que si no se siente lista para ser mamá, es preferible que se lo dé a una pareja que si lo esté—comenté.

Y ahora era yo quién estaría muerta porque Ameth acababa de darme la misma mirada que le daba a Rámses.

—Además, cada quien es dueño de su propio cuerpo, es la mujer quién decide que hacer o no con él.

Y nuevamente Rámses sería el difunto.

Los gritos de Gabriel, traspasaban la puerta de su habitación que estaba cerrada

—No, tú también tienes tu fama y no te estoy juzgando por el pasado. Claro que me estás juzgando, claro que si. Que sí. Si. ¿Entonces que estás haciendo?. ¿Es en serio?. ¿Me estás terminando?.

Y sé que la conversación empeoró porque los gritos se acabaron, en cambio algunas palabras dolorosas llegaron hasta mis oídos y la llamada terminó. Miré a Rámses, quería entrar en esa habitación y consolar a quien era también mi mejor amigo y a pesar de que mi novio negó, pidiéndome que le diera su espacio, no pude aguantar las ganas de ir a su lado.

Toqué la puerta con delicadeza y entré sin darle la oportunidad de responderme. Gabriel estaba sentado en la orilla de la cama. Su teléfono sujetado con fuerza con una de las manos. En cuanto sintió mi presencia se limpió el rostro con el brazo y giró la cara, como si así no pudiese verlo.

Me senté a su lado sin decir ni una palabra.

—Se acabó—su voz estaba rota.

—¿Por qué?.

—Un grave mal entendido.

—¿Quieres contarme?

—En la oficina—respiró profundo, como si estuviese cansado de repetir la misma historia—, hay una abogada. Mike me asignó con ella para hacer los alegatos del caso de Ramsay, el día del juicio salimos todos a celebrar y nos tomaron una foto justo cuando ella me abrazaba. Ella es muy cariñosa conmigo, me ve como un hermano menor, pero en la foto parece otra cosa.

Gabriel me mostró la foto y en efecto la abogada lo tenía completamente abrazado, uno de sus senos estaban en el pecho de Gabriel, es algo que imposible que una mujer no note, no es algo inocente, tampoco accidental.

—Se ve mal la foto.

Gabriel suspiró y pasó sus manos por la cara: —Pero fue inocente.

—Lamento decírtelo en este momento, pero eso no fue inocente por parte de ella y se ve en la foto. ¿Y qué te dijo tu novia?.

—Lo mismo que tú y que no me creía porque yo no era inocente, sino un puto. Y todo fue a mal en peor porque le mostré algunas fotos que ella ha puesto con sus amigos, y...

—Dime que no le dijiste puta...—recé para que su respuesta fuese no.

—Le dije que yo podría decir lo mismo de ella. Y allí se fue todo a la mierda.

Apoyó sus codos en las rodillas y escondió el rostro entre sus manos. Volví a acariciar su espalda.

—Deja que se calmen las cosas y vuelve a hablar con ella. Pero sincérate con ella, no le digas que fue inocente cuando tú mismo sabes que no es así.

—¿Pero que le iba a decir?

—¿A la abogada?. Que no te recostara las tetas

—¿Pero delante de todos?.

—Eso si te lo concedo, ¿pero se lo dijiste después?.

—Le hablé de mi novia—explicó.

—Bueno, eso es lo que tienes que decirle a ella. Que sabias que no fue accidental ni inocente, pero que no le dirías nada delante de todo el mundo, pero que cuando tuviste una oportunidad le hablaste de tu novia y lo mucho que la quieres.

—Que la amo—me corrigió y me sorprendí—. Pero le mentí, ya le dije que era inocente y no me había dado cuenta.

—¿Y por qué se lo dijiste?

—Pánico...

—Entonces, díselo. Escucha, Gab, la verdad no tiene que tener sentido, a veces nos pasan cosas locas, a veces nuestros razonamientos no son claros, sencillos e incluso lógicos; y complicamos las cosas tratando de dar una explicación que sea más comprensible, pero es mejor siempre decir la verdad aunque parezca una locura. Así, aunque no te crea por decir la verdad, tendrás la conciencia limpia.

—No me creerá

—Entonces ya será su problema, porque tú le habrás dicho la verdad.

