CAPÍTULO 24. Cirano
—¿Cómo estás?
—Bien—mentí.
—Sigues siendo una muy mala mentirosa Beleza. ¿Estás lista?.
—Ya casi termino—volví a mentir y él rio—. Te espero donde siempre.
Gabriel se acababa de bajar del avión que lo sacó de Atlanta y quería venirme a buscar a la universidad. Una semana permaneció con Rámses, el mismo tiempo que yo permanecí sola. Bueno con Donovan, Isaack y Albert, mi guardia asignado; pero sin Rámses.
En todos esos días no he hablado con el francés, ni por llamada ni por mensajes. He sabido poco de él, solo las cosas que me comentaba Gabriel cuando me llamaba, sabía que no quería saber de Rámses pero aún así me daba la información que me moría por conocer.
Porque tan bien me conocía Gabriel, que entendía mi bipolarismo.
Así que dejaba pistas claras y obvias en nuestras conversaciones, como cuando me dijo que iban saliendo a una reunión, o que tenía que ir a comprar unas medicinas para el tratamiento, o que había pasado la noche en vela.
Rámses no lo estaba pasando bien, eso estaba claro. Durante estos días había leído mucho sobre el proceso de desintoxicación y asustada por todo lo que veía, terminé llamando a Hayden casi al borde del llanto.
—Mia, si, se está desintoxicando y si, los síntomas son los que leíste, pero en mucha menor medida. Creo que lo que lo tiene peor es la separación de ustedes, y disculpa que te lo diga, porque no quiero que te sientas culpable de ninguna manera.
—Lo sé, aunque me siento un poco culpable.
—Amelia, escucha esto, hay situaciones en una relación de pareja que no pueden dejarse pasar por alto, porque de hacerlo pueden crearse círculos viciosos que son mucho más difíciles de romper. Mis papás tienen un buen matrimonio, pero como todos pasaron por un momento difícil, yo recuerdo algunas cosas porque estaba chamo, pero que ahora de adulto puedo entenderlas mejor. Mi mamá le consiguió a mi papá otra mujer, no sé hasta qué punto fue la infidelidad, pero existió. En ese entonces mi mamá me levantó en la madrugada, me hizo vestirme y nos marchamos de la casa. Estuvimos viviendo con mi abuela por casi tres meses y recuerdo que mi papá iba todos los días a hablar con ella. Un día le pregunté a mi mamá que por qué no volvíamos con mi papá, y ella me respondió algo que jamás se me olvidó: "porque si quiero que esto más nunca se repita, ambos tenemos que aprender la lección". Eventualmente ellos volvieron y desde ese momento jamás volvieron a tener una discusión tan fuerte como aquella y nunca más se separaron. Mis papás dieron un cambio de 180 grados y la relación mejoró enormemente.
—Debió de ser muy duro para ti—concedí.
—Lo fue, pero valió la pena, porque disfruté de las mejores versiones de ambos, porque ambos aprendieron a valorarse y a respetarse. Si mi mamá no hubiese tomado esa medida, mi papá probablemente hubiese tenido alguna reincidencia y ella misma tampoco hubiese aprendido de sus errores. Lo que te quiero decir con esto es que entiendo que no puedas perdonarle de buenas a primera las mentiras de Rámses, el uso de las drogas y lo que pasó o no pasó con Elisa.
—Le creo cuando me dice que no pasó nada, pero me mintió tanto alrededor de ella que...
—Lo sé, escucha, tienes tus motivos y los respeto. Y también él tiene los suyos, porque aquí fallaron los dos. La verdad es que un tiempo separados, pondrá las cosas en perspectivas para ambos, entenderán lo que pierden al estar separados, lo que ganan al estar juntos; y aprenderán a hacer las concesiones que tengan que hacerse para que la relación de ustedes pueda funcionar.
—Gracias Hayd—le respondí al cabo de unos minutos de silencio.
—Cuando quieras, Mia. No sé cómo llegamos a ese tema de conversación, pero era algo que quise decirte desde que terminaron. Y no te preocupes por la parte sentimental: lo que es del cura va para la iglesia.
Me reí porque era un dicho que repetía siempre mi abuela.
—Deja que yo me encargue de la mejoría de su salud. Física, no mental, no soy psiquiatra—me reí con fuerza—, no te rías, ese niño de verdad tiene problemas serios. No ha salido del modo "huracán" y le dan como colapsos de tristeza con cualquier cosa relacionada a ti. Te juro que lo remitiré con Alexa también.
—Oh...—y entonces recordé que no había ido a la cita tal como le prometí.
—Oh—bufó burlándose de mi expresión—... ya te hice la cita, Mia. Mañana a las 3 de la tarde, sin falta. Te mandaré la dirección. No hagas que me arreche por favor, suficiente con Rámses agotando mi paciencia y Odi....
—Odi ¿Qué?—pregunté curiosa cuando se calló repentinamente. Era obvio que se le había escapado.
—Nada. Hablamos luego, al parecer invoqué al diablo y acaba de llegar bastante enojado.
Supe que era Rámses porque escuché algunas maldiciones en francés justo antes de colgar el teléfono. Me quedé suspirando viendo la pantalla, dudando una vez más en llamarlo o no.
Y mientras seguía divagando en mis propios pensamientos, luchando contra mi orgullo, Gabriel estacionó frente a la parada donde lo solía esperar todos los días. Me despedí de Albert, aunque él nos seguiría hasta el departamento en el auto que siempre nos escoltaba, y subí al auto con Gabriel.
