CAPÍTULO 13. Tengo hambre
—Espero que tengas una excelente explicación...—siseó Rámses a través del celular.
—¡La tengo!—sabía que estaría histérico y estaba preparada para responder esta pregunta—. Nos quedamos durmiendo en la casa de Scott y mi teléfono estaba en mi bolso, en su cuarto y no podía simplemente entrar y buscarlo.
—¿Quién mierda es Scott? ¿Qué hacían en su casa? ¿Cómo que se quedaron a dormir? ¿En dónde dormiste? Ni me molestaré en preguntar con quién porque espero que haya sido sola.
Ahora venía la parte difícil...
—Scott es un compañero de clases de Gabriel, íbamos a salir pero ellos se complicaron con el grupo de estudio así que fui a ayudarles con la organización y cuando terminamos compraron bebidas y no salimos, nos quedamos en su casa. Dormí en el cuarto de la hermana de Scott, con Gabriel, es decir, compartimos una cama, cada quien por su lado. Y Gabriel no te atendió porque le quitaron el teléfono. Lo recuperó esta mañana cuando nos veníamos.
Escuché algunas maldiciones y refunfuños en francés que no pude entender porque las dijo muy rápido.
—¿Rámses?—lo llamé.
—Aquí estoy. Confío en ti, Amelia, lo que me molesta es no haber sabido de ti y las horas de incertidumbre que pasé.
—Lo sé, lo lamento, te hubiese llamado para contarte pero tampoco es como si hubiese tenido donde hacerlo.
—Está bien, lo entiendo.
—¿Hablarás igual con Gabriel, verdad?.
—Por supuesto que sí. Llevó a mi novia a la casa de un hombre, donde la dejó dormir en un cuarto extraño y volvió a compartir cama con ella.
—Cuando lo dices así, suena peor de lo que fue, y no creo que sea necesario que hables con Gabriel, pero sé que igualmente lo harás. ¿Qué tal tu noche?.
—Bien. Tranquila—su respuesta fue tan seca que imaginé que seguía molesto a pesar de que me dijo que no—. Hoy hicimos senderismo. Ahora almorzaremos.
—¿Regresarán esta noche?.
—Si, esos son los planes. Tengo que dejarte, deben estar esperándome para comer.
Me tumbé en mi cama cuando colgué el teléfono. Era obvio que estaba molesto y francamente si fuese el caso contrario yo también lo estaría.
Estaba agotada, a pesar de haber dormido muchas horas, no logré descansar; y cuando desperté y no conseguí mi teléfono, sabiendo que Rámses estaría llamándome, entré en pánico.
—¿Qué tal tu regaño?—preguntó Donovan en cuanto salí de la habitación.
El pelirrojo estaba sentado en el mueble con Isaack a su lado. Los saludé a ambos antes de responder.
—No me regañó—me asomé en la nevera buscando algo para cocinar y noté algunas cosas que nos faltaban.
—Olvida eso, ordenaremos comida—Gabriel llegó a mi lado y cerró la nevera.
—Como se nota que tú le das algo que el portuguesito no—Isaack se burló de la mala cara que traía Gabriel.
—A mí si me gritó en distintos idiomas, amenazó con cortarme varias partes del cuerpo y en estos momentos debe estar buscando una página donde pueda comprar dos chips de rastreo e instalarte el tuyo en el brazo.
—¿Y dónde pondrá el tuyo?
—No quieres saberlo, Beleza, y con los conocimientos médicos que ahora tiene...—Gabriel se estremeció y se lanzó en el sofá entre la pareja que no es pareja.
Me acerqué hasta el asiento libre y me desplomé.
—¿Aquí no había una mesita?—Donovan miraba la esquina donde debía estar la mesa que Rámses y yo destruimos la última vez que vino.
Mi cara tuvo que delatarme porque comenzaron a reírse.
—¿Qué más rompiste?—preguntó Gabriel y apreté mis labios con fuerza para no responderle.
—No se metan con ella—me defendió Isaack—. Mañana te compro otra mesa y listo.