Cuando salí de la habitación Enrique ya estaba dormido pero mi papá estaba navegando en su teléfono, creo que me estaba esperando.

—Me gustaría mucho que mañana nos acompañaras a la clínica donde está tu prima. Ella está sola en la ciudad y quizás tú puedas hablar con ella sobre la locura de la adopción.

—Puedo ir, pero no le hablaré sobre la decisión de dar en adopción a una desconocida que apenas estaré conociendo.

—Lo entiendo, pero podrías...

—No lo haré papá, por favor no insistas.

Ameth sonrió con tanta amplitud que vi las perlas de sus dientes a pesar de la oscuridad.

—Me encanta la naturalidad con la que te sale llamarme "papá".




En la mañana estuve lista a primera hora, tal como me lo pidió Ameth. Enrique estaba más emocionado que cualquiera, Coli era su prima favorita, la pequeña diferencia de edad que existía entre ellos hizo posible que Enrique fuese el bebé con el que Coli jugaba.

En el camino a la clínica, Enrique me iba contando algunas anécdotas bastante graciosas, como la vez que le dio una patada accidental a Coli y le desprendió un diente de leche. Estaban jugando a los karatecas.

—Debemos decirte que no somos los únicos acá—me advirtió Ameth en cuanto llegamos al piso de obstetricia—, Enrique y yo éramos los únicos sin hotel, pero el resto de la familia si vino.

—¿El resto....?

Y cuando giramos en la esquina para estar en la sala de espera, el bullicio que estuve escuchando se silenció de inmediato. Todos los ojos estaban sobre mí.

—Amelia te presento a Paula, la esposa de Amith y mamá de Coli , mi hermana mayor: Amath, su esposo Unai, su hija Unam y sus hijos Naith y Moama;. Y tu abuela Amara.

Ninguno dijo ni una palabra, yo intentaba recordar los nombres, pero era difícil.

—Ya se los he dicho, dicen todos esos nombres así y aturden a cualquiera, es un trabalenguas. Yo soy Moama, dime Pat, por mi segundo nombre, porque desde que salió Moana, la de Disney se me arruinó la vida—un niño de unos diez años, con cabello largo y castaño, se levantó para presentarse, extendió su mano y luego de que se la estreché chocó los puños con Enrique.

—Pero bueno.... ¡saluden!—apremio Ameth y todos reaccionaron

Los gritos retumbaron en la pared. La primera en abrazarme fue Amath, mi tia, saltó conmigo emocionada; de sus brazos me arrebataron los niños Unam y la hermana que no recuerdo su nombre y finalmente llegó el turno de la abuela, mi abuela. Amara acunó mi rostro en sus manos, ella lloraba emocionada y me atrajo hasta sus brazos y luego arrastró a Ameth al mismo abrazo.

—Tenías razón, la tenías. Estoy tan feliz de que hayas sido un testarudo, que nunca desistieras—le dijo a su hijo—. Moseth estaría tan feliz de conocerla, heredaste su testarudez.

Cuando los ánimos se calmaron me repitieron los nombres, varias veces. Esta familia era amante de los nombres combinados, aunque algunos, como mi papá se revelaron contra esa tradición.

—Amelia, te presento al novio de Coli.

Me giré para conocerlo y me sorprendí cuando lo vi.

—Vaya, el mundo es muy pequeño—me respondió.

—¿Llegamos tarde? Te mataré si por tu culpa llegamos tarde al nacimiento.

—Llegan a tiempo, la bajaron a pabellón porque no termina de dilatar, le harán una cesárea—anunció el papá a todos los presentes. La familia Maggio dieron varias palabras de aliento.

—Familia, ellos son mis papás—y los dos señores también fueron recibido con mucho cariño por los Maggio.

Finalmente, cuando las presentaciones terminaron, me acerqué a saludar a los padrinos.

—¿Mia?.

—¿Tu eres la prima de Nicole? Vaya que el mundo es un pañuelo—Megan estaba tan sorprendida como yo.

Mikaela y Alejandro también llegaron y se unieron a la sorpresa de todos.