—Te extrañé, Beleza—y me envolvió en un fuerte abrazo.
—Y yo a ti.
Se incorporó a la vía mientras comenzaba a ponerlo al día sobre mis días, rodeados de monotonía, rutina y francamente tristeza. Le conté todo los pormenores, pero evité contarle que lloraba todas las noches, que extraña a Rámses y que me desesperaba conmigo misma, mi terquedad, mi ego, mi incapacidad de perdonarlo. Tampoco le conté de todas las veces que estuve cerca de llamar a su hermano y decirle que lo amaba, ni de las miles de veces que estuve con el teléfono en mano, debatiéndome entre marcar o no marcar su número. Tampoco hice mención de las comidas que me saltaba, porque el apetito solía abandonarme cuando más triste me encontraba, y omití por completo que solo lograba dormir escasas 5 horas por noche. Fueron muchas cosas las que no le conté.
—Todo estuvo normal, bastante aburrido de hecho.
—Bueno, te cambiaría un poco de ese aburrimiento por lo que yo viví. Los dos primeros días fueron un infierno...—me miró de reojo para saber si podía continuar y yo quería que lo hiciera, necesitaba saber más detalles—. No tuvo síntomas tan fuertes de desintoxicación, pero era como verlo otra vez antes de conocerte. Amargado con la vida entera. Comió solo lo que tú dejaste y cuando se le acabó, solo comía comida venezolana, parecía embarazado. No sé, yo tampoco lo entendí, pero bueno. No quiero ver una arepa en mucho tiempo, sobre todo si las prepara él. Las de Hayden eran mucho mejor.
—¿Tan mal le quedaban?—pregunté entre risas.
—Unos días eran peores que otros, pero ayer le quedaron bastante decente. De hecho...
Gabriel extendió su brazo por encima del asiento del conductor, aprovechándose de la luz roja y sacó un paquete de dentro de su bolso y lo colocó en mi regazo.
—...Te mandó algunas.
El paquete estaba frío y particularmente yo odiaba cualquier comida fría, pero el corazón se me derritió por el detalle y claro que me las comería. Tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no comenzar a llorar. No sabía de donde sacaba tantas lágrimas, pero parecían interminables.
—Te extraña demasiado Amelia, todo lo que está haciendo para mejorar lo hace por ti.
—Quiero que lo haga por él—respondí con la voz entrecortada, sin poder despegar la mirada del paquete.
—Lo hace por él, para ser mejor para ti. Es mi hermano, no intervendré entre ustedes, pero no puedo hacerme el desentendido porque de verdad está sufriendo y francamente está arrepentido de todo lo que hizo, y sé que tampoco me corresponde a mí decirte esto, solo... —Gabriel suspiró profundamente, tragándose las palabras que quería decirme—. No seas muy dura con él.
—No es que esté siendo dura con él solo porque sí. ¿Crees que para mi no es difícil? ¿Qué no sufro? ¿Qué no me duele?. Yo soy la afectada aquí, no él— estaba molesta, sus palabras donde lo victimizaban me enojaron—. Yo también estoy arrepentida de muchas cosas, fui muy ciega y francamente bastante tonta, ahora que pienso en todo lo ocurrido veo tan claramente las señales de su adicción que me siento mal por haberlas ignorado; y ni hablar de que tuve que encararlo desde aquel sueño cuando habló dormido y dijo el nombre de Elisa—esta nueva información sorprendió a mi cuñado—, quizás si lo hubiese hecho no estaríamos hoy en este punto. Pero encontrarlo así... no puedo perdonarlo así como así, él no recuerda lo que ocurrió y bien pudo haber tenido relaciones con ella.
—No pido que lo perdones solo porque yo te lo digo, eso es decisión tuya y deberás tomarte el tiempo que consideres. Tan solo recuerda que estuvimos en esa misma posición tú y yo, Amelia. Tu estuviste drogada y yo lo suficientemente borracho como para que hubiésemos tenido relaciones; y sin embargo, Rámses te perdonó incluso antes de que yo le contase lo que ocurrió, lo sé porque lo vi con la necesidad imperante de entenderte y de saber lo que ocurrió; y eso solo lo hace quien quiere perdonar, porque hubiese desaparecido de tu vida, como lo ha hecho en el pasado infinidad de veces. Pero tú le importabas, tú lo heriste, pero se quedó a tu lado, tratando de buscar la forma de sobrellevar ese dolor y perdonarte. Y no, no te estoy echando esto en la cara, y finalmente cada persona es distinta, tú eres distinta a él, pero debes recordar, que él hizo los sacrificios que tenía que hacer para perdonarte a ti, y también a mí; para no perdernos a ninguno.
Después de un largo silencio, donde me quedé meditando en todas sus palabras, Gabriel agregó:
—Un mensaje no te matará, pero a él si lo salvará.
—¿Y le escribiste?—preguntó Sara. Acababa de ponerlas al día de lo conversado con Gabriel.
—Si, un mensaje esta mañana. Me comí lo que me mandó y le mandé una foto de mi comida y un "Muchas gracias". Nuevamente evité decirles que lloré cuando abrí el paquete y me conseguí con las arepas con formas de corazón, que estuve llorando gran parte de la noche hasta que me quedé dormida.
—La exposición de Lagak, es esta noche. ¿Irás?—preguntó Isabel.
Las chicas esperaban conmigo en la parada donde siempre me buscaba Gabriel y donde ellas esperaban sus autobuses.