—¿Otra?— pregunté mirando a Gabriel.
—Hay Beleza, esa era como nuestra quinta mesa. Y ya que estamos confesándonos, la mesa del centro es la segunda, el comedor dentro de poco necesitará cambio porque hace sonidos raros, antes teníamos 5 bancos para la cocina, no 4; y no preguntes, pero llevamos 6 controles universales para el televisor.
Se encogió de hombros como si nada mientras Isaack también estaba imperturbable. Solo Donovan y yo seguíamos sorprendidos.
—Y las almohadas, no te olvides de ellas.
—Cierto, pero yo no llevo la cuenta de las almohadas.
—¿Por qué botas las almohadas después del sexo?.
—No después de todas, solo que algunas son pequeñas y coloco la almohada debajo de ellas para...
—¡¡Suficiente!!—me apresuré a interrumpirlo—. Demasiada información.
Me guiñó el ojo pero por lo menos no siguió hablando.
***
Iniciamos la semana como cualquier otra, cargada de trabajos y asignaciones. Junto con Sara e Isabel nos distribuimos los trabajos para disminuir la carga. Gabriel sacó excelentes en los trabajos que hizo con Connor, Scott y Josh. Este último me había enviado sus disculpas, y según me dijo Gabriel intentó dármelas en persona pero él no lo dejó.
Cuando salí de clases el miércoles recibí una video llamada de Rámses.
—Hola bombón, ¿mal momento?.
—Para nada. Estoy bien, saliendo de clases ¿y tú?.
—Saliendo al centro comercial, iré a comprar los pasajes para navidad. Hoy por fin nos dieron las fechas de las vacaciones. Me tendrás que soportar por 17 días.
Grité emocionada y él se rio, es el doble días de lo que pensé que tendríamos juntos y sé que era gracias a las muchas horas extras adicionales que Rámses estaba haciendo.
—También quería consultarte si habría problema en que lleve a un amigo. Ulises, te he hablado de él.
—¿Vendrá contigo?, no espera, no es la pregunta correcta, ¿tienes un amigo?.
—Ja, Ja, muy graciosa. Si, tengo un amigo y vendrá conmigo a pasar las fiestas. No tiene familia acá y su novia pasará las fiestas con sus familiares, no sé por qué no lo invitaron, pero lo cierto del caso es que sus planes son pasar las fiestas solo.
—Claro que está bien, yo no tengo problemas. ¿Le contaste a tu hermano?.
—Me dijo que tú tomabas esa decisión.
—Lo que no sé es como entraremos todo en ese pequeño departamento. Pensé que Fernando podía dormir con Gabriel en su habitación, tú y yo en la nuestra y dejábamos el sofá para Mike y Hayden. No sabría dónde meter a Ulises, pero no te preocupes, nos arreglaremos.
—Muy bien entonces, compraré los pasajes.
Para cuando llegué a la casa me llegó la foto de Rámses con los pasajes en mano, al poco rato su papá, Mike y Hayden también mandaron las fotos de los suyos a nuestro grupo de familia.
Hablaba con mis abuelos todos los días sin falta y sabía que pasarían sus vacaciones en Portland. De mi mamá no sabían nada, eso cargaba a mi abuela bastante deprimida aunque no quisiera admitirlo y esa depresión repercutió en su salud. Ahora sufría de continuos altibajos en su tensión, y las festividades de navidad siendo una fecha especial, solo empeoraba las cosas.
—Beleza, llegué y no vengo solo.
—¡Hola! Amigui—respondí, no tenía humor para lidiar con otra de las conquistas de Gabriel, pero cuando salí del cuarto vi a Fabiana y me alegré de inmediato.
Nos saludamos con cariño y luego los dejé instalados estudiando, mientras yo hacía lo mismo en mi habitación.
—Tengo un problema—Isaack entró a mi habitación y cerró la puerta.
—Hola Isa, yo estoy bien, gracias. Ya ni me saludas y todas nuestras conversaciones comienzan con un "tengo un problema" o "se me paró el pene".
Él me hizo una mueca y se sentó en mi cama de piernas cruzadas, después de quitarse los zapatos.
—Esto es muy serio. Serio. Serio. Serio nivel "Oh Dios".
—¿Y qué tienen que ver los O'Pherer en eso?
—Nada, ¿Por qué?.
—Porque a ellos les dicen Oh'Dios.
—No debería sorprenderme—dijo riéndose—solo ellos podrían tener un sobrenombre así. Pero hablando en serio, estoy en graves problemas
—¿Con qué?.
—Donovan.
—Todos tus problemas empiezan y terminan con él. ¿Ahora qué pasó?.
—Tengo una cita y no quiero que se entere. Es con Sara.
—¿Mi amiga Sara?—él asintió en respuesta.
No sabía que decirle e Isaack notó mi cara de confusión.
—En el cumpleaños de Gabriel intercambiamos números y hemos estado escribiéndonos. Ella me invitó hoy a una cita y acepté.
—Pero ¿ella te gusta?
—Es una chica preciosa y simpática, ¿por qué no debería gustarme?.
—No respondiste mi pregunta.
— No—dijo al cabo de unos segundos donde seguramente evaluaba cuanto podía mentirme—. Amelia, no quiero que me guste Donovan porque no estoy listo, no sé si pueda hacerlo. Es todo tan complicado y tengo suficiente con las clases, las practicas, el equipo, como para sumarle que me guste un chico. Quiero salir con Sara para intentarlo.
—Eso está bien, si es lo que deseas, pero ¿Por qué no quieres que se entere Donovan?.
Sus mejillas se sonrojaron
—Porque somos mejores amigos, si yo dejo de gustarle o aplasto sus esperanzas conmigo, quizás ya no quiera seguir con nuestra amistad.
—Ay, Isa. Eso solo te lo crees tú. La verdadera razón es que no quieres perderlo y eso va más allá de cualquier amistad entre ustedes. ¿Y cómo puedo ayudarte a traicionarte a ti mismo, lo que eres y sientes?.
Rodó los ojos.
—La cita es mañana, le diré que saldré tarde del entrenamiento, él querrá irme a buscar pero tu misión será mantenerlo aquí.
—¿No podía ser algo más sencillo? Donovan es tan sobreprotector como Rámses.
—Por favor—ver a este fortachón haciéndome puchero resultaba cómico e irresistible.
—Está bien, pero me deberás un gran favor.
Al día siguiente Isaack pudo ir a su cita y retuve a Donovan con ayuda de Gabriel, mucha pizza, grandes problemas de derecho por resolver y una partida en la consola. Isaack llegó tarde en la noche y Donovan no sospechó nada.
Me sentía culpable, como si lo estuviese ayudando a serle infiel, aunque el mismo Gabriel me repitió varias veces que ellos no eran pareja.
El fin de semana llegó y con el, el juego de Isaack.
Me gustaba más el béisbol porque entendía mucho mejor sus reglas, así que sin que Gabriel tuviese que sacarme del cuarto, estaba lista esperando que fuese él quien terminara de arreglarse.
Partimos al estadio junto con Donovan y buscamos unos asientos cerca de Isaack.
Gritamos como fangirls cuando lo vimos saliendo al campo y tomar su posición. Gabriel estaba aburrido a muerte, había ido para apoyar a nuestro amigo, pero se encontraba bastante cansado porque pasó la semana entera estudiando hasta tarde con Donovan y con Fabiana.
Estaba orgullosa de él porque estaba dedicándose a mejorar sus calificaciones.
Estaban en el inning 10, parte baja, iban empatados 8 a 8 y si el equipo contrario, de la universidad PennState, anotaban una carrera le ganaría a Harvard.
El último bateador se colocó en su posición y abanicó las dos primeras veces. Estaban a un lanzamiento del tercer strike cuando el lanzador de Harvard lanzó y el bateador la conectó por el jardín derecho. El bateador corrió con todas sus fuerzas a primera base mientras que todos en el equipo de Harvard corrían para atrapar la pelota. El lanzador corrió al home para evitar la carrera, el jardinero derecho tomó la bola y la lanzó a las manos de Isaack, quien hizo lo mismo con tercera base tratando de frenar la carrera. Tercera base lanzó a home, y el bateador se deslizó. El arbitró cantó "Safe".
Anotaron la carrera que les hizo perder el juego.
Los jugadores de Harvard regresaron cabizbajo a los dogouts, y nosotros abandonamos el estadio. Estuvimos esperando un buen tiempo en el estacionamiento a que saliera Isaack, y para cuando lo hizo ya no quedaba nadie allí, solo nosotros.
Me sonrió de medio lado, estaba triste, molesto y quizás decepcionado.
—Jugaste genial—le aseguré.
—Eso es cierto, no tienes por qué sentirte mal, no todos los juegos pueden ganarse—le dijo Gabriel palmeando su espalda mientras se subía al auto.
—Fue un excelente juego, hiciste unas jugadas bastante impresionantes y también tus bateos le consiguieron dos carreras al equipo. El próximo juego será mejor—Donovan llevaba a Isaack en un abrazo hasta el auto y por primera vez Isa no le rehuyó al contacto, ni siquiera cuando aprovechándose del abrazo el pelirrojo comenzó a acariciarle el hombro y luego el cuello.
Isaack, estaba complicando todo demasiado saliendo con Sara, sobre todo porque se le notaba a simple vista que se sentía realmente atraído por Donovan.
***
Los días pasaron rápido y lo agradecí. Estaba desesperada por ver a mi francés. Llegaba un viernes en la noche, es decir mañana, y estaba tan emocionada que no quería ni siquiera ir a clases hoy y eso que era jueves.
Pero tenía que ir, porque una prueba de Contabilidad me esperaba. Entré al salón con mi cara enterrada en el libro, revisando las últimas anotaciones. Incluso ignoré a Sara e Isabel para poder concentrarme. La primera solo hablaba de su ansiada segunda cita con Isaack, que todavía no llegaba, y las múltiples conversaciones que mantenían por el teléfono; Isabel, la escuchaba y daba posibles teorías que justificaban su tardanza en pedir la cita.
El profesor Hemlich entró al salón y pidió a todos guardar los libros y sacar una hoja para que resolviéramos los ejercicios.
—¿Cuándo se cambiará el color de su cabello señorita Maggio, cuando no consiga trabajo?—preguntó cuándo entregué mi hoja con el examen ya resuelto.
Habló más fuerte de lo normal, llamando la atención de todos los demás estudiantes.
—No me lo cambiaré señor Hemlich y no será un impedimento para conseguir un buen puesto de trabajo.
—Ningún profesor le dará una recomendación cuando su imagen no es la más acorde.
—Señor Hemlich, con todo respeto, cuando esté en la universidad y necesite recomendaciones estoy muy segura que algún profesor me la dará, porque tendré excelentes calificaciones.
—¿Qué empresa-
—Muchas empresas. Las más grandes e importantes están siendo gerenciadas bajo principios modernistas de integración, donde se incentiva la felicidad del empleado como método de lograr su eficacia y productividad máxima. Tenemos a google con un parque de diversiones en su interior, a Microsoft permitiendo llevar a las mascotas y como ellas, muchas otras la imitan. Le puedo asegurar que mi cabello rosa me abrirá más puertas que cerrarlas.
Era la primera vez que me imponía a sus comentarios y se sentía muy bien. Noté la sorpresa en su rostro, pero también su molestia.
—Además yo creo que se ve jodidamente sexy.
Su voz varonil reverberó en el salón. Me giré con lentitud, incrédula, creyendo que mi imaginación y ansiedad me jugaba una mala pasada.
—¿Y usted quién es?—el desprecio del profesor fue evidente, arrugó el ceño y la nariz como si algo estuviese oliéndole mal.
—El que pagará el abogado que lo denunciará por acoso a un estudiante.
Los ojos de Rámses brillaron con malicia y su sonrisa se torció. Era el momento de sacarlo de allí inmediatamente o un huracán se desataría en el pequeño salón de clases. Se recostó despreocupadamente de la orilla de la puerta y escuché algunos cuchicheos en el salón.
—Rámses. Por favor.
Pero él quería responder y el profesor estaba ansioso por escuchar lo que quería decirle. Se debatían una guerra silenciosa de miradas que terminó por suerte cuando el timbre anunció el final de la hora y los estudiantes comenzaron a levantarse para entregar los exámenes e irse.
Me regresé a mi puesto para tomar mi bolso y caminé hasta donde Rámses me esperaba, las chicas pasaban a su alrededor, algunas lo miraban con descaro, otras curiosas pero con el mismo deseo en sus ojos. Corrí hasta él y me estampé en sus brazos haciendo colisionar nuestros labios.
El impulso fue tan grande que retrocedió varios pasos y lo terminé pegando contra la pared. Mi intención era doble, primero abrazarlo y besarlo con el desespero que llevaba acumulado de tantos días sin vernos, pero también apartarlo de la entrada, para que el profesor pudiese salir sin necesidad de volver a dirigirle la palabra. Si él lo notó, no dijo nada, solo me abrazó con la fuerza que necesitaba y me robó el aliento con ese beso.
Nos reímos sin separar nuestros labios, saboreando la felicidad que nos producía volver a estar juntos.
—Hayden lo hizo con Photoshop, algo súper sencillo—me llevaba abrazada caminando por la universidad, bajo la mirada de muchos.
Me habían engañado con un pasaje trucado para creer que llegaría mañana, cuando siempre llegaría el día de hoy.
Sara e Isabel caminaban con nosotros, alabando a Rámses por la forma como le respondió al profesor, un tema que yo intentaba cambiar constantemente, notaba los músculos de Rámses tensarse ante el recuerdo.
—Sigo impresionada por lo que le dijiste, ojalá no pueda dormir angustiado—Sara reía de imaginarlo.
—Es verdad, aunque Amelia llevaba la situación controlada, quizás así ya te deja los comentarios.
—¿No es la primera vez?—cuestionó Rámses y quise matar a Isabel.
—¿Le respondiste así creyendo que era la primera vez? Impresionante de verdad.
—No lo alabes, Sara. Y no, no fue la primera vez. Agradezco que me defiendas pero yo lo estaba haciendo bastante bien.
Isabel bufó.
—Hablaré con Mike.
—No, por favor. Será todo un drama y no quiero. Estoy aquí becada y solo conseguirás que se ponga más hostil conmigo aunque ya no me diga nada.
—Amelia, igual lo haré y como la situación empeore espero que me lo digas. No le pasará nada a tu beca, Mike forma parte del consejo ahora.
—¿Por favor?—insistí pero el francés rio con total descaro y se negó.
Sabía que era una batalla perdida.
—Nos vemos en la noche, chicas. Lleguen después de las nueve.
—¿Estará Isaack?—preguntó Sara emocionada y asentí para su alegría.
Las acompañamos hasta la parada y no bien se montaron en el autobús, Rámses me atrajo en un beso grande, posesivo, intenso. Su lengua invadió mi boca, la mía exploró la suya. Sus dedos se hundieron en mi cadera y me atrajo hasta su cuerpo donde enredé mis brazos.
Sus dedos se deslizaron por la orilla de mi blusa y erizó mi piel en cuanto me acarició. Un gemido mezclado con un suspiro se escapó de sus labios y me abrazó con tanta fuerza que llegó a alzarme del piso.
—Rám...ses—boqueé por la fuerza de su abrazo.
Su pequeña risa me llenó de energías.
—Te extrañé tanto bombón. No tienes ni idea la falta que me has hecho.
—Tu entrepierna me da una idea bastante clara.
Una risa profunda brotó de su garganta y tomándome por la nuca volvió a unir nuestros labios.
El calor recorrió mi cuerpo, hizo hervir mis venas, derretir mi sensatez, convulsionar mi deseo. Podía sentir como Rámses perdía la batalla con la cordura y se entregaba cada vez más al apetito que explotaba entre nosotros.
Dos toques de bocinas y una voz muy familiar rompieron nuestra pequeña burbuja.
—¿Si se acuerdan que están en una parada de autobuses bastante concurrida?—la diversión bailaba en la voz de Gabriel.
Recosté mi frente a la de Rámses y solo entonces escuché voces y murmullos de reproche de todas las personas que estaban a nuestro alrededor. Volvimos a sonreírnos, nuestras respiraciones agitadas delataban el cumulo de sentimientos que pujaban entre nosotros.
—No tenemos toda la tarde—canturreó Gabriel.
Nos acercamos hasta el auto, Gabriel manejaba pero a su lado iba un moreno que supuse era Ulises. Entramos en el auto y Gabriel aceleró justo en el momento cuando Ulises me tendía su mano para presentarse.
—Iremos a almorzar a "ijole México", queda a diez minutos de acá, así que comienza a pensar en el derretimiento de los polos—le dijo Gabriel.
Mi cara se acaloró en vergüenza y Rámses solo rio al igual que su hermano.
—¿Por qué?—preguntó el moreno.
—Porque tengo una erección.
Intenté frenar su respuesta, pero fue imposible, la sinceridad de Rámses brotaba con mucha rapidez.
—No te preocupes Amelia, ya estoy acostumbrado a su franqueza.
Ulises se reía.
—¡Ay no!, no quiero ni imaginar las cosas que ha dicho allá.
Ulises es un chico bastante agradable y simpático, jovial y divertido. Me contó algunas anécdotas de Rámses siendo... él, que me hicieron reír. Enterarme de la vida que mi novio llevaba lejos de mí me gustó, me daba una idea mucha más clara de lo que eran sus días, pero lo que más me agradó fue que Ulises sabía muchas cosas de mí, de nosotros, Rámses de verdad conversaba con él y le contaba de mí a todos. Era una forma de marcar mi territorio sin estar presente.
Finalmente llegamos al restaurante y bajamos del auto. Llevar las manos entrelazadas con Rámses no era suficiente, así que lo abracé y él pasó su brazo por mis hombros.
No era un restaurante costoso, sin embargo Ulises estaba muy avergonzado. Escuché a Rámses decirle que no se preocupara, que él era su invitado pero su incomodidad no mejoró.
Ordenamos de todo un poco y comimos entre más anécdotas y cuentos.
—¿Les molesta si atiendo? Es mi novia—Ulises señalaba su celular.
—Adelante—le dije mientras hundía mi cucharilla en el postre de Gabriel, que se veía exquisito.
—¿Te gusta mi tres leches?—sus cejas subieron y bajaron con rapidez y luego se encogió de dolor cuando Rámses lo pateó por debajo de la mesa.
—Hola mi reina, ¿Cómo estás?—Ulises sonreía como bobo—. Sí, todo bien. Estamos terminando de almorzar. No, pero no te preocupes. Eso no será necesario. Pero yo- no- te digo que-...—soltó un bufido frustrado y tapó su rostro—. Está bien, gracias. Te pagaré. Claro que sí, que sí. Si. Mi reina, te pagaré en especies—ahora reía con fuerza y chocó puños con Rámses y Gabriel, finalmente me lo ofreció a mí y me rendí accediendo—. Te quiero, mi reina.
Salimos del restaurante directo al departamento. La valija de Rámses estaba en nuestra habitación, mientras que la de Ulises permanecía en la sala.
—Bueno, Ulises—comentó Gabriel—, tú y yo hoy nos iremos de fiesta y espero que no tengas sueño porque regresaremos muy tarde.
—¿Qué tan tarde?—el moreno lucía un poco incómodo, estaba claro que irse de fiesta no estaba en sus planes.
—Todo lo tarde que puedan—respondió Rámses mientras me miraba con lascivia y jugueteaba con el piercing de su lengua.
***
POV Rámses.
Solo quería hacerle el amor, marcar cada rincón de su ser y de su alma.
Darle duro como sabía que le gustaba.
Pero tenían que llegar Donovan e Isaack, apuntarse en la salida de Gabriel con Ulises y tardar como unas jodidas divas en arreglarse.
Dos meses he estado sin Amelia y mi poco autocontrol en su presencia amenazaba con esfumarse, sobre todo cuando caminaba de un lado al otro en la casa, arreglando y limpiando en unos pequeños pantalones que apretaban ese redondo trasero que tanto me gustaba.
Se me hace agua la boca solo de pensar en lo que le haré.
—¡Gabriel O'Pherer Dusaillant!—gritó Amelia y el aludido salió de su cuarto más pálido que de costumbre.
Amelia tenía en su mano uno de los paños de cocina de color azul y cuando lo extendió pude ver una mancha amarillenta que lo cubría y otras tantas marrones. Gabriel tragó seco.
—¿Ahora eres daltónico? Mil veces te he dicho que no agarres el paño azul para nada más que no sea secarte las manos.
—Eso hice.
—¿Y tenías las manos llenas de aceite, café y lo que parece ser salsa de pizza?.
—Lo lamento Beleza, te compraré otro.
Ella bufó molesta y berreó dándole la vuelta. Botó el paño en la basura y rebuscó entre uno de los estantes donde sacó un paño nuevo de color verde.
—Verde: Solo para secarse las manos. Se me están acabando los colores, Gabriel. Y me debes un paño nuevo, ese era de ¡Ikea!.
Su cabello rosado se agitó en el aire cuando se giró nuevamente y entró a la cocina a seguir con su limpieza. Gabriel respiró profundo y rodó los ojos y regresó al cuarto a terminar de vestirse.
Debería estar molesto por el hecho de que Gabriel hubiese salido del cuarto en ropa interior, o de que quizás ella no se hubiese sorprendido de verlo así lo que podía implicar que no era la primera vez. Pero preguntaría después, no quería que Amelia se pusiese en modo Blair en estos momentos, aunque quizás eso la volviese más bestia en la cama...
—¿Cuan seguido peleas con Gabriel?—pregunté recostándome del mesón de la cocina. Amelia limpiaba las hornillas evidentemente molesta.
—¿Por los paños? Demasiado seguido como para que siga olvidándolo.
—¿Y cuan seguido lo ves en ropa interior?.
Ni siquiera esperé a que se molestara, en tres grandes zancadas la tenía entre mis manos y arrinconada en la cocina, mi boca lamiendo su cuello. Metí mis manos por debajo de su blusa y apreté sus senos por encima del sostén. Ella gimió tratando de contenerse.
Su piel es suave y tibia a mi tacto, su sabor dulce, su olor floral. Recosté mi erección de su pierna, buscando alivio, a las ganas que tenían mucho tiempo acumuladas.
Bajé sus sostén liberando a mis chicas para poder tocarla con más facilidad. Pellizqué sus pezones haciendo que se retorciera en mis brazos y clavase sus uñas en mi cuero cabelludo. Una de mis manos se enredó en su cabello y la obligué a llevar su cabeza hasta atrás, para tener un mejor acceso a su cuello, lamerlo y besarlo a mi antojo.
Hice un camino con mi lengua hasta el lóbulo de su oreja y de regreso por su mandíbula hasta el otro lado. La presión en mi erección me desesperaba, volví a restregarme con su entrepierna, buscando ese botón rosa que me moría por tener en mi boca.
Ella gimió mi nombre y yo hinqué mis dientes en la piel de su hombro, succionando como me gustaría hacerle por todo el cuerpo.
—Ya estamos listos—avisó Gabriel.
— Allez maintenant, frère -Váyanse ya, hermano.
— Olhe na segunda gaveta, há preservativos - Busquen en el segundo cajón, allí hay condones.
— Je t'aime - Te amo—le grité a mi hermano y escuché la puerta cerrarse.
Mis manos bajaron hasta el trasero de Amelia y lo apreté con fuerza, pegándola mucho más a mi entrepierna.
Hice que su blusa desapareciera con gran velocidad al igual que el sostén y mientras tenía una de sus pechos en mi boca solté el botón y el cierre de ese short tan sexy con el que estuvo contoneándose.
Halé lo que quedaba de su ropa hasta el piso, le quité los zapatos y los calcetines; y cuando la tuve completamente desnuda delante de mí, miré hacia arriba y la vista era impresionante. Sus ojos estaban oscurecidos en pura lujuria y sin embargo acarició mi rostro con tanta dulzura que me infló el pecho... y otras áreas que no sabía que podían inflarse más.
Subí una de sus piernas sobre mis hombros dejándola expuesta ante mí.
—Tengo hambre. Te voy a comer, Amelia. Toda.
—Yo... también quiero comerte, Rámses.
El ronroneo de mi garganta salió sin mi permiso. Me levanté y fue su turno de desnudarme, pretendía quedarse agachada delante de mí pero negué y la hice reincorporarse.
—Te mostraré los beneficios de masturbarme tan seguido.
La alcé en peso y la hice girar no con tanta facilidad, ella gritó cuando quedó con la cabeza hacia abajo, pero yo gemí cuando tuve delante de mí su sexo y su trasero. Hundí mi rostro en sus piernas y ella volvió a gritar sorprendida, sus manos me abrazaron por las caderas mientras que su aliento tibio rozaban mi pene palpitante.
Inicié una nueva arremetida queriendo llevarla a un primer orgasmo, pero entonces ella contraatacó.
Su boca me envolvió haciendo que mis piernas flaquearan por un segundo. Llevamos una guerra silenciosa entre los dos, buscando darnos cada vez más y más placer.
Pero eran demasiadas emociones atravesándome y la posición no era todo lo cómoda que imaginé. Así que cuando mis fuerzas mermaron, solo escuché el golpe del cuerpo de Amelia cayendo al piso.
—¡Ay por Dios! ¿Estás bien?—me agaché a su lado y ella sobaba su cabeza con una mueca entre adolorida y divertida.
—Sobreviviré, pero es una posición que no volveremos a intentar.
La ayudé a levantarse y ella me llevó de la mano hasta la cama. Con el susto mi erección había desaparecido y un tanto apenado se lo expliqué.
—Yo me encargo de eso—sentenció.
Se subió a la cama, se acostó boca arriba y dejó su cabeza guindando fuera de la cama.
—Ven acá—me llamó y sentí como la sangre volvía a acumularse en el sur de mi cuerpo, sobre todo al ver toda su desnudez expuesta ante mí y su sexy cuello moverse cuando me habló.
Sus manos me acariciaron con delicadeza mientras su mirada se entrelazaba con la mía. Me hizo agacharme sin perder el contacto visual, y para cuando reanudó sus arremetidas, toda la sangre de mi organismo estaba acumulada en el lugar exacto.
Sus movimientos no tenían ninguna piedad; me tumbé sobre ella y volví a hundir mi lengua en su parte más suave, salada, húmeda y excitante.
Contorsionó sus piernas cuando estuvo cerca del orgasmo e intensifiqué mis lamidas hasta que la sentí perderse entre un clímax que la hizo palpitar en mi boca y acallar sus gemidos con la boca llena.
—oh, mierda, Amelia, es tan... tan... demasiado—mi voz se esfumó entre sus labios íntimos cuando me dejé caer en un intenso orgasmo, que me hizo drenar de mí todo lo que tenía.
—Te amo, te amo, te amo—murmuré con cada espasmo que daba mi cuerpo.
~ ~ ~ ~ ~ ~
Nota de Autora:
Miércoles de #NJLP 2 .
Vaya con estos dos niños cachondos, Amelia pudo tener una seria lesión. Niñas y niños, no intenten eso en casa!
¿Y el profesor acosándola? No creo que a Mike le guste ni un poquito...
Suscríbanse al grupo de FB, se llama NO JUZGUES LA PORTADA.
Voten, comenten, compartan
Baisers et Abraços
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