Los minutos comenzaron a pasar, Amath, Unai y Paula bajaron con todos los chicos al cafetín, la abuela fue con ellos. Me quedé en la sala de espera con Megan, Ryan, Taylor, Alejandro y Mikaela. Los padres de Taylor conversaban con los hermanos rubios y con Alejandro.

—¿Nicole dará en adopción a su bebe?—me atreví a preguntarle a Mikaela, susurrando para que nadie más escuchara.

—Es más complejo que eso. Ella y Taylor tuvieron una noche loca y quedó embarazada. Ella no está lista así que le dará la patria potestad a Taylor.

—Oh....—fue lo único que alcancé a decir, comenzaba a entender la frustración de la familia.

—¿Y los demás no podrán esta en su vida?

—Si, podrán, Taylor no tuvo problemas pero es Nicole la que no quiso. Han sido unos meses bien conflictivos.

Todos regresaron a la pequeña sala de espera y poco tiempo después, las luces del pequeño cuarto por donde mostraban a los bebes se iluminó. Todos corrieron para estar en primera fila cuando las cortinas comenzaron a abrirse.

Taylor estaba llorando, en sus brazos acunaba un bebe bien abrigado, él no paraba de sonreír, su cara enrojecida por la emoción, sus ojos aun humedecidos. No lograba saber si era niño o niña, la manta que lo cubría era blanca, pero si notaba que estaba dormidito, feliz, placido.

¿Importaba si era niña o niño? No lo hacía, a nadie de los que estaban acá les importaba, porque lo adorarían con locura.

Mi papá pasó su brazo por mis hombros y los de Enrique.

—Él día que ustedes nacieron, han sido dos de los cuatro días más felices de mi vida. Cuando Amelia nació no sabía que era capaz de amar tanto, el corazón se me iba a estallar, haría lo que ella quisiera con tal de que no llorase, de que no sufriera. Y cuando Enrique nació mi corazón volvió a ensancharse más que antes. No sabía que era posible. Desde el primer día mi vida giró en torno a ustedes, a construir un futuro para ambos y nunca paré aunque no tenía a Amelia a mi lado. Sabía que la conseguiría.

—¿Cuáles son los otros dos días?—pregunté.

—Cuando me casé con la mujer de mi vida y cuando te encontré.

.

.

Taylor avisó que Nicole, Coli como le decían en la familia, estaba bien, en recuperación y que en poco tiempo la llevarían a la habitación.

Paula lloraba descontrolada, ella estaba sufriendo y aunque Amara intentaba consolarla no lo estaba logrando.

Taylor llegó a la sala de espera y fue abrazo por todos. Megan y Ryan lloraban junto con él, hasta saltaron de alegría como pequeños niños. Toda la familia, incluyéndome, lo felicitó pero él camino hasta Paula y se acunclilló para quedar a su nivel. Le susurró algo que hizo a Amara asentir y comenzar a calmarse. Lo abrazó con fuerza y lo persignó.

—Nicole estará en la habitación 12, nosotros estaremos en la 17. Pueden ir todas las veces que quieran.

No estaba entendiendo porque sería en habitaciones distintas pero no era el momento de preguntarle a nadie, pero Mikaela, como si leyera mi pensamiento me susurró la respuesta.

—Nicole, no quiere ni verlo.




En el camino de regreso al departamento pensaba en las palabras de mi papá sobre el día de mi nacimiento. También en las experiencias que todas las mamás presentes compartieron. ¿Acaso mi mamá no sintió nada de eso?. Me hubiese podido llamar y preguntarle, en varios cumpleaños me recordaba el día de mi nacimiento, pero con los acontecimientos de Stuart, dudaba de que haya sentido esa dicha y felicidad que me describió. Creo que eran dudas que nunca podría resolver, porque no me veía hablando con ella sobre el tema y tener las respuestas que quería o peor aún, que sus respuestas me hicieran más daño. 

~ ~ ~ ~ ~ ~

Nota de Autora:

Tarde pero seguro.

Diganme aquí que opinan de Johana.

¿Y será niña o niño el bebé de Nicole y Taylor?. Sé que muchas quieren saber por la segunda parte de ENA, pero la comenzaré a escribir en cuanto termine NJLP2, paciencia.

Gracias por seguir conmigo a pesar de mi ausencia!

Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.

Baisers et Abraços  

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