POV Fernando - Mike- Hayden. ESTO SE ESTÁ SALIENDO DE CONTROL.




—A tus cinco...

—Siete.

—Yo le doy un sólido 6—respondió Rámses a su hermano.

—Muy niña, así no puedo jugar—se quejó Mike.

Rámses, Gabriel y Mike jugaban a darles puntación a las chicas lindas que veían.

—La del traje de baño negro. Eso para mi es un 8—Mike me codeó para que prestara atención.

—8 me parece justo—acordé, viendo las curvas de la pelirroja que me indicó Mike.

—7—dijeron al unísono Gabriel y Rámses.

Las playas de Portugal eran mis favoritas, así como las de Karen, su color, su tranquilidad, su belleza.

Amelia caminaba hacia nosotros con un helado bastante inmenso en las manos. Venía comiéndoselo como una niña pequeña con cierta angustia de que se derritiese más rápido de lo que podía comérselo.

Rámses carraspeó y el juego llegó a su fin. Ayudó a Amelia a sentarse en la silla de extensión, guiándola por las caderas.

—¿Y eso?—le preguntó mientras lamía un poco del helado al mismo tiempo que ella.

Amelia quitó su mano para que no pudiera seguir robándola. Gabriel, al otro lado aprovechó también de robarle un poco y molesta, Amelia se levantó alejándose de los dos chicos que ahora se reían de su arrebato infantil.

—Me lo regalaron—respondió concentrada en seguir comiendo.

—Mentirosa—respondió Rámses y los ojos de la pelirrosado brillaron.

—Nop. Fui a ver los collares de aquella señora y aquel chico rubio me lo regaló.

Los cuatro volteamos a mirar el chico rubio que ella indicó. El aludido, que no dejaba de mirar a Amelia, alzó la mano para saludar y Amelia le respondió.

—¿Quién es?—siseó mi hijo mayor, tratando de contener los celos que estaba sintiendo.

—No lo sé. No lo conozco—Amelia arremetía otra vez contra el helado. El calor era intenso y se estaba derritiendo con rapidez.

—Bombón...—cargó su voz con advertencia.

—¿Cómo que no lo conoces?—Gabriel no quiso tener la misma delicadeza que su hermano en ocultar su angustia.

—No lo conozco. Les digo que me quiso regalar un helado.

—¿Y tu aceptaste, así como así?—insistió mi hijo menor.

Mike y yo contemplábamos la escena.

—No tanto así como así, me negué, pero me dijo que yo podía pedirlo. Y así terminé con un quíntuple helado que se está derritiendo—se quejó y reemprendió el ataque contra el helado, su mano ya estaba empapada del líquido dulce derretido.

—Dime que me estás jodiendo. No, no me lo diga. Iré a hablar con el imbécil ese. ¡No te quita la mirada de encima!—Rámses se levantó furioso de la silla y su hermano lo imitó.

Sería más fácil la paternidad si no se siguieran a todas partes, así me preocuparía solo por un celópata, y no por un celopatá y su hermano incondicional.

Mike me miró pidiendo que interviniese, pero no me moví, ajusté mis gafas de sol y me recosté en la silla.

—Estoy de vacaciones, eso los incluye a ellos—expliqué.

Amelia volvió a voltear y el chico alzó otra vez la mano saludando, ella hizo lo mismo.

Era un juego muy peligroso, pero quería ver en que pararía, pero sobre todo no quería moverme de donde estaba.

—¡¿Qué mierdas, Amelia?!—bramó Rámses.

Enfurecido comenzó a caminar hasta el futuro cadáver, pero no había dado dos pasos cuando Amelia habló.

—Mejor que no vayas Rámses—el tono de su voz nos sorprendió a todos, fue frio, distante y bastante molesto.

Mi hijo mayor se había convertido en un toro embravecido, se giró con tanta rapidez que asustó a su hermano, pero Amelia permaneció impasible, concentrada en su helado.

—Búscame un poco de agua en la playa para lavarme las manos—ordenó, no pidió.

Ahora si estaba interesante la situación. Me incorporé curioso.

—Te buscaré agua cuando vaya a lavarme las manos después de matar al idiota ese. ¡Mira cómo te mira!. Le arrancaré los ojos.

—¿Por qué no preguntas el por qué me quiso regalar un helado?.

Rámses respiraba con furia: —¿Por qué quiso regalarte un helado?.

—Me dijo "Você é um 10 para mim- Eres un 10 para mí", y considerando que él es como un 7, acepté.

La mirada que le dio Amelia a mi hijo mayor, hasta a mí me dio escalofríos. Rámses no se movió. Gabriel se giró a mirar al tipo una vez más.

—No es un 7, si acaso un 5. A los 5 no se les acepta helados—él hablaba en serio.

Siempre defendiendo a su hermano a toda costa.

—Bombón...—la ira de Rámses había desaparecido.

—Bombón, nada. Yo no sé con qué puntuación me clasificaste, pero te puedo decir que no deberías hacerle a las mujeres lo que no quieres que le hagan a la... a tu novia.

—Tú para mi eres un 10, senos perfectos, adorable, lindas curvas, un trasero redondito como me gustan. ¿En serio dudas tu puntaje?.

Amelia estaba molesta, porque solo alzó la vista para intentar asesinarlo una vez más, y se volvió a concentrar en su helado. Ya había desaparecido casi la mitad.

—Si de algo sirve, yo no te considero un 10, solo un sólido 9. Te quito un punto porque me gustan con las piernas más largas, aunque las tuyas son bellas y si tienes todos esos atributos que mi hermano dice.

Rámses lo miró con odio y Amelia sonrió.

Obrigado - Gracias—respondió guiñándole un ojo.

Me estaba costando, tanto como a Mike, seguir la complicidad que existía entre estos tres. Creo que en estos momentos, Gabriel complacía a Amelia metiéndose con su hermano.

El resto de la tarde Amelia lo pasó molesta con Rámses, aprovechándose evidentemente de él. La situación no mejoró cuando una de las chicas que puntuaron con un 9 se acercó junto con una amiga y le entregaron a Rámses un papel con su número de teléfono.

Gabriel se lo arrancó de las manos asegurándole que era para alejar ese papel maligno de él, pero vi cuando guardó los números en su teléfono.

—¡Vaya con Amelia!, me sorprende su determinación a estar molesta—me dijo Mike, cuando los chicos estaban dentro de la playa, nadando un rato. Rámses insistía en buscar a Amelia y ella le rehuía, sin embargo en un descuido, él la tomó y se guindó a su espalda sin que ella pudiera hacer nada para quitárselo de encima.

—Lo sé. Me da tranquilidad de que cuando esté con Gabriel las cosas no se saldrán de control.

—A mí también. ¿Cómo nos turnaremos para visitarlos?.

—Serán universitarios, no creo que sea necesario establecer un cronograma.

—¿Estás bromeando, verdad?.

—No, hablo en serio, me refiero a que no debemos tener visitas programadas, sino caerles de sorpresa. Por lo menos a Gabriel y a Amelia, porque Hayden estará de manos llenas con Rámses y Susana.

—Te corrijo: Con un amargado y cachondo Rámses y una Susana a quien Amelia ya de por si odia. Pobre Hayden, a veces me lamento por él.

—Bueno, entonces seremos tú y yo contra ellos.

—No creo que nos den muchos dolores de cabeza, también creo que Amelia mantendrá las cosas en orden con Gabriel.

Mike miraba a los chicos juguetear en el agua, al igual que yo.

—Fernando...

—¿Si?

—Tengo algo que contarte

—¿Qué?—su tono me alertó.

Mike tardó en responder y finalmente habló: —Estoy yendo a un terapista, tengo ya algunos meses.

—¿Alguna razón en particular?—algo me decía que no era todo lo que quería decirme.

—Si, bueno necesito superar a Karen de una buena vez. Quisiera algún día conocer a alguien y poder tener una relación normal.

—Wow, eso si es un avance significativo—me sentí orgulloso por él, por años Karen y yo le dijimos lo mismo—. ¿Ya conociste a alguien así?.

Mike me miró a los ojos y abrió su boca para responder, cuando Rámses llegó trotando hasta donde estábamos, estaba riéndose con mucha malicia.

—¿Qué hiciste?—conocía muy bien esa cara.

—Nada—es decir todo.

Gabriel llegó pocos segundos después:

—Amelia dice que si no se lo regresas, saldrá sin el a buscarlo. Así que por favor hermano, por todo lo que me amas, por la humanidad entera, te pido, te ruego encarecidamente, que por favor, escuches mi imploración y no se lo des.

—No pienso dárselo, pero tampoco será capaz de hacerlo—la suficiencia en su voz era palpable.

—Amen a lo primero y Dios no lo permita a lo segundo—Gabriel se sentó a su lado y le hizo señas a Amelia del "no" que respondió Rámses.

—¿Qué le quitaste?—preguntó Mike y Rámses levantó su mano derecha mostrando la parte de arriba del traje de baño de Amelia.

—¡Rámses! Regrésaselo en este mismo momento—ordené.

—¡No! ¡Papá! No se interviene en las relaciones de pareja—dijo Gabriel.

—¿Por qué se lo quitaste?—Mike miraba a Amelia con el agua hasta el cuello y la mirada clavada en Rámses.

—Porque me clasificó con un 5, al tipo del helado con un 7 y a Gabriel con un 10.

—¿Qué puedo decir? La chica tiene buena vista—Gabriel se ganó un empujón que lo llevó hasta la arena, donde se quedó riéndose.

—¿Y que pretendes enseñarle con esto?—insistí.

—Tiene que reconocer que soy un 10. Un muy sexy 10.

—¿Desde cuando eres tan presuntuoso?—Mike estaba extrañado.

—Siempre lo he sido.

—Solo que andaba en su etapa Emo donde no hablaba. Pero yo era quien soportaba todo su ego.

—Cuando me diga con las manos que soy un 10, regresaré a darle su traje de baño para que pueda salir. Son las condiciones.

Pasaron muchos minutos sin que ninguno cediera. Entonces Amelia comenzó a caminar hasta la orilla. Rámses permaneció atento, pero confiado en que no saldría.

—Merde...—Amelia había salido de la playa, furiosa, con sus manos tapando sus senos.

Mike se acercó con rapidez a darle una toalla, pero ella con una sonrisa la rechazó. Se plantó delante de Rámses y con un movimiento de su cabeza nos pidió a todos que volteáramos la cara.

Mike se giró al igual que yo, y le tapó los ojos a Gabriel que se había negado a hacerlo y refunfuñó cuando Mike lo cegó


—Eres un diez—dijo Amelia y escuché un grito de Rámses.

—¡Amelia!.

Para cuando volvimos a voltear Amelia llevaba su traje de baño y se secaba con la toalla que le había tendido Mike segundos antes.

Rámses tenía los ojos desorbitados y molestos.

—¿Qué pasó?—preguntó Gabriel.

—Le dije que era un diez... con mis manos.

Rámses se tumbó en la silla, Amelia riendo le lanzó la toalla encima con la que él se tapó su entrepierna y luego se sentó entre sus piernas.

Por lo menos sirvió para que se contentaran.


El resto de los días que nos quedaban antes de regresar los disfrutamos en otras playas de la zona, con mucho menos momentos topless pero muchas más risas. En las noches recorríamos la ciudad, entrabamos en algún restaurante a comer o en un negocio a tomar un poco.

Nunca volvimos a tomar como en España, bueno por lo menos sin que se enteraran los chicos.

También le levanté el castigo a Amelia y le regresé sus tarjetas, con la única condición de que no se volviese loca comprando de todo.

Un par de veces la vi enviar postales a Hayden, y sé qué la foto instantánea que nos tomaron en la playa la envió anexa a una de ellas.

Incluso lo hizo en el aeropuerto, cuando ya esperábamos por nuestro vuelo de regreso a casa. Era tan distinto todo al año pasado que parecía mentira porque hace un año esperando nuestro vuelo de regreso a casa, Rámses no hablaba con nadie, Gabriel escuchaba música con sus ojos cerrados. Mike trataba de superar una nueva resaca junto conmigo y Hayden se encargaba de todos.

Hoy por lo menos Gabriel reía mientras jugaba en la Tablet con Amelia, Rámses los veía y también se reía cuando Amelia se molestaba por perder. Mike y yo igual tratábamos de superar una resaca, pero esta vez no bebimos para olvidar, bebimos por celebrar lo bien que lo estábamos pasando.

—Han cambiado demasiado, ¿no lo crees?—Mike se sentó a mi lado y me tendió el café que trajo para mí—. Casi no reconozco a Rámses. Y Gabriel también se quitó ese aire de resentimiento que siempre tenía con su hermano.

—Sí, la verdad es que sí. Ahora lucen realmente felices, sin cargas encima. Por cierto, aquel día en la playa—recordé de pronto—, que me hablabas de tener una pareja, nunca me respondiste si ya habías conseguido a alguien.

Mike negó: —Si, conseguí a una persona y la amo con locura, la he mantenido en secreto por muchísimo tiempo y quiero hacerla mi esposa.

Le rodé los ojos: —Un "no" era suficiente, el sarcasmo está de más.

Mike se carcajeó con fuerzas.

***

—¿Dónde estás?—le pregunté a Mike.

—Esperando el transporte en el aeropuerto, amorcito. ¿Te mueres por verme?.

Rodé los ojos aunque él no podía verme.

—En la oficina. Ya casi termino acá. Nos vemos en la casa.

Colgué la llamada y me concentré en firmar los documentos que Johana colocó frente a mí.

—¿Ya llegó el Señor Oytar?.

—Si. ¿La cita con el delegado de Colombia, fue otra vez pospuesta?.

—Si y esta vez no quisieron agendar una nueva.

—La esposa de Jack dará a luz pronto y él se tomará el permiso de paternidad y también las vacaciones. Tendremos que buscar un reemplazo.

—No podemos—Johana tomaba el lote que ya había firmado y colocaba uno nuevo para el mismo procedimiento tedioso—. Desde la presidencia han solicitado la congelación del presupuesto para casos extraordinarios, no podemos negarle sus pagos de ley, pero si nos negaron la contratación de un reemplazo. Al parecer la Contraloría de la Republica está revisando el presupuesto para el próximo año.

Suspiré profundo, era una pelea que no valía la pena tener con los jefes:— Bueno, redistribuyamos las funciones de Jack por el tiempo que estará ausente. ¿Cuánto tiempo durará esa congelación?

—No nos dieron respuesta.

—¿Qué pagos tenemos comprometidos?

—Bueno, este es nuestro presupuesto—colocó frente a mí el papel con lo que me indicaba—, lo que está en rojo son los gastos que debemos prescindir para poder ajustarnos al plan mínimo que envió la contraloría.

—Esto es una locura...—exclamé detallando todos los renglones que tendríamos que eliminar, algunos eran innecesarios y sobreviviríamos sin ellos, pero la mayoría no.

—¿Desde cuando son los gastos de agua potable y café, extraordinarios?.

—Así me lo mandaron corregido—me explicó.

—Bien, yo correré con esos gastos, no dejaré que el personal comience a tomar agua del grifo ni que se duerman en el trabajo porque el idiota que corrigió esto no sabe lo que es tener a un empleado feliz. Avísame mensualmente para pagar esos servicios.

—No deberías asumir esos gastos.

—No es tanto, más gasto en Starbucks cada vez que Amelia prepara el café.

—Tendré que probarlo un día para saber que tan malo es.

—Deberías... ¿Y si un día te invito a la casa, aceptarías?—solté la pregunta como si su respuesta no me produjese ansiedad.

—Si... ¿por qué no?—sonó dudosa.

Tomé el lapicero que me había regalado Amelia e hice algunas anotaciones para modificar el presupuesto.

—¿Flores?—siempre vi la recepción adornada con flores, también mi escritorio—,jamás detalle que era tanto dinero lo que pagábamos por eso.

—Si, es la mejor floristería de la ciudad.

Un mal presentimiento me embargó.

—¿Quién es el proveedor?—siseé y aparté el resto de los papeles de mi escritorio. Johana rebuscaba en su carpeta.

—Flores R-...—su repentino silencio me lo confirmó.

Pellizqué el puente de mi nariz pero no logré que la presión disminuyese, ni siquiera que la rabia remitiera su avance.

Me levanté tan rápido que Johana se asustó.

—¡Las quiero fuera!. No le pagaremos ni una maldita factura más, que me demande si le da la gana y tiene la desfachatez para hacerlo.

Johana se apresuró a salir de la oficina y aunque escuché cuando repitió mi orden a todos, no era lo suficientemente rápidos en ejecutarla. Salí de la oficina y yo mismo tomé todas las flores que veía y las comencé a lanzar en la basura, a tomar las bolsas y seguir con el siguiente ramo.

Muchos me ayudaron en mi misión, sin preguntar, pero seguramente imaginando lo que me pasaba. Después de todo, no había una persona que no lo supiese.

¿Cómo coños permití que la embajada le comprase flores a la maldita de Rosalía?

Cuando lancé la ultima bolsa en la basura en las afueras del edificio, no me sentí satisfecho. Limpié el sudor de mi frente con mi camisa, para ese momento ni siquiera tenía puesto el saco que completaba mi traje.

Regresé a mi despacho y Johana entró detrás de mí.

—Lo lamento tanto yo no-

Pero no terminó su frase porque atrapé su nuca con una de mis manos y estampé el beso que tenía mucho tiempo queriendo darle.

Sus brazos se colocaron en mi pecho, evitando que siguiera avanzando y me empujó con fuerzas para alejarme de ella.

—No... no, no, no. Mierda, Fernando. Tengo novio, lo sabes... esto... ¿Qué mierda...?. ¡Tengo novio!. Estoy... él y yo... tú...

Ella balbuceaba sin parar mientras caminaba en círculos por la habitación y yo cada vez me sentía más mierda por haberla besado de esa forma.

—Tendrás mi renuncia en unos minutos sobre tu escritorio.

—¡No!, Johana, lo lamento, fue un impulso del momento. No quiero tu renuncia, no la aceptaré.

—Maldita sea Fernando, tengo novio. No.Vi.O. Y lo amo, lo sabes. Si no puedes entenderlo ni respetarlo, no puedo seguir trabajando aquí.

—¿Cuánto pasará para que vuelva a engañarte? ¿Confías completamente en él?.

No respondió, le di en un punto sensible, porque noté de inmediato sus dudas.

—Confío en que no me volverá a hacer daño, superar mis traumas con él mismo es algo muy distinto. Fernando, tú y yo nunca debimos estar juntos, fue un error para mi estar contigo enamorada de otro.

Sus palabras me dolieron y me cabrearon, porque yo solo me puse esta situación, bien que me lo advirtieron Hayden y Mike.

—Me queda muy claro, Johana. No volverá a suceder. Entiendo que tienes un novio. Esto solo fue un impulso, ese fue mi error.




Iba camino a la casa cuando llamé a Hayden para contarle. Mike no me atendió la llamada.

—No puedo creer que hayas hecho eso. ¿En qué estabas pensando? No tienes ni puta idea de lo que es ser sutil. Acabas de retroceder a la jefezone, ni siquiera te dejarán entrar en la friendzone y reza para que el novio de Johana no sea un negro fortachón de tres metros adicto a los esteroides, porque hermano, estarás solo en esa pelea y te habrás ganado tus coñazos.

—Gracias, de verdad, lo importante es que me siento apoyado.

—Tú sabes que cuentas conmigo bajo las mismas condiciones que en la universidad. Tú los tumbas y yo les doy cuando ya estén en el piso.

—Gran ayuda, gran ayuda. Igual, no creo que eso ocurra, Johana no tiene cara de tener un negro fortachón dentro de sus estereotipos de hombres.

—Ya sabes lo que dicen de los negros, y eso es estereotipo de todas las mujeres.

—Cállate, eres el peor mejor amigo para dar ánimos.

—Nunca te he dicho lo que quieres escuchar, no sé por qué te sorprendes.

—Porque estoy ¡cabreado!. Soy un puto adolescente impaciente que no pude esperar un poco antes de hacer mi movimiento y ahora retrocedí miles de pasos.

—Wow, ella de verdad te gusta.

—¿Todavía lo dudas?.



—Chicos, dejen de molestar a Amelia. No le hagas caso Mia, las paredes no son tan delgadas...— no tanto por lo menos.

Estreché la mano de Mike y nos envolvimos en un corto abrazo.

Sabia los motivos de la visita de Mike, quería hablar algunas cosas de Amelia sobre el caso contra Stuart, pero incluso por teléfono fue evasivo, así que no pude preparar a los chicos para que no hicieran un berrinche cuando él les pidió hablar a solas con Amelia. Y francamente yo mismo no entendía sus razones.

—¿Es realmente necesario Mike? Es un tema bien delicado para Amelia y siempre le hemos dado apoyo...

—Lo es Fernan—su tono fue cortante.

—Es que no creo que deban, digo no parece necesario...

—Fernando, no me digas que es y que no es necesario, ni que debo o no debo hacer con mi cliente. No me digas como hacer mi trabajo, que yo no te digo a ti como hacer el tuyo.

¿Qué mierda le pasa?

—Porque mi trabajo no involucra a tus hijos Michael.

Fue un golpe bajo, pero el mal humor que tiene no lo puede pagar conmigo.

—Tus hijos son mis hijos, y tú trabajo siempre los involucra y sin embargo yo no intervengo Fernando.

Apreté con fuerza mi mandíbula para no seguir teniendo esta discusión frente a los chicos, que contemplaban la escena, sorprendidos.

Y no seguimos porque Amelia aceptó reunirse a solas con Mike. Los vi entrar en mi oficina y cerrar la puerta.

—¿Qué mierdas fue eso? ¿Desde cuando Mike nos saca del caso?—bramó Rámses—¿Qué le está diciendo que no podamos escuchar?.

—Tendrá sus razones y ya las explicará.

—Está preguntándole algo en confidencialidad abogado-cliente, es la única razón—explicó Gabriel.

Era cierto, esa era la razón, lo que a su vez significaba que era muy delicado lo que le estaba diciendo en este momento.

Rámses caminaba como león enjaulado, contando los minutos. Entonces la puerta se abrió y Mike apareció

—Ráms-

Mi hijo mayor se apresuró a entrar al despacho y por momentos que se me hicieron poco más de eternos escuché los sollozos de Amelia y algunas palabras sueltas de lo que Rámses le decía.

Cuando pudimos entrar y nos pusieron al día de todo lo que ocurría, entendí las razones por las que Mike quiso hablar a solas con ella, le estaba ahorrando el dolor a mis hijos, y a mí, de tener que escuchar las respuestas de Amelia; y eso solo significaba que las preguntas fueron lo suficiente malas.

—¡Pero que maldito el abogado que se atreve a alegar eso!—bramó Gabriel.

—Es una locura, cualquier juez podrá ver que todo es una artimaña—expresé más para calmar a Amelia que seguía llorosa en brazos de Rámses.

Me acerqué hasta ella y acaricié su cabello.

—Tranquila, Amelia, lo único importante es que tú sepas lo que en verdad pasó, más nadie. Y si decidieses no seguir con esto, también lo apoyaremos.

—Si desisto ahora quedaré como que tengo miedo o le estoy dando la razón a él, así que esa no es opción—me respondió.

—¿Se le harán exámenes psicológicos y psiquiátricos?—preguntó Rámses.

—Todos los que la ley me permita—concedió Mike.

Al parecer seguía molesto conmigo porque su mirada se endurecía al verme.

—No podrá demostrarlo, podrá fingir muchísimas cosas pero no pasará los exámenes psicológicos, no importa que tan bien lo preparen los abogados—agregó Gabriel.

Llevaba ya cierto rato discutiendo con los chicos cuando el grito de Amelia nos hizo callar a todos. Fue su reacción a la respuesta que le dio Mike.

—¡Maldito hijo de perra!. Puto desgraciado, loco, psicópata demente. ¡HIJO DE PUTA!, haré que te pudras en una cárcel y terminarás siendo la perra de algún criminal todas las noches.

—¡Amelia!—nunca había escuchado tantas malas palabras en su boca, juntas y al mismo tiempo, así que mi grito fue más de sorpresa que de llamado de atención.

—Cambia la fecha—llevaba el papel en sus manos arrugado y lo movía con tanto ímpetu que estaba por romperse.

—No puedo hacerlo, el tiempo para oponerme ya pasó.

—¿Qué está pasando Bombón?.

—Es una trampa, una mentira. Fue Stuart quien escogió esa fecha para la audiencia.

Rámses revisó el papel y sus ojos se ampliaron, era un huracán nuevamente apunto de arrasar con todos.

—¡Maldito Bastardo!. No irás Amelia, no lo harás. Mike cambia la fecha. Ese hijo de perra puso como fecha de la audiencia, el día del cumpleaños de Amelia, solo para verla. Tienes que cambiarla.

—¡¿Qué?!—grité.

Miré a Rámses quien me confirmó con su mirada que no había error posible. Pero Amelia no podía faltar, si la audiencia ya fue sido fijada, declarar que era su cumpleaños no la libraría de asistir.



—Estoy avergonzado con Amelia, ese cabrón de Angelus... no dejaré que vea la luz del sol en mucho tiempo. Le diré que organice el archivo muerto de la oficina.

—No seas tan duro.

—¿Con él?—bufó—, merece que lo despida por algo así.

—No con él, contigo mismo. Tú no puedes hacer todo, debes delegar y es normal que esas cosas pasen cuando delegas—le comenté para tratar de calmarlo.

—No, es inadmisible. Desde hoy yo llevaré todo el caso de Amelia, sin delegar ni una puta fotocopia.

Mike estaba molesto, después de que hablamos con los chicos y que logramos calmar la conversación, ellos subieron a ver una película y nosotros nos quedamos en la sala bebiendo una botella de whisky. El mal humor de Mike había remitido un poco, pero seguía bastante tenso aún.

—Te volverás loco—le advertí.

—Ya lo estoy...—murmuró mientras veía su teléfono una vez más.

—No te he contado...—serví un nuevo trago en mi vaso, y rellené el de él antes de proseguir—, la embarré con Johana.

—¿Y eso?—bebió su trago casi de un solo sorbo y se levantó a servirse otro.

Lo puse al día de todo lo ocurrido con Johana y de lo mal que me sentía por haberla incomodado.

—¿Entonces, ella te rechazó?—preguntó una vez más.

—Que si, yo la besé y ella se alejó.

—¿No te respondió el beso ni un poquito?.

—No—suspiré entre frustrado y avergonzado por el recuerdo—, no movió sus labios y me empujó con fuerza hasta que retrocedí, luego se puso como una furia. Renunció inmediatamente y por un segundo pensé que me lanzaría algo a la cabeza. Me costó muchísimo calmarla.

—Bueno chico, esas cosas pasan—Mike palmeó mi espalda varias veces—, te pasa por andar de adolescente cachondo.

—Me recalcó que tenía novio y que lo amaba, que acostarnos fue un error.

Las palabras de Johana me dolían porque a pesar de nuestro acuerdo de una relación casual, se generó el cariño entre nosotros y ella me gustaba mucho.

—No recuerdo la última vez que me rechazaron—confesé finalmente.

Sin contar todas las veces que Karen me rehuyó, que eran las mismas veces que yo le rehuía a lo que sentía por ella; no había sido rechazado nunca en mi vida. Incluso, cuando salí con la primera mujer cuando quedé viudo, fui yo el que terminé rechazándola no porque no fuese una mujer excepcionalmente bella, sino porque lo consideré muy pronto.

—Te lastimó el ego—se burló—. Escucha, ya sabíamos que esta era una situación peliaguda, porque nos enfrentábamos a una mujer con novio, en una relación estable...

Bufé interrumpiendo

—No es estable esa relación, es enfermiza. El tipo la engañaba siempre y terminaba lastimándola todas las veces. No tienes ni idea de cuantas veces la vi llegar con las ojeras marcadas, los ojos rojos. Una vez duró todo el día encerrada en el baño llorando por ese imbécil.

—Fernando... algunas veces las personas no entienden razón por más que la aconsejen, solo comprenden con la experiencia propia. Es como quien está sumergido en el alcohol, solo sale cuando cae bajo, cuando se da cuenta de que no quiere estar allí; del resto, seguirá tomando.

—Entonces ella es adicta a su novio y solo saldrá de esa relación toxica, cuando se de cuenta de que no quiere estar allí.

—Exacto.

—Y yo le demostraré lo que un verdadero hombre es. Le mostraré respeto, admiración y se dará cuenta lo imbécil que es el idiota que tiene por novio.

—Vaya... estás realmente decidido—se levantó a servir una nueva ronda de tragos.

—Si, ya te lo dije ella me gusta mucho.

—Fernando...

—¿Y tu por qué estabas de tan mal humor hoy?.

—Porque me molesta que me cuestiones mi trabajo. Estoy haciendo lo mejor para Amelia y para todos como familia, cuando me cuestionas es como si dudaras de mi como abogado y como familiar. Ellos—dijo señalando escaleras arriba, a donde estaban todos dormidos—, son mis hijos tanto como tuyos ¿Cuándo lo entenderás?.

—Lo sé, lo lamento.

—Siempre tenemos esta misma discusión y cada vez tengo menos paciencia—me advirtió.

Los pasos de Amelia retumbaron en la escalera, se sorprendió cuando nos vio, pero sonrió. Ya no lucía tan triste como horas antes.

—¿Tengo que preocuparme por una fuga?—esperaba que me dijese que no, porque estaba algo mareado como para tener que perseguirla.

—Solo iré a la farmacia por unos tampones y algo para los calambres.

—¿Quieres que te llevemos?—miré mi reloj y no era tan tarde, era seguro que saliese todavía.

—No será necesario, me hará bien caminar un poco.

—¿Y Rámses te dejó ir sola?—preguntó Mike.

—Están dormidos y no quiero despertarlos. Hacen cucharita—burló.

En cuanto Amelia salió de la casa corrimos escaleras arriba.



POV Mike.

—Se van a despertar—me apremió Fernando.

—No lo harán—y continué tomándole fotos a Rámses y Gabriel que dormían haciendo cucharitas.

Valdrán oro estas fotos. La venganza perfecta por la casi perforada que le hice a mi pene por su bromita...

Salimos de la habitación aun riéndonos y mandamos las fotos a Hayden, pero debía estar de guardia porque no respondió.

—¿Qué hacemos ahora? Se acabó la botella—Fernando sirvió lo ultimo que quedaba de Whisky.

—Salgamos, mi vuelo sale lo suficientemente tarde como para poder salir a tomarnos algo.

Llamamos a un taxi y en pocos minutos estábamos en un bar, sentados en la barra con un trago frente a nosotros, y algunas chicas desnudas contoneándose a nuestras espaldas.

—No se en qué momento este bar lo transformaron en un bar de stripers—Fernando miraba de reojo y se reía.

—Creo que el nombre nos tuvo que habernos alertado "Picantosas".

—¿Desde cuando no veníamos a un bar de stripeers?—Fernando pidió otra ronda de tragos.

—¿Por disfrute o por trabajo? Porque por trabajo hace un par de años, cuando rescatamos a Gabriel y a Rámses.

—No me recuerdes eso, te juro que esa noche estaba seguro de que Karen se aparecería para halarme los pies y matarme de un susto por dejarlos entrar a uno.

—No fue tu culpa—le dije entre risas— y técnicamente tampoco de ellos. Y por placer desde la universidad.

—No, en mi despedida de solteros, Hayden y Karen me llevaron a uno. ¿recuerdas? Les pareció una genial idea propia de ti.

—Yo no te hubiese llevado a un bar de strippers—puntualicé—, nunca me han gustado. Me parecen vulgares.

—Se los dije, pero Hayden nunca había ido a uno y estaba bastante emocionado y Karen... bueno, ella estaba siendo Karen.

—Soy más de contratar a una puta para que se folle al novio en un hotel elegante.

—¡Dios!, Karen te hubiese matado.

—No te hubiese hecho a ti, o a mi pene si al caso vamos, porque estoy seguro de que Karen me lo amputaba.

Fernando se levantó para ir al baño y aproveché de encender mi teléfono. Tenía muchos mensajes y llamadas que ignoré, solo me interesaba hablar con una sola persona, así que marqué su número, que ya me sabía de memoria, incluso ebrio como estaba.

—Hola—la saludé en cuanto atendió, intenté que no notase que arrastraba mi voz.

—Hola. Te estuve llamando.

—Si, apagué el teléfono—no le mentiría, fue una promesa que le hice y que no pensaba romper.

—¿Podemos hablarlo?—preguntó con cierto recelo en su voz.

—No hay nada de que hablar, novia—la escuché suspirar.

—No quiero que creas que yo-

—Olvídalo, en serio.

—Te amo novio.

—Y yo a ti novia. ¿Qué te parece si cuando llegue me recibes con un buen sexo de reconciliación?.

—Me gusta la idea, espero que no bebas mucho, no quiero sexo de reconciliación con resaca. ¿En donde estás, por cierto?.

No le mentiría pero no implicaba que no me diese miedo lo que ella pudiera pensar.

—Es un bar de stripper al que entramos por error. Estoy con Fernando.

Silencio, no dijo nada.

—¿Novia? ¿Sigues allí?. Te juro que ni siquiera las estamos viendo, era un bar normal hasta hace un par de meses.

—Te creo, solo que no esperé que me dijeses eso.

—Te dije que nunca más te mentiría y no planeo faltar a mi palabra.

—¿Cómo te fue con Amelia?.

—Fue un desastre, el idiota de Angelus permitió que la fecha de la audiencia fuese el día de su cumpleaños.

—¡¿Qué?!. Lo mataré. Es un imbécil de primera, si no fuese por su papá. Despídelo, Mike, no puedes tener ese personal en la firma.

—No puedo despedirlo, su papá es un buen amigo mío, pero lo saqué del caso y de todos los de la firma; estará arreglando el archivo muerto.

—¡Dios! Ese lugar es un desastre. Renunciará a la semana.

—¿Quieres apostar?—un pasatiempo que sabía que ella adoraba.

—Sabes que si, le escribiré a Daisy para que me transfiera de una vez.

—Presumida. Escucha, tengo que cortar, Fernando viene para acá tambaleando entre varias mesas.

—No lo emborraches...

—Él lo quiso hacer solito... no está acostumbrado al rechazo y se le lanzó a su asistente, quien lo humilló recordándole que tenía un novio a quien amaba mucho.

—Wow, esa chica suena enamorada de verdad.

—Te amo, novia.

—Te amo, novio.

—Tenemos que irnos, ¡ya!—Fernando lanzó varios billetes en la barra que cubrían el consumo y un generosa propina.

—¿Por qué?—dije mientras lo seguía a la salida, en más de una oportunidad tuve que ayudarlo cuando tropezaba.

—Abordé a una stripper y ella me reconoció.

—¡¿Qué mierdas, Fernando?! ¿A una stripper? ¿En serio?.

—No te me hagas el santo, estaba disfrazada de enfermera sexy, era irresistible. Todo iba bien hasta que me dijo que mi cara le era conocida y finalmente dio de donde porque de todas las strippers de la ciudad, por supuesto que yo abordo a una de Madeira.

—¿Cuándo tendré un dí1a de descanso con ustedes? ¿Cómo se llamaba? Tendré que contactarla y ofrecerle un acuerdo de confidencialidad, no quisiera que después te viniera a acusar de tener un hijo tuyo por una noche que no recuerdas y que pretenda hacerlo publico si no le das dinero mensualmente y se niegue constantemente a hacerse una prueba de paternidad.

—¿Qué? Lees demasiados libros bizarros.

Nos subimos al primer taxi que conseguimos y salimos de allí.

—Sharley Divine. Ese es su nombre artístico.

—Haré que la contacten desde mi oficina el día de mañana.

Cuando llegamos a la casa, el alcohol empeoró en el organismo de Fernando. A duras penas pude sacarlo del taxi y arrastrarlo hasta la casa.

En cuanto abrí la puerta me recibieron Rámses y Gabriel, mirándonos confundidos.

—¿Qué le hiciste?—preguntó Gabriel mientras se acercaba a ayudarme.

—Hijo—Fernan arrastraba las palabras y pellizcó las mejillas—. ¿Dónde están tus tatuajes?.

—Soy Gabriel.

—No le hice nada, él solo bebió como que no hubiese mañana.

—¿Por qué está lleno de brillantina?—Rámses se había acercado a ayudar también.

Fernando lo saludó con un beso en la mejilla y se colgó de los hombros de sus hijos.

—Una pequeña confusión.

—Fuimos a ver strippers y me enrollé con una.

Mierda, olvidaba que estando borracho, le da por ser excesivamente sincero.

Sus hijos se rieron.

—Pero no llegamos muy lejos porque me reconoció y mi cabeza gritó "chantaje, chantaje" así que corrí.

Los chicos me miraron y asentí confirmándolo, en verdad él había corrido lejos de ella.

Con gran dificultad lo subimos por las escaleras y lo tumbamos en su cama.

Sus hijos se encargaron de quitarle la ropa y prepararlo para dormir.

—Me quedaré con él, me da miedo que se ahogue con el vomito—anunció Gabriel.

—Anclémoslo al piso, así no se mareará—ante la confusión de sus hijos, novatos definitivamente, fui yo quien puso un pie de Fernando en el piso.

Un viejo truco universitario. Mientras el pie estuviese en el piso, sentiría estabilidad y el mareo disminuiría y por lo tanto las probabilidades de vomitar serían menores.

—Tomen nota, novatos, que no digan que nunca les enseñé nada, aunque técnicamente eso me lo enseñó Karen, quería evitar que vomitase en su habitación a toda costa.

—¿Y por qué estabas en su habitación?—la perspicacia de Rámses me quedó clara.

—Habíamos salidos a tomar y su habitación era la más cerca. Tu papá y ella dormían en la cama, yo en el sofá y Hayden en el piso—mentí.

No me creyeron mucho, pero me despedí para encerrarme en la habitación de huéspedes antes de que insistieran en sus preguntas.



POV Hayden.

El coñísimo de la madre de otro...

¿Por qué no pude contenerme?

Soy un puto.

—Ya deja de darle vueltas y ven a acostarte—golpeó la cama varias veces invitándome a acostarme a su lado.

—Es tu culpa, me sedujiste—le recriminé mientras entraba al baño para asearme.

La cabeza me daba vueltas, es mi estudiante y poco me importó eso, mucho menos que sea menor de edad.

¿Por qué tengo que ser así de fácil?

—Culpa a los mariscos que comimos—me respondió entre risas cuando salí del baño.

—No me parece gracioso...

Se reincorporó en la cama y la sabana se rodó de su cuerpo desnudo.

—¿Te arrepientes? ¿Quieres que me vaya?

—No—respondí con sinceridad y me acosté a su lado.

—Termina de llamarlos y ya, pero por Dios, déjame dormir, mañana tengo clases temprano y mi profesor es un cascarrabias si llegamos tarde.

—¿Cascarrabias? ¿En serio?. Te acabo de follar, no puedes llamarme cascarrabias.

—Estoy llamando al Dr. Michia cascarrabias, a ti, Hayden el que me folla como me gusta, te llamo como tú quieras que lo haga.

Me reí y le tomé la palabra. Temprano tuve varias llamadas perdidas de Fernando y Mike, y la cabeza me daba vueltas con a curiosidad.

Fernando no me atendió así que llamé a Mike.

—¿Te la tiraste, verdad?.

—¿Cómo lo sabes?—me reí.

—Cada vez que llamas a esta hora de la madrugada es por la misma chica... asumiré que ya te la tiraste, considerando que no respondiste ni siquiera cuando te mandé las fotos de Gabriel haciendo cucharitas con su papá porque Fernando no se quedaba dormido si no lo abrazaba.

—Puto abogado sabiondo...

—No lo estás negando, así que lo confirmas. ¿Y que tal fue?

—Está aquí a mi lado aún, creo que ya se durmió.

—¿Y que coño haces tú despierto?.

—Llamándolos y estoy preocupado...—confesé—. Es una menor de edad y me gusta demasiado.

—Hayden, disfrútalo mientras se pueda. ¿Qué es lo peor que pueda pasar? Si te aburres, le terminas; si ella se aburre de ti, te terminará.

Suspiré agotado, Mike lo hacía sonar muy fácil, pero no lo era para nada. Lo que más me preocupaba era lo mucho que me gustaba.

Mike aprovechó la llamada para contarme lo ocurrido con Fernando y el bar de stripper. En más de una oportunidad hice refunfuñar a mi acompañante y tuve que taparme la boca para no interrumpir su sueño.

—No te lo puedo creer. ¿Y no tienes miedo de que hable dormido?.

—¿Por qué habría de- ¡MIERDA! Mierda, mierda. Gabriel está durmiendo con él.

Escuché varios ruidos y luego pisadas apresuradas.

—Gabo, anda a tu cama, yo me quedo con él—Mike intentaba despertar a Gabriel.

—¿Por qué?—escuché que preguntó un soñoliento portugués.

—Para que duermas mejor. Párate y ve a tu cuarto.

Pocos minutos después Mike volvió a conversar conmigo.

—Mierda, si no me dices... no sé que sea capaz de decir Fernando dormido.

—Algún día los descubrirán y espero verlo para reírme y decirles "se los dije". No se cuánto tiempo más seguirán ese juego.

—No escupas para arriba, mira que ahora te follas a una estudiante menor de edad.

—¿Es una amenaza? Porque te recuerdo que tú eres mi abogado.

—Es un recordatorio de que no escogemos de quien nos enamoramos...

Sus palabras me hicieron callar, él tenía la razón.

Después de colgar la llamada me acurruqué a su lado, apartando por un momento todos mis miedos y angustias.

A la mañana siguiente, yo salí primero del departamento porque debía llegar temprano a revisar algunos casos en el hospital. Me despedí con un beso que quise prolongar mucho más y me marché.

Mi mañana estuvo muy ocupada, la señora Smith sufrió un ataque cardíaco durante la noche y su recuperación no sería viable, así que empecé el día hablando con la familia para darles la mala noticia.

Después de eso mi guardia no mejoró con un niño con células cancerígenas, un hombre que perdería una pierna por la diabetes y una pareja que acababa de perder a su primer hijo en un aborto involuntario.

Para cuando llegué al salón de clases estaba hecho un perfecto cascarrabias que gruñía con cada saludo de los alumnos y bufaba molesto cuando no respondían correctamente las preguntas que hacía.

Pero me transformé por completo en Dr. Jekyll cuando una estudiante, durante la ronda, le dijo a un paciente sin ningún tacto que podría morir, y cuando eso ocurrió su familia, que estaba presente, entró en pánico, llantos y gritos.

—¡¿Cuántas veces les he tenido que decir que deben dar noticias con tacto?! ¡¡¡¿Qué cuando sean pronósticos reservados y complicados no deben tener a toda la familia reunida?!!! ¡El paciente ahora tiene los índices cardiacos elevados gracias a tu imprudencia! Y la operación a la que sería sometido tendrá que ser pospuesta, solo porque quisiste presumir de lo mucho que leíste delante de ellos.

La chica me miraba con sus ojos abiertos y enrojecidos. El resto de los estudiantes permanecían al margen, esperando que no descargara mi ira con ellos.

—Reportate con el doctor Sander, monitorearás ese caso hasta que el paciente salga de la cirugía, no harás más rondas hasta que eso pase. Se acabó la clase. El próximo que cometa una idiotez como esa quedará suspendido de mis rondas.

Y no estaba jugando.

Después de hablar con la familia y calmarla, que el paciente se estabilizara y de reprogramar la cirugía, por fin caminé a la sala de descanso de los doctores, quería una buena taza de café y cerrar los ojos por un momento.

Pero no pude llegar a la sala, de un solo empujón me metieron en un pequeño armario de medicamentos, con la luz apagada y la puerta cerrada con seguro.

—Vamos a quitarte ya mismo ese mal humor.

—No es el momento—intenté quitarme sus manos de encima pero era bastante persistente.

—Claro que lo es, terminarás matando a algún estudiante como sigas así de enojado. Vamos Dr. Jekyll, juega conmigo.

Su mano se coló por dentro de mi pantalón y aprisionó mi miembro para comenzar a acariciarlo. Me besó en los labios con impaciencia y dejó lengüetazos húmedos por mi cuello, como sabía que me gustaba.

Y como soy fácil y un puto, me dejé.

Sus manos eran hábiles y precisas, no sé en que momento aprendió a conocerme tan bien, pero lo hacía. Lo sostenía con la presión justa, jugueteaba con el volviéndome loco y supo cuando necesitaba que fuese más rápido sin pedírselo, escondí mis gruñidos y gemidos en su hombro, el mismo lugar donde mordí con fuerzas cuando llegué al orgasmo.

—¿Mejor?—su voz engreída estaba cargada de orgullo, me besó en los labios y rebuscó dentro del pequeño cuarto por algunas gasas con la que asearnos.

—Estás demente—le recordé pero poco le importaba mi acusación, por el contrario parecía rebosante de orgullo.

—Ahora, tratemos de que no tenga que volver a encerrarte en un cuarto para quitarte el mal humor, porque la próxima vez ya no me conformaré con darte solo una manito.

Con esa amenaza tan tentadora en el aire, salió y pocos minutos después lo hice yo.

Esto se está saliendo de control...


~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

Nota de Autora:

Tarde pero seguro!!

Domingo de #NJLP

Nos acercamos cada vez al final.

¿Les gustaría ser la primera en leer el capítulo final? ¿El epílogo? ¿El primer capítulo de la segunda parte?

Pues... puedes hacerlo!!! Lanzaré el día de hoy un concurso!! Los tres primeros lugares podrán optar a esos premios!

Las bases del concurso las publicaré el día de hoy en el grupo de FB.

No olviden votar, comentar y suscribirse al grupo de FB "No Juzgues La Portada"

Baisers et Abraços


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