POV Familia O'Pherer. Daniel. (Primera Parte).


Fernando

—¿Cómo va a ser esa la respuesta? Es una locura, esa medida perjudica a la población portuguesa en el país

—Pero el presidente no quiere tomar postura oficial hasta que no pase la cumbre, hay unos tratados que tiene interés de firmar—me respondió Johana, torció su gesto con molestia evidente, tampoco estaba de acuerdo con eso.

—Y mientras los presidentes se toman unos tragos y negocian por meses, los portugueses del país perderán tiempo y dinero en tramitar esas visas tan absurdas. Somos parte de la comunidad Europea, ¿Por qué nos tratan distinto al resto de los países?—esa decisión presidencial acababa de echar por la borda meses de trabajo con el Ministerio de Emigración para mejorar las condiciones de los emigrantes de Portugal, unas condiciones que de ser aprobadas, traerían beneficios eventualmente para los emigrantes de todo el mundo, que se quejarían de no tener condiciones igualitarias. Ni mencionar que generaría muchos puestos de empleos que el gobierno actual no estaba en condiciones de ofrecer, incluso des-congestionaría el sistema de emigraciones, que de por sí ya era un caos.

—No lo sé señor Fernando, pero esa carta nos ata de manos. No tenemos más opciones que frenar las negociaciones hasta nuevo aviso.

—¡Maldición!—refunfuñé, ella tenía razón y no podía hacer más que atacar la orden presidencial de frenar las negociaciones hasta nuevo aviso, estuviese o no de acuerdo— ¿Y por qué me llamas señor Fernando? ¿A quién tienes cerca?.

Johanna se sonrojó levemente cuando acerqué mi rostro a la cámara, como si así pudiese ver más allá.

—Estoy pasando unos días en casa de mi familia y suelen ser bastantes metiches.

—Pero la última vez que nos vimos no me tratabas con tanta formalidad—enarqué una ceja y sus mejillas explotaron en rojo ante el recuerdo que acababa de filtrar en su memoria—. ¿Crees que sea necesario recordarte que me llames Fernando?

—La última vez que me diste ese recordatorio terminamos en una habitación de hotel...—dijo casi susurrando, tenía miedo que alguien la escuchase, pero eso solo la hizo sonar más sexy.

—Y en ese momento no te acordaste que yo era tu jefe, te sentiste muy cómoda siendo la que daba todas las órdenes.

—Tampoco lo escuché quejarse señor Fernando.

—Tenía mi boca muy ocupada—le dediqué mi mejor sonrisa y me removí con disimulo en la silla tratando de acomodar la erección naciente en mis pantalones—.

—Sabe que mi memoria no es la mejor, quizás deba recordarme quien es el que da las órdenes.

Pellizqué mi labio con mis dedos, me gustaba su picardía y esta conversación comenzó a ponerse realmente interesante.

El timbre de la casa reverberó en todo el lugar. Extrañado y preocupado me despedí de Johana con rapidez y salí del despacho.

—Es la policía—murmuré preocupado cuando me asomé por la ventana y antes de abrir la puerta.

Rámses y Gabriel bajaban las escaleras, colocándose algo de ropa. Estaban tan extrañados como yo. Me alivié cuando los vi, no sería la primera vez que se escapaban de casa y los traía la policía.

—Buenas noches oficial ¿en qué puedo ayudarlo?

—¿Es usted el señor Fernando O'Pherer?—cuestionó revisando una pequeña libreta que tenía en la mano.

—Así es—confirmé—.

Miró dentro de la casa y vio a los chicos: —¿Cuántos hijos tiene?

—Dos. ¿Me puede decir que está ocurriendo?. Esta casa es asignación diplomática de la embajada de Portugal—una forma sutil de decirle que era un diplomático—.

—Una joven fue robada en la calle y afirma que vive en esta dirección Señor O'Pherer. Parece un poco desequilibrada, pero puede ser que sea por el robo. Solo confirmamos la información. No podemos traerla hasta aquí sin saber si será un riesgo para ustedes.

Mis hijos se acercaron hasta mí, sentí su presencia a escasos pasos de mí.

—¿Cómo se llama la joven?—pregunté con miedo a su respuesta.

El oficial repitió la pregunta por la radio que colgaba en uno de sus hombros y luego del respectivo crepitar se escuchó una voz femenina: —Amelia Maggio

Rámses pasó por mi lado embistiendo al policía y a mí a su paso. Corrió hasta la patrulla y forcejeó con la puerta antes de poder abrirla. Amelia se lanzó a sus brazos casi tumbándolo al piso.

—Si la conocemos oficial. Es la novia de mi hijo mayor.

—La señorita Maggio indicó que fue robada, se acercó hasta la patrulla en una de las calles del centro de la ciudad, una muy mala zona, con lo que asumiré es una pijama. Lucía confundida, asustada y bastante alterada.

Rámses entró en la casa con Amelia aferrada a su torso, llorando sin control alguno. Gabriel se aproximó pero se arrepintió, en cambio corrió a la cocina por un poco de agua.

—Está bien oficial. Muchas gracias. Nos encargaremos, avisaremos a su familia—lo despaché apresurado. Él asintió y se retiró.

Entré a la casa cuando Gabriel regresaba con el agua, Rámses intentaba calmar a Amelia sin ningún resultado, no hubo forma ni siquiera que se tomase el agua.

Repetí a los chicos lo que me dijo el oficial. Rámses le preguntaba a Amelia si estaba bien, si la lastimaron, pero ella no podía dejar de llorar. Agarraba la camisa de Rámses con tanta fuerza que la rompería.

No había nada que pudiéramos hacer, solo esperar que se calmara, que sacara de ella todo lo que a perturbaba, que se quedara sin lágrimas. Rámses tenía la cara surcada de dolor, le repetía una y mil veces que estaba segura, que nadie le haría daño, que se calmara. Acariciaba su cabello y besaba su frente. Su rostro también estaba lleno de lágrimas.

Gabriel a mi lado estaba estático, debatiéndose entre acercarse a ayudar o permanecer al margen. Llevaba una lucha interna tan grande, que sabía por experiencia propia, que resultaba físicamente dolorosa. Finalmente se decidió y se acercó hasta Rámses, colocando su mano en su hombro y apretando. Se agachó hasta quedar a la altura del rostro de Amelia y comenzó a repetirle las mismas palabras que segundos antes le decía Rámses, porque éste ahora lloraba y no podía pronunciar palabra alguna.

¿Qué le pasó?

—Hay que llamar a su familia—les dije—.

—No—habló Rámses con rapidez y absoluta seguridad—, deja que se calme y nos cuente lo que pasó.

Extrañado y más preocupado que antes me senté al lado de Rámses. Si esa era su decisión, no teníamos nada más que hacer que esperar, y eso hicimos. Poco a poco los sollozos se calmaron y eventualmente Amelia se quedó dormida en los brazos de Rámses, sin soltar su fuerte agarre.

—Necesito que me digan de qué me perdí—exigí cuando noté las miradas cómplices que mis hijos compartían—.

—Amelia tiene problemas en su casa, con el padrastro—Rámses comenzó a hablar—.

—¿Tan graves como para que ella llegue aquí así?

Suspiró, no se sentía cómodo contándome esto, quizás porque no le correspondía revelar los secretos de su novia.

—Tan graves como para colocar un candado en su puerta...

Y con esa frase comenzó a contarme todo lo que sabía de los problemas en casa con su padrastro. Lo miré tratando de mantener mi rostro inmutable, aunque por dentro solo gritaba de horror con cada cosa que me revelaba. ¿Cómo es posible que ninguno de mis hijos, que sé que son inteligentes y perspicaces, sospecharan algo más serio que una "Invasión de privacidad" cuando Amelia pidió instalar un candado en su puerta?. Sé que no eran estúpidos, pero no era posible que de verdad creyesen eso. Y cuando no pude aguantar más y Rámses terminó de contar todo lo que se atrevía a contarme, lo pregunté. Ninguno respondió. Creo que la idea era demasiado oscura y perturbadora para ellos, y se aferraban a la esperanza de que fuese una locura y no la realidad; pero yo si me creía esa desgracia.

Pero por lo menos ya entendía que no quisiera que llamara a su familia y francamente ya tampoco quería hacerlo, tenía un muy mal presentimiento de todo esto. Solo quedaba esperar a que Amelia se despertase y nos contara lo ocurrido.

—Iré a acostarme—avisó Rámses y con Amelia aun en sus brazos, se levantó del mueble, con ayuda de su hermano.

—Mañana no irán a clases, ni yo iré a trabajar. Necesitamos saber lo que le ocurrió, y nadie saldrá de esta casa hasta que no lo sepamos.

Los muchachos solo asintieron mientras subían las escaleras a sus habitaciones.

Entré a mi oficina sintiéndome devastado. En pocas horas estaba seguro que Amelia confirmaría mis sospechas. Me senté en la silla y me serví un trago de whisky.

—¿Estás despierto?—fue lo primero que le dije a Mike cuando atendió el teléfono—.

—Por supuesto que sí, la pregunta es ¿por qué tú lo estás todavía? ¿Sexo telefónico con Johana?. ¿Todo bien con los chicos? Oh... ¿Qué hizo Gabriel ahora?

Reí, las llamadas nocturnas por lo general eran para avisarle de los últimos problemas en que se metían o para desahogarme cuando mis hijos varones amenazaban con mi sanidad mental.

—Sí, todo bien. Gabriel se está portado bien, así que es probable que el mundo se acabe dentro de poco. Por cierto ¿te llamó? Le dije que lo hiciera.

—Sí y fue una conversación bastante... interesante—lo escuché cuando se incorporó en la cama y movió alguno de los papeles en los que seguramente trabajaba—. Pero sé que no me llamas para saber lo que hablamos... así que suéltalo Fernan

Entonces después de un largo suspiro lo conté lo ocurrido con Amelia.

—Creo que puede estar siendo abusada en casa—llegó a la misma conclusión que yo—.

—Yo espero que mañana me tenga que reprender por mi mente mal pensada, pero si ella confirma el abuso... necesito que me digas todas las opciones legales que tiene, porque tendré que orientarla.

Mike comenzó a explicarme los organismos a donde podíamos acudir, desde la policía para el reclamo, hasta institutos de protección a la familia y a la mujer, que servirían como apoyo psicológico. Se ofreció a llevar el caso incluso, no esperaba menos de él.

—¿Y si ella no quiere hacer nada de eso Mike? ¿Qué hago? No la puedo dejar ir a su casa... Rámses no la dejaría ir a su casa.

No era una pregunta que él pudiese responder.

—Amelia es menor de edad, si su familia decide colocar la denuncia por haber huido, la buscar y la llevaran a su casa. No puede quedarse en la tuya sin que exista ningún acuerdo antes. Te diré qué. Mañana cuéntame cómo salen las cosas y de allí vemos como proseguimos.

—Si su padrastro abusa de ella y su mamá no le cree ¿Qué podemos hacer?

—Te diría tus opciones legales, pero en este caso es más rápido y efectivo presionar a la mamá y a su padrastro con un juicio por abuso sexual. Si son culpables dejarán que ella se vaya de la casa.

Al cabo de unos momentos de silencio, Mike se decidió a hablar: —¿Por qué nuestros hijos no pueden tener problemas normales?

Su pregunta me dio un poco de risa. Me gustaba que los llamara "nuestros hijos" Mike estuvo a nuestro lado, como un padre sustituto. Le podía confiar a mis hijos con los ojos cerrados.

—¿Recuerdas cuando conseguí la prueba de embarazo en la casa y estuve seguro de que sería abuelo antes de los 16 años de los chicos?—le pregunté y reí con el recuerdo.

—¡Claro que me acuerdo! Compraste condones como que el mundo se fuese a acabar y te planeabas coger a todos los sobrevivientes—respondió—.

—Ese problema me parece estúpido con el que tengo en manos ahora—terminé con el pequeño momento de risas que tuvimos—. Temo por la reacción de los chicos. De Rámses puedo imaginarla, se convertirá en un huracán grado 10 que querrá arrasar con todo, pero luego se calmará. Pero de Gabriel no sé qué esperar...

—Por lo que me dijo ayer que se siente con Amelia, creo que debes esperar un terremoto fuera de las escalas de Richter. Pero como todo, después se calmará.

—¿Cómo ves ese asunto?—aproveché de preguntarle—.

—Una mierda muy conocida, pero por lo menos él está muy claro de que Amelia es de Rámses y Gabriel no interferirá en eso.

Suspiré sin poder decir nada más. Nos despedimos al poco rato y subí a acostarme. Rámses tenía su puerta abierta y la luz de la computadora iluminaba su habitación. Me asomé y me sorprendí, sin embargo no dije nada y me retiré a dormir un poco más tranquilo, mañana sería un día muy largo.



Gabriel.

Mi hermano entró a su habitación y yo a la mía. Me fui a dar una ducha, pensando que quizás eso me ayudaría a calmarme pero incluso mientras me bañaba continué maldiciendo, insultando y berreando. Me controlé todo este tiempo, pero no tenía caso hacerlo mientras no había nadie para juzgarme. Así que incluso me permití llorar de impotencia sobre todo; ver a Amelia en ese estado me afectó demasiado, no poder acercarme a consolarla como quería hacerlo, me dolió.

Pero como siempre con todo lo que se tratase de ella, mandé a la mierda mi sensatez y después de vestirme salí del cuarto. Rámses estaba acostado en su cama, con Amelia a su lado acurrucada, el navegaba en su teléfono. Me vio en la puerta y me indicó que pasara.

Nunca la había visto tan frágil como en este momento.

—¿Qué crees que pasó?—me atreví a preguntarle

—No lo sé. Espero que haya sido Daniel, porque con eso puedo lidiar más fácilmente, pero si fue algo relacionado con Stuart, su padrastro... ¿Por qué no estás durmiendo?—me preguntó cambiando el tema.

—Por la misma razón por la que tú tampoco puedes dormir—respondí con sinceridad, teníamos un trato de ser brutalmente sinceros en todo lo que respectara a Amelia y planeaba cumplirlo—.

Mis manos picaban con ganas de acariciar su cabello, se veía tan delicada y apacible allí dormida, que casi era un mal sueño que hace poco hubiese estado tan fuera de sí. Mi hermano se aclaró la garganta y volteé la cara, no debía estar mirándola de esa manera.

—Quiero darme un baño... ¿Puedes vigilarla un momento? No quisiera que despertara y se encontrase sola...—

Asentí un tanto sorprendido. Rámses colocó su almohada para que Amelia la abrazase y entró al baño. Me senté a su lado y antes de que pudiese ni siquiera pensarlo, estaba acariciando su cabello. Era una noche fresca, así que halé una de las sabanas y la arropé con ella. Mi hermano salió cuando terminaba de cubrirla y me dio un pequeño asentimiento.

—No creo que pueda dormir—confesó—. ¿Quieres... ver una película?.

Pocos minutos después él había ocupado su lugar al lado de Amelia y me ofreció acostarme del otro lado. Encendió su laptop y la sostuve por él, en un angulo donde ambos pudiéramos verla.

En algún momento me quedé dormido y me desperté cuando la laptop se resbaló de mis manos, dándome un susto. Rámses también dormía, abrazando a Amelia. Dejé la computadora en la mesa de noche y antes de irme a dormir a mi cuarto, tomé la misma sabana con la que cubrí a Amelia y arropé a mi hermano.

***

Desperté temprano, quizás habré dormido solo un par de horas. Bajé a la cocina y mi papá ya estaba tomándose un café, me ofreció uno y me senté a su lado.

—Rámses aún duerme—me informó—, así que aprovecharé de hablar contigo.

Puso su taza sobre la mesa y supe por su rostro que no me gustaría nada lo que tendría que decirme.

—Existe una gran probabilidad de que Amelia haya sido abusada o maltratada por su padrastro. Sé que es algo que tuvieron que haber considerados ustedes, pero que quizás resulta demasiado... bizarro para ser verdad, pero creo que es lo que está ocurriendo y no podemos hacernos la vista gorda e ignorar esa posibilidad, debemos prepararnos para ella. Rámses se volverá loco y sé que tú también, pero te estoy dando la posibilidad de que lo asimiles en este momento, porque necesitaré de tú ayuda para controlarlo. No podré con los dos si mis sospechas se confirman.

La sangre me hirvió y el corazón me subió hasta la garganta. Palpitaba con tanta fuerza que me retumbaba en los oídos. Era la posibilidad que ni Rámses ni yo nos atrevimos a decir, ni siquiera cuando la situación del candado. Las señales estaban allí, pero no queríamos verlas. Sin embargo mi papá no sabía nada de Daniel, así que también cabía la posibilidad de que haya sido él, quien reapareció anoche, quizás se presentó en su casa y... No importaba quien le hubiese causado daño a Amelia, fuese Stuart o Daniel, Rámses querría matarlo y francamente yo querría ayudarlo.

Estaba enmudecido, interiorizando toda la rabia que circulaba en mi cuerpo en ese momento, tratando de apagar los fuegos que amenazaban con abrazarme de pura ira.

—Gabriel...—me llamó mi papá—, sea lo que sea que Amelia nos explique, y si es que llega a explicarnos, es necesario que Rámses no abandone la casa hoy. No confío que no planee cobrar una venganza. ¿Entiendes? Un asalto, un golpe, un asesinato no lo podrá cubrir Mike. Ustedes son preadolescentes, pueden ser juzgados como adultos. No quiero que corra sangre el día de hoy. ¿Quedó entendido?

Asentí. Estaba más que consciente de todo lo que podría implicar un Rámses furibundo.

Hace un par de años, cuando más perdido estuve en las drogas, y bajo el efecto de una de ellas, me peleé con un imbécil, ni siquiera recuerdo el por qué, pero yo salí perdiendo. Cuando Rámses me vio al día siguiente con el labio roto, el ojo hinchado y todo el cuerpo lleno de hematomas, fue la primera vez que lo vi enojado después de la muerte de mi mamá. Sus niveles de ira habían crecido definitivamente y lo confirmé cuando esa noche llamaron a mi papá desde la comisaria donde tenían retenido a Rámses.

Me impresioné cuando lo vi tan golpeado como yo, pero aluciné cuando supe que se había peleado con tres tipos, incluyendo el que me golpeó a mí, y uno de ellos estaba en el hospital.

Mi papá estaba al borde del colapso, eso iba más allá de peleas entre chicos, de strippers o prostíbulos. Mike llegó en la tarde de ese día para ayudar. Hayden no pudo viajar, pero llamaba cada hora para saber avances y recordarle a mi papá respirar, si hubiese estado allí lo hubiese estado monitoreando con estetoscopio y demás, no sería la primera vez tampoco. Por fortuna, los chicos con los que se peleó Rámses estaban en muy malos pasos con las drogas y no levantaron cargos contra Rámses con la condición de que él devolviese lo que les había quitado en garantía de protección. Al parecer si no entregaban la mercancía que Rámses les quitó, su vida estaba sentenciada.

Rámses se hizo el desentendido delante de papá y yo seguí también con su juego; sin embargo se reunió con Mike a solas y horas después salió libre sin ningún cargo. Hasta ese momento consumí drogas, porque las palabras que me dijo Rámses cuando salió, calaron profundo en mi: «Si sigues por ese camino, harás que me maten junto contigo», y yo definitivamente no quería ver a mi hermano ni muerto ni con su vida desgraciada porque yo quería ser un imbécil.

—Te ayudaré. No te preocupes—le respondí a mi papá—.




—Necesitamos hablar—dijo Rámses entrando en la cocina, su rostro estaba pálido y descompuesto, largas ojeras surcaban su cara—Amelia ya despertó.

Rámses se pasó la mano por su cara varias veces, luego por su cabello. Estaba nervioso y ansioso como nunca antes.

—Amelia se está dando una ducha y bajará a contarnos lo que ocurrió anoche.

—¿No te lo contó?—pregunté sorprendido

—No, quiere que primero los ponga al día de ciertas cosas que ella no quiere volver a repetir—dio un gran suspiro y prosiguió—. Amelia fue abusada por Daniel, su primer novio, lo conoció en línea y cuando se citaron para verse, resulta ser que no era Daniel, era un tipo que la terminó violando.

«Hijo de la grandísima puta», maldijo mi papá, rara vez lo escuchábamos diciendo esas cosas. Esta historia yo me la sabía, mi hermano me la contó, así que no estuve tan sorprendido como él.

—Amelia solo me dijo que lo que pasó anoche fue obra de Daniel.

Mi papá soltó un suspiro con cierto alivio, entendía muy bien el por qué, era mejor que fuese Daniel a que fuese Stuart por muchas razones. La primera era que Rámses no sabría donde localizar a Daniel para ir a matarlo, la segunda era que el principal peligro no se encontraba en la misma casa que Amelia.

Entonces el diplomático O'Pherer, actuando en nombre de Mike seguramente, inició un pequeño interrogatorio con todas las dudas que tenía y así me enteré de muchos detalles que hasta el momento no sabía. Fue bastante escabroso como ese tal Daniel engañó a Amelia, quien por lo que contó Rámses llegó a ser bastante cuidadosa al respecto. Era imposible que ella hubiese podido descubrir que no era la persona que decía, obviamente ese Daniel era un experto en la materia y de seguro estaba acostumbrado a mentir. Me dio repulsión de pensar de que Amelia no haya sido su única víctima y que peor, la lista de chicas siguiese aumentando.

¿Y qué pinta en todo esto Andy? No me quedaba claro, quizás él no estaba al tanto o quizás fue un cómplice, en cualquier caso, más le valía no volver a toparse con nosotros.

Entonces las preguntas se acabaron y nos sumimos en un silencio, donde cada quien trataba de poner orden al caos interno que estábamos experimentando. Vi a mi papá abrazar a Rámses con fuerza, mi hermano lloraba y no podía culparlo, yo mismo boté algunas lágrimas solo de pensar todo lo que Amelia tuvo que lidiar.

Entonces hice la pregunta que nadie había hecho hasta ese momento: ¿Y su mamá lo sabe? ¿Dónde estaba su mamá en todo eso?

Rámses no tenía nada seguro al respecto: —Quizás Amelia no le contó nada, ya su mamá estaba muy afectada por el engaño de su padrastro, como para darle más dolores de cabeza—pero ni el mismo se creía eso—.

Aunque era posible. Una violación era considerada aún un tabú, las personas que lo sufrían sentían vergüenza de hablar al respecto, como si fuese su culpa, creyendo que si no dicen nada podrán lidiar con la situación más fácilmente o peor, que podrán olvidarse de ella.

Nos quedamos una vez más en silencio hasta que Amelia llegó a la cocina. Estaba recién bañada, con su cabello húmedo y ropa de Rámses. Sus ojos estaban enrojecidos, su cara ligeramente hinchada, no hubiese podido fingir que estaba bien ni aunque lo intentase. En su piel se evidenciaban marcas violáceas que solo empeorarían con el pasar de los días. Desvié la mirada de ellas, no quería hacerla sentir incomoda, pero sobre todo porque quería mantenerme lo más cuerdo que pudiese.

Me acerqué hasta ella y la envolví en un abrazo sincero. No quería que estuviese triste, mucho menos que sufriese. Luego la saludó mi papá, quien se quedó parado al lado de ella. Me hizo una seña casi imperceptible para que me acercase a mi hermano y eso fue lo que hice.

—¿Ya Rámses les contó sobre...—su voz estaba rasposa, pero con mucha seguridad, eso me sorprendió. Ella era más fuerte de lo que se veía definitivamente.

—Prométeme, no, júrame que no me soltarás la mano—le dijo a Rámses y yo di un paso más cerca de él, nada de lo que Amelia dijese después de eso podía ser bueno—.

—Anoche, Daniel entró en mi habitación e intentó abusar de mi otra vez

—¿Cómo entró?—preguntó de inmediato mi papá, su voz también sonó distinta, como si no quedaran aire en sus pulmones.

Entonces a Amelia se le cristalizaron los ojos, y la entereza que demostró hasta este momento se quebró, clavó su visa en el piso y se sonrojó de verguenza.

—Daniel es Stuart, mi padrastro.

~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

Nota de Autora:

REVISEN EL FINAL DEL CAPÍTULO ANTERIOR: cuando lo publiqué noté en la noche que no estaba completo, así que debí actualizarlo y aunque lo avisé, no si lo pudieron leer. (El capítulo NO TERMINA con el abrazo incómodo entre Rámses y Gabriel).

Bueno por fin veremos cómo fue la situación en casa de los O'Pherer cuando Amelia soltó semejante bombaaaa!!

Me encantaron sus comentarios sobre Gabriel, sé que no es fácil entenderlo y más sencillo satanizarlo, pero recuerden que en esta historia no pueden juzgar a nadie por su portada, y las cosas que pasan siempre tienen dos versiones o más de la historia.

Les recuerdo que en FB en el grupo: NO JUZGUES LA PORTADA, coloco material adicional en relación a la historia J

¿Qué les parece la portada del libro? La verdad es que a mí me gusta, pero mi primera portada (hecha rudimentariamente por mi) incluía un "Rámses" estaré colocándolas en el grupo de FB para leer sus opiniones y quizás hasta termine cambiándola.

Baisers et Abraços


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