Capítulo 59.ESTANCADOS CON USTED.

Caminamos hasta estar a algunos escasos metros de donde yacían los restos físicos de Karen. Los músculos de Rámses estaban tan tensos que hasta a mí me dolían. Solté su mano para que caminara con su hermano y su papá hasta la lápida y les di el espacio que necesitaban, retrocediendo unos metros y parándome junto a Mike..

No me sorprendió que un cuarto corazón roto, estuviese parado a mi lado, tampoco fue sorpresa cuando lo vi llegar en el aeropuerto, ni siquiera cuando me enteré que vendría en el viaje. La historia de Mike, Karen y Fernando, aun me generaba mucha curiosidad, pero este tampoco era el momento para averiguar lo ocurrido.

Mis chicos estuvieron allí, frente a la tumba varios minutos, el viento me hacía llegar palabras sueltas pero no entendía lo que decían.

En más de una oportunidad Fernando palmeó la espalda de los chicos y ellos a él. Terminaron los tres entrelazados mientras hablaban. Me pareció escuchar alguna pequeña sonrisa, pero no puedo estar segura.

La respiración de Mike, quien seguía a mi lado, era pesada, difícilmente acompasada. Sentí también su nerviosismo, ansiedad y dolor. Entrelacé mi brazo con el suyo para darle un poco de estabilidad emocional, no quería que se sintiese solo.

Finalmente los O'Pherer se voltearon alejándose de la tumba y caminando hasta donde nos encontrábamos. Todos llevaban sus ojos enrojecidos y con evidentes marcas de lágrimas en él. Rámses se las limpió con el dorso de su brazo, el gesto me llenó de ternura porque evidenció toda la rabia y frustración que le generaba la tristeza que estaba sintiendo. Gabriel no alzaba la mirada del piso, sus puños iban fuertemente apretados.

Eran demasiadas emociones como para alcanzar a entenderlas o tan siquiera describirlas o enumerarlas.

Rámses me envolvió en sus brazos, escondió su rostro en mi cuello y sentí sus lágrimas humedecer mi piel. Lo apreté con fuerza tratando de reconfórtalo, de mantener las piezas de su ser unidas en uno solo. Luego de abrazarlo a él, hice lo mismo con Fernando y finalmente con Gabriel quien reprimió un sollozo y se disculpó con su voz entre cortada.

—¿Puedo...?—preguntó Mike y Fernando le asintió.

—Sabes muy bien que si Mike—le respondió—. No tienes ni siquiera que pedirlo.

Mike asintió y palmeó la espalda de Fernando cuando pasó por su lado. Caminó cabizbajo hasta la tumba y cuando llegó a ella se irguió, quizás tratando de armarse de valor.

Se acuclilló y con su mano rozó la pequeña lapida. Volteé la mirada para darle toda la privacidad que pudiese.

—Quiero presentártela—me susurró Rámses, su voz varonil sonó rasposa, quebrada, rota, dudosa y apenada.

La carga emocional era tan intensa que me tenía agobiada sin saber a cuál emoción atacar primero. No imaginaba ni siquiera todo el desastre que eran ellos en su interior, si yo de por si estaba triste, nerviosa, ansiosa, apenada y ni contar lo que ellos me hacían sentir. Le di un pequeño apretón de mano y una tímida sonrisa para aceptar su invitación.

—Gabriel, ¿estás bien?—le preguntó Fernando, él aludido solo asintió y se volteó sin mirar a nada en específico.

Fernando lo abrazó y acarició su cabello. Las manos de Gabriel se cerraron con fuerza alrededor del traje de su papá.

¿Qué decir en un momento así? Nada, no podía decir nada. Así que solo me acerqué a Rámses y dejé que él apoyase su barbilla en mi hombro mientras me abrazaba desde atrás.

—Hijo... ¿puedes?—Fernando hizo una pregunta que no entendí y le dio una explicación silenciosa que escapó de mi comprensión.

Rámses me soltó y se acercó hasta Gabriel, abrazándolo como hasta hace poco lo tenía su papá. Dudé en acercarme, pero hice lo que me dictó el corazón. Gabriel estaba roto por completo y necesitaba de nosotros, así que lo abracé por la espalda y apoyé mi cara en su traje.

Fernando caminó hasta donde se encontraba Mike. Fue en ese momento cuando me di cuenta que estaba llorando y que no lograba calmarse. Fernando se arrodilló a su lado y lo ayudó a levantarse.

—Por fin tuviste tu trío, Gabriel—murmuré antes de que mi boca pudiera cerrarse, las mejillas se me incendiaron.

¿Desde cuándo soy tan imprudente?.

Iba a disculparme cuando el cuerpo de Gabriel vibró y escuché una pequeña sonrisa.

—No sé qué me gusta más, que tú me hagas cucharita o que Rámses sea mi pasivo.

El francés rio y cuando terminamos nuestro abrazo, Gabriel besó mi cabeza y murmuró un gracias. Creo que mi chiste malo logró distraerlo por un momento de todo su dolor.

Cuando Mike y Fernando regresaron, el primero lucía abatido y Fernando lo traía abrazado. Eran dos hombres que evidentemente amaron a la misma mujer, y que sufrieron su perdida con grandes marcas personales.

Eso era más que evidente para mí.

Abracé a Mike con fuerza: —Gracias muñeca—su voz fue apenas audible, se había quedado si ella repentinamente.

Allez, c'est notre tour ma vie – Vamos, es nuestro turno mi vida.

Intenté quitarme el gorro, de verdad que me sentía ridícula con el puesto en este momento, pero Rámses apartó mis manos y negó.

—Me gusta cómo te queda. Es algo que ella hubiese usado. De hecho, tenía uno con orejas de oso color marrón y le gustaba colocarnos unos bien ridículos de pequeños.

Después de esa anécdota no podía quitármelo, me veía durmiendo con el gorro puesto si lograba que Rámses volviese a sonreír tan bonito entre tanta tristeza.

Mi francés me llevó de la mano hasta la tumba de su madre, mi boca se sentía seca y me sentí nerviosa con cada paso que dimos. Era tonto que me sintiese así, yo de por si no era buena en estas circunstancias, pero esto es importante para él, para todos, así que no quería dañar el momento que él esperaba tener.

—Le caerías muy bien; si te hubiese conocido, te adoraría.

Recorrimos los últimos pasos y finalmente quedamos parados frente a la pequeña placa. Rámses me abrazó por la cintura con fuerza y tomó una gran bocanada de aire.

Maman, elle est Amélie, que je l'ai tellement entendu- Mamá, ella es Amelia, de la que tanto te he hablado.

Mi corazón se saltó varios latidos y también se derritió un poco.

—Ehm... espero que solo le crea la mitad de lo que dice—no sabía si debía responder, ni mucho menos que decir, pero creo que estuvo bien, porque Rámses por primera vez en días rió.

—Jamás le mentiría a mi mamá. Le dije que eres dulce, graciosa, amable e inteligente...

—Bien, eso es cierto—concedí interrumpiéndolo.

—... y muy buena en la cama—finalizó.

—¡Rámses!—exclamé horrorizada y él volvió a reír.

—Relájate, no es nada que ya no le haya dicho.

—¡Oh Dios!—me lamenté escondiendo mi rostro entre las manos, toda la situación era absurda y sin embargo aquí estaba yo, sintiendo vergüenza ante mi difunta suegra, delante de su tumba, donde mi novio acababa de hablarle sobre nuestra vida sexual.

—Estoy muy seguro de que ella lo aprueba, es a quien le pedía que no me hicieras sufrir de eyaculación precoz o que me diera fuerzas para contenerme de lanzarme encima de ti como perrito cachondo.

Gimoteé completamente avergonzada.

—También le dije que me cuidas, que eres excelente novia, cuñada, amiga, hija. Y no le he dado detales, solo que el sexo es genial, aunque no sé si desde allá arriba ella pueda espiar.

¿Qué le digo? ¿Estará bien si lo regaño delante de la tumba de su mamá?.

—Karen hubiese agradecido a Dios por eso, ella solía ser muy bromista—Fernando llegó a mi lado, también con una sonrisa.

—Y si puede espiar, créeme que lo hace—agregó Mike.

—Mamá no sentía ningún pudor para hablar de sexo, de allí que tuviésemos tanta información innecesaria sobre la vida sexual de nuestros padres—explicó Gabriel.

—Nos repetía que consiguiéramos una mujer con la que pudiéramos hablar de cualquier cosa, que nos hiciera querer hacer locuras y que nos volviera estúpidos con los orgasmos, y yo conseguí todo eso—Rámses volvió a reír con el recuerdo y con mi cara de vergüenza absoluta.

Se estaba burlando de mí.

—Probablemente te hubiese llevado a parte, para recordarte que te cuidaras, que cuidaras a su hijo y... darte algún consejo sexual, eso que siempre parecía tener de sobra— Mike parecía decirlo por experiencia personal, porque se reía de algún recuerdo privado.

—¡Virgen Santísima! Me hubiese desmayado de la vergüenza—hablé finalmente, aterrorizada de solo imaginar la hipotética escena.

Los hombres rieron, era evidente que Karen les seguía robando sonrisas aunque no estuviese físicamente presente.

—Mi mamá era genial—Rámses miraba la tumba con melancolía.

—Sigue siéndolo, dejó muchos recuerdos para que continuáramos evocándola—Fernando acarició una vez más la placa.

¿Tenía que decir algo? Quería hacerlo pero me sentí un poco apenada de hacerlo delante de ellos, no quiero que escuchen lo que tengo que decirle.

—¿Podría... puedo?—dudé señalando la tumba.

Me dejaron a solas con ella y los nervios desaparecieron un poco.

—Señora Karen, ehm... no soy buena en esto, yo... soy Amelia, la novia de Rámses, la mejor amiga de Gabriel y seguramente ya sepa que lo dejé en la friendzone, Fernando es mi tutor, y creo que Mike y Hayden también lo serán dentro de poco, aun no me lo dicen pero lo sospecho. Soy muy organizada, buena estudiante, a veces tengo mal humor, soy muy despistada, no me gustan que me impongan las cosas, me gusta que me hagan reír y... me hubiese gustado conocerla—respiré profundo para calmarme, quería hacerlo, por ellos.

»Le daré una revisión objetiva de todos, creo que es posible que solo dieran su versión de los hechos. Fernando está bien, la extraña mucho, pero creo que está listo para seguir adelante, quizás pueda darle una ayuda. Gabriel es todo un caso, es muy divertido y responsable, cuida mucho a su hermano y teme enamorarse, quizás podría ponerle en su camino una chica, así como dijo Rámses que usted quería. Mike es muy exitoso, se lo digo porque quizás no lo va a presumir, pero está siempre solo, no sé qué pasó entre ustedes, pero pareciera que tampoco lo deja avanzar. Hayden no pudo venir hoy, pero sé que también la extraña, me lo dijo antes de venir.

»Rámses es gruñón, consentido demasiado por sus papás, pedante, considerado, atento, sincero, buen estudiante, buen amigo, buen hermano. Celoso y bastante acosador. No sabe de límites ni de filtro para decir las cosas. Tiene muchas cosas buenas y muchas cosas malas, y yo las amo todas, no le cambiaría nada.

»Me trata con mucho respecto, con cariño, me cuida y me protege, eso es gracias a usted. Es una hermosa familia que me recibió con los brazos abiertos cuando más lo necesité y sé que se debe a que siguen sus enseñanzas. El tiempo que estuvo con ellos fue injustamente corto, pero lo hizo bien, cualquiera puede verlo, marcó sus vidas para bien, creó buenas bases para los hombres que son hoy en día. Pero es el momento de que la dejen ir.

Una vez que comencé a hablar dejé de sentirme tonta, por el contrario encontré alivio en liberar las palabras. Respiré una vez más para calmar mis nervios y tomar fuerza para lo que diría.

—Están estancados con usted. El señor Fernando... la otra vez bailó con una chica en su fiesta de cumpleaños y le vi cara de culpable, creo que siente culpa de querer avanzar. Gabriel tiene serios problemas para entregarse al amor, se enamora de estos casos ridículamente imposibles, se auto sabotea. Mike, bueno creo que no quiere volver a perder a nadie así que prefiere no tener a nadie cerca a quien perder. Y Rámses...

»Rámses tiene miedo a que lo abandone o lo tenía, me costó que arregláramos las cosas, pero sin embargo hay muchas otras que aún no supera.

»Es el momento de que la dejen ir y que usted los ayude. Le pido esto porque los quiero a todos y quiero verlos felices, dichosos y plenos, y mientras ellos no la dejen ir, no podrán hacerlo. Sé que es no es su culpa, pero si hay algo que pueda hacer para ayudarlos, se lo agradecería, yo desde aquí también pondré de mi parte.

»Bueno, es todo. Yo amo a su hijo y lo cuido mucho, podemos hablar de todo y de nada y... no puedo creer que diré esto... y es muy atento en el cuarto y... cuando hacemos el amor, nos volvemos estúpidos mutuamente—terminé mi discurso en un susurro.

Al finalizar la hice señas a los hombres y se acercaron una última vez. Ya era hora de irnos así que todos comenzaron a despedirse, prometiendo volver.

Me agaché y saqué de mi bolsillo lo que traje para la ocasión. Era una pequeña cadena de acero inoxidable, con un dije en forma de flor de loto, «una flor que nunca se marchitara» como dijo una vez Rámses. Enredé la cadena en la placa, asegurándome de que no se moviese de su sitio y esperando que nadie se la llevase. Por la parte de atrás de la rosa estaban tres letras: F.R.G., las iniciales de sus hijos y de su esposo. Me levanté y Fernando besó mi cabeza, Rámses me atrajo a su pecho y Gabriel apretó con fuerza mi mano.

— Es un bello obsequio Amelia, muchas gracias—Fernando contempló por última vez la placa de su esposa, antes de despedirse de ella.

Fue el último en alejarse de la tumba y caminó detrás de nosotros acompañado por Mike.

Salimos del cementerio cada uno perdido en sus propios pensamientos. En esta oportunidad yo también pensaba en Karen, lamentándome de que se hubiese ido tan pronto de esta vida, porque no podría ver a sus hijos graduarse, casarse, tener hijos. A veces esta vida era muy injusta. Su mamá, que los adoraba, yacía bajo un frio suelo, mientras que la mía, que me arrancó de su vida, vivía sus días llenos de felicidad. No es que le desease la muerte a mi madre, pero si le deseaba la vida a mi suegra.

***

Ese día fue espantoso. Del cementerio regresamos al hotel y no salimos en todo el día. Tuve que repetir la misma técnica del desayuno con el almuerzo y la cena para que lograsen comer. Cuando anocheció el ambiente era otro, uno un poco menos doloroso.

—Lamento no haberte mostrado la ciudad—Rámses se paró a mi lado en el balcón desde donde contemplaba las luces.

—Está bien. Lo puedes hacer mañana—le sonreí.

—¿Me contarás lo que dijiste a mi mamá?

—Eso es entre suegra y nuera, pero le confirmé que eres un gran hijo, que eres atento, cariño, respetuoso y que también me dejas como estúpida cuando hacemos el amor.

—No te lo creo.

—¿Dudas que no quedo estúpida?

—Dudo que le hayas dicho eso.

—Pues lo hice, creo que era justo que la señora Karen tuviese también mi versión de la historia.

Él me escrutó el rostro, buscando algún indicio de que mentía, pero cuando no lo encontró sonrió con ternura y me envolvió en un abrazo.

En cuanto me descuidé me subió sobre sus hombros y me llevó hasta la habitación.

—Oh... olvidé que estabas aquí—Rámses refunfuñó cuando entró a la habitación— ¿Gabriel?. ¿Frère - Hermano?.

—Iré a dormir con papá, tranquilos.

Rámses me puso en el piso y tomó el brazo de su hermano cuando intentó pasar por su lado.

Frère, parle-moi. Est-ce que ça va?- Hermano, habla conmigo. ¿Estás bien?

Su rostro estaba contorsionado de dolor. Nosotros habíamos salido del cementerio, pero al parecer él no.

Gabriel, vamos lá, fale comigo – Gabriel, vamos, háblame—insistió Rámses y el portugués negó con la cabeza como si emitir una sola palabra fuese a terminar de romperlo.

Rámses lo atrajo en un abrazo que Gabriel se resistió a devolverle. Sin embargo terminó hincando sus dedos en la espalda de su hermano con fuerza, como si quisiera aferrarse a él.

Sabía lo que le estaba pasando, lo estaba usando de ancla.

Hace mucho tiempo, cuando le conté a Rámses lo que fue mi violación recuerdo que le dije que no me soltara la mano porque no quería quedarme en ese mal recuerdo. Ese día lo usé como mi cable a la realidad, al presente. Eso era lo que estaba haciendo Gabriel, estaba anclándose en su hermano para no quedarse en el cementerio con su mamá o quizás más lejos en el tiempo, en aquella vez que Karen cerró los ojos por última vez.

Cuando escuché el primer sollozo de Gabriel salí de la habitación para darles su espacio. En la sala me senté sin saber una vez más que hacer. Tenía muchas semanas sintiéndome completamente perdida, frustrada, impotente.

No sé cuánto tiempo pasé allí sentada, pero cansada de no hacer nada, me levanté y con mucho cuidado me asomé en la habitación. Gabriel y Rámses estaban sentados en la cama, el primero seguía llorando, el segundo lucía desesperado, sin saber qué hacer para calmarlo.

Volví a salir de la habitación pero esta vez toqué la puerta de Fernando. No me respondió así que insistí. A mi tercer intento me armé de valor y entré rezando para que Fernando no durmiese desnudo. Estaba acostado boca abajo en la cama, parte de su espalda estaba al descubierto. Toqué su hombro y lo llamé.

—Fernando... Fernando

Él abrió los ojos un tanto desorbitado y extrañado de verme parada frente a él.

—Lamento despertarte, pero los chicos te necesitan...

No esperó una palabra más de mí.

Se levantó de la cama con rapidez, su torso desnudo quedó a mi vista. Al parecer Fernando solo dormía con pantalones largos de algodón. Menos mal que la habitación estaba a oscuras, si no hubiese visto mis mejillas ruborizadas.

Salió de la habitación y entró en la que compartía con sus hijos.

—Ya estoy aquí—y con esas palabras cerró la puerta detrás de él.



En algún momento me quedé dormida en el sofá y alguien había puesto una manta por encima de mí. La habitación estaba fría así que cuando me levanté lo hice envuelta en la cobija.

En la habitación dormían Gabriel, Fernando y Rámses. Habían unido las dos camas y Fernando, en el medio de sus hijos, los abrazaba.

Las lágrimas me bajaron de forma inmediata, quizás por tristeza, quizás por ternura. Entré a buscar mi teléfono que estaba en la mesa de noche.

Rámses tomó mi mano dándome un susto de muerte.

—Iré contigo...

—No, ni se te ocurra, quédate aquí, por favor.

Le di un beso en los labios, di la vuelta y besé en la mejilla a Gabriel y en la cabeza a Fernando, lancé un cobertor sobre los tres y me fui al sofá. No me pareció correcto acostarme en el cuarto de Fernando, se me hizo muy raro. Me acurruqué nuevamente y me quedé dormida abrazando uno de los cojines.




Desperté en la cama de Fernando.

¡Rámses!.

En la sala estaban los O'Pherer y Mike, conversando cada uno con una taza en la mano.

—Vaya, vaya muñeca, eres como ricitos de oro. Oficialmente has dormido en todas las camas de los O'Pherer.

Mis mejillas explotaron pero Rámses acudió en mi rescate.

—Muy mal chiste Mike, muy mal chiste.

—Eso fue completamente fuera de lugar idiota—apuntó Fernando con su rostro serio.

—E impreciso porque Mía Beleza jamás ha dormido en mi cama hemos hecho muchas cosas, pero ninguna ha sido dormir.

Gabriel se levantó corriendo del mueble y Rámses más atrás de él. Se encerró en el cuarto y el francés golpeó la puerta con fuerza.

—Abre la puerta, dime eso en mi cara. Amelia jamás ha estado en tu cama, ni lo estará.

—Lo sé, por eso yo siempre me meto en la suya—Gabriel se reía y Rámses golpeaba la puerta.

—¿Ves lo que causas?—le recriminé a Mike.

—Lo lamento muñeca, Gabriel me convenció y después de la noche que tuvo no pude negarme.

Puto portugués.

La puerta sonó y un joven ingresó empujando un carrito con varios platos tapados. Vio la escena de Rámses golpeando la puerta pero como el resto de los presentes en la habitación no hacía nada, se concentró en prepararnos la mesa para el desayuno. Mike le dio una propina antes de que se fuese y finalmente nos sentamos a comer.

—¡Abre ahora mismo!—gritó Rámses.

—Así mismo le decía anoche.

—Cuando te agarre te daré tan duro que-

—Y así le decía yo—lo interrumpió Gabriel.




Bastante que me costó que Rámses dejase a Gabriel tranquilo, sus instintos suicidas estaban renovados y multiplicados por su máxima potencia.

Finalmente desayunamos, nos arreglamos y salimos.

Nuestro hotel estaba ubicado en frente a la playa, así que comenzamos recorriendo la zona, caminamos por el Boulevard Des Dames hasta que llegamos a Porte d'Aix.

No me pude escapar de las clases de francés cortesía de Rámses, todos lo hablaban incluso Mike lo hablaba.

—Aprendí muchas cosas de Karen, pero el francés era lo que menos me gustaba—me explicó.

Luego tomamos un taxi hasta la calle Lacepede, un nombre impronunciable por mí pero que a los demás les salía muy bien. Allí visitamos el edificio donde Fernando y Karen vivieron por un tiempo. Era un edificio antiguo, de 1941, con ventanas altas y pequeños balcones. Fernando me contó que en la ventana siempre había flores y que Karen se molestaba enormemente cuando se le marchitaban. Luego pedimos otro taxi y Fernando le dio varias direcciones por donde llevarnos.

Vi la guardería donde Rámses estuvo solo un tiempo corto. Y luego el colegio donde ambos estudiaron cuando estaban un poco más grandes. Vivieron en varias oportunidades en Marsella porque era la ciudad favorita de Karen y cada vez que Fernando podía, aceptaba cualquier trabajo que lo acercara hasta allá.

También recorrimos sus lugares favoritos, que eran prácticamente todos en la ciudad. Se alegraban cuando veían que las cosas seguían tal como las recordaba o se entristecían cuando algún cambio en la ciudad hacía que el recuerdo de su mamá en ese sitio se perdiera.

Cada rincón que visitábamos venía acompañado con comentarios y anécdotas, que solo hacía más entretenido el viaje. Estaba aprendiendo tanto de mi familia que después de este viaje sería imposible que alguna vez pudiera sentirme una externa.

—Entonces Karen le hablaba en francés a Rámses, por eso fue el primer idioma que aprendió y él que más usaba. Luego, cuando estuvimos en Portugal y nació Gabriel hablábamos en portugués

—Ok, tengo que preguntar, ya imagino la respuesta pero tengo que hacerlo—sacudí el azúcar de mis manos.

Estábamos comiendo en una pastelería y yo iba por mi segundo postre, un macaron de vainilla y mermelada en forma de nube rosada, aunque mi favorito seguía siendo el visitandines de almendra amarga, el favorito también de Gabriel. Rámses se devoraba un trozo de coulant de chocoalte, Mike una tarta tatin de manzana y Fernando un clafouti de cereza. De todos probé, sin ninguna vergüenza.

—Rámses y Gabriel solo se llevan nueve meses... ¿acaso no respetaron la cuarentena?.

Fernando se ahogó entre las risas con su postre.

—Te contaré la historia completa. Cuando Karen salió embarazada su apetito sexual se vio gravemente afectado...

—En otras palabras no tenía ganas de nada—agregó Rámses— y esperemos que eso no te pase a ti. Ya le pedí a mi mamá que intercediera.

Lo piqué en las costillas.

—Tampoco nada de nada... me refiero a que era muy poco a lo que normalmente ella exigía. Pero cuando por fin dio a luz, esas ganas volvieron aumentadas—Fernando se sonrojó y eso me sorprendió.

—Traducción: Mi mamá lo correteaba por el departamento y mi papá le rehuía—intervino Gabriel.

—Un día llegué especialmente cansado del trabajo y bastante distraído. La casa estaba sola así que creí que Karen había salido con el niño. Me tumbé en la cama y creo que me quedé dormido porque lo siguiente que escuché fue un "click". Abrí los ojos y Karen estaba delante de mí y yo tenía las manos esposadas a la cama.

—Ay no...—ya me hacía una idea bastante clara de lo que había ocurrido.

—Ay si... No podía moverme y bueno... nueve meses después llegó Gabriel.

—¿Y en donde estaba Rámses?—pregunté cuando dejé de reírme.

—Lo estaba cuidando una vecina.

—Pero ¿no pensó o no sabía?.

—No le importó—intervino por primera vez Mike—, así era ella. Actuar y luego pensar.

—Poco después de eso me transfirieron a Portugal y nos mudamos, un día se despertó con nauseas, luego mareada y finalmente confirmamos que estaba otra vez embarazada. Aun puedo escuchar los gritos de Hayden cuando le conté que no respetamos la cuarentena.

—¿Y cuándo le contaste a Mike?—preguntó Rámses, no era una pregunta normal, estaba destinada a escrudiñar más sobre lo ocurrido entre su papá y su amigo.

—Cuando fui a su casa por supuesto, le informé personalmente.

Los hermanos torcieron el gesto.

—No hay ni una sola foto de Mike conmigo recién nacido, ni con mi mamá embarazada.

—Yo estaba haciendo un postgrado, me perdí el embarazo y el nacimiento.

—Pero si estuviste para el de Gabriel—presionó.

—Ya había terminado el postgrado y pude viajar sin problemas.

Los hermanos achinaron los ojos y los miraron alternativamente. Cuando se rindieron, Mike miró a Fernando y le guiñó el ojo y éste soltó el aire que había estado conteniendo.

Estaban ocultando algo, pero la verdad siempre sale a la luz.

***

—Bienvenidos a Alcomar. ¿Tienen reservación?.

Mientras Fernando confirmaba nuestras reservaciones en la recepción del hotel, aproveché de curiosear a través de los ventanales de sus puertas. Estábamos ubicados frente al mar, no podía verlo, pero si olisquear la sal marina en el aire., el hotel era de color rosa y eso me encantó, aunque no siempre fue de ese color. Eso los sorprendió a todos.

Estábamos en Gijón, España. El lugar donde Fernando y Karen pasaron su luna de miel, el lugar donde concibieron a mi francés, como me recordó.

— Amelia, vamos—me llamó Mike.

Rámses estaba hablando con su hermano al lado de nuestro equipaje. Caminé hasta donde ellos estaban y un botones nos ayudó a subir las valijas por el ascensor.

Esta vez nos quedamos en habitaciones distintas. En una se quedarían Fernando y Mike, en la otra nosotros. Cuando entramos lo primero que noté fue que estaba decorada con muebles de madera y cuero, colores oscuros y detalles en naranja, rojo y rosa oscuro. Lo conseguí muy acogedor y hasta romántico.

Corrí a la ventana y pude ver la playa y el paseo que la bordeaba. Moría por ir hasta allí y quizás bañarme en ese mar tan precioso.

—Tenemos un problema—dijo Rámses.

—Yo no veo ninguno—respondió Gabriel.

—Imbécil, le avisaré a papá.

Cuando escuché la puerta cerrarse fue cuando me despegué de la vista de la playa y vi el problema que Rámses mencionó. En la habitación solo había una cama matrimonial. Más nada, ni un sofá ni siquiera.

—Yo sigo sin ver el problema—Gabriel se tiró en la cama y me invitó a unírmele con golpecitos en el colchón mientras subía y bajaba las cejas—. Vente, vamos a molestar un poco a Rámses.

—Se va a poner furioso.

—Lo sé, pero tú y yo viviremos juntos dentro de poco y más de una vez veremos alguna película acostados en alguna cama o sofá. Eso no lo puede sacar de quicio. Anda Beleza.

El problema con el instinto suicida de Gabriel era que terminaba siendo contagioso.

Me quité los zapatos y me subí a la cama. Gabriel permaneció en un lado de la cama y yo en el otro, el centro lo dejamos libre.

—Bueno, llamé a la recepción pero no tienen más habitaciones disponibles. Lo que haremos es cambiarnos de habitación porque la nuestra es más grande y po-

Fernando se calló abruptamente cuando entró al cuarto y desplegamos nuestra mejor sonrisa.

—Se juntaron el hambre con las ganas de comer...

—¿Qué?—preguntó Rámses y entró al cuarto.

Sus agujeros nasales se ensancharon de inmediato y botó todo el aire de forma abrupta.

—Rámses...—advirtió su papá.

—Vente francesito, te guardamos el medio. Hagamos sanduchito.

—Gabriel...Ay mierda, llamaré a la policía, ahora sí que lo mata—Mike se burló desde la puerta.

—Si quieres yo puedo estar en el medio o quizás Amelia...

—A mí no me importa dormir en el medio...

Rámses ahogó un grito y su cara se llenó de odio hacia su hermano.

El instinto suicida de Gabriel es contagioso, su sentido del humor negro también, porque la cara de Rámses se me antojaba bastante graciosa en estos momentos.

—Solo debes escoger quien será tu cucharita y de quien serás pasivo.

—Amelia...

—Rámses...

—¿Saben qué? Nosotros nos vamos, iremos por un trago al bar, si se matan háganlo en silencio y el que sobreviva limpia todo y paga por los daños.

Fernando y Mike salieron de le habitación y pocos segundos después escuchamos la puerta principal cerrarse.

—¿Qué será entonces?—presionó Gabriel.

—No sé qué seré yo, pero tú serás la tercera rueda, la lámpara, el violinista, el observador, como quieras llamarlo.

Rámses se comenzó a quitar ropa y fijó su vista en la mía. Sus tatuajes aparecieron delante de mí en el momento en que su camiseta se deslizó por encima de su cabeza, contuve el suspiro que siempre escapaba de mi cuando veía su V abdominal. Los zapatos saltaron a un lado del cuerpo y finalmente el pantalón desapareció.

—No serás capaz... la estaría viendo a ella—Gabriel evaluaba a su hermano.

—Yo estaré desnudo, ella permanecerá vestida, sé cómo hacerlo así.

—Rámses... no...—le pedí en cuanto vi la mirada decidida y lujuriosa.

Me tomó por los tobillos y haló hasta que me tuvo acostada en la cama.

—No serás capaz...—insistió Gabriel.

—Gabriel, vete, si es capaz.

—No le creo. Te escucharía gemir y lo reproduciría en mi cabeza todos los días. ¿Escuchaste, hermano?.

Rámses no decía nada, se acostó encima de mí y enterró su cara en mi cuello. Tuve que contener todas las ganas de gemir cuando comenzó a besar mi piel desnuda.

—Gime y se irá—me susurró y yo negué. Claro que podía fingirlo, pero con las caricias de Rámses por debajo de mi ropa harían imposible que lo fingiera. Si gemía sería verdadero—. O lo haces ahora o te hago gemir de verdad.

—Gabriel... ¡vete!

—No puedo creer que-

Y un gemido trepó por mi garganta en el momento en que Rámses chupó el lóbulo de mi oreja.

Gabriel saltó de la cama.

— Tú estás mal, muy mal. Bien, tú ganas, no puedo con esto. Dije que ganabas—pero Rámses lo ignoró y seguió besándome—. Esto es como porno en vivo...

Azotó la puerta a su salida y Rámses rió.

—Estoy muy molesto porque te uniste a su jueguito pesado, pero ese gemido me excitó—y recostó su entrepierna de la mía—, así que te haré el amor primero y luego seguiré molesto. 

~ ~ ~ ~ ~ ~

Nota de Autora:

Feliz feliz miércoles de #NJLP

Un capítulo bastante triste para todos. #YoConfieso que soy muy mala para funerales, entierros y todas esas cosas, me ataca la risa y los malos chistes, es un mal de familia donde no tenemos respeto por nadie y un humor negro especial.

Para nosotros es cuestión de celebrar la vida, no llorar la muerte. Asi que en los entierros y los velorios, somos todo un caso... Nos han amenazado con sacarnos de iglesias/ funerarias y cementerios. Así que este capítulo me costó escribirlo, porque no sé ser seria JAJAJAJA.

Feliz cumpleaños a Mariela MarielaAyil que cumplió años el 09/01 y murió ignorada por mi. Tarde pero seguro. Un beso.

En la dedicatoria: Kike @user13830863 , un espécimen en extinción: Un chico que lee y lee mucho!!! Gracias por leerme tio abuelo!.

Y un especial agradecimiento a Daniela, no puedo decir por qué, pero ella lo sabe! DanielaZalazarDoblas

En el grupo de FB, NO JUZGUES LA PORTADA, coloco noticias sobre mis libros y contenido extra los días jueves. Suscríbanse.

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Baisers et Abraços  

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