—No lo sé—contesté con resignación—, Gabriel no está seguro de querer ir. ¡A buena hora se le quita el instinto suicida!.
—¿Y por qué no quiere ir?.
Me encogí de hombros en respuesta, no queriendo darle una aunque si la sabía.
Pero Isabel agregó como si me hubiese leído el pensamiento o quizás expiado mi conversación con el portugués:
—Tómate el tiempo que necesites, no debes apresurarte. Y Gabriel que se tranquilice, él no está en los zapatos de ustedes, menos en los tuyos, así que deberá entenderlo tarde o temprano. Además, te diré una cosa, todo esto pasó porque él no se cohibió de salir, ¿Por qué tú tienes que dejar de ir a la exposición? ¿Por qué él no dejó de ir de campamento?.
Las palabras de Isabel hicieron eco en mí.
—¡Iré!—sentencié decidida.
—Muy bien, si necesitas con quien ir llámame.
Las chicas se despidieron de mí cuando llegó su autobús y me quedé en la parada esperando con Albert. Ya su presencia ya no se me hacía tan rara y en esta pasada semana mucho habíamos conversado.
—¿Cómo va todo Albert?¿Que tal la presentación de baile de tu pequeño?
—Muy bien, señorita Amelia, tomamos miles de fotos y videos.
—No esperaba menos, luego me los muestras, y ya te dije que no me dijeras así, puedes llamarme por mi nombre.
Él rio y negó con la cabeza.
—Bien, tú tienes un novio muy celoso que ha insistido en el señorita Amelia.
—Estás mintiendo, conozco a mi acosador, no insistió con que me llamaras así. Se sincero, vamos, la verdad te hará libre.
Albert volvió a reír.
—Ha pedido que te llamemos "Señora O'Pherer".
Fue mi turno de soltar la gran carcajada, no me sorprendía para nada de Rámses.
—¿Y nos tienen nombres claves o algo así?.
—Por supuesto, es la parte divertida del trabajo. El señor Oytar nos ayudó. Rámses es Melocotón, Gabriel es Bizcocho, tú eres Mostaza.
—¿Mostaza? ¿En serio?. Es muy predecible.
—Lo mismo dijo tu novio, fue el único que le gustó entre todos los demás que se propusieron.
Gabriel dio varios bocinazos anunciando su llegada. Me despedí de Albert y subí al auto. Le di un fuerte abrazo y él comenzó a conducir mientras yo lo colocaba al día de mi día, sin embargo en el momento en que él quiso hacer lo mismo, no pude soportar tanta información de Rámses, porque hoy era un día especialmente importante pues se reintegraría a sus clases, vigilado muy de cerca por Hayden y por lo poco que permití que me contase, los niveles de estrés lo estaban afectando. Le pedí que no me siguiese contando, lo que nos llevó al tema de lo que yo catalogaba "pausa" en la relación, y él se permitió dar su opinión, la cual era perdonar a su hermano.
Siempre me decía lo mismo, que lo hiciera a mi tiempo, que él no intervendría, pero ignoraba mis sentimientos al respecto, como si fuese muy fácil perdonar todo lo ocurrido, como si yo no quisiera hacerlo. Pero entre todo lo que más coraje me daba es que actuaba, él y todos, como si yo no estuviese también sufriendo.
Pero yo no sabía cómo perdonarlo, y Gabriel no entendía como no lo hacía. La conversación se tornó en discusión y Gabriel terminó llamándome orgullosa y aunque sé que una parte ciertamente es orgullo, no es eso lo que realmente me lo impide. Me daba terror perdonarlo pero no pudiese olvidar lo ocurrido; que cayésemos en un espiral vicioso de peleas que solo terminaran destruyéndonos.
—Ya no quiero hablar más del tema Gabriel.
—Bien.
—Bien.
Perdonar implica también olvidar, y eso era lo que no me sentía segura de poder hacer. Era lo que ninguno de ellos me entendía. Guardamos silencio por todo el resto del recorrido, ni siquiera intercambiamos palabra cuando nos bajamos del auto y entramos en un pequeño restaurante Tailandés que nos gustaba a ambos. Ya en la mesa y luego de haber ordenado conversamos de otros temas, tratando de que la tensión que creció entre nosotros se diluyera un poco, como eventualmente pasó.
—Entonces... la exposición de Lagak...—dijo tocando un nuevo tema sensible y yo estaba cansada, no estaba para seguir discutiendo.
—Escúchame bien portuguesito, iré a la exposición ésta noche, contigo o sin ti.
—Wow, a ti no se te puede dejar a solas cinco minutos porque te vuelves suicida.
—No soy suicida pero tampoco planeo esconderle nada, le diré a Rámses a donde voy y quién me dio las entradas.
—Corrijo, te volviste homicida. Harás que le dé un infarto a mi hermano, justo después de que mate a Andy y a mí.
Bufé burlona: —¿Vendrás conmigo o no?.
Él meditó su respuesta unos segundos, mirándome con detenimiento, evaluando la determinación que había empleado en mi postura; si le demostraba la más mínima duda, se aprovecharía de ella. Así que me aferré a las ganas que tenía de ir a la exposición y francamente, también al hecho de que Rámses nunca se cohibió de hacer nada, aunque bien sabía que podía resultar en un desastre, como el viaje a esas cabañas y que en efecto, terminó con una tipa desnuda en su regazo.
—Iré contigo, pero quiero a Andy muy lejos de ti—su respuesta me sacó de mis elucubraciones y me cambió el estado de ánimo de forma inmediata.
Aplaudí emocionada y eso lo hizo reír.
Era casi hora de irnos y aun no conseguía la forma correcta de decirle a Rámses.
—Llegaremos tarde, Bele... oh, no, sobre mi cadáver. Tú no saldrás así de la casa. No, me niego, Rámses me arrancará las bolas y me las hará comer con papas fritas. No. No. ¡No!.
—Eres un exagerado, es solo un vestido...
—Es demasiado corto—insistió el portugués y sin perder tiempo abrió mi closet y comenzó a buscar otra prenda.
—No me voy a cambiar Gabriel. Este vestido es ideal para la exposición de Lagak porque lleva uno de sus diseños, ¿entiendes?.
—Yo soy un diseño de Dios, y sin embargo no voy por allí con una bata blanca. Si Rámses se entera de cómo vas a la galería, se terminará de morir si es que ya no está muerto con tu noticia.
Torcí mi gesto y por fin mi cuñado entendió el verdadero problema.
—Oh... ya veo. Beleza, tienes que decírselo. Anda, un solo dolor. Yo estaré aquí.
Me presionó de tal forma que no me quedó de otra que escribir un mensaje de texto con gran rapidez.
—Hola. Solo quería avisarte que iré con Gabriel a una exposición de artes de Lagak.
—Hola ¡Qué bien!, sé que te gusta mucho. ¿Cómo conseguiste las entradas? Están agotadas desde la primera preventa.
Sonreí, porque no debía sorprenderme que mi acosador predilecto supiese esas cosas.
—Me las regaló Andy—le di enviar y solté el teléfono sobre la cama y tapé mi rostro.
Gabriel me acariciaba la espalda cuando su teléfono comenzó a vibrar. Mi cuñado suspiró profundamente antes de atender.
—Si. Lo sé, el mismo. Lo sé. Lo sé. Se lo dije. Yo iré con ella. Lo sé. Cálmate. Que sí. Hermano... Hermano... Rámses... respira. Si, si. Por supuesto. No. Por lo menos me das kétchup para las papas fritas. Yo tampoco estoy bromeando. Bien. Si.
El mensaje de Rámses llegó en cuestión de segundos:
—Cuídate mucho y diviértete. No te separes de Gabriel.
La frialdad de sus palabras me dolieron, la verdad es que hubiese querido que me diera alguna de las advertencias que le dio a Gabriel; pero no podía quejarme porque la verdad, nuestra relación estaba en el punto donde yo misma la puse.
El camino hasta el evento fue bastante corto aunque no tanto como la fila para entrar. Cuando finalmente lo hicimos estaba maravillada por la maravillosa exposición que tenía delante de mí. Lagak era una de mis artistas predilectos porque los colores que utilizaba en cada una de sus obras de artes me transportaban al mundo donde él quería. Iba viendo cada obra y comentándola con Gabriel, quien estaba también disfrutando de la noche a pesar de su reticencia inicial.
Cuando llevábamos casi toda la exposición recorrida, escuché a Andy llamarme por mi nombre mientras caminaba hasta nosotros. Lucía una inmensa sonrisa en cuanto me vio y a pesar de que Gabriel no soltó mi brazo, logró abrazarme e ignorar el pequeño tirón que hizo mi celoso cuñado, de seguro siguiendo órdenes de su acosador hermano. Andy llevaba una camisa que inmediatamente reconocí de todas las veces que se la vi puesta, era gris plomo, con detalles en verde botella; pero lo que más recordaba de esa camisa fue que yo la escogí para él.
—¡Viniste! Pensé que no lo harías. ¿Qué te ha parecido la exposición?. Bastante impresionante, ¿no crees?.
—La verdad es que sí. Y las luces... wow... increíble. Gracias por las entradas, se agotaron muy rápido. ¿Cómo hiciste para conseguirlas?.
Andy me guiñó el ojo y tuve un pequeño recuerdo a todas las veces que lo vi hacer ese gesto por video o por llamadas.
—Estoy ayudando en el montaje. Escucha, en dos semanas dará una clase en la universidad, si quieres puedo colearte como una estudiante.
No pude disimular mi emoción, sobre todo cuando zarandeé a Gabriel por el brazo.
—Creo que eso es un "si, iré"— burló.
—Es un "si, iremos". Vamos los dos o no va ninguno.
—Gabriel...—advertí.
—No puedo colearte a ti también a clases—le respondió Andy.
—Entonces es una lástima que Amelia se pierda esa oportunidad.
—No me la perderé—recalqué.
—Bien, en ese caso Beleza, igual tendrás compañía, porque conozco un francés que correrá los 4 estados para impedir que vayas sola. Tu escoge a cual O'Pherer quieres que te acompañe.
Bufé molesta, odiaba ese plan sobreprotector, pero sobre todo que nunca tuviese realmente una posibilidad de elegir libremente.
Gabriel sonrió satisfecho cuando me vio flaquear mi determinación le reiteró a Andy que iríamos, los dos o ninguno.
—Bien... haré lo posible—concedió Andy.
—Gracias, Andy.
—Te ves bellísima, por cierto. Me puse esta camisa por ti, ¿la recuerdas?
Asentí con mis mejillas tiñéndose de rojo, sin saber qué era lo correcto a responder, pero sin tener tampoco la oportunidad de hacerlo porque Gabriel, sin esperar ni siquiera que me despidiese de Andy me arrastró por la galería hasta que lo perdimos de vista.
—Se te insinuó—me reprochó.
—Claro que no.
—Claro que sí. ¿Qué es eso de la camisa?. ¿Se vistió para ti? Ese tipo busca que lo matemos. El odia tanto tu vestido como yo.
Le rodé los ojos: —Estás como siempre exagerando.
—No lo hago, te estuvo comiendo con la mirada todo ese tiempo. Se vistió para ti porque quiere que tú te desvistas para él.
Suspiré profundamente, no quería discutir con él porque me amargaría la noche. Si, el comentario fue fuera de lugar pero eso no significa que Andy quiera meterse debajo de mi vestido.
Finalmente terminé de ver toda la exposición y me di por satisfecha, por lo que ya podíamos irnos. Nos conseguimos a Andy una vez más en nuestro camino a la salida y tras una despedida breve, Gabriel me sacó de la galería.
Ya en el auto, mientras mi cuñado conducía hasta la casa le escribí a Rámses que ya habíamos salido y que todo había ido bien. Me lo imaginé torturándose en su habitación, preguntándose por mí y mi cercanía de Andy y no quise causarle más torturas que las que ya estaba viviendo con su abstinencia.
Una vez en la casa y luego de ducharme y colocarme la pijama, miraba el techo con detenimiento. Lo mismo que hacía todos los días desde que me debatía en llamar o no a Rámses, escribirlo o no. Odiarlo o no. Perdonarlo o no.
Los dos mensajes de hace un par de horas era lo más que había hablado con Rámses en tantos días, por lo que sentía que había roto alguna dieta, pero lo peor o mejor del caso es que quería seguir rompiéndola. Me picaban las manos para marcar su número y hablarle. Lo necesitaba, lo amaba y lo extrañaba, eso era una verdad irrefutable para mí, pero cuando tomé el teléfono se me hizo imposible marcar el número. Un recuerdo ficticio de él teniendo relaciones con Elisa me inundó de rabia y de dolor.
¿Cómo podría perdonarlo si éstas absurdas imágenes llegaban a mi cabeza?. Y fue así como se dieron otra vez las tres de la mañana y yo seguía divagando y filosofando sobre el perdón, leyendo algunos escritos que conseguí en la web, tratando de alcanzar alguna fórmula que me permitiese olvidar lo ocurrido, pero no di con ninguna.
No conocía el perdón, era la realidad. Las cosas que me habían pasado en mi vida no tenían cabida para el perdón, así que ¿Cómo perdonar?. Ni siquiera a Marypaz, porque aunque sentía que estaba en un punto de paz con ella, no sentía que la hubiese perdonado.
Pero entonces se me ocurrió la idea más loca que había tenido en muchísimo tiempo y antes de que la meditara mejor y me arrepintiese, la puse en práctica porque no tenía nada que perder pero quizás si tuviese mucho que ganar.
Me puse un suéter por encima de la pijama y salí del departamento y no dejé de caminar hasta que llegué a la puerta de Donovan e Isaack. Se asustaron en cuanto me vieron, pero más me sorprendí yo cuando vi que ambos iban en bóxer y ninguno parecía incómodo con la visión del otro.
—Tu...—dije señalando al estudiante de derecho—. ¿Si llamo a mi mamá, dañaría mi juicio contra Stuart?.
La pregunta los sorprendió a ambos y lo apuré en responder.
—¿Para qué quieres hablar con ella? ¿Qué necesitas?.
—Tú solo responde.
Él pensó la respuesta un rato y finalmente me dijo que no.
—Pero no te lo recomiendo... Amelia... ¿Amelia?—pero era tarde, yo ya le había arrebatado el teléfono a Isaack y marcaba el número de mi mamá. Esperaba que siguiese manteniendo el mismo, pero sobre todo que atendiera.
Lo hizo al cuarto repique con una voz un poco adormilada, era tarde para ella, pero no de madrugada como era para mí.
—¿Alo?.
—Hola—me sentí idiota porque no sabía ni siquiera como referirme a ella.
—¿Mia? ¡Mia! Que alegría escucharte.
Mi corazón se estrujó porque muy en el fondo, yo también extrañaba su voz.
—Yo... ehm... necesito un favor tuyo.
—¿Estás bien? ¿Qué pasó?.
Isaack me arrebató el teléfono y lo colocó en altavoz. Lo tomé como una forma de pago por el favor que me estaban haciendo.
—Estoy bien, es solo que... tuve una pelea con una amiga muy cercana y quiero perdonarla, pero no logro hacerlo. Tú... tú perdonaste a Stuart por lo que me hizo, ¿Cómo pudiste?.
Ella aguardó silencio y la escuché suspirar profundamente. Isaack apretó mi hombro para darme apoyo y Donovan, que había lucido enojado hasta ese momento, finalmente suavizó sus facciones y se sentó frente a mí.
—No creo que mi respuesta ayude en nada en el juicio, Amelia—sus palabras eran frías y distantes, nada parecido al cariño que pareció expresar en las primeras.
—No es por eso, es solo que... estoy sufriendo, quiero perdonarlo pero no sé cómo.
En cuanto la frase salió de mí me arrepentí. Sin embargo, funcionó porque cuando volvió a hablar fue por un momento la mamá que había conocido antes de que Stuart arruinará mi vida.
—Oh... ya entiendo. Bueno... una vez pasé por algo parecido. Un... amigo, me hizo muchísimo daño, me hizo creer que era incondicional conmigo, que me amaba tanto como yo a él; yo entregué todo en esa relación, no hubo una parte de mí que no le di, y las aceptó todas, sin rechazarlas, usándolas a su beneficio, engañándome sin que le importase que yo si creía que sus sentimientos eran tan intensos como los míos, sin embargo, cuando llegó el momento de la verdad, cuando lo presioné para formalizarnos, cuando ya me había cansado de esperar que él tomase la decisión, me rechazó. Me dejó con una gran enseñanza, el mejor de los regalos, pero me dejó. Y aunque hoy no estamos juntos logré perdonarlo con el tiempo, logré entender sus motivos y logré incluso comprenderlo. Hoy en día no lo juzgo, tampoco se lo reprocho, lo superé, no lo odio y lo pude perdonar.
—Pero no están juntos...—no estaba clara si era un caso hipotético o real, pero le seguí la corriente.
—Porque nos hicimos tanto daño, él me hizo tanto daño que no quedó nada más de mí, ni para él, ni para mí, ni para nadie. Me destruyó por completo. Tuve que alejarme para sanar, porque estar con él mantenía mi herida abierta sin poder sanar. Verlo me dolía, escucharlo me lastimaba y tenerlo cerca sin poder tenerlo como realmente quería y francamente merecía después de todo lo que hice por él, me mataba lentamente. Así que me tuve que alejar y cuando lo hice por fin pude comenzar a sanar. Con cada kilómetro que gané entre nosotros, comencé a recuperarme. Cuando sané pude comprenderlo y cuando lo comprendí dejé de juzgarlo, y cuando dejé de juzgarlo pude perdonarlo. El tiempo, Mia, te ayudará a sanar. El tiempo cura, el tiempo calma, el tiempo devuelve la sensatez, aleja los celos, calma las angustias, da perspectiva, sana. Necesitas tiempo y puedes tomarte el que quieras. No puedes perdonar a nadie si lo sigues juzgando, si no lo comprendes y si lo que sea que te haya hecho sigue causándote daños. Cuando el dolor desaparezca podrás ser empática y cuando logres eso, avanzarás hacia el perdón. Primero sana y luego podrás evaluar la situación, comprenderlo, dejar de juzgarlo y perdonarlo.
—¿Y si lo perdonaste, por qué ya no estás con él?—ahora tenía claro que no hablaba de un caso hipotético, quizás de algún ex novio, una información completamente nueva para mí, porque mi mamá era muy reservada de su pasado.
—Porque cuando sané ya existía otro en mi vida que ocupó su lugar—yo ahogué un grito de terror, de solo pensar que eso nos pudiese pasar a Rámses y a mí, ella lo escuchó y se apresuró a agregar—, y porque no estábamos destinados a estar juntos. Y yo creo fervientemente que tú si estás destinada a estar con Rámses. Así que sea lo que sea que te haya hecho, toma tu tiempo en sanar y luego construyan otra vez. Pero, Mia, algunas cosas no tienen reparación, pero eso no significa que no puedan volver a construir algo desde cero. Si lo hicieron una vez, podrán hacerlo otra vez y todas las veces que sean necesarias, porque si algo he aprendido en esta vida es que nadie está libre de pecado, que todos podemos caer en tentaciones, que cometemos errores por ser humanos y que lastimamos a las personas que menos se lo merecen, sin ni siquiera darnos cuenta.
—Gracias—fue todo lo que pude decirle, mi voz salió entrecortada, delatando las ganas de llorar que tenía.
—Cuando quieras mi niña. Llama cuando quieras.
Colgué la llamada y fue Donovan quien me acunó en sus brazos mientras lloraba por todo.
POV RAMSES
Siete y media de la noche... ya deben estar llegando a la galería. Maldito Lagak de mierda.
Miraba el techo de mi habitación mientras seguía pensando en Amelia y Andy, juntos en la misma habitación.
—Como se le acerque... mataré a Gabriel. No, él no lo permitiría. Pero si lo hace... Yo tenía que ser quién la llevara. ¿Cómo se agotan las entradas en 2 horas? Puta diferencia horaria. Quería darle ese regalo a ella. Pero no, tenía que venir el maldito de Andy a dárselas. Imbécil, ojalá le dé herpes en la punta de la nariz.
Golpeé la cama con fuerza y me reincorporé.
—¿Ya terminaste de refunfuñar? ¿Podemos estudiar?—Ulises intentaba sonar molesto, pero tenía rato divirtiéndose a costa mía. Eso y que la novia no dejaba de escribirle.
—¡No puedo concentrarme así!. ¿Y si está demasiado cerca de ella? ¿Y si se le pierde a Gabriel?—halé mi cabello desesperado.
—Rastréala, sé que te mueres de ganas.
—Ya lo hice, pero dejó el celular en la casa. Estoy rastreando a Gabriel, aunque no es tan divertido.
—¿Por qué no?
—Porque me compartió su geolocalización, le quitó toda la emoción al asunto. Pero saber dónde están ellos no es lo que me está volviendo loco, es saber dónde está él.
—Es un gran evento, creo que podrías lograr conseguir ubicarlo, considerando que lograste conseguir a Amelia en una fiesta de togas.
Y tenía razón. Salté de la cama para tomar mi laptop y comencé a buscar por las redes sociales las publicaciones sobre el evento, hasta que di con una foto donde estaba etiquetado lo que parecía ser el amigo que lo estaba acompañando. Si seguía al amigo, llegaría hasta Andy.
—Creo que esto quiere decir que no seguiremos estudiando.
—Cállate y ayúdame. Sigue a estos usuarios yo a los otros. Ve las publicaciones y los hashtags.
—¿No crees que es un poco excesivo?—y cuando planeaba sermonearme un mensaje de su novia hizo vibrar su teléfono; lo que sea que vio, lo hizo reír.
—Excesivo es que tu novia te esté mandando fotos pornos estando delante de mí.
Sus mejillas se sonrojaron, delatándolo de forma inmediata. Fue mi turno para reír.
—Por lo menos sirve de algo mi vergüenza. Tenía muchos días sin verte reír—me dijo.
—Si bueno, cuando tu novia se va a otra ciudad y te termina porque fuiste un imbécil y no tienes ni idea de cómo recuperarla, dejas de sonreír.
—Lograrán perdonarse, pero deben darse el tiempo necesario.
Me encogí de hombros, odiaba hablar del maldito tema y al parecer era de lo que todos querían hablarme. Eso y de mi abstinencia. Más me afectaba estar sin Amelia que sin las pastillas.
Ni hablar que ahora debía vigilar muy bien mi carácter, porque me acusarían de tener un brote psicótico, otra vez. Pero era jodidamente difícil cuando me sentía vigilado en todo momento.
En clases Hayden no me dejaba ni un momento a solas y si no estaba él, Ulises tomaba su lugar. En casa era exactamente lo mismo. No confiaban en que me quedase a solas y menos si estaba Susana cerca.
Susana... uno de mis dolores de cabeza más recurrentes. Sabía que Hayden tuvo que pagar las deudas que tenía su hija y que estaba bastante preocupado por eso, que Mike tuvo que mover varios contactos e influencias y hasta estaban considerando la posibilidad de colocar mucha distancia de por medio.
Muchos países de por medio para ser exactos.
¿Cómo ella se complicó tanto la vida? Pensé que habría dejado todo atrás cuando llegó a América, pero al parecer son hábitos y necesidades difíciles de romper.
Otro tipo de abstinencia.
—La conseguí—anunció Ulises y me mostró las fotos.
Mi corazón se saltó varios latidos cuando la vi. Lucía bellísima, exquisita. Mis manos sudaron, y mi estómago dio varias vueltas.
—¿Qué mierda?—y sin pensarlo marqué el número de mi hermano pero no me atendió.
Estaba a punto de insistirle cuando me llegó un mensaje con 1 palabra: Cirano.
Su llamada hizo sonar mi teléfono y con el altavoz puesto me dispuse a escuchar lo que él quería que hiciera.
Hace algún tiempo hicimos la apuesta de que mis métodos de conquista eran infalibles, y lo pusimos en práctica usando el método de Cirano de Bergerack; donde él conquistaría a la chica usando las palabras que le diría que dijese. Fracasó por completo, pero no porque mi labia hubiese sido mala, sino que la labia debe ir acorde al físico y definitivamente ni mi labia le funcionaba a Gabriel, y la de él tampoco me funcionó a mí.
Escuché cuando Andy se acercó a saludarlos y apreté con fuerza el teléfono. Estaban hablando con Andy y acababa de invitar a Amelia a una clase dictada por Lagak. ¿En serio? Este tipo me debe estar jodiendo, porque solo Gabriel es así de suicida.
—No—le susurré a Gabriel. Sabía que me estaba escuchando.
Él de inmediato se negó y ante la insistencia le aseguré que correría todos los malditos kilómetros que me separaban de ella y mataría a Andy, sobre todo cuando escuché que le decía que se habia puesto la camisa que estaba usando por ella. Ese tipo me las pagará caro, lo dejaré sin dientes.
—Es suficiente... sácala de allí, está buscando que ella se desnude para él y eso no pasará ni siquiera sobre mi putrefacto cadáver. ¡Sácala de allí!. ¡Ahora Gabriel!.
Pero no se iban...
—Gabriel... aléjala de él porque llamaré hasta a la puta Guardia Nacional para que cierren la exposición por amenaza de bomba...
No sería la primera vez que hiciera eso, y mi hermano lo sabía. Me mantuve callado por el resto del recorrido que daban por la galería, escuchando la voz de Amelia explicándole a Gabriel lo que sea que contemplaban.
—Me encanto la exposición. ¿De verdad irás conmigo a la clase?
—No tienes opción—susurré a Gabriel.
—No tengo opción—le respondió a Amelia.
—Gracias. La verdad es que yo tampoco me siento muy cómoda a su lado, pero me encantaría ir a esa clase.
—Hola chicos, ¿Cómo están? ¿Terminaron de estudiar?
Hayden entró en mi habitación y quité el altavoz, pero llevé el teléfono a mi oído para no dejar de escuchar la conversación.
—Se podría decir que sí, pero en realidad no avanzamos mucho.
—¿Por qué? ¿Te has sentido mal? ¿Nauseas? ¿Mareos?—mi padrino, el doctor paranoico, acababa de hacer acto de presencia.
Se acercó hasta mí con gran rapidez y comenzó a revisarme.
—Astay ien...—le respondí a duras penas con la boca abierta, mientras él revisaba mi garganta.
—No pudimos estudiar bien porque Amelia salió a una exposición y éste, se muere de celos.
—Ah... la de Lagak, que bueno que consiguió las entradas. Yo no veo el problema, es un artista que está en auge, bien cotizado, hace unas obras espectaculares y ella es muy fanática de él desde hace mucho. El otro día me contaba que...
—¿Y tú como sabes tanto?—no terminaba de entender la magnitud de la amistad de estos dos, y aunque nunca he tenido problema con eso, bajo las circunstancias en las que estoy con Amelia, hasta le tengo celos a Hayden—. En la puta exposición estaba Andy, y no lo quería cerca de ella.
—¿Andy? ¿Qué hacía allí?. Te digo... el otro día la llamé para recordarle la cita con la terapeuta y... debería recordársela otra vez, sé que la está evitando, pero de verdad la necesita.
Hayden sacó su teléfono del bolsillo y con solo una tecla marcó el número.
—Hola, Mia. ¿Cómo estás? ¿Qué tal estuvo la exposición?. Qué bueno que conseguiste entradas.
Comencé a hacerle señas para que se callara, para que no revelara que sabía cada movimiento que ella había dado, pero Hayden me ignoraba por completo.
—¿Te gustó?. Que bien, me alegro mucho por ti. ¿Y cómo es eso que te encontraste con Andy? ¿Te dijo algo?.
Mi padrino frunció el ceño y volteó a mirarme, yo en cambio rodé los ojos y negué con cabeza resignado a lo que había dicho.
—Me dijo Rámses...—y tapé mi rostro con las manos.
Ulises le arrebató el teléfono a Hayden de las manos con asombrosa rapidez.
—Hola, Amelia, es Ulises. Hayden solo quería recordarte que tienes la cita con la terapeuta mañana a las 6 de la tarde. No faltes, planea ponerse bastante pesado si no vas. Si. Igualmente. Un abrazo.
—Así se hace un recordatorio. Rápido, sencillo. Sin decirle a mi ex novia que la sigo acosando sin respetar el espacio que me pidió.
—¿Coño y yo soy adivino para saber que no debía decirle nada? Bueno, si te sirve de consuelo, no estaba sorprendida ni tampoco molesta.
—¿En serio? ¿Ni un poco molesta? Eso es una buena señal, ¿no crees?. Quizás deba llamarla para saber cómo le fue, si le gustó. ¿Qué crees? ¿Lo hago o no?. Lo haré, definitivamente.
Pero entonces Ulises me arrebató mi teléfono y se levantó de la cama.
—No la llamarás, dale su espacio. Conmigo sonó seria, no estaba molesta, pero tampoco muy feliz. No la presiones, un acoso por vez.
Me tumbé en la cama. Me moría por hablar con ella, necesitaba escuchar su voz, su sonrisa. Verla. Dios, que puta abstinencia nada, es a ella a la que necesito. Fui un imbécil, un completo imbécil.
—Vamos hombre, no te desanimes. Un paso a la vez—Ulises intentaba consolarme.
—Cada vez falta menos para que termine el curso, y cuando eso pase te irás a Boston a recuperarla. No te me pongas así, que puedo lidiar con tus berrinches pero no con la tristeza. En mi pueblo se hace bullying por esas cosas.
—En tu pueblo hacen bullying hasta por respirar—se burló Ulises y eso me hizo relajar un poco.
Despues de cenar, estaba acostado en mi cama sin poder dormir, eran casi las cuatro de la mañana y yo no dejaba de pensar en Amelia, en extrañarla en cada respiro, cuando mi teléfono comenzó a vibrar, "mientras más huyes yo más me enamoro" coreó el cantante de la canción que escogí para su repique.
Miré mi teléfono y contesté la llamada, dudando. ¿Y si era una equivocación?.
—¿Hola? ¿Alo? ¿Rámses, estás allí?.
La voz de Amelia me hizo marear de la pura emoción, mi corazón palpitó tan rápido que me dolió el pecho.
—Si, Bombón, estoy aquí.
—Perdón que llame tan tarde, quería decirte que me divertí en la exposición. Andy se acercó a saludar y me invitó a una clase que dará Lagak, Gabriel vendrá conmigo. ¿Está bien? Si tienes alguna preocupación, dímela, no hace falta que me rastrees o sabrá Dios que hiciste para saberlo.
—Está bien. Gracias—no solo me sentí como un tonto, sino que por primera vez me sentí avergonzado.
—Bien...ehm... Bueno, descansa. Cuídate.
—Tú también, Bombón.
Me tumbé una vez más en la cama, con mi brazo tapando mi rostro y mi pecho martillándome dolorosamente.
La extrañaba todos los días y cada puto segundo. No dejaba de pensarla, de añorarla y sobre todo de arrepentirme.
Maldecía el momento en que decidí tomar las pastillas, el segundo en que se me ocurrió que era una buena idea fumarme ese porro aun con los efectos de la pastilla. Maldecía la cerveza que me tomé...
Y lo seguiría maldiciendo hasta el día que recuperara a Amelia e incluso más allá. Estaba donde yo mismo me coloqué, recogía la cosecha de la patética siembra que hice.
Pero la recuperaré, lo sé. La enamoré una vez, lo volveré a hacer.
—Mamá... si ya se te pasó la rabia por el insulto que te di... necesito de tu ayuda...
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Nota de Autora:
Lo sé, pero me esfuerzo en que las actualizaciones sean más seguidas. Esto no será eterno, asi que ténganme paciencia.
Dejen aquí sus opiniones sobre Andy y esa llamada de Amelia a su mamá. Ustedes que hubiesen hecho?
Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.
Baisers et Abraços